lunes, 28 de febrero de 2022

¿Pandemia "normalizada"?: 247 muertos diarios

Entre la guerra en el PP y la guerra en Ucrania, ya casi no se habla de la guerra contra el COVID-19, que cumple 2 años. Tras los altísimos contagios de Navidad, ahora nos comportamos como si la pandemia hubiera acabado. Y no es así. La incidencia bajó de 3.267 en enero a 613 el viernes, pero todavía estamos “en riesgo extremo”. Y hay muchísimos muertos: 6.185 fallecidos por COVID-19 en febrero, 247 diarios. Sumamos 12.493 muertos en esta 6ª ola, más del doble que en la 5ª y un tercio que en la 3ª (Navidad 2020), aunque ahora tenemos vacunas. Nadie quiere hablar de muertos COVID y sólo pensamos en  volver a la normalidad”, sin restricciones y con 100% de público en los estadios. Pero la pandemia sigue ahí, con 27.500 contagios el viernes y 248 muertos más. Urge acelerar la vacunación (hay 3,82 millones sin vacunar, 289.500 mayores de 60 años), aumentar las pruebas (se hacen la tercera parte que en Navidad) y reforzar la sanidad pública. Porque el COVID-19 sigue ahí, contagiando y matando.

Enrique Ortega

La pandemia en el mundo sigue con cifras de contagios récord de los dos últimos años, aunque han bajado de 23 millones semanales en enero a 10,6 millones la semana pasada, según los datos de la Universidad John Hopkins. Ya son 435,28 millones de contagiados en el mundo, con Europa en cabeza (176,26 millones), seguida de cerca por América (146,44 millones), según la OMS. Por paises, destacan los contagios acumulados en EEUU (78,93 millones), India (42,92) y Brasil (28,77 millones), seguidos de Francia (22,86), Reino Unido (18,93), Rusia (16,05), Alemania (14,47),Turquía (13,94), Italia (12,76) y España (que roza los 11 millones de contagiados, 1 de cada 4 españoles).

Lo que se ha estabilizado en el mundo son los muertos por COVID-19, que han subido de 45.643 fallecidos a la semana al comienzo del año a más de 70.000 semanales en casi todo el mes de febrero. Son ya 5.948.764 muertos en el mundo, casi la mitad en América (2.618.433) y 1.861.528 fallecidos en Europa. Y rondan el millón los muertos por COVID en EEUU (948.397), con 649.437 en Brasil, 513.843 en India, 343.934 en Rusia, 318.086 en México y 210.538 en Perú, según la Universidad John Hopkins. En Europa, la mayor mortalidad se acumula en Reino Unido (161.797 fallecidos), Italia (154.560), Francia (139.141), Alemania (122.1713), Ucrania (112.459), Polonia (111.316) y España (99.410 muertos por COVID, de ellos 11.358 fallecidos desde el 1 de diciembre pasado).

En Europa, la variante ómicron ha disparado los contagios este año y se mantienen todavía muy elevados a finales de febrero, con una incidencia media de 2.265 casos por 100.000 habitantes, según el ECDC. Los paises con más contagios son Paises Bajos (4.613 contagios), Alemania (2.946 contagios el jueves 24, cuatro veces más que un mes antes), Portugal (2.355), Francia (1.919, la mitad que hace un mes) e Italia (1.331), siendo España el país con menos incidencia de contagios: 613 contagios por 100.000 habitantes el viernes 25, la quinta parte de incidencia que hace algo más de un mes (3.279 el 20 de enero), según Sanidad.

La incidencia en España ha bajado drásticamente, pero todavía estamos en un nivel de “riesgo extremo” (más de 500 contagios/100.000 habitantes), muy por encima todavía del nivel de contagios que teníamos antes de Navidad: 472,90 contagios el 16 de diciembre. Y todavía hay un elevado nivel de contagios diarios: 27.527 contagios el viernes 25, la cuarta parte que en plena Navidad (100.000 contagios el 28 de diciembre) pero casi el triple más de contagios que antes de las fiestas (10.536 contagios el 1 de diciembre). Siguen apareciendo muchos contagiados cada día, a pesar de que ahora se hacen muchas menos pruebas: se ha pasado de un récord de 2.413.264 pruebas semanales el 30 de diciembre (para “salvar la Navidad) a sólo 758.994 pruebas semanales hechas el viernes 25. Se hacen la tercera parte de pruebas de detección (muy pocas en Madrid o Andalucía) y por eso también se detectan menos contagios, aunque un 19,22% de los test y PCR siguen dado positivo (ojo: el 1 de diciembre, las pruebas sólo daban un 7,22% de positivos).

Aunque los contagios han bajado en toda España, sigue habiendo una gran desigualdad entre las autonomías. Hay 12 regiones con una tasa de contagios muy superior a la media (613) y por tanto “en riesgo extremo” (+500): Galicia (999 contagios/100.000 habitantes), Murcia (875), Cataluña (799), Extremadura (755), Asturias (704), La Rioja (699), Comunidad Valenciana (693), Canarias (692), Cantabria y Aragón (683), Castilla y León (678) y Navarra (663). Otras 3 regiones tienen menos una incidencia alta, aunque inferior a la media: Baleares (561), País Vasco (523) y Ceuta (510). Y las 4 restantes están mejor, aunque “en riesgo alto” (de 300 a 500): Melilla (290), Castilla la Mancha (390), Andalucía (393) y Madrid (398), según los datos de Sanidad del viernes.

Los mayores contagios se concentran en los adolescentes (938 contagios entre 12 y 19 años), seguidos de los niños (664 contagios entre los menores de 11 años) y sus padres (752 contagios entre 20 y 29 años, 667 entre 30 y 39 años y 650 entre 40 y 49 años), estando el resto de edades por debajo de la media (613), mientras llama la atención la alta incidencia entre los mayores de 80 años (612 contagios/100.000), teóricamente vacunados al 100%.

Lo más positivo de la pandemia en febrero es que están bajando drásticamente los enfermos COVID hospitalizados y en UCI, aunque todavía son muchos. Las hospitalizaciones por COVID han bajado de 19.314 el 25 de enero a 7.428 el viernes, una cifra similar a los hospitalizados en Navidad (7.732 el 23 de diciembre). También han caído los enfermos COVID en UCIs, de 2.204 el 25 de enero a 1.053 el viernes 25 de febrero, con un 11,38% de camas UCI ocupadas que se dispara en el caso de Cataluña (20,75%) y Aragón (19,74%), siendo la ocupación UCI elevada también en País Vasco (15,8%), Baleares (15%), y Madrid (14,98%).

Lo más preocupante del balance del COVID-19 son los muertos, de los que ya no se habla: en la última semana (viernes 18-viernes 24 de febrero) han fallecido 1.412 personas por COVID-19 (194 muertos diarios), siguiendo la elevada mortalidad de las semanas anteriores (2.003 muertos la semana anterior, 1.760 la anterior, 1.269 la anterior y 1.225 muertos la semana del 21 al 28 de enero), mucho mayor que la mortalidad por COVID de diciembre (327 muertos entre el 10 y 17 de diciembre o 386 muertos entre el 23 y el 30 de diciembre).

