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jueves, 7 de noviembre de 2024

DANA y Clima: muertos, pérdidas... y más CO2

Los españoles seguimos conmocionados por las inundaciones de Valencia. Levante ha sufrido decenas de riadas los últimos siglos, pero ahora son más frecuentes y extremas, por el Cambio Climático, según confirmaron expertos de la ONU tras la tragedia: el aumento de la temperatura, en el mar y en la atmósfera, acelera las lluvias torrenciales, que han dañado en septiembre y octubre media Europa. “El Mediterráneo es un bidón de gasolina”, alertan los meteorólogos. Así que España sufrirá más inundaciones, lo que obliga a mejorar el sistema de alertas, modificar la ocupación del territorio (2,7 millones viven en “zonas inundables”) y, sobre todo, reducir las emisiones que provocan estos fenómenos extremos. Pero el mundo apenas toma medidas y las emisiones de CO2 aumentaron en 2023 y 2024. El lunes comienza otra Cumbre del Clima, en Bakú, pero no se esperan avances significativos (¡menos con Trump!). Y si los paises no toman medidas más drásticas, la temperatura aumentará 3,1 grados y habrá más desastres. “Estamos jugando con fuego”, advierte la ONU.

                Dana Valencia                                             Foto: AP Photo, Alberto Saiz

La humanidad ha abierto las puertas del infierno”, declaró el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, el 20 de septiembre de 2023, en Nueva York. Lo decía tras el verano más cálido del siglo (superado en 2024), que provocó tremendos incendios en Canadá y EEUU, tornados y huracanes en el Caribe y Asia, potentes inundaciones en Grecia y Libia. Un año después, en octubre de 2024, los expertos de World Weather Atribution (WWA) han publicado un informe donde concluyen que “el Cambio Climático ha intensificado los 10 eventos meteorológicos más mortíferos registrados en el mundo  en las dos últimas décadas “, que se han cobrado 576.000 vidas, tras analizar 3 ciclones tropicales, 4 olas de calor (dos en Europa), 1 sequía y 2 inundaciones sufridas entre 2004 y 2023. “El Cambio Climático y el aumento de temperatura están haciendo nuestra vida más peligrosa”, concluyen.

Un día después, el 1 de noviembre, otro informe encargado por la Comisión Europea señalaba que “el Cambio Climático aparece como un factor clave de riesgo” y propone reforzar la preparación civil y militar de Europa ante las amenazas naturales. No en vano, un reciente estudio del Parlamento Europeo señala que las inundaciones han afectado a 5,5 millones de europeos en los últimos 30 años, causando 3.000 muertos y más de 170.000 millones de euros en daños económicos. Aunque no lo recordamos, en 2021, las graves inundaciones en Bélgica y Alemania dejaron más de 200 muertos. En 2023, nuevas inundaciones en Italia, Eslovaquia, Austria, Grecia, Italia y Francia causaron graves daños. Y entre el 12 y 15 de septiembre de 2024, la tormenta Boris provocó 24 muertos y afectó a 2 millones de personas en Centroeuropa. Y entre el 18 y 20 de octubre, el sur de Francia e Italia sufrieron las peores inundaciones en los últimos 40 años. Unos días después, el 29 de octubre, Valencia sufrió las peores inundaciones de la historia, con cientos de muertos y gravísimas pérdidas.

Europa y la cuenca mediterránea es una de las regiones del mundo más afectadas por el Cambio Climático, porque el continente se está calentando al doble de velocidad que el resto del Planeta, según los expertos. Dos días después de la tragedia de Valencia, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) emitió este comunicado, con una idea clave: que el Cambio Climático antropogénico (provocado por la acción del hombre) provoca que los fenómenos climáticos extremos “se hayan vuelto más probables y graves”, porque la atmósfera está más caliente y retiene más la humedad, propiciando lluvias más intensas.

Trombas de agua e inundaciones se han producido en el Levante español (y sur de Europa) desde hace siglos: desde la conquista de Valencia en 1238, se han producido 11 riadas catastróficas en el Turia, según señala el meteorólogo José Ángel Núñez. La más grave fue la de 1957 (81 muertos) y la última importante en septiembre de 1999, con 5 muertos, 3.500 evacuados y graves destrozos en Levante. La diferencia es que antes eran cada 70 años y ahora son más frecuentes. Eso se debe, según los expertos de la OMM,  a “la presencia de aire cálido en superficie, alimentado por el exceso de humedad del mediterráneo, más cálido, y la inestabilidad provocada por el choque con el aire frío de la atmósfera superior conduce a grandes nubes convectivas, con fuertes aguaceros e inundaciones repentinas”. Es lo que llaman DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos).

Así que el Cambio Climático, al aumentar la temperatura de la atmósfera y el mar, provoca, al chocar con el aire frío polar (que ahora llega más fácilmente al sur) que haya más inundaciones y más intensas. “El Mediterráneo actúa como un bidón de gasolina y con una DANA, el resultado es explosivo”, comentaba el meteorólogo Francisco Martín. El análisis de la OMM reitera que España y otros paises europeos deben prepararse para afrontar estos fenómenos meteorológicos extremos tomando medidas en dos frentes: mejorando los sistemas de alerta (para evitar muertes y daños) y actuando sobre la ocupación del territorio, para prevenir daños futuros en viviendas e infraestructuras. Dos temas claves que han fallado en esta DANA de Valencia y en las anteriores inundaciones.

España, como otros paises, cuenta con sistema de alerta ante inundaciones, que ha fallado parcialmente. No falló la AEMET (Agencia de Meteorología), que desde días antes anunció lluvias torrenciales y que a las 7,36 de la mañana del 29 de octubre, el día de la tragedia, activó el aviso rojo por inundaciones. No falló tampoco la Confederación Hidrográfica del Júcar, que tiene sondas en ríos y barrancos: a las 12,07 de la mañana del 29 de octubre envió un correo alertando que el barranco del Poyo superaba los tres niveles de alerta, con un caudal de 264 metros cúbicos por segundo (superando los 150 metros cúbicos del nivel 3), con tendencia “ascendente”. Y a las 18,43 de la tarde, la Confederación alerta que el caudal del Poyo está fuera de control: 1.686 metros cúbicos por segundo, rompiendo 12 minutos después los aparatos de medida, con un aluvión de 2.282 metros cúbicos/segundo (el triple del caudal del río Ebro), a las 18,55 de la tarde.

Con estas dos alertas tan evidentes, la Generalitat Valenciana trató de quitar importancia al riesgo de riada, diciendo (a las 11,48 horas) que el temporal “se iba hacia Cuenca” y esperaban “que remitiera a partir de las 18 horas”. Finalmente, a las 20,12 horas de la noche (casi 2 horas después de la alerta de riada máxima), la Generalitat lanzó una alerta a los móviles. Demasiado tarde: muchos habían muerto en casas bajas, coches y garajes o arrastrados por el sunami de los barrancos. Y cientos más estaban refugiados en tejados y pisos altos cuando recibieron la alerta. Está claro que el sistema falló, no sólo por la indecisión de la Generalitat sino por una falta de información a la población, que nunca ha hecho simulacros ante riadas, aunque las sufren periódicamente. Eso sí, sirvió de ejemplo para Andalucía y Cataluña, donde ha habido pocos muertos y menos daños: la población estaba avisada y se actuó mejor.

