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jueves, 21 de septiembre de 2023

Retrocesos frente a la Crisis Climática

Las olas de calor del verano y las inundaciones han dejado claro que estamos ante una grave Crisis Climática (no un “Cambio Climático”: demasiado suave). Pero no hacemos nada para atajarla. Es más, las emisiones de CO2 aumentan este año, tras subir en 2021 y 2022. Y eso, porque los paises han subvencionado las energías fósiles para reducir la inflación, con ayudas a los carburantes, la luz  y el gas, alimentando emisiones. Y encima, en Europa avanzan las posiciones negacionistas, con el Partido Popular Europeo (incluido el PP español) votando en contra (en julio y septiembre) de 2 Leyes para proteger la naturaleza y reducir la contaminación. Y en España, con el PP (y Vox) gobernando 11 autonomías y 44 grandes ciudades, se está dado marcha atrás en las zonas de bajas emisiones o suprimiendo carriles bici. Ojo: la defensa del medio ambiente es de sentido común y no debe tener un sesgo político. Nos jugamos la salud, la economía y el Planeta. Es pura supervivencia.

                 Enrique Ortega

La ONU acaba de dar otra alerta ("hemos abierto las puestas del infierno") sobre la Crisis Climática, la enésima en los últimos años: las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, culpables del “Cambio Climático”, siguen aumentando en 2023, un +0,3% en el primer semestre, por un mayor consumo de los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) en la industria y el transporte, aunque han bajado las emisiones de los hogares y la producción de electricidad. Y esto es grave porque ya subieron las emisiones de CO2 en 2022 (+1%) y en 2021 (+6%), tras la bajada (por la recesión derivada del COVID) en 2020 (-5,4%), por primera vez desde 2015. Con ello, se ha vuelto a batir el récord de CO2 en la atmósfera: en mayo de 2023, en Hawái, se alcanzaron las 424 partes por millón (ppm), el doble que al inicio de la Revolución Industrial (280 ppm en 1850) y la mayor concentración en los últimos 3 millones de años… 

El último informe de la ONU advierte que este récord de emisiones de CO2 ya han provocado una subida de la temperatura mundial de 1,15 grados sobre el año 1850, muy cerca del tope marcado en la Cumbre del Clima de París (2015): no superar en 1,5 grados para el año 2100. A este ritmo de emisiones, la temperatura subiría hasta 2,8 grados a finales del siglo, lo que provocaría un caos climático, con graves efectos para la salud, la agricultura y la alimentación y el Planeta, afectando más a algunas zonas y paises. Y recuerdan que la Crisis Climática ya ha provocado graves daños el mundo: más de 2 millones de muertes y 4,3 billones de dólares de pérdidas, sólo entre 1970 y 2021, afectado más a los paises en desarrollo (que se han llevado el 90% de las muertes y el 60% de las pérdidas). 

En definitiva, que aunque los desastres naturales (olas de calor, sequías, inundaciones, tornados, malas cosechas y hambre) son cada día más patentes, el mundo no aprende y sigue aumentando sus emisiones y alimentando la Crisis Climática. Unos más que otros. Así, entre enero y finales de julio de 2023, las emisiones mundiales de CO2 y otros gases de efecto invernadero han crecido un +0,5%, según los últimos datos de Carbon Monitor, aumentando las emisiones en el transporte terrestre (+0,8%), vuelos internacionales (+0,3%), industria (+0,2%) y vuelos nacionales (+0,1%), bajando sólo en la generación de electricidad (-0,1%). 

Las emisiones bajan este año en Europa (-4,3%), más en Alemania (-5,5%) e Italia (-5,4%) que en España (-2,6%) o Reino Unido (-1,3%), en EEUU (-3,6%), en Japón (-5,2%) y en Brasil (-2,6%), pero suben en China (+3,7%), India (+6,7%) y Rusia (+3,2%), tres paises claves porque emiten casi la mitad del total de CO2 mundial (30,3% China, 7,62% India y 5,1% Rusia). Los tres defienden que no pueden poner en peligro su crecimiento futuro y que los paises desarrollados llevan siglo y medio contaminando, además de que emiten más CO2 por habitante. De hecho, EEUU emite 14,24 Tm de CO2 por habitante y la UE 8,39 Tm frente a 8,73 Tm China y 1,90 India, aunque Rusia produce 13,52 Tm per cápita. 