Basta mirar los datos oficiales de Sanidad para detectar un fuerte aumento de la mortalidad por COVID, sobre todo este mes de febrero, pero también a lo largo de la 6ª ola. Sólo en febrero se han producido 6.185 muertes por COVID hasta el viernes 25, nada menos que 247 muertes diarias, casi el doble de muertes que en todo el mes de enero (3.750 fallecidos) y cuatro veces más de las muertes contabilizadas en diciembre (1.423). Y contabilizando todos los muertos de esta 6ª ola (14 octubre-25 febrero), suman ya 12.493 muertos, el doble de los 6.226 muertos que en la 5ª ola (junio-octubre 2021) y casi el doble de los 8.124 muertos de la 4ª ola (Semana Santa 2021). Y esta abultada cifra de muertos solo la superó la 3ª ola (octubre 2020-febrero 2021), con 35.400 muertos, aunque entonces no había casi nadie vacunado y hoy lo están el 81 % de los españoles.

En definitiva, que se hablaba de que ómicron era una variante muy contagiosa pero poco letal y ha resultado ser la segunda ola más mortífera, porque ha contagiado a mucha más gente (ya vamos por 6 millones de nuevos contagiados) y eso hace que haya muchos muertos aunque la letalidad haya bajado del 1,6% (23 diciembre) al 0,9% el viernes (9 muertos por cada 1.000 contagiados). ¿Quién está muriendo ahora por COVID? Según los expertos, la mayoría son mayores de 60 años no vacunados (el riesgo de muerte se multiplica por 28), pacientes vacunados con enfermedades previas y mayores vacunados que no tienen la tercera dosis (y donde el riesgo de muerte se multiplica por 15). Un aspecto preocupante es que aumentan los muertos en las residencias de ancianos, aunque se supone que todos están vacunados: los contagios han caído a la mitad en el último  mes (de 15.604 a mediados de enero a 7.096 a mediados de febrero), pero las muertes han aumentado: de 194 (10 al 17 enero) a 247 (18 al 25 de febrero).

Este balance del COVID a principios de 2022, con todavía un alto nivel de contagios, hospitalizaciones, enfermos en UCIs y sobre todo demasiadas muertes, choca con lo poco que se informa cada día de la pandemia. Y,  sobre todo, con la supresión de las restricciones por las autonomías y el Gobierno. Ya no hay limitaciones para la hostelería y el ocio, se va a autorizar el 100% de  en los estadios (en marzo), se han quitado las mascarillas en exteriores y en el patio de los colegios y se plantea quitarla en interiores, incluso en las aulas (cuando sólo el 57% de los niños de 5 a 11 años tienen una dosis de la vacuna). 

Y para colmo, Gobierno y autonomías estudian, esta semana, eliminar la cuarentena obligatoria (10 días) para los contactos estrechos no vacunados de positivos por COVID (para los contactos vacunados, la cuarentena ya se eliminó el 21 de diciembre). Eso se traduce en que si un padre se contagia, su niño puede ir al colegio (sólo el 16.7% de los niños de 5 a 11 años tienen las 2 dosis). Y si es el niño o la madre la que se contagian, el padre puede ir a trabajar aunque no esté vacunado...Y además, el Gobierno sigue adelante con su idea de “normalizar la pandemia”, de tratarla pronto como la gripe y otras epidemias, reduciendo aún más las pruebas y las estadísticas, con lo que nos enteraremos aún menos de los contagios, las hospitalizaciones y las muertes.

Normalizar la pandemia” y tratar de “olvidarla” es un riesgo muy serio porque la COVID 19 sigue ahí y estará presente mientras no se vacune más gente en el mundo y también en España. El ritmo de vacunación mundial avanza lentamente, según los datos de la OMS: sólo está inmunizado el 55,04% de la población mundial, lo que significa que hay 3.300 millones de personas a las que el virus puede contagiar y volver a mutar, provocandonuevas olas” como delta y ómicron. Y el riesgo es mayor en regiones con baja tasa de vacunación, como Europa del este (29% de vacunación en Bulgaria, 34% en Ucrania o 58% en Polonia), Latinoamérica (63% inmunizados), el sudeste asiático (53% inmunizados, 55% en India), el Mediterráneo oriental (36%) y sobre todo África (sólo el 10,72% de la población inmunizada), según los últimos datos de la OMS. Con los aeropuertos abiertos, el COVID viaja.

En España, el porcentaje de población con las 2 dosis es muy elevado: 81,1%, según Sanidad. Pero llevamos varios meses, tras el verano y con el paréntesis de la Navidad, con la vacunación al ralentí: los datos indican que sigue habiendo muchos españoles sin vacunar y eso impide ganar la batalla al COVID-19. Con datos al 24 de febrero, hay 3.827.122 residentes en España, con más de 12 años, sin las 2 vacunas (más 1.409.059 niños de 5 a 11 años sin poner la 1ª dosis). Y lo más preocupante es que esta cifra de no inmunizados se ha reducido poco: había 4 millones sin inmunizar hace dos meses, a mediados de diciembre. Y 4,8 millones hace cinco meses, a mediados de septiembre.

Analizando más quién no está inmunizado (y alimenta los contagios y las muertes), los últimos datos revelan que todavía hay 289.536 mayores de 60 años sin inmunizar (54.432 entre 70 y 79 años y 235.104 entre 60 y 69).Y 1.243.296 personas entre 40 y 60 años sin las 2 dosis (419.572 entre 50 y 59 años y 823.724 entre 40 y 49 años). En total, 1.532.832 personas de más de 40 años sin inmunizar. Y entre los más jóvenes hay que sumar otras 2.294.290 personas sin las 2 dosis (949.382 entre 30 y 39 años, 834.784 entre 20 y 29 años y 510.124 más entre 12 y 19 años). Y eso sin contar que falta vacunar con la 3ª dosis de refuerzo al 7,6% de las personas con más de 60 años (722.000 mayores).

Estos “agujeros” en la vacunación son lo que explican el alto nivel de contagios todavía hoy y, sobre todo, el llamativo número de muertos, principalmente entre los mayores. Y hay otro dato que explica por qué no se habla de los muertos: el 94,15% de todos los muertos por COVID (99.410 hasta el viernes) son mayores de 60 años. Y sólo ha habido 534 muertos con menos de 40 años. Así que hay muchos muertos, más que en Navidad, pero eso no preocupa mucho a la mayoría, que no es mayor. Ni tampoco a las autoridades sanitarias y políticas, empeñadas en “volver a la normalidad”, en asentar la actividad, los negocios y el empleo, olvidarse de medidas restrictivas, que es también lo que quieren la mayoría de españoles. Y al que le “toque”, el contagio, la hospitalización o la muerte, pues mala suerte.

