Por ello, Europa y España deberían
aprobar un Plan de choque, como hicieron con la pandemia o la
hiperinflación tras la invasión de Ucrania, para afrontar este menor crecimiento y mantener las empresas y
el empleo. En Europa, tal medida no parece fácil y ya hay paises como Alemania
que hablan
de “reducir el Estado del Bienestar” para salir adelante de esta
crisis. En España, un acuerdo para reanimar la economía en los próximos
meses parece aún más difícil, a la vista de la tremenda polarización política,
que impide hasta afrontar juntos los incendios forestales.
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lunes, 15 de septiembre de 2025
Otoño incierto: tenemos más problemas
Tras la vuelta de vacaciones, este otoño se presenta muy
incierto, con más problemas económicos que antes del verano. Por un lado, Europa
ha cerrado con Trump un acuerdo comercial muy negativo, que va a
agravar el estancamiento de la economía europea, que apenas creció
un 0,1% en el 2º trimestre, con una crisis en Alemania y
problemas en Francia e Italia. Además, la incertidumbre ha impedido que
baje el Euribor en agosto (y los tipos del BCE en septiembre). Y las locuras de Trump y su abultada
deuda debilitan el dólar, fortaleciendo al euro (+13% este año), lo que
nos resta competitividad y encarece los productos europeos y el turismo. En
España, los problemas de Alemania y Francia más los altos precios y el euro
fuerte han frenado en julio el impulso del turismo, el motor
de nuestro “milagro económico”, junto a los inmigrantes (atacados
dentro y fuera). Así que la polémica coyuntura política, internacional y
nacional (extrema polarización) , pone en peligro los logros de la
economía española tras la pandemia. Pintan bastos.El verano nos trajo, además de las olas de calor y los
incendios, un pésimo acuerdo
comercial entre la Unión Europea y EEEU, presentado en un club de golf
de Trump en Escocia el 27 de julio. La Comisión Europea se ha afanado en
defender la bondad del acuerdo, porque es mejor aceptar un arancel del 15%
que el 30% que nos iba a imponer Trump si no pactábamos. Y añaden que hemos
salido “mejor parados” que la mayoría de paises (salvo Reino
Unido, que tendrá un arancel del 10%), igual que Japón (15%) y mucho menor que
el 35% de Canadá (35, el 25% de México o el 50% de Brasil o India el 50% (ver
mapa aranceles), mientras China negocia todavía bajarlo del 30%.
Pero en realidad, el acuerdo arancelario
aceptado por Europa es una
humillación en toda regla. Básicamente, porque Trump impone un
arancel del 15% a la mayor parte de los productos europeos (que ahora
pagaban el 1,43% de media) mientras EEUU paga un 0% por vender sus
productos en Europa. Eso, traducido
en cifras, es escandaloso: de los 850.000 millones de productos europeos
exportados a USA en 2024, ahora (desde el 7 de agosto), la mayoría (780.000
millones exportados) pagan aranceles del 15%, lo que tendrá un coste para
los europeos de 117.000 millones de euros, un “impuesto” que nos pone Trump
para reducir su abultada deuda y bajar impuestos a los norteamericanos (ricos).
Pero hay más
concesiones. Una, que a cambio de ponernos sólo un 15% de arancel
(no el 30% con que amenazaba), Europa se compromete a comprar a EEUU
petróleo, gas y equipamiento nuclear por valor de 700.000 millones de dólares,
además de comprarles 40.000 millones en chips y compras millonarias de material
militar. Y si Europa no lo hiciera, amenaza Trump, nos subiría los aranceles.
Además, EEUU acepta rebajar los aranceles de los coches y piezas del
automóvil europeas al 15% (del 35% inicial, ahora en el 27,5%) si Europa
abre su mercado a productos norteamericanos agrícolas y pesqueros
(alimentos, frutos secos, soja…), que ahora podrán vendernos sin restricciones,
una
medida que ya ha legislado Bruselas para que los coches europeos sólo
paguen un 15% de arancel en USA. Y por si acaso nos sentimos ya “tranquilos”,
Trump ha amenazado con incluir también en el futuro una rebaja de la
vigilancia sobre los servicios digitales, para forzar a Bruselas a que
no controle tanto a las tecnológicas ni les cobre (tasa Google) si no
queremos problemas...
Así que Europa ha cedido en casi todo,
mientras Trump lanza cada día una nueva amenaza, que alimenta la incertidumbre
en las empresas, inversores y paises. Y además, el Tribunal de apelaciones
de EEUU acaba de decir que los
aranceles de Trump no son legales, aunque permite que sigan en vigor hasta
el 14 de octubre. Pero Trump lo va a recurrir ante el Tribunal Supremo USA,
donde tiene mayoría conservadora. Así que los aranceles seguirán adelante,
dañando la economía internacional y sin que por el momento dañen a los
estadounidenses, que los acabarán pagando con más inflación y menos crecimiento
a medio plazo. Pero mientras, Trump pretende recaudar millones de dólares del
resto del mundo y presentar unos logros que le permitan ganar las elecciones de
medio mandato (noviembre 2026).
En consecuencia, desde principios de agosto, los aranceles
de Trump dificultan las exportaciones a EEUU del resto del mundo, que pagan
una media cercana al 20% (el 50% de aranceles al aluminio y al acero). Eso va a
tener una consecuencia inmediata: menos ventas en EEUU y menos
comercio mundial, encareciendo la mayoría de los productos y recortando el
crecimiento y el empleo. Y también en Europa. En el primer trimestre, tras el anuncio
de aranceles el 2 de abril, muchos paises aceleraron las ventas a EEUU, antes
de que entraran en vigor. Y eso aumentó las exportaciones europeas y el
crecimiento. Pero ahora, cuando los aranceles ya están en vigor, el
frenazo económico en la UE será inevitable. De hecho, ya se ha
producido: la economía de la UE-27 creció un +0,5% en el primer
trimestre de 2025 y después se ha estancado, creciendo
sólo un +0,1% en el 2º trimestre, según Eurostat.
Sobre todo lo ha notado Alemania es el país europeo
que sale peor parado por los aranceles de Trump, dado que allí van el 10,4% de
sus exportaciones: en el 2º trimestre, según
Eurostat, la economía alemana ha caído un -0,1% (tras crecer un 0,3%
en el primer trimestre), sufriendo sobre todo sus multinacionales del automóvil
y numerosas industrias. También ha caído en el 2º trimestre la economía de Italia
(-0,1%), otro país que depende mucho de las ventas a USA (el 10,4% de
sus exportaciones totales). Y ha tenido menos efecto en Francia, que
crece un +0,3% en el 2º trimestre, porque vende menos a EEEE (el 8% de sus
exportaciones), aunque es un porcentaje alto, como el de Finlandia (9,7%), Suecia
(8,9%) y Austria (8,2%), si bien el país más afectado es Irlanda (el 32% de sus
exportaciones van a EEUU. España, de momento, sigue siendo el país que
más crece (+0,7% en el 2º trimestre), por una menor dependencia comercial de
EEUU (4,6% de nuestras exportaciones), pero nos acabará afectando, sobre todo
si el resto de Europa entra en recesión este otoño/invierno.
De momento, la crisis en Alemania y Francia ya ha
retraído el turismo hacia España en los últimos meses, según los datos
de pernoctaciones
hoteleras del INE. Y en julio, aunque España tuvo un récord histórico de
turistas (más de 11 millones), sólo aumentaron un 1,6% sobre 2024 y cayeron
los turistas alemanes (-4,8%) y franceses (-3,1%), estancándose los
turistas británicos (+0,7%), una tendencia que ha podido repetirse en agosto y
que supondría un cierto “freno” del boom turístico, el motor de nuestro
crecimiento récord. De hecho, el empleo en España ha cerrado su peor verano en 6 años, con casi 200.000 afiliados menos en agosto.
Otro factor que juega a la contra de Europa (y de España) es
la debilidad del dólar, motivada por la errática política de
Trump y su abultada deuda (36,2 billones de dólares, el 124% de su PIB),
que provoca una revalorización del euro frente al dólar: +13,2%
en lo que va de año (el euro cuesta hoy 1,1728 dólares frente a 1,036 a
principios de año). Eso significa que todos los productos europeos cuestan en
dólares un 13% más, lo que resta competitividad a los productos de la UE y
encarece Europa (y España) a los turistas no europeos. Y encima, los expertos
apuestan porque Trump siga dejando caer al dólar (para reforzar sus
exportaciones), hasta el nivel de 1,20
euros por dólar (casi +16% revalorización), lo que dañaría más a Europa.
