Por ello, Europa y España deberían
aprobar un Plan de choque, como hicieron con la pandemia o la
hiperinflación tras la invasión de Ucrania, para afrontar este menor crecimiento y mantener las empresas y
el empleo. En Europa, tal medida no parece fácil y ya hay paises como Alemania
que hablan
de “reducir el Estado del Bienestar” para salir adelante de esta
crisis. En España, un acuerdo para reanimar la economía en los próximos
meses parece aún más difícil, a la vista de la tremenda polarización política,
que impide hasta afrontar juntos los incendios forestales.
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lunes, 15 de septiembre de 2025
Otoño incierto: tenemos más problemas
Tras la vuelta de vacaciones, este otoño se presenta muy
incierto, con más problemas económicos que antes del verano. Por un lado, Europa
ha cerrado con Trump un acuerdo comercial muy negativo, que va a
agravar el estancamiento de la economía europea, que apenas creció
un 0,1% en el 2º trimestre, con una crisis en Alemania y
problemas en Francia e Italia. Además, la incertidumbre ha impedido que
baje el Euribor en agosto (y los tipos del BCE en septiembre). Y las locuras de Trump y su abultada
deuda debilitan el dólar, fortaleciendo al euro (+13% este año), lo que
nos resta competitividad y encarece los productos europeos y el turismo. En
España, los problemas de Alemania y Francia más los altos precios y el euro
fuerte han frenado en julio el impulso del turismo, el motor
de nuestro “milagro económico”, junto a los inmigrantes (atacados
dentro y fuera). Así que la polémica coyuntura política, internacional y
nacional (extrema polarización) , pone en peligro los logros de la
economía española tras la pandemia. Pintan bastos.El verano nos trajo, además de las olas de calor y los
incendios, un pésimo acuerdo
comercial entre la Unión Europea y EEEU, presentado en un club de golf
de Trump en Escocia el 27 de julio. La Comisión Europea se ha afanado en
defender la bondad del acuerdo, porque es mejor aceptar un arancel del 15%
que el 30% que nos iba a imponer Trump si no pactábamos. Y añaden que hemos
salido “mejor parados” que la mayoría de paises (salvo Reino
Unido, que tendrá un arancel del 10%), igual que Japón (15%) y mucho menor que
el 35% de Canadá, el 25% de México o el 50% de Brasil e India (ver
mapa aranceles), mientras China negocia todavía bajarlo del 30%.
Pero en realidad, el acuerdo arancelario
aceptado por Europa es una
humillación en toda regla. Básicamente, porque Trump impone un
arancel del 15% a la mayor parte de los productos europeos (que ahora
pagaban el 1,43% de media) mientras EEUU paga un 0% por vender sus
productos en Europa. Eso, traducido
en cifras, es escandaloso: de los 850.000 millones de productos europeos
exportados a USA en 2024, ahora (desde el 7 de agosto), la mayoría (780.000
millones exportados) pagan aranceles del 15%, lo que tendrá un coste para
los europeos de 117.000 millones de euros, un “impuesto” que nos pone Trump
para reducir su abultada deuda y bajar impuestos a los norteamericanos (ricos).
Pero hay más
concesiones. Una, que a cambio de ponernos sólo un 15% de arancel
(no el 30% con que amenazaba), Europa se compromete a comprar a EEUU
petróleo, gas y equipamiento nuclear por valor de 700.000 millones de dólares,
además de comprarles 40.000 millones en chips y compras millonarias de material
militar. Y si Europa no lo hiciera, amenaza Trump, nos subiría los aranceles.
Además, EEUU acepta rebajar los aranceles de los coches y piezas del
automóvil europeas al 15% (del 35% inicial, ahora en el 27,5%) si Europa
abre su mercado a productos norteamericanos agrícolas y pesqueros
(alimentos, frutos secos, soja…), que ahora podrán vendernos sin restricciones,
una
medida que ya ha legislado Bruselas para que los coches europeos sólo
paguen un 15% de arancel en USA. Y por si acaso nos sentimos ya “tranquilos”,
Trump ha amenazado con incluir también en el futuro una rebaja de la
vigilancia sobre los servicios digitales, para forzar a Bruselas a que
no controle tanto a las tecnológicas ni les cobre (tasa Google) si no
queremos problemas...
Así que Europa ha cedido en casi todo,
mientras Trump lanza cada día una nueva amenaza, que alimenta la incertidumbre
en las empresas, inversores y paises. Y además, el Tribunal de apelaciones
de EEUU acaba de decir que los
aranceles de Trump no son legales, aunque permite que sigan en vigor hasta
el 14 de octubre. Pero Trump lo va a recurrir ante el Tribunal Supremo USA,
donde tiene mayoría conservadora. Así que los aranceles seguirán adelante,
dañando la economía internacional y sin que por el momento dañen a los
estadounidenses, que los acabarán pagando con más inflación y menos crecimiento
a medio plazo. Pero mientras, Trump pretende recaudar millones de dólares del
resto del mundo y presentar unos logros que le permitan ganar las elecciones de
medio mandato (noviembre 2026).
En consecuencia, desde principios de agosto, los aranceles
de Trump dificultan las exportaciones a EEUU del resto del mundo, que pagan
una media cercana al 20% (el 50% de aranceles al aluminio y al acero). Eso va a
tener una consecuencia inmediata: menos ventas en EEUU y menos
comercio mundial, encareciendo la mayoría de los productos y recortando el
crecimiento y el empleo. Y también en Europa. En el primer trimestre, tras el anuncio
de aranceles el 2 de abril, muchos paises aceleraron las ventas a EEUU, antes
de que entraran en vigor. Y eso aumentó las exportaciones europeas y el
crecimiento. Pero ahora, cuando los aranceles ya están en vigor, el
frenazo económico en la UE será inevitable. De hecho, ya se ha
producido: la economía de la UE-27 creció un +0,5% en el primer
trimestre de 2025 y después se ha estancado, creciendo
sólo un +0,1% en el 2º trimestre, según Eurostat.
Sobre todo lo ha notado Alemania, el país europeo
que sale peor parado por los aranceles de Trump, dado que allí van el 10,4% de
sus exportaciones: en el 2º trimestre, según
Eurostat, la economía alemana ha caído un -0,1% (tras crecer un 0,3%
en el primer trimestre), sufriendo sobre todo sus multinacionales del automóvil
y numerosas industrias. También ha caído en el 2º trimestre la economía de Italia
(-0,1%), otro país que depende mucho de las ventas a USA (el 10,4% de
sus exportaciones totales). Y ha tenido menos efecto en Francia, que
crece un +0,3% en el 2º trimestre, porque vende menos a EEUU (el 8% de sus
exportaciones), aunque es un porcentaje alto, como el de Finlandia (9,7%), Suecia
(8,9%) y Austria (8,2%), si bien el país más afectado es Irlanda (el 32% de sus
exportaciones van a EEUU). España, de momento, sigue siendo el país que
más crece (+0,7% en el 2º trimestre), por una menor dependencia comercial de
EEUU (4,6% de nuestras exportaciones), pero nos acabará afectando, sobre todo
si el resto de Europa entra en recesión este otoño/invierno.
De momento, la crisis en Alemania y Francia ya ha
retraído el turismo hacia España en los últimos meses, según los datos
de pernoctaciones
hoteleras del INE. Y en julio, aunque España tuvo un récord histórico de
turistas (más de 11 millones), sólo aumentaron un 1,6% sobre 2024 y cayeron
los turistas alemanes (-4,8%) y franceses (-3,1%), estancándose los
turistas británicos (+0,7%), una tendencia que ha podido repetirse en agosto y
que supondría un cierto “freno” del boom turístico, el motor de nuestro
crecimiento récord. De hecho, el empleo en España ha cerrado su peor verano en 6 años, con casi 200.000 afiliados menos en agosto.
Otro factor que juega a la contra de Europa (y de España) es
la debilidad del dólar, motivada por la errática política de
Trump y su abultada deuda (36,2 billones de dólares, el 124% de su PIB),
que provoca una revalorización del euro frente al dólar: +13,2%
en lo que va de año (el euro cuesta hoy 1,1728 dólares frente a 1,036 a
principios de año). Eso significa que todos los productos europeos cuestan en
dólares un 13% más, lo que resta competitividad a los productos de la UE y
encarece Europa (y España) a los turistas no europeos. Y encima, los expertos
apuestan porque Trump siga dejando caer al dólar (para reforzar sus
exportaciones), hasta el nivel de 1,20
euros por dólar (casi +16% revalorización), lo que dañaría más a Europa.
Así que lo que antes era una amenaza, la subida de aranceles,
es ya una realidad desde el 7 de agosto, y está dañando
a las grandes empresas exportadoras europeas, sobre todo al
automóvil, los bienes de equipo y maquinaria, el vino, la industria del lujo,
la aeronaves, la siderurgia y la industria química y farmacéutica. En el caso
de España,
el sector más afectado es la industria alimentaria (USA es su 2º
gran mercado, tras Europa), el vino (España es el 4º exportador
europeo), el aceite (somos el primer exportador europeo a USA),
la industria de componentes de automóvil (no exportamos coches a
EEUU, pero los coches que exporta el resto de Europa llevan piezas fabricadas
en España) y la industria farmacéutica.
