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jueves, 22 de junio de 2023

El riesgo de la "banca en la sombra"

El Banco Central Europeo (BCE) lanzó a finales de mayo una alerta sobre “la banca en la sombra” (Fondos de inversión, Planes, aseguradoras, financieras…) que suponen ya la mitad de las finanzas mundiales y podrían entrar en crisis, por la subida de los tipos de interés, arrastrando con ella a la banca tradicional, con la que están muy vinculados a través de depósitos, créditos y compras de deuda. El problema es que estas entidades “en la sombra” están poco vigiladas y controladas y sus inversores no están “cubiertos”, lo que podría llevar a una crisis financiera más grave que la de 2008. Por eso, el BCE, como antes el FMI, piden que estos Fondos y entidades sean regulados como los bancos tradicionales, algo difícil de lograr ahora que son tan grandes y tienen tanto poder. El problema es quién le pone el cascabel al gato, por encima de paises y Gobiernos. Pero si no se hace, podemos tener otro “susto” financiero. Avisados estamos.

Enrique Ortega

La “banca en la sombra” se llama a todo un abanico de entidades que no son los bancos tradicionales  y que ingresan dinero de los inversores y lo destinan a préstamos y operaciones financieras con empresas, Gobiernos y particulares. En este bloque de entidades financieras no bancarias (NBFI, en sus siglas en inglés) se incluyen Fondos de inversión, Planes de pensiones, aseguradoras, Fondos de alto riesgo, Fondos “buitre”, Fondos inmobiliarios, Fondos monetarios, financieras, empresas de leasing y renting, financieras de consumo, empresas de tarjetas, firmas de “crowdfunding” y “business angels” para financiar a emprendedores… Lo que tienen en común es que no son bancos pero se dedican a recoger dinero de inversores y destinarlo a múltiples proyectos, buscando una alta rentabilidad con alto riesgo en la mayoría de los casos.

Esta “banca en la sombra” surge en EEUU a finales del siglo XX, pero crece sobre todo a partir de 2008, tras la crisis financiera, a costa de la banca tradicional, que se retira parcialmente de dar crédito a las empresas, sobre todo a la economía digital. Y estos Fondos, aseguradoras, Planes de pensiones y financieras empiezan a financiar la economía, atrayendo a inversores con el reclamo de su alta rentabilidad y financiando proyectos y empresas nuevas, en las que encuentran grandes beneficios con alto riesgo. Y así, en 2014, la banca tradicional ya sólo aportaba el 50% de los créditos a las empresas y la otra mitad se financiaba con la “banca en la sombra”, multitud de Fondos y entidades nuevas que están detrás de las tecnológicas y de los nuevos sectores económicos. Y todo ello es posible porque coinciden con una década de dinero barato, con los tipos al 0%, lo que permite a la banca en la sombra “apalancarse” (crecer e invertir a crédito), crear una gran burbuja donde prestan cada vez más a cambio de pagar cada vez más con los recursos de negocios endeudados a tope. Primero en EEUU y luego en Europa y en el resto del mundo.

Y así llegamos al momento actual, en que “la banca en la sombra” acapara ya la mitad de las finanzas mundiales y tiene más activos que la banca tradicional, según el último informe (diciembre 2022) del Finantial Stability Board, un organismo creado en 2009 por el G-20: manejan 239,3 billones de dólares, el 49,2% de las finanzas mundiales, más que la banca tradicional (manejan 182,9 millones, el 37,6% del sistema financiero mundial), los bancos centrales de los paises (44,1 billones, el 9,1%) y las instituciones financieras públicas (20,3 billones, el 4,2% del total financiero mundial). En España, “la banca en la sombra” (sobre todo Fondos de inversión, monetarios e inmobiliarios, Planes de pensiones, aseguradoras, financieras y empresas de leasing, renting y tarjetas) tiene todavía menos peso que en EEUU y Europa (51%): manejan 1,4 billones de euros, el 25,5% del sistema financiero, todavía la mitad que la banca tradicional (2,9 billones, 52,7% del total).

¿Cómo ha crecido este monstruo financiero de “la banca en la sombra” en poco más de dos décadas? Pues a golpe de deuda, de endeudarse para invertir y crecer, aprovechando que el dinero no tenía coste: los tipos de interés han estado al 0% entre 2008 y 2015 y aunque luego subieron algo, volvieron al 0% entre 2020 y principios de 2022. Estos Fondos y entidades de la banca en la sombra se endeudaban y atraían inversores que buscaban alta rentabilidad, a los que aseguraban altos intereses invirtiendo en deuda pública, nuevas empresas y comprando empresas en crisis que troceaban y vendían (Fondos “buitre”). Y operando en corto en Bolsa (comprando valores a crédito para luego devolverlos), contra empresas que creían sobrevaloradas, forzando su depreciación a cambio de elevadas plusvalías. Y depositaban su liquidez en la banca tradicional y en deuda pública, ayudando incluso a financiarse a los bancos tradicionales (con préstamos “repos” garantizados con deuda pública). Todas estas operaciones, con las que han atraído dinero e inversores y han multiplicado sus apuestas en deuda, empresas y bancos, tienen otra característica común: no cumplían reglas ni normas. La “banca en la sombra” no tiene una regulación estricta, como la banca, y sus operaciones pueden ser tan arriesgadas como quieran. Eso sí, a cambio no hay ningún Fondo de Garantías que asegure las inversiones.

El problema de “la banca en la sombra” se vio venir en 2022, cuando empezaron a subir los tipos de interés y encima de forma rápida: la Reserva Federal de EEUU los empezó a subir en marzo de 2022 y después los ha aumentado 10 veces, del 0% al 5,25% actual. Y el BCE, desde julio de 2022, los ha subido otras 8 veces, del 0% al 4% actual, lo mismo que el Banco de Inglaterra (11 subidas, desde el 0 al 4,50%) y el resto de bancos centrales. Todas las entidades de la “banca en la sombra” se encontraron con el pie cambiado: ahora ya no se podían endeudar sin freno y sus activos valían menos. La deuda pública que habían comprado vale menos (al subir los tipos, se revaloriza la deuda nueva pero se deprecia la antigua), con lo que incurrían en pérdidas contables si la tenían que vender antes del vencimiento, porque sus inversores les exigían liquidez. Y ya no podían asegurar altas rentabilidades en negocios especulativos, sobre todo cuando los bonos del Tesoro dan más del 3%.