Visto el panorama actual, la ONU se queja de que los paises no toman medidas para reducir  sus emisiones y las que toman son para aumentarlas. Así, denuncian que en los últimos dos años, casi todos los paises (sobre todo los desarrollados) han aprobado más ayudas y subvenciones a los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón, los grandes responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero), dentro de Planes para atajar la inflación. Sólo en 2022, las ayudas públicas mundiales a la utilización de combustibles fósiles fueron de 7 billones de dólares (6,5 billones de euros), 1 billón más que en 2020, según un informe del FMI. La mitad de estas ayudas públicas las han dado Asia oriental (China) y EEUU, el resto India, Rusia y la Unión Europea, precisamente los grandes emisores de CO2. España concedió en 2022 unos 10.500 millones de euros en ayudas públicas a los combustibles fósiles, desde la subvención a los carburantes (20 céntimos), al gas (industrias y particulares) y a la generación de electricidad (subvención al gas), lo que ha beneficiado a consumidores, eléctricas, gasistas y petroleras pero a la vez ha “alimentado” las emisiones. Por eso, la ONU pide suprimir estas ayudas y destinar esos billones a promover  energías limpias. 

Otro tema preocupante en la lucha contra la Crisis Climática es el avance de las posturas negacionistas en Europa, el continente que más ha apostado por el medio ambiente. El auge de la extrema derecha en la mayoría de paises europeos ha llevado a la derecha europea a asumir parte de sus postulados “negacionistas”, para no perder votos. Y así, en los últimos meses, hemos asistido a dos votaciones en el Parlamento Europeo donde el Partido Popular Europeo (y también el PP español) han votado en contra de dos Leyes promovidas por la Comisión Europea dentro del llamado Pacto Verde europeo. 

La primera Ley, la Ley de Restauración de la Naturaleza (LRN) procede de un Reglamento aprobado en junio de 2023 por la Comisión Europea para restaurar los ecosistemas europeos, el 80% dañados. La Ley, que pretende restaurar al menos el 20% de las zonas terrestres y marítimas europeas para 2030, salió adelante en el Parlamento europeo el pasado 12 de julio, con 336 votos a favor, 12 abstenciones y 300 votos en contra del PP europeo (y del PP español), junto a la extrema derecha europea (y Vox). Dos meses después, el 13 de septiembre, esos mismos partidos votaron en contra de la nueva Directiva de la Calidad del Aire, promovida también por la Comisión Europea para establecer límites más severos a los indicadores de contaminación, para 2035, en línea con los límites que recomienda la OMS. Y eso porque la contaminación atmosférica provoca más de 300.000 muertes al año en la UE (24.000 en España). A pesar de ello, la propuesta de Directiva tuvo 226 votos en contra (PP europeo y español, más la ultraderecha europea y Vox), 46 abstenciones y 363 votos a favor. 

Ahora, ambas Leyes medioambientales, aprobadas con fuerte oposición en el Parlamento Europeo, deben concretarse en una negociación entre la Comisión, el Parlamento y los distintos Gobiernos europeos. Pero el ambiente político es complicado, porque la derecha europea (PP europeo) está virando hacia posiciones negacionistas, preocupada por el ascenso de la extrema derecha ante las elecciones europeas de junio de 2024. Y además, crecen las posturas negacionistas, para “suavizar” las medidas medioambientales en muchos paises, no sólo en Polonia y Hungría. Así, el gobierno italiano de la ultraderechista Meloni bloquea los nuevos límites que estudia la Comisión Europea para las emisiones de coches a partir de 2030. Y Alemania ha tenido problemas internos  para aprobar la “Ley de calefacción”, para promover bombas de calor frente a las calefacciones de gas. En general, avanzan las posturas contrarias a medidas de defensa del medio ambiente, con la excusa de que atacan la economía, los agricultores y el nivel de vida. Ayer mismo, el Gobierno británico anunció que revisará a la baja sus objetivos medioambientales "para no dañar a la economía y a los británicos" . 

En España, con el avance de la derecha y la extrema derecha en las elecciones autonómicas y municipales de mayo, también han avanzado las posiciones negacionistas del Cambio Climático y las medidas medioambientales, con cada vez más políticos, medios y ciudadanos que critican lo que denominan “la religión climática de Occidente”. Y eso está suponiendo un retroceso en la lucha contra el Cambio Climático promovida por la Ley de 2020. 

