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lunes, 14 de diciembre de 2020

Brexit: España, uno de los paises más afectados


Por si no tuviéramos bastante con la pandemia, Boris Johnson presiona a Europa al abismo de un Brexit duro, sin acuerdo, el 1 de enero. Duro o blando, España será uno de los paises más afectados, más que Alemania, Francia o Italia, según el Banco de España. Sobre todo, los exportadores de frutas, verduras, vino, cerámica y coches de Murcia, Levante, Aragón y Galicia, el turismo de Canarias, Baleares y el Mediterráneo, más las multinacionales y bancos españoles. El escollo de la negociación es que Europa “no se fía” del gobierno británico y teme que convierta Reino Unido en un paraíso laboral, medioambiental, fiscal y sin regulación (un “Singapur en el Canal”) que haga competencia desleal al mercado único. Que aprovechen “estar fuera” para invadir el mercado europeo. Europa no puede ceder, aunque suponga empezar 2021 con aranceles y barreras que penalizan a todos. La clave es pasar página” con el Brexit de nunca acabar y que Europa salga de la pandemia y se fortalezca. UExit.


Al Reino Unido le costó 15 años ingresar en la Comunidad Económica Europea (el 1 de enero de 1973) y llevan tres años y medio intentando salir de la UE, desde el 23 de junio de 2016, cuando una estrecha mayoría de británicos (52%) votaron en referéndum a favor del Brexit. El Gobierno británico ha ido posponiendo su salida, de prórroga en prórroga, hasta que el 31 de enero de 2020 se cumplió la última fecha aprobada por Bruselas y Londres para dejar la UE. Pero el 1 de febrero, se consumó la salida política del Brexit (Reino Unido ya no tiene voz ni voto en la UE-27) pero no la salida económica: las mercancías, capitales, personas y servicios británicas siguen siendo comunitarias y se mueven libremente por el mercado único europeo hasta el 31 de diciembre de 2020, fecha límite para pactar un nuevo acuerdo comercial que establezca las futuras relaciones RU-UE27.

El problema es que Reino Unido ha ido perdiendo tiempo este año, retrasando las negociaciones con la ayuda de la pandemia, en otro intento de forzar a Bruselas a nuevas prórrogas y cesiones. Y ahora, a 17 días de la fecha límite, Boris Johnson presiona a Bruselas al abismo de un Brexit duro, en una peligrosa jugada de póker donde tiene más que perder que los 27. Pero también más que ganar, si juega de farol y sus rivales se arrugan, porque sus cartas son peores. Veamos de qué va el juego.

En principio, la futura relación comercial del Reino Unido con la Unión Europea podría seguir uno de los tres modelos que Europa tiene ya con terceros paises. Uno, el que se tiene con Noruega, Islandia o Liechtenstein: integrar al Reino Unido en un Espacio económico europeo (EEA), una zona de casi libre comercio, a cambio de aceptar los británicos la libre circulación de personas y la jurisdicción del Tribunal Europeo de Justicia, además de financiar una parte del Presupuesto europeo. La segunda opción es firmar un Acuerdo de Libre Comercio, como el que tiene la UE con Canadá o Corea del Sur, menos favorable para los británicos, porque incluye aranceles (3%) y restricciones. Y hay un tercer modelo, menos interesante: firmar un Acuerdo de Asociación, como el que tiene la UE con Ucrania.

Al Reino Unido, especialmente a Boris Johnson y sus tories euroescépticos, no les gusta un acuerdo como el de Noruega, porque huyen de “compromisos” con Europa. Buscan desde el principio un acuerdo comercial como el de Canadá, pero con más ventajas porque ellos se consideran de alguna forma “europeos” (para comerciar). Y Europa lleva doce meses diciéndoles lo mismo: cuantas más ventajas comerciales quieran sacar, más tienen que parecerse sus normas y comportamientos a las de los europeos. A lo claro: si quieren comerciar con pocas trabas con la UE-27, tienen que jugar con sus reglas en materia laboral, fiscal, medioambiental o de ayudas estatales a las empresas. Tienen que respetar "los estándares europeos". Lo contrario sería hacer competencia desleal y querer aprovecharse del mercado único.