Pero no debía ser así. Todos deberíamos asumir que la pandemia sigue ahí, contagiando y matando (248 muertos el viernes, como si se hubiera estrellado un avión). Y que el COVID-19 seguirá mientras no consigamos que haya más personas vacunadas, en el mundo y en España. Europa, EEUU y los paises ricos deberían movilizar las vacunas al resto del mundo, para frenar futuras variantes. Y en España, urge un Plan de choque para conseguir vacunar a más gente, sobre todo a los mayores de 60 años, acabando de una vez por todas con la mortalidad por COVID en las residencias. Y habría que mantener el nivel de pruebas y test, con un mejor seguimiento de los contagiados, para frenar más radicalmente este “6ª ola”. Todo ello, dedicando más personal y recursos a fortalecer la sanidad pública, sobre todo los Centros de Salud, que siguen colapsados. Pero la clave es no hacer creer a los españoles que la pandemia se ha acabado. Seguimos en guerra contra el COVID, dos años ya,  y no hay que bajar la guardia, porque contagia y mata. Y puede darnos futuras sorpresas.

jueves, 24 de febrero de 2022

Vivienda: ventas récord, hipotecas más caras

En 2021 se dispararon las ventas de viviendas, las mayores desde 2007. El motor de estas ventas ha sido la abundante liquidez, porque una cuarta parte de las compras han sido como inversión, para alquilar la vivienda o especular. También han ayudado los tipos bajos, con un récord de hipotecas desde 2010. Aún así, los expertos aseguran que no estamos en otra “burbuja”, porque las ventas y precios de la vivienda están muy por debajo de la “burbuja” de 2007. Eso sí, el BCE ha advertido de que sí hay “burbuja inmobiliaria” en 7 paises del centro y norte de Europa, entre ellos Alemania, Austria, Paises Bajos o Dinamarca, donde los precios de la vivienda suben más del 10%, frente al 4,2% en España. Ahora, se espera que las ventas y los precios sigan creciendo, por la mejora del empleo, aunque las hipotecas han empezado a subir y subirán más si se descontrola la inflación. El problema de fondo es que se construyen pocos pisos.

Enrique Ortega

Cada día de 2021 se compraron y vendieron en España más de 1.500 viviendas, un total de 565.613 operaciones de compraventa, lo que supone un aumento del 34,6% sobre las ventas de 2020, según el INE. Eso supone la mayor cifra de ventas de viviendas desde 2007, el año del boom inmobiliario, cuando se vendieron 775.300 viviendas. Y supone una gran “remontada” de ventas, desde el mínimo de 2013: 312.500 viviendas vendidas. Casi el 80% de todas las ventas de 2021 han sido viviendas de segunda mano (450.485) y sólo una de cada cinco fueron compraventas de viviendas nuevas (115.128). Las mayores ventas (por 100.000 habitantes) se dieron en la Comunidad Valenciana, Murcia, Andalucía, la Rioja y Cantabria, muy ligadas a segundas residencias y zonas de costa.

En 2021 no sólo se han recuperado las ventas de viviendas de antes de la pandemia (505.467), sino que también han batido récords las donaciones de viviendas y las herencias de pisos. Se contabilizaron 25.062 donaciones de viviendas, un 24,6% más y el récord desde 2008 (23.500), normalmente traspasos de propiedad de padres a hijos para aprovechar las ventajas fiscales en algunas zonas (Madrid) y ante el temor de futuras subidas fiscales. También aumentaron, un +29,6% las herencias de pisos, 198.939 operaciones, superando el anterior récord de 2018 (179.385 herencias), debido fundamentalmente al aumento de la mortalidad por la COVID-19. También crecieron las permutas, divisiones horizontales y concentraciones de parcelas, con lo que al final, el balance de movimientos de propiedad en 2021 fue de 986.905 operaciones, un 27,3% más que en 2020, y cerca de las 1.182.141 operaciones inmobiliarias registradas en el “boom” de 2007.

La pandemia ha acelerado el apetito de los españoles por tener una vivienda en propiedad, ya sea para cambiar de casa (una más grande y con terraza o pequeño terreno) o para comprar una vivienda como inversión, aprovechando el ahorro acumulado. Así, se estima que el 23% de las casas se compran como inversión, según Tecnocasa, que añade que el 70% de estas compras se hacen al contado. Y la mayoría de los inversores, particulares y empresas,  buscan un doble objetivo: alquilar la vivienda que se compra, que aseguró una rentabilidad media del 6,6% en 2021 (superior a la de muchas otras inversiones, como la Bolsa o los bonos del Estado), o especular con ella y venderla más cara en unos años.

El otro motor de las compras, junto a los inversores, son particulares y familias que han aprovechado para cambiar de casa o acceder a una vivienda por primera vez, ahora que tienen más ahorros y el dinero está barato. Además, en los dos últimos años, los bancos han abierto la mano en la concesión de hipotecas, ante la falta de demanda de crédito. Y la consecuencia es que en 2021 se alcanzó también un récord de hipotecas: se firmaron 417.501 hipotecas, un 23,6% más que en 2020 y la mayor cifra de hipotecas firmadas en 11 años (desde 2010, cuando se firmaron 607.535), según los datos publicados hoy por el INEEn cantidades prestadas, el Banco de España ya publicó el dato hace días: 59.426 millones de euros concedidos en hipotecas, un 35% más que en 2020 y la mayor cifra de hipotecas concedidas desde 2010.

Este empujón en las hipotecas, que explica una gran parte del récord de venta de viviendas, se debe a que los tipos de interés siguen bajos, al amparo del “precio cero” del dinero mantenido por el BCE. Así, los datos del INE (diciembre 2021) revelan que el tipo medio pagado por una nueva hipoteca (139.921 euros a 24 años) ha sido del 2,53% (2,80% las de tipo fijo y 2,08% las de tipo variable), un tipo similar al de un año antes (2,42% en noviembre 2020) pero la mitad del coste de las hipotecas hace una década (4,19% en noviembre de 2011 y 4,27% en noviembre de 2013). Un cambio importante es que los bancos han llevado a los clientes a que la mayoría de las hipotecas que contratan sean a tipo fijo (para cubrirse ante los “vaivenes” de tipos): en diciembre de 2021, el 67,7% de las hipotecas contratadas fueron a tipo fijo, cuando dos años antes eran sólo el 42,8% y cuatro años antes (noviembre 2017) sólo el 36,3% de las hipotecas eran a tipo fijo y los dos tercios restantes  (63,7%) eran variables (Euribor + un %fijo), según la Asociación Hipotecaria y el INE.

El récord en la venta de viviendas ha tirado para arriba de sus precios, aunque todavía de una forma moderada: en el tercer trimestre de 2021 (último dato del INE), la subida anual de la vivienda en España fue del +4,2%, más que en todo 2020 (subió un +2,1%, por la pandemia) pero menos que en 2019 (+5,1%). Con ello, la vivienda lleva ya subiendo 8 años consecutivos (desde el +0,3% que subió en 2014), tras el desplome de precios que siguió al estallido de “la burbuja” inmobiliaria, cuando los precios cayeron un -45%. Pero la recuperación no ha sido suficiente y los precios están todavía un -20,92% por debajo de los precios de la vivienda a finales de 2008: 1.661,6 euros por metro cuadrado (septiembre 2021) frente a 2.101,4 euros de media a finales de 2008, según los datos del INE.