Primero, en las 11 autonomías donde gobierna el PP (en 5, con la ultraderecha de Vox), ya se han dado muestras de una “menor sensibilidad medioambiental”: reducción normas medioambientales, ampliación de regadíos, reducción espacios protegidos, fomento de la caza,  reversión políticas europeas (como en el uso de pesticidas), freno limitaciones pesqueras… Por un lado, los políticos de Vox se han hecho con varias consejerías de Agricultura (Castilla y León, Extremadura, Comunidad Valenciana, Aragón) y en otros casos se ha suprimido la consejería de Medio Ambiente (Baleares) o se le ha dado a Vox el control de parte de las inversiones medioambientales (Murcia y el Mar Menor). 

Después, en las 44 capitales y grandes ciudades que ahora gobierna el PP (en muchas, con Vox), también se están dando retrocesos en las políticas medioambientales. Por un lado, varios Ayuntamientos han suprimido los carriles bici, algunos ya construidos (con Fondos europeos): es el caso de Valladolid, Elche, Palma de Mallorca, Gijón o Logroño (donde se ha eliminado un carril bici subvencionado ya con 2 millones de Fondos del programa UE Next Generation para luchar contra el Cambio Climático, como también Valladolid, Elche o Gijón). Y por otro, la mayoría de Ayuntamientos, en especial los gobernados por el PP y Vox, han paralizado la entrada en vigor de las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), para limitar el tráfico en el centro de las ciudades, proyectos que habían recibido también dinero de la UE. 

Veamos el negacionismo de estos Ayuntamientos para reducir la contaminación, cuando los expertos denuncian que cada año mueren por la contaminación 24.200 españoles y que es la causa principal de que aumenten los enfermos de cáncer en España. La Ley contra el Cambio Climático, aprobada por el Gobierno Sánchez en 2020, establecía que las 149 ciudades con más de 50.000 habitantes (donde viven la mitad de los españoles) tenían que poner en marcha, el 1 de enero de 2023, unas Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) para restringir el tráfico en los centros urbanos y así reducir la contaminación. La realidad fue que sólo aprobaron estas restricciones 20 ciudades, con la excusa de que no les había dado tiempo a implantar los sistemas de acceso, aunque la realidad es que no querían hacerlo por la cercanía de las elecciones municipales (28-M). Pero, pasadas las elecciones, la realidad es que, a primeros de agosto, sólo están activas las ZBE en 14 ciudades: Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza, Pontevedra, Hospitalet, Badalona, Pamplona, Sant Cugat del Vallés, Rivas Vaciamadrid, Cornellá, A Coruña, Córdoba, la Línea de la Concepción y Badalona. Y en otras 120 siguen en trámite, mientras no se sabe nada del resto.   

Ahora, al menos 6 ciudades gobernadas por el PP (y Vox) han indicado que buscan retrasar o reducir las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE): Gijón (ahora permite aparcar en el centro coches sin etiqueta), Valladolid (quiere reducir la zona ZBE y retrasarla a finales de 2024), Castellón y Lorca, Majadahonda (el Ayuntamiento ya votó en febrero que no pondrá en marcha la ZBE) y Elche. El último Ayuntamiento “rebelde” ha sido Badalona, cuyo alcalde (por mayoría absoluta) es el exlíder del PP catalán García Albiol: este 25 de septiembre van a aprobar paralizar la ZBE aprobada por el anterior consistorio (y por la que recibieron 2 millones de euros de Fondos UE) y fijar una moratoria de 3 años para aplicarla. 

El Gobierno ya ha reaccionado ante esta “rebeldía negacionista” de la derecha, que incumple la Ley vigente contra el Cambio Climático. Por un lado, la ministra de Transición Ecológica amenazó el martes con llevar al Ayuntamiento de Badalona y a los demás a los Tribunales. Y por otra, el Ministerio de Transportes ha recordado a los Ayuntamientos que el Gobierno transfirió 1.500 millones de euros de Fondos europeos para que los municipios implantaran carriles bicis o Zonas de Bajas emisiones. Y que si no lo hacen, tendrán que devolverlos. 