La otra recomendación de la ONU frente a las inundaciones es reordenar el territorio, porque el agua “tiene memoria” y cuando llueve tanto (en poco más de 3 horas llovió como en todo un año), busca los cauces de ríos y barrancos antes secos y a cuyo alrededor se han construido viviendas y viven cientos de miles de personas. En Levante y otras zonas de España, el turismo y el desarrollismo de los años 60 y 70 llevaron a construir por todos lados, incluidos viejos cauces y zonas aledañas, colonizadas por viviendas. Esto ocurrió profusamente hasta 2015, cuando la última versión de la Ley del Suelo obligó a los Ayuntamientos a elaborar “Informes de inundabilidad”, señalando como “no urbanizables” zonas con riesgo de inundación. Pero todavía hay muchos municipios y pedanías con Planes urbanísticos de hace más de 15 años, donde estas viviendas siguen en pie e incluso se hacen nuevas construcciones.

En España hay 26.773 kilómetros cuadrados (casi el 5% del territorio) catalogados como “zonas inundables (ver mapa del Ministerio de Transición Ecológica), donde viven 2,7 millones de personas, potencialmente en riesgo ante futuras riadas. Incluso la Comunidad Valenciana tiene un Plan de acción territorial de zonas inundables (PATRICOVA), que se puso en marcha en 2003 y se revisó en 2015. Pero esta cartografía regional de zonas inundables, entre las mejores de Europa, sirve de poco: las autonomías no tienen medios para vigilarlas y para hacer cumplir las normas urbanísticas. Y en muchos casos, la única opción es demoler estas viviendas, algo políticamente difícil de aplicar.

Los expertos en obras hidráulicas proponen muchas medidas que se pueden tomar para reducir los riesgos de riadas en estas zonas, como se ha hecho en Europa y en EEUU (en Nueva Orleans, a raíz del Katrina). Hay que empezar con obras en las cuencas, muy arriba de los pueblos en riesgo: reforestar zonas aledañas, canalizar ríos y construir presas de alivio, canales filtrantes y zonas inundables. Luego, en pueblos y ciudades, además de ensanchar los cauces (Turia), se pueden construir estanques de tormentas y parques fluviales, como se ha hecho en Zaragoza (al lado del Ebro), en Rotterdam o Pamplona. Y por supuesto, reordenar el urbanismo, impidiendo nuevas construcciones  en zonas inundables y derribando las viviendas próximas a barrancos, trasladando a los vecinos ”amenazados”.

Con estas dos medidas, alertas eficaces (con formación a los vecinos y “simulacros” ) y reordenación de las zonas inundables, las próximas riadas nos pillarán mucho más preparados y se reducirán las muertes y los daños, aunque para eso hay que invertir ya. Pero la clave es luchar contra el Cambio Climático, tomar medidas eficaces para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, que agravan las lluvias torrenciales y aceleran las inundaciones. Y aquí, los paises están haciendo poco, con lo que no se frena el aumento de la temperatura, que está detrás de la DANA de Valencia y otras que vendrán.

El dato es grave: las emisiones de CO2 aumentaron en 2023, según los datos publicados el 24 de octubre por el PNUMA, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente: se emitieron 57,04 Gigatoneladas de CO2 equivalente, un +1,3 que en 2022 y un +44% que a principios de siglo (39,51 Gigatoneladas año 2000). La mayor parte de estas emisiones (39,02 Gigatoneladas) son de CO2 (producido por el hombre y su uso de combustibles fósiles), otra parte (9,75 Gigatoneladas) es metano (los humanos somos responsables del 60% y el resto procede de fuentes naturales), otra parte oxido nitroso (2,56 Gigatoneladas, el 43% por culpa del hombre) y el resto son emisiones de gases fluorados (1,68 GTm) y por cambio de usos del suelo  (4,03 GTm). Y con este nivel de emisiones, el mundo bate los récords históricos de CO2 (420 partes por millón), metano y óxido nitroso.

El 68% de estos gases de efecto invernadero, responsables de la mayor parte del Cambio Climático, los genera el transporte y la producción de energía y electricidad, el 10% la industria el 18% el campo y los bosques y el 5% los residuos, según la ONU. Y los paises desarrollados del G-20 produjeron el 77% de todas las emisiones del Planeta en 2023, acumulando 6 paises más de la mitad: China (28%), USA (10,5%), India (7,26%), la UE (5,67%), Rusia (4,67%) y Brasil (2,28%). El problema, según la ONU, es que 7 miembros del G-20 no han alcanzado todavía su “pico de emisiones” y  seguirán emitiendo más para alimentar su “desarrollo”: China, India, Indonesia, México, Corea, Turquía y Arabia Saudí.

Lo peor es que este año 2024, siguen aumentando las emisiones de CO2: el 30 de septiembre, en el mundo se emitieron 95,5 millones de Tm de CO2, un +6,8% que ese mismo día de 2023, según los datos de Carbon Monitor. Y han aumentado las emisiones este año en China (+14,6%), USA (+4,7%), India (+5,6%), Europa (+6,1%), Francia (+8,8%), Alemania (+6,5%), Italia (+8,8%) y España (+13,4%). Y los expertos de la Agencia Internacional de la Energía están preocupados, porque los bajos precios del petróleo y el gas han aumentado su consumo y en general la demanda energética.

El último informe del PNUMA (ONU) , publicado el 24 de octubre, alerta al mundo sobre este aumento de las emisiones y el riesgo de más calentamiento: con las políticas actuales de los paises, la temperatura subirá +3,1 grados a finales de siglo sobre la época preindustrial, cuando en la Cumbre de París (2015) se acordó que no debía subir más de 1,5 grados (este año 2024 acabará con +1,55 grados, según Copernicus). Ahora creen que “será difícil evitar que suba 2 grados”, aunque se tomen medidas, lo que incrementará los fenómenos climáticos extremos (como la DANA de Valencia). Lo advirtió otra vez  Antonio Guterres, 5 días antes de la catástrofe de Valencia: “Existe una relación directa entre el aumento de las emisiones y los desastres climáticos cada vez más frecuentes e intensos. En todo el mundo, la gente está pagando un precio terrible. Las emisiones récord significan temperaturas récord del mar que sobrealimentan huracanes monstruosos; el calor récord está convirtiendo los bosques en un polvorín y las ciudades en saunas; las lluvias récord provocan inundaciones bíblicas. Estamos jugando con fuego…”.

Avisados estamos. Urge tomar medidas para reducir las emisiones, como volverá a plantearse del 11 al 29 de noviembre, en la Cumbre del Clima (COP 29) de  Bakú (Azerbaiyán). Se acaba el tiempo para actuar y la ONU insiste en que hay que recortar ya las emisiones (un -42% para 2030), no dejarlo para después. Los paises tienen que presentar nuevos Planes de recorte de emisiones en febrero de 2025, pero los expertos son muy pesimistas y creen que los grandes emisores retrasan los recortes, a pesar de los desastres climáticos. China sólo piensa crecer a cualquier precio. EEUU lo mismo y peor con la victoria apabullante del "negacionista" Trump. Y en Europa, paladín de la lucha contra el Cambio Climático, ha crecido el poder de la derecha y la ultraderecha (16 de los 26 Comisarios, más la presidenta), más “negacionistas”, que defienden ahora menores recortes de emisiones que las previstas inicialmente (-90% en 2040 frente a las de 1990).