Un ejemplo de esta difícil situación de la banca en la sombra se dio en Reino Unido, en octubre de 2022, después de que la primera ministra Liz Truss aprobara un descabellado Plan fiscal, que provocó “turbulencias financieras”. Básicamente, lo que sucedió fue que los británicos que tenían Fondos de pensiones se asustaron y pidieron liquidez a sus gestoras, que se vieron obligadas a vender deuda pública (manejan 2,3 billones de euros, la mitad colocados en deuda pública). Y tuvo que intervenir el Banco de Inglaterra, invirtiendo 73.000 millones en compra de deuda británica. Era un aviso: si los inversores de “la banca en la sombra” se ponían nerviosos, los Fondos, Planes, financieras, aseguradoras y entidades se verían obligados a vender para reintegrarles su dinero, a costa de enormes pérdidas y un riesgo de pánico financiero. Es lo que pasó en EEUU, en marzo de 2023, con la crisis de Silicon Valley y otros pequeños bancos regionales: los inversores se pusieron nerviosos y los bancos no aguantaron.

El riesgo de que “la banca en la sombra” estalle con la subida de los tipos de interés (que devalúa su deuda y sus activos, encareciendo su alto endeudamiento) ha sido advertido en muchas ocasiones por el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS), una especie de Banco Central de los Bancos Centrales del mundo (Reserva Federal, BCE, Banco de Inglaterra…). En diciembre, el BIS alertaba del aumento de “la deuda en la sombra, el alto endeudamiento de estas entidades no bancarias, que ahora les resulta mucho más costoso. Y este año, el 4 de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) lanzó “una alerta global”  sobre la banca en la sombra: “pueden provocar tensiones en la economía global”, si los inversores se lanzan a retiradas masivas de dinero. Y eso porque estas instituciones son básicas para la financiación de sectores clave de la economía, de los Gobiernos y sus políticas públicas (compra de deuda) y de la banca tradicional, a la que financian y con la que tienen múltiples lazos (depósitos, valores, deuda, créditos…).

Esta reciente “alerta” del FMI advierte de 3 riesgos de la “banca en la sombra”, que podrían desencadenar otra crisis financiera internacional, incluso más grave que la de 2008: el elevado “apalancamiento” (inversión con deuda), ahora más peligroso con los tipos altos, los desajustes en la liquidez (cuando los activos, deuda o valores, no proporcionan suficiente efectivo para cubrir los desembolsos a los inversores, como pasó en Reino Unido con los fondos de pensiones) y la elevada interconexión de estas instituciones no bancarias entre sí y con el resto del sistema financiero (banca tradicional), lo que complica el panorama global. Y el FMI plantea un dilema a los Bancos Centrales (Reserva Federal, BCE): si conviene seguir subiendo tipos, para frenar la inflación, o hay que frenar las subidas para evitar nuevas crisis financieras (como en algunos bancos USA) en la banca en la sombra. Porque aunque estas entidades no tengan un Fondo de Garantía que cubra a los inversores (como en la banca tradicional), parece claro que si estallan, los bancos Centrales tendrían que intervenir, inyectando liquidez y ayudas (que acabamos pagando todos), como pasó en 2008.

Pero ni la Reserva Federal ni el BCE se dieron por avisados y siguieron subiendo tipos, lo que agrava el riesgo de otra crisis financiera, sobre todo en “la banca en la sombra”, donde no hay apenas vigilancia ni regulación, con lo que no sabemos en realidad el alcance de la “bomba financiera” que nos puede estallar encima. Porque dentro de la banca en la sombra hay entidades muy potentes y solventes, como el Fondo BlackRock (que mueve 10 billones de dólares en todo el mundo: 7 veces el PIB español) y otros grandes Fondos multinacionales y de pensiones, pero también hay Fondos especulativos, Fondos monetarios, financieras y entidades no bancarias que podrían “estallar” y afectar a muchos sectores e inversores, desde EEUU y Europa a China y Japón, detonando una grave crisis financiera.

El temor sigue ahí y la última alerta la acaba de lanzar el propio BCE, el pasado 30 de mayo, con este artículo donde advierte del “riesgo de contagio” entre los problemas de la “banca en la sombra” y la banca tradicional europea, que podría provocar un “efecto dominó en la banca europea si la “banca en la sombra” tiene problemas. Intenta dar un paso más: no sólo advertir de los riesgos de la banca en la sombra sino de alertar que si esos “no bancos” tienen problemas, los tendrá también la banca tradicional. Y eso, argumentan, porque una gran parte de la financiación bancaria que depende de los bancos en la sombra, que tienen gran parte de sus depósitos, valores, deuda y derivados en la banca tradicional. Así que si a la banca en la sombra le va mal, porque sus inversores se ponen nerviosos y buscan liquidez, esas fugas afectarán también a los bancos tradicionales. Y a toda la economía europea, que acude a la banca en la sombra para conseguir el 14% de su financiación

El informe del BCE pone cifras al problema: los 5 mayores bancos europeos (el Santander entre ellos) concentran el 50% de los préstamos y valores de “la banca en la sombra”. Y si ampliamos el análisis a los 13 mayores bancos europeos, concentran el 80% de los préstamos de la banca en la sombra y el 80% de la financiación bancaria con “repos” (venta de activos de la banca para financiarse, recomprándolos en un plazo determinado). Y la “banca en la sombra” posee el 28% de los títulos de deuda bancaria europea, teniendo incluso un  papel clave en el mercado de deuda a corto (descuento de papel comercial).

En definitiva, que la banca tradicional europea está “estrechamente ligada” a “la banca en la sombra” (Fondos de inversión, Planes, aseguradoras, Fondos de alto riesgo, Fondos monetarios, financieras…). Y que si la otra banca estalla y entra en crisis, una parte de la banca tradicional se verá afectada y caerá con ella. Así que el BCE recomienda afrontar de una vez el grave problema de la banca en la sombra, un “monstruo” que ha crecido sin control y que amenaza ahora al sistema financiero y a la economía. En Europa y en todo el mundo. Las recetas del BCE, como antes las del FMI, son claras: vigilar y supervisar la banca en la sombra, obligarla a una mayor transparencia y a que tenga listos mecanismos de gestión de crisis, buscando una mayor coordinación y control entre paises. En definitiva, regular y vigilar “la banca en la sombra” para que no nos estalle encima.

