jueves, 11 de enero de 2024

Los becarios ya cotizan (poco)

Desde el 1 de enero, es obligatorio que las empresas e instituciones que contratan a becarios (más de 1,2 millones) coticen por ellos, para su futura jubilación y para cubrirles en caso de accidente de trabajo. Pero su cotización está bonificada por la Seguridad Social, al 100%  los  estudiantes de Formación Profesional (las empresas no pagan nada por ellos) y al 95% los becarios universitarios, por los que empresas e instituciones pagarán ahora menos de 10 euros al mes. Y aún así, protestan, tanto las Universidades (que gestionan las becas) como los que contratan becarios, aunque les costarán menos que una comida. Mientras se ha avanzado con su cotización, está paralizado el Estatuto del Becario, que presentó Yolanda Díaz y los sindicatos en junio, sin que luego lo aprobara el Gobierno y con la oposición de la patronal. Entre tanto, el Europarlamento ha pedido a la Comisión una Directiva para regular las prácticas de los jóvenes europeos. Urge regular el trabajo de los becarios, porque hay demasiados abusos. Y poco empleo real.

                   Enrique Ortega

España es un país con muchas empresas e instituciones donde trabajan “becarios”, jóvenes que hacen prácticas durante algunos meses, la mayoría sin cobrar: los vemos en bancos, consultoras, aseguradoras, asesorías, despachos de abogados, medios de comunicación, empresas de marketing y una larga lista de empresas e instituciones que los han utilizado para contar con “mano de obra gratuita” y para “seleccionar personal”. De hecho, España es el 2º país europeo con más becarios universitarios, tras Eslovenia, según un Informe de 2015: el 67% de los titulados universitarios de 18 a 35 años habían hecho alguna práctica como becario, el doble que la media en la UE (33% de titulados han sido becarios). Y según otro estudio europeo de 2017, España era uno de los paises con más becarios que no cobran nada: el 58% no percibían remuneración, aunque un 70% de ellos trabajaban igual que sus compañeros no becarios. Y lo peor: 2 de cada 3 becarios acabaron sus prácticas sin quedarse en la empresa, repitiendo prácticas en otras empresas varias veces más.

Ya en 2012, la Comisión Europea advirtió a España que la mayoría de los becarios españoles hacían prácticas sin contrato ni garantías y pidió al Gobierno que mejorara sus condiciones laborales. Pero sólo lo han hecho algunas grandes empresas, sobre todo bancos, consultoras y multinacionales, que han firmado convenios con Universidades para cubrir cada año plazas de becarios, por unos meses, con un contrato y a veces con un pequeño sueldo (entre 600 y 1.000 euros mensuales). Pero la mayoría de los becarios siguen haciendo prácticas sin cobrar y quejándose de que aprenden poco, porque realizan tareas menores y no tienen un “mentor”, un tutor que les guíe o ayude (y si lo tienen, les dedica poco tiempo). Y en paralelo, las empresas se quejan de que los becarios “les llegan muy verdes”, “sin saber su cometido”, olvidando que van a aprender, no a cubrir un empleo.

Las asociaciones de jóvenes universitarios, los sindicatos y muchas Universidades llevan años pidiendo “regularizar” la situación de los becarios, desde hacerles un contrato a cotizar por ellos. Aprovechando la pasada reforma de las pensiones, el Gobierno Sánchez (el ministro Escrivá) introdujo en el Real Decreto Ley 2/2023, de 17 de marzo de 2023, un compromiso para que las empresas e instituciones que contratan a becarios sin remuneración (los becarios que reciben un sueldo ya cotizan desde 2011) coticen por ellos, una obligación que entró en vigor el 1 de enero de 2024. Eso sí, la cotización ahora obligatoria por estos becarios (en torno a 1.200.000 jóvenes) será nula o muy baja.

Hay dos tipos de becarios no remunerados y habrá dos tipos de cotización. En el caso de los estudiantes de formación profesional (FP) que hacen prácticas formativas en empresas (unos 500.000 el curso pasado, aunque este curso 2023-24 las prácticas/formación dual son obligatorias para todos los alumnos de FP, 1 millón en España), la Seguridad Social bonifica ahora el 95% de su cotización y el Ministerio de Educación paga el 5% restante, con lo que la empresa o institución donde haga las prácticas no cotiza nada por el becario. En el caso de los becarios universitarios (otros 650.000), la Seguridad Social bonifica el 95% de la cotización por contingencias comunes (la mínima) y la empresa o institución que los acoja debe pagar el 5% restante, más la cotización mínima por contingencias profesionales.