En resumen, todos nos conmocionamos cuando se desata una tragedia como la DANA de Valencia o nos preocupamos por las olas de calor, huracanes, sequías e incendios, pero no somos conscientes de que las estamos provocando nosotros, los humanos, con nuestro consumo descontrolado de energías fósiles y un estilo de vida no sostenible para el medio ambiente. Pedimos cuentas a los políticos por desatender a los damnificados por la DANA  pero no les exigimos aprobar planes más drásticos para el recorte de emisiones que causan estos desastres. Recuerden: “estamos jugando con fuego”.

lunes, 23 de mayo de 2022

3 meses de guerra revolucionan Europa

Mañana se cumplen 3 meses de la invasión de Ucrania, que ha agravado la situación económica y política de Europa. Por un lado, la subida de energía y alimentos frena el consumo y la recuperación, recortando el crecimiento europeo casi a la mitad. Y por otro, la amenaza de Putin obliga a los 27 a reforzar su gasto en Defensa y acelerar las energías verdes, con un Plan de choque para independizarse del gas y el petróleo rusos a medio plazo. Entretanto, España sufre más esta alta inflación, con carburantes 40 céntimos más caros, la luz esperando a bajar en junio y los alimentos disparados, lo que afecta especialmente a las familias más pobres, mientras las empresas aumentan beneficios y los salarios apenas suben: no se reparte el coste de la guerra. Ahora, el Gobierno debate si ampliar en junio las ayudas de marzo, que benefician más a los que más tienen. Ayudas costosas, que fuerzan a más déficit o a subir impuestos. La guerra nos trastoca.

Enrique Ortega

El peor balance de estos 3 meses de guerra lo sigue teniendo Ucrania, con miles de muertos, millones de refugiados y una buena parte del país destruido (los costes superan los 500.000 millones de euros). Mientras, los europeos sufrimos la guerra en nuestros bolsillos, con la continua subida de la energía y los alimentos: en abril, la inflación media de la UE-27 volvió a subir, al 8,1%, la mayor tasa de la historia. Es el reflejo de una subida continuada del petróleo, que costaba  el viernes 111,66 dólares por barril, un 14% más caro que antes de la invasión (97,89 dólares), aunque en realidad es mucho más caro (+19,5%) porque lo pagamos en euros que se han depreciado (-6,5% desde la invasión). Y eso ha encarecido los carburantes en Europa (+13,4% la gasolina y +14,2% el gasóleo). El gas natural, clave para la factura de la luz, ha atemperado su precio (75,81 euros el viernes, frente a 88,89 el 23-F), pero se va a disparar por la exigencia rusa de cobrarlo en rublos y los Planes para contar el suministro a medio plazo. Lo peor es la subida de los alimentos y materias primas (metales), que se ve en los supermercados y en muchas industrias, mientras siguen faltando componentes de Asia.

En España, la inflación sigue más elevada que en el resto de Europa (+8,3% de subida anual, en abril, frente al +8,1% en la UE-27 y el +7.4% en la zona euro, +5,4% en  Francia, +6,3% en Italia y +7,8% en Alemania), pero ha bajado desde el máximo histórico de marzo (+9,8%), según el INE. Esta es la subida media, pero hay una serie de productos que han subido muchísimo más en el último año, según el IPC de abril: electricidad (+ 34,9%), gasóleo (+32,1%), gas natural (+19,4%), gasolina (+16,1%) y muchos alimentos (+48,4% los aceites, +21,6% los huevos, +13,7% los cereales, +12,8% las legumbres y frutas, +12,7% el pollo, +11,4% el vacuno, +10,7% el cordero, +10,2% el café…).

Lo preocupante no es sólo que suban tanto estos productos básicos sino que las subidas se han contagiado al resto de bienes y servicios que no son energía y alimentos. Es lo que se llama “inflación subyacente”, la inflación “de fondo” (sin inflación y alimentos no elaborados), que ha pasado del 2,4% en enero al 3,4% en marzo y el 4,4% en abril, según el INE. Eso indica que la mayoría de la economía ha aprovechado para subir precios, no sólo aquellos sectores y empresas a los que les ha subido la energía y los alimentos.

Esto indica que algunos han aprovechado la guerra y sus efectos para mejorar sus cuentas. De hecho, hay muchas empresas que ahora facturan más, básicamente porque han subido sus precios. Un indicador pueden ser las grandes empresas del IBEX, cuya cifra de negocio ha aumentado un 28,9% en el primer trimestre. Y aunque una parte del aumento es porque ahora venden más caro, también han aumentado sus beneficios: a cierre de marzo, las grandes empresas del IBEX habían ganado 12.896 millones de euros, un 51,5% más que en el primer trimestre de 2021, un año donde las 35 empresas del IBEX ya ganaron 58.543 millones de euros, el doble que antes de la pandemia (casi 28.000 millones en 2019). A pesar de la guerra, hay sectores (petróleo, banca, industrias básicas) que están ganando más que nunca. Y los dividendos que reparten crecieron un 86% hasta abril.

Mientras, los salarios apenas suben la cuarta parte que la inflación (+2,40% hasta abril) y lo mismo las pensiones (+2,5%), con lo que la inflación se come el poder adquisitivo de millones de españoles, sobre todo de esa 5ª parte de asalariados que ganan menos de 1.000 euros al mes. Los expertos, como CaixaBank Research y el propio Banco de España, han reiterado que “la inflación sí entiende de clases” y que las subidas actuales dañan más a las familias más vulnerables, a los que tienen menos ingresos, porque “pesan más” en su presupuesto los gastos en energía y alimentos. Así, los hogares con menos renta dedican 13% de su gasto a alimentación, frente al 10% los más ricos. Y dedican otro 33% a electricidad, gas, calefacción y vivienda, frente a sólo el 5% de sus ingresos los más ricos. Así que los efectos de la guerra de Ucrania y la inflación son desiguales y aumentará más la desigualdad.

Por eso, el Banco de España acaba de pedir, como antes hicieron la OCDE y el FMI, que los Gobiernos concedan ayudas dirigidas a los más vulnerables, no descuentos para todos (como se ha hecho con los carburantes), que son muy costosos y benefician más a los que más tienen. Y además, el Banco de España pide, como hizo el Gobierno, “un pacto de rentas”, que todo el mundo arrime el hombro: los trabajadores moderando las subidas de salarios (para no “alimentar” la inflación) y los empresarios moderando sus márgenes empresariales (y beneficios), no subiendo mucho sus precios. La realidad es que este pacto no se ha dado y que los más débiles pagan la inflación, los trabajadores no consiguen subir apenas sus salarios y casi todas las empresas han subido precios (y beneficios).

Mientras, los consumidores vemos subir sobre todo los carburantes, la luz y los alimentos. La gasolina ronda ya los 2 euros en muchas zonas y tiene un precio medio de 1,89784 euros por litro, más barata que la media UE (1,94054 euros/litro) y un +19,2% más cara que antes de la guerra, según el último Boletín petrolero europeo. El gasóleo ha bajado la última semana, con un precio medio de 1,88707, más caro que la media UE (1,8778 euros/litro) y un +27,5% más cara que el 23-F. Ambos carburantes, gasolina y gasóleo, cuestan ya 40 céntimos por litro más que antes de la invasión de Ucrania, aunque sólo 8 y 5 céntimos más que el 1 de abril, cuando entró en vigor la bonificación de 20 céntimos del Gobierno. Por cierto, que esta bonificación ha ayudado a subir el consumo de carburantes, algo en marzo (+4,15% las gasolinas) y más en abril, con la Semana Santa. Así que nos quejamos mucho de los altos precios, pero seguimos repostando como si nada.

La luz, otro “agujero” en nuestros bolsillos, nos ha dado un cierto respiro en abril, ya que el precio en el mercado mayorista bajó de los 200 euros el 8 de abril, con una media de 191,52 euros en abril  después de haber costado 283,3 euros de media en marzo. Eso ha servido para bajar el recibo medio de 143 euros (marzo) a 102,38 en abril, todavía un 46% más caro que un año antes (70 euros en abril 2021). Ahora, mayo sigue con la luz por debajo de 200 euros MWh (178,71 el sábado), menos que antes de la invasión (195,86 euros), y  bajará en junio, entre un 20 y un 30%, gracias al tope al gas autorizado por Bruselas durante un año. Y será “un seguro” importante, con recibos en torno a 80-85 euros al mes, a pesar de que el precio del gas y de la electricidad en origen se disparen si Rusia bloquea las ventas a Europa.

