jueves, 28 de enero de 2021

La EPA desigual de la pandemia


Hoy se ha conocido el balance del empleo y paro en el primer año de pandemia, la EPA 2020. Y los datos son malos pero no tanto como podía esperarse, porque el empleo y paro mejoraron en el 4º trimestre, a pesar de los rebrotes. Pero la pandemia ha causado la pérdida de 622.600 empleos, cifra que sería mucho peor sin los ERTEs (donde hay “embolsados” 750.000 trabajadores). Y tenemos 527.900 parados más, una tasa del 16,13%,  más del doble que Europa. Lo que revela la EPA es que los daños de la pandemia son muy desiguales: el paro y la pérdida de empleo se ha “cebado” en las mujeres, los jóvenes, los servicios, Canarias y Baleares, mientras apenas ha afectado al empleo de los mayores, la construcción, el campo y buena parte de España. Todo apunta a que la mayor factura de la pandemia, en empleo y paro, llegará en 2021. Urge aprobar un Plan de choque que ayude a los parados más afectados. 


Enrique Ortega
 

La pandemia ha roto en 2020 la racha de 6 años consecutivos de creación de empleo: entre 2014 y 2019 se crearon en España +2.831.700 empleos, todavía un millón menos de los destruidos entre 2007 y 2013. Pero 2020 se ha cerrado con una pérdida de -622.600 empleos netos, según la EPA, una cifra que podría haber sido mucho peor de no ser por la mejoría del empleo en el tercer trimestre (+596.600 empleos), por la desescalada, y en el cuarto trimestre (+167.400 empleos), a pesar de la 2ª y 3ª ola de contagios (o “gracias” a ellas). Una creación de empleo que no pudo compensar la pérdida de empleo en el primer trimestre (-285.600) y, sobre todo, en el 2º trimestre (-1.074.000 empleos).

Al final, este balance del empleo en el primer año de la pandemia no es tan malo como podía esperarse (en 2012 se perdieron -850.000 empleos) gracias a dos factores. Uno, que un gran número de trabajadores han mantenido su empleo al ser incluidos en un ERTE o programa de ayuda para autónomos, donde cobran un 70% de su sueldo en activo (se lo paga el SEPE y le descuenta el pago de su cotización a la SS). En el peor momento, en abril, había 3,4 millones de asalariados en ERTE y 1,1 millones de autónomos con ayudas por cese temporal de actividad (que cobran unos 800 euros de media), 4,5 millones de empleos “aparcados” y salvados momentáneamente. A finales de 2020, los asalariados en ERTE eran sólo 755.613, más  otros 350.000 autónomos, en total 1.100.000 empleos que se han salvado en 2020, aunque con un alto coste en sueldos y cotizaciones: 30.000 millones de euros. Y ahora, en 2021, los ERTEs y ayudas a autónomos se han prorrogado hasta el 31 de mayo.

El otro factor que ha evitado una mayor caída del empleo ha sido el teletrabajo. A lo largo de 2020, casi 1 de cada 10 trabajadores ocupados (1.923.800 personas, el 9,95%) han trabajado desde casa más de la mitad de los días de la semana, según revela la EPA de hoy, lo que ha evitado su despido. Y también ha ayudado que el conjunto de ocupados han trabajado menos horas (menos horas y menos días), lo que ha evitado más ajustes: los ocupados han trabajado 36,1 horas de media a la semana, frente a 36,6 horas en 2019.

Lo que revela la EPA de 2020, en este primer año de la pandemia, es su desigual balance sobre el empleo. Ha sido casi igual la pérdida por sexo (-3,13% de empleo han perdido los hombres y -3,09% las mujeres) pero han sufrido mucho más la pérdida los jóvenes: de todos los empleos perdidos el año pasado (-622.600, un -3,12%), casi la mitad los han perdido los menores de 30 años (-288.900 empleos, un -10,4%). Y dentro de ellos, la mayor caída la han sufrido los más jóvenes (16 a 24 años), que han perdido -200.100 empleos (-19%). Eso contrasta con el efecto de la pandemia entre los mayores de 55 años, donde creció el empleo en 2020 (+166.100 empleos), como entre los de 45 a 49 años (+9.100 empleos).

También es desigual la pérdida de empleos por sectores y autonomías. Casi 9 de cada 10 empleos perdidos con la pandemia han sido en los servicios (hostelería, turismo, comercio y servicios varios): -577.100 (-3,5%). Apenas se perdió empleo en la construcción (-3.700) y en el campo (-11.800) y poco en la industria (-70.100). Y por regiones, han sufrido la mayor caída de empleo Canarias (-112,.800, un -12%) y Baleares (46.300, un -8,12%), siendo comparativamente menor en Cataluña (-137.600 empleos, una pérdida de sólo el -3,95%), Madrid (-107.100 empleos, -3,39%) y la Comunidad Valencia (-72.500, -3,44%). Y hay 3 autonomías donde ha crecido el empleo en el año de la pandemia: Extremadura (+5.500 empleos, +1,44%), Melilla (+4.500 empleos, +16,62%) y La Rioja (+400 empleos, +0,26%), según la EPA 2020 publicada hoy por Estadística.

El balance del empleo es de una pérdida global neta de -622.600 puestos de trabajo en 2020, pero el año pasado se firmaron casi 16 millones de contratos, 6,5 millones menos que el año anterior por la menor actividad durante la pandemia. Y los datos de Trabajo revelan que, con pandemia, la precariedad en los empleos que se crean sigue igual: sólo el 9,69% de los contratos firmados en 2020 fueron indefinidos, mientras el 91,31% fueron temporales. Y casi un tercio (el 31,29%) fueron contratos a tiempo parcial, por horas. Sin embargo, como se han hecho menos contratos, el peso de los asalariados con contrato temporal ha bajado un poco, del 26,10% en 2019 al 24,6% en 2020, aunque todavía son más de 4 millones de asalariados precarios (4.000.700), casi la cuarta parte, un porcentaje más del doble que en Europa.