Pero Johnson sigue empeñado en jugar de farol, tras haber “vendido” a los británicos que el Brexit va a convertir al Reino Unido en una mayor potencia económica. Su pretensión es “recuperar el viejo imperio” y convertir a las islas británicas en un gigantesco portaaviones comercial y financiero, que compita sin trabas en Europa y en el resto del mundo, gracias a unos bajos costes laborales y sociales, una mínima regulación económica y medioambiental y jugosas ayudas públicas a las empresas británicas. Su idea es convertir Reino Unido en el Singapur de Europa, dispuesto a “arrasar en el continente”, ya desde fuera de la UE. Lo que vende Johnson a los británicos es el mejor de los mundos: librarse de las reglas y obligaciones de estar en la UE, pero lanzarse sin piedad a conquistar el mercado único europeo (el mayor del mundo).

La Comisión Europea y los negociadores de Bruselas lo saben y “no se fían un pelo” de Johnson y el ala euroescéptica de los conservadores británicos. Por eso, además de firmar un acuerdo comercial que impida la competencia desleal del Reino Unido, la clave es asegurar que esas reglas de juego se cumplen en el futuro. Porque si no, podría firmarse ahora el acuerdo y luego, en unos meses o años,  el Reino Unido podría cambiar sus normas y buscar “jugar con otras reglas”. De hecho, ya lo ha intentado hace unas semanas, enviando al Parlamento una Ley del Mercado Interior que permitía al Gobierno británico fijar unilateralmente los trámites aduaneros que han de hacer las empresas británicas para exportar a Irlanda del norte o las subvenciones que reciben, aspectos que violan el acuerdo de salida del Brexit. Al final, Johnson ha corregido a principios de diciembre esa Ley, como “gesto de buena voluntad”, pero en Bruselas no se fían.

Por eso, lo que se está negociando contra reloj no son peliagudas cuestiones comerciales, sino algo muy simple: “que se respeten las reglas de juego” (en inglés, “level-playing field”: terreno de juego igualado”). Poner por escrito las reglas, bien claritas, y el compromiso de Reino Unido de que no se van a cambiar en el futuro. Y la segunda cuestión, el sistema de gobernanza del acuerdo, o sea, cómo se dirimen legalmente las diferencias y qué mecanismos vinculantes se arbitran para solucionar las posibles controversias. Y aquí, Reino Unido se resiste a incluir clausulas de no regresión frente a lo pactado. El “tahúr” Johnson se resiste a fijar reglas y pretende poder jugar de farol sabiendo que sus cartas son peores. Y entre tanto, para despistar y cubrirse ante sus electores del norte, incluye como tercer tema de negociación la pesca, cuántas capturas podrán hacer la UE en aguas británicas (y viceversa). Pero la cuestión de fondo de la negociación es política: fiarse o no de Johnson.

Todos prefieren un Brexit blando a una falta de acuerdo y un Brexit duro el 1 de enero de 2020. Quien tiene más que perder es Reino Unido, porque depende más de la UE-27 que al revés: el 43% de las exportaciones británicas van a la UE (330.000 millones), mientras las islas británicas sólo representan el 18% de las exportaciones comunitarias (440.000 millones) y la mayoría de los países europeos tienen superávit con Reino Unido. Pero Johnson ha ido muy lejos en sus promesas a los británicos y lo más probable es que siga con su farol y presione más y más a Bruselas, buscando nuevas prórrogas y concesiones. Y la UE tampoco quiere un Brexit duro, porque se vería aún más resentida su economía en plena pandemia.

Si no hay más prórrogas y el 1 de enero llega un Brexit duro, eso significa que las relaciones comerciales entre la UE y el Reino Unido se fijarán de acuerdo a las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que establece aranceles (una media del 6% de impuestos a los productos importados, que puede llegar al 10% en automóviles y más en servicios) y barreras comerciales en la relación de “nación más favorecida” (la UE y RU). A corto plazo, se produciría un caos en las aduanas, para controlar el tráfico de personas y mercancías (sólo en Dover cruzan más de 10.000 camiones al día). Y se frenarían inversiones y operaciones. 

Para evitar lo peor, la Comisión Europea ha aprobado “un Plan de contingencia”, que permitirá prorrogar 6 meses los vuelos y viajes de pasajeros y mercancías. Pero falta que lo acepte y comparta el Reino Unido, cuyo Gobierno ya ha ordenado a la Marina Real que se prepare para interceptar barcos pesqueros de la UE en aguas británicas a partir del 31 de diciembre. Y ha pedido a los supermercados británicos que hagan acopio de alimentos por si acaso (el 25% vienen de la UE).Suena a que habrá un Brexit duro y conflictivo, aunque ayer domingo se han dado "un tiempo extra" para negociar antes de fin de año.