Así que lo que antes era una amenaza, la subida de aranceles,
es ya una realidad desde el 7 de agosto, y está dañando
a las grandes empresas exportadoras europeas, sobre todo al
automóvil, los bienes de equipo y maquinaria, el vino, la industria del lujo,
la aeronaves, la siderurgia y la industria química y farmacéutica. En el caso
de España,
el sector más afectado es la industria alimentaria (USA es su 2º
gran mercado, tras Europa), el vino (España es el 4º exportador
europeo), el aceite (somos el primer exportador europeo a USA),
la industria de componentes de automóvil (no exportamos coches a
EEUU, pero los coches que exporta el resto de Europa llevan piezas fabricadas
en España) y la industria farmacéutica.
Lo más preocupante es que “el bombazo” de los
aranceles de Trump pillan a Europa
en medio de una profunda crisis política, agravada por los problemas económicos en Alemania y la crisis política en Francia). La Unión Europea se tiene que
plantear a la vez cómo afronta una serie de problemas de futuro: configurar una
Defensa europea (con más gasto militar, que pone en peligro otros
gastos económicos y sociales), cobrar un mayor protagonismo
geoestratégico (los conflictos de Ucrania y Gaza revelan el escaso peso
internacional de la UE), configurar una política de inmigración
(Europa necesita mano de obra extranjera, pero el auge de la extrema derecha
europea fuerza a los paises a posturas xenófobas), una postura más decidida
ante la crisis climática (crece el negacionismo en muchos paises
y en la Comisión Europea, lo que fuerza a suavizar políticas medioambientales)
y, sobre todo, la urgencia de dar un salto adelante en la mejora de la
competitividad europea, impulsando la tecnología, la digitalización y
la industrialización para competir con USA y China. Cuestiones claves en la que
la actual Comisión Europea no avanza, mientras la humilla Trump.
Y en el caso de España, las consecuencias de los
aranceles y el menor crecimiento de Europa y el resto del mundo nos van a
acabar de hacer daño, rebajando el consumo, las exportaciones y las inversiones
(por la incertidumbre), lo que se traducirá, antes o después, en menor
crecimiento y menos empleo, tras varios años de “milagro económico”
tras la pandemia. La incertidumbre por los aranceles, incluso, ha frenado
la bajada del dinero: el
Euribor, en agosto, ha subido (al 2,114%), tras 6 meses a la
baja. Y el BCE frenó la semana pasada sus rebajas de tipos (siguen en el 2%), por temor a un repunte de la inflación, lo que sigue aumentando el Euribor (2,17% en septiembre), dificultando la rebaja de las futuras hipotecas (aunque bajará la cuota de las antiguas cuando se revisen).
Pero si alguna vez hace falta acordar algo es ahora, para
afrontar el posible estancamiento económico en Europa y la desaceleración
económica en España. Urge
aprobar unos Presupuestos que reanimen la economía,
con un pacto fiscal que consiga aumentar la recaudación para
afrontar el necesario mayor gesto en protección civil ante el cambio climático
(incendios, inundaciones, malas cosechas…). La
enseñanza de los incendios de este verano es que el Estado (desde la
Administración central a las autonomías y Ayuntamientos) sólo puede afrontar
las catástrofes con más medios y para eso hace falta gastar más. Y eso pasa por
recaudar más, por ingresar más de los que más tienen, lo que
exige una reforma fiscal que Europa nos lleva pidiendo décadas. Pero con el
actual panorama político, ni Presupuestos ni reforma fiscal ni acuerdos contra
la crisis climática.
Las otras dos prioridades económicas de
este otoño deberían ser la vivienda y la ejecución de los Fondos Europeos, porque queda
menos de un año (hasta agosto de 2026) para comprometer los proyectos
pendientes (sólo se
han comprometido 53.600 millones de 163.014 que recibiremos, entre
subvenciones y créditos), dado que si
no se ejecutan se perderán los Fondos UE. Y eso exige también pactar las
reformas pendientes, porque si no llegará el dinero que falta (hemos perdido ya Fondos UE por el rechazo de la derecha y los nacionalistas en el
Parlamento a la subida de impuestos al gasóleo exigida por Bruselas). Urgen
pactos para terminar las reformas pendientes y para promover la construcción de
viviendas, pero ambos parecen imposibles.
Ya lo saben: tenemos problemas, tendremos más en los
próximos meses y la solución pasa por acuerdos políticos y económicos para
afrontarlos. Pero como esto es imposible, iremos a peor. Y serán los
políticos, al menos una parte de ellos, los responsables de que
España ponga fin al mejor balance económico de las últimas décadas.
Pintan bastos.
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