jueves, 30 de septiembre de 2021

La amenaza de la inflación

Los precios suben un 4% anual hasta finales de septiembre, la mayor inflación en España desde hace 13 años (2008). La culpa es doble: una subida récord de la electricidad en el mercado mayorista (máximo histórico de 189,83 euros para hoy) y precio récord de los carburantes (gasolina y gasóleo), el más alto desde 2014, con el petróleo en máximos desde hace 3 años. Pero también suben los alimentos, hoteles y restaurantes, transportes y muchos productos industriales, por el encarecimiento internacional de las materias primas (desde el maíz, aceite y trigo a los metales) y la falta de microchips. La altísima inflación preocupa en todo el mundo (+5,3% en EEUU y +3,2% en UE-27) y se teme que fuerce a la Reserva Federal USA y al BCE a retirar la liquidez extra y subir los tipos de interés, asfixiando la incipiente recuperación. Además, esta fuerte subida se está comiendo pensiones (subieron +0,9%) y sueldos (+1,5%), lo que puede frenar el consumo y el crecimiento. Urge “vigilar” los precios.

Enrique Ortega

La pandemia, al provocar la mayor recesión de la historia reciente, enfrió los precios: si la inflación estaba ligeramente por encima del 1% en 2019, en 2020 empezó a bajar, se estancó en marzo (+0%) y empezó a caer en abril (-0,7%) y hasta diciembre (-0,5%), 9 meses con inflación negativa. Pero en 2021, con la vacunación y el repunte de la actividad, los precios volvieron a subir (+0,5% enero) y se dispararon desde abril (+2,2%), alcanzando una inflación del 3,3% en agosto y un 4% en septiembre, según anunció ayer el INE, el mayor nivel de precios conocido en España desde hace 13 años (septiembre 2008).

Este repunte de la inflación se está dando en todo el mundo, desde Estados Unidos (+5,3% de inflación en agosto, la más alta en 13 años) a Europa (3,2% de subida de precios hasta agosto, la mayor inflación de los últimos 10 años), alimentada por la subida de la energía, los alimentos y muchas materias primas, así como por la mayor actividad económica. En la UE, las mayores subidas de precios se dan en Alemania (+3,4% en agosto), paises bálticos (del +5% en Estonia al +3,6% en Letonia), Luxemburgo (+3,5), Polonia (+5%) y Hungría (4,9%), todas por delante de España (+3,3% en agosto), mientras tienen menos inflación Italia (+2,6%), Francia (+2,4%), Portugal (+1,3%) y Grecia (+1,2%), según Eurostat.

En España, el último dato detallado publicado por el INE (IPC de agosto: +3,3% anual) indica los dos componentes que suben más que la media: vivienda (+11,5% anual) y transporte (+8,8%). Analizando los 222 componentes del IPC, destaca la tremenda subida anual de 3 renglones: +34,9% de subida de la electricidad, +20,9% de subida anual de la gasolina y +18,5% el gasóleo. Además, suben bastante en el último año los hoteles (+10,6%), los alimentos (+1,9%), en especial los aceites (+22,9%), agua y refrescos (+7,1%), huevos (+3,6%) y ovino (+3,5%) y los restaurantes (+1,3%). En septiembre, el dato adelantado del IPC publicado ayer por el INE, eleva la inflación anual al 4%, señalado que este nuevo aumento se debe a la subida de la electricidad y los carburantes.

Vistos los datos del IPC, hay dos culpables claros de este repunte histórico de la inflación en España: la subida de la electricidad y la de los carburantes. Veámoslos en detalle. La subida de la luz a los consumidores se produce porque se está disparando el precio de la electricidad en el mercado mayorista de electricidad (en origen): ha saltado de 43,49 euros por megavatio hora en septiembre de 2020 a 84,85 euros/MWh a principios de junio y a 189,83 euros/MWh para hoy 30 de septiembre, un récord histórico, que se refleja en una subida de la mitad del recibo de 11 millones de consumidores (los que están en el mercado regulado) y también en los 16 millones restantes (los que están en el mercado “libre”).

Esta subida descontrolada de la electricidad, en toda Europa, pero más en España (frente a los 189,83 €/MWh de España hoy, en Francia cuesta 165,57 euros, en Alemania 112,57 y en Paises Bajos 133,80, aunque cuesta 206 euros en Italia) se debe a dos factores. Uno, la subida disparada del gas natural, por el mayor consumo en Asia y en el resto del mundo, la menor venta de Rusia a Europa, el recorte de producción en EEUU (por el último huracán en el golfo de México) y el conflicto entre Argelia y Marruecos (que podría afectar mucho a España) : el precio del gas natural, que se utiliza en las centrales térmicas de electricidad, ha saltado de 10,49 euros/MWh hace un año a 40 euros en julio 2021 a 82,75 euros/MWh ahora, que se espera suban a 86,04 euros en diciembre. Y el otro factor, la subida también disparada de los derechos de CO2, que han de pagar las eléctricas que producen luz con energías contaminantes (carbón, fuel o gas) y que luego nos trasladan a los precios mayoristas: su coste ha pasado de 27,81 euros/Tm hace un año a 62,58 €/Tm ahora. Un coste que seguirá al alza. Máxime cuando hay Fondos y bancos de inversión que especulan con estos derechos en el mercado secundario.

El otro componente de la altísima inflación que sufrimos son los carburantes, que suben en toda Europa pero también más en España (somos el 3º país europeo con la gasolina más cara, deducidos los impuestos, tras Dinamarca y Alemania, y el 9º con el gasóleo sin impuestos más caro), por la menor competencia y transparencia en el mercado petrolero (controlado, como el eléctrico, por dos o tres compañías). A finales de septiembre, la gasolina cuesta ya 1,437 euros/litro (incluso un 2,1% más que a finales de julio, en plenas vacaciones) y el gasóleo 1,291 euros/litro (+2,1% que a finales de julio), según el Boletín Petrolero UE. Unos precios de los carburantes en España que son los más altos desde 2014. Básicamente, porque el petróleo está en máximos desde octubre de 2018: hoy cotiza a 79 dólares por barril, después de caer a 19,5 dólares con la pandemia (abril 2020) y subir un +51% este año 2021, básicamente por el aumento de la demanda, problemas de suministro (huracanes) y estabilización de la producción OPEP.

Pero la inflación no se dispara solo por la subida de la electricidad, el petróleo y los carburantes. Hay otros dos factores muy importantes: la subida de precios de las materias primas y la falta de microchips. El aumento de la demanda de muchos suministros  para la industria, con el inicio de la recuperación, ha chocado con una escasez de oferta, provocada por la pandemia y por fenómenos naturales (desde huracanes e incendios a sequías). Con ello, se ha disparado el precio de muchas materias primas, desde los alimentos (maíz, trigo, soja, carnes, aceites, café…) hasta la energía, los metales, la madera o el aluminio, lo que crea “cuellos” de botella en el abastecimiento de muchas empresas y les encarece los costes, que trasladan  a los precios a los consumidores.