Quien más tiene que perder con un Brexit duro es el Reino Unido: su PIB caería un -3% en 2022, según un estudio reciente del Banco de España, mientras la UE perdería un -0,4% del PIB  (la Comisión aumenta esta bajada al -0,75% en 2022), tanto por el efecto negativo sobre el comercio (aranceles y barreras) como por el freno a inversiones y actividad económica. En el caso de un Brexit blando (un acuerdo como el de la UE y Canadá), la pérdida sería mucho menor, tanto para Reino Unido (-1,5% del PIB en 2022) como para la UE (-0,1%).

Sea un Brexit duro o blando, todos perderemos, los que más los británicos (su propia Oficina Presupuestaria espera una caída del PIB del -4%). Pero también España sufrirá bastante el Brexit: seremos el 7º país europeo más afectado, tras Luxemburgo, Irlanda, Holanda, Chipre, Suiza y Malta, según un estudio de S&P. Y seremos el país más afectado entre los grandes, más que Alemania, Francia o Italia, según confirma el estudio publicado por el Banco de España. Y eso porque somos uno de los paises europeos que tienen más relación comercial, turística e inversora con Reino Unido. De hecho, la relación económica de España con Reino Unido supone el 3,4% del PIB español, por encima de la relación con Alemania (3,2% de su PIB), Francia (2,8%) o Italia (1,95%), aunque por debajo del peso que tiene su relación con la UE-27 (3,95% de su PIB), según el Banco de España.

El mayor impacto se dará en el comercio (supone el 1,6% de nuestro PIB): Reino Unido es el 5º mayor cliente comercial de España (tras Francia, Alemania, Italia y Portugal) y les vendimos por valor de 19.666 millones de euros en 2019 y comprado por 11.808 millones, con lo que tuvimos un superávit comercial de +11.808 millones de euros. Este año 2020, con la pandemia y la amenaza del Brexit, el comercio con Reino Unido ha caído drásticamente, pero sigue siendo nuestro 5º mayor cliente: les exportamos por 12.040 millones y les compramos por 6.722 millones, hasta septiembre, con lo que el superávit es de +5.318 millones. Las principales ventas españolas al Reino Unido son alimentos, coches, bebidas y tabaco, ropa, cerámica, fertilizantes y bienes industriales intermedios.

El 2º mayor impacto del Brexit se dará en el turismo (supone el 1,2% de nuestro PIB): Reino Unido es el país que nos aporta más turistas, 18 millones en 2019 (un 21,5% del total), que han bajado drásticamente este año 2020, por la pandemia, a 2,97 millones de turistas británicos llegados hasta octubre (el 16,67% del total), según el INE. Y son también los turistas que aportan más gasto, un 19,4% del gasto turístico total en 2019 (17,834 millones se gastaron) y otro 15,7% del total este año (donde el gasto turístico de los británicos, como el de los demás, se ha desplomado hasta octubre: a 2.915 millones de euros, según el INE). Y no olvidemos que los británicos son los extranjeros que más compran viviendas en España: 8.750 en 2019, el 2% de todas las viviendas vendidas.

El tercer mayor impacto del Brexit se dará en los servicios (suponen un 0,6% del PIB), sobre todo en las exportaciones de servicios de telecomunicaciones y servicios financieros, derivados de la fuerte presencia en Reino Unido de las multinacionales españolas (desde Telefónica al Banco Santander o Ferrovial), que se verán bastante afectadas por el Brexit. Y queda por ver el impacto del Brexit en las inversiones españolas en Reino Unido, que rondan los 81.000 millones de euros (el 17,2% de toda nuestra inversión exterior). De hecho, el Reino Unido es el 2º mayor destino de las inversiones españolas en el extranjero, solo por detrás de las hechas en EEUU. En las islas han invertido mucho Telefónica (20.000 millones), Santander (15.000), Iberdrola (12.000), Ferrovial (6.000), Iberia/IAG (5.000), Cellnex (2.500), Banco Sabadell (2.000), FCC (2.000), Aena (300) o Inditex (100 tiendas), multinacionales españolas que se juegan una parte de sus ventas y beneficios en el mercado británico.

Todo esto está en juego con el Brexit, desde las exportaciones y el turismo a las finanzas, los servicios, las inversiones o la pesca. El impacto será mayor o menor según sea el acuerdo o desacuerdo, pero en cualquier caso, afectará mucho a España, especialmente a algunos sectores (agroalimentario y  automóvil, sobre todo) y regiones, según el estudio del Banco de España: el mayor impacto comercial lo sufrirán Murcia, la Comunidad Valenciana, Galicia y Aragón. Y el mayor impacto turístico e inmobiliario lo sentirán Canarias, Baleares y Levante. Regiones también muy afectadas por la recesión de la pandemia.    