El paro ha crecido en 2020 en +527.900 desempleados, según la EPA, rompiendo también una racha de 7 años en que estaba bajando el paro (entre 2013 y 2019, el paro se redujo en -2.812.700 personas). Otra vez, lo llamativo es que el paro ha bajado en el cuarto trimestre (-3.100), tras subir en el primero (+121.100), en el 2º (+55.000) y sobre todo en el tercer trimestre (+354.900), porque durante el verano aumentaron los que buscaban trabajo, lo mismo que ha vuelto a pasar en el último trimestre, por la Navidad, aunque mucho menos (y por eso bajó el paro). Aquí, vuelve a pasar lo mismo que con el empleo: el aumento del paro es muy desigual por sexo, edad, sectores o regiones.

Aquí sí que las mujeres han sufrido más el aumento del paro por la pandemia: +305.600 mujeres paradas en 2020 (+18,31%) frente a +222.000 parados hombres (+14,96%). Y casi todo el paro se ha concentrado otra vez en los servicios (+279.500 parados, +23,91%), mientras apenas creció en el campo (+500 parados en la agricultura, +0,27%) y en la construcción (+7.900 parados, +5,42%) y algo más en la industria (+31.900 parados, +19,78%). Y por regiones, donde más sube el paro (en porcentaje) es en Baleares (+75,2%, +47.200 parados), Madrid (+36,2%, +127.700 parados), Cataluña (+32,56%, +132.100 parados), Navarra (+28,85%, +8.200 parados) y Canarias (+28,33%, +61.600 parados). Y hay 3 autonomías donde ha bajado el paro con la pandemia: Extremadura (-12.200 parados), Murcia (-5.500 parados) y Galicia (-3.200 parados)

A pesar de esta subida desigual del paro, la pandemia no ha cambiado el hecho de que haya 2 Españas para el desempleo. Una España con una tasa de paro insoportable, superior al 20% de personas en edad de trabajar sin empleo en diciembre de 2020: Ceuta (26,74% de paro), Canarias (25,22%),  Melilla (23,63%), Andalucía (22,74%) y Extremadura (21,32%). Y otra España con un nivel de paro europeo: País Vasco (9,96% de paro), La Rioja (10,365), Castilla y León (11,61%), Navarra (11,65%), Galicia (11,66%) y Cantabria (11,79%), según la EPA.

La pandemia ha agravado un problema congénito del paro en España: casi la mitad de los parados EPA no cobran ningún subsidio. Así, a finales de 2020, había 2.381.723 parados que cobraban alguna ayuda (el 52% un subsidio contributivo de 862,5 euros mensuales y el 48% restante un subsidio asistencial de 430 euros). Pero si descontamos las 755.613 personas que estaban en ERTE (y les paga el SEPE), podemos estimar que sólo 1.626.610 parados cobraban el desempleo, el 50,96% de los parados que refleja la EPA.  Y menos que los 1.964.132 parados que cobraban alguna ayuda (el 61,5% de los parados) en 2019.

Esto se debe a que muchos parados han agotado las ayudas por desempleo porque llevan mucho tiempo sin trabajar. De hecho, a finales de 2020, un 40,88% de todos los parados llevaban más de un año sin trabajar, 1.521.000 parados, según la EPA. De ellos, 635.600 llevan entre 1 año y 2 años en paro y otros 885.400 llevan más de 2 años. Y aunque este porcentaje de parados de larga duración ha mejorado algo (eran el 43,45% de los parados en 2019), es todavía un porcentaje demasiado alto y muy preocupante. Primero, porque estos parados tienen menos posibilidades de recolocarse, porque las empresas buscan parados menos “desconectados”. Segundo, porque la gran mayoría de estos parados tienen una baja formación: el 42% de estos parados de larga duración tiene sólo estudios primarios (o ni eso) y otro 28,57% tiene sólo la ESO, según un informe de Trabajo, con lo que el 70% están poco formados, una rémora para colocarse. Y un tercer problema es su edad: el 70% de los parados de larga duración tienen más de 45 años (y lo peor: un 39,8% tienen más de 55 años: no pueden trabajar ni jubilarse).

Visto el panorama que nos deja el primer año de la pandemia, el temor ahora es que el nuevo rebrote de contagios y la 3ª ola agraven la recesión y España crezca poco o nada en este primer trimestre de 2021 y apenas se recupere el empleo. Y que si no se llega a tiempo con las vacunas, se pierda el verano para el turismo, lo que agravaría el problema del empleo y el paro, forzando a ampliar los ERTEs y las ayudas a los autónomos después de mayo. Y habría que mantener las ayudas y la prohibición de despedir (ligada a los ERTES). En cualquier caso, todas las previsiones estiman que apenas se creará empleo en 2021 y que incluso aumentará el paro, porque habrá más personas buscando trabajo.

En cualquier caso, mientras se clarifica el futuro de los contagios y las vacunas, debería aprobarse un Plan de choque contra el paro, que tenga en cuenta la desigual factura de la pandemia en el empleo y el paro. Eso obliga a poner en marcha un Plan centrado en dos frentes. Uno, mejorar la situación de los parados actuales, ampliando los subsidios a los que no cobran nada (en coordinación con el Ingreso Mínimo Vital, que funciona mal) y multiplicando los cursos de formación y las tareas de asistencia personalizada a los parados que lleven más tiempo sin trabajar, para ayudarles a recolocarse a través de las oficinas de empleo (que están saturadas y necesitan más personal y medios). Y el otro frente, articular medidas y bonificaciones para fomentar el empleo de las mujeres, jóvenes y mayores en Canarias, Baleares, Madrid y Cataluña, sobre todo en la hostelería, el turismo, el comercio y las actividades de ocio y cultura, los colectivos, sectores y regiones más dañados por la pandemia. Hacen falta dinero y programas concretos, pactados con las autonomías.