Estos 3 meses de guerra en Ucrania no sólo han desbaratado nuestras economías domésticas sino que han revolucionado Europa. En primer lugar, han provocado un freno a la recuperación, porque la alta inflación ha frenado el consumo de los europeos, recortando su crecimiento. Ya en el primer trimestre, la economía de la UE-27 apenas creció un +0,3%, con una caída de la economía italiana (-0,2%), un estancamiento de Francia (+0%) y un mínimo crecimiento de Alemania (+0,2%), mientras España crecía sólo un +0,3% (frente al +2,2% el trimestre anterior), según Eurostat. Y ahora, el 16 de mayo, la Comisión Europea ha recortado drásticamente sus previsiones de crecimiento para 2022: la UE-27 crecerá un +2,7% (casi la mitad del 4,3% esperado en noviembre), con un menor crecimiento aún para Alemania (+1,6%, frente al 4,6% estimado en noviembre) e Italia (+2,4%, frente al +4,3% antes) y con un +3,1% para Francia (+3,8% antes). Para España, Bruselas prevé ahora un crecimiento del +4% este año, inferior al +4,3% que espera el Gobierno (y lejos del 5,5% que nos auguraban crecer en otoño pasado, antes de la guerra).

Así que la guerra de Ucrania llevará a Europa a crecer casi la mitad de lo esperado, incluso menos (rozando la crisis), si el conflicto se alarga. Pero además, la invasión ha puesto patas arriba el modelo europeo, desde la Defensa a la energía. Por un lado, ha revitalizado la necesidad de crear un modelo de Defensa europeo, en principio apoyado en la OTAN. Y eso pasa, además de la ampliación a Suecia y Finlandia, por gastar más en Defensa, destinar una buena parte del Presupuesto europeo a alcanzar el 2% de gasto militar, cuando ahora la UE destina el 1,30% del PIB. Eso significa, a lo claro, que Europa se propone gastar 43.350 millones de euros más en Defensa en los próximos años, un dinero que habrá que sacar de algún lado (de otras inversiones y gastos o con más impuestos).  Y en paralelo, la guerra de Ucrania ha revelado la urgencia de reducir la enorme dependencia energética de Rusia: importa el 41% del gas, el 46% del carbón y el 27% del petróleo. Para romper esta peligrosa dependencia, la Comisión Europea aprobó el 18 de mayo un nuevo Pacto verde europeo (“RePower EU”, que pretende acelerar las energías renovables, buscar nuevos suministradores de energía, aumentar el ahorro energético y movilizar 300.000 millones de euros para infraestructuras que ayuden a la independencia energética de Europa.

Así que Putin ha obligado a la Unión Europea a “ponerse las pilas” con la Defensa y la Energía, dos cuestiones claves para el futuro de Europa. Pero los dirigentes europeos no acaban de afrontar otro reto de futuro imprescindible: la Europa fiscal. Si ahora “pincha” la recuperación en toda Europa, harán falta nuevas ayudas a los paises más vulnerables, sobre todo a la Europa del sur. Si con la pandemia se aprobó un paquete extraordinario de ayudas e inversiones, el “Next Generation UE” (750.000 millones entre subvenciones y créditos, 140.000 para España), ahora, con la guerra de Ucrania, urge aprobar nuevos Fondos UE para afrontar los nuevos retos (más gastos de Defensa, más gastos en reconversión energética, más ayudas sociales), ya que lo previsto de momento es "rebañar" dinero de viejas partidas, no poner dinero nuevo. Y sólo se pueden conseguir esos nuevos fondos necesarios si Europa empieza a configurar una política fiscal común, con impuestos europeos más homogéneos y más solidaridad entre norte y sur.

Mientras, en España, la guerra de Ucrania está ya frenando la recuperación, con una caída generalizada del consumo, que seguirá limitando el crecimiento, aunque el empleo parece salvarse de momento (con un nuevo récord de cotizantes en mayo). La clave va a estar en el turismo este verano (que va a depender de que no “pinchen” los bolsillos de alemanes, franceses, nórdicos y británicos) y en que tiren los Fondos Europeos, que avanzan lentamente. En cualquier caso, a finales de junio se acaban las ayudas a los carburantes y la bajada de impuestos a la luz, dos medidas muy costosas (suponen unos 9.000 millones de gasto al semestre). El Gobierno tiene un dilema: o suprime estas ayudas y las de los sectores (transporte, campo, mar, industrias) o las prorroga, sabiendo su alto coste y que benefician más a los que más tienen. No es una decisión fácil. Y más sabiendo que, si la guerra dura varios meses más, tendrá un alto coste para las arcas públicas españolas, que ya tienen un elevado déficit y una altísima deuda.

Así que España también tiene, como Europa, un importante reto fiscal: si quiere hacer frente a las nuevas necesidades, de Defensa (gastar el 2% del PIB en lugar del 0,9% actual, supone destinar 13.500 millones más al gasto militar), de independencia energética o a ayudas a las familias y sectores más vulnerables, junto a todas las necesidades en sanidad, educación, Ciencia, digitalización e infraestructuras tiene que recaudar más. Y eso pasa por hacer una reforma fiscal, homogeneizando el IVA y los beneficios fiscales (como pide el Banco de España) y haciendo que paguen más los que pagan hoy poco (grandes empresas, bancos, multinacionales y los más ricos). Ese debería ser hoy el debate y no la consigna ideológica de “bajar impuestos”. Pero el tema, como pasa en Bruselas, no se va a afrontar de cara a los Presupuestos de 2023. Y menos de cara a un año electoral. Así que seguiremos con parches, en las ayudas y en el déficit, en Europa y en España, a esperar que la guerra de Ucrania amaine y no haya otra recesión este año. Recen.

lunes, 15 de marzo de 2021

Pandemia: los riesgos de la 4ª ola


Los contagios llevan mes y medio bajando, desde el 28 de enero, pero la 3ª ola ha tocado suelo y en 5 regiones suben los contagios, aunque somos el segundo país de Europa con menos contagios (130/100.000 habitantes), tras Portugal. Ahora, el riesgo es que iniciemos una 4ª ola hasta el verano, no con otro pico alto de contagios sino con una “meseta”, entre 100 y 130 contagiados, muy por encima del objetivo de 25. Juegan a favor el aumento de la variante británica (más contagiosa), la mayor movilidad (pese a las restricciones aprobadas para Semana Santa) y el bajo nivel de vacunación: sólo 1,5 millones con dos dosis de los 27,5 millones objetivo para septiembre. Todo ello retrasa la recuperación y ha obligado a nuevas ayudas al turismo y la hostelería que llegan tarde, con 4 millones de parados y 900.000 en ERTEs. La ayuda más eficaz sería reducir drásticamente la movilidad y agilizar la vacunación, para salvar vidas y empleos.