En resumen, que la crisis Climática avanza, en el mundo y en España, y los Gobiernos siguen financiando las energías fósiles (para intentar rebajar la inflación) y avanzan las posturas negacionistas (promovidas por la ultraderecha y “asumidas” por una gran parte de la derecha), en Europa y en España. Malas noticias, porque  la realidad es que los síntomas de la Crisis Climática se agravan y causan cada día muertes y daños. Sólo en 2021, los daños por el Clima en Europa fueron de 15.154 millones de euros, según Eurostat. Y rondan los 500.000 millones las pérdidas por causas climáticas en Europa desde 1.980, sin olvidar los miles de muertos por las olas de calor (6.000 en España en 2022), incendios, desastres naturales, contaminación y enfermedades asociadas). Y a eso hay que sumar los daños en la agricultura y las cosechas (que disparan el precio de los alimentos), en el turismo y las infraestructuras y en la economía, sobre todo en la Europa del sur y el este y sur de España. 

Urge una reflexión: la lucha contra la Crisis Climática debería ser una cuestión “de sentido común”, al margen de la política: hay que preservar el medio ambiente para evitar una crisis climática que acabe con vidas, cultivos, la economía y el Planeta. Los científicos llevan años diciéndonos qué hay que hacer: dejar de utilizar los combustibles fósiles y cambiar el modelo de vida y crecimiento, para que sea sostenible. Aprobar medidas concretas  para reducir más drásticamente las emisiones de CO2 (un -43% en 2030 y 0 emisiones netas para 2050, según la ONU) y reducir la contaminación que mata. Salvar el medio ambiente no debe ser de izquierdas ni de derechas. Es algo obvio, una cuestión de supervivencia.

miércoles, 4 de enero de 2023

Ayuntamientos retrasan restricciones a vehículos

Desde el 1 de enero, 149 grandes ciudades (donde viven más de la mitad de los españoles) deberían  aplicar restricciones a la circulación de vehículos por sus centros urbanos, para reducir la contaminación. Pero sólo lo han hecho 20 ciudades: los Ayuntamientos se excusan en que faltaba una norma, aprobada por el Gobierno en el último Consejo de 2022, aunque todos sabían que debían implantar restricciones desde mayo de 2020, cuando el Gobierno aprobó la Ley de Cambio Climático. La mayoría de ciudades dicen que aplicarán restricciones (impopulares) en la segunda mitad de 2023, cuando hayan pasado las elecciones municipales del 28 de mayo. Mientras, la contaminación avanza, causando 30.000 muertes anuales. Y el Tribunal Europeo ha condenado a España por superar desde 2010, en Madrid y Barcelona, los límites europeos de N02. Tenemos 6,6 millones de coches circulando sin etiqueta, un “peligro público” que hay que retirar, lo que exige más ayudas a la compra y puestos de recarga para cambiarlos por coches eléctricos. Nos jugamos la salud.

Enrique Ortega

La contaminación de las ciudades es un problema muy serio, que sufrimos pero cuya gravedad no valoramos suficiente. En 2020 y 2021, la calidad del aire mejoró en casi todos los sitios, por la menor movilidad con la pandemia, pero aún así, todos los españoles respiraban aire insalubre, según los topes de contaminación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y a pesar de la mejoría, en 2021, 5 millones de españoles y la cuarta parte del territorio respiraron aire contaminado por encima de los límites europeos (más laxos que los de la OMS). No sólo Madrid y Barcelona superaron los límites por óxido de nitrógeno, NOx, (el 70% causado por el tráfico), sino que también superaron los máximos europeos Granada, Pamplona y Mollet del Vallés. Y en el caso de contaminación por partículas (MP10), estaban incluso peor que Madrid y Barcelona, en 2021, ciudades como Marbella, la Coruña, Málaga y varios municipios canarios, según el Observatorio de Sostenibilidad.

El problema es que en 2022, con la vuelta a la movilidad, la contaminación volvió a dispararse. La contaminación por ozono (causada por vehículos, industrias, centrales termoeléctricas  y ganadería intensiva) se ha multiplicado por 10 hasta septiembre, según Ecologistas en Acción, impulsada por las olas de calor y la sequía, con lo que la mayoría de españoles (el 98% de la población y el 99,7% del territorio) están expuestos a esta contaminación que causa graves problemas respiratorios. Y todo apunta a que la contaminación por NO2 y partículas se agravó también en 2022, aumentando la mortalidad por la contaminación del aire, estimada para España en 30.000 muertes prematuras al año por la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), además de los costes laborales y sanitarios, estimados en 50.000 millones de euros anuales. Sin olvidar los problemas sanitarios de la contaminación acústica (el 80% provocada por los coches), a la que están expuestos 1 de cada 5 europeos, según la AEMA.