Por eso, los expertos creen que no puede hablarse de una nueva “burbuja de la vivienda en España: los precios todavía son un 20,92% más bajos y las ventas de viviendas, aunque hayan mejorado mucho, todavía son un 27% inferiores a las de 2007 (565.613 en 2021 frente a 775.300 viviendas vendidas en 2007). Pero la situación sí preocupa en una gran parte de Europa, en los paises del centro y norte, donde el BCE ha advertido del riesgo de estar en una nueva burbuja inmobiliaria. La última estadística de Eurostat, sobre la subida de precios de la vivienda en el tercer trimestre de 2021 es muy llamativa: sube más del 10% anual en República Checa (+22%), Lituania (+18,9%), Estonia (+17,3%), Paises Bajos (+16,8%), Luxemburgo (+13,4%), Austria y Eslovenia (+12,9%), Letonia (+12,7%), Alemania (+12%) y Dinamarca (+10,3%). Y sólo tres paises tienen unas subidas de precios de la vivienda “moderadas”: Chipre (+2,2%), España e Italia (+4,2%).

Ante este panorama, con unos precios de la vivienda que suben demasiado (por el exceso de liquidez y las compras especulativas), el Banco Central Europeo (BCE) ha lanzado una alerta, en febrero,  a 7 paises, por temor a que se esté gestando una “burbuja financiera” que pueda estallar y provocar problemas en los bancos y las economías, como ya pasó en 2008-2010: ha “apercibido”  a Alemania, Austria, Bulgaria, Croacia, Hungría, Liechtenstein y Eslovaquia, que se suma a otra advertencia similar enviada a Alemania y Austria en 2019. El informe alerta del excesivo riesgo por el elevado endeudamiento de los hogares y el rápido crecimiento del crédito hipotecario, por lo que advierte a las autoridades y a los bancos que vigilen el riesgo hipotecario. Y además, el BCE advierte que hay paises apercibidos ya en 2019, cuya “burbuja inmobiliaria” está hoy peor: Dinamarca, Finlandia, Suevia, Holanda y Luxemburgo. Así que están todos bajo vigilancia. Y el propio vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, ha alertado del “riesgo de una burbuja inmobiliaria en Europa”.

El BCE no ve riesgo de “burbuja inmobiliaria” en España, donde la sobrevaloración de la vivienda es de las más bajas de Europa. Pero todo indica que las ventas y los precios seguirán subiendo en 2022, alimentados por la recuperación económica y la mejora del empleo. Pero hay dos riesgos, que están unidos entre sí: la inflación (que es come parte de los ingresos y ahorros de las familias) y la esperada subida de tipos, para contrarrestar las subidas de precios. El conflicto en Ucrania ya ha disparado el precio del petróleo y el gas, lo que se trasladará a nuevas subidas de la electricidad, el transporte y los alimentos, una preocupante perspectiva que puede frenar compras de viviendas. Y más si las subidas de materiales y la falta de mano de obra cualificada encarecen los costes de la construcción. Pero la clave va a estar en los tipos de interés: el BCE ha prometido no subirlos hasta 2023, pero si la inflación no se contiene de aquí al verano, podría subirlos antes, en el otoño de 2022, como hará en marzo la Reserva Federal en EEUU.

Adelante o no el BCE la subida oficial de tipos, el caso es que las hipotecas se han encarecido ya. Y eso, porque el Euribor (el tipo de interés a que se prestan los bancos entre ellos) lleva subiendo año y medio (ver gráfico) y está hoy en el -0,337, el tipo máximo en los últimos 20 meses. Con una media del -0,335 en febrero, superior a la de hace un año (-0,501), las hipotecas que se revisen en marzo subirán: una hipoteca media (150.000 euros a 25 años), a tipo variable (Euribor + 1%), pasará de una mensualidad de 531,5 euros a 542 euros, 10,5 euros más al mes (+126 euros al año). Y así pasará con la mayoría de hipotecas a tipo variable (el 80% de las pendientes de pago) que se revisen a lo largo der 2022, aunque no se espera que el Euribor sea positivo hasta 2023 (o quizás a finales de este año).

No es que las hipotecas vayan a subir mucho, al menos hasta 2023, pero algo subirán y eso desalentará algo las compras, aunque mucho va a depender de la actitud de la banca. Dado que el resto del crédito no acaba de despegar, las entidades se han metido en una nuevaguerra hipotecaria, para tratar de captar a los futuros compradores. Y más si la reforma laboral reduce los contratos temporales y hace menos precarias las nóminas de los jóvenes. Ahora, la tendencia de los bancos es volver a ofrecer hipotecas a tipo variable, para aprovechar la esperada subida del Euribor. Y además, todos buscan colocar productos a los hipotecados, desde tarjetas y seguros a alarmas, para mejorar sus ingresos por comisiones.

Al final, la tendencia de la vivienda es que aumente la demanda y los precios, porque los alquileres siguen disparados y hay una enorme demanda insatisfecha. De hecho, un informe del IESE estima que harán falta 140.000 viviendas nuevas en la próxima década, para atender a las nuevas familias, siendo Madrid, Andalucía y Cataluña donde crecerá más la demanda. Y el problema es que la construcción de nuevas viviendas ha caído en picado: de construirse 580.000 nuevas viviendas al año entre 1998 y 2007 se pasó a una media de 75.000 nuevas viviendas construidas entre 2007 y 2014 y menos de 100.000 viviendas que se habrán construido en 2021. Es un problema de falta de suelo (los Ayuntamientos tendrían que ayudar), de falta de financiación, de temor a una falta de demanda estable y, en el último año, a una fuerte subida de costes: tanto materias primas (cemento, vidrio, energía, maquinaria…) como de personal (faltan trabajadores especializados, disparando algunos sueldos).

Al final, la vivienda es una necesidad y una industria clave, para la que hay una demanda insatisfecha que seguirá alimentando ventas y precios, de momento sin riesgo de entrar en una nueva “burbuja inmobiliaria”. Pero habría que planificar una oferta suficiente a medio plazo, con colaboración público-privada, más incentivos al alquiler y vigilando el mercado de compraventa, con precios y endeudamientos razonables, que eviten “sustos” futuros. Porque si la vivienda tira, ayudará a recuperar la economía y el empleo.  

lunes, 21 de febrero de 2022

La "guerra" de los videojuegos

Muchos piensan que los videojuegosson cosa de chavales”, pero hay 3.000 millones de jugadores en el mundo, con 36 años de media. Y el negocio de los videojuegos mueve más dinero que el cine y la música juntos. Por eso, Microsoft y Sony, dos empresas “serias”, han hecho dos compras millonarias de empresas desarrolladoras para dominar este negocio que lidera la china Tencent. Todo apunta a que los móviles, las redes sociales y el “metaverso” dispararán aún más este negocio. España es el 10º mercado mundial, con 15 millones de jugadores y  muchas empresas desarrolladoras de poco tamaño. El Gobierno va a ayudar al sector, con fondos europeos, buscando que España sea un centro mundial del negocio audiovisual y de los videojuegos. Y les dará también un empujón con el cheque cultural de 400 euros a los jóvenes. Está bien apoyar a nuestra industria, pero ojo al peligro de “adicción”, a  los contenidos (muchos violentos) y a insistir en que los videojuegos son “cultura”. Es discutible.