Quedan unas semanas de infarto y unos años complicados, donde la UE y el Reino Unido tendrán que ajustar su relación, algo complicado y negativo en cualquier caso, porque  Europa pierde su 2ª mayor economía (15% del PIB de la UE y 13% de su población) y el Reino Unido su libre acceso al mayor mercado del mundo. Pero hay que seguir adelante, sin ceder a chantajes porque en esta partida Europa tiene las mejores cartas. Y además, la Unión Europea debe pasar cuanto antes la página del Brexit, que la ha desgastado durante tres años y medio. Hay que mirar hacia adelante y volcar todos los recursos en la reconstrucción de Europa tras la pandemia, reforzando internamente la Unión y avanzando en los Estados Unidos de Europa, consolidando un bloque económico, político  y social que afronte la dura competencia de China, EEUU y los paises emergentes en este siglo XXI. Y mientras, los británicos “se cocerán a fuego lento”, sufriendo día a día el enorme error del Brexit. Y en una generación (quizás ya con Escocia independiente), volverán a llamar a las puertas de la UE. Pero mientras, necesitamos consolidar una Europa más fuerte, más unida y más solidaria. Vayamos a ello, sin que nos desgaste más el Brexit. UExit.

lunes, 30 de julio de 2018

Verano 2018: muchos turistas y más españoles


Esta semana, media España se coge vacaciones y nos encontraremos con muchos turistas extranjeros (600.000 más que el verano pasado) pero, sobre todo, con más españoles, que cubrirán la caída de británicos y alemanes, que han vuelto a Turquía, Egipto y Grecia. Será otro verano récord, con más de 30 millones de turistas extranjeros, que empiezan a gastar más, porque vienen de más lejos (USA, Latinoamérica y China). Y los precios turísticos no han subido tanto como el verano pasado, aunque sí los billetes de avión y los carburantes. Con todo, hay zonas de costa colapsadas de turistas y el sector pide más control de los apartamentos particulares, que disparan la “turismofobia” en Cataluña, Baleares y Levante. Habría que apostar por repartir más las vacaciones y desconcentrar el turismo de las zonas saturadas, mientras se mejora y se digitaliza la oferta y se consigue un empleo turístico decente. Hay que hacer un Plan a 20 años para reconvertir el turismo y hacerlo más sostenible.

enrique ortega

La mayoría de España comienza esta semana sus vacaciones, pero no todos pueden cogerse unos días y escapar de la rutina diaria: una de cada tres familias españolas (el 34,4%) no puede permitirse coger una semana de vacaciones al año fuera de casa, según la última Encuesta de Condiciones de Vida 2018, del INE. Son 15.800.000 españoles sin vacaciones, aunque la cifra ha bajado en los últimos años (en 2013, el peor año de la crisis, el 48% de los españoles no tomaron vacaciones, según el INE). La mayoría son menores de 29 años (el 39,7%) y mayores de 65 (otro 36,8%), sobre todo personas con baja formación (52,7%), parados (61,1% no cogen vacaciones), madres solteras con niños (47,7% no salen) y personas con bajos ingresos (dos tercios de los que ganan menos de 6.500 euros anuales y más de la mitad de los que ganan entre 12.000 y 15.600 euros), según el INE.

La España que sí va de vacaciones, los 30 millones de españoles restantes, tampoco salen fuera un mes entero, sino que se van de vacaciones unos días o una semana: el 12% menos de una semana, un 50% entre 7 y 12 días, un 18% entre 13 y 15 días y sólo un 19% se coge más de 15 días, según la encuesta realizada este año por Observatur. La mayoría de españoles se coge vacaciones en agosto (40%) y menos son los que eligen julio (23%) o septiembre (15%). Y dos tercios se quedan en España (64%), sobre todo en la playa (37%), más en un hotel (43%) que en un apartamento propio (28%) o alquilado (18%), al que llegan sobre todo en coche (53%), aunque también en avión (34%), tren (5%) y autobús (3%). Y gastarán 719 euros por persona de media estas vacaciones, aunque la mitad gastarán 1.000 euros y sólo el 10% gastarán más de 3.000 euros, según Observatur.