Estas alertas, del BIS, el FMI y el BCE, están muy bien, pero el problema de fondo es ¿quién le pone el cascabel al gato? Hablamos de Fondos, Planes y financieras multinacionales, que mueven más dinero que la mayoría de paises y llevan 2 décadas operando sin control, a medio camino entre un casino y un monopolio. Y que han crecido desproporcionadamente porque se han saltado todas las reglas, bajo la única Ley del máximo beneficio. Es la economía financiera de la especulación pura y dura, al amparo del dinero barato y las ganancias supermillonarias. Ponerles ahora coto y normas, en un mundo globalizado, no va a ser nada fácil, a pasar de las alertas oficiales. Tienen demasiado tamaño y poder. Pero precisamente por eso, hay que controlarlos y regularlos. Porque pueden explotar y provocar otra grave crisis financiera. Avisados estamos.

jueves, 15 de junio de 2023

8ª subida de tipos: Europa en recesión

El BCE subirá hoy los tipos de interés, por 8ª vez en menos de un año, hasta el 4%, el tipo más alto desde 2008, tras no subirlos ayer EEUU. Pretende bajar así la inflación europea, pero ha bajado poco (del 8,6 al 6,1%) y ha sido gracias a  la rebaja del petróleo, el gas, la electricidad, no por la subida de tipos. Pero la fuerte y rápida subida de tipos ha hecho mucho daño a familias (hipotecas), empresas (créditos e inversión) y Gobiernos (encareciendo deuda). La consecuencia de este “ricino” de tipos altos es que el BCE ha llevado a Europa a la recesión: la economía de la zona euro lleva 2 trimestres cayendo (1º de 2023 y 4º de 2022), igual que Alemania, Irlanda, Estonia, Lituania y Hungría. Y la inflación europea sigue alta y no bajará al 2% hasta 2025. Por eso, el BCE anuncia otra subida de tipos en julio y que no abaratará el dinero hasta 2025. Así, con la zancadilla de los tipos altos, no salimos del estancamiento europeo.

Enrique Ortega a partir de Buzz Lightyear

La inflación mejora en todo el mundo, pero los Bancos centrales siguen con su dura política monetaria, subiendo tipos desde hace más de un año, para que baje aún más. Ayer mismo, la Reserva Federal USA hizo “una pausa” en las subidas, tras 10 aumentos de tipos desde el 16 de marzo de 2022, del 0 al 5,25%, el tipo máximo desde 2007. Pero la autoridad monetaria de EEUU anticipó que subirán los tipos otro 0,50% más este año, “porque la inflación sigue siendo muy elevada”. La próxima semana está prevista otra subida de tipos del Banco de Inglaterra, la 13ª desde diciembre de 2021, que colocaría los tipos del 0 al 4,75% en el último año y medio. Y hoy 15 de junio se reúne el Banco Central Europeo (BCE), para aprobar otra subida de tipos del +0,25%, la 8ª subida desde el 21 de julio de 2022. Con ello, el precio oficial del dinero en la zona euro subirá al 4%, el tipo más alto desde 2008. Recordemos que los tipos estuvieron en el 0% entre 2014 y 2022.

La justificación del BCE para volver a subir los tipos es que la inflación sigue demasiado alta (en mayo quedó en el 6,1%), muy alejada todavía del objetivo del 2% que defiende el BCE (y el resto de bancos centrales del mundo), aunque señalan que ha bajado tras las 7 subidas de tipos. Eso hay que matizarlo. Primero, la inflación en la zona euro sólo ha bajado del 8,6% en junio de 2022 (antes de la 1ª subida de julio) al 6,1% en mayo de 2023, según Eurostat. Mucho menos de lo que ha bajado en EEUU (del 9,1% al 4%), debido a que la economía USA sí estaba “recalentada, con una mayor demanda y empleo, por lo que la subida de tipos ha surtido el efecto clásico de “enfriar la economía” y bajar precios. Pero en Europa, la inflación no se debe al tirón de la demanda (“inflación de demanda”) sino por el aumento de costes (“inflación de oferta), por lo que la subida de tipos es menos efectiva: la clave era actuar sobre los costes, en especial la energía y las materias primas con precios disparados.

De hecho, si la inflación ha bajado algo en Europa (insisto: sólo del 8,6% al 6,1%) no ha sido por las reiteradas subidas de tipos sino porque se han moderado los precios de la energía y algunas materias primas. Veámoslo. El petróleo, que costaba 72,25 dólares el día antes de la invasión de Ucrania (24-F), llegó a subir a 129,22 dólares en marzo de 2022 y luego ha bajado hasta costar 75.46 dólares ayer, con la gasolina y el gasóleo más baratos que antes de la guerra en Ucrania. El gas, que costaba 88,89 euros/MWh antes de la invasión, saltó a 339,20 euros en marzo de 2022, para bajar drásticamente y cotizar ayer a 36.05 euros/MWh. Esa bajada ha reducido mucho el precio de la luz (junto a la excepción ibérica en España): de costar 195,85 euros/MWh el día anterior a la invasión a pagarse a 544 euros el 9 de marzo de 2022 y desplomarse a 89,72 euros/MWh ayer en el mercado mayorista, una caída clave para bajar la inflación general. Y también han bajado los precios internacionales de las materias primas y alimentos: el índice de precios de los alimentos de la FAO estaba en mayo en 124,3 puntos, un 21% por debajo del máximo histórico de marzo de 2022.

En resumen, que la inflación ha bajado en el mundo y en Europa, pero no por la drástica subida de tipos sino por la bajada de los precios de la energía, materias primas y alimentos, tras un reajuste en la demanda (menor consumo de empresas y particulares, ayudados por un invierno muy suave)), un aumento de energías renovables y, sobre todo, las medidas de diversificación de aprovisionamientos y las ayudas de los Gobiernos europeos (subsidios a los combustibles, rebajas del IVA a luz y alimentos y excepción ibérica). Y podrían  haber bajado más los precios en Europa si las autoridades de Bruselas hubieran avanzado más en la reforma del mercado eléctrico y en las energías alternativas, dos asignaturas pendientes para que la inflación no repunte este invierno.

Si la drástica y continuada subida de tipos ha sido poco eficaz en Europa, porque tenemos una inflación de costes (no de exceso de demanda), sí ha sido eficaz para llevar a Europa a otra recesión, un riesgo del que los expertos (y este Blog) llevan advirtiendo meses. Porque es lo que provoca siempre una política monetaria restrictiva: encarece el precio del dinero y reduce el consumo y la inversión, frena la actividad y la economía se debilita hasta que deja de crecer. Es lo que buscan los Bancos Centrales: “enfriar la economía” y que “entre en coma”, para paralizar la demanda y ajustar la inflación. Por eso, las anteriores subidas de tipos provocaron otras recesiones, dos en los años 80. El problema ahora es que el “ricino monetario” lleva a la recesión pero no frena drásticamente la inflación, porque las subidas no dependen de una demanda excesiva, sino de los mercados del petróleo, el gas, la luz o los alimentos, y de la persistencia de la guerra en Ucrania, problemas que no resuelve la subida de tipos.

La dura realidad es que la economía de la zona euro ha pasado de crecer un +0,6% antes de la guerra (1º trimestre 2022) e incluso después (+0,8% creció en el 2º trimestre de 2022) a caer durante los dos últimos trimestres (la definición de “recesión"): -0.1% en el 4º trimestre de 2022 y -0,1% en el 1º trimestre de 2023, según Eurostat. Y lo peor: Alemania, “la locomotora europea”, está también en recesión (-0,5% y -0,3% decreció los dos últimos trimestres), al igual que Irlanda (-0,1 y -4,6%), Estonia (-1% y -0,6%) y Lituania (-0,5% y -2,1%) en la zona euro, más Hungría fuera (-0,6% y -0,3%). Los expertos del BCE y de Bruselas hablan de “recesión técnica, para suavizar el problema, pero es una recesión sin más de la zona euro. Y contrasta con el crecimiento (débil) de EEUU en los dos últimos trimestres (+0,6% y +0,3%).