De hecho, la última Encuesta de la Comisión Europea (julio 2021) revela que el 22% de las empresas europeas sufrían problemas de restricciones de producción por la escasez de materias primas o equipos, siendo las más afectadas las empresas de caucho y plásticos (53% tienen problemas de suministro), material eléctrico (48%) automoción (43%), productos metálicos (39%), madera y corcho (35%), informática y electrónica (33%). Un ejemplo llamativo de esta falta de componentes son los microchips, cuya escasez está asfixiando a toda la industria europea (más a la fabricación de automóviles y electrónica), que depende en un 70% de los chips que se fabrican en Asia y donde habrá escasez todavía un año más.

Y también hay otro problema que reduce los suministros y encarece las materias primas y los costes de las empresas: la escasez de mano de obra tras la pandemia, al haberse producido “trasvases” de empleos. Así, la falta de personal ha rebajado la producción de café en Brasil, de arroz en Vietnam o de aceite de Palma en Malasia, mientras faltan transportistas no sólo en Reino Unido (cierre de gasolineras) sino en toda Europa (unos 400.000). Y hay muchos empresarios en España que se quejan de que no encuentran trabajadores para la construcción (faltan 700.000, dicen) y para la hostelería, los sectores castigados por las 2 crisis, lo que provoca un encarecimiento de costes al contratar ahora.

Vistas las causas de la elevada inflación actual, resulta difícil prever qué va a pasar ahora, aunque la mayoría de expertos creen que la inflación seguirá subiendo este otoño. De momento, los precios del gas natural, el carbón y el petróleo siguen en máximos y todo apunta a que seguirán altos, por la mayor demanda ante el invierno. Y los cuellos de botella en las materias primas y los suministros tardarán meses en resolverse. Así que la inflación anual podría mantenerse entre el 3,5% y el 4% hasta finales de 2021, superando todas las previsiones hechas por el Gobierno (+1,9% de inflación anual).

Antes de conocer el dato de la inflación en septiembre, en el resto de Europa y EEUU, los bancos centrales (Reserva Federal USA y Banco Central Europeo) decían que el repunte de la inflación es “temporal y que no exige tomar medidas extraordinarias para frenar los precios. Pero el temor de muchos expertos es que las autoridades monetarias “se asusten” y den marcha atrás en sus políticas de estímulos para reanimar la economía inyectando liquidez (comprando deuda), iniciadas en marzo de 2020 y que han servido para evitar una recesión más profunda. Y que además, luchen contra la inflación subiendo los tipos de interés.

La Reserva Federal USA y el BCE quieren esperar un poco más para decidir si dan o no marcha atrás. Pero de momento, ya han lanzado el mensaje de que podrían tomar medidas pronto, recortando la compra de deuda pública (“el gota a gota” para reanimar la economía durante la pandemia): la Reserva Federal reduciría los 120.000 millones de dólares que compra al mes (inyectando liquidez al sistema) y el BCE sus 80.000 millones de euros de compras mensuales, además de suprimir antes esas compras (previstas hasta marzo 2022). Y también estudian si subir los tipos de interés (al encarecer el dinero, se gasta e invierte menos y deberían bajar los precios), que están planos en el 0% (0 al 0,25% en USA).

Si la inflación no se frena este otoño (y no parece fácil), todo apunta a que la Reserva Federal USA  recortará sus ayudas a primeros de noviembre y el BCE en diciembre. Y que ambos podrían anunciar una subida de tipos para 2022. Dos medidas que suponen un riesgo de frenar la recuperación post-COVID, más en Europa (que crece menos) que en EEUU. Y sobre todo, sería un grave riesgo para España y la Europa del sur, que tendrían menos ayuda del BCE para colocar su deuda, ahora que se ha disparado por las ayudas COVID: 1,42 billones de deuda pública española en junio 2021, el 122% del PIB. Quedaríamos más en manos de “los mercados” para financiarnos, con lo que sería más caro y más peligroso (no olvidemos la crisis de la deuda de Grecia, Portugal, España e Italia de 2010 a 2012).

Así que los bancos centrales tienen un dilema: frenar la inflación poniendo en peligro la recuperación o ser flexibles para no dañar al crecimiento y el empleo. Y mientras la Reserva Federal y el BCE se lo piensan, nosotros, los consumidores, ya sufrimos en nuestros bolsillos el embate de la inflación (luz, gas, carburantes, alimentos, transportes…), que se está comiendo parte de nuestra pensión y nuestro sueldo.

De momento, los 9 millones de pensionistas ya han sufrido una fuerte pérdida de poder adquisitivo: en 2021 las pensiones han subido un +0,9% (+1,8% las no contributivas), mientras la inflación media rondará este año el 3%, lo que supone perder un 2,1%. Eso llevará al Gobierno a compensarles con una “paguilla” en enero de 2022, que podría ser de unos 300 euros para los jubilados (tienen una pensión media de 1.192 euros), con un coste para la Seguridad Social que rondará los 2.500 millones de euros. Y además, como la aprobada reforma de las pensiones prevé revalorizar las pensiones en 2022 con la subida media del IPC este año 2021 (del 2,5 al 3%, el dato que salga en noviembre), la subida de las pensiones será mucho mayor que este año (0,9%), para evitar perder poder adquisitivo.

Los 2,8 millones de funcionarios públicos también pierden este año poder adquisitivo, ya que su subida media ha sido del 1,5% (frente a una inflación media del 2,5 al 3%). Eso supone una pérdida de 36 a 45 euros al mes de media (3.000 euros de sueldo bruto), con lo que será el primer año desde 2013 en que los funcionarios pierden poder adquisitivo (han ganado +5,14% en los últimos 8 años). Para 2022 está previsto que los sueldos públicos suben un 2%, con lo que si la inflación crece más (del 2,2 al 2,4%), volverán a perder poder adquisitivo, por lo que ya han pedido revisar sus salarios.