Este verano, los españoles que salgan de vacaciones se encontrarán con más extranjeros que el año pasado, aunque habrá menos británicos y alemanes, sobre todo en Levante, Cataluña, Baleares y Canarias. Ya entre enero y mayo, España ha perdido 140.000 turistas británicos (respecto a 2017), 95.000 alemanes y 67.000 suizos, mientras aumentaban las llegadas de todos los demás, sobre todo de Norteamérica (+10,8%) y Latinoamérica (+12,4%), según FRONTUR. Pero, a pesar de este “pinchazo” de británicos y alemanes, que vuelven este año a Turquía, Egipto, Grecia y Túnez, este será otro verano récord: se esperan 30,4 millones de turistas extranjeros entre julio y septiembre, un 2,1% más que el verano pasado, que ya fue récord histórico (29,8 millones), según las previsiones del nuevo Gobierno. Y lo más importante: se gastarán 34.000 millones de euros, un 4,1% más que el verano pasado.

En definitiva, que encontraremos más turistas extranjeros por todos lados, pero no será la “avalancha” de los dos últimos veranos: vendrán 600.000 extranjeros más este verano, la cuarta parte de aumento que el verano pasado (+2,2 millones de turistas extranjeros) y que el de 2016 (+2,4 millones de turistas extranjeros). Esta ralentización en la llegada de turistas se debe a dos factores básicos, según la patronal Exceltur: el menor crecimiento en Europa y el Brexit (que afecta a una menor llegada de británicos y alemanes, junto a un pequeño aumento de franceses e italianos) y, sobre todo, al “trasvase de turistas” a países competidores del Mediterráneo, en especial a Turquía (ha recuperado 2,7 millones hasta mayo), Egipto (+ 1,2 millones), Túnez y Grecia, países con precios turísticos más bajos que España. Tampoco ha ayudado la subida del petróleo (que encarece los billetes de avión y casi todo), la amenaza de conflictos aeroportuarios (Ryanair, Aena, controladores), la crisis del tour operador ruso NatalieTours y la quiebra de la aerolínea británica low cost Monarch, que operaba con España.

Por el contrario, el hueco de británicos, alemanes y suizos (que se notará sobre todo en Cataluña, Levante, Baleares y Canarias) lo están cubriendo los turistas más lejanos, sobre todo los que vienen de EEUU (+9,5% hasta mayo), Rusia (+12,7%), Latinoamérica (+14%) y países nórdicos (+10,8%), según FRONTUR, que además son los que más gastan: un turista USA se gasta en España 137,3 euros al día (2017), un ruso 116 euros, un latinoamericano 113 y un nórdico 106 euros, por encima de la media de todos los turistas (97,80 euros de gasto diario en 2017) y mucho más que los franceses (75,65 euros), británicos (88,61 euros), italianos (89 euros) o alemanes (97,80 euros diarios). Eso explica que el gasto medio por turista haya crecido en 2018 un 2,4%, incluso descontando la inflación (un +0,3%), algo que no pasaba en España desde 2011, según la patronal Exceltur, debido a que el aluvión turístico de los últimos 6 años se apoyó en el turismo “low cost”. Ahora, parece que empieza a mejorar la calidad del turismo extranjero, con la llegada de turistas “más lejanos”.

Otra novedad de este verano es que nos vamos a encontrar precios más altos pero no tan disparados como en 2017, debido a que agencias y hoteleros saben que tienen ahí la competencia de Turquía y otros países mediterráneos. La subida del turismo y la hostelería en el IPC es del 2% anual hasta junio (por debajo del 2,3% que sube el IPC general) y el índice de paquetes turísticos del INE sube un 3,7% anual, la tercera parte que en junio 2017 (+9,1%). Y el índice de precios hoteleros sube un 1,7%, con una tarifa media por habitación de 88,7 euros, frente a 87,3 euros en junio 2016, según los datos del INE. Lo que sí ha subido han sido las tarifas aéreas y llenar el depósito del coche: llenarlo de gasóleo cuesta 10 euros más que a finales de julio de 2017 y de gasolina 8 euros más. Y también los peajes de las autopistas: han subido este año el 1,91 % (y un 2% adicional en Galicia).