Lo peor es que esta recesión, fruto de la inútil subida de tipos del BCE, está afectando negativamente a la mayoría de los europeos, sobre todo a los más vulnerables. La reiterada subida de tipos ha encarecido drásticamente las hipotecas de 4 millones de familias españolas, que ven como el Euribor roza el 4%, cuando era negativo hasta marzo de 2022 y estaba en el +0,287% hace un año (mayo 2022). Eso supone que muchas familias llevan más de un año pagando más por su hipoteca, una subida de 250 euros al mes (más de 3.000 extras al año) los que la revisen ahora en junio. Eso está aumentando el esfuerzo que estas familias dedican a pagar su hipoteca, en perjuicio de su nivel de vida: la media de hipotecados destina ahora 683,5 euros mensuales a pagar la hipoteca, el 32,3% de sus ingresos. Y varias regiones y capitales superan esa media.

Además, los bancos llevan meses encareciendo sus hipotecas a los que quieren comprar  una vivienda, con unos tipos medios del 3,683% en abril, frente al 1,38% que cobraban de media en 2021, antes de la subida de tipos. Y también los bancos han restringido la concesión de hipotecas, dado que ahora se llevan un mayor porcentaje de los ingresos de las familias. Y si los jóvenes y nuevas familias tienen más difícil conseguir una hipoteca, en vez de comprar un piso (las ventas llevan 3 meses cayendo)  intentarán alquilarlo, lo que está disparando aún más los precios de los alquileres. Y si los españoles tienen que pedir un crédito personal, para comprar un coche o hacer un viaje, los tipos también han subido drásticamente: del 6,27% en febrero de 2022 al 8,07% en abril de 2023, según el Banco de España.

Junto a las familias, las empresas también llevan casi un año sufriendo la subida de tipos del BCE. El tipo medio de los créditos de menos de 250.000 euros (a pymes) ha subido del 1,70% (febrero 2022) al 4,53% (abril 2023), los créditos de 250.000 euros a 1 millón han más que triplicado su coste (del 1,35 al 4,31% en abril 2023) y los créditos superiores al millón de euros (para grandes empresas) han cuadruplicado con creces su coste, del 0,83% (febrero 2022) al 4,18% (abril 2023), según el Banco de España. Además de pagar más por financiarse, las empresas también tienen ahora más difícil conseguir créditos.

Y si miramos a los paises, los Gobiernos también tienen más dificultades para colocar su deuda pública, que en el caso de España es muy elevada (1,53 billones en marzo 2023): ahora hay que pagar más a los inversores por la subida de tipos del BCE. Así, el tipo del bono español a 10 años ha subido del 0,76% (febrero 2022) al 3,657% (diciembre 2022) y al 3,408% ayer. Con ello, habrá que destinar este año más dinero del Presupuesto para pagar esta deuda (estaban previstos 31.275 millones en 2023) y menos a gastos sociales.

En resumen, que familias, empresas y las cuentas públicas son los perjudicados por estas “dolorosas” subidas de tipos, que apenas bajan la inflación. Y sufre la economía en su conjunto, al entrar la zona euro en recesión, lo que perjudica a España, que aunque crece más que la mayoría de Europa (+0,4% y +0,5% en los dos últimos trimestres) sufre este estancamiento europeo en nuestras exportaciones y la llegada de turistas. Los grandes beneficiados por las reiteradas subidas de tipos del BCE son los bancos: cobran mucho más por hipotecas y créditos y pagan casi lo mismo por los depósitos. De hecho, la banca española está a la cola de Europa en  el pago por los depósitos: pagan un 1,33% de media, frente al 2,27% en la zona euro, el 2,33% en Alemania, 3,03% en Francia y 3,11% en Italia, según el BCE. Este “racaneo” de la banca a la hora de pagar los depósitos (sobre todo al pequeño ahorrador) explica, junto al mayor coste de los créditos, que la banca española tenga unos beneficios récord con la subida de tipos: los grandes bancos  han ganado 5.696 millones en el primer trimestre de 2023 (un +14% que al inicio de 2022).

Además de llevarnos a la recesión y dañar a familias, empresas y cuentas públicas, la subida de tipos tiene 2 riesgos más. Uno, que podría provocar una crisis del sector inmobiliario, al desencadenar una caída de ventas y precios que afectaría muy negativamente a los activos de fondos, inmobiliarias y empresas, desatando otra crisis financiera. Y la otra, que podría provocar una crisis de algunos bancos y, sobre todo, de la “banca en la sombra” (Fondos, Planes, aseguradoras, financieras…), que han crecido a costa de endeudarse con el dinero al 0% y que ahora se encuentran con que muchos activos valen menos (la deuda acumulada que tienen se deprecia según suben los tipos de la deuda nueva) y hay inversores que se ponen nerviosos y quieren su dinero, obligándoles a vender con pérdidas. Esto ya ha pasado, con la crisis del Silicon Valley Bank y algunos bancos regionales USA. Y por eso la Reserva Federal hizo ayer “una pausa” en su racha de subidas, para no alimentar otra crisis financiera.

Pero el BCE dice que las subidas de tipos no han  terminado, que “estamos aproximándonos a la altitud de crucero”, aunque aún no hemos llegado, en palabras de Christine Lagarde, su presidenta. Y justifican próximas subidas (quizás otra de 0,25% en julio y otra más antes de fin de año, hasta poner los tipos en el 4,50%, aún por debajo del 5,75% previsto en USA y del 5% del Banco de Inglaterra. Aunque en el BCE hay paises “halcones” (más partidarios de las subidas: Alemania, Paises Bajos, Austria, Finlandia) y otros “palomas” (Italia, Francia, España y Portugal), todo indica que llevan la batuta los que quieren seguir subiendo tipos, con su presidenta a la cabeza, quien lo dijo muy claro en el Parlamento Europeo, el 5 de junio: “las decisiones oficiales del BCE garantizarán que los tipos de interés oficiales se sitúen en niveles suficientemente restrictivos para lograr un retorno oportuno de la inflación a su objetivo a medio plazo del 2%”.

A lo claro: seguirán subiendo los tipos mientras la inflación siga alta. Su última previsión es que la inflación en la zona euro bajará del 5,4% (2023) al 3% en 2024 y que no estará en el 2% hasta el tercer trimestre de 2025. Eso se traduciría en que el BCE subirá algo más los tipos en 2023, los mantendrá en 2024 y no piensa en bajarlos hasta el otoño de 2025, mientras la Reserva Federal USA anunció ayer que los bajará antes, en 2024. De ser así, la economía europea estará estancada este año y el que viene, con un grave coste para el empleo y la inversión. Y para las familias, las empresas y los paises. Eso si los tipos altos no nos dan un susto antes, provocando una grave crisis inmobiliaria o financiera, primero en EEUU y por contagio en Europa. 