El resto de trabajadores, más de 16 millones de asalariados, también están perdiendo poder adquisitivo, dado que los convenios firmados hasta ahora (datos de Trabajo hasta agosto) han pactado una subida salarial del +1,5%, frente a un 4% de inflación anual en septiembre (que será un 3% de subida media). Eso supone una pérdida media de 31 euros al mes y 376 euros al año de media (2.091 euros brutos es el sueldo medio en el sector privado). Y muchos trabajadores, los recién contratados con sueldos muy bajos perderán aún más. Y esta alta inflación va a endurecer la negociación colectiva para 2022, donde los sindicatos pedirán aumentos superiores al 2% y la patronal tratará de frenarlos con la justificación de que las empresas no se han recuperado aún de la pandemia

En definitiva: tenemos un serio problema de inflación, que ya afecta seriamente a nuestros bolsillos y que puede afectar a toda la economía si los bancos centrales retiran antes de tiempo los estímulos y suben tipos, dos medidas que frenarían la débil recuperación. Además de pedir a la Reserva Federal y al BCE que sean moderados en sus decisiones, hay que pedir a los gobiernos que actúen, aprobando medidas que frenen la subida de la luz, como ya han pedido España y el BCE a la Comisión Europea. Y presionar a la OPEP y a los paises productores de petróleo y gas para que no especulen y disparen los precios, porque ponen en riesgo la recuperación mundial. Además, en España, el Gobierno debería encargar a la Comisión de la Competencia (CNMC) que supervise las subidas de precios y evite que haya poca transparencia y manipulaciones en los mercados (electricidad y carburantes, pero también en los intermediarios de los alimentos). Hay que “vigilarlos precios.

lunes, 27 de septiembre de 2021

Pandemia: camino de la normalidad

La 5ª ola se desinfla. Los contagios han seguido bajando en septiembre, desde los 702 por 100.000 habitantes a finales de julio a los 69 contagios este viernes. Y somos el tercer país europeo con menos incidencia del COVID-19, la mitad que Francia, Alemania o Italia. Además, ha bajado drásticamente la ocupación por pandemia en hospitales y UCIs, aunque sigue habiendo demasiados muertos: unos 100 diarios y 5.481 en los últimos tres meses. Vamos camino de la normalidad (menos de 25 contagios), gracias a las vacunas, a que un 77% de la población está ya inmunizada. Pero todavía hay casi 5 millones de españoles sin completar la vacunación, 1 millón de ellos mayores de 40 años. Por eso, urge completar la vacunación de los rezagados y no quitar todas las restricciones, como hacen algunas autonomías. Nos jugamos un nuevo repunte, que haría peligrar la recuperación ya iniciada y el empleo, que lleva 5 meses creciendo. La pandemia no ha terminado: sigamos con distancia y mascarilla. 

Enrique Ortega

La pandemia en el mundo ha frenado su ritmo de contagios en las últimas tres semanas, pasando de 4,6 millones de contagios semanales a finales de agosto a 3,27 millones ahora. Son ya 231,85 millones de personas contagiadas por COVID 19 en 193 paises, casi el 3% de la población mundial, según los datos de la Universidad John Hopkins. El continente más afectado sigue siendo América, con 88,84 millones de contagiados, seguido de cerca por Europa (69,09 millones) y, a distancia, el sudeste de Asia (42,74 millones), el Mediterráneo oriental (15,58), el Pacífico (8,16) y África (5,98 millones), según la OMS. Por paises, lideran los contagios EEUU (42,93 millones), India (33,67) y Brasil (21,35), seguidos a distancia por Reino Unido (7,7 millones), Rusia (7,3), Francia (7,08), Turquía (7,03), Irán (5,53), Argentina (5,25), Colombia (4,95), Italia (4,66), España (4.946.601) y Alemania (4,20 millones).

Los muertos en el mundo por la pandemia también llevan tres semanas bajando, de 69.500 semanales a finales de agosto a unos 55.000 ahora. Hoy se alcanzan los 4.748.389 muertos por COVID 19 (2.818.000 de ellos fallecidos este año 2021, el 60% del total), según la Universidad John Hopkins. Casi la mitad de los muertos se han producido en América (2.188.289 fallecidos) y otra cuarta parte larga en Europa (1.322.629 fallecidos), seguidas del sudeste de Asia (672.295 muertos), el Mediterráneo oriental (285.430), África (144.338) y el Pacífico (111.882 muertos), según la OMS. Los paises con más muertos por la pandemia son EEUU (688.033), Brasil (594.443) e India (447.194 fallecidos), seguidos a distancia por México (275.450 muertos), Rusia (200.245), Reino Unido (136.529), Italia (130.697), Colombia (126.145), Irán (119.360), Francia (117.182), Argentina (114.862), Alemania (93.409) y España (86.229 muertos, 35.392 de ellos este año 2021).

En Europa, los contagios por COVID 19 también han bajado en septiembre, alcanzando ahora una media de 155 contagios por 100.000 habitantes, según el Centro Europeo de Prevención de Enfermedades (ECDC), que vaticina nuevas bajadas, salvo en Italia y Alemania, donde la pandemia se mantiene estable. España ha pasado de ser uno de los paises con más contagios (finales de julio y agosto) a ser ahora (viernes 24 septiembre) el tercer país europeo con menos incidencia del virus, según Sanidad: 69,37 contagios por 100.000 habitantes (viernes 24), solo más que Polonia (23) y Chequia (56,2) y muy por debajo de la incidencia en Reino Unido (650,9), Francia (149,1), Alemania (147,3), Portugal (124,1) e Italia (97,7).

Esta drástica bajada de la incidencia en los dos últimos meses (del techo de la 5ª ola, los 701,91 contagios del 27 de julio a los 69 del viernes 24 de septiembre) ha sido generalizada en la mayoría de las autonomías, aunque ha sido mayor en tres regiones que tienen ya una baja incidencia: Asturias (17,77 contagios por 100.000 habitantes), la única autonomía en situación de “normalidad” (menos de 25 contagios), Galicia (45,97 contagios) y Castilla y León (49,06), según Sanidad. Las restantes están en un nivel de “riesgo medio” (50 a 150 contagios por 100.000 habitantes): Ceuta (142,51), Cantabria (100,19), Baleares (92,95), Cataluña (85,69), Aragón (80,61), Murcia (83,24), Castilla la Mancha (78,62), Navarra (65,49), Extremadura (63,44), Andalucía (60,91), Canarias (60,39) y Comunidad Valenciana (52,66). Sólo Melilla tiene un “riesgo alto”, con 167,67 contagios por 100.000 habitantes.

Los nuevos contagios (esta 5ª ola ha sumado 1.173.000, 1 de cada 5 contagiados en esta pandemia) se producen casi en su totalidad (98,6% de los positivos) por la variante Delta (India), más contagiosa y proclive a la hospitalización. Y siguen contagiándose más que la media los niños (113,19 contagios/100.000 habitantes en menores de 11 años) y los jóvenes y adolescentes (73,90 contagios entre 30 y 39 años, 70,22 entre 20 y 29 y 64,37 entre 12 y 19 años), según Sanidad. Pero han vuelto los contagios a los mayores de 80 años (67,92 contagios por 100.000 habitantes), aunque son menos graves porque están todos vacunados. Ahora  se están haciendo menos pruebas (PCR y test antígenos), unas 615.000 diarios frente a 717.000 a principios de septiembre, pero han bajado mucho los positivos: son 3,52% de media (sólo Aragón, Castilla la Mancha, Murcia, Ceuta y Melilla superan el 5% de positivos), por debajo del 4% que la OMS utiliza como umbral para considerar una pandemia “bajo control”. Y la velocidad de transmisión (Rt) del virus es ahora muy baja, 0,64: cada positivo contagia a menos de 1.