Enrique Ortega a partir de El séptimo sello de Ingmar Bergman

Un año después de que la OMS declarara oficialmente la pandemia (11 marzo), el COVID 19 sigue contagiando por todo el mundo, a menor ritmo, aunque los contagios han subido en las últimas tres semanas por encima de los 400.000 diarios. Hoy, son ya 119.882.403 contagiados en 192 paises, según los datos de la Universidad Johns Hopkins, con el epicentro de la pandemia en América (52.775.904 contagiados) y Europa (41.039.452), seguidos de lejos por el Sudeste asiático (13.884.388 contagiados), Oriente Medio (6.860.421), África (2.948.316) y el Pacífico (1.711.455), según la OMS.  Por paises, lideran el ranking de contagios Estados Unidos (29.438.779), Brasil (11.483.370) e India (11.385.339), seguidos de Rusia (4.341.381), Reino Unido (4.271.710), Francia (4.1.31.381), Italia (3.223.142), España (3.183.704), Turquía (2.879.390), Alemania (2.578.842), Colombia (2.303.144), Argentina (2.195.722), México (2.166.290) y Polonia (1.906.632), según la Universidad Johns Hopkins.

Los muertos por la pandemia en el mundo también aumentan menos, no llegando a los  10.000 fallecidos diarios en marzo, aunque hoy son ya 2.653.951 muertos por COVID 19, según la Universidad Johns Hopkins, concentrados en América (1.268.438 muertos) y Europa (906.797 muertos), según la OMS. El ranking de muertos lo vuelve a encabezar Estados Unidos (534.889), seguido de Brasil (278.229) y México (194.710), junto a India (158.725), Reino Unido (125.753), Italia (102.141), Francia (90.583), Rusia (90.558), Alemania (73.463 y España (72.258 muertos). Somos el 14º país en mortalidad Covid por 100.000 habitantes (152), por detrás de la República Checa (213), Bélgica (196), Reino Unido (188), Italia (168), EEUU (162), Portugal (161) y México (153), entre los grandes. Y tenemos una tasa de mortalidad Covid (muertos/contagiados) del 2,3%, de las más bajas de Europa (3,2% en Italia, 3% en Reino Unido, 2,9% en Alemania y 2,3% en Francia) y del mundo (9% en México, 2,4% en Brasil, 1,8% en EEUU y 1,4% en la India), según Sanidad.

En las últimas 3 semanas han seguido bajando los contagios en toda Europa, tras las restricciones en la mayoría de paises, que se están suavizando. España ha bajado también  los contagios, aunque a un menor ritmo que antes: han descendió de 252 contagiados por 100.000 habitantes el 22 de febrero a 130,5 el viernes 12 de marzo (-47,6%), tras bajar de 900 a 252 contagiados (- 72%) entre el 27 de enero y el 22 de febrero. Con todo, somos el 2º país de Europa con menor nivel de contagios (130,5/100.000 habitantes en los últimos 14 días), tras Portugal, que ha conseguido en las últimas 3 semanas doblegar una curva de contagios que tenían disparada (de 427 contagios/100.000 habitantes el 19 de febrero, el doble que España entonces, a 105,4 el viernes 12 de marzo). Tienen más contagios Alemania (145,9 contagiados, más que los 126 del 19 de febrero), Reino Unido (130,7, menos de la mitad que hace 3 semanas), Francia (450,3: ha subido la incidencia desde los 391 de febrero) e Italia (452,9 frente a 278 hace 3 semanas), según Sanidad.

España lleva mes y media bajando los contagios, desde el 28 de enero, pero la mejoría se estanca y ya apenas baja la incidencia. Incluso el viernes subió en 5 regiones (Canarias, la Rioja, Extremadura, Navarra y Melilla) y podría hacerlo en otras más esta semana, fruto del suavizamiento general de restricciones que aprobaron la mayoría de gobiernos autonómicos hace tres semanas. Y de nuevo, la pandemia tiene un alcance muy desigual por autonomías. Todavía hay 2 regiones en “riesgo extremo” (más de 250 contagios por 100.000 habitantes), Melilla (430,12) y Ceuta (283,10). Y 4 autonomías en “riesgo alto” (de 150 a 250 contagios por 100.000 habitantes): Madrid (224,8) Asturias (177,5), País Vasco (175,7) y Cataluña (166). Otras 12 autonomías tienen una “incidencia media” (entre 50 y 150 contagios por 100.000 habitantes): Aragón (147,5), Navarra (124), Andalucía (122,5), Canarias (116,8), Castilla y León (113,7), Cantabria (96), Galicia (77,5), Castilla la Mancha (76), La Rioja (74,8), Murcia (69,7) y la Comunidad Valenciana (50,5). Y sólo hay 2 regiones con un nivel de contagios “bajo (de 25 a 50 contagios por 100.000 habitantes): Extremadura (46) y Baleares (48), según los datos de Sanidad del viernes 12.

Un 2º indicador importante son los positivos que se detectan, en las pruebas PCR (que han bajado un tercio, a 492.432 la última semana) y en los test de antígenos (291.803 semanales, un tercio menos que hace 3 semanas): la media en España ha bajado del 8% el 19 de febrero al 5,3% de positivos el viernes 12 de marzo, un nivel considerado de “riesgo bajo” (entre 4 y 7%), aunque todavía hay 4 regiones con un nivel de positivos considerado de “riesgo alto” (más del 10%), como Melilla (11,6%) o “riesgo medio” (del 7 al 10%), como Aragón (8,8), Andalucía (7,38%) y casi Madrid (6,90%), según los datos de Sanidad.

La bajada de contagios ha reducido las hospitalizaciones a la mitad: de 16.314 hospitalizaciones hace 3 semanas (19 febrero) a 8.540 el viernes 12 de marzo, aunque bajan más despacio en los últimos días. Pero los hospitales siguen muy llenos, con una tasa de ocupación de camas por enfermos COVID del  6,81%, un nivel de “riesgo medio” (5-10%). Pero el problema sigue en 3 autonomías con una tasa de ocupación de camas de “riesgo alto” (10-15%): Madrid (12,48%), Ceuta (10%) y casi Asturias (9,35%).

El 4º indicador, la ocupación de UCIs por enfermos COVID es el que más preocupa, aunque ha mejorado también mucho en las últimas 3 semanas: de 3.339 camas de UCI ocupadas el 19 de febrero se ha bajado a 2.186 camas el viernes 12, un tercio menos, el 21,64% de media, que supone un “riesgo alto” (15-25%), según los baremos de Sanidad. Pero la situación es peor en 7 autonomías que tienen sus UCIs en “riesgo extremo(+ 25% de ocupación): son Ceuta (52,94%), La Rioja (37,74%), Madrid (36,60%), Cataluña (32%), Asturias (31,2%) y Castilla y León (28,5%) y casi Aragón (25%).

Y al final están las muertes, que también se han reducido: 1.120 fallecidos en la última semana (viernes 5 al viernes 12 de marzo), frente a 1.996 muertos la semana anterior, 2.041 la anterior y 2.354 a mediados de febrero (12-19). Son menos muertos, pero todavía hay 160 fallecidos diarios. El mayor número de muertes, en las últimas tres semanas, se ha dado en Cataluña (+1.455 muertos), Madrid (+775), Comunidad Valenciana (+652), Andalucía (+308),  Castilla y León (+272), Castilla la Mancha (+189) y País Vasco (+182). Tras un año de pandemia, España acumula 72.285 muertes por COVID 19, casi la mitad causadas en residencias de ancianos (33.036 muertes), donde ha caído drásticamente la mortalidad por la vacunación. Lo más llamativo es que más de un tercio de todas las muertes son recientes: 26.748 personas han fallecido desde principios de diciembre.