Enrique Ortega

Cuatro de cada diez habitantes del mundo consumen videojuegos: 3.000 millones de personas han jugado en 2021, según los datos de la consultora Newzoo. Y no son solo los chavales: la edad media de los jugadores es de 36 años y el 90% juegan a través de sus móviles. Más de la mitad de los jugadores (1.521 millones, el 54,3%) están en Asia-Pacífico, sobre todo en China, Japón y Corea del sur. Le siguen Latinoamérica (274 millones, el 21,5%), Europa (391 millones de jugadores, el 14%), Africa y Oriente Medio (388 millones, el 14% del total mundial) y Norteamérica (211 millones, el 7,5%).

Con tantos usuarios en todo el mundo, la industria de los videojuegos facturó 180.300 millones de dólares en 2021 (159.000 millones de euros), según los datos de Newzoo, una cifra que supera a la facturación conjunta del cine (45.000 millones de euros) y la música (51.000 millones de euros) y que la convierte en la 2ª industria de ocio del mundo, sólo por detrás de la televisión (factura 400.000 millones en el mundo, entre publicidad y TV de pago) y también por delante de los ingresos de los libros (145.000 millones), la prensa (135.000), el vídeo bajo demanda (90.000), las revistas (60.000) y la radio (42.000 millones de facturación), según los datos de la consultora Deloitte. Y además, los expertos creen que la industria de los videojuegos tiene un gran futuro: facturará 204.600 millones de dólares en 2024.

El principal mercado para los videojuegos es China, donde facturaron 40.854 millones de dólares en 2020 (y 49.300 millones en 2021), según el Libro Blanco de los Videojuegos 2020. Le sigue de cerca Estados Unidos, con 36.921 millones de dólares facturados en 2020. Y a distancia, Japón (18.683 millones $), Corea del sur (6.564), Alemania (5.965), Reino Unido (5.511), Francia (3.978), Canadá (3.051), Italia (2.661 millones $), que ha superado a España, en 10ª lugar por ingresos de los videojuegos (2.656 millones de dólares). La previsión de Newzoo es que China vuelva a dar otro gran salto y facture casi el doble, 71.200 millones de dólares en 2025 y que crezca menos la facturación en USA (hasta 42.500 millones), Japón (24.000 millones), Corea del sur (8.700) y Reino Unido (8.600 millones $).

El mercado mundial de los videojuegos está en manos de pocas multinacionales (chinas, norteamericanas y japonesas), con un escaso peso de las empresas europeas (sólo “cuentan” entre las grandes, la francesa Ubisoft y la polaca CD Projekt). La compañía líder, según el TOP 5 de Newzoo, es la china Tencent (29.300 millones de facturación en 2021), con el exitoso videojuego para móviles  “Honor of Kings”, seguida de cerca por la japonesa Sony (22.670 millones de ventas), la compañía responsable de la Play Station y la PS5, la también japonesa Nintendo (15.790 millones facturados), con su consola y el exitoso juego “Animal Croissing”, la norteamericana Microsoft (13,830 millones $), con su Xbox Serie XIS como producto estrella,  y la china Net Ease (8.370 millones). Les siguen la norteamericana Activision Blizzard (8.100 millones $), responsable de “Call of Duty”, su compatriota  Electronic Arts (5.500 millones $), con el juego “FIFA 21”, la también norteamericana Epic Games (4.800 millones $), su compatriota Take-Two Interactive (3.100 millones) y las japonesas Sega Sammy (2.300 millones y Bandai Namco (2.200 millones de dólares facturados).

Los videojuegos son una máquina de hacer dinero y por eso las multinacionales del sector llevan años comprando pequeñas empresas que han desarrollado juegos de éxito, para comprar así reputados profesionales y jugadores. Pero este año 2022, la “guerra” de los videojuegos se ha disparado, con 3 grandes compras en enero. La primera, el día 10, fue la compra de la empresa USA Zynga (creadora del popular juego “Farmaville” y un referente de juegos para móviles y redes sociales) por Take-Two Interactive, el gigante USA de los juegos con franquicia, que pagó 12.700 millones de euros. Días después, el 18 de enero, el gigante norteamericano Microsoft pagó 60.400 millones de euros, la mayor compra de su historia, por la desarrolladora USA  Activision Bizzard (con juegos como World of WarcraftDiabloOverwatchCall of Duty y Candy Crush), lo que la aúpa al tercer puesto del ranking mundial de videojuegos, adelantando a Nintendo. Y poco después, el 31 de enero, reaccionó Sony, con la compra (por 3.200 millones de euros) de la empresa norteamericana Bunge (creadora de “Halo” y “Destiny”).

La “movida” de compras no va a parar y ahora se espera qué hace el líder, la china Tencent. La cuestión de fondo es que los videojuegos es ahora un mercado muy abierto y competitivo, gracias a Internet, que ha librado a los videojuegos de “la atadura” de las consolas (lanzadas en los años 80 por Sony, Microsoft y Nintendo) y permite una constante revolución de juegos y ofertas, que engrosa el mercado. De hecho, en 2021, 2.800 de los 3.000 millones de jugadores lo hicieron en sus móviles y los juegos por Internet facturaron el 52% de todos los ingresos (90.700 millones $), mientras los juegos vía consolas sólo facturaron el 28% (49.200 millones $) y el resto fueron los juegos a través de ordenadores (20%, 35.900 millones $), según los datos de Newzoo. Una fuente de ingresos en auge son los e-Sports, las competiciones de juegos online, que ya atrajeron a 495 millones de espectadores en 2021 y que facturaron 957 millones de euros.

El grueso del negocio son “juegos gratis” (el modelo “Free-to-Play”), donde puedes acceder sin un pago previo pero donde pagas después por “complementos” (vidas extras, habilidades, personajes…). Pero cada vez cobra más importancia la suscripción a plataformas de juegos, que ofrecen una amplísima oferta de juegos a cambio de una cuota mensual. Este sistema lo lanzó en 2017 Microsoft, con Xbox Game Pass (“el Netflix de los videojuegos”), que cuenta con 25 millones de suscriptores. Y Sony tiene otros 50 millones de suscriptores (PlayStation), 30 millones Nintendo y también muchos millones Google  (Stadia) o Amazon (Luna). El avance de estas suscripciones es imparable y en EEUU, los aficionados pagan hasta 3 plataformas a la vez.

Ahora, las empresas están interesadas en promover los juegos en las redes sociales, no tanto en las existentes como creando redes sociales para jugar. Y algo más directo: transformar los juegos en redes sociales, donde no sólo se puede jugar sino asistir a conciertos o compartir experiencias (como en “Fortnite”, “Roblox “ o “League o Legends…). Y últimamente,   las grandes multinacionales de los videojuegos se posicionan para aprovechar “el metaverso”: un mundo virtual donde el usuario, con unas gafas de realidad virtual, puede entrar en una realidad alternativa, donde jugar y a la vez disfrutar de nuevas experiencias. Todos los desarrolladores están pendientes de este gran salto en el negocio, un nuevo lugar donde vender juegos y experiencias, con más usuarios y más ingresos.