Esta bajada drástica de positivos y contagiados se traduce en una caída importante de las hospitalizaciones por COVID: de alcanzar un máximo de 10.578 hospitalizados (el 8,90% de las camas disponibles) el 2 de agosto se pasó a 6.245 el 3 de septiembre y a 2.951 este viernes 24. Un 2,5% de ocupación hospitalaria, un “riesgo bajo”, sólo algo más preocupante en el País Vasco (5,16% de ocupación: un riesgo “medio”), con 6 autonomías en situación de “normalidad hospitalaria” (menos 2% camas COVID): Galicia, Asturias, la Rioja, Murcia, Comunidad Valenciana y Extremadura. En paralelo, también han caído drásticamente los enfermos COVID en UCIs: de un máximo de 2.031 camas ocupadas el 9 de agosto (el 21,98  % de las UCIS) se pasó a 1.460 el 3 de septiembre y a 850 camas COVID en UCIs el viernes, según Sanidad. Un 9,52% de ocupación UCI, que significa un “riesgo bajo”, aunque se supera en Madrid (18,47% ocupación UCIs: “riesgo alto”) y en otras 7 autonomías, con “riesgo medio” (10-15% ocupación UCIs): Cataluña (14,49%), País Vasco (12,89%), Aragón (11,16%), Canarias y Navarra (10,66), Baleares (10,33%), Castilla la Mancha (10,31%)..

Lo peor de la pandemia sigue siendo que deja demasiadas muertes, aunque también han bajado respecto a agosto (1.530 muertes la cuarta semana de agosto y 795 en la semana a caballo entre agosto y septiembre): han sido 446 muertes la última semana (viernes17-viernes 24), frente a 493 la anterior y 495 la primera semana de julio, con una media de 100 muertes diarias por COVID (bajaron a 44 el viernes). La cifra más alta de fallecidos se da en Madrid (27 la última semana), seguida de Andalucía (23), Extremadura (17), Castilla y León y Comunidad Valenciana (15 cada una). Los muertos han vuelto a las residencias de ancianos (800 fallecidos y más de 9.000 contagiados en esta 5ª ola), aunque han bajado mucho en septiembre, a 76 muertes por semana frente a 176 a mediados de agosto. Con todo, la reinfección supone un grave riesgo, por sus patologías previas, y se va a vacunar en breve con una 3ª dosis a los 300.000 ancianos que viven en residencias.

Esta importante mejoría en la pandemia, desde finales de agosto y más en septiembre, se debe sobre todo al avance de la vacunación en los dos últimos meses, aunque ahora el ritmo ha bajado (de los 500.000 vacunados diarios en vacaciones a los 200.000 actuales). Con todo, ya tienen 1 dosis el 79,2% de la población (37,57 millones de personas) y están inmunizados (con las 2 dosis o con una los contagiados que se hicieron PCR) el 76,6% de la población (36,33 millones), aunque los expertos creen que no es suficiente para lograr la inmunidad de rebajo, que hay que llegar al 90% de población vacunada.

Para conseguirlo, es urgente seguir con las vacunaciones y repescar a los que todavía no se han puesto la 2ª dosis (y sobre todo, los que no tienen ni la primera), porque son muchos: 4.853.904 personas mayores de 12 años todavía sin inmunizar, según se deduce del último balance de vacunación de Sanidad (al 23 de septiembre). De ellos, la prioridad debe ser completar la 2ª dosis de los mayores de 40 años, porque falta  inmunizar totalmente a 1 millón de ellos: 51.493 de 70 a 79 años, 160.042 de 60 a 69 años, 464.201 de 50 a 59 años y 331.262 de 40 a 49 años. Y entre los jóvenes y adolescentes, hay otros 3,84 millones sin completar la vacunación: 1.658.181 de 30 a 39 años, 1.146.102 de 20 a 29 años y 1.042.623 de 12 a 19 años. Un reto de vacunación (4,8 millones) que debe completarse entre octubre y noviembre, si queremos evitar una 6ª ola de contagios en Navidad.

En paralelo a las vacunaciones, habría que seguir con las restricciones en los contactos, insistiendo en evitar aglomeraciones y mantener distancias de seguridad y mascarillas. De momento, la mayoría de las autonomías han levantado sus restricciones en los últimos días (con Madrid a la cabeza), en la hostelería (ampliando horarios y aforos), el ocio nocturno, la cultura y espectáculos, así como en el comercio, mientras se ha reducido el teletrabajo y vuelve la enseñanza presencial, lo que agrava el riesgo de contagios y ya está reduciendo el ritmo de bajada de esta 5ª ola (a primeros de septiembre, la incidencia bajaba de 10 en 10 puntos y la última semana baja sólo 4 puntos diarios: 2 puntos el viernes).

Hay que tener cuidado con “abrir la mano” demasiado, porque el COVID 19 sigue ahí y puede volver a mutar, ahora que tiene menos población sin vacunar. Y no se sabe cómo se comportará cuando llegue el otoño y aparezcan otros virus estacionales (como la gripe). Ahora que estamos “al final del camino”, cerca de la “normalidad” (menos de 25 contagios por 100.000 habitantes), no podemos bajar la guardia y poner en peligro la salud y la recuperación. La economía ha empezado a crecer (un 1,1% en el 2º trimestre, según el INE), aunque menos de lo que se creía, y las empresas recuperan ventas y beneficios, mientras sigue creándose empleo (podrían ser +80.000 en septiembre, el 5º mes con aumento de ocupados), que ya roza el empleo que teníamos antes de la pandemia. Y con el tirón del turismo interior este verano y el aumento del consumo (50.000 millones ahorrados durante la pandemia que se están gastando), se espera que la economía crezca este año un +5% y +7% en 2022, recuperando así lo perdido en 2020 (-10,8%), con la ayuda de los Fondos europeos.

Pero esta recuperación económica se puede ir al traste si repuntan los contagios y no avanza la vacunación entre esos 4,8 millones de españoles que todavía no están inmunizados. Por eso hay que ser cuidadosos en la retirada de restricciones, en mantener distancias y mascarillas, en la vuelta al trabajo y a estudio y en reforzar la sanidad pública este otoño, con un Plan de choque para ultimar las vacunaciones y poder volver a la normalidad en la atención de los centros de salud, especialistas y hospitales. La pandemia no ha acabado. 

jueves, 23 de septiembre de 2021

Se limita el teletrabajo

La pandemia disparó el teletrabajo: más de 2,5 millones de trabajadores pasaron a trabajar desde casa en el confinamiento. Pero después, con la vuelta a la actividad, el teletrabajo cayó casi a la mitad desde el verano 2020. Y ahora, en septiembre, muchas empresas han decidido que sus teletrabajadores vuelvan a la oficina, permitiendo sólo trabajar desde casa uno o dos días a la semana. La causa: que la mayoría de empresas, sobre todo las pymes, no están preparadas y además quieren ahorrarse los costes que la Ley les obliga pagar a sus teletrabajadores (equipo, mobiliario, conexión a Internet, luz…). Además, el Gobierno ha decidido que los funcionarios del Estado (230.000) vuelvan a trabajar desde el 1 de octubre, teletrabajando sólo 1 día por semana cuando se les prometió 3.Y lo mismo hacen autonomías y Ayuntamientos. Así que el teletrabajo vuelve a ser minoritario y restringido, al contrario que en los paises más desarrollados. Eso dificulta la digitalización de la economía, una asignatura pendiente clave para España. Avancemos a golpe de clic.