Tras este balance de contagios, positivos, hospitalizados y camas UCI, los 4 indicadores que vigila Sanidad, el Ministerio resume así (ver mapas) la situación de la pandemia el 11 de marzo: hay 4 regiones en situación de “riesgo extremo”, en alerta 4 (Madrid, Cataluña, Asturias y Melilla),  4 autonomías en alerta 3 (Andalucía, Aragón, País Vasco y Ceuta), 7 regiones  en alerta 2  (Castilla la Mancha, Castilla y León, Murcia, La Rioja, Navarra, Baleares y Canarias) y 3 autonomías en alerta 1 (Extremadura, Galicia y la Comunidad Valenciana). Visto a nivel provincial, hay 8 provincias en alerta 4, la máxima (Madrid, Guadalajara, Soria, Lleida, Barcelona, Girona, Asturias y Melilla), 14 provincias en alerta 3, otras 17 provincias en alerta 2 y las 11 provincias restantes en alerta 1, en la mejor situación (Cáceres, Badajoz, Orense, Lugo, Zamora, Ávila,  Ciudad Real, Cuenca, Albacete, Castellón y Alicante).

Ahora, la mayoría de las autonomías siguen con medidas de movilidad menos restrictivas (aprobadas hace tres semanas) y casi todas han levantado los cierres perimetrales de comarcas y provincias, ampliando también los horarios y aforos en bares, restaurantes y comercios. Eso sí, Sanidad y las autonomías han acordado mantener los cierres perimetrales autonómicos este puente de San José y durante la Semana Santa, aunque Madrid está en desacuerdo y lo recurrirá ante los Tribunales. Con todo, las restricciones son menores que hace tres semanas, lo que puede explicar que la caída en la incidencia de los contagios se estanque e incluso suba en algunas regiones.

Cara a las próximas semanas, todo indica que la incidencia acumulada va a seguir alta, por encima de 100 contagios por 100.000 habitantes, con pequeñas subidas y bajadas. Entraremos en la 4ª ola, aunque más que una ola con un pico alto de contagios será “una meseta” con pequeños dientes de sierra y un nivel de contagios entre 100 y 130 contagios por 100.000 habitantes, aunque también puede volver a dispararse si se descontrola la movilidad o si se retrasan más las vacunas. Porque España tiene 3 riesgos que nos pueden llevar a esa 4ª ola de contagios o a una alta “meseta”: la movilidad, el auge de las nuevas variantes del COVID y el ritmo de vacunación.

La movilidad de los españoles está aumentando, según indican los datos de los móviles y de Google y Apple. Bajó en enero (al 55-60% de lo normal antes de la pandemia), subió en febrero y en marzo ya está por encima del 70% de la que teníamos hace algo más de un año. Y seguro que subirá más en este Puente y en Semana Santa, a pesar de las restricciones. Eso sería  preocupante, porque algunos estudios revelan que cuando la movilidad sube de ese 70%, los contagios, hospitalizaciones y muertos suben 3 semanas después. Así que podríamos tener un repunte de contagios en abril y principios de mayo.

El segundo riesgo es el aumento de las nuevas variantes del COVID 19, tanto de la variante británica como la brasileña, que son más contagiosas y más letales. De momento, hay 7 autonomías donde la variante británica supone más de la mitad de los nuevos contagios (Cataluña, Cantabria, Baleares, Asturias, Navarra, Galicia y Andalucía) , mientras se acerca en Madrid (42,7% de los casos), según los últimos datos de Sanidad, que espera que esta variante B.1.1.7 sea mayoritaria pronto en toda España. Y ya han aparecido casos (54) de la variante sudafricana y brasileña (2 casos y 3 brotes). Y podría haber más contagios con estas  variantes de los que se cree, porque España sólo secuencia el 1% de los contagios, por falta de medios, mientras la Unión Europea recomienda que se investiguen el 5%.

El tercer gran riesgo para entrar en una 4ª ola, el más importante, es el retraso en las vacunas, por retrasos en su llegada y en pincharlas. De momento, hasta el 11 de marzo se había vacunado con las dos dosis a 1.583.244 españoles, con un Plan de vacunación que ahora está centrado en los discapacitados y mayores de 80 años, para ir bajando después hasta los 60 años y acabar con los grupos de 45 a 60 años y otras personas vulnerables. Si el objetivo es vacunar al 70% de la población adulta para el 21 de septiembre, habría que vacunar a 27,55 millones de personas. Así que falta vacunar con las 2 dosis a 26 millones de españoles. Hacerlo en los 6 meses que queda, vacunando todos los días, supone 52 millones de pinchazos, 288.000 pinchazos diarios. Algo prácticamente imposible, dado que hasta ahora se han administrado 5,35 millones de dosis, una media de 57.000 diarias.

Cuanto más se retrase la vacunación, más difícil será evitar la 4ª ola y recuperar la economía, sobre todo el turismo, aunque se busque un atajo aprobando un pasaporte sanitario” para mayo (una medida que puede crear más problemas de los que solucione, sobre todo si los vacunados pueden contagiar). Este preocupante panorama sanitario ya ha provocado un aumento del paro (supera los 4 millones en España, por primera vez desde 2016) y un aumento de los trabajadores en ERTE (900.000 a finales de febrero). Y se espera que la economía caiga en el primer trimestre y siga estancada en el segundo, mientras grandes empresas han anunciado ya más de 20.000 despidos.

El retraso en la recuperación económica ha provocado que el Gobierno haya aprobado nuevas ayudas, un total de 11.000 millones (7.000 millones de ayudas directas, entre 3.000 y 200.000 euros a fondo perdido para autónomos y pymes) , especialmente dirigidos a bares, restaurantes, empresas turísticas y comercios. Llegan tarde y ahora pueden retrasarse más al dejar su concesión en manos de las autonomías, aunque vendrán bien y ayudarán a evitar cierres de empresas y despidos. Pero estas ayudas son un parche: la clave es frenar en seco los contagios y acelerar las vacunaciones. Eso sí sería efectivo para iniciar la recuperación. Pero eso exige reducir más drásticamente la movilidad, pedir a la gente que se quede en casa hasta que los contagios bajen a 25 por 100.000 habitantes. Y, en paralelo, poner todo el dinero y la presión política en conseguir más vacunas y en multiplicar el personal y los medios para pincharlas, todos los días y a todas las horas.

No hemos ganado  la batalla al coronavirus y por este camino, podemos estar 6 meses más con un alto nivel de contagios y la economía parada. Esto no se evita con más ayudas económicas ni con una movilidad “a medias”. Hay que dar un salto cualitativo en la batalla contra la pandemia: recortar drásticamente la movilidad y vacunar a tope, para poder salir del túnel antes del verano. Eso exigiría un pacto político y social, un gran acuerdo de país, que parece más imposible que nunca. Si no se hace, seguiremos muchos meses languideciendo (Sanidad no descarta prorrogar el  estado de alarma después del 9 de mayo), con contagios y muertos diarios, con empresas en coma y el paro en aumento, sin que el turismo nos salve este verano y con la economía estancada hasta el otoño (al menos). O somos más drásticos contra el virus o se perderán muchas vidas y empleos. Quédate en casa.

lunes, 22 de febrero de 2021

Pandemia: "abrir la mano"... a la 4ª ola


Los contagios llevan 25 días bajando, aunque 39 provincias superan el nivel de “riesgo extremo y España tiene más incidencia que la mayoría de Europa. Pero muchas  autonomías han aprovechado la bajada de contagios para “abrir la mano” y levantar restricciones a la hostelería, el comercio y la movilidad, mientras se mantienen en Europa, lo que atrae a Madrid a turistas franceses o alemanes que no pueden ir a un bar o restaurante desde noviembre. El riesgo de una “desescaladaprecipitada  es grave, porque estamos en un nivel alto de contagios (295 frente a 188 al final de la 2ª ola), hay un 20% de cepa británica (más contagiosa) y se retrasa la vacunación. Y pronto querrán “salvar la Semana Santa”. La OMS ha pedido mantener las restricciones y bajar más la incidencia, para reducir las camas en hospitales y UCIs y salvar vidas: 336 muertos diarios la última semana y 21.590 fallecidos desde principios de diciembre, una factura inadmisible. Quédate en casa.