La última llamada de atención sobre la gravedad de la contaminación del aire en España la dio, el 22 de diciembre pasado, el Tribunal Europeo de Justicia, que condenó a España por superar de forma reiterada desde 2010 los límites fijados por la UE de NO2 en Madrid y Barcelona. La Comisión Europea abrió un expediente a España en 2015, pero lo dejó en suspenso en 2018, al anunciar ambas capitales Planes para reducir el tráfico en el centro de las ciudades. Pero en 2019, el alcalde Almeida ganó las elecciones y anunció que suspendería Madrid Central (sólo lo ha cambiado de nombre, ZBEM, con 185.000 euros de coste), lo que reactivó el expediente y provocó que Bruselas denunciara a España ante el Tribunal Europeo. Ahora, si ambas ciudades no reducen sus emisiones, la Comisión Europea podría apelar ante el Tribunal y solicitar multas. La condena del Tribunal europeo critica también la falta de Planes estatales contra la contaminación en España.

Los Planes contra la contaminación del aire en las ciudades se contemplaban en la Ley de Cambio Climático, aprobada por el Gobierno Sánchez en mayo de 2020 y en el Congreso en mayo de 2021, con la abstención del PP y el voto en contra de Vox. Allí ya se establecía que las ciudades de más de 50.000 habitantes (149 localidades en España, donde viven 25 millones de personas, el 53% de la población total) estaban “obligadas a contar con áreas de restricción al tráfico de los vehículos más contaminantes a partir del 1 de enero de 2023”. Pero han pasado casi 3 años y la mayoría de estos municipios no lo han hecho: sólo hay 20 ciudades que han estrenado 2023 con zonas de bajas emisiones (ZBE), 6 ciudades porque las tenían ya antes (Madrid, Barcelona, Pamplona, Hospitalet, San Cugat y Cornellá de Llobregat) y 14 más que las han implantado nuevas este año (Pontevedra, Sevilla, Córdoba, Algeciras, Burgos, Ciudad Real, Talavera, San Cristóbal de la Laguna, Melilla y los municipios madrileños de Fuenlabrada, Parla, Alcobendas, Coslada y Rivas).

Las restantes 129 ciudades han estrenado 2023 sin cumplir con la Ley de Cambio Climático, sin aprobar las zonas de bajas emisiones (ZBE) exigidas. Los Ayuntamientos, sobre todo los controlados por la derecha (recordemos que PP y Vox no apoyaron la Ley), se agarran a que no las han aprobado por culpa del Gobierno, porque estaban esperando “una norma estatal” para regular las ZBE. El Gobierno se defiende diciendo que los Ayuntamientos sabían desde hace casi 3 años (mayo 2020) que el 1 de enero de 2023 debían poner en marcha estas restricciones a los vehículos más contaminantes. Y que el 19 de noviembre de 2021, el Ministerio de Transición Ecológica y la Federación de Municipios (FEMP) presentaron una Guía para poner en marcha las restricciones al tráfico que exigía la Ley. Incluso, el Gobierno adjudicó el año pasado 1.500 millones de Fondos europeos para fomentar la movilidad sostenible, a las que se acogieron 62 ciudades para implantar esas zonas restringidas (ZBE).

Para el Gobierno, esas directrices eran suficientes, por lo que no pensaban aprobar ninguna norma más. Y criticaban que si la mayoría de Ayuntamientos no habían aprobado las ZBE a finales de 2022, era por pura ideología (“negacionismo”) o por no tomar medidas impopulares antes de las elecciones municipales del 28 de mayo. Pero el 27 de diciembre, en el último Consejo de Ministros del año, el Gobierno dio su brazo a torcer: aprobó un real Decreto para regular las zonas de bajas emisiones (ZBE), con una normativa homogénea para toda España. Lo que les ha llevado a hacerlo es dotar a los Ayuntamientos de una norma adicional que les de mayores garantías jurídicas frente a las denuncias de los particulares contra las ZBE, que han proliferado en Cataluña, donde han logrado el apoyo judicial. El texto de este Decreto, que concreta la creación de ZBE, se conoce desde el 1 de abril pasado, fecha en que salió a exposición pública, pero ha exigido cumplir el trámite administrativo hasta finales de diciembre, dando a los Ayuntamientos otra “excusa” para no felicitar el año a sus vecinos restringiéndoles el tráfico en el centro… Y entre que se aprueban ahora las normas municipales y se instalan las cámaras, ya será después del 28-M.