Todo por mantener la vieja política monetaria “neoliberal”, (criticada por estos dos Premios Nobel), tan inútil y peligrosa ahora como lo fueron los recortes impuestos en la década pasada. Ahora, los Gobiernos europeos (de distintas ideologías) “están en otra onda” (ayudas, no ajustes), pero el BCE sigue empeñado en aplicar su dañino “ricino” monetario. Los Gobiernos deberían reaccionar y, aunque sean “independientes”, pararles los pies: no más subidas de tipos.

jueves, 16 de marzo de 2023

¿6ª subida de tipos BCE?: peligrosa e inútil

Hoy 16 de marzo, el BCE había prometido subir los tipos de interés medio punto, al 3,5%.Pero hay dudas: podría subirlos +0,25% o nada, tras la quiebra de tres bancos USA, que ha puesto patas arriba la política monetaria. Y eso, porque las 8 subidas de tipos en EEUU y las 5 anteriores en Europa, han provocado que bancos pequeños y medianos tengan mucha deuda pública que, ahora, con la subida de tipos, vale menos. Y si necesitan liquidez, incurren en pérdidas y pueden quebrar, como le ha pasado al Silicon Valley Bank. Dilema: si suben tipos, pueden provocar una crisis financiera y si no, la inflación sigue muy elevada. La realidad es que la subida ha sido inútil en Europa (la inflación subyacente lleva 8 meses subiendo) y tiene un alto coste para familias (hipotecas), empresas (créditos) y paises (deuda), llevando a la economía a un estancamiento, que podría acabar en recesión este trimestre. Paren las subidas de tipos: son peligrosas e inútiles.

Enrique Ortega

La inflación apenas baja y los bancos centrales de EEUU y Europa persisten en su vieja receta, dolorosa e inútil: subir los tipos de interés. Primero fue el Banco de Inglaterra, que ha subido 10 veces los tipos desde diciembre de 2021, del 0 al 4% actual (febrero 2023). Luego la Reserva Federal USA, que, desde el 16 de marzo de 2022, ha subido 8 veces los tipos de interés, del 0 al 4,75% (febrero 2023), en algo menos de 1 año. Y les ha seguido, con retraso, el Banco Central Europeo (BCE), que ha aprobado 5 subidas de tipos, desde el 21 de julio de 2022), subiendo el precio oficial del dinero del 0 al 3% (febrero 2023) en 8 meses. Ha sido la subida de tipos más rápida de la historia, mayor incluso que la de los años 80 del siglo pasado, que provocó dos recesiones históricas en la economía mundial.

Hoy, 16 de febrero, le toca “mover ficha” al BCE, porque la Reserva Federal decide la próxima semana. Ya en la reunión de febrero, la presidenta del BCE adelantó que en marzo iba a subir los tipos un 0.5% (del 3 al 3,50%). Un anticipo poco habitual, con el que Lagarde quería mandar un mensaje a los mercados: la política monetaria iba a ser firme, hasta que hiciera bajar la inflación, demasiado elevada (8,5% en la zona euro). Y el BCE dio a entender que no sólo subiría los tipos en marzo, sino también en las reuniones de mayo (+0,25%), junio (+0,25%) y julio (+0,25%), con el objetivo de dejar el precio oficial del dinero este verano en el 4,25% (desde el 0% un año antes). Y avisando que, a la vista de las perspectivas de inflación (6,3% este año y 3,4% en 2024), los tipos de interés no podrán bajar en Europa hasta 2025.

Pero el BCE propone y la realidad dispone. Así, el pasado viernes quebró en California un banco mediano (el 16º mayor de EEUU), el Silicon Valley Bank, que se sumaba a la quiebra de otros dos pequeños bancos, el californiano Silvergate (miércoles) y el neoyorquino Signature Bank (quebrado también el viernes). En los tres casos, el detonante de la crisis era la agresiva política monetaria de la FED (Reserva Federal USA). El ejemplo del Silicon Valley Bank es muy sintomático: sus depósitos se habían disparado, por el exceso de liquidez de las empresas tecnológicas en los últimos años (con dinero al 0%). Y ahora, con la subida de tipos, estas empresas pedían al SVB (como las empresas de criptomonedas a los otros dos bancos quebrados), que les pagaran más por sus depósitos. Esta presión obligó al SVB a buscar liquidez (tenía un 55% de sus depósitos en bonos y deuda del Tesoro), vendiendo deuda a largo plazo (bonos). Pero para colocarla antes de la fecha de vencimiento, tenía que hacer un descuento al comprador, ya que era deuda vieja (al 1%) y ahora la deuda estaba al 3%. Así que el SVB se desprendió de 21.000 millones de dólares en bonos, con una pérdida de 1.800 millones. Y para cubrirla, anunció una ampliación de capital, que fue mal interpretada. Sus depositantes entraron en pánico, pidieron su dinero y forzaron la quiebra.

El problema es que el SVB (y el Silvergate y el Signature Bank) no son casos aislados: hay cientos de bancos medianos y pequeños, más en EEUU que en Europa (pero también), que se han dedicado estos años a comprar deuda, para buscar una mayor rentabilidad a su excesiva liquidez (los "zombis financieros").Y ahora, esa deuda vale mucho menos de lo que marcan los libros, porque los tipos han subido (y la vieja deuda baja su rentabilidad cuando la nueva sube). Si no tienen que venderla antes de tiempo, por presión de sus depositantes, no pasa nada: esperan al vencimiento y no hay pérdidas. Pero si tienen que venderla (con descuento), tendrán pérdidas. Sólo en EEUU, las autoridades estiman que las pérdidas globales de muchos bancos, por la caída del valor de los activos con vencimiento a largo plazo (deuda) ascienden a 620.000 millones de euros. Un problema que podría ser grave en bancos medianos y pequeños, que tienen un alto porcentaje de depósitos a corto invertidos en deuda a largo (dicen que en el SVB era el 55% de su dinero). Si sus clientes se ponen nerviosos y quieren el dinero ya, podría estallar otra crisis financiera.

Por eso, muchos expertos creen que la Reserva Federal USA no subirá otra vez sus tipos de interés (ahora en el 4,75%) en su próxima reunión del 21 y 22 de marzo. Y mientras, el Gobierno Biden estudia reponer los controles sobre las exigencias de liquidez e inversión de los bancos norteamericanos, que Obama aprobó en 2009, pero que Trump anuló en febrero de 2017, lo que ha permitido ahora la quiebra de estos tres bancos USA (sin apenas supervisión). La duda es que hará hoy el BCE: si no sube los tipos el +0,5%, como había prometido (o los sube un 0,25%), estará mandando una señal de preocupación por la situación de los bancos europeos. Y si los sube, para atajar la inflación, podría agravar la situación de algunos bancos medianos y pequeños (la crisis del Credit Suisse tiene otro origen: años de mala gestión), cuyos balances están perjudicados por la subida de tipos (tienen deuda antigua, a tipos bajos, y no pueden deshacerse ahora de ella, porque tendrían pérdidas). Truco o muerte.