El turismo, la primera industria española (aporta el 12% del PIB) crecerá este año un 2,6%, según la estimación de Exceltur, casi la mitad que en 2017 (+4,5%) y menos que toda la economía (PIB crecerá un 2,7%), algo que no pasaba desde 2009, ocho años en que el turismo ha sido uno de los grandes motores del crecimiento español, junto a las exportaciones y el consumo. Ahora, cuando el turismo crece a otro ritmo, ha llegado el momento de replantearse su futuro, afrontando sus problemas de fondo, que han pasado desapercibidos entre tanto récord: saturación turística y protestas en algunas zonas (“turismofobia”), empleo precario y mal pagado, necesidad reconversión destinos de playa maduros, infraestructuras y servicios colapsados, escasa digitalización y excesiva concentración de la demanda y la oferta en algunas zonas y países. Sabiendo que España afronta este futuro con un dato incontestable: es el destino más competitivo del mundo, según el ranking bianual del World Economic Forum, que nos colocó en primer lugar en 2017 (y en 2015), con 5,4 puntos sobre 7, por delante de Francia, Alemania y Japón (5,3 puntos), Reino Unido (5,2 puntos) y EEUU (5,1 puntos), por infraestructuras, seguridad, sanidad, clima y patrimonio cultural, aunque no seamos la oferta más barata.

Quizás el primer problema a afrontar sea la saturación turística en algunas zonas, sobre todo en Barcelona, Baleares, Levante, San Sebastián y Madrid, provocada por un aluvión de turistas baratos (low cost) y el exceso de apartamentos turísticos, muchos ilegales, que atraen un turismo masivo, ruidoso y molesto, que provoca las protestas de los vecinos y demás turistas (“turismofobia”). Y en otras zonas, el problema de la saturación provoca problemas de falta de servicios, desde los aeropuertos colapsados a la escasez de agua, servicios sanitarios, comisarías o aparcamientos, lo que complica las vacaciones, sobre todo en agosto.

El segundo gran problema del turismo es que crea un empleo masivo pero muy precario. En junio, el turismo contaba con 2.523.715 afiliados a la Seguridad Social, un 13,3% del empleo total, de ellos 1.558.000 son empleos en la hostelería, un sector líder en precariedad laboral, según un informe de CCOO: el 35% asalariados tienen un contrato temporal (en todos los sectores, los trabajadores temporales son el 26%), porcentaje que llega casi a la mitad en Andalucía (48% hostelería con contrato temporal), Murcia (46%) y la Comunidad Valenciana (43%). Y el 31% trabajan a tiempo parcial (por horas o días), un porcentaje que ronda la mitad en Euskadi (51% del empleo), Murcia (48%), Navarra (46%) o Andalucía (39%). Y con contratos tan precarios, el sueldo es el más bajo de todos los sectores: 14.125 euros brutos al año (857 euros netos en 14 pagas), el 61% del sueldo medio de España (23,156 euros brutos anuales)  y un tercio el sueldo de la banca (42.684 euros brutos), según el INE. Y las mujeres (que ocupan en 56% de los empleos en la hostelería) aún ganan un 26% menos que los hombres: 12.608 euros brutos anuales frente a 15.907 euros los hombres.

Esta precariedad y altísima rotación en los empleos (se ha pasado de firmar 1,5 millones de contratos anuales a 4 millones) hace que muchos trabajadores del sector turístico tengan poca formación y las empresas no inviertan en ellos, para mejorar la calidad de la oferta. Máxime cuando sólo 439 empresas turísticas tienen más de 100 trabajadores (el 0,17%) y el 96,6% de las empresas tienen menos de 10 empleados (el 64,6%) o ninguno (32%), según el informe  de CCOO, lo que se traduce en dificultades para invertir en formación, planes de carrera y reconversión de la actividad turística. Urgen fusiones y empresas turísticas más grandes.

Otro gran problema del sector turístico es la necesidad de digitalizar su oferta, para ofrecerla directamente por Internet y poder competir con los grandes tour operadores, básicamente británicos y alemanes, que se quedan con la mayor parte del “pastel turístico español”, a través de los paquetes turísticos. Urge la digitalización a fondo del sector turístico, potenciando plataformas online de captación de un turismo de calidad. Y para ello, urge renovar la oferta turística, ofreciendo paquetes más atractivos, no sólo basados en “sol y playa” sino incorporando otro turismo (cultural, gastronómico, deportivo, de negocios, sanitario…), lo que obliga a reconvertir infraestructuras y servicios, algunos con 50 años de vida.

Con todo, el gran problema del turismo español es la excesiva concentración de la oferta turística, tanto por origen como por destino. En 2017, el 87% de todos los turistas extranjeros llegaron de Europa y sólo el 13% procedían de América y Asia (llegaron sólo 400.000 turistas chinos) y el resto del mundo, las zonas donde más crece el turismo y el gasto. Urge modificar la política de promoción y dedicar más recursos a vender España en esos mercados. Y en paralelo, hay que diversificar la oferta de destino, porque el 90,5% de los turistas vienen a 6 autonomías (6,52% Cataluña, 5,79% Canarias, 4,14% Andalucía, 3,31% Baleares, 3,20% Comunidad Valenciana y 2,86% Madrid), mientras las 11 restantes sólo reciben el 9,5% de los turistas extranjeros (y de sus ingresos). Repartir mejor el turismo, fuera de las playas.