En España, los videojuegos son un negocio que crece y con el que ha surgido una industria muy competitiva en cuanto a los juegos que crea pero económicamente muy débil. Empezando por el negocio, los videojuegos facturaron 1. 747 millones de euros en 2020, últimos datos publicados por el sector, lo que supone consolidar la recuperación iniciada en 2015 (1.083 millones de negocio), tras la caída de ingresos por la anterior crisis (la facturación de los videojuegos cayó de 1.245 millones en 2010 a 792 millones en 2013). Ahora, la mayoría de los ingresos de los videojuegos son por la venta online (957 millones en 2020, +32%) mientras se estanca la venta física de juegos y consolas (790 millones, +4,8%). En conjunto, el sector de los videojuegos genera en España 9.000 empleos directos y 23.000 indirectos.

En España, 15.900.000 personas juegan a videojuegos (54,1% hombres y 45,9% mujeres), 11,77  millones juegan todas las semanas, 2,51 millones todos los meses y el 1,47 restante con menor frecuencia, la mayoría en consolas (el 32%), en el móvil (20%), el el PC (18%) y en la tablet (10%). Y juegan una media de 7,5 horas a la semana, menos que en Reino Unido (12,2 horas), Alemania (8,8), Francia (8,9) e Italia (8 horas).Los que más juegan a videojuegos son los adolescentes (el 72% de los niños de 11 a 14 años y el 70% de los jóvenes de 15 a 24 años), seguidos de los niños de 6 a 10 años (el 68% juegan). Y choca que los más mayores también juegan a videojuegos: el 51% de los adultos de 25 a 34 años, el 35% de los que tienen entre 35 y 44 años y el 26% de los que tienen entre 45 y 64 años.

Al amparo de los videojuegos se ha ido creando en España una industria propia: 655 estudios (415 constituidos como empresas), que emplean a 7.320 personas (jóvenes, un 70% con título superior, sólo un 18% mujeres) y  facturaron 1.104 millones de euros en 2020, según el Libro Blanco de los Videojuegos, lo que nos coloca como el 6º país europeo en la industria de los videojuegos, por detrás de Francia, Suecia, Finlandia, Alemania y Reino Unido. Los expertos señalan que la industria española de videojuegos tiene un gran potencial, por la alta cualificación profesional de los estudios, pero que se trata de una industria muy débil económicamente: hay demasiados estudios pequeños (la mitad tiene menos de 5 empleados) y pocos grandes (el 61% facturan menos de 200.000 euros anuales y sólo el 4% factura más de 10 millones), carecen de financiación (el 77% se autofinancian), faltan editores (el 71% de los juegos “se autopublican”) y hay poca distribución de los juegos fuera de España (sólo 4 de cada 10 estudios publica en China, el mayor mercado del mundo).

Una parte del negocio de los videojuegos donde España destaca son los e-Sports, las competiciones deportivas en la Red. En 2019, los e-Sports facturaron en España 35 millones (más del doble que en 2016) y emplean a 600 personas, de ellas 250 jugadores profesionales (en algunos paises tienen ingresos millonarios), según el informe de la AEVI. España es uno de los paises con más seguidores de los e-Sport (2,9 millones de españoles siguen estos juegos), con el mayor número de equipos y con 4 Ligas, promovidas también por las telecos. La más importante, la Liga VideoJuegos Profesional (LVO), promovida por la poderosa productora Mediapro, tuvo 56 millones de “espectadores” en 2020.

Ahora, el Gobierno ha apostado por promover la industria española de videojuegos (y los e-Sports) dentro del Plan de Recuperación, en el Componente 25, que pretende convertir a España en un gran “Hub audiovisual” (nudo o centro logístico), un centro neurálgico que atraiga cerebros y capitales de la industria audiovisual y de los videojuegos, dedicando a ello 200 millones de los Fondos europeos. El Plan, aprobado en marzo de 2021 pretende fortalecer las capacidades económicas, tecnológicas y digitales de la industria española, apoyar su expansión internacional y atraer inversiones y talento extranjero para convertir España en un país de referencia de la industria audiovisual y los videojuegos. Para ello, el sector de los videojuegos contará con 1.264 millones de ayudas públicas entre 2021 y 2025, sumando a los Fondos europeos Next Generation los Fondos FEDER, las ayudas del Programa Europa Creativa y los fondos del Presupuesto español (9,2 millones en 2022). Además, el sector pide incentivos fiscales a la producción de videojuegos, como se dan en Francia, Italia, Bélgica y Reino Unido.

Además de estas ayudas públicas, el sector de los videojuegos se va a beneficiar del Cheque Cultural para jóvenes que cumplan los 18 años en 2022 (454.000 jóvenes). La medida, incluida en los Presupuestos para 2020 (con 200 millones de gasto)  estará operativa a partir de mayo o junio, y permitirá a estos jóvenes gastar 400 euros en cualquier producto cultural, desde el cine y la música a los libros y los videojuegos. Parece lógico pensar que gran parte de este cheque lo gastarán en videojuegos.

El boom de los videojuegos, en el mundo y en España, mantiene un pujante negocio pero crea también dos problemas. Uno, el riesgo de “adicción” a los videojuegos, sobre todo entre niños y adolescentes. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió en junio de 2018 incluir la adicción a los videojuegos en la nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), una lista que entró en vigor en enero de 2022. Antes, en febrero de 2018, el Gobierno Rajoy aprobó la Estrategia de Adicciones 2017-2024, donde Sanidad incluyó a los videojuegos y al juego como “adicciones”. Y los expertos estiman que un 2% de los usuarios de videojuegos acaban siendo adictos, con lo que estaríamos hablando de 318.000 videojugadores enfermos, una cifra muy preocupante que ya se nota en las consultas psiquiátricas y en los hospitales. El sector de los videojuegos critica el “alarmismo” de la OMS y Sanidad y señala que ya ofrecen mecanismos de control parental. Pero tenemos el ejemplo de Corea del Sur, donde se aprobó en 2011 la “Ley Cenicienta” que prohíbe jugar a los menores de 16 años entre las 12 de la noche y las 6 de la mañana

El otro problema del auge de los videojuegos son los contenidos: basta leer las advertencias que se incluyen en los videojuegos físicos (clasificación PEGUI), como “violencia”, “lenguaje soez”, “drogas”, “juego”, miedo” o “discriminación”, incluso en videojuegos calificados para menores. Y hay muchos niños y jóvenes que juegan online, sin que sus padres sepan a qué juegan (aunque exista el control parental”. La industria cree que hay información suficiente e insisten en que los videojuegos son “cultura, que muchos ayudan a la educación, la cultura, el deporte o la empresa. Son los que llaman “serious games”, una parte marginal del negocio: sólo suponen un 14% de las ventas y trabajan en ellos 1 de cada 5 estudios.