Lo más preocupante es que “el bombazo” de los
aranceles de Trump pillan a Europa
en medio de una profunda crisis política, agravada por los problemas económicos en Alemania y la crisis política en Francia, donde ha caído el primer ministro). La Unión Europea se tiene que
plantear a la vez cómo afronta una serie de problemas de futuro: configurar una
Defensa europea (con más gasto militar, que pone en peligro otros
gastos económicos y sociales), cobrar un mayor protagonismo
geoestratégico (los conflictos de Ucrania y Gaza revelan el escaso peso
internacional de la UE), configurar una política de inmigración
(Europa necesita mano de obra extranjera, pero el auge de la extrema derecha
europea fuerza a los paises a posturas xenófobas), una postura más decidida
ante la crisis climática (crece el negacionismo en muchos paises
y en la Comisión Europea, lo que fuerza a suavizar políticas medioambientales)
y, sobre todo, la urgencia de dar un salto adelante en la mejora de la
competitividad europea, impulsando la tecnología, la digitalización y
la industrialización para competir con USA y China. Cuestiones claves en la que
la actual Comisión Europea no avanza, mientras la humilla Trump.
Y en el caso de España, las consecuencias de los
aranceles y el menor crecimiento de Europa y el resto del mundo nos van a
acabar de hacer daño, rebajando el consumo, las exportaciones y las inversiones
(por la incertidumbre), lo que se traducirá, antes o después, en menor
crecimiento y menos empleo, después de varios años de “milagro económico”
tras la pandemia. La incertidumbre por los aranceles, incluso, ha frenado
la bajada del precio del dinero: el
Euribor, en agosto, ha subido (al 2,114%), tras 6 meses a la
baja. Y el BCE frenó la semana pasada sus rebajas de tipos (siguen en el 2%), por temor a un repunte de la inflación, lo que sigue aumentando el Euribor (2,17% en septiembre), dificultando la rebaja de las futuras hipotecas (aunque bajará la cuota de las antiguas cuando se revisen).
Pero si alguna vez hace falta acordar algo es ahora, para
afrontar el posible estancamiento económico en Europa y la desaceleración
económica en España. Urge
aprobar unos Presupuestos que reanimen la economía,
con un pacto fiscal que consiga aumentar la recaudación para
afrontar el necesario mayor gesto en protección civil ante el cambio climático
(incendios, inundaciones, malas cosechas…). La
enseñanza de los incendios de este verano es que el Estado (desde la
Administración central a las autonomías y Ayuntamientos) sólo puede afrontar
las catástrofes con más medios y para eso hace falta gastar más. Y eso pasa por
recaudar más, por ingresar más de los que más tienen, lo que
exige una reforma fiscal que Europa nos lleva pidiendo décadas. Pero con el
actual panorama político, ni Presupuestos ni reforma fiscal ni acuerdos contra
la crisis climática.
Las otras dos prioridades económicas de
este otoño deberían ser la vivienda y la ejecución de los Fondos Europeos, porque queda
menos de un año (hasta agosto de 2026) para comprometer los proyectos
pendientes (sólo se
han comprometido 53.600 millones de 163.014 que recibiremos, entre
subvenciones y créditos), dado que si
no se ejecutan se perderán los Fondos UE. Y eso exige también pactar las
reformas pendientes, porque si no llegará el dinero que falta (hemos perdido ya Fondos UE por el rechazo de la derecha y los nacionalistas en el
Parlamento a la subida de impuestos al gasóleo exigida por Bruselas). Urgen
pactos para terminar las reformas pendientes y para promover la construcción de
viviendas, pero ambos parecen imposibles.
Ya lo saben: tenemos problemas, tendremos más en los
próximos meses y la solución pasa por acuerdos políticos y económicos para
afrontarlos. Pero como esto es imposible, iremos a peor. Y serán los
políticos, al menos una parte de ellos, los responsables de que
España ponga fin al mejor balance económico de las últimas décadas.
Pintan bastos.
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jueves, 17 de julio de 2025
España, paraíso inmobiliario de Europa
Los inversores y Fondos extranjeros siguen con la fiebre
de realizar inversiones inmobiliarias en España, desde la compra de
oficinas a hoteles, viviendas, locales comerciales, naves logísticas,
hospitales y residencias para estudiantes, también tierras. De hecho, España
será este año el país europeo que atraerá más inversión inmobiliaria.
Y Madrid es la 2ª capital europea
con más compras inmobiliarias, tras Londres, con Barcelona en 4º
lugar. Los inversores siguen comprando inmuebles en España porque
crecemos más, el boom del turismo, la bajada de tipos y por la alta
rentabilidad, dada la constante subida de precios. Todo apunta a que seguirán
las compras y la especulación inmobiliaria, con riesgo de generar otra
“burbuja”, como la que estalló en 2008. Eso sí, esta fiebre de compras
inmobiliarias “calienta” aún
más el precio de la vivienda para quienes la necesitan: en el primer
trimestre, la vivienda en España ha subido el doble que en la zona euro
y cuesta 5.000 euros/m2 en Madrid y Barcelona. Unos especulan con la vivienda y otros no pueden
pagarla. Madrid, la 2ª capital europea con más inversión inmobiliaria extranjera, tras Londres
La inversión inmobiliaria en España ha dado un gran salto tres la pandemia. Ya había dado un primer salto tras el estallido de la “burbuja inmobiliaria”, al saltar de 4.700 millones en 2013 a un máximo de 13.900 millones en 2016 y estabilizarse en 12.000 millones en 2019, según datos de la consultora norteamericana CBRE. Pero en 2020, con la pandemia, la inversión inmobiliaria se desplomó, como todo (a 9.000 millones), recuperándose con mucha fuerza después: 17.625 millones invertidos en 2022. Y con la siguiente crisis (la guerra de Ucrania y la inflación disparada), pero sobre todo con la subida de tipos, cayó un 35% en 2023 (11.613 millones), para recuperarse en 2024, con una inversión inmobiliaria de 14.000 millones de euros, que sigue creciendo con fuerza en 2025.
La bajada de tipos del BCE y el fuerte crecimiento
en España, más los récords anuales del turismo y la fuerte demanda de
viviendas y alquileres han sido los factores que están impulsando las
compraventas inmobiliarias en España, según
CBRE. Aunque el 55% de las compras son de inversores españoles, el tirón de
operaciones en 2024 (14.000 millones de euros, +20% sobre 2023) se ha debido
sobre todo a las inversiones de Fondos de inversión extranjeros,
sobre todo de EEUU (13% operaciones), Reino Unido (6%), otros paises europeos e
inversores latinoamericanos (3,5% del total), que han concentrado sus operaciones
en oficinas (el 40% del total) y en Madrid (35%) y Barcelona (16%).
Casi un tercio de las inversiones
inmobiliarias hechas en 2024 han sido en promociones de vivienda e inmuebles
(4.300 millones, el 31% del total), destacando la compra por Azora y GCI de las
residencias de estudiantes del Fondo EQT. El 2º sector con más
inversiones en 2024 han sido los hoteles (3.200 millones, el 23% del
total), sobre hoteles de lujo en ciudades y zonas de costa. El tercer destino
inversor han sido los locales comerciales (2.900 millones, el 20,7% del
total), el negocio que más creció el año pasado (+129%), por la OPA del Grupo
Hines y Lar sobre Lar España. Le siguen la compraventa de oficinas
(1.600 millones, el 11,4% del total), muy repartida en toda España, y la compra
de naves industriales y logísticas (1.400 millones, el 10% de la
inversión total), concentradas en Madrid y Barcelona.
En 2025 sigue esta fiebre inmobiliaria en España: las
compraventas se han disparado un +32% en el primer semestre, con 5.656
millones invertidos hasta junio, según
datos de la consultora JLL. El mayor volumen de operaciones se ha dado en
oficinas (1.579 millones, +105%), que ha vuelto a ser el subsector líder, seguido
de la compraventa de locales (1.279 millones, +12%), industria y logística (951
millones, +120%), hoteles (860 millones, -38%), inmuebles residenciales (450
millones, +127%) y hospitales (397 millones, +177%). Y su previsión es que las
operaciones se mantengan en la 2ª mitad de 2025, con lo que esperan un aumento
de la inversión inmobiliaria del 15 al 20% en todo 2025.
Todos los expertos destacan que este año aumentará
incluso “el apetito inversor” de los Fondos e inversores extranjeros
por España, dado que volveremos a crecer más que el resto de Europa (+2,6%,
casi el triple del +0,9% que espera crecer la zona euro), el turismo bate
récord tras récord, los tipos siguen a la baja y hay una gran demanda de
vivienda, oficinas, locales y otros inmuebles. Por eso, España figura como el
primer destino de las inversiones inmobiliarias en Europa, que podrían
alcanzar los 214.000 millones en 2025 (+23% que en 2014), según
las previsiones de la consultora británica Savills, que nos sitúa por
delante de Reino Unido y Francia, como destino de las inversiones inmobiliarias
en 2025, según una encuesta a inversores hecha en febrero. Y los activos
españoles preferidos por estos inversores son los inmuebles
residenciales y las naves logísticas, aunque también muestran un
interés creciente por las oficinas en zonas financieras, los hoteles, los Centros
de Proceso de Datos y los locales comerciales.
Otra consultora internacional, la
norteamericana CBRE, destaca el papel creciente de España como destino de
las inversiones inmobiliarias mundiales y apuesta porque el país salte este año
al 2º lugar del ranking europeo de inversión inmobiliaria, sólo
por detrás de Reino Unido y por delante de Alemania, Polonia, Paises Bajos y
Portugal (tras ocupar el 7º lugar en 2022 y el 4º puesto en 2024). Y además,
hay dos ciudades españolas que están entre las capitales europeas más
atractivas para los inversores inmobiliarios: Madrid, que ocupará este
año el 2º lugar en el ranking europeo (era la 5ª en 2023), tras Londres, por
delante de París (3ª), y Barcelona, que ocupará el 4º lugar (era la 6ª
en 2023), por delante de Varsovia (5ª), Ámsterdam (6ª), Berlín (7ª), Lisboa
(8ª), Copenhague (9ª) y Milán (10ª).
La previsión
de CBRE es que la inversión inmobiliaria en España alcance los 16.000
millones de euros en 2025, con un aumento del 15% sobre 2024, que podría
ser incluso mayor si se confirman algunas operaciones pendientes. Según su Encuesta
a los inversores internacionales, un tercio (32%) van a
apostar por el sector residencial, otro 27% por inmuebles para la logística, un
16% invertirá en oficinas, un 10% en locales comerciales y otro 9% en hoteles,
sobre todo de lujo.
Como en 2024, la
mayor inversión inmobiliaria extranjera irá a oficinas, pero el
mayor interés se centra este año en el sector residencial, en los inmuebles
para venta o alquiler, dada la extraordinaria demanda (les interesan sobre todo
las viviendas de media y alta gama) y la falta de oferta y las excelentes
perspectivas de rentabilidad, dado que los precios de las viviendas no dejan de
subir, mes a mes. De hecho, en el primer trimestre de 2025, el
precio de la vivienda en España ha subido más del doble que en la UE-27,
según
Eurostat: +12,3% frente a +5,7%, sólo por detrás de Portugal (+16,3%),
Bulgaria (+15,1%) y Croacia (+13,1%) y muy por encima de la subida del +0,6% en
Francia o el +3,8% en Alemania.
Este “boom” de precios ya ha provocado una
OPA importante en el sector: la
de Neidar (propiedad de Fondos extranjeros y españoles) sobre Aedas
(propiedad del fondo USA Castelake), que dará lugar a la empresa promotora líder en
España. Pero no sólo los inversores y los Fondos compran inmuebles
en España: los extranjeros ya hacen el 15% de las compras de vivienda
en España, sobre todo en islas y costa. Y eso explica que un 35% de las compras
de viviendas se hagan al contado, sin hipoteca. Todo ello, el interés de los
inversores y Fondos más los extranjeros que compran una 2ª residencia
contribuyen a subir el precio de la vivienda. En junio, el precio medio de
la vivienda en España era de 2.438 euros por metro cuadrado, según
Idealista, un 40,68% más que hace 6 años (1.733 euros/m2 en junio 2019). Y
es mucho más alto el precio en Madrid (5.642 euros/m2 y Barcelona (4.920
euros/m2).
El otro sector donde los inversores extranjeros (y algunos
españoles) muestran más interés son los hoteles, por el fuerte aumento de turistas (este
año se esperan 100 millones de visitantes), que cada vez gastan más.
Actualmente, hay multitud de Fondos USA y europeos “a la caza” de hoteles españoles, sobre todo de 5 estrellas y de lujo, donde más está creciendo la
demanda. En unos casos, los inversores los compran con la intención de
gestionarlos y venderlos en unos años y en otros sólo compran el activo pero mantienen
la gestión en las cadenas hoteleras. Sólo en el primer semestre se han
hecho compraventas
de hoteles por valor de 1.800 millones. La primera gran compra de 2025,
en mayo, fue el Hotel Barceló Raval de Barcelona, comprado
por un Fondo alemán (Real IS) a otro
Fondo alemán (Unión Investment). En junio, la cadena Spring Hoteles compró
el complejo hotelero Mare Nostrum (Tenerife) al Fondo canadiense
Brookfield. Y en julio se ha anunciado que un Fondo USA (LCN) quiere hacerse
con el control de Silken, la mayor cartera hotelera del mercado. Y para
septiembre se esperan nuevas operaciones hoteleras.
Además de las compraventas de oficinas, inmuebles
residenciales, sedes logísticas, locales comerciales y hoteles, sigue habiendo bastante
apetito inversor extranjero por los hospitales (por el
auge de los seguros privados que tienen 13 millones de españoles), las residencias
de estudiantes (no hay alquileres asumibles para los jóvenes y eso preocupa
a muchas Universidades) y las residencias de ancianos (con escasas
plazas, a pesar del envejecimiento de la población), las instalaciones para Centros
de Datos (un negocio en auge por la digitalización y la inteligencia
artificial) y hasta el suelo agrícola, tanto para la instalación de paneles
solares y molinos eólicos como para atender a la demanda de nuevas
instalaciones agrarias y agroalimentarias (los inversores lo llaman “agro
business”).
¿Por qué hay tanta fiebre de los inversores inmobiliarios
por España? Básicamente, porque el fuerte crecimiento, el turismo
récord y la alta demanda auguran altos beneficios. En el 2º trimestre de 2025, la
rentabilidad del sector inmobiliario era muy elevada: 7,2% de rentabilidad
para el inversor que tiene alquileres, 11,5% de rentabilidad para las oficinas,
10,1% para los locales comerciales y 6,7% para las plazas de garaje, según
datos de Idealista. Pero eso lo miran sobre todo los inversores
particulares. Los Fondos internacionales analizan el retorno de su
inversión: cuánto van a poder ganar en poco tiempo vendiendo lo que han
comprado. Su motivación es la pura especulación: vender mañana más
caro de lo que compraron. Un
ejemplo: el hotel Raval lo compró en 2012 un Fondo alemán por 40 millones y
lo vende ahora a otro Fondo alemán por 70 millones…
Esta perspectiva de rentabilidad, en las inversiones
inmobiliarias, las oficinas, los locales y Centros comerciales o los hoteles es
lo que está moviendo el mercado y haciendo que España sea tan atractiva. ¿Hay
riesgo de que se esté generando otra burbuja inmobiliaria? Los expertos
dicen que no, pero no está tan claro si se enturbia el panorama
económico internacional y eso afecta al fuerte crecimiento de España. Y el
problema es que la mayor parte de esta inversión inmobiliaria, igual de
rápido que viene se va, a Varsovia, a Lisboa o a cualquier ciudad
latinoamericana o asiática donde pueda hacer negocio rápido.
Lo que está claro es que estos inversores y Fondos no
van a resolver el grave problema de la vivienda en España, sino que lo
agravan. Ya hay demasiados ejemplos de fondos que se dedican a
comprar edificios para echar a los inquilinos y luego disparar los alquileres.
Y lo que es seguro es que la fuerte demanda de inmuebles (y solares) por parte
de inversores y Fondos extranjeros (para luego vender y alquilar) está
disparando aún más los precios de venta y alquiler de la vivienda, que suben
más que en la mayoría de Europa. Por eso, habría que regular el papel de
estos inversores y Fondos, para que no “enturbien” más el mercado y
contribuyan a aumentar la oferta y ofrecer pisos y alquileres razonables. Pero
está claro que esto no es lo que buscan cuando invierten en España.
La inversión inmobiliaria en España ha dado un gran salto tres la pandemia. Ya había dado un primer salto tras el estallido de la “burbuja inmobiliaria”, al saltar de 4.700 millones en 2013 a un máximo de 13.900 millones en 2016 y estabilizarse en 12.000 millones en 2019, según datos de la consultora norteamericana CBRE. Pero en 2020, con la pandemia, la inversión inmobiliaria se desplomó, como todo (a 9.000 millones), recuperándose con mucha fuerza después: 17.625 millones invertidos en 2022. Y con la siguiente crisis (la guerra de Ucrania y la inflación disparada), pero sobre todo con la subida de tipos, cayó un 35% en 2023 (11.613 millones), para recuperarse en 2024, con una inversión inmobiliaria de 14.000 millones de euros, que sigue creciendo con fuerza en 2025.
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jueves, 2 de enero de 2025
Año 2025: cierta normalidad y muchos riesgos
El año 2024 ha sido mejor de lo esperado (con más
crecimiento y menos inflación). Y 2025 podría ser otro año de “recuperación”,
tras cuatro años de crisis (2020-2023) por la pandemia y la inflación disparada.
Pero hay demasiadas incertidumbres, que pueden convertirlo
en un año “gris” o “negro”: las guerras abiertas en Ucrania y
Oriente Medio, la llegada de Trump y su amenaza de aranceles, el temido repunte
de la inflación y la energía, la enorme deuda mundial, el freno a la necesaria
inmigración y, sobre todo, el avance imparable de la Crisis Climática.
En Europa, la crisis política en Alemania y Francia dificulta el avance
de una economía estancada y poco competitiva. Y en España, la
economía “va bien” (aunque muchos no lo notan), pero la parálisis
política impide aprobar los necesarios Presupuestos y las
reformas que nos exige Europa, poniendo en peligro la recuperación.
Y mejorar los servicios públicos o afrontar el grave problema de la
vivienda, los grandes retos de 2025. Los que hacen previsiones económicas coinciden:
2024 ha sido un año mejor de lo esperado. El mundo ha crecido,
el empleo sigue fuerte, la inflación ha bajado y ha permitido reducir
los tipos de interés, sosteniendo el consumo y la inversión,
consolidando una “recuperación suave” de las economías tras
cuatro años muy difíciles (2020 a 2023), por la pandemia y sus secuelas, la
guerra de Ucrania y la inflación disparada. Ahora, esos mismos expertos creen
que 2025
puede ser otro año de “cierta normalidad”, donde se mantenga
el crecimiento y el empleo, siga bajando la inflación y se recuperen más el
consumo y la inversión, apoyados por una energía a precios estables. El problema
es que hay “demasiadas incertidumbres” en el horizonte,
desde los conflictos geopolíticos a la llegada de Trump, el
exceso de deuda, el freno a la inmigración o el avance de la Crisis
Climática. Y en Europa, desde Alemania y Francia a España, la
crisis política que dificulta la recuperación económica.
Empezando por el crecimiento, la
última previsión del FMI apuesta porque la economía mundial va a crecer
en 2025 lo mismo que en 2024, un +3,2%. Sin embargo, las economías “avanzadas”
tendrán un crecimiento bajo (+1,8%, lo mismo que en 2024), debido al estancamiento
de Europa, que crecerá sólo +1,5% (casi el doble que en 2024: +0,9%),
menos que EEUU (+2,2%, algo menos del +2,8% que creció en
2024). Este bajo crecimiento de los paises “desarrollados” vendrá compensado
por un fuerte crecimiento de los paises “emergentes y en desarrollo”,
que crecerán un +4,2% en 2025 (como en 2024), gracias al mayor crecimiento de los
principales paises de Asia, Latinoamérica, África y Oriente Medio, aunque este
año crecerán algo menos China (+4,5% frente al +4,8% en 2024), India
(+6,5% frente al +7%) y sobre todo Rusia (+1,3% frente al +3,6% en
2024).
Así que se espera un crecimiento mundial similar,
que permitirá mantener altos niveles de empleo y tasas de paro a la
baja en la mayoría de paises. Y con una
inflación mundial controlada, que puede subir al 3,5% a
finales de 2025, tras cerrar el año 2024 en el 3,2%, muy lejos ambos de la
inflación récord de 2022 (+9,4% en el verano de 2022). En EEUU
también bajará la inflación (del 2,4% al 2,1% en 2025), lo
mismo que en Europa (del 3,1 al 2,4%, para acercarse al ansiado 2% en 2026).
Y con un crecimiento sostenido y menos inflación, se espera continuar
las bajadas de tipos de interés (más en Europa, al 2% en 2025, y menos
en EEUU, al 3% a finales de año, porque la demanda crece más).
En esta “bola de cristal” sobre 2025, Europa
aparece como el continente que menos crecerá, un +1,5%, aún menos
la zona euro (+1,2%), según
el FMI. Y eso porque Alemania, la tradicional “locomotora” europea, apenas
crecerá (+0,8%, aunque saldrá de 2 años en recesión) y Francia
también crecerá muy poco (+1,1%, lo mismo que en 2024), como Italia
(+0,8%, frente a +0,7% en 2024), siendo España el
país occidental al que se vaticina un mayor crecimiento en 2025: +2,1%,
tras cerrarse 2024 con un crecimiento del 3% (también superior al del resto de paises
desarrollados, incluido EEUU). Esta “ligera recuperación europea” en 2025
se puede acompañar de una cierta creación de empleo y una baja tasa de
paro (el 6,1 bajará al 5,9%), una menor inflación (el
BCE augura una inflación del 2,4% en la zona euro a finales de 2024
y el 2,1% en diciembre de 2025, para bajar del 2% en 2026) y tipos de interés más bajos (del 3% actual al 2% en 2025).
Una vez disipada en el mundo “la niebla de la
inflación” , aparecerán en 2025 los
viejos problemas de la
economía internacional y europea: el bajo crecimiento
(menos al que había antes de la pandemia), los reajustes en las
relaciones comerciales mundiales (menos globalización y más peso de los
bloques y regiones) y el auge del proteccionismo, el alto
endeudamiento mundial (la deuda global supera los 100 billones
de dólares) y el aumento de los déficits fiscales de los paises, tras
años de aumentar las ayudas por la pandemia y la inflación. Y los viejos retos: nuevas tecnologías, Inteligencia Artificial, digitalización, baja productividad en la mayoría de Occidente y, sobre todo, el creciente
impacto de la
Crisis Climática, con un aumento de la temperatura, emisiones y desastres naturales.
Pero además de estas “asignaturas pendientes”,
la economía internacional tiene en 2025 importantes “incertidumbres”
y “riesgos”, que pueden acabar con la “recuperación” de 2024 y
sumergirnos en otra crisis en cualquier momento. La más inmediata, la
llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, el 20 de enero. Un
político “extremista” e “impulsivo”, cuya gestión puede trastocar
la política y economía mundial. Su programa es tremendamente
contradictorio y habrá que ver si sus amenazas y bravuconadas se transforman en
hechos o no. Por un lado, su política de “bajar impuestos” (a los
más ricos) y “desregulación” (dar más poder a los gigantes de
Internet, las finanzas y las grandes empresas) podrían reanimar la económica
USA y la del resto del mundo, aunque subiría la inflación y no bajarían más
los tipos de interés. Pero, sus amenazas de aranceles al resto
del mundo y las restricciones a la inmigración frenarían el
crecimiento (sobre todo en Europa y China) y aumentarían la inflación.
Lo que más teme el mundo de Trump es que
imponga aranceles, un impuesto a las importaciones que lleguen a
USA de México y Canadá (+25%), de China y de Europa (+10% sobre los aranceles
actuales), aunque en su anterior mandato amenazó con hacerlo y no lo hizo. En
el caso de Europa, un 20% de sus exportaciones mundiales van
a EEUU y ahora pagan un arancel medio del 2%. Subirlo al 10%
dañaría especialmente a la industria química europea, aparatos ópticos,
muebles, bienes de equipo y material de transporte. Y los paises más afectados
serían Irlanda, Alemania e Italia, siendo España el 4º país europeo
menos afectado (tras Rumanía, Eslovaquia y Croacia), según
CaixaBank Research. Pero nos afectaría: el coste sería de 1.388 millones
de euros, el 0,1% del PIB.
Otra incertidumbre en 2025 es que aumente el
enfrentamiento comercial USA-China y ver si el gigante asiático puede
reordenar su economía, que crece menos porque ha reducido sus exportaciones (a
EEUU y a Europa) y no recupera su consumo interno, con un aumento de la deuda.
Si Trump y China entran en “guerras comerciales”, lo pagará Europa (y España).
Otro enorme riesgo de 2025 son los conflictos
geopolíticos, las guerras en Ucrania y Oriente Medio, que no terminan y
obligarán a Europa a gastar más en armamento, tras la retirada de Trump de parte
de sus compromisos con la OTAN. Y las guerras siempre complican los precios
de la energía y las materias primas, lo que podría reavivar la
inflación. De momento, el petróleo y el gas cotizan a precios razonables
(salvo rachas de subidas del gas en Europa, por el frío o problemas de
aprovisionamiento). Y los
expertos apuntan a un petróleo más barato en 2025 (73 dólares barril
frente a 82 en 2024), por la esperada caída de la demanda (más en China) y el
exceso de oferta (a pesar de los recortes de la OPEP y Rusia). Y el gas natural,
clave para el precio de la electricidad, está en 48,79 dólares y cotiza
a la baja en las compras para primavera y verano, pudiendo
cerrar 2025 a 46,72 dólares.
Con todo, el principal riesgo que sigue ahí,
aunque apenas se cite, es la
Crisis Climática: 2024 ha sido el año más cálido en milenios,
con una temperatura media 1,5 grados más alta que en el periodo preindustrial
(1.850-1900). Y las
emisiones de CO2 vuelven a crecer, lo que provoca una
concentración de gases de efecto invernadero de 422 partes por millón, un 50%
más que en 1750, antes de utilizarse los combustibles fósiles. Y todo ello ha
multiplicado estos años la proliferación de “desastres climáticos”
(sequías, inundaciones,
olas de calor, huracanes, incendios, hambrunas…), que provocan cuantiosos daños
humanos y materiales, especialmente en los paises pobres y en el sur de
Europa. Y frente a este gravísimo problema, los paises apenas recortan
su consumo de combustibles fósiles y crecen
los políticos “negacionistas”, especialmente en EEUU (Trump podría
salirse otra vez del Acuerdo del Clima) y Europa (con el auge de la extrema
derecha y la derecha negacionista).
Centrándonos en las “incertidumbres” en Europa, el
principal problema es que cuando EEUU vira a la extrema derecha y se concentra
en sí mismo, Europa no tiene la fortaleza política para ser una
referencia mundial, porque el continente está también muy polarizado,
con un auge de la extrema derecha y la derecha tradicional, que dominan
la Comisión Europea. Y por si fuera poco, los dos motores políticos y
económicos de la UE, Alemania y Francia, están “gripados”. En Alemania, la
derecha democristiana podría volver al poder en las elecciones del 23 de
febrero. Y en Francia, el nuevo Gobierno impuesto por Macron no consigue
avanzar y resolver los graves problemas económicos pendientes (como la falta de
reformas y el déficit disparado, que hacen que Francia tenga que pagar la misma prima de riesgo
que Grecia: 0,84% más que Alemania y mucho más que el +0,68% de España o el +0,47% de Portugal). Con esta
debilidad política, resulta difícil que Europa pueda tomar las medidas que
urgen (Plan
Draghi) para mejorar su competitividad y peso político mundial.
Y queda hablar de España en 2025. Las previsiones de todos
los organismos internacionales (FMI, OCDE, Comisión Europea) apuestan porque seguiremos
siendo el
país occidental con más crecimiento, un +2,1%, aunque será inferior
al de 2024 (+3%). Pero será suficiente, según
la previsión del Gobierno, para crear otros 548.000 nuevos empleos
en 2025 (tras los 556.132 que se habrán creado en 2024), lo que supondría
crear tanto empleo como Francia y Alemania juntos.
Pero también en España hay muchas “incertidumbres”
para 2025. La primera, si el Gobierno será capaz de pactar unos Presupuestos
para 2025, que serían claves para poder recaudar más y así gastar
más en los servicios públicos (Sanidad, Educación y Dependencia) y
en la política de vivienda, la primera preocupación de los españoles (CIS diciembre), que
exige un Pacto político entre el Gobierno central, las autonomías y los
Ayuntamientos para conseguir suelo y financiación para promover
250.000 viviendas al año (frente a las 90.000 de 2024). El grave problema de la
vivienda sólo
se puede resolver promoviendo más viviendas (VPO y “libres”), la mayoría
para alquiler, no empecinándose en imponer una Ley de Vivienda
que ahuyenta a los propietarios y no consigue más suelo y más financiación para
construir.
Pero quizás la mayor incertidumbre de 2025 es la
política: la actual polarización y estancamiento político, que frenan
cualquier reforma e impiden cualquier acuerdo (como el de la vivienda). La
economía va bien, aunque muchas familias no lo noten, porque sus sueldos
son bajos y la inflación y el deterioro de los servicios públicos se han comido
parte de sus ingresos y tienen problemas para llegar a fin de mes. Pero la
macroeconomía funciona, se crece y se crea empleo, se exporta y llegan
inversiones extranjeras. El problema es que la
incertidumbre política es tal que no ayuda a la economía, la lastra e
impide reformas urgentes, desde la mejora de la sanidad o la educación
a la construcción de viviendas o la atención a la Dependencia. El bloqueo
político no ayuda a resolver los problemas de la gente. Y esta crispación política acabará dañando a la economía. Ese es el mayor riesgo para España en 2025, junto a Trump y al desconcierto en
Europa.
Ojalá que estos riesgos se disipen y todo vaya bien. ¡Feliz
2025¡
Este aumento del
empleo, junto a otra
rebaja de la inflación (1,9% de media anual en 2025, frente al 2,8% de subida
media en 2024), podrían servir para reanimar el consumo de las familias,
uno
de los 4 motores del crecimiento este año, junto al turismo, la
llegada de inmigrantes y la mejora de la inversión (empujada por los 48.000
millones de Fondos europeos, a los que se sumarían otros 20.000 más en 2025,
entre el 5ª pago de subvenciones y los primeros créditos del Plan de
Recuperación). Y eso contando que no se podrá aumentar el gasto público
y que las exportaciones ayudarán menos en 2025.
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jueves, 28 de noviembre de 2024
Comprar piso a cualquier precio
El precio de la vivienda se ha puesto por las nubes: más
de 200.000 euros un piso de 90 metros y entre 385.000 y 470.000 en
Madrid o Barcelona. En el último año, los pisos en venta subieron un +7,8%,
acumulando una subida del +50% desde 2014, el doble que la inflación y
los sueldos. A pesar de estos precios, las ventas se han disparado, por compras
de inversores, extranjeros y familias
que pueden hipotecarse. De hecho, los pisos en venta “vuelan” en días y los
compradores “no regatean” e incluso “pujan”, pagando más por la poca
oferta disponible. El problema es que faltan pisos, porque ha caído el
stock y apenas se construye: 80.000 viviendas en 2023, 7 veces menos
que en 2008. Ahora, con los alquileres disparados, habrá más familias (e
inversores) que compren piso, con la bajada de tipos. Y la
vivienda seguirá subiendo de precio. Urge construir más, para alquiler y
compra, porque si no, los precios serán imposibles para la mayoría. Enrique Ortega
Los precios de la vivienda no dejan de subir desde hace una década. En el 2º trimestre de 2024, el precio de compraventa de una vivienda subió en España un +7,8% anual, la mayor subida desde 2022, según el INE. Eso es la subida media, porque la vivienda nueva (de la que menos hay) subió un +11,2% anual, la mayor subida desde los años 2.007 y 2008. Y la vivienda usada, la que más se vende, subió un +7,3%, otro récord. Una subida que cuadriplica la inflación anual (+1,8%) y duplica con creces la subida de sueldos este año (+3,06%). Además, los precios de la vivienda suben más en España que en la mayoría de Europa, según Eurostat: +7,9% en el 2º trimestre, frente al +2,9% en la UE-27, +2,9% en Italia y una caída del -4,6% en Francia o del -2,6% en Alemania (“resaca” tras años de subidas).
El problema es que este aumento de precios de la vivienda
“llueve sobre mojado”: la subida acumulada ha sido del +43,8% entre
2014 y 2023, según el
INE, superando ya el desplome de precios sufrido tras el estallido de la
burbuja inmobiliaria, cuando cayó un -41,9% entre 2008 y 2013. Otra vez, la
vivienda nueva ha subido más en la última década, un +58,7%
(frente al -30,5% que cayó con la crisis), mientras se ha encarecido menos la vivienda
usada, un +41,2· (frente a una mayor caída antes, del -51,3%). Ahora se
espera otra subida en esta segunda mitad de 2024, más del 7%, con lo que la
vivienda subirá un +50% entre 2014 y 2023.
Con estas subidas, el precio medio de una vivienda
en España estaba en septiembre en 1.921 euros/m2, según
el Ministerio de la Vivienda, lo que supone 458 euros más (+31,3%) que el
precio mínimo de 2014 (1.463 euros) y el precio más alto de la vivienda en
España desde hace 15 años (1.958 costaba al principio de 2009). Eso supone
que comprar un piso de 90m2 cuesta ahora unos 173.000 euros, 41.000
euros más que hace una década. Pero ese es el precio medio: una vivienda
nueva (con menos de 5 años) costaba 2.255 euros/m2 (unos 203.000
euros) y una usada, 1.911 euros (172.000 euros).
Estos precios que publica la Administración son similares a los que
publica la Sociedad de Tasación, que cifra en 1.903 euros/m2 el
precio medio de la vivienda en septiembre, aunque baja el precio de la
vivienda usada (1.887 euros en junio) y sube más el precio medio de
las viviendas nuevas: 2.930 euros/m2 en junio, lo que supone
263.700 euros de coste un piso de 90 m2. Y refleja enormes diferencias según
las ciudades. Así, una
vivienda nueva en Barcelona cuesta 5.262 euros/m2 (473.000
euros por una casa de 90m2) , 4.493 euros/m2 en Madrid (404.370 euros
por 90m2) , 4.378 en San Sebastián y 3.025 euros/m2 en Bilbao,
mientras cuesta la tercera parte o menos en Ciudad Real (1.314 euros/m2:
118.260 euros un piso de 90m2), Cáceres (1.327) o Badajoz (1.337 €/m2).
Una tercera estadística, la
del Colegio de Registradores, da un coste promedio de la vivienda algo
mayor, 2.114 euros/m2 en septiembre de 2024, subiendo el precio de la
vivienda usada (hasta 2.080 euros/m2) y alineando el precio de la vivienda
nueva con el del Ministerio (2.254 euros/m2). Sus datos reiteran también la
gran diferencia de precios entre autonomías y capitales: por
encima de los 3.000 euros/m2 de media están San Sebastián (5.613 euros/m2:
505.170 euros “de media” por una casa de 90 m2…), Barcelona (4.466 euros
de media, aunque la vivienda nueva cuesta 5.200 euros/m2), Madrid (4.327
euros de media: 390.000 euros por un piso de 90m2 y mucho más si es
nuevo), Palma (3.558 euros de media), Bilbao (3.017 euros/m2) y “casi” Málaga
(2.917 euros/m2). Y lo más llamativo: el 49% de las ventas registradas
son pisos de menos de 90 metros cuadrados…
Estos precios tan elevados por una vivienda se deben
a la escasez de viviendas en el mercado, debido a la caída del “stock”
de viviendas usadas y a la baja
construcción de nuevas viviendas. Por un lado, el stock disponible ha bajado
drásticamente, desde 649.780 viviendas que había en 2009 a las 447.691
viviendas disponibles en 2023, según
el Ministerio de Transportes. Y además, en la mayoría de provincias, el
stock sobre el total de viviendas es bajo (1,66% de media en España), siendo
mayor en las ciudades y provincias con más problemas: Madrid, Barcelona,
Toledo, Sevilla, Tenerife y litoral mediterráneo, aunque en la mayoría tienen
un stock bajo, salvo Madrid (11,4% del parque) y Barcelona (10,86%).
El problema mayor, que explica la escasez de viviendas a la
venta, es que se ha desplomado la construcción de nuevas viviendas, desde
2009 y sobre todo desde 2014. Así, frente a un máximo de 597.632 viviendas “libres”
(sin ayudas públicas) construidas en 2006, se bajó a 356.555 en 2009, a
121.043 en 2011 y a un mínimo de 35.382 viviendas construidas en 2014. Y
a partir de ahí, apenas creció la construcción, alcanzando las 58.853 viviendas
terminadas en 2018, las 84.091 en 2021 y las 80.473 viviendas libres
construidas en 2023, 7 veces menos que en los años del “boom inmobiliario”,
según
los datos de Vivienda. Y este año 2024, se han terminado 41.853
viviendas hasta junio (+2,1% que en 2023). Y peor es la construcción de
viviendas “protegidas” (VPO): sólo se terminaron 8.847
en 2023 (3.311 en la primera mitad de 2024), frente a 68.587 en 2008.
Así que no hay viviendas para vender y por eso los
precios se disparan, sobre todo porque la demanda crece, aumentan
los que buscan piso y las compraventas. Las 10 subidas de tipos del BCE (entre 2022 y 2023)
retrajeron las compras, junto a los altísimos precios, pero ahora, con las
bajas aprobadas (junio, septiembre y octubre 2024) y las anunciadas, las compras se han
disparado: 61.887 en septiembre, un
+41,5% anual y la mayor cifra de ventas mensual desde 2007. Con ello, se
han vendido ya 467.865 viviendas en 9 meses y de continuar la tendencia
(+3,05%), el año 2024 cerrará con 601.000 viviendas vendidas, el tercer mejor dato de
ventas tras 2007 (se vendieron 775.300) y 2022 (650.265 viviendas) . Y 100.000 viviendas más vendidas que antes de la
pandemia (505.467 en 2019).
¿Quién compra un piso en España con estos precios? Pues
hay tres grupos claros de compradores. Uno, los inversores,
empresas y ahorradores particulares que compran un piso para invertir y
especular, para ponerlo en alquiler primero (inmobiliarias, Fondos de inversión
o particulares) y luego venderlo con plusvalías. De hecho, la
rentabilidad de la inversión inmobiliaria en España era del +7,2% en
septiembre, más del doble de la rentabilidad de los bonos del Estado y de
muchas acciones. Un dato que confirma el auge de estos compradores de viviendas
(que no las compran para vivir) es que un
35% de las compras se están haciendo sin hipoteca, pagando al contado
con fondos propios, según los datos del Colegio de Registradores.
Un 2º grupo de compradores de viviendas son los
extranjeros: compraron el 14,90% de las viviendas vendidas en 2023, según
los Registradores, un porcentaje mucho mayor en Baleares (32,5%
de las compras totales), Comunidad Valenciana (28,45%, aunque hay provincias
como Alicante donde son el 44% de los compradores), Canarias (27,25%, aunque
suben al 35,7% en Tenerife)), Murcia (24,68%), Cataluña (16,79%) y Andalucía
(14,31%, pero suben al 33,7% en Málaga). Este año, la mayoría de los
compradores extranjeros siguen siendo los británicos (8,52%) y alemanes
(6,43%), aunque han adelantado a los franceses (5,23%) los compradores marroquíes
(5,46%), polacos (5,32%) e italianos (5,25%).
El tercer grupo de compradores son las familias que
ya tienen una casa y se plantean venderla y comprar otra mejor (pagando la
diferencia con ahorros o una hipoteca) o las familias jóvenes que piden una
hipoteca ayudados por sus padres. El resto, la mayoría de la población
que no tiene casa ni ayuda, es casi imposible que pueda pagar estos
precios, salvo que consiga hipotecarse de por vida, forzados por unos
alquileres imposibles.
Por todos ellos, la demanda de viviendas existe, aunque
los precios estén por las nubes. La prueba no es sólo que se disparen
las compraventas sino que las inmobiliarias alertan que tienen problemas
para buscar piso a los que quieren comprar. De hecho, las
ventas son cada vez más rápidas (antes
se tardaba meses y ahora semanas y horas) y los pisos “vuelan”, sin
que los compradores puedan “regatear” el precio final como antes. Incluso
hay inmobiliarias que hablan de compradores
que ofrecen al vendedor hasta un 10% extra para asegurarse el piso
que quieren… Es la forma de pujar por lo escaso.
Todo apunta a que los precios de los pisos seguirán
subiendo, empujados por la alta demanda, la baja oferta y la mayor presión
por comprar (ahora que bajarán las hipotecas) en vez de alquilar, por los
elevadísimos precios. Precisamente, los
alquileres disparados son la mejor gasolina para la subida de los precios
de las viviendas. El mecanismo es fácil de entender: cuanto más me
cueste alquilar, más me pensaré comprar, sobre todo ahora que bajan los tipos.
Claro que necesito 2 condiciones previas. Una, que los bancos
me puedan dar una hipoteca, algo que depende de mi sueldo y tipo de contrato (si es precario, nada). Si paso este filtro y soy de
los que pueden “optar” a una hipoteca, queda el 2º filtro: tener
ahorrado o que mis padres me presten el 30% del valor del piso, porque
la hipoteca sólo se concede por el 80% del valor de tasación y hay que tener un
30% para la entrada (20%) y gastos (10% para notaría, registro, impuestos
y gastos iniciales).
Supongamos que podemos conseguir una hipoteca y alguien nos
deja ese 30% (o lo ahorramos). Las cuentas están claras: en casi todos
los casos, con los tipos actuales, compensa
más comprar que alquilar. Vemos algunos ejemplos. Si el precio
medio de una vivienda de 90m2 está en 198.810 euros (2.209
euros/m2), deberíamos pedir una hipoteca de 159.048 euros. A
25 años, con el Euribor más 1% (3,69% ahora), nos sale a pagar una
mensualidad de 812 euros, una cuota inferior al alquiler medio en
España, que es hoy de 1.179 euros. Si el piso está en Madrid, hay
que pedir una hipoteca de 261.936 euros, que nos cuesta 1.338 euros al
mes, menos que el alquiler medio de la capital (1.854 euros). En Barcelona, la
cuota sería 1.690 euros frente a 2.079 euros de alquiler. En Valencia, 1.016
euros de hipoteca frente a 1.296 euros de alquiler. Y en Sevilla, 865 euros
mensuales de hipoteca frente a 1.062 euros de alquiler.
Cuanto más bajen los tipos y las hipotecas
y más suban los alquileres, más compensará comprar en vez
de alquilar. Ojo: sólo si tenemos un trabajo “merecedor” de una
hipoteca bancaria” y unos padres que nos presten el 30% del valor, para la
entrada y gastos. Esta es la dinámica que seguirá haciendo subir los
precios de los pisos, junto al interés de los inversores, Fondos y
particulares por comprar para invertir, además del boom de extranjeros
que buscan casa en España. Y a su vez, esta
subida de los pisos animará a los propietarios a subir los alquileres,
para obtener más por una inversión más costosa.
Hay que acabar con esta dinámica, con la “locura” de un
mercado donde los precios disparados de compra y alquiler se retroalimentan.
Para conseguirlo, el camino no es imponer unos controles de precios, que no se
implantan o se evaden (con pisos turísticos, alquileres de temporada o ventas)
sino construir
más viviendas, aumentar drásticamente la oferta, para bajar precios (de
pisos y alquileres). Y para ello, urge actuar en varios frentes.
Por un lado, promover
un Pacto político entre Gobierno, autonomías y ayuntamientos para
conseguir suelo y financiación a los promotores públicos y privados. Hay
suelo, pero hace falta catalogarlo y prepararlo para que sea urbanizable
y esté a disposición de los promotores, a los que hay que reducir burocracia y plazos.
Urge buscar financiación, pública (hay que territorializar
el ICO y especializarlo más en la vivienda) y privada, arrastrando a
los bancos ahora que no hay Cajas. Y hay que actuar sobre los
costes de construcción, mejorar la disponibilidad
de mano de obra y agilizar el proceso (se tardan 100 meses en
una promoción y habría que reducirlo a 50). Y el Estado (central y periférico)
debe gastar el doble en promover viviendas protegidas, directamente y con los promotores
privados, para crear un
parque de 1 millón de viviendas de VPO que ofrezca alquileres asumibles.
Hacen falta 250.000 nuevas viviendas al año para cobijar
a las nuevas familias (120.000) y a los inmigrantes
(330.000 nuevos al año). Se puede conseguir triplicar
la construcción de viviendas si los organismos públicos se ponen a la
tarea y facilitan suelo y financiación, agilizando las promociones privadas y
públicas. Y creando un parque de viviendas VPO, para alquilarlas a las
familias con menos ingresos. En paralelo, facilitar a los propietarios que
alquilen más y a precios razonables, sin
imposiciones, con incentivos fiscales y organismos que les ayuden a
gestionar su alquiler. En definitiva, medidas para conseguir que haya más
viviendas en el mercado, para compra y alquiler. Más oferta de pisos
es la clave.
Los precios de la vivienda no dejan de subir desde hace una década. En el 2º trimestre de 2024, el precio de compraventa de una vivienda subió en España un +7,8% anual, la mayor subida desde 2022, según el INE. Eso es la subida media, porque la vivienda nueva (de la que menos hay) subió un +11,2% anual, la mayor subida desde los años 2.007 y 2008. Y la vivienda usada, la que más se vende, subió un +7,3%, otro récord. Una subida que cuadriplica la inflación anual (+1,8%) y duplica con creces la subida de sueldos este año (+3,06%). Además, los precios de la vivienda suben más en España que en la mayoría de Europa, según Eurostat: +7,9% en el 2º trimestre, frente al +2,9% en la UE-27, +2,9% en Italia y una caída del -4,6% en Francia o del -2,6% en Alemania (“resaca” tras años de subidas).
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lunes, 25 de noviembre de 2024
Crecemos, pero mucha gente no lo nota
La Comisión Europea dice que España crecerá este año +3%,
más que en 2023, el triple que Europa y
más que EEUU. Pero la mayoría de la gente, según el CIS, cree que
la economía está “mal o muy mal”. ¿Qué pasa? Básicamente, que la
inflación se ha comido los ingresos de los españoles y ganan realmente
menos que hace 15 años. Además, les agobia la vivienda (hipotecas y
alquileres) y el deterioro de los servicios públicos: sanidad
(12,4 millones pagan un seguro privado), educación (muchos gastos) y Dependencia
(pagan a cuidadores). Y mientras, los salarios pierden peso y crecen los
beneficios empresariales y la desigualdad. En definitiva, la
economía “va bien”, pero muchos españoles no lo notan. Es lo que ha pasado
en EEUU: Biden logró crecer mucho y crear empleo, pero las elecciones las ganó
Trump. Hay que repartir mejor el crecimiento, con mayores
subidas de salarios y mejoras en la vivienda y los servicios
públicos, para que no ganen los populistas reaccionarios. Hace muchos años, quizás desde 2004 a 2007, que la economía
española no atravesaba una situación tan positiva como ahora,
algo que reconocen hasta los economistas más críticos. Llevamos varios años
creciendo más que Europa y la
Comisión Europea ha anticipado que España crecerá este año un +3%,
más que en 2023 (+2,7%), el
triple que la UE-27 (+0,9%) y más que Alemania (-0,1%), Francia (+1,1%), Italia
(+0,7%) e incluso EEUU (+2,7%). Y se han creado
+1.856.100 empleos desde antes de la pandemia (+433.300 este año,
hasta septiembre). La inflación está por debajo del 2% y es menor a la
europea (1,8% frente a 2,3% en la UE-27 en
octubre). El
turismo volverá a batir este año un récord histórico de turistas (93
millones) y de ingresos (125.000 millones euros, el doble que en 2015). Las
exportaciones están estancadas, pero crecen más que las europeas
desde 2019. Aumentan las
inversiones extranjeras, unos 30.000 millones de media, frente a
20.000 hace una década. Somos el país que ha recibido más
Fondos europeos, 47.943 millones.
Y este será el undécimo año con superávit
de España con el exterior: generamos más divisas de las que
necesitamos, lo que nunca pasó con el franquismo ni con la democracia hasta
2013.
En resumen, tenemos una economía más saneada y más
solvente. Son datos, oficiales e indiscutibles.
Pero la mayoría de los españoles no los ven y su
percepción de la economía es muy negativa, según la ultima Encuesta del CIS
(Barómetro de
octubre): el 38,2% creen que la situación económica es “mala”
y otro 20,8% la ven “muy mala”, siendo “buena” sólo
para el 29,2% y “muy buena” para otro 2,2% (el resto no sabe o no
contesta). Curiosamente, cuando esa Encuesta les pregunta por “su situación económica
personal”, los mismos encuestados la ven muy positiva: el
58,1% la ven “buena” y el 3,5% la ven “muy buena”, mientras sólo el 20,2% la
ven “mala” y el 6,3% “muy mala”. Una aparente contradicción que quizás se
explica porque muchos de estos encuestados se han beneficiado de mejoras
evidentes estos años: un empleo más estable, subida del salario mínimo (+54%),
ingreso mínimo vital o ayudas públicas para bajar el recibo de la luz, los
carburantes o los alimentos.
En cualquier caso, ¿por qué los datos económicos son
buenos y la mayoría de españoles creen que la economía esta mal o muy mal? La primera explicación podría estar en que el
Gobierno Sánchez no ha sabido explicar sus logros, en medio de un
barrizal político y mediático que no destaca los logros económicos y sí
los múltiples problemas políticos y
sociales que aparecen cada día, para desgastar al Gobierno. Pero hay una
explicación más de fondo: la
inflación se ha comido estos años parte de los ingresos de la mayoría de
los españoles (+40% ha subido la cesta de la compra y +50% la luz en los últimos 4 años), sobre todo los que viven de su trabajo, que ven cómo crecen
los ingresos de los que ganan más y los millonarios, en paralelo a la pobreza y la desigualdad.
Y esto crea una enorme frustración, no sólo contra un Gobierno
como contra “un sistema” donde, a pesar de las crisis, los que
antes vivían bien, ahora viven mejor. Y ellos no.
Pongamos datos a esta pérdida de poder adquisitivo de
los españoles. En 2008, antes de la crisis, la renta media por
persona era de 10.737 euros, según el INE, y con la
crisis, cayó a 10.391 euros en 2014. A partir de ahí, empezó a
recuperarse, hasta los 11.680 euros en 2019 y los 14.082 euros en 2023.
Un aumento de ingresos del +31,15% desde 2008 a 2023. Pero en estos 15
años, la inflación ha subido un +33.9%, según
el INE, con lo que hemos perdido poder adquisitivo, un -2,4%. Todos. Y si comparamos
los ingresos de 2023 con los de antes de la pandemia, han aumentado un +20,56%
y los precios un +17,9%, así que la mejora es sólo del +2,66% en estos 5
años. Como para no notarlo.
Veamos lo que ha pasado con los trabajadores, los que
viven de un sueldo. El salario medio ha pasado de 19.850 euros en 2009
(el máximo, antes de la crisis financiera, desde los 13.279 del año 2.000) a
los 23.981 euros en 2023, según
los datos de la Agencia Tributaria. Una subida del +20,81% en estos
15 años, que se ha comido con creces la inflación acumulada, dado que el IPC ha
subido estos años un +32,9%. Pérdida de poder adquisitivo:
-12,09%. Y si nos centramos en los últimos años, tras la pandemia, se
repite la pérdida: los sueldos en convenio han subido un +12,93%
entre enero de 2020 y octubre de 2024, según
Trabajo, mientras la subida acumulada de los precios ha sido del +19,1%.
Resultado: pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores con convenio
del -6,17% (sin convenio, más). Los pensionistas, sin embargo, han
salido ganando estos años. La pensión media ha pasado de 11.369
euros en 2009 a 18.813 en 2023, según
la Agencia Tributaria. Una subida del +65,4%, que duplica lo que subió la
inflación esos años (+32,9%) y da una ganancia neta del +32,5%.
Mientras los ingresos “reales” (descontando la
inflación) han bajado para la mayoría y los salarios actuales son muy bajos (4 de cada 100 trabajadores ganan menos de 2.000 euros brutos, unos 1.700 netos, según la EPA), hay gastos que se han
disparado estos años, como la vivienda o la energía. En el caso de las
familias que pagan una hipoteca (4 millones), han visto subir la
cuota desde 2022, cuando el BCE inició las subidas de tipos (10 en 14 meses):
de una media de 482 euros a principios de 2022 a un máximo de 819
euros en octubre de 2023, aunque luego estén bajando (675 ahora). Y
se han disparado el
coste de los pisos (de 150.000 euros un piso de 80 metros en 2019 a
180.000 en 2024) y, sobre todo, de los alquileres: el alquiler medio ha
pasado de 10,4 euros/m2 en
2019 (936 euros una casa de 90 metros) a 13 euros/m2 en
octubre de 2024 (1.030 euros, +30%), subiendo mucho más en las
grandes ciudades.
Y otro problema para el bolsillo de los españoles estos años
ha sido el deterioro de los servicios públicos, agobiados por los
recortes del pasado y el aumento de población (+1.627.985 residentes
entre enero de 2020 y septiembre 2024) y de necesidades. El problema más
preocupante es la
sanidad, con un aumento en las listas de espera (desde el médico
de familia a especialistas y operaciones), lo que ha obligado a 12,4 millones
de españoles a contratar un seguro médico privado, que este
año sube un 10%. En la
educación, las familias con hijos pagan más cada año, desde la
guardería a los colegios concertados (y privados), por cuotas “voluntarias”, libros,
extraescolares, uniformes, comedor o transporte. Y la
Dependencia atiende sólo a una parte de los mayores y discapacitados
(hay 310.000 dependientes en listas de espera), lo que obliga a muchas
mujeres a trabajar a tiempo parcial (reduciendo sus ingresos) o a contratar
cuidadores para ayudarles con hijos y padres.
Con este panorama, sueldos que suben menos que la inflación
y gastos crecientes, no es extraño que casi la mitad de españoles (22
millones) tengan problemas para llegar a
fin de mes, según
el INE. En 2023, un 46,4 % de los hogares (8.950.000) tenían
dificultades para llegar a fin de mes, casi tantos como en 2019 (47,9%). De
ellos, el 8,9% de hogares (1.716.374, donde viven 4,3 millones de personas)
tenían “mucha dificultad” para llegar a fin de mes (un 9,4% de
toda la población, frente al 6,8% en la UE-27). Otro 12,7% de hogares
(2.450.000) tenían “dificultad” para llegar a fin de mes y otro 24,8%
de hogares (4.782.000) tenían “cierta dificultad” para llegar a fin
de mes. En total, el 48,8% de la población tiene mucha, mediana o
alguna dificultad para llegar a fin de mes, según
el INE.
Y lo peor: todavía tenemos muchos “pobres”, personas
que ingresan menos del 60% que el conjunto de españoles (ganan menos 916 euros al mes los solteros y menos
de 1.923 euros los hogares con dos adultos y dos niños): eran 9,7
millones de personas en 2023, uno de cada cinco españoles (20,2%),
un porcentaje que sitúa a España
como el 6º país con más “pobres” (por ingresos) de Europa (72
millones de pobres, el 16,2% de europeos), sólo por detrás de Estonia y Letonia
(22,5% pobres), Rumania (21,1%), Lituania (20,6%) y Bulgaria (20,65). Y España
todavía tiene un
alto índice de desigualdad: la renta del 20% más rico es 5,5
veces superior al 20% más pobre, un problema enquistado (5,6 veces en 2008).
Y somos también el
6º país europeo con más desigualdad (la media UE-27 son 4,7 veces),
sólo por detrás de Bulgaria (6,6), Lituania (6,3), Letonia (6,2), Rumanía (5,8)
y Portugal (5,6).
España crece más que Europa desde 2021, pero uno
de los motores es el aumento de población, sobre todo extranjera (la población
total ha aumentado casi 3 millones desde 2007 a 2023). Por eso, nuestro crecimiento
real per cápita es menor y ese es el dato que se traduce en mejora de
rentas y nivel de vida. De hecho, el
PIB per cápita (lo que produce cada español) ha pasado de 23.594
euros en 2007 a 30.810 euros en 2023. Un aumento productivo del +30,5%.
Pero si se descuenta la inflación en estos años (+39,7%), el PIB por
habitante real ha caído (-9,2%). Y eso explica el deterioro de la renta
real y los salarios reales (descontando la inflación). Producimos más pero
siendo más y con mucha inflación.
Esto se traduce en que España se distancia de la renta y
del PIB por habitante europeo, que ha crecido más. Así, en 1986,
cuando ingresamos en la CEE, el PIB por habitante de España (homogeneizando la
inflación) era el 76% de la media europea. Fuimos mejorando y en el año
2.000 rozamos la media (98% del PIB por habitante UE), superándola
por primera vez en 2002 y alcanzando un máximo en 2006 (nuestro PIB por
habitante era el 105% del europeo). Pero llegó la crisis financiera y
se desplomó, hasta el 96% en 2016 y un mínimo del 83% en 2020 y
2021, por la pandemia. Después ha mejorado algo: en
2023 teníamos el 88% del PIB por habitante de la UE-27, ocupando
el lugar nº 16 en el ranking de productividad por habitante
(aunque seamos el que más crece), detrás de Luxemburgo (239% de la media
UE), Irlanda (211%), Dinamarca (127%), Paises Bajos
(130%), Austria (123%), Bélgica (118%), Alemania (115%), Suecia
(114%), Finlandia (108%), Malta (105%), Francia (101%), Italia
(97% media UE), Chipre (95%), Chequia (91%) y Eslovenia (91%), según
Eurostat.
¿Por qué somos menos productivos y tenemos menos renta
que 15 paises europeos? Básicamente, hay dos causas de fondo:
en España trabaja menos gente y trabajan peor, con menos eficacia y
productividad (ver
Blog). Por eso seguimos lejos
de la Europa rica y nuestras rentas y salarios no acaban de despegar. Pero
hay otra razón: tras las dos crisis, los salarios se han frenado,
mientras los
beneficios empresariales se han recuperado y crecen año tras año.
España crece, pero unos se benefician más que otros de este crecimiento,
por sectores y grupos sociales. Es un crecimiento que se reparte de forma
desigual. Y por eso, los
salarios han perdido más trozo del pastel
en el reparto de la renta: del 49,87 % en 2018 al 48,28% en 2023 (-1,59%), mientras los
beneficios empresariales han pasado del 41,11% al 42,86% (+1,75%), perdiendo
también los impuestos (8,86% restante).
Y eso pasa en toda Europa y EEUU: las grandes empresas ganan cada
vez más y los más ricos también, mientras los ingresos de la mayoría se
estancan y no llegan a fin de mes.
Si no se toman medidas para que los ciudadanos “noten”
que se benefician de este crecimiento
récord, antes o después habrá elecciones y una mayoría de
ciudadanos “castigará” al Gobierno (como sucede en medio mundo) y pondrá
al frente a populistas y neoliberales que empeorarán las cosas. Porque
lo que está en juego es cómo se reparte el crecimiento. Y hay posturas
políticas que defienden realmente los intereses (e impuestos) de las
minorías más ricas, aunque digan que defienden a la clase media y a la
mayoría. No se dejen engañar.
Esta es la cuestión que está detrás del auge de los
populismos y la extrema derecha en muchos paises, al margen de la
bonanza económica. Así, Biden
logró que la economía USA creciera más que
nunca y creara mucho empleo, bajando la inflación, pero
muchos americanos “sentían” que no vivían mejor (con sus salarios
reales también estancados, como en España) y votaron a Trump, que ganó
las elecciones. Este es el riesgo que tenemos en España, donde la
economía va bien, pero la gente no lo nota y el crecimiento se ha repartido de
forma desigual. Urge tomar medidas para “aumentar el rendimiento
social de nuestro crecimiento”, lo que obliga al Gobierno a actuar
en tres frentes: fomentar una
mayor subida de salarios (promoviendo mejoras de productividad, con la
modernización de la economía y una gestión empresarial más eficaz), mejorar
el acceso a la vivienda (construyendo más viviendas y no “asustando” a
los propietarios, para que alquilen más) y reforzar
los servicios públicos (sanidad, educación, Dependencia y servicios
sociales), lo que exige recaudar más con una reforma fiscal de verdad (no
los “parches” aprobados).
Etiquetas:
alquileres,
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