La propia patronal del sector, Exceltur, cree que ha llegado la hora de apostar por otro modelo turístico, que no busque batir récords (este año, llegaremos a 83 millones de turistas) sino que busque un turismo más sostenible y rentable. Para ello piden un Plan para recuperar los destinos turísticos tradicionales (similar al Plan Litoral siglo XXI, de 2011, que no se aplicó), avanzar más rápido en la digitalización del sector, controlar el crecimiento descontrolado de los apartamentos turísticos y aumentar y mejorar el gasto en promoción turística. Mientras, CCOO pide un Pacto nacional por el turismo, que rechace la subcontratación y la precariedad y apueste por contratos justos y bien pagados, mejorando la formación y el turismo de calidad. Y el nuevo Gobierno Sánchez propone una política turística para el siglo XXI basada en una triple sostenibilidad: económica (turismo de calidad), medioambiental y territorial (repartiendo mejor entre regiones la riqueza del turismo).

Otro verano más, España está a tope, con muchos extranjeros y más españoles que el año pasado. Y al margen del triunfalismo (“otro verano y otro año récord”, nos repetirán), convendría que el sector, las autonomías y el Gobierno se sentaran de una vez para repensar el futuro del turismo, para sentar las bases del turismo del año 2030 y 2050. Planificar lo que hay que hacer y gastar para consolidar la primera industria del país, para que no “colapse de éxito”. Por un turismo sostenible y de calidad, que no nos agobie cada verano.

domingo, 24 de junio de 2012

El turismo flojea y el Gobierno racanea


Era lo único que iba bien a pesar de la crisis: las exportaciones y el turismo, gracias a los extranjeros que nos compran y nos visitan. Pero las exportaciones se han desinflado este año y el turismo también flojea: crece la tercera parte que en 2011, un año récord . El sector alerta que las reservas de este verano están flojas y perderemos dos millones de turistas, por la recesión en Europa (afecta sobre todo al turismo británico) y la recuperación de Túnez y Egipto, que en 2011 nos “prestaron” dos millones de turistas. Tampoco ayudan la subida de las tasas aeroportuarias, las nuevas tasas autonómicas, la lentitud en los visados y los recortes presupuestarios: un 30% menos en promoción y modernización turística. El Gobierno acaba de aprobar un Plan con 28 medidas para reanimar el turismo, que puede ayudar pero con muy poco dinero: 438 millones al año, sólo un euro por cada cien que ingresa el turismo en España. Tacaños.  

El turismo, la primera industria española, se recuperó en 2011, tras las caídas de 2009 y 2010: 56.694.300 turistas (+7,6%), el cuarto mejor año de nuestra historia turística, gracias a dos factores excepcionales: la Jornada de la Juventud (agosto) y, sobre todo, la crisis del Norte de África (Egipto y Túnez), que nos desvió 2 millones de turistas (la mitad de los 4 millones ganados). Además, los turistas gastaron más (en 2011 no había recesión en Europa) y hubo un récord histórico de ingresos en divisas: 43.026 millones (30.611 netos, tras descontar el gasto fuera de los españoles), más de lo que costó la factura del petróleo (43.843 millones).

Pero en 2012, el turismo va más flojo : pinchó en abril (-1,7%), con la primera caída en 13 meses, aunque mejoró en mayo (+5,8%), para crecer un 2,4% en estos cinco meses, la mitad que en ese mismo periodo de 2011. La Semana Santa fue mala, como el puente de mayo (el tiempo no ayudó) y la mayoría de empresas turísticas reconocen haber vendido menos estos meses, por dos razones. La más directa, la recuperación de los mercados del Norte de África, que están quitando reservas en Canarias, Baleares y la costa andaluza y levantina. Y la otra, la recesión en Europa, de donde proceden 9 de cada 10 turistas: afecta más a británicos y nórdicos, aunque crecen franceses, alemanes y rusos (+30% este año, tras +50% en 2011).