Enrique Ortega

El teletrabajo se desinfla en España en el último año. Con el confinamiento, en lo peor de la pandemia, la opción de trabajar desde casa dio un salto histórico: en el 2º trimestre de 2020, un 16,2% de los trabajadores (3.015.200 empleados) trabajaron desde casa, cuatro veces más teletrabajadores que en 2019 (951.800, el 4,8%), antes de la pandemia, según el INE. Pero después, al terminarse el confinamiento (21 junio 2020), muchos teletrabajadores volvieron a sus empresas y el trabajo habitual en casa (más de la mitad de los días) cayó trimestre a trimestre: al 10,3% (2º trimestre), después al 9,9% (4º trimestre), subió al 11,2% (1º trimestre 2021) y cayó definitivamente esta primavera (2º trimestre 2021), al 9,4%, donde se calcula que sólo 1.849.600 empleados han teletrabajado, según Red.es. Y se espera que ahora, en otoño, con la vuelta a una “casi total normalidad, el teletrabajo habitual siga desinflándose.

Lo que se mantiene mejor es el teletrabajo ocasional, el que se hace durante una parte de la jornada inferior a la media, esos empleados que trabajan en su empresa pero también desde casa, aunque sólo uno o dos días por semana. Antes de la pandemia, su porcentaje era testimonial (menos del 1%), pero con el confinamiento aumentó (2,9% en el 2º trimestre de 2020), utilizándolo 539.000 trabajadores, según el INE y Red.es. Y después, cuando se reanudó la actividad, aumentó trimestre a trimestre, alcanzando al 4,2% de los empleados en el 3º trimestre de 2020, un máximo del 5,4% a principios de este año y 5,3% de los trabajadores (1.051.400 empleados) en el 2º trimestre de 2021.

Así que, entre los que teletrabajan habitualmente (9,4% en junio 2021) y los que lo hacen ocasionalmente (5,3%), suman un 14,7% de empleados que de alguna manera trabajan a través de Internet, unos 2.900.000 trabajadores. Eso nos convierte en el 6º país con menos uso del teletrabajo en Europa (donde teletrabajan de una u otra forma el 21,5% de los empleados), sólo por delante de Italia (9,8%), Grecia (10,4%) y cuatro paises del Este, según Eurostat. Y estamos muy lejos de los paises europeos líderes en teletrabajo, que curiosamente son los más avanzados y competitivos, según se ve en este estudio de Adecco: Suecia (40,9% de los ocupados teletrabajan), Holanda (40,1%), Luxemburgo (37,5%), Finlandia y Dinamarca (35,5%), Reino Unido (31,1%), Bélgica (29,9%), Francia (28,3%) y Alemania (18,5%).

¿Por qué estamos más retrasados en teletrabajo? Básicamente, por nuestro modelo productivo (tenemos una economía muy basada en sectores donde es más difícil el trabajo a distancia, como el turismo, la hostelería y el comercio), porque tenemos un exceso de pymes (99% empresas), poco proclives a la digitalización y el teletrabajo, y también por la menor formación digital de nuestros  trabajadores: 12 millones de españoles (un 33,5%) no son capaces de manejarse en entornos digitales y otros 7,6 millones más (un 21% adicional) sólo acredita habilidades digitales básicas, según este estudio de UGT.

Además de ser escaso, el teletrabajo se utiliza en España de una forma muy desigual, tanto por sexo, edad, autonomía y puesto de trabajo. Así, en junio de 2021 (últimos datos de la EPA y Red.es), las mujeres teletrabajaban más que los hombres: un 10% de forma habitual (y otro 5,5% de forma ocasional) frente al 8,9% (y 5,2% esporádicamente) los hombres. Y utilizan más el teletrabajo los empleados de mediana edad (10,3% de los ocupados de 35 a 44 años trabajaban habitualmente a distancia, 9,9% entre los de 25 a 34 años y 9,6% entre los 45 y 54 años), mientras baja entre los más jóvenes (sólo el 4,8% de los empleados de 16 a 24 años teletrabajaba habitualmente). Y también hay grandes diferencias por regiones: están por cima de la media nacional de teletrabajo habitual (9,4% en junio 2021) Madrid (18,7% teletrabajaban) y Cataluña (11,1%), siendo también elevado el porcentaje en Asturias (8,7%), Baleares (8,3%), Comunidad Valenciana y Galicia (7,4%), Andalucía y Canarias (7,1%). Y el teletrabajo habitual es testimonial en Extremadura (4,3%), Ceuta (4,6%), Navarra (5%), Cantabria (5,3%) y Murcia (5,4%), según el INE.

Y lo más importante, la desigualdad por tipo de empresa y empleo: sólo un 22,3% de los ocupados (4,4 millones de trabajadores) pueden trabajar a distancia, según un estudio de Randstad. Y lo detalla por sectores, con datos de la EPA: los que más pueden teletrabajar son los ocupados en los servicios públicos (el 36% de ellos), los trabajadores de las eléctricas, agua y gas (podrían teletrabajar el 30,1%), los trabajadores de las finanzas (45%), los de las inmobiliarias y servicios empresariales (41,5%), los trabajadores educativos y sanitarios (35,9%), los de la industria química (29,8%) y los del papel y artes gráficas). El resto de actividades tienen un potencial de teletrabajo inferior a la media (22,3%), siendo muy bajo en el campo (4,1%), la construcción (13,3%), la industria agroalimentaria (13,8%), el comercio (13,9%) o la industria (14,3%). Y a su vez, los puestos de trabajo que permiten mejor trabajar a distancia son los directivos y gerentes (casi 100% pueden teletrabajar), técnicos y profesionales (59,9%), contables y oficinistas (46,3%), pero muy poco los trabajadores no especializados, vendedores y operadores.