En resumen, los videojuegos y e-Sports son un negocio imparable, que siguen el 40% de los habitantes del Planeta. Y va a más, con Internet, las redes sociales y el metaverso. Otra cosa es si precisan de ayudas públicas, si se debe invertir el dinero de todos en una industria que puede crear adicción y cuyos contenidos son violentos y poco edificantes. Quizás sería mejor ayudar a otras industrias culturales, desde el cine y la música a los libros, el teatro o la danza. Es algo al menos discutible, aunque nos gusten los videojuegos.

jueves, 17 de febrero de 2022

Muertes laborales: 2 diarias

En 2021, el segundo año de la pandemia, han vuelto a subir los accidentes laborales (1.568 diarios) y se estabilizan las muertes: 705 fallecidos trabajando o al ir a trabajar (2 diarios). Y somos el 2º país europeo con más siniestralidad laboral, tras Francia. Parece que los trabajadores han bajado la guardia ante la seguridad laboral y que las empresas, sobre todo las pymes, no la consideran una prioridad, aunque cause muertes y pérdidas (40.000 millones al año en España). Y además, han crecido también en 2021 las enfermedades profesionales, aunque no se incluyan la mayoría de los cánceres ni el COVID persistente. El Gobierno ha puesto en marcha, en enero, un Plan de choque contra los accidentes laborales, centrado en inspeccionar más los sectores y empresas más peligrosos. Pero los sindicatos lo ven insuficiente, porque falta presupuesto y medios, en las empresas y en la inspección de Trabajo. Y piden más prevención y frenar el estrés laboral. Hay que conseguir “0 muertes” en el trabajo.

Enrique Ortega

Finalmente, 21 marineros gallegos han muerto en aguas de Terranova por naufragar su barco mientras pescaban fletan para una empresa de Marín (Pontevedra).Son los penúltimos muertos por accidente laboral este nuevo año en España, tras los 705 fallecidos en 2021, en el trabajo (575 muertos) o yendo a trabajar (130 muertos “in itinere”), según los datos de Trabajo. Una cifra que prácticamente repite la cifra de muertos por accidente laboral en 2020 (708), algunos menos, por la pandemia y la menor actividad, que en 2019 (721 muertos) y 2018 (732 muertos). El récord de fallecimientos laborales se dio en 2009 (831 muertos) y a partir de ahí bajaron año tras año, por efecto de la grave crisis de 2008, hasta un mínimo de fallecidos por el trabajo en 2013 (558 muertos), para luego volver a superar los 600 muertos anuales desde 2015. Y todo apunta a que si la economía se recupera en 2022, subirán las muertes laborales (en enero hubo 20 accidentes mortales, según CCOO).

Empecemos por los datos de los accidentes laborales, que crecieron un +17,9% en 2021: 572.448 frente a 485.365 en 2020 (menos, por la caída de actividad en lo peor de la pandemia). Una cifra que está lejos del récord de accidentes de 2007 (1.022.067 accidentes laborales), en plena burbuja económica, tras la que cayeron con la crisis de 2008 y la tremenda pérdida de empleos (3,8 millones), hasta un mínimo en 2013 (468.038 accidentes laborales) para recuperarse después, sobre todo desde 2017 (596.606 accidentes) y hasta 2019 (650.602 accidentes), una cifra que cae con la pandemia, más en 2020 que en 2021.

El grueso de los accidentes laborales (con baja) de 2021 se produjeron en el trabajo (497.735 accidentes, el 87% del total) y el resto “in itinere”, accidentes laborales producidos en el camino al ir o volver del trabajo (74.713 accidentes con baja), que son los que más están creciendo (+31,3% frente al +16,2% que aumentan los accidentes en el trabajo). La mayoría de los accidentados son asalariados (537.971) y el resto autónomos (34.477). De esta cifra total de accidentes laborales con baja, 4.572 fueron accidentes graves (el 0,79%, 265 más que en 2020) y hubo 705 accidentes mortales (3 menos que en 2020): 575 muertes en el trabajo (20 menos que en 2020) y 130 muertes en el camino (17 más que en 2020). Del total de muertes laborales en 2021 (705), la mayoría son hombres (653 fallecidos).

Al analizar con más detalle los datos de accidentes y muertes, es relevante mirar por separado los accidentes en el trabajo y los que se producen al ir o volver de trabajar, los que más crecen. En el trabajo, el mayor número de accidentes de da en la industria (87.655 en 2021), la construcción (78.264 accidentes), el comercio y la reparación de vehículos (65.994), las actividades administrativas (52.971), la sanidad y servicios sociales (47.573), la hostelería (36.241), el transporte y almacenamiento (35.016) y en el campo y la pesca (30.895 accidentes). Y la mitad de los accidentes se dieron en las 4 autonomías con más trabajadores (Cataluña, Andalucía, Madrid y Comunidad Valenciana), aunque las que tienen un índice de accidentes mayor que la media son las dos Castillas, Baleares, la Rioja y Navarra. Los sectores con más muertes fueron en 2021 la construcción (118 muertes en el trabajo, +1), el transporte y almacenamiento (114 muertes, +13), la industria (86 fallecidos, -18), el comercio y reparación de vehículos (64 muertos, +23) y el campo y la pesca (52 muertos, -31). Y por autonomías, destacan los muertos en el trabajo en Andalucía (115, +16), Cataluña (73, -7), Madrid (67, +21) y Comunidad Valenciana (64 muertos, +9).

Las principales causas de los accidentes con baja en el trabajo son los choques con objetos fijos o en movimiento (el 36% de los accidentes), el sobreesfuerzo (el 27%), el contacto con un agente cortante o punzante (8,9%) y los accidentes de tráfico trabajando (sólo el 3,45% de  todas las bajas). En cuanto a las causas de las muertes en el trabajo, las principales fueron los infartos y derrames cerebrales (221 de las 575 muertes totales), los accidentes de tráfico trabajando (98 muertes), las caídas (92 muertes), los atrapamientos (85), los choques (35) y los ahogamientos y asfixias (6 muertes), según las estadísticas de Trabajo.

En el caso de los accidentes “in itinere”, yendo o volviendo del trabajo (74.713 con baja en 2021, un 54% de mujeres y un 46% de hombres), la principal causa son los accidentes de tráfico (43.144 bajas, más de la mitad), los choques contra objetos fijos o en movimiento (el 35% de estos accidentes) y el sobreesfuerzo (otro 5,14% de bajas). Y de todas las muertes  “in itinere” (130, de ellas 104 son de hombres), el 90% son por accidentes de tráfico al ir o volver de trabajar (117 muertes), 11 por infartos y derrames en el camino y 2 más por golpes.

Al final, la pandemia ha rebajado algo los accidentes laborales y las muertes sobre las cifras de 2019, pero son todavía muy elevadas. Y tenemos un mayor nivel de siniestralidad laboral que la mayoría de Europa. Los últimos datos de Eurostat son de 2019, donde se produjeron 3.140.950 accidentes en el trabajo (no incluye los accidentes “in itinere”) en la UE-28. El ranking de accidentes lo encabeza Alemania (867.533 accidentes laborales), seguida de Francia (778.820 accidentes), España (489.643 accidentes, menos de las estadísticas de Trabajo: 562.756 accidentes), Italia (289.283 accidentes), Reino Unidos (145.000) y Portugal (131.717 accidentes en el trabajo). Pero si tenemos en cuenta la población y el número de trabajadores, España sería el tercer país europeo en siniestralidad laboral, tras Francia y Portugal. Y el 4º país con más muertes en el trabajo (3.408 en la UE-28): 803 en Francia, 491 en Italia, 416 en Alemania y 347 en España (Trabajo dio 571). Aunque si tenemos en cuenta la población y los trabajadores, los paises con mayor tasa de mortalidad en el trabajo son Francia, Rumanía, Portugal, Italia y España (5º), por este orden.

El trabajo no sólo provoca accidentes y muertes, sino también enfermedades profesionales, que en muchos casos acaban inhabilitando o matando al trabajador en unos años. Y también están creciendo: en 2021 se produjeron 20.510 partes de enfermedades profesionales, un 11,5% más que en 2020 (18.400 enfermedades profesionales), según Trabajo, volviendo así al camino de 2019 (27.292 enfermedades profesionales). Entre las causas de estas enfermedades destacan los agentes físicos (17.754), las enfermedades de la piel (921), la inhalación de sustancias (714), los agentes químicos (488), los agentes biológicos (482) y los agentes cancerígenos (sólo se contabilizaron 51 cánceres como enfermedades profesionales).

Los sindicatos denuncian año tras año este bajísimo reconocimiento del  cáncer como enfermedad profesional (51 en 2021 y 44 en 2020), que en la mayor parte de los casos se reconocen porque el trabajador acaba en los tribunales. De hecho, la OIT y la OMS estiman que se producen cada año unas 9.550 muertes al año en España por cánceres que tienen su origen en el trabajo. Por eso, UGT exige que se revise el catálogo de enfermedades profesionales, para incluir no sólo algunos tipos de cáncer sino también enfermedades psicológicas y mentales (incluir el “síndrome del trabajador quemado”) Y sobre todo, el COVID-19 y sus secuelas, que actualmente no se reconocen como “enfermedad profesional” (por agentes biológicos)

¿Qué está pasando para que la actividad haya caído con la pandemia y apenas bajen los accidentes laborales y las muertes, mientras suben las enfermedades profesionales? Los expertos creen que empresas y trabajadores “han bajado la guardia” con la seguridad laboral, impactados por el COVID-19. Y además, con el colapso de la sanidad, van menos al médico y se hacen menos chequeos, lo que puede explicar el aumento de infartos y derrames cerebrales (232 muertes en 2021 frente a 211 en 2019). Pero los sindicatos denuncian que, con la pandemia, las empresas han desatendido aún más sus inversiones en seguridad laboral, sobre todo las pymes (la mitad desconocen cómo funciona la prevención de riesgos, según un estudio del Colegio de Politólogos y Sociólogos) y los autónomos: 1 de cada 3 (y hay 3 millones) no saben cómo actuar si sufren un accidente laboral.

Además, sindicatos y expertos alertan que el alto grado de siniestralidad laboral en España tiene mucho que ver con nuestra alta precariedad laboral, con el elevadísimo porcentaje de trabajadores temporales (24% del total). De hecho, los trabajadores temporales han tenido el 41,4% de los accidentes de trabajo (y el 42% de las muertes) cuando son el 28% de los asalariados. Y además, los trabajadores con menos de un año de antigüedad concentran el 46% de los accidentes (y el 41% de las muertes). Así que a más precariedad y menos formación, más riesgo de accidentes y muertes. UGT añade otra causa de accidentes: el exceso de carga de trabajo y los plazos ajustados para los pedidos, que obligar a muchos empleados a “trabajar contra reloj”. Y además, cuanto menos se invierte en prevención o más se subcontrata con empresas poco especializadas, más riesgo de accidentes.

La alta siniestralidad laboral preocupa a la Comisión Europea, que en junio de 2021 aprobó un nuevo Marco Estratégico de Seguridad y Salud en el Trabajo 2021-2027, para reducir los accidentes laborales y las enfermedades profesionales en Europa, planteando medidas de prevención y poniendo énfasis en el cáncer de origen laboral, los trastornos psicosomáticos y las sustancias peligrosas. Ahora, cada país tendrá que perfilar su Estrategia 2021-2027, con vistas a una Cumbre Europea sobre Seguridad Laboral que se celebrará en 2023.

El Gobierno español está trabajando en este futuro Marco Estratégico sobre Salud Laboral, que quiere pactar con empresarios y sindicatos, dentro del diálogo social. Pero de momento, el 9 de diciembre presentó un Plan de choque contra los accidentes mortales en el trabajo, que se puso en marcha en enero y durante todo 2022. El Plan ha utilizado los datos disponibles para centrar la tarea de la inspección de Trabajo en los sectores y empresas más peligrosas, cuya seguridad laboral se va a vigilar con lupa este año: empresas de demolición y preparación de terrenos (128 muertos por cada 100.000 trabajadores), el transporte de mercancías y mudanzas (88 muertes), la pesca (82 muertes por 100.000 trabajadores), la recogida de residuos (48 muertos por 100.000), la construcción de edificios (31,5) y las instalaciones eléctricas y de fontanería (28,6), la producción ganadera (25,5), la captación, depuración y distribución de agua (23,35) y los cultivos perennes (21,33 muertes por 100.000 trabajadores), aunque la mayor vigilancia se va a concentrar en las empresas de trabajo temporal (ETTs), que sufren 138 muertes por cada 100.000 trabajadores.

Los sindicatos UGT y CCOO dicen que el Plan de choque les parece “insuficiente”, porque no lleva aparejado un presupuesto que permita contar con más medios para prevención e inspección. Y aquí recuerdan que la Inspección de Trabajo sólo tiene 858 inspectores y 173 subinspectores, una plantilla exigua (1 funcionario por cada 13.000 trabajadores, frente a 1 por 10.000 de media en Europa), que no va a poder atender a todo el trabajo que se les acumula (desde vigilar el cumplimiento de la reforma laboral a la seguridad en el trabajo). Además, piden que el futuro Marco Estratégico incluya los problemas pendientes: no reconocimiento de algunos cánceres, enfermedades psicosociales y la COVID persistente como enfermedades profesionales. Y que se mejore la coordinación entre la inspección de Trabajo, la Fiscalía y los Tribunales para abordar las muertes laborales, porque la mayoría de los expedientes se cierran sin penas ni culpables. Y reclaman más exigencia a las empresas (sobre todo a las pymes) de políticas de prevención de riesgos laborales.

Habría que volcarse en este Plan de choque y en las otras medidas que piden los sindicatos para acabar con esta lacra de “los muertos por trabajar,” con un objetivo claro a medio plazo: “muertes cero”. No es de recibo que 2 personas salgan cada día a trabajar y no vuelvan vivas a su casa. Es un coste humano insoportable, al que habría que sumar el coste adicional para el sistema sanitario, la Seguridad Social (bajas e incapacidades), las empresas y familias, un coste económico de la inseguridad laboral estimado por la Comisión Europea en el 3,3% del PIB (40.000 millones al año para España). La factura humana y económica es inadmisible, así que tenemos que acabar con esta otra pandemia: que el trabajo mate.