Al final, el primer año de la pandemia ha dejado una factura en empleo y paro, pero no ha sido tan grande como lo es la recesión (se han perdido menos empleos que en 2012) porque se han aprobado ayudas y por el teletrabajo. Pero si la pandemia no se frena y las ayudas se reducen, se disparará la factura y perderemos mucho más empleos en 2021, algo que no podemos permitirnos con más del doble de paro que Europa. Así que Gobierno, autonomías, empresas y sindicatos han de volcarse en no perder más empleos y en empezar a crearlos como sea. Pero para ello, la clave es doblegar los contagios (tenemos que confinarnos en casa dos o tres semanas) y acelerar las vacunas. Dos prioridades sanitarias para salvar vidas y para salvar empleos.

lunes, 25 de enero de 2021

Pandemia: confinamiento o 25.000 muertos más


Estamos en el pico de la 3ª ola, con el mayor nivel de contagios de la pandemia: toda España, salvo Canarias, está en “riesgo extremo. Y tenemos el doble de incidencia que Alemania, Italia y Francia, cuando a comienzos de diciembre éramos el 2º país con menos contagios. Todo por “salvar la Navidad”, cuya factura es aterradora: 843.116 nuevos contagios, el doble de hospitalizados y 9.930 muertes entre el 1 de diciembre y el 22 de enero. Ahora, a la vista del altísimo ritmo de contagios (más de 40.000 diarios los tres últimos días) y muertes (400 diarias la semana pasada), muchas autonomías exigen medidas más estrictas, desde el toque de queda a las 8 hasta el confinamiento total. Pero Sanidad no quiere y confía en doblegar la curva con las duras restricciones aprobadas por las autonomías (incluida Madrid). No bastarán: hace falta un confinamiento total o tendremos 25.000 muertes más para el verano. Si los políticos no lo hacen, confinémonos nosotros. Para salvar vidas (y empleos).

 

Enrique Ortega

La pandemia sigue imparable por todo el mundo y mañana día 25 superará los 100 millones de contagios, con una media en los últimos meses de 700.000 contagios diarios, según las estadísticas de la Universidad Johns Hopkins. Hasta hoy se han contagiado 99.195.630 personas en 192 paises, destacando el alcance de la pandemia en América (43.456.972 contagiados) y Europa (32.032.536 contagiados), seguidos de lejos por el sudeste de Asia (12.656.504 contagiados), Oriente Medio (5.507.360), África (2.462.083) y la zona del Pacífico (1.347.874 contagiados), según los datos de la OMS. Por paises, los más afectados siguen siendo Estados Unidos (25.124.954 contagiados) y la India (10.667.736 contagiados), seguidos de Brasil (8.844.577),Rusia (3.679.247), Reino Unido (3.657.857) y Francia (3.112.055), más España (2.499.560 contagiados), que ya supera a Italia (2.466.813 contagiados), así como a Turquía (2.429.605), Alemania (2.147.814), Colombia (2.015.485), Argentina (1.867.223), México (1.763.219) y Polonia (1.475.445 contagiados), según la Universidad Johns Hopkins.

Las muertes por COVID-19 se han acelerado en las últimas semanas, con dos días en enero (12 y 20) que han superado las 17.000 muertes. Y el 15 de enero se superaron los 2 millones de muertes en el mundo por esta pandemia: el primer millón se alcanzó en 9 meses (el 28 de septiembre) y el segundo millón ha tardado menos de 4 meses. Hoy son 2.129,418 fallecidos en el mundo, la mayoría en América (998.894 muertes) y Europa (706.238 muertes), según la OMS. Por paises, destaca la alta mortalidad de Estados Unidos (419.209 muertes), Brasil (217.037), India (153.470 y México (149.614 fallecidos), seguidos por Reino Unido (98.129 muertes), Italia (85.461), Francia (73.190), Rusia (68.397), Irán (57.383), España (55.441 muertos, el doble que en mayo) y Alemania (52.296), según la Universidad Johns Hopkins.

Con este panorama, estamos en el pico de la 3ª ola, sobre todo en Europa, que ha disparado  los contagios, por la Navidad y la proliferación de 2 mutaciones del coronavirus, las variantes británica y sudafricana, que aceleran los contagios (+70%) y muertes (+30%). Estas mutaciones afectan sobre todo al Reino Unido, que bate récords de contagios (37.892 el viernes) y muertes (1.290), con una incidencia disparada: 981 contagiados por 100.000 habitantes los últimos 14 días. Francia mejora tras el último mes de restricciones (389 contagios por 100.000 habitantes), lo mismo que Italia (344 contagios) y Alemania (288 contagios, aunque se han disparado las muertes: casi 1.000 diarias la última semana), según Sanidad. Estos tres paises tienen la mitad de incidencia o menos que España (828 contagiados por 100.000 habitantes en los últimos 14 días), cuando a primeros de diciembre éramos el 2º país europeo con menos contagios. También tenemos más incidencia que Bélgica (249), Austria (264), Polonia (265), Paises Bajos (497) o Suecia (666) y sólo nos superan Portugal (1.349), Irlanda (1.186) y Chequia (1.163), según los datos de Sanidad.

En España, el repunte de contagios se ha agravado en las últimas 2 semanas, duplicando con creces la incidencia acumulada de contagios recientes: se ha saltado de los 350 contagios por 100.000 habitantes el 8 de enero a los 828 contagios de este viernes 22 de enero. Y estamos en el pico de contagios, no sólo de esta 3ª ola (iniciada el 11 de diciembre: 189,5 contagios/100.000 habitantes) sino de toda la pandemia (el anterior récord, el 9 de noviembre, fue de 529 contagiados por 100.000 habitantes). Lo peor es que toda España, salvo Canarias (189 contagios) supera el nivel de “riesgo extremo”, los 250 contagios en los últimos 14 días por 100.000 habitantes. Además, hay 6 autonomías que superan los 1.000 contagios por 100.000 habitantes: Extremadura (1.448), Murcia (1.332), Comunidad Valenciana (1.245), Castilla y León (1.215), la Rioja (1.208), y Castilla la Mancha (1.158 contagiados/100.000 habitantes). Otras 7 autonomías tienen un nivel de contagios muy elevado: Madrid (904 contagios por 100.000 habitantes, frente a 400 el día de Nochevieja y 285 el 20 de noviembre), Melilla (858), Andalucía (799), Aragón (704), Baleares (689), Cataluña (647) y Galicia (630). Y las 5 restantes, que están “menos mal”, superan con creces los 250 contagios del “riesgo extremo”: Ceuta (507), Navarra (448), País Vasco (424), Asturias (412) y Cantabria (380), según los datos de Sanidad del viernes.