Lo razonable sería que el BCE no subiera hoy los tipos (ni la Reserva Federal USA la próxima semana), no sólo porque podría acelerar otra crisis financiera como la de 2008 sino también porque la subida de tipos se ha demostrado inútil y dañina. Veámoslo.

Inútil porque la inflación apenas ha bajado en Europa tras las 5 subidas  de tipos anteriores. De hecho, la inflación en la zona euro estaba en el 8,6% en junio de 2022 (antes de la primera subida de julio), siguió subiendo hasta un máximo del 10,1% en noviembre (tras las subidas de julio y septiembre) y ahora está en el 8,5%, casi igual que antes de las 5 subidas de tipos. Y lo más preocupante: la inflación subyacente (sin energía ni alimentos) en la zona euro lleva 8 meses consecutivos de subidas, pasando del 3,7% en junio 2022 (antes de la 1ª subida de tipos de julio) al 5,6% de febrero 2023, según Eurostat. Así que si el BCE sube los tipos para rebajar la inflación, ha tenido poco éxito.

Y el BCE tiene poco éxito porque esta vez, la inflación sube por otras causas diferentes a las habituales, como reitera el Nobel Stiglitz. En otras ocasiones, la fuerte subida de los precios se debía a una “inflación de demanda: había un exceso de consumo e inversión, la economía estaba “recalentada” y los bancos centrales subían el tipo de interés para encarecer el dinero y “enfriar” la economía. Y funcionaba. Pero esta vez, estamos ante una “inflación de oferta”: los precios suben porque suben los costes (inflación de costes), sobre todo la energía, las materias primas y los alimentos, no tanto el consumo y la actividad. Y los tipos altos poco pueden hacer para bajar el precio del gas, la electricidad o los alimentos, así como las consecuencias de la ruptura de las cadenas de suministros o los embudos en el comercio mundial. Y menos, frenar la guerra en Ucrania, un detonante de esta inflación disparada desde el verano de 2021. Por eso, esta vez, la subida de tipos es inútil, sobre todo en Europa.

En EEUU, una parte de la alta inflación sí se debe al aumento del consumo y al pleno empleo y por eso, la subida de tipos ha sido más eficaz: la inflación ha bajado del 7,9% en febrero 2022 (antes de la primera subida) al 6,5% en febrero 2023, con 8 meses consecutivos de bajada. Y la inflación subyacente USA ha bajado del 6% en febrero 2022 al 5,5% actual.  Pero la subida de tipos en EEUU (más justificada) arrastra al BCE, porque si no sigue a los norteamericanos en la subida de tipos (hoy, antes de esta 6ª subida, el precio del dinero en Europa está en el 3%, frente al 4,75% en EEUU), los inversores seguirán dedicando su dinero a comprar deuda USA (más rentable) en vez de europea. Y además, este flujo de capitales hacia el otro lado del Atlántico debilita el euro, lo que encarece las importaciones europeas (sobre todo de energía y alimentos) y provoca “inflación importada”.

Además de inútil para bajar la inflación en Europa, las subidas de tipos del BCE son dañinas para la economía, porque al encarecer el dinero, las familias y las empresas reducen su consumo y su inversión, con lo que se reduce el crecimiento. Ya ha pasado: la alta inflación y la rápida subida de tipos han provocado que la economía europea caiga a finales de 2022: el PIB de la UE-27 se redujo un -0,1% en el 4º trimestre, con un estancamiento de la zona euro (+0% aumento PIB). Y lo peor: hay 9 paises europeos cuya economía cayó en el 4º trimestre de 2022, entre ellos Alemania (-0,4%), Italia (-0,1%), Finlandia (-0,6%), Suecia (-0,5%) o Polonia (-2,4%), según Eurostat, mientras Francia sólo creció un 0,1% y España un 0,2%. Ahora, los expertos apuestan porque la economía europea caiga más en este primer trimestre de 2023, una media del -3%, con lo que Europa entraría en recesión (2 trimestre cayendo). Lo que está claro es que las subidas de tipos del BCE no ayudan, sino que hunden más a una economía ya estancada. Algo que no pasa en EEUU, donde la economía creció un +0,7% a finales de 2022 y donde hay una situación de pleno empleo.

La subida de tipos afecta negativamente a la economía, agravando el riesgo de recesión. Pero, sobre todo, perjudica a familias, empresas y Gobiernos. A las familias, porque las 5 subidas de tipos anteriores del BCE ya han disparado el coste de las hipotecas y créditos. El Euribor, el tipo al que se prestan los bancos entre sí y que marca la revisión de las hipotecas, se ha disparado: ha pasado de estar 6 años en negativo (desde 2016) a subir desde abril de 2022 (+0,013), disparándose en los últimos meses hasta rozar el 4% el viernes pasado, aunque ahora baje algo (3,662% ayer), por el temor a una crisis financiera. Pero aún así, el Euribor medio de marzo está en el 3,824% y eso significa que (como en marzo de 2022 era del -0,222%) la próxima revisión de una hipoteca media (180.000 euros a 25 años, contratada al Euribor más 1%) supondrá subir la cuota mensual unos 376 euros (de 659 a 1035 euros, un aumento del de +57%...). Y también han subido los créditos personales, para pagar un electrodoméstico o un viaje: del 6,59% en junio al 7,67% en enero, según el Banco de España.

Las empresas, sobre todo las pymes, también han visto encarecerse sus créditos, a la vez que les resulta más difícil conseguirlo. Los tipos de los créditos inferiores a 250.000 euros han subido del 1,79% en junio al 3,87% en enero, según el Banco de España. Los de 250.000 a 1 millón han subido del 1,53 al 3,63%. Y los créditos a empresas de más de 1 millón de euros han subido del 1,28% en junio pasado al 3,40% en enero de 2023. También los Gobiernos tienen más dificultades para colocar la deuda pública, que en el caso de España es muy elevada (1,5 billones): ahora tienen que pagar más intereses a los inversores. Así, el tipo del bono español a 10 años ha subido del 0,76% al 3,35% que había que pagar ayer, lo que aumentará los intereses a pagar (estaban previstos 31.275 millones en 2023).