Ahora que el teletrabajo se está desinflando, también se reduce de una forma desigual, según lo confirma esta Encuesta COTS realizada por CCOO en 2021. Si el teletrabajo habitual ha caído del 25,2% de los trabajadores encuestados en 2020 al 9,8% en 2021, el porcentaje es sólo del 2,9% en los trabajadores manuales y un 31,6% en los “no manuales”. Y por puestos de trabajo, el teletrabajo habitual ha caído más en los puestos directivos de las empresas (del 64% que teletrabajaban en 2020 al 20,1% en 2021) y entre los administrativos (del 55,7% al 35,6%) pero menos entre los técnicos (del 45,9% al 32%) y en la industria y la construcción (del 3,9% al 1,4%), que ya tenían un nivel mínimo de teletrabajo.

Con la vuelta de las vacaciones, a principios de septiembre, la mayoría de las empresas españolas han aprobado Planes para la vuelta al trabajo presencial de la mayoría de sus trabajadores, una vez terminado el estado de alarma el 9 de julio (el 9 de agosto, tres meses después, terminó el plazo legal para terminar con el trabajo remoto como medida de contención sanitaria). De momento, la mayoría de las grandes empresas han optado por un modelo híbrido, consistente en adoptar un trabajo 3+2 (3 días de trabajo presencial en la empresa) o 4+1 (sólo 1 día de trabajo a distancia). Y eso por dos razones. La primera y fundamental, porque todavía no han pactado con sus trabajadores, en convenio, la aplicación del Real decreto-ley de trabajo a distancia, aprobado el 22 de septiembre, que daba de un año a tres para adaptarse a las empresas que ya tenían un Plan de teletrabajo antes de la pandemia Y la segunda, que afecta más a las pymes, porque muchas empresas creen que aplicar el teletrabajo sólo les va a aumentar los costes y les crea muchos problemas (seguridad informática, absentismo y abusos, aislamiento de los equipos…).

Concretamente, la nueva normativa sobre teletrabajo obliga a las empresas a compensar a sus teletrabajadores de los gastos, dotándoles de medios informáticos y de trabajo (ordenador, teclado, ratón, cascos, silla ergonómica…) y compensándoles además algunos gastos adicionales, como la luz o la conexión a Internet. En las grandes empresas, la cuestión se ha resuelto (hasta que se pacte en convenio) con la entrega de “un kit de teletrabajo” y el pago de una cantidad fija al mes (de 35 a 55 euros en la mayoría). Pero en las empresas más pequeñas o sin presencia sindical, esto es más difícil y muchos optan por suprimir el teletrabajo, ahora que legalmente se puede por el reflujo de la pandemia.

En paralelo, la Administración pública también ha dado un paso atrás con el teletrabajo de los funcionarios. Si en abril de 2021 estaban teletrabajando un 30% de los funcionarios (la mayoría 3 días por semana), ahora el Gobierno ha decidido que sólo teletrabajen 1 día por semana, desde el 1 de octubre, mientras los sindicatos denuncian que el ministro Iceta les prometió (en abril de 2021) que podrían seguir teletrabajando en el futuro. La medida afecta a los 229.340 funcionarios de la Administración General del Estado, que volverán a trabajar presencialmente, con el objetivo de terminar con el sistema de cita previa el 31 de diciembre. Lo mismo están haciendo autonomías y Ayuntamientos (donde trabajan otros 2,3 millones de empleados públicos): en la mayoría se ha vuelto al trabajo presencial, salvo excepciones. Así, Cataluña prevé el 100% de atención presencial a finales de septiembre y en el País Vasco sólo teletrabajan 559 funcionarios, el 0,7% de la plantilla. La propuesta del sindicato CSIF es un modelo híbrido de trabajo para los funcionarios: 2 días en la oficina y 3 teletrabajando.

Todo apunta a que el teletrabajo, en las empresas y en la Administración, seguirá cayendo en los próximos meses, con las vacunas y la bajada de los contagios. España perderá así una oportunidad, conseguida con la pandemia, de apuntalar un sistema de trabajo que crece en el mundo y que tiene múltiples ventajas. Básicamente, que se evita la pérdida de tiempo en los desplazamientos (hasta 3 horas diarias en grandes ciudades) y la consiguiente factura para el medio ambiente (contaminación, emisiones, gasto de combustibles fósiles), además de que el teletrabajo facilita la conciliación familiar y el cuidado de hijos y dependientes. Y además, teletrabajar puede ser tan productivo o más que el trabajo presencial, depende de cómo se organice y de que la empresa tenga un Plan y medios. Eso sí, el teletrabajo tiene inconvenientes que hay que prever y evitar: seguridad y más riesgo de ciberataques, un posible bajón en la creatividad, dificultades para el trabajo en equipo (y el liderazgo) y menores oportunidades para la formación y el aprendizaje de los nuevos empleados.

Pero todos estos inconvenientes se pueden contrarrestar, sobre todo si la empresa (o el ente público) tiene un Plan de teletrabajo y pone personal y medios en aplicarlo. Eso sí,  España tiene que resolver dos cuellos de botella para ampliar el teletrabajo. El primero, la baja formación digital de los trabajadores: 10,7 millones de trabajadores no se han formado nunca en competencias digitales, según este estudio de UGT. Y más de la mitad de los adultos (el 55%) tienen competencias digitales a nivel básico y sólo un 32% las supera, con un 3,2% de  empleados cualificados en TIC (tecnologías información y comunicación), frente al 3,9% en Europa, según el DESI 2020. Y lo peor: sólo el 17,5% de nuestras empresas contratan expertos TIC. El 2º cuello de botella para el teletrabajo es el retraso digital de las empresas españolas, sobre todo las pymes. En general, invierten poco en herramientas digitales, por lo que España es el 5º país de Europa con más empresas de bajo nivel digital: un 56,8% del total, frente al 45,8% en la UE-28, 38,4% en Reino Unido, 41,4% en Alemania y el 50,3% en Francia, según el estudio “Digitalización de la empresa española”, de UGT.

En resumen, que la pandemia disparó el teletrabajo y dio una oportunidad a las empresas y a la Administración de avanzar en el trabajo a distancia, comprobando sus ventajas. Pero ahora, el teletrabajo se ha desinflado y corremos el riesgo de dar marcha atrás y volver a la presencialidad, a la cultura de “calentar la silla” y los horarios interminables, a costa de perder tiempo, medio ambiente, calidad de vida y familia.  Además, 6 de cada 10 trabajadores españoles quieren teletrabajar, al menos 2 días a la semana, según un estudio de Adecco. Pero, sobre todo, hay que apoyar el teletrabajo porque es una herramienta clave para digitalizar la economía, un reto donde España se juega su productividad, su empleo y su futuro. Avancemos a golpe de clic.

lunes, 20 de septiembre de 2021

Los ganadores y perdedores de la pandemia

Parece claro que con la pandemia hemos perdido todos, en vidas, salud, empleos, empresas e ingresos. Pero si se mira con detalle, se ve que unos han perdido más que otros, sobre todo los jóvenes, mujeres e inmigrantes que trabajaban en hostelería, turismo, comercio, transporte, construcción y algunas industrias, especialmente en Baleares, Canarias, Cataluña, Madrid y la Rioja. Y resulta llamativo que, en este balance, hayan salido ganando algunos sectores y empresas, que ya venden incluso más que antes de la crisis: alimentación, supermercados, ventas online, logística, ocio digital, telecomunicaciones, sanidad privada, educación online, finanzas y farmacéuticas, mientras tienen más empleo que antes de la pandemia Andalucía, Murcia, Extremadura y Castilla la Mancha. Son los ganadores y perdedores de una crisis que ha agravado la desigualdad. Ahora, cuando ha empezado la recuperación, es importante volcarse más en los perdedores. Y aprovechar los Fondos europeos y el Plan de recuperación para modernizar la economía y conseguir ser menos vulnerables cuando llegue la próxima crisis.