El problema ya no es sólo el alto nivel de contagios sino que ahora, que se hacen más pruebas tras las fiestas y la gran nevada (172.398 PCRs y 88.671 test de antígenos el 19 de enero, frente a sólo 88.925 PCRs y 22.089 test el 9 de enero), aparecen más “positivos”, un elevado porcentaje de contagiados: el 17,38% de las pruebas dieron positivo el 19 de enero, frente a sólo el 7,7% el 1 de diciembre. Y toda España supera el nivel de “riesgo extremo” (más del 15% de positivos) en el porcentaje de pruebas positivas, salvo Galicia (riesgo “alto”: 11,2%), Cantabria, Asturias, País Vasco, Navarra y Cataluña (las 5 en “riesgo medio”, con tasas de positividad del 7 al 10%. Y lideran a todas en positivos sobre las pruebas realizadas, Castilla la Mancha (32,77%) y la Comunidad Valenciana (31,26%).

El mayor problema de esta 3ª ola no es sólo el alto número de contagiados y la velocidad de transmisión sino que la pandemia está afectando seriamente a los hospitales, tanto por la ocupación de camas por enfermos COVID como por su concentración en las UCIs, lo que está provocando ya la suspensión de operaciones programadas, sobre todo en la Comunidad Valenciana, Cataluña, Murcia y Extremadura.

El número de contagiados hospitalizados se ha casi duplicado en las últimas 2 semanas, saltando de 14.951 hospitalizados el 8 de enero a 27.462 el pasado viernes, según Sanidad, lo que da un 21,63% de ocupación de las camas (más de 1 de cada 5) por enfermos de COVID. Eso supone que toda España está en “riesgo extremo (más del 15% de camas ocupadas) por este indicador, según Sanidad, aunque por autonomías sólo superan ese nivel la Comunidad Valenciana (39,96%), Castilla la Mancha (32,59%), la Rioja (27,16%), Madrid (25,79%), Murcia (25,44%), Castilla y León (24,30%), Extremadura (22,39%) y Cataluña (19,78%). Y otras 5 regiones tienen un riesgo hospitalario “alto (entre el 10 y 15% de ocupación): Andalucía, Aragón, Cantabria, País Vasco y Baleares), 3 más tienen riesgo “medio (del 5 al 10% de ocupación: Galicia, Asturias y Navarra) y sólo Canarias tiene una ocupación “baja” (5,5%).

Pero el gran problema está en las UCIs: han pasado de tener 2.318 pacientes el 8 de enero a 3.908 pacientes el viernes 22, un 68% más en dos semanas. En toda España, la ocupación de camas UCI por enfermos COVI es ahora del 37,61% (más de 1 de cada 3 enfermos en UCI), lo que supone un “riesgo extremo” (al superarse el 25%), según los baremos de Sanidad. Y lo más preocupante es que hay 11 regiones con ese altísimo nivel de ocupación de las UCIs, en “riesgo extremo”: Comunidad Valenciana (58,6% camas UCI ocupadas por COVID), Melilla (52,94%), Cataluña (49,5%), Castilla la Mancha (49,45%), Madrid (46,2%), Baleares (42,3%), Castilla y León (37,08%), Aragón (32,5%) y Murcia (32,3%). Otras 6 regiones están en “riesgo alto”  por ocupación UCIs (del 15 al 25%): Andalucía, Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra y Ceuta. Y sólo se salva, con un riesgo “medio" (10 al 15% ocupación UCIs por enfermos COVID), Canarias (13,3%).

Tras este balance detallado de contagios, positivos, hospitalizados y camas UCI, los 4 indicadores que vigila Sanidad, el Ministerio resume así (ver mapas) la situación de la pandemia: hay 11 regiones en situación de “riesgo extremo”, en alerta 4 (Madrid, Extremadura, Castilla la Mancha, Castilla y León, Murcia, Comunidad Valenciana, Cataluña, Baleares, Aragón, la Rioja y Ceuta), 6 regiones en alerta 3 (Andalucía, Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y Melilla) y sólo 2 autonomías están en alerta 2 (Canarias y Navarra). Visto a nivel provincial, hay 38 provincias en alerta 4 (la máxima), 11 provincias en alerta 3 (A Coruña, Pontevedra, Asturias, Cantabria, Vizcaya, Álava, Zaragoza, Sevilla, Huelva, Tenerife y Melilla) y sólo 3 provincias en alerta 2, la más baja (Las Palmas, Navarra y Orense). Dicho de otra manera, hay 29.382.285 españoles en alerta 4 por la pandemia, dos de cada tres habitantes.

Y queda lo más trágico del balance de la pandemia, los muertos, que siguen batiendo récords: +2.127 muertes la última semana (viernes 15 al viernes 22), muchos más que la anterior (+1.435 muertes) y bastante más que la primera semana larga del año (+1.037 muertos del jueves 31 diciembre al viernes 8 de enero). La semana pasada, entre el lunes 18 de enero y el viernes 22, se superaron los 400 fallecimientos diarios por COVID-19, el máximo de esta 3ª ola (464 fallecidos el miércoles 20). Al final, hay que contabilizar ya 55.441 muertos oficiales por COVID-19 (30.000 de ellos en residencias de ancianos). Una cifra que se disparó con la 2ª ola (+15.258 muertos entre el 2 de octubre y el 10 de diciembre) y, sobre todo, con esta 3ª ola:+8.097 muertos en los últimos 42 días. Es como si Navia (Asturias) o Padrón (A Coruña) hubieran desaparecido del mapa…

Este dato debería llevar a nuestros políticos a tomar medidas drásticas para frenar radicalmente esta 3ª ola y bajar a un nivel de contagios asumible, como el que conseguimos con el duro confinamiento de marzo a junio (8,3 contagiados por 100.000 a finales de junio). Pero sólo el Gobierno de Castilla y León lo ha pedido, mientras lo sugerían Andalucía y la Comunidad Valenciana. Pero Sanidad y el Gobierno Sánchez no quieren imponer un confinamiento total, como el del 14 de marzo. La razón que da el ministro Illa es que hay que esperar a que las nuevas medidas restrictivas que han impuesto las autonomías, incluida Madrid (ver aquí  las restricciones en cada región) den frutos, en dos o tres semanas. Incluso, Sanidad se niega a adelantar el toque de queda a las 8 de la tarde (ahora se permite hasta las 10 de la noche), como ha fijado unilateralmente Castilla y León y han pedido 10 autonomías más. El argumento que dan, mientras dicen que “lo estudian”, es que se concentraría la movilidad en menos horas y eso en lugar de reducir los contagios podría aumentarlos.