Para este verano, el sector augura una caída de reservas del 6% y perder 1,9 millones de turistas en la temporada alta. Su preocupación son los turistas británicos (1 de cada 4 que vinieron a España en 2011), con un país en recesión y el incentivo de los Juegos Olímpicos para no salir este verano, además de la tentación de destinos que están tirando precios: Túnez, Egipto, Turquía y los intervenidos Grecia y Portugal, urgidos de divisas. También temen por el turismo nórdico (7% turistas) e italiano (6,6%). Pero Turespaña confía en Alemania (16% turistas), Francia (15%) y mucho en Rusia: sus reservas pueden crecer un 35% y gastan un 50% más que otros países. Pero hay que agilizarles los visados (como a China y otros paises), como ha empezado a hacerse.

Con todo, los mayores nubarrones de este verano se esperan en el turismo nacional, la otra mitad del mercado: la recesión se ha agravado, hay más paro y menos ingresos. Las reservas van mal, con muchos españoles esperando ofertas de última hora y optando por el turismo más barato, 80% al margen de los hoteles: campings, apartamentos y sobre todo, casas de amigos o familiares. Esta caída del turismo español la sufrirán más la cornisa cantábrica, el interior y Andalucía.

Con el verano así, el sector cree que el turismo (PIB turístico) caerá un -0,3% en 2012, mucho menos del -1,7% que caerá toda la economía (en 2011 creció un 2,6%, cuatro veces el 0,7% del PIB general). Con ello, el empleo se estancará (ocupa a 1.958.329 personas) o caerá algo, tras subir en 2011 (+10.000 empleos). Y el paro turístico aumentó en 2012 en todas las autonomías, salvo Canarias.

El pinchazo del turismo no es sólo por la recesión europea y la recuperación del norte de África. También hay problemas internos. El primero, un doble aumento de tasas, después de que Rajoy  no cumpliera su promesa electoral (otra más) de aplicarles un IVA superreducido (bajándolo del 8 al 4 %). Por un lado, el 1 de julio suben las tasas aeroportuarias, una media del 10,2% (2,10 € por asiento), pero mucho más en los 7 grandes aeropuertos por donde entran 3 de cada 5 turistas que vienen a España: Madrid (subida tasa 50,3%, tras subir otro 24% en 2011), Barcelona (+53,6% este año y 15% el pasado), Palma, Málaga. Gran Canaria. Alicante y Tenerife sur (+12,5%). Una subida que costará 100 millones al turismo sólo  este verano y que agravará  la caída del tráfico aéreo en 2012     (-1,8% hasta abril), incluso en vuelos low cost.


Por otro, Cataluña aplicará desde el 1 de noviembre una nueva tasa turística (de 0,50 a 2,50€ por noche en campings, hoteles y cruceros) y Andalucía la está estudiando, mientras Canarias se ha librado por los pelos, aunque el 1 de julio sube el IVA canario (IGIC), aumentando para los hoteles del 5 al 7% (la puntilla para un archipiélago que teme perder 2 millones de turistas este año). Y todo el sector tiembla ante la anunciada subida del IVA.

El otro mazazo son los recortes del Presupuesto 2012 (y los de autonomías y Ayuntamientos), de los que no se libra el turismo: hay un 30% menos para promoción exterior (sólo 438 millones), un 36% menos para Turespaña y menos ayudas para modernización (-33% para el Plan Qualifica de la Costa del Sol).


Una carga de profundidad para el sector, que recibe con esperanza el Plan Nacional de Turismo , aprobado el 22 de junio, con 28 medidas para los próximos 4 años: nuevo Plan de marketing para vender la marca España, campañas para promover el turismo nacional ("Veranee en España"), planes de reconversión de destinos maduros, créditos (pocos) para renovar infraestructuras y para jóvenes emprendedores, apoyo a municipios turísticos y a la internacionalización de nuestras empresas y privatización parcial de Turespaña. Un Plan que daría más frutos si no fuera tan tacaño : 1.800 millones en cuatro años (438 millones en 2012), sólo un euro de apoyo por cada 100 € que ingresa el turismo a España. Pobre apuesta para una potencia turistica mundial.


España tiene que renovar su oferta, insistir en un turismo diversificado y de calidad, que no compita sólo por precio, y buscar nuevos mercados fuera de Europa. Con todo, la clave para el turismo español está en Bruselas, en cambiar la política de recortes y reanimar la economía europea y española: con recesión, se viaja poco y se gasta menos. Y el turismo es clave, no sólo por sus divisas, sino por el empleo, sobre todo en Canarias, Andalucía, Baleares y Comunidad Valenciana, las regiones donde tiene más peso y donde hay también más paro. Es urgente destinar más recursos (incluso europeos) para reanimar al sector. Poner los parches que haga falta para que no se desinfle.