El Decreto ahora aprobado, como en su día la Ley contra el Cambio Climático, busca prohibir el acceso al centro de las ciudades de los vehículos más contaminantes (sin etiqueta o con etiqueta B), estableciendo unas Zonas de bajas emisiones (ZBE) donde se establecen restricciones de acceso (incluso peajes), circulación y aparcamiento, aunque las medidas concretas las deja el Decreto en manos de cada Ayuntamiento. También fija condiciones para establecer una red de puntos mínimos de recarga y los límites al ruido. Además, se establecen sanciones comunes para todas las ciudades, 200 euros de multa (más que ahora, donde oscilan entre 90 y 100 euros). Y además, se acuerda que estas zonas de tráfico restringido han de revisarse cada 4 años, para comprobar su eficacia.

Mientras la mayoría de los 149 ciudades afectadas preparan sus Planes (“sin prisa” hasta que pasen las elecciones), Madrid y Barcelona han estrenado 2023 con pocos cambios en la movilidad, a pesar de la condena europea.  En Madrid, el cambio que ha entrado en vigor el 1 de enero en las ZBE es mínimo: no podrán acceder al centro de la ciudad ni circular por la M-30 los vehículos sin etiqueta (gasolina antes de 2000 y diesel antes de 2006) que no estén “empadronados” en Madrid (que paguen el impuesto de circulación fuera), pero sí podrán hacerlo (hasta 2025) los vehículos sin etiqueta “madrileños” y también los 4.000 vehículos ligeros de reparto con etiqueta B (gasolina a partir 2000 y diesel a partir 2006), gracias a que el alcalde Almeida ha aceptado un año de prórroga para contentar a Vox. Eso sí, estas mínimas restricciones tardarán en aplicarse hasta abril, lo que van a tardar en instalarse y funcionar las 44 cámaras de control  (ahora lo hacen los agentes), con lo que, tras 2 meses de preaviso, las multas llegarán a los madrileños en junio, después de las elecciones. Además, se mantiene que los vehículos con etiqueta B sólo puedan acceder al centro si aparcan en parking público o con invitación de vecinos, lo mismo que los vehículos con etiqueta C que quieran acceder a la ZBEM (no podrán aparcar tampoco en la zona SER).

El Barcelona y su área metropolitana, los vehículos sin etiqueta no podrán acceder de 7 a 20 horas, como ya sucedía en 2022, aunque el 1 de enero se han ampliado las zonas restringidas. Los vehículos con etiqueta B si podrán acceder a la ZBE Rondas y circular por ellas, mientras Barcelona capital avanza en la peatonalización y ampliación del carril bici respecto a Madrid (ver aquí las diferentes políticas municipales contra la contaminación).

Aunque las restricciones al tráfico en las ciudades nos fastidien, son claves para reducir la contaminación del aire (que mata) y las emisiones que provocan el cambio climático. En 2021, el transporte por carretera fue el responsable de más de la cuarta parte de las emisiones de CO2 en España (el 27,6%, según el Ministerio). Y dentro del transporte, el vehículo privado genera el 60,6% de las emisiones (el 27,1% los camiones pesados, el 11,2% los vehículos ligeros y el 1,3% las motos), según la Agencia Europea de Medio Ambiente. Por eso, para reducir drásticamente las emisiones (-55% para 2030), la Unión Europea se ha fijado reducir las emisiones de los vehículos (particulares y profesionales), lo que mejorará además la calidad del aire. El gran acuerdo, alcanzado por la UE-27 en octubre pasado, es prohibir la venta de coches de combustión (gasolina y gasóleo) en 2035.

Pero mientras, ¿qué hacemos con los coches actuales, sobre todo con los que más contaminan? La decisión, en toda Europa, es restringir su circulación, sobre todo la de los coches más antiguos, sin etiqueta, que son responsables de más del 50% de las emisiones totales y del 68% de las partículas en emisión, según la OCU. El problema es que estos coches más viejos, sin etiqueta, son muchos: 6,16 millones de coches en España (el 24,9% del total), según datos de la DGT (2020). Y habría que sumarles, por muy contaminantes, los 8,06 millones de coches con etiqueta B (otro 35,6% del parque). O sea, que para salvar el aire y el clima, habría que sacar de las carreteras (y sobre todo del centro de nuestras ciudades) el 60% de los vehículos. Un reto gigantesco.