Enrique Ortega

Tras cumplirse un año largo de pandemia, los contagios se están reduciendo en todo el mundo, por 5ª semana consecutiva, bajando de los 300.000 contagios diarios (la mitad que hace un mes). Con todo, son ya 111.366.034 personas contagiadas en 192 paises, según los datos de la Universidad Johns Hopkins. El epicentro de la pandemia sigue en América (49.296.115 contagiados) y Europa (37.559.336), seguidos de lejos por el sudeste asiático (13.345.590), Oriente Medio (6.181.023), África (2.789.884) y el Pacífico (1.576.330), según la OMS. Por paises, destacan los contagios en Estados Unidos (28.134.123 contagiados), India (11.005.850) y Brasil (10.168.174), seguidos de Reino Unido (4.127.574), Rusia (4.117.992), Francia (3.597.540), España (3.133.122), Italia (2.809.246), Turquía (2.638.422), Alemania (2.394.515), Colombia (2.226.262), Argentina (2.064.334), México (2.041.380) y Polonia (1.638.767).

La pandemia también ha reducido los muertos diarios, que bajan por 3ª semana consecutiva (5.007 el 21 de febrero, la tercera parte que hace un mes). Pero el balance es escalofriante: 2.466.263 muertos hasta hoy, la mayoría en América (1.171.294 fallecidos) y Europa (838.561 muertos), según la OMS. Por paises, destacan EEUU (498.897 muertos), Brasil (246.504), México (180.107), India (156.385), Reino Unido (120.810), Italia (95.718), Francia (83.5465), Rusia (81.926), Alemania (67.946) y España (67.101), según los datos de la Universidad Johns Hopkins. Somos el país nº 13 del mundo en muertos por población (142 por 100.000 habitantes), un ranking encabezado por Bélgica (190), Eslovenia (181), Reino Unido (179), República Checa (176), Italia (156), Portugal (152) y USA (158). Y también tenemos menos letalidad (2 muertos por cada 100 contagiados) que la mayoría de Europa: 3,4% en Italia, 2,9% en Reino Unido, 2,8% en Alemania o 2,4% en Francia, según Sanidad.

En las últimas 2 semanas han bajado los contagios en toda Europa, tras las restricciones impuestas en la mayoría de paises. España también ha bajado los contagios, desde el pico de la 3ª ola (899,93 contagiados/100.000 habitantes el 27 de enero) a 750,77 el 5 de febrero y los 294,72 contagiados del viernes 19. Pero seguimos siendo el 5º país europeo con la mayor tasa de contagios, muy por delante de Alemania (126 contagios/100.000 habitantes), Italia (278) e incluso Reino Unido (286) y también peor que Polonia (213), Austria (216), Bélgica (240), Irlanda (251) y Paises Bajos (283). Sólo tienen más contagios Chequia (1.043 contagios), Portugal (428), Suecia (402) y Francia (391), según Sanidad.

En España, la bajada en los contagios dura ya 25 días (empezó el jueves 28 de enero) pero es lenta (la incidencia acumulada en los últimos 14 días ha bajado de 899,9 a 294,72). Y sigue siendo muy desigual por autonomías. Todavía hay 11 regiones que superan los 250 contagios recientes por 100.000 habitantes, un nivel de “riesgo extremo”, según los baremos de Sanidad : Melilla (490), Madrid (427), Ceuta (415), Andalucía (344), País Vasco (340), Castilla y León (336), Aragón (326), Asturias (311), Comunidad Valenciana (295), Galicia (263), Cataluña (252). Otras 5 autonomías  están en situación de “riesgo alto (de 150 a 250, según Sanidad): Castilla la Mancha (240 contagios/100.000 habitantes), La Rioja (208), Navarra (190), Murcia (183) y Cantabria (182). Y sólo tenemos 3 regiones con un nivel de contagios “medio” (de 50 a 150 contagios/100.000 habitantes): Canarias (116), Baleares (136 y Extremadura (140), según los datos de Sanidad del viernes 19 de febrero.

Un 2º indicador importante es el porcentaje de positivos que se detectan con las pruebas PCR (689.780 la última semana) y los test de antígenos (489.466 semanales): la media en España ha bajado al 8%, pero hay varias regiones donde se revela un nivel de transmisión comunitaria todavía muy elevado, con riesgo “alto” (más del 10%): Comunidad Valenciana (15,63% positivos en las pruebas), Ceuta (12,90%), Aragón (12,66%), Melilla (12%), Andalucía (11,78%) y Castilla la Mancha (10%), según el último dato de Sanidad.

La bajada de contagios ha reducido también las hospitalizaciones en las últimas dos semanas (de 28.586 el viernes 5 a 16.314 el viernes 19), aunque bajan más despacio los últimos días. Pero los hospitales siguen saturados, con un 12,83% de camas ocupadas por enfermos COVID (del 10 al 15% supone un riesgo “alto”, según los baremos de Sanidad), siendo peor la situación (“riesgo extremo: más del 15% de ocupación) en Madrid (18,79%), Castilla y León (16,57%), Ceuta (16%) y Asturias (15,43%).

También ha mejorado  la ocupación de camas UCI por enfermos de COVID: había 4.795 el viernes 5 de febrero y estaba en 3.739 el viernes 19, con una tasa de ocupación media del 34,77%, un nivel de riesgo “extremo” (+ del 25%) para los baremos de Sanidad. Y lo más preocupante es que hay 13 regiones con una tasa de ocupación de UCIs por enfermos COVID que supera es 25% (riesgo extremo”), con 4 autonomías superando el 40% de ocupación: Madrid (47,47%), Castilla y León (43,59), Cataluña (41,92%), y Ceuta (41,18%). Y las 6 regiones restantes tienen un nivel de riesgo “alto” en las UCIS (ocupación del 15 al 25% por enfermos COVID). Esta alta ocupación de las sigue provocando el retraso de operaciones en la mayoría de hospitales.

Y al final están las muertes, que se han reducido aunque siguen muy altas: se ha pasado de 3.067 muertos (la semana del 29 de enero al 5 de febrero) a 3.361 muertos la siguiente (5 al 12 de febrero) y a 2.354 la última semana (12 al 19 de febrero), una media de 336 muertes diarias (+397 el viernes). El mayor aumento de muertes se ha dado en Andalucía (+537 muertos la última semana), Comunidad Valenciana (+459), Castilla la Mancha (+431), Madrid (+283), Cataluña (+258), Castilla y León (+128), Castilla la Mancha (+127), País Vasco (+93), Aragón (+94), Galicia (+91) y Murcia (+88). Tras un año de contagios, España acumula 67.101 muertes por COVID 19, la mitad de ellas causadas en residencias de ancianos (31.500 muertes). Lo más llamativo es que casi un tercio de todas las muertes son recientes: 21.590 personas han fallecido desde principios de diciembre.  

Tras este balance detallado de contagios, positivos, hospitalizados y camas UCI, los 4 indicadores que vigila Sanidad, el Ministerio resume así (ver mapas) la situación de la pandemia hoy: hay 13 regiones en situación de “riesgo extremo”, en alerta 4 (Madrid, Castilla la Mancha, Castilla y León, Andalucía, Comunidad Valenciana, Cataluña, Aragón, País Vasco, la Rioja, Galicia, Asturias, Ceuta y Melilla), 5 autonomías en alerta 3  (Baleares. Murcia, Extremadura, Navarra y Cantabria) y sólo 1 región en alerta 2  (Canarias). Visto a nivel provincial, hay 39 provincias en alerta 4 (la máxima), 9 provincias en alerta 3 (Pontevedra, Orense, Baleares, Cáceres, Badajoz, Navarra, Cantabria, Cuenca y Zaragoza) y sólo 2 provincias en alerta 2 (Tenerife y las Palmas). Dicho de otra manera, hay 40 millones de  españoles en alerta 4 (la máxima) por la pandemia.

A la vista de este balance, que baja los contagios pero sigue con un nivel muy elevado de hospitalizaciones, enfermos en UCIs y muertes, algunas autonomías han aprovechado para “bajar la guardia” y suavizar restricciones a la movilidad, la hostelería y el comercio. Empezaron hace dos semanas Cataluña, Extremadura y Castilla la Mancha y han seguido la semana pasada Galicia, la Rioja, Aragón, Navarra, Castilla y León (un juez les ha obligado a pasar el toque de queda de las 20 a las 22 horas) y, sobre todo Madrid, que aumentó el jueves los horarios de bares y comercios hasta las 11 horas, como el toque de queda. Y muchos han levantado los confinamientos perimetrales (ver restricciones por autonomías).

La OMS ha “advertido” a España por esta “nueva desescalada”, mientras el Centro Europeo de Control y Prevención de enfermedades (ECDC) ha pedido “mantener y reforzar las restricciones”. Y  muchos paises europeos, como Francia, Alemania o Reino Unido,  siguen con fuertes restricciones a la hostelería, comercios y eventos, con toques de queda más rigurosos que España, a pesar de tener menos contagios. Con este “abrir la mano” aquí,  hay muchos franceses y alemanes que viajan a Madrid, para sentarse en una terraza, comer o tomar copas hasta las 11 de la noche, porque en su país los bares están cerrados desde finales de octubre (Francia) o primeros de noviembre (Alemania). Y la presidenta de Madrid (la región peninsular con más contagios) sigue apostando más por la hostelería y el comercio que por la salud (“la salud no es solo no contagiarse” es su penúltima perla), cuando un reciente informe de su Consejería de salud revela que la mayoría de los brotes se han detectado en el “ámbito social” (bares, restaurantes y reuniones sociales).

Relajar ahora las medidas restrictivas supone un enorme riesgo de que se frene la caída de contagios y entremos a una 4ª ola, acelerada por la Semana Santa (a principios de abril). Esto ya nos pasó con la desescalada de junio y luego con la desescalada previa a la Navidad. Pero ahora partimos de una situación peor, porque en la 2ª ola bajamos los contagios de 529 a 188, un nivel de contagios mucho más bajo del que tenemos ahora (295 contagios/100.000 habitantes el pasado viernes). Si antes no conseguimos bajar los contagios de 100 (el objetivo debe ser bajarlos de 25), ahora lo tenemos más difícil.

Y encima tenemos otros 2 factores en contra, además del riesgo de “salvar la Semana Santa”. El primero, el aumento de contagios con la cepa británica, que apareció en septiembre y se ha detectado ya en 73 países, entre ellos España, donde supone ya el 20% de contagios (y más de un 25% en Baleares, Andalucía y Madrid, donde alcanza un 50% en el pueblo de Collado-Villalba, según la consejería de Sanidad). Y Sanidad ya ha advertido que será la variante “dominante” en España a finales de febrero o principios de marzo, lo que preocupa especialmente porque la cepa británica es más contagiosa (+70%) y más letal (+30%). Aún es peor la cepa sudafricana (detectada en Vigo y Cataluña) y se teme por la cepa brasileña (1 caso ya en Madrid), por lo que se han prohibido  los vuelos desde Sudáfrica y Brasil. 

Pero hay otro problema adicional: España y las autonomías carecen de medios suficientes para secuenciar el virus y detectar sus posibles variantes : lo hacen sólo en un 1% de casos, frente al 10% que lo hace Reino Unido y que pide la UE, con lo que no sabemos el alcance real de las variantes británica, sudafricana o brasileña (y lo conocemos con retraso).

El segundo factor de riesgo para frenar los contagios y evitar una 4º ola es el retraso en las vacunaciones, por la intermitencia en la llegada de vacunas y la falta de una estrategia clara y medios en la mayoría de autonomías. Hasta el 18 de febrero, sólo se habían administrado 2.936.011 dosis, inmunizando con las dos a 1.171.026 personas, según Sanidad. Así que falta inmunizar a 31 millones (para alcanzar el 70% objetivo) y para conseguirlo antes del 21 de septiembre, había que administrar 62 millones de dosis en 7 meses, lo que supone 300.000 pinchazos diarios todos los días de la semana, algo poco menos que imposible visto que llevamos una media de 55.000 vacunaciones diarias.

Cuanto más crezca la cepa británica o sudafricana (que podría ser resistente a algunas vacunas) y cuanto más se retrase la vacunación de los mayores (9 millones de mayores de 65 años, la mayoría todavía sin vacunar, salvo en las residencias), más difícil será bajar la cifra de contagios por debajo de 100. Y más si las autoridades autonómicas abren la mano en la movilidad y en la apertura de bares, restaurantes, comercios y ocio, forzados por las presiones de estos sectores, que llevan un año con un desplome de la facturación. Por eso, no debemos caer en otra desescalada, aunque estemos muy cansados de esta pandemia y de las restricciones. Habría que mantener las restricciones, aunque a cambio haya que compensar a los negocios con más ayudas.

El Gobierno ha prometido nuevas ayudas a las empresas más afectadas por la pandemia, aunque las retrasa hasta marzo porque quieren asegurar que el dinero público vaya a empresas viables. Habría que pensar si tiene sentido sostener 300.000 bares, si hay que meter dinero público en mantener que un barrio de Madrid tenga más bares que toda Noruega. O si sería mejor dejar que cierren muchos, “pinchar la burbuja” de los bares, restaurantes y comercios (que han crecido ante la falta de trabajo en otros sectores) y destinar el dinero público a empresas productivas con futuro. Es un debate del que nadie quiere hablar (sería muy “impopular”), pero que está detrás del retraso en las ayudas estatales a la hostelería y el comercio. El Gobierno trasvasó a las autonomías 33.000 millones de dinero público en 2020 (ver el reparto y destino) y anticipó en enero otros 8.000 millones de Fondos europeos (REACT-EU), que podrían servir para conceder unas ayudas públicas de urgencia a la hostelería y el comercio (para evitar cierres y despidos), aunque sólo las han dado en cuantía importante la Comunidad Valenciana, Canarias, Castilla la Mancha, Extremadura, Baleares y Galicia, poco las demás autonomías y nada Madrid (ver cuadro).

Volvemos a estar donde estábamos a principios de diciembre, cuando habían bajado drásticamente los contagios de la 2ª ola. Y en lugar de aprender de lo sucedido en verano, volvimos a apostar por una desescalada sin control, con la Navidad por medio. Y nos estalló la tercera ola, más virulenta, que nos ha costado 21.590 muertos. Ahora, en vez de aprender de los errores, los gobiernos autonómicos vuelven a la carrera de quién “abre más la mano”, presionados por unos negocios exhaustos y unos ciudadanos hartos. En unas semanas, volverán a subir los contagios o seguirán demasiado altos, con una lenta bajada que seguirá colapsando hospitales y dejando muertos. Y la mayoría tratará de hacer su vida, evitando contagiarse y morir, intentando  incluso “salvar la Semana Santa”. Pero hay otro camino: no abrir la mano, seguir con las restricciones hasta septiembre, aguantar el tirón y salvar vidas (336 diarias) y empleos. Porque mientras la pandemia no remita, la economía no se recuperará. No se creará empleo y se perderán muchas vidas. Quédate en casa.