¿Cuánto van a pagar las empresas o instituciones por tener uno o varios meses a estos becarios universitarios (los de FP no les cuestan nada)? La cuota por contingencias comunes (excluida la prestación por incapacidad temporal, la baja por enfermedad, que no les cubre) es de 57,87 euros mensuales, pero como se les bonifica el 95%, sólo pagarán 2,89 euros mensuales. Y otros 7,03 euros mensuales por contingencias profesionales (no bonificadas), que cubre al becario en caso de accidente laboral o enfermedad profesional. En total, pues, la empresa o institución que contrate a un becario pagará 9,92 euros al mes, menos de 10 euros durante un periodo que suele ser de 2 a 6 meses. El coste de invitarle a comer… Y a cambio, el becario cotiza estos meses de prácticas (y otros que haga) para su futura jubilación y está más protegido en caso de accidente laboral. Eso sí, no les da derecho a cobrar el paro.

Pero resulta que las Universidades y muchas empresas han puesto el grito en el cielo por tener que cotizar ahora por los becarios universitarios (esos 650.000), por tener que pagar menos de 10 euros al mes por ellos… Ya hay empresas y sobre todo pymes (como farmacias, que tenían becarios estudiantes dos meses) que no van a coger becarios este año, al tener que cotizar por ellos, aunque dicen que no es tanto por el dinero (una miseria…) como por el coste administrativo de darles de alta en la Seguridad Social. En el caso de las Universidades, los rectores se han opuesto frontalmente a la nueva cotización, quejándose de que no tienen una estructura burocrática para afrontar este trabajo (hay Facultades que gestionan 400 prácticas y eso ahora les supone más trabajo).

El problema es que hay dos tipos de prácticas universitarias. Unas, las “curriculares”, son obligatorias, están ligadas a los estudios de grado, máster o doctorado: si el alumno no hace estas prácticas, no obtiene el titulo (caso de Farmacia, Medicina, Magisterio y muchas otras carreras). Las otras prácticas, extracurriculares”, son voluntarias: los universitarios las pueden hacer o no, para mejorar su currículo y empleabilidad, pero no se exigen para titularse. Ahora, los universitarios que están forzados a hacer prácticas para titularse tienen un doble problema: conseguir una empresa o institución (el 65% de las prácticas se hacen ahora en instituciones públicas) que les coja y que quiera cotizar por ellos (menos de 10 euros al mes). Ya hay Universidades que denuncian el rechazo de empresas e instituciones y que se han visto obligadas a cotizar ellas (las Universidades) por los becarios para “colocarlos”.

Es una vergüenza que alguien rechace a un becario por evitarse papeleo y pagar 10 euros al mes, pero hay que inscribirlo en una vieja tradición de muchas empresas que no ven la necesidad de formar jóvenes (y menos pagando…), aunque luego se quejan de que no encuentran trabajadores… Mientras, los sindicatos creen que la obligatoriedad de cotizar por los becarios tiene una ventaja adicional, además de mejorar su protección laboral actual y su pensión futura: controlar el alcance de las prácticas, el abuso de la figura del becario, saber exactamente cuántos becarios hay, donde están y en qué condiciones. Además, Gobierno, sindicatos y patronal se han comprometido a negociar cómo reconocer la cotización de los becarios que han trabajado en los últimos 5 años, cara a su futura jubilación.

La cotización obligatoria de todos los becarios, desde el 1 de enero, es un gran paso para dignificar la primera experiencia laboral de los jóvenes, pero no el único que hace falta. De hecho, el 14 de junio de 2023, el Parlamento Europeo reclamó a la Comisión Europea por una amplia mayoría (404 votos a favor, 78 en contra y 130 abstenciones, incluidas las del PP español) que apruebe una Directiva para regular las prácticas formativas en Europa, en materia de duración, remuneración y protección social, dado que la normativa europea vigente es de 2014, tras la crisis financiera y sin el auge de la digitalización.

Un día después, el 15 de junio de 2023, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se quiso apuntar un tanto presentando públicamente el Estatuto del Becario, pactado exclusivamente con los sindicatos (presentes a su lado), un acuerdo que no contaba con el apoyo de los empresarios pero tampoco del resto del Gobierno Sánchez: la vicepresidenta Calviño creía que “estaba muy verde” y la prueba es que no se había aprobado en Consejo de Ministros. Finalmente, se convocaron elecciones y el Estatuto está en un cajón, pendiente de un doble acuerdo: por un lado en el seno del Gobierno y por otro como un tema más a negociar dentro del “diálogo social” con los sindicatos y la patronal. Así que los becarios tienen cotización obligatoria pero no un Estatuto, como pidió el Europarlamento.

El proyecto (no aprobado) de Estatuto del Becario, promovido por Yolanda Díaz y los sindicatos, incluye tres temas polémicos. El primero, restringe las horas de prácticas que puede hacer el becario: las “curriculares” (obligatorias) no podrán supera las 1.500 horas (188 días) y las prácticas “extracurriculares” (voluntarias) se limitan a 480 horas (60 días), la mitad que ahora. El segundo, el que despierta más rechazo patronal, que se pretende obligar a las empresas a compensar gastos al becario (aunque no obliga a remunerarlas), desde gastos de transporte a manutención, compensación que no se aplica si la empresa paga algún tipo de sueldo al becario. Y el tercer punto controvertido, que se aumentarían mucho las sanciones a las empresas incumplidoras, desde 7.501 euros a un máximo de 225.018 euros. Además, el borrador de Estatuto del Becario incluye limitar el número de becarios (no más del 20% de la plantilla), el número de becarios por tutor (no más de 5) y ampliar sus derechos: disfrute de vacaciones y festivos, derecho a los servicios de la empresa y derecho a ausentarse del trabajo por asistencia médica, enfermedad o accidente.

Mientras la Directiva europea del Becario y el Estatuto del Becario en España están “aparcados”, los jóvenes tratan de conseguir una beca con la que poner un pie en el mundo del trabajo. Parece claro que necesitamos una norma que evite abusos y regule estas prácticas, integrando en la regulación los distintos intereses de empresas, Universidades y estudiantes. Parece claro que la clave es separar lo que es formación de lo que es trabajo, para evitar que algunas empresas e instituciones utilicen a los becarios para “ahorrarse mano de obra”. De hecho, UGT estima que las empresas españolas se ahorran 3.300 millones anuales en salarios y otros 1.312 millones en cotizaciones por tener becarios. Esto es lo que hay que regular: que se les pague algo dignamente y que coticen por ellos, para que estén cubiertos ante incidencias y cara a su futura jubilación.

Pero los becarios son sólo una de las vías por las que los jóvenes acceden a un empleo. El alto nivel de paro de los jóvenes españoles (27,9% en menores de 25 años, frente al 14,5% en la UE-27 y el 5,6% en Alemania, según Eurostat) obliga a poner en marcha un abanico de medidas para conseguir que trabajen más jóvenes (sólo trabajan el 38,8% de los jóvenes españoles de 15 a 29 años, frente al 49,2% en la UE-27 y el 61,7% de los jóvenes en Alemania). Por un lado están los contratos en prácticas y para la formación, pero otra vía es el contrato de relevo: un mayor de 60 años trabaja menos horas (jubilación parcial) y es sustituido esas horas por un trabajador joven. Un tipo de contrato que ahora se utiliza poco (sólo hubo 25.131 jubilaciones parciales en 2022), porque hay demasiadas restricciones y las empresas cotizan lo mismo por el trabajador que reduce su jornada para que lo releve parcialmente un joven. Algo preocupante porque tenemos unas plantillas envejecidas (2 millones de trabajadores tienen más de 60 años) y 500.000 jóvenes en desempleo.

Ante el preocupante panorama de los jóvenes en España, la OCDE nos dio en octubre pasado  dos recetas: mejorar su formación, para que aprendan lo que necesitan las empresas (que se quejan de que no encuentran los profesionales que buscan) y ayudarles a colocarse, con una reforma de las oficinas de empleo, para hacer un seguimiento de la empleabilidad de los parados y ayudarles a colocarse, sobre todo a los jóvenes. Ambas vías tienen que ver también con las prácticas, que deberían reconfigurarse no sólo para que no haya abusos sobre los jóvenes sino para que sean eficaces para encontrar un empleo futuro. Eso debería ser el centro de cualquier futura normativa sobre los becarios. Ayudarles a trabajar.

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