Para hacerlo, el único camino es poner restricciones crecientes a los coches más viejos y forzar a sus dueños a cambiarse a coches menos contaminantes, sabiendo que a partir de 2035 sólo se podrán comprar coches eléctricos o híbridos enchufables, ahora testimoniales. Un problema que tiene toda Europa, pero más España: en la UE-27 sólo circulan hoy un 0,5% de vehículos eléctricos (2% en Paises Bajos, 1,1% en Suecia, 0,6% en Alemania o Francia), frente al 0,2% en España. Y un 1,8% de los vehículos europeos son híbridos (en Suecia el 5,1%, en Paises Bajos el 4,1%, en Francia y Alemania el 2,1%), frente al 2,1% en España. Y sobre todo, somos líderes, según las estadísticas europeas, con Portugal (59,9%) y Francia (57,2%) en vehículos diesel: 57,9% del parque total en España, frente al 42,8% en la UE-27, el 12,5% en Paises Bajos y el 31,2% del total en Alemania), que son los que emiten (los viejos) más gases contaminantes y partículas.

Y además de tener más coches diesel y menos coches eléctricos, España tiene otro problema que agrava la contaminación y las emisiones: tenemos un mayor porcentaje de coches viejos, los que más contaminan, salvo Grecia (16,6 años de media) y los paises del Este (14,3 años Polonia, 16,9 años Rumania): la edad media del parque automovilístico español  es de 13,8 años, frente a 11,8 años de media en la UE-27, los 8,9 años de Dinamarca, los 9,8 años de Alemania, 10,3 de Francia y 11,8 años de Italia.

Así que no queda otra que renovar el parque, con nuevos vehículos menos contaminantes. Pero apenas avanzamos por este camino. En 2022, sólo se vendieron 30.544 coches eléctricos, el 3,76% de los turismos vendidos, según ANFAC. Y otro 5,87% fueron híbridos enchufables (47.785 turismos), lo que da un total de 78.329 vehículos electrificados (9,63% del total de ventas), muy lejos del objetivo de 120.000 vehículos electrificados previstos en 2022. Eso nos sitúa en los últimos lugares en Europa en electromovilidad, sólo por detrás de Hungría y la República Checa, según el Barómetro de la patronal ANFAC. Y lo peor es que, de los coches no eléctricos que se venden (41,93% gasolina, 17,16% diesel, 29,44% híbridos no enchufables y 1,84% gas), los líderes de venta son los SUV, los coches que más combustible gastan y más contaminan: en 2022, acapararon el 58,1% de las ventas totales de turismos y todo terrenos, según ANFAC.

Algo falla cuando se venden tan pocos coches eléctricos, menos que en Europa. La primera razón es el precio: son caros y hay pocos modelos en oferta. Además, todavía tienen poca autonomía. Pero el principal problema es la escasez de puntos de recarga, que disuade a potenciales compradores: sólo hay 16.556 puntos de recarga de acceso público, muy lejos de los 45.000 previstos para 2025 y de los 340.000 previstos por el Gobierno para 2030. Existe un retraso en la instalación en comunidades y garajes, aparcamientos y zonas de servicio, a pesar de los incentivos aprobados. Y tampoco son decisivos los incentivos públicos a la compra de vehículos eléctricos: el Plan MOVES se ha ampliado para 2023 con 400 millones adicionales (a los 400 que tenía en 2022), para conceder ayudas de 4.500 euros para la compra de un coche eléctrico (7.000 euros si achatarra el actual) y 2.500 los híbridos enchufables (5.000 si achatarra el viejo).

Al final, la contaminación sigue creciendo en nuestras ciudades (con un alto coste sanitario y de calidad de vida) y el clima se deteriora con las emisiones, que aumentan tras la tregua de la COVID. Y mientras, los responsables de aprobar restricciones a los vehículos más viejos y contaminantes las retrasan, pensando en las próximas elecciones. Un grave error, porque todos deberíamos ver que no podemos seguir así, envenenando el aire y nuestros cuerpos. Y deberíamos penalizar a los que ponen paños calientes y retrasos a la mejora del aire y de nuestra salud. Hay ciudades como Vitoria o Pontevedra donde los vecinos ya han visto las ventajas de las restricciones al tráfico y las aplauden. El resto deberíamos seguir ese camino, apostar por ciudades más limpias y con menos ruido. Pensemos también en eso al votar este año.