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jueves, 16 de octubre de 2014

Defensa, una hipoteca hasta 2030


El Gobierno Rajoy ha subido el gasto de Defensa para 2015, tras seis años de caídas. Pero esos recortes eran un espejismo, para enmascarar subidas del gasto militar en estos tres años, vía créditos extraordinarios para pagar compras de armamento aprobadas en 1997 (otra herencia de Aznar). El Gobierno ha pactado con las empresas de armas un nuevo calendario de pagos, que obliga a desembolsar 22.500 millones hasta 2030,1.500 millones extras al año. Una hipoteca que contrasta con la penuria del Ejército español en el día a día, con tanques, barcos y aviones que no se usan porque no hay dinero para carburante (es de Gila). Además, Defensa será un “agente de ventas” de las empresas de armamento, promoviendo acuerdos con otros Gobiernos para fomentar nuestras exportaciones de armas (España es el 7º vendedor mundial). Hay que poner orden y modernizar la política de Defensa, para conseguir un Ejército más pequeño, más operativo y más barato, sin trampas presupuestarias.
 
enrique ortega

En el Consejo de Ministros del 1 de agosto, mientras la mayoría de españoles salían de vacaciones, el Gobierno Rajoy aprobaba un crédito extraordinario de 883 millones de euros para pagar el recibo anual de la compra por Defensa de aviones de combate (EF2000) y transporte (A400), helicópteros (Tigre, NH90 y EC35) y misiles (Skype). Era el tercer crédito extraordinario aprobado por el Gobierno Rajoy, que aprobó dos similares en 2012 (1.782 millones) y 2013 (877 millones), con lo que ha habido un gasto extra en Defensa de 3.542 millones, un 20% del gasto presupuestado en esos tres años. El objetivo de estos créditos extraordinarios (convalidados en solitario por el PP en el Congreso) era poder presentar cada año un Presupuesto de Defensa que bajaba (daba mejor imagen con los recortes) y luego aprobar un gasto extra (que no se nota tanto) para pagar el armamento comprado.

El origen de estos gastos está en una herencia de Aznar (ver aquí otras): los Programas Especiales de Armamento (PEAS), un ambicioso programa, aprobado en 1.997, para modernizar las Fuerzas Armadas, comprometiendo un gasto de 24.000 millones de euros en la compra de 19 nuevos sistemas de armamento (fragatas, buques, submarinos, aviones de combate y transporte, helicópteros, tanques, misiles, artillería…). Como era una cantidad desorbitada, el Gobierno Aznar se inventó un truco contable: Industria daba un crédito sin interés (con nuestro dinero) de 14.000 millones a las empresas de armamento para que fueran fabricando y Defensa les pagaría el nuevo armamento a partir de 2011. Para entonces, los contratos habían disparado su coste, además de no estar incluido el mantenimiento del material. Y la hipoteca se había convertido en unos 30.000 millones.

El Gobierno Zapatero dejó crecer la burbuja y no pagó las primeras facturas, con la excusa del déficit. Al llegar Rajoy se encontró con la herencia y aprobó el primer crédito extraordinario, para pagar los impagos de 2010 a y 2012. Y en 2013, el ministro Morenés se puso a renegociar con la industria un nuevo calendario de pagos, que el Gobierno aprobó el 2 de agosto (otra vez agosto) de 2013. Una renegociación que ha sido un fiasco: se amplía el plazo de pago (de 2025 a 2030) y a cambio se paga más  de lo que se debía (quedan pendientes 22.500 millones, 2.500 millones más), en un nuevo calendario donde se paga menos ahora (915,6 millones en 2014 y 873,5 en 2015, cuando antes eran 1.032 y 1.276) y más en el futuro (2.045 millones en 2020 frente a los 1.832 del calendario anterior). El que venga detrás, que arree. Y además, se paga más dinero por menos material: en vez de 27 aviones de transporte A-400, serán 14; en vez de 24 helicópteros Tigre, 18; en vez de 45 helicópteros de transporte, serán 24; y en vez de 190 tanques Pizarro, 117. Eso sin olvidar el retraso en la compra de 4 submarinos  S-8 porque los han fabricado… con exceso de peso (parece de Gila), lo que nos costará 800 millones extras (ahora parece que ya flotan, pero les falla la propulsión, con lo que no estarán hasta 2018).

La renegociación de los PEAS es tan escandalosa que UPyD ha presentado una proposición no de Ley para que el Congreso encargue una auditoría para clarificar esta inmensa hipoteca. Y creen que la renegociación beneficia a las cuatro grandes empresas de armamento, que han presionado al Gobierno con despidos (EADS-Airbus ha anunciado un ERE, con 600 despidos en CASA) y con la “mala imagen” que daría no cumplir con estos pagos a empresas multinacionales. El mayor proveedor es el Programa Eurofighter (Italia, Alemania, Reino Unido y España con CASA), que vende los aviones de combate Eurofighter 2000 (10.600 millones pendientes de pagar). Le sigue de cerca el Grupo Airbus (Francia, Alemania y España, con un 4% a través de CASA), que fabrica el avión de transporte A-400M (5.018 millones pendientes de pagar) y los helicópteros NH-90 (1.682 millones), Tigre (1.515 millones) y EC-135 (65,2 millones). El tercer proveedor es la multinacional USA General Dynamics, que compró Santa Bárbara al Estado en 2001 y que ha vendido al Ejército los tanques Leopard (2.508 millones pendientes) y Pizarro (786 millones por pagar). Y en cuarto lugar, Navantia, un astillero 100% público que construye los submarinos S-80 (2.135 millones por pagar), los buques BAM (509 millones) y las fragatas F-100 (1.997 millones).

Un personaje clave en toda esta historia es el ministro de Defensa Pedro Morenés. Era Secretario de Estado de Defensa con Aznar (1996-2000) cuando se aprobaron estos millonarios programas de armamento. Y luego, como Secretario de Estado de Política Científica (2002-2004), en Industria, fue responsable de aprobar los créditos para que la industria de armamento fabricase estos pedidos (créditos que aún no han devuelto: suponen ya 15.260 millones, con intereses). En 2004, al llegar el PSOE al poder, Morenés vuelve al sector privado, primero a un astillero (2009), luego (2010) a una empresa europea de misiles, MBDA (la segunda del mundo) y entre medias es consejero de Instalanza (2005-2009), la primera fabricante española de bombas de racimo, prohibidas en 2010. Tras un recurso contra el Estado por esa prohibición, impulsado por Morenés, Defensa les compensa, en enero de 2014 (con Morenés como ministro) adjudicándoles el contrato de los lanzagranadas Alcotán (4 millones de euros). En definitiva, “puerta giratoriade Morenés con la industria armamentista.

Ahora, Defensa, además de asegurar el pago de la hipoteca de los PEAS (1.500 millones extras anuales hasta 2030) va a ir más allá en su apuesta por la industria de armamento (en su mayoría extranjera, salvo CASA, Indra y Navantia): apoyará “las reformas normativas necesarias para que el Ministerio de Defensa pueda gestionar programas de armamento con destino a la exportación”, según dicen textualmente los Presupuestos 2015 (página 116 Libro amarillo). Para ello, añade, se promoverán “acuerdos Gobierno a Gobierno” (o sea, el Rey y los ministros se dedicarán a vender material militar en sus viajes) y se desarrollarán las capacidades de OFICAEX, la Oficina de Apoyo a la Exportación (Defensa). Todo por promover las ventas de material de Defensa, donde España es el 7º exportador del mundo.

Y entre tanto, el Ejército español, en su día a día, está paralizado, por culpa de los ajustes. Y mientras busca cómo pagar sofisticados aviones de combate, tanques  o submarinos, la realidad es que no tiene dinero para pagar el carburante de tanques, barcos y aviones: los pilotos se tienen que turnar para hacer horas de vuelo, los buques no salen a la mar y los nuevos tanques Leopard están sin estrenar. Han mandado al desguace el portaaviones “Príncipe de Asturias” porque no había dinero para mantenerlo operativo. Y cuando hay una emergencia internacional, como la de Mali en 2013, el presupuesto apenas da para enviar un avión de transporte. Es como el Ejército de Gila, en “economía de guerra: en agosto pasado, el Gobierno aprobó también otro crédito extraordinario de 30,56 millones para pagar gastos urgentes, desde carburante y compras a dietas y formación de los militares.

Lo llaman “Ejército bonsái” porque tiene de todo pero pequeñito e inoperante. Urge afrontar una reconversión de la política de Defensa española, en cuatro frentes. Uno, el ajuste de personal, que se lleva el 75% del gasto: tiene 79.000 personas y se estima que sobran 20.000, entre tropa y sobre todo jefes (hay 45.000 mandos). Dos, una renegociación de verdad con las industrias militares, para que no impongan sus productos y condiciones. Tres, una mayor colaboración con otros países europeos (sobre todo del sur), para compartir servicios y costes. Y cuarto, una nueva política de Defensa, con un Ejército más pequeño pero más operativo: España es un país peninsular, donde no tiene sentido la Defensa basada en Tierra (tanques y artillería) y si en la Armada y el Ejército del Aire, que juntos gastan menos que Tierra. Es necesario apoyarse en unidades más pequeñas y especializadas, de intervención inmediata. Y no pensar en una guerra convencional, con invasión por los Pirineos, sino en las nuevas amenazas: ciberdefensa, terrorismo internacional, crimen organizado, catástrofes naturales, seguridad líneas de suministro e intervención en conflictos exteriores. Y para todo eso, hace falta otro Ejército con otras armas, no las que compró Aznar en 1997.

No se trata de hacer demagogia y desmantelar el Ejército, cuando formamos parte de Europa y la OTAN, que acaba de pedir a los países (Cumbre de Gales) reforzar su política de Defensa (y más gasto). Se trata de reestructurar el Ejército español, huyendo de trampas contables y gastando con eficacia, no en las armas que nos quiera “colocar” la industria con el chantaje del empleo que crean. Si hay recortes en sanidad, educación, dependencia, desempleo y gastos sociales, no podemos hacer gastos extras en armamento ni estar hipotecados hasta 2030. Ejército sí, pero más pequeño, más operativo, más eficaz y más barato.   

jueves, 2 de octubre de 2014

Presupuestos 2015 : el cuento de la lechera


Érase una vez un país que crecía más que sus vecinos y donde el Gobierno prometió al pueblo bajarles los impuestos y a la vez recortar el déficit público y crear mucho empleo. Es “el cuento de la lechera” de Rajoy para 2015, año de elecciones. La realidad es que España tiene difícil crecer más porque Europa está en recesión (mientras Latinoamérica se desinfla) y también porque el consumo no tira (uno de cada cuatro españoles está en paro y los que trabajan tienen empleos precarios y cobran poco), las empresas venden poco y no invierten (tampoco hay crédito) y las exportaciones han pinchado, con lo que volvemos a tener déficit exterior. En resumen: la economía está frenada y así es difícil crecer al 2% y crear 1.000 empleos diarios en 2015, como promete Rajoy. Y si no crecemos tanto, harán más recortes para bajar el déficit, después de las elecciones. Más realismo y menos cuentos.


enrique ortega 

 
 
Todo el Presupuesto 2015  presentado por el Gobierno Rajoy descansa sobre un pilar: España crecerá este año (+1,3%) y el que viene (+2%) más de lo que habían dicho (una décima y dos más) y más de lo que crecerá la Europa del euro (+1,1 y +1,5%). Gracias a este mayor crecimiento, España creará mucho empleo, más que los años en que crecíamos al 3%: Rajoy promete crear 274.200 empleos en 2014 y otros 348.200 en 2015. Y al haber más gente trabajando y más crecimiento, el Estado ingresará más (+9.500 millones en 2015) y así será posible recortar el déficit (-6.000 millones el Estado) y a la vez bajar impuestos a las empresas (-600 millones) y particulares (-3.400 millones en 2015), que lo notarán ya en la nómina de enero, por la bajada de retenciones (más rebaja a los que ganen más de 60.000 euros). 

Para conseguir cuadrar las cuentas y tratar de cumplir con el déficit en 2015, el Gobierno cuenta con dos “regalos: 2.000 millones más para gastar por la subida“extra” del PIB (al contabilizarse los negocios de las drogas, la prostitución y el contrabando) y otros 4.426 millones de “ahorro” en el desempleo (sobre todo porque se les ha acabado el paro a los que perdieron su empleo antes de 2013). Y luego está el ahorro por no subir el sueldo a los funcionarios (se les congela por 5º año seguido) y por subir las pensiones sólo un 0,25%. Así tienen un colchón para prometer algunos gastos con tinte electoral: devolver a los funcionarios  un cuarto de la paga extra de Navidad no pagada en 2012 (antes de que les obligue el Tribunal Constitucional…), convocar algo de empleo público (unos 2.000 empleos, sólo el 50% de las jubilaciones en servicios esenciales mientras no se cubren la mayoría de las 30.000 jubilaciones anuales de funcionarios) y gastar algo más en inversiones públicas (tras recortarlas un 55% en cuatro años), en el AVE (llegará en 2015 a Zamora, Orense, Burgos, Palencia, León, Murcia y Cádiz) y algunas nuevas carreteras (autovía del Cantábrico, puente Bahía de Cádiz, A-7 en Granada o cierre Benavente-Zamora en la Ruta de la Plata), que pueden sumar votos.

Eso sí, lo importante para la mayoría de los españoles, el gasto en educación, sanidad, dependencia y gastos sociales, que  hacen sobre todo las autonomías, sufrirá nuevos recortes en 2015 (sin que se note mucho). Sobre todo cuando se acaba de saber que 6 autonomías superaban ya en julio el déficit previsto para todo el año 2014 (Navarra, Extremadura, Murcia, Castilla la Mancha, Andalucía y Cataluña). Todo sea por cumplir con Bruselas (sin perder las elecciones).

Hasta aquí el cuento de la lechera (electoral) para 2015. El problema de fondo es que se basa en una premisa difícil de cumplir: crecer más que la Europa del euro. El Gobierno Rajoy espera crecer más gracias al despegue del consumo y la construcción (que aportarían el 1,8% del 2% que prevén crecer en 2015), pero la realidad es que el consumo está parado (lo dicen el comercio y los fabricantes), como lo atestiguan tres meses de inflación negativa, y no se ve el despegue de la construcción (la subida de la vivienda es un espejismo y todavía hay 600.000 pisos nuevos sin vender). Y también creen que el exterior aportará crecimiento en 2015 (+0,2%, tras restar un -0,1% en 2014), por la mejora de las exportaciones, algo difícil ya que Europa crecerá poco (como Latinoamérica), aunque ayude tener un euro más débil (pero sólo beneficia a un tercio de nuestras exportaciones, las que van fuera de la zona euro).

Si las previsiones no se cumplen y crecemos menos (+1,2 en 2015 y +1,6% en 2015 prevé el FMI), se crearía menos empleo (Funcas/Cajas prevé 350.000 nuevos empleos entre 2014 y 2015, la mitad que el Gobierno) y se recaudarían menos impuestos, con lo que no saldrían las cuentas. Y el Gobierno (y las autonomías) se verían obligados a hacer más recortes para cumplir con el déficit. Claro que, como hay elecciones, se harían después. La esperanza de Rajoy y sus barones autonómicos es llegar a las elecciones con el cuento de la lechera, que la gente se lo crea y si hay que hacer recortes sea después de ganar otra vez. Y confiar que Europa (y Latinoamérica) se recuperen y nos ayuden algo a crecer.

Aunque nos creyéramos el cuento, el balance es demasiado pobre para haber sufrido tantos recortes y sacrificios estos cuatro años: creyéndonos sus previsiones, España terminaría 2015 con 395.400 personas menos trabajando que en diciembre de 2011. Y un 22,2% de paro, más del doble que en Europa. No es para tirar cohetes. Y lo normal es que el balance sea aún peor, porque la tímida recuperación española se ha frenado (lo dice el Banco de España) y hay muchas incertidumbres en Europa, Latinoamérica y en todo el mundo (salvo USA, que crece el 4,2%). Por eso, es urgente apostar por otra política, en España y en Europa, que asegure de verdad un mayor crecimiento y más empleo, sin cuentos. Si no, no recuperaremos el empleo de antes de la crisis hasta 2023, según el informe de la OIT sobre España.

En España, habría que hacer un Presupuesto 2015 que favoreciera la recuperación. Y eso pasa por recaudar más y gastar más, para reanimar la actividad. Si recaudáramos como el resto de Europa (luchando contra el fraude y recaudando más a empresas, multinacionales y grandes fortunas), podríamos ingresar hasta 90.000 millones más al año. Y esto no es otro cuento de la lechera: España tiene margen para recaudar más, porque ingresa sólo un 37,8% de su riqueza (PIB) mientras Europa (zona euro) ingresa un 46,87%, según Eurostat.  Con estos mayores ingresos, podrían bajarse los impuestos de verdad a los que menos ganan (para que consuman más) y dedicar más recursos públicos  a “invertir en la recuperación”: ayudas a la industrialización, el turismo y la exportación, incentivos a la inversión y a la creación de empleo, fomento de la investigación e innovación, más formación y educación, además de un programa decidido de fomento del empleo, para reciclar y recolocar a los parados. Y una subida del salario mínimo que fomentara un aumento de los salarios privados, ligados a mejoras de productividad (como pide la OIT). Además, hay que ayudar a empresas y particulares a renegociar sus deudas, para que puedan invertir y consumir.

Lo básico es reanimar la recaudación y con ello el gasto, el consumo y la inversión en España. Pero no es suficiente. Hay que hacer también otra política en Europa, para no caer en la tercera recesión y ayudar a crecer más a los países del sur. Es urgente poner en marcha un Plan de inversiones que reanime la actividad, con un mayor gasto en Alemania y países del norte que tire de las exportaciones en la Europa del sur. Dos temas que iban a plantearse en una Cumbre europea extraordinaria el 7 de octubre en Roma que se ha anulado. Y es que Merkel y los fundamentalistas de la austeridad no quieren cambiar de política (a pesar de que Guindos haya reclamado “autocrítica) y reanimar la economía europea, hoy estancada. Y por mucho que lo intente el BCE, inyectando dinero para fomentar el crédito, si no hay más consumo y más inversión, Europa marcha al ralentí y no despega. Y sin este empuje europeo, España no puede crecer lo que sueña Rajoy.

El problema, en Europa y en España, es que falta confianza: ciudadanos y empresas no ven claro el futuro. Y en consecuencia, no gastan (tampoco pueden), no piden créditos, no invierten, contratan lo mínimo y en precario. Y la mayoría de los parados, con varios años ya sin trabajar, lo ven aún más negro. Por eso, lo que hace falta es una política creíble, que reanime la economía y reduzca la pobreza y las desigualdades, que dé confianza a ciudadanos y empresas,  que no sólo busque cuadrar las cuentas sobre el papel  y llegar como sea hasta las próximas elecciones, aprovechando que no hay alternativas ilusionantes. Más realismo y menos cuentos.