Enrique Ortega

La recesión provocada por la pandemia ha sido la más grave del último siglo, desde la crisis de 1929. Y también ha sido muy diferente a la crisis financiera de  2008, que duró hasta 2014 y coleó hasta 2018. La anterior recesión se inició en EEUU, pero enseguida se contagió a todo el mundo, desde Europa a los paises en desarrollo, con caídas generalizadas en la economía y el empleo. Ahora, esta recesión provocada por el COVID19 ha sido más desigual, afectando más a unos paises que a otros. Así, España fue el país occidental que más cayó en 2020 (-10,8% el PIB), mientras la zona euro caía menos (-6,5%), la Europa rica del norte aún menos (-4,8% Alemania y -2,8% Finlandia), también menos EEUU (-3,5%) y Japón (-4,8%) e incluso China creció en el primer año de la pandemia (+2,3%). Otra diferencia es que esta crisis va a ser más corta que la de 2008, por las ayudas públicas: hay muchos paises que en 2021 van a recuperar el crecimiento perdido (España en 2022), mientras en la anterior crisis financiera, los paises necesitaron entre 4 y 6 años para recuperarse.

En España, el impacto económico de la pandemia también ha sido muy desigual, tanto entre los trabajadores como entre empresas, y también por regiones, afectando más negativamente a las actividades ligadas al turismo, la hostelería y los servicios. Y golpeando especialmente a los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes (igual que en la anterior crisis). En líneas generales, podríamos hacer una lista de los perdedores de esta crisis: hostelería y turismo (perdieron 70.000 millones de ingresos en 2020 y habrán cerrado 85.000 bares y restaurantes), el comercio minorista (caída de ventas del -6,8% en 2020, 63.000 millones perdidos y 63.000 negocios cerrados), el transporte (estiman una pérdida de 50.000 millones), el ocio y cultura, la construcción (caída del 15%) y las inmobiliarias, además de muchas industrias, como el automóvil (400.000 coches menos vendidos en 2020). Y un sinnúmero de pymes y  autónomos, que escapan de las grandes estadísticas.

Pero también ha habido ganadores en esta crisis: el sector de la alimentación y los supermercados (un ejemplo: Carrefour disparó su beneficio en España un 120%, tras la mayor cifra de ventas desde 2008), el comercio online (Amazon y también la venta de ropa por Internet: Inditex vende ahora un 9% más que antes de la pandemia y tiene beneficios históricos, con 800 tiendas menos), la logística y distribución (incluyendo la comida a domicilio), la industria ligada al ocio (Netflix) , las videollamadas (Zoom, WhatsApp), el juego y los videojuegos online, las empresas tecnológicas y de ciberseguridad, la sanidad privada, la educación online, las finanzas y seguros y la industria farmacéutica.

Esta es la “impresión” de los ganadores y perdedores, a bote pronto. Pero Estadística nos acaba de aportar datos concretos, en la última estadística del PIB trimestral (2º trimestre 2021). Ahí se ve que, en el último año y medio, la economía española ha caído un -3,7% (-5,4% en el primer trimestre de 2020, -17,8% en el 2º, +17,1% en el 3º, 0% en el 4º, -0,4% en el primer trimestre de 2021 y +2,8% en el 2º trimestre de este año). Pero no todos los sectores han caído, así que gracias a esta estadística, podemos concretar los sectores perdedores  y ganadores de la pandemia, los que han caído y los que han crecido en el último año y medio.

Y así resulta esta lista de los sectores perdedores de la pandemia: construcción (su aportación al PIB cae -15% en el último año y medio), ocio (-6,6%), información y comunicación (-4,5%), actividades profesionales, científicas y técnicas (-3,4%), inmobiliarias (-1,5%) y la última, curiosamente, comercio, transporte y hostelería (-0,4%), debido a que cayó mucho en la primera mitad de 2020 pero luego, al acabar el confinamiento ha estado creciendo y tirando del conjunto de la economía hasta ahora. La estadística del INE revela que hay sectores ganadores de la pandemia, cuyo balance es de un crecimiento en el último año y medio: banca y seguros (su aportación al PIB crece +7,2%), Administraciones Públicas, educación y sanidad (+5,6%), por las ayudas públicas y el aumento de empleo, la agricultura, ganadería y pesca (+4,8%) y la industria manufacturera (+1,7%).

Otro estudio reciente, publicado por la AIReF, nos permite analizar la caída de actividad por la pandemia en las autonomías, donde su impacto económico ha sido también muy desigual. Ahí se estima que la economía española ha caído un -6,8% sobre los niveles pre-crisis (entre enero 2020 y junio 2021). Y que hay 5 autonomías que han caído más que la media española: Baleares (-16,9%), Canarias (-9,6%), Cataluña (-8,1%), Madrid (-7%) y la Rioja (-6,9%). Y aunque ninguna autonomía ha recuperado todavía el crecimiento de 2019, hay 4 regiones que son las que menos han sufrido los efectos económicos de la pandemia: Extremadura (cae -3,7%), Castilla la Mancha (-4,1%), Murcia (-4,4%) y Galicia (-4,7%). Y las 8 autonomías restantes tienen un balance intermedio, con caídas del -6,6 al -5,3%.

Un balance importante es el del empleo con la pandemia. La última EPA (2º trimestre 2021) permite saber los empleos perdidos en el último año y medio (enero 2020-junio 2021) en España: se han perdido 295.200 empleos netos (19.671.700 ocupados frente a 19.966.900), aunque falta recuperar 200.000 empleos en los hombres y sólo 95.00 en las mujeres. Por edades, todavía hay menos jóvenes trabajando que en 2019, pero hay más ocupados de 45 a 49 años (+54.500) y de más de 55 años (+237.000), los menos afectados laboralmente por la pandemia. Y es importante saber que hay ya más gente trabajado en la construcción (+40.900 que en 2019) y en el campo (+17.200), aunque todavía trabajan menos que antes de la pandemia en la industria (-98.600) y, sobre todo, en los servicios (-254.800). También destaca que 5 autonomías tienen ya más gente trabajando que antes del COVID: Murcia (+36.700), Extremadura (+20.500), Andalucía (+18.000), Castilla la Mancha (+15.300) y Canarias (+12.000 ocupados que a finales de 2019).

El mencionado informe del INE sobre el crecimiento del 2º trimestre revela también datos significativos sobre el empleo, como que 40 de los 78 sectores económicos han recuperado ya (en junio de 2021) el empleo de 2019 y  algunos lo han mejorado. Los que ganan empleo, en línea con lo que refleja la EPA, son la construcción (+2,6%), la logística y el sector de la información y las comunicaciones (+11,5%), la banca y seguros (+5,1%) y la Administración pública, Educación y Sanidad (+15,4% empleo). Y en el otro extremo, los sectores que han perdido más empleo con la pandemia son el comercio, transporte y hostelería (el empleo ha caído un 35,1%), el ocio y las actividades recreativas y artísticas (-25,3%), la industria (-22,8%), las inmobiliarias (-15,7%) y el campo (-10,3%).

Para terminar este balance, la Seguridad Social nos da también pistas sobre los efectos de la pandemia, con los afiliados, que ya casi son tantos como antes del COVID: 14.777.429 afiliados a la SS a finales de agosto de 2021 frente a 19.479.814 afiliados en febrero de 2020. Eso indicaría que el empleo, la afiliación, se ha recuperado ya en año y medio de recesión por la COVID, cuando en la anterior crisis (2008), el empleo tardó en recuperarse en España 129 meses (más de 10 años), según la Seguridad Social. Hay dos motivos. Uno, que entonces se apostó (en España y en Europa) por los recortes (que agravaron la recesión y destruyeron empleo) y ahora se ha optado (en España y en Europa) por las ayudas públicas, que han mitigado la recesión. Y el otro motivo son los ERTEs, un mecanismo que ha permitido “aparcar” trabajadores de sectores en crisis (hubo 3.552.326 trabajadores en lo peor de la pandemia y ahora hay 272.190), cobrando el 70% sueldo y cotizando por ellos.

Parece que lo peor de la recesión COVID ha pasado y que la recuperación económica se inició en España esta primavera, con un crecimiento del PIB del +2,8% en el 2º trimestre, según el INE, tras caer la economía en el anterior (-0,4%) y estancarse a finales del año pasado (+0% PIB 4º trimestre), tras el tirón aislado del verano 2020 (+17.1%). Este fuerte crecimiento de la economía española ahora es mayor que el europeo (+2,1% la UE-27) y que el de los grandes paises del continente (+2,7% Italia, +1,6% Alemania y +1,1% Francia), según Eurostat, y sólo nos supera el crecimiento actual de Irlanda (+6,3%), Portugal (+4,9%), Letonia (+4,4%), Austria (+3,6%), Grecia (3,4%) y Paises Bajos (+3,1%).

Un indicador clave de la recuperación es que muchas empresas ya han recuperado su nivel de ventas anterior a la pandemia. Y algunas, sus beneficios. Así, las empresas cotizadas ganaron 30.304 millones de euros en el primer semestre, frente a los 14.144 millones perdidos el primer semestre del año pasado, en plena pandemia. Y eso se debe básicamente a una recuperación de las ventas, que han crecido un 5,63%.

Hay sectores, como la construcción, que espera crecer este año un 7%, gracias al aumento de obra nueva y a la rehabilitación de viviendas, mientras las grandes constructoras han duplicado sus beneficios en el primer semestre. La industria también se recupera y los indicadores señalan que crece al mayor ritmo de los últimos 23 años, aunque tienen dos preocupaciones: la falta de suministros (chips, materias primas) y la subida de precios de los suministros y la energía, que dificulta el aumento de la producción. La hostelería y el turismo, muy dañados, también se recuperan, con una afluencia de inversiones a la compra de hoteles. Sin embargo, el sector se queja de falta de mano de obra formada, como también la construcción, en ambos casos porque las dos crisis han provocado fuga de trabajadores (en la construcción estiman que faltan 700.000 trabajadores para ejecutar los proyectos europeos previstos de aquí a 2026). Y la gran banca ha vuelto a tener ya grandes beneficios: +11.127 millones en el primer semestre (frente a unas pérdidas de -11.495 en ese periodo de 2020), gracias al aumento del crédito y las menores provisiones y a pesar del coste que han tenido con el cierre de oficinas y despidos (14.000 en 2021).

Mientras las empresas que han sobrevivido a la pandemia (44.640 han cerrado, según Cepyme) recuperan ventas y beneficios, los trabajadores con empleo apenas han visto aumentar sus sueldos, un 1,5% los que han firmado convenio este año (frente a un 3,3% que han subido los precios). Y un dato muy esclarecedor: en el inicio de la recuperación, caen los costes laborales: un -0,7% anual, lo que contrasta con el aumento del +3,6% de los beneficios empresariales (excedente bruto de explotación). Eso se explica porque las empresas están haciendo frente a la recuperación con menos trabajadores que tienen sueldos más bajos (nuevos contratos) que antes de la pandemia.  Por eso, este otoño saltará el debate de que han de subir los salarios (no sólo los 15 euros mes que sube el salario mínimo), ahora que las empresas recuperan ventas y beneficios y dado que la inflación está muy alta (+3,3%) y seguirá elevada. La subida de salarios (mayor del 2% previsto antes) y la creación de empleo serán así, las dos asignaturas pendientes de la recuperación.

Con todo, el gran reto ahora es terminar con la pandemia (será un riesgo también económico hasta que estén vacunados el 90% de los españoles) y poner en marcha el Plan de recuperación presentado por el Gobierno en Bruselas, acelerando las inversiones previstas y los proyectos, que van a contar con 70.000 millones de ayudas europeas. Los primeros 9.000 millones llegaron en agosto y se prevé recibir otros 15.000 millones antes de fin de año. Hacienda dice que el 41% de este dinero está ya comprometido y que el 18,7% ya se ha transferido (la mayoría a las autonomías). Ahora falta acelerar los proyectos y que este dinero público (de la UE y de los Presupuestos) movilice mucho más en inversiones privadas. Y que se gaste bien, con agilidad y eficacia, buscando crear empleo y modernizar la economía.

La pandemia ha sido una dura prueba, que ha dejado al descubierto las debilidades de la economía española (un país de playas, hoteles y bares, pero poco competitivo). Pero es también una oportunidad histórica para cambiar y modernizar la economía y el país, poniendo en marcha las reformas que llevan décadas pendientes (laboral, pensiones, energética, tecnológica, educativa, de servicios públicos, empresarial) y consiguiendo unas empresas más competitivas y que creen más empleo estable. Ahora vamos a tener un Plan y dinero. Falta pactar los proyectos, agilizarlos y aplicarlos con rigor. Se puede. Hagámoslo.