Como se ve, muchos costes derivados de la subida de tipos. Los dirigentes del BCE ya han dicho que saben que la subida de tipos es “dolorosa”, pero que no hay otro camino para atajar la inflación y dejarla en el objetivo del 2% (para 2025…). Parece que el precio es “hundir la economía”, poner al enfermo “en coma” (recesión) para conseguir bajar los precios, a costa de frenar la recuperación y el empleo. Pero ojo, ahora, hay un coste más de esta política monetaria “trasnochada” (que no tiene en cuenta las causas de la inflación actual): provocar una nueva crisis financiera, como la de 2008-2010, que tendría mayores costes aún de los que está teniendo la alta inflación y la guerra en Ucrania. Por eso, el BCE y la Reserva Federal deberían ser prudentes y paralizar de momento la subida de tipos, instando a los Gobiernos a que tomen medidas efectivas para frenar las causas reales de la persistente inflación actual: falta de competencia y márgenes injustificados, necesidad de reformar los mercados energéticos, mal funcionamiento de las cadenas de producción y embudos en el comercio mundial. Están a tiempo de evitar males mayores, por una equivocada ortodoxia neoliberal. A ver qué pasa.

lunes, 1 de febrero de 2016

¿Otra crisis? Estancamiento y empacho de deuda


El año 2016 no ha entrado con buen pie: caídas de las Bolsas, desplome del petróleo, temor a China, fuga y depreciación de divisas, recesión en Rusia y Latinoamérica… Vuelve la inquietud a la economía mundial y los temores a una nueva crisis. Pero no se habla del problema de fondo: el exceso de deuda, de países y empresas, alimentada por un océano de dinero barato que ha “dopado” la economía desde 2008. Y ahora, cuando muchos países no crecen y las empresas venden poco, los inversores temen que no puedan devolver esta deuda, la mayoría en China y países emergentes: el que no crece no paga. La solución exige reanimar la economía mundial, para que países y empresas puedan crecer y pagar su angustiosa deuda. España, el 5º país UE con más deuda, es muy vulnerable a la inestabilidad mundial: dependemos mucho de que los mercados nos financien. Y más si seguimos sin Gobierno.
 

enrique ortega


Un fantasma recorre el mundo: el temor a una nueva crisis. O mejor, que no acabemos de salir de la larga crisis iniciada en 2008. Los síntomas son preocupantes: China crece menos, Rusia, Latinoamérica y muchos países emergentes están en recesión, el precio del petróleo  y las materias primas se desploma, el dinero huye de los países en desarrollo y sus monedas se deprecian, Japón está en recesión, Europa apenas crece y  el comercio y  la economía mundial se estancan, con poco crédito, inversión y empleo (a pesar de que hay 200 millones de parados en el mundo, 27 millones más que en 2007, según el último informe de la OIT).

El primer detonante de esta nueva crisis es China, que ha sido el motor de la economía mundial durante la recesión, aportando la mitad del crecimiento mundial. Ahora confirma que su economía ha “pinchado” y que en 2015 creció “sólo” el 6,9% en 2015, el más bajo de los últimos 25 años, alejado de los crecimientos superiores al 10% en las décadas pasadas. Ahora se plantea cambiar el modelo de crecimiento (que tire el consumo de los chinos en vez de las exportaciones), pero el mundo teme que estallen alguna de las tres “burbujas” que ha creado la economía china: la burbuja del crédito (gobiernos locales y empresas estatales tienen una deuda de 28 billones de dólares, el 280% del PIB), la burbuja inmobiliaria y la burbuja de la Bolsa (subió un 150% en el último año). Y si eso pasa, contagiaría al mundo.

El segundo gran síntoma de esta crisis es el desplome del precio del petróleo: ha llegado a caer este año por debajo de los 30 dólares barril (hoy ronda los 35 dólares) cuando en enero de 2015 valía casi 60 dólares y en 2014 costaba cuatro veces más (120 dólares por barril). La caída del petróleo es buena para los consumidores y las economías (España se ahorrará unos 15.000 millones de euros en la factura energética de 2016), pero tiene también un efecto negativo, ya que deteriora los ingresos de muchos países emergentes y empresas energéticas, cuyas cuentas se hunden. Y además, el desplome del precio del crudo es un claro síntoma de que la economía mundial está anémica: sobra petróleo porque hay poca demanda, porque la economía mundial está estancada y bombea “poca sangre” (petróleo).

Igual que el petróleo, están cayendo en picado los precios de las materias primas (el nivel más bajo en 16 años), desde el carbón, el gas o los minerales a los alimentos, también por una menor demanda mundial. Y eso hunde más a las economías de los países emergentes, muchas de las cuales viven de vender petróleo y materias primas. Además, los inversores están “huyendo” de estos países, hacia EEUU y Europa (se “fugaron” 500.000 millones de dólares de los países emergentes sólo en 2015), lo que ha depreciado sus monedas. Y como muchos están muy endeudados en dólares, y el dólar sube, van a tener que pagar más intereses ahora que encima ingresan menos. Por todo ello, Rusia y Latinoamérica están en recesión, lo mismo que Sudáfrica y muchos países de Asia, Oriente Medio y África.

La situación de China, los emergentes y el petróleo contagia también a los países ricos y a sus empresas, sobre todo a las energéticas, muchas ya en apuros (petroleras y de materias primas). Como están cayendo las compras y el comercio mundial, Europa no acaba de crecer (+1,5%) y preocupa la crisis bancaria en Italia, país con 200.000 millones en créditos dudosos), Japón está en recesión (la 5ª en 7 años), Canadá, Australia y Noruega en puertas y sólo EEUU crece bastante (+2,4%) y crea empleo, con la incertidumbre electoral de noviembre. Y en este contexto, el FMI augura un bajo crecimiento mundial en 2016 (+3,4%) y habla de “prolongado estancamiento”, al que su directora general, Christine Lagarde, califica de “la nueva mediocridad”.

Con todo, no se habla apenas del problema más preocupante de la economía mundial y el que provoca la inestabilidad en las Bolsas: el exceso de deuda en el mundoLos países y las empresas ya estaban muy endeudados en 2008, cuando estalló la recesión, pero ahora lo están mucho más, porque una de las medidas contra la crisis fue inundar el mundo de dinero barato, a interés casi cero, desde EEUU a China o Brasil pasando por Europa o Japón. Las ocho grandes economías del mundo han aumentado un 73,75% su deuda pública, pasando de 20,5 billones de dólares en 2008 a 35,6 billones en 2015, sobre todo China (+227%), Reino Unido (+179%) y España (+141%). Y lo mismo o más han hecho las empresas privadas, sobre todo las de los países en desarrollo: los bancos internacionales han prestado 3,6 billones de dólares a empresas de países emergentes y los inversores extranjeros tienen una cuarta parte de sus ahorros metidos en deuda de países emergentes. De ahí sus nervios estas semanas.

Los países y las empresas tienen un “empacho” de deuda y los bancos e inversores temen que no puedan pagarles, sobre todo si entran en recesión porque a los países (Venezuela, Ecuador, Brasil, Rusia, China, México, Sudáfrica, Nigeria, Ghana...) y a las empresas se les hunden los precios del petróleo y las materias primas. Máxime si China representa más de la mitad de la deuda de los países emergentes. De hecho, la siderúrgica estatal Sinosteel  Corporation amplió en diciembre (por tercera vez) el plazo para pagar su deuda. Y no sólo preocupan las empresas de países emergentes: un tercio de los bonos de alto riesgo emitidos en EEUU están ligados a empresas energéticas occidentales, ahora en apuros para pagar estos bonos (su deuda) . Así, la caída del petróleo podría "llevarse por delante" a 400 empresas energéticas, según el presidente de BlackRock, la mayor gestora de inversiones del mundo. De momento, Repsol ha reconocido unas pérdidas de 1.200 millones en 2015 por la caída del petróleo.

El que no crece no paga. Ese es el miedo de la banca y los inversores mundiales, que temen ahora posibles impagos de países y empresas que crecen y venden menos, lo que podría hacer estallar una nueva crisis financiera, que llevaría al mundo a otra recesión. Ya en diciembre, tres Fondos de inversión de alto riesgo de EEUU suspendieron los reembolsos a sus inversores. Y si persiste el desplome de los precios del petróleo y las materias primas, podría explotar la “nueva burbuja” de bonos de alto riesgo (el mundo no aprende de 2008: la codicia es eterna), alimentados por el dinero barato y concentrados en un 80% en EEUU. Y ello contagiaría a la economía real, otra vez desde EEUU al resto del mundo.

Por todo ello, los inversores, los bancos y las Bolsas están inquietos: si el mundo no crece, ellos no cobran. Y menos si suben los tipos de interés en 2016, como se espera después que EEUU iniciara  en diciembre de 2015 el encarecimiento del dinero. Así que la mejor receta contra la actual inestabilidad mundial es reanimar las economías, poner en marcha planes de inversión pública y privada, como han planteado sin éxito el FMI y el G-20 (cumbre Turquía noviembre). Y en paralelo, poner orden en el mercado del petróleo (hay rumores de que Rusia y parte de la OPEP  podrían recortar la producción, pero están muy divididos) y renegociar la deuda de los países emergentes y sus empresas (mejor eso que no cobrar). Pero la clave está en que tomen medidas  los países que pueden y tiren del crecimiento mundial, en especial USA (va a suavizar la subida de tipos), Japón (ha aprobado tipos negativos: cobrarán por el dinero quieto en los bancos) , China (han presentado otro plan de reactivación) y Europa, un continente estancado y con mucho paro (9,5%, el doble que USA). Draghi, el presidente del BCE, preocupado por la situación, ha prometido hacer otra vez de “bombero” en marzo, comprando más deuda e inyectando más liquidez. Pero sobra dinero barato. Lo que falta es que los países europeos que pueden (Alemania) gasten e inviertan más, para “tirar” de la Europa del sur y ayudar así a reanimar la economía mundial.

Y mientras, en España, el ministro de Economía sigue presumiendo, como si no pasara nada por el mundo: “España dejará definitivamente la crisis a finales de 2016”. Y repiten sin parar que vamos a crecer este año (+2,7%) el doble que la zona euro (+1,7%). Claro, pero eso es porque también hemos caído más durante la crisis: la economía española cayó un 9% entre 2008 y 2013, el doble que la UE (-4,4%). Y ahora toca el efecto rebote, como al tirar una pelota: cuanto con más fuerza cae, con más fuerza rebota. Y tanto el ministro de Guindos como Rajoy se olvidan de tres datos muy preocupantes. Uno, que España sigue con más del doble de paro (20,9%) que Europa (9,5%). Dos, que somos el país de la UE con más déficit público (3,6% en 2016), a pesar de los dolorosos ajustes. Y tres, que somos el quinto país europeo con más deuda pública: un 100,8% del PIB (más de 1 billón de euros), sólo por detrás de Grecia (199,7%), Italia (132,2%), Portugal (124,7%) y Bélgica (107,1%). Y nuestras empresas deben otros 1,1 billones de euros (106% del PIB), una deuda que les asfixia (crisis Abengoa).

Y ahora, con la inestabilidad en los mercados y en la economía internacional, este grave problema de la deuda española (pública y privada) vuelve a primer plano. Y se traduce en que España es más vulnerable que la mayoría de países y tiene “un alto riesgo”, como acaba de alertar la Comisión Europea. Porque dependemos mucho de los inversores, de los mercados, para seguir adelante. Y si vuelven las “movidas”, nos costará más financiarnos.

Por eso, la inestabilidad de los mercados internacionales, por China, la crisis de los emergentes y el petróleo, pone más presión sobre España, amenazada ya por los nuevos recortes que exige Bruselas (13.000 millones). Y más si no tenemos Gobierno. Urge buscar uno estable y sobre todo poner en marcha una política que reactive el crecimiento, junto al resto de Europa. Porque lo que más “calma a los mercados” es ver que sus deudores crecen, que recaudan más y sus empresas venden y ganan más. Y lo que más les preocupa es el estancamiento, que los deudores no “tiren” y acaben no pagando.

Hay que empezar por forzar un acuerdo europeo para reanimar la economía del continente, con un ambicioso plan de inversiones públicas europeas (el Plan Juncker no despega y se ha quedado corto), asentado sobre el gasto en infraestructuras, tecnología, educación y medio ambiente, con mayores ingresos fiscales. Y ya en España, pactar para los próximos años un programa económico con dos patas: ingresar más (se pueden recaudar 30.000 millones más en la lucha contra el fraude fiscal y haciendo pagar más impuestos a multinacionales, grandes empresas y los más ricos) y gastar más, en inversiones necesarias (infraestructuras, reindustrialización, tecnología, educación, digitalización y medio ambiente) y en programas de formación y empleo, para reducir la tasa de paro a niveles europeos (9,5%).

Sólo así se puede crecer más, recaudar más (bajaría el déficit) y asegurar el pago y el recorte de la deuda. Seguir como ahora, el “esperar y ver” de Rajoy y Bruselas, nos mantendría en la mediocridad  y la inestabilidad. Los mercados piden medidas y más crecimiento. Y los españoles también.
Cine: “LA GRAN APUESTA"

Vayan a ver una gran película, candidata a los Oscar : “La gran apuesta”, basada en el libro del mismo nombre de Michael Lewis, que les recomendé aquí hace ya tres  veranos. Una película que explica quién y cómo provocaron la crisis de 2008. Y cómo algunos se hicieron multimillonarios jugando (“la gran apuesta”) a que la burbuja de las hipotecas iba a estallar. Es muy instructiva: un manual sobre la codicia. Y ahora, cuando la inestabilidad vuelve a los mercados,es muy reveladora. No se la pierdan.