Hay que acabar con los “parches” contra la pandemia. Los expertos han reiterado que sólo se pueden reducir drásticamente los contagios confinando a la gente en casa (salvo para trabajar, estudiar y actividades imprescindibles), entre 4 y 6 semanas. Pero los políticos no se atreven a hacerlo, por miedo a no contar con apoyos políticos (el Gobierno) y por temor a agravar la recesión de la economía. Pero el hecho es que esta 3ª ola y los confinamientos parciales, más el temor al futuro, han evitado la recuperación de la economía en el 4º trimestre. Y el BCE y los expertos temen que no crezcamos apenas este primer trimestre, que el sector turístico da por perdido. El error es volver a plantear el dilema entre salud y economía, porque con elevados contagios no hay salud ni economía. Y sólo saldremos de esta dura recesión cuando se vea el final de la pandemia, gracias a las vacunaciones.

Pero este final de la pandemia queda aún lejos, porque la propia comisaria europea de Sanidad ha dicho que sólo se conseguirá la inmunidad de rebaño cuando se vacunen el 70% de las personas y eso será “a finales de verano”, o sea, en septiembre. O más tarde, si la aplicación de las vacunas se retrasa, como está pasando en España (ver balance) y en casi toda Europa, por mala planificación (la última es que la mayoría de autonomías, con Madrid y Andalucía a la cabeza, no han comprado jeringuillas correctas para poder sacar la sexta dosis de cada vial, a pesar de que lo recomendó Sanidad… en junio).

Siendo realistas, tenemos al menos 7 meses (febrero a agosto) por delante, en que la pandemia seguirá ahí, con fuerza, sobre todo si bajamos los contagios despacio y llegamos a Semana Santa con una incidencia superior a 250, como parece probable ( y entonces nos dirán: “hay que salvar la Semana Santa”, abramos la mano en la movilidad y la economía). Si ahora no tomamos la medida drástica de confinarnos, serán 7 meses de altos contagios y más muertes. ¿Cuántas? Pongamos que son 200 muertes de media los próximos 3 meses (han sido 400 diarias la semana pasada) y 100 muertes diarias (habrá más vacunados) los 4 meses siguientes. Eso son 27.000 muertes más hasta finales de agosto. Pero si nos confináramos, en un mes o poco más podríamos bajar las muertes a 10 diarias (fueron 6 muertos el 22 de junio), con lo que habría 2.000 muertos hasta finales de agosto. Diferencia: 25.000 muertos menos. Como para pensarse la urgencia de confinarse: 25.000 españoles sobrevivirían. Sería como salvar a todo el pueblo de Jumilla (Murcia) o Almansa (Albacete).

Otra vez, el dilema es claro: confinarse o más muertos. “Salvar la Navidad” ya nos ha costado 9.930 muertos desde el 1 de diciembre. Aprendamos de los errores y no esperemos a que lo decidan los políticos: confinémonos en casa, salgamos lo menos posible, como ha pedido Castilla y León a sus ciudadanos. Hagamos un esfuerzo para reducir drásticamente contactos y movilidad, para salvar vidas (quizás las nuestras o de familiares y amigos). Y para salvar empleos. Porque sin salud no hay economía. Quédate en casa.

jueves, 21 de enero de 2021

Las 3 Españas, más lejos tras la COVID


Antes de la pandemia, en 2019, se repitió que 7 autonomías crecieran más y sean las más ricas (Madrid, País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón, Baleares y la Rioja), frente a otras 7 menos eficientes y más pobres (Melilla, Extremadura, Andalucía, Ceuta, Castilla la Mancha, Canarias y Murcia), con las 5 restantes en posición intermedia. Son las 3 Españas, que siguen ahí desde el año 2.000, incluso desde hace siglo y medio. Una desigualdad territorial que mantiene la renta de Extremadura en casi la mitad (56%) de la del País Vasco. Y ahora, con la pandemia, los expertos temen que esta brecha entre las 2 ó 3 Españas se agrande, como también la distancia de España con la renta europea (el 91%). Pero la pandemia también puede ser una oportunidad si se utilizan los Presupuestos y fondos europeos para corregir estos desequilibrios regionales, reformando además la financiación autonómica y las políticas regionales. Hay que reconstruir el país y conseguir vivir mejor todos, vivamos donde vivamos.

Enrique Ortega

España ha estado creciendo los últimos 6 años (2014-2019), pero el crecimiento ha sido muy desigual por autonomías. Así, hay dos regiones que tiran de la economía, según confirman los datos de 2019 recién publicados por el INE: Madrid (produjo por valor de 240.129 millones, el 19,29% de todo el PIB español) y Cataluña (236.813 millones producidos, el 19,02%), a la que la capital “adelantó” ya en 2017 y 2018. Y le siguen, de lejos, Andalucía (165.865 millones producidos en 2019, el 13,32% del PIB español) y la Comunidad Valenciana (116.615 millones, el 9,32% del PIB). Entre las 4 regiones aportan casi dos tercios del crecimiento total del país (60,95% del PIB). Les siguen, muy de lejos, el País Vasco (5,98% del PIB español), Galicia (5,17%), Castilla y León (4,80%), Castilla la Mancha (3,43%), Canarias (3,78%) y Aragón (3,05% del PIB español). Y las 7 autonomías restantes, más Ceuta y Melilla, sólo aportan a la economía el 12,84% restante, casi la mitad entre todas que Madrid o Cataluña.

Esta aportación al crecimiento español de las distintas regiones ha variado muy poco en este siglo, salvo en un caso, Madrid, que aporta ahora (19,29%) un 1,6% más al PIB español que en el año 2000 (17,7%). También crece, aunque poco, la aportación de Cataluña (+0,30%), Murcia (+0,19%) y Baleares (+0,11%), mientras las demás regiones pierden peso en la economía española, aportando menos porcentualmente al PIB, sobre todo Castilla y León (-0,70%), País Vasco (-0,32%), Asturias  (-0,30%) y Canarias (-0,22%), según el INE.

Pero hay que tener en cuenta la población de cada región y lo importante es lo que produce cada autonomía por habitante, el verdadero indicador de su pujanza económica. Y aquí es donde podemos hablar de las 3 Españas. Una España más productiva (y por tanto más rica), integrada por las 7 autonomías que tienen un PIB por habitante superior a la media española (26.426 euros en 2019, según el INE): Madrid (35.913 euros per cápita, +35,9% sobre la media), País Vasco (34.142 euros, +29,2%), Navarra (32.141 euros, +21,6%), Cataluña (31.141 euros, +17,75%), Aragón (28.727 euros, +8,70%), Baleares (28.213 euros, +6,76%) y La Rioja (28.200 euros, +6,71% sobre el PIB por habitante de España). Son las 7 regiones más ricas, donde viven el 42,76% de los españoles. Y lo más llamativo es que estas 7 regiones más ricas son las mismas que eran ricas antes de la crisis, en 2007 y en el año 2000, según las series del INE, aunque el País Vasco ha subido del 4º al 2º lugar.

En el otro extremo están las 7 regiones menos productivas y por tanto las más pobres, encabezadas en 2019 por Melilla (19.211 euros de PIB por habitante, -27,3% que la media española), Extremadura (19.454 euros, -26,39%), Andalucía (19.633 euros, -25,7%), Ceuta (20.903 euros, -20,9%), Castilla la Mancha (21.004 euros, -20,52%), Canarias (21.244 euros, -19,61%) y Murcia (21.642 euros, -18,1% sobre el PIB por habitante de España). Son las 7 regiones más pobres, menos productivas, donde viven el 35,52% de los españoles. Y en su mayoría, son las mismas regiones que eran las más pobres antes de la crisis, en 2007 y en el año 2000, aunque han salido de este grupo Galicia y Asturias (menos productivas en el 2000), incorporándose Canarias, Ceuta y Melilla (intermedias en el 2000).

Y queda una 3ª España, la intermedia, que produce menos que la media (recordemos: 26.426 euros en 2019) pero algo más que esas 7 regiones “pobres”. Son las 5 regiones restantes: Castilla y León (24.886 euros de PIB/habitante, -5,83% que la media española), Cantabria (24.383 euros, -7,74%), Galicia (23.873 euros, -9,67%), Asturias (23.299 euros, -11,84%) y la Comunidad Valenciana (23.206 euros, -12,19% sobre el PIB/habitante español). Una España intermedia donde viven el 21,72% restante de españoles. Y de nuevo, esta 3ª España es hoy muy similar a la de antes de la crisis, aunque en el año 2.000 estaban en este grupo Canarias, Ceuta y Melilla, que han caído a la España más pobre, mientras han mejorado Galicia y Asturias, que a principios de siglo eran “pobres” y ahora “intermedias”.

Un dato preocupante es que la brecha entre las regiones más productivas (más ricas) y las menos eficientes (más pobres) se mantiene elevada, a pesar de la anterior crisis (2008) y la posterior recuperación (2014). Así, en el año 2.000, Madrid producía más del doble que Extremadura por habitante (21.333 euros frente a 10.145, 2,10 veces más), en 2008 produjo 1,93 veces más, en 2013 (el peor año de la crisis), la brecha subió a 1,97 veces más (30.188 euros frente a 15.280) y en 2019, a pesar de los 6 años de recuperación, la brecha sigue alta, en 1,84 veces (35.142 euros que produce cada madrileño frente a 19.454 cada extremeño).

Y lo más llamativo: esta brecha entre regiones más o menos productivas se arrastra desde hace siglo y medio, según el libro “La desigualdad regional en España 1860-2015”, escrito por tres catedráticos universitarios (Díez Minguela, Martínez-Galarraga y Tirado). Ahí documentan que la desigualdad regional aumentó entre 1860 y 1910, se redujo después entre 1910 y 1950, volvió a bajar entre 1960 y 1985 y lleva siendo elevada desde 1986, a raíz de la entrada de España en Europa, debido a que una economía más abierta ha agravado las diferencias regionales, al competir mejor unas autonomías que otras en estos 34 años siendo europeos.

El otro problema es que las regiones españolas no sólo se distancian entre ellas sino también hay una brecha con las regiones europeas. En 2019, según acaba de publicar el INE, sólo 3 regiones españolas eran más productivas, más ricas, que la media europea (31.160 euros de PIB por habitante UE-27): Madrid (35.913 euros), País Vasco (34.142 euros) y Navarra (32.141 euros). Se ha caído en 2019 Cataluña (31.119 euros), que siempre ha tenido un nivel de riqueza superior a la media europea (salvo en 2008 y 2009). Y además, el PIB por habitante español se ha ido retrasando del PIB por habitante europeo: si llegó a un máximo del 94,72% en 2007, cayó a suponer el 88,63% del PIB/habitante europeo en 2013 y ha seguido distanciándose con la recuperación, hasta suponer el 84,8% del PIB/habitante europeo en 2019 (producimos 26.426 euros, frente a 31.160 en la UE 27). Así que no sólo hay una brecha entre autonomías, también hay una brecha con Europa que ha crecido desde 2007. Incluso teniendo en cuenta el distinto poder de compra, el PIB por habitante español “corregido” era el 91% del europeo en 2018, según el último dato de Eurostat.

Evidentemente, si unas regiones (o paises) producen más por habitante, son más ricos. Y son más ricos por su distinta estructura económica (más o menos industria, más o menos servicios), su población, la formación de los trabajadores y el nivel educativo, la tecnología, la mayor o menor inversión pública y privada, las infraestructuras o el peso de la exportación. Y en el caso de Madrid, el factor capitalidad, que aporta un crecimiento “extra”, porque las instituciones públicas y ser la capital atraen empresas, inversiones, población y talento, según este estudio del IVIE. Por eso hay regiones más productivas y otras menos, aunque el factor que más ha jugado en este siglo es la desigual creación de empleo.

Pero después de ver las regiones más o menos productivas, entran en juego los “contrapesos”, factores que intervienen para que las regiones acaben teniendo más o menos renta. El principal mecanismo que podría “corregir” la brecha económica entre regiones son las transferencias públicas (pensiones, desempleo, ayudas a la dependencia), las subvenciones y prestaciones sociales, el gasto en sanidad y educación, las inversiones públicas, los impuestos y la financiación autonómica. Y dentro de estas “medidas correctoras” de la brecha entre regiones, hay que tener muy presentes las ayudas europeas, que han sido ingentes: los fondos estructurales europeos recibidos entre 1989 y 2020 han sido de 176.000 millones de euros, muchos para las regiones.

Todas estas medidas deberían haber servido para corregir la brecha económica entre las autonomías, sumando más ingresos a las autonomías más retrasadas, para compensar sus menores ingresos. Pero no ha sido así, como se ve en el dato de la renta por habitante, los ingresos de cada persona visto lo que produce y sumando lo que le aporta la acción pública, vía transferencias, ayudas, subvenciones,  impuestos y financiación. Y volvemos a tener 3 Españas, según los últimos datos disponibles (INE 2018), incluidos en este reciente trabajo de la Fundación Alternativas (FA) sobre la desigualdad territorial en España.

Tenemos 9 autonomías que tienen una renta por habitante superior a la media nacional (17.049 euros en 2018): País Vasco (22.082 euros), Navarra (20.117 euros), Cataluña (19.870 euros), Madrid (19.861 euros), Baleares (19.554 euros), Aragón (17.683 euros) y la Rioja (17.545 euros), exactamente las 7 autonomías que más producen (más PIB/habitante), a las que se suman dos “intermedias”, Asturias (17.484 euros de renta por habitante) y Castilla y León (17.298 euros de renta), porque son dos regiones muy envejecidas, con muchos pensionistas, lo que ha aumentado su renta final en los últimos años. Y las otras 8 autonomías (más Ceuta y Melilla, cuyos datos no se dan) tienen un nivel de renta por habitante inferior a la media nacional, sobre todo las regiones que ya eran económicamente las más pobres: Extremadura (12.382 euros de renta), Canarias (13.714 euros), Andalucía (14.048 euros), Murcia (14.075 euros) y Castilla la Mancha (14.537 euros). A ellas se suman, también con menos renta que la media española, 3 regiones “intermedias”: Comunidad Valenciana (15.149 euros renta/habitante), Cantabria (16.479) y Galicia (16.860 euros).

En definitiva, que las regiones que eran ricas, pobres o intermedias por su producción, por su estructura económica y de empleo, acaban siendo ricas, pobres o intermedias en la renta que finalmente reciben, a pesar de las transferencias públicas, las ayudas, inversiones, impuestos y financiación autonómica, lo que indica un fracaso en las políticas regionales. No se consigue apenas que mejoren y salten de puesto las más retrasadas, ni ahora ni en los últimos años. Y lo peor no es sólo que haya 2 Españas (o 3) en el nivel de renta, sino que han aumentado las diferencias, la brecha de renta entre regiones. Si en 1977, un balear tenía 1,81 veces la renta de un extremeño, mejoró algo en el año 2.000, cuando un aragonés ingresaba 1,53 veces lo que un andaluz, pero ha empeorado después: si en 2008, un vasco tenía 1,65 veces la renta de un extremeño, en 2018 tiene 1,78 veces más, según el informe de la Fundación Alternativas. Ha aumentado la desigualdad de renta entre territorios.

Esto confirma una España a dos o tres velocidades, no sólo entre regiones sino también con muchas desigualdades dentro de cada región. Y sobre todo en las más pobres. Así, el informe de la Fundación Alternativas desvela que las regiones con más desigualdad interna son Andalucía, Extremadura, Castilla la Mancha y Canarias, y que esa desigualdad ha aumentado entre 2008 y 2018. Y las regiones con menos desigualdad interna son dos de las más ricas, Navarra y Aragón, seguidas de Asturias, País Vasco, Cantabria y la Rioja. Y además, esa desigualdad interna se refleja en una gran diferencia de renta entre ciudades de una misma provincia, desigualdad municipal encabezada por Madrid, Barcelona, Sevilla, Cádiz y Granada, Alicante, Valencia y A Coruña.

S ha llegado hasta aquí, le habrá quedado clara la tremenda desigualdad entre regiones, dentro de cada región e incluso entre ciudades de una misma provincia. Y lo más tremendo es que esas desigualdades territoriales están ahí desde hace décadas y hasta siglos. Ahora, con la pandemia y la recesión consiguiente (la mayor desde la Guerra Civil), los expertos creen que la desigualdad territorial aumentará, como ha pasado en otras crisis y más dada la precariedad en que están las cuentas públicas. Sin embargo, la pandemia también puede ser “una oportunidad” para reducir la brecha de producción y renta entre regiones, si se planifica la recuperación con criterios de política regional.

¿Qué se puede hacer? Lo primero, invertir y gastar pensando en corregir los desequilibrios regionales, tanto los Presupuestos 2021 (muy expansivos) como los Fondos europeos, esos 79.796 millones que van a llegar en los próximos 4 años. El objetivo es regionalizar la mitad de este gasto, pero la otra mitad, la que gestione el Estado debería hacerse con el objetivo de reconducir el crecimiento y el empleo de las regiones más pobres. Una segunda medida es planificar todas las inversiones públicas e infraestructuras (incluidas las digitales y la vivienda) para fomentar la inversión y la instalación de empresas en la España más atrasada, que no puede vivir sólo del turismo, la agricultura o las pensiones. Un tercer frente de actuación es la fiscalidad, homogeneizando impuestos (evitando “paraísos fiscales como Madrid) y facilitando vivir e invertir en las regiones más pobres. Y aprobar de una vez un nuevo sistema de financiación autonómica (pendiente desde 2014), porque el actual beneficia claramente al País Vasco y Navarra (reciben un 80% más por habitante que el resto del país, según el informe de la Fundación Alternativas), además de Cantabria, la Rioja, Extremadura, Asturias, Aragón y Castilla y León, en total 6 de las 9 regiones con más renta.

La pandemia va a dañar más a las familias y trabajadores más vulnerables y también a las regiones más pobres y menos productivas. Pero puede ser una oportunidad no sólo para reconvertir la economía y modernizar el país sino también para reducir la brecha secular entre regiones. Hay que sentar las bases para que no haya españoles de primera y de segunda, para que no vivamos mejor o peor según la región donde residamos. Es otra gran asignatura pendiente de este país.

lunes, 18 de enero de 2021

La pandemia se come los salarios


Con la pandemia, los ingresos de los trabajadores europeos cayeron un -4,8% en 2020, según Eurostat. Y en España más, un -5,7%. Unos trabajadores perdieron todos sus ingresos (se quedaron en paro), otros más de una cuarta parte (al pasar a un ERTE) y la mayoría ganaron menos porque trabajaron menos días y menos horas. La caída de ingresos fue desigual: más para jóvenes, mujeres e inmigrantes y trabajadores precarios, sobre todo de hostelería y comercio, en Canarias, Baleares y Cataluña. Al final, en 2020, el coste salarial le bajó a las empresas un -1,2% y los convenios subieron de media un +1,89%. Este año 2021, la negociación salarial será dura: las empresas van a subir aún menos los sueldos, tratando de congelar muchos e incluso bajar otros, a cambio de mantener el empleo. Pero ojo: necesitamos que suban los salarios (incluido en salario mínimo), aunque sea poco, para reanimar el consumo y la economía, a cambio de mejorar la productividad. Los trabajadores pobres apenas gastan.  

Enrique Ortega
Antes de la pandemia, los salarios llevaban cuatro años (2016-2019) subiendo en todo el mundo, entre el +1,6% y el +2,2% anual,  tras el largo ajuste que sufrieron (2010-2015) a raíz de la anterior crisis. Pero en 2020 se rompió esa tendencia, sobre todo a partir de marzo y será el primer año en que caigan los ingresos de los trabajadores, en todo el mundo, según un reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que cifra en una caída global del -6,5% los ingresos de los trabajadores en el mundo, una caída que ha sido mayor entre las mujeres (-8,1%) y sobre todo entre los trabajadores con sueldos más bajos (habrán perdido un -17,3% de ingresos). Una parte de esa caída de ingresos ha sido paliada por las ayudas públicas (subsidios, ERTEs, ayudas a familias), pero se han repartido de forma desigual y no han servido para evitar pérdidas de ingresos.

En Europa, la estimación de Eurostat es que la renta laboral cayó un -4,8% en 2020, por los despidos (se cambia sueldo por subsidio, si se cobra), ERTEs (los trabajadores cobran el 70% del sueldo) y la reducción de días y horas trabajadas: se han hecho un 16,8% de horas menos de media en Europa (y -25% en España), según un estudio del BCE. La mayor pérdida de ingresos laborales se ha dado en Croacia (-10,6%), Grecia (-7,7%), Francia (-7,65), Chipre (-7,4%) e Italia (-7,6%), ocupando España el puesto 10º en el ranking de paises donde más cayeron los ingresos laborales, un -5,7% en 2020, según Eurostat. Los colectivos que sufrieron una mayor pérdida de ingresos fueron los trabajadores temporales y los jóvenes (-11,5%), las mujeres, los inmigrantes y los trabajadores con bajos sueldos (que sufrieron una caída entre 3 y 6 veces mayor que la media en la mitad de Europa).

En toda Europa, las ayudas públicas mitigaron parte de esta caída de ingresos. Pero finalmente, los trabajadores con menos sueldos perdieron más ingresos con la pandemia que los que ganan más, según Eurostat. En el caso de España, la renta salarial del 30% que menos gana cayó un -10% (más que en la UE-27, donde estos trabajadores perdieron un -8%). Y con las ayudas públicas  recibidas (subsidios, ERTEs, ayudas a familias), la caída se quedó finalmente en el -7%. Por el contrario, el 30% de españoles que más ganan perdieron sólo un -2% de ingresos con la pandemia, que se quedó en una caída del -1,5% tras las ayudas. Y en la franja de sueldos medios (el 40% restante de trabajadores), la pérdida de ingresos fue del -6,5% y se quedó en el 4,5% tras las ayudas públicas recibidas. Con ello, España ha sido el tercer país europeo con más desigualdad en el efecto salarial de la pandemia, tras Portugal y Luxemburgo.

Precisamente, una de las cuestiones que más preocupa a la OIT es que la pandemia ha agravado la desigualdad salarial en el mundo. Y lo mismo confirma Eurostat en Europa. En España, un estudio de CaixaBank y la Universidad Pompeu Fabra hecho sobre 3 millones de nóminas revela que la desigualdad salarial se agravó entre marzo y junio (con el confinamiento) y que se ha mantenido después, perjudicando más los sueldos de jóvenes, mujeres e inmigrantes, trabajadores de hostelería y comercio y los que trabajan en Baleares, Canarias y Cataluña, los más afectados por la pandemia y la recesión.

Los sindicatos ya alertaron en junio del riesgo de “intensa devaluación salarial en la segunda mitad del año”, mientras el presidente de la patronal CEOE reclamaba en el Congreso (12 de junio) “más facilidad para hacer ajustes salariales” y “más flexibilidad para aplicar descuelgues en los convenios colectivos que obligan a determinadas subidas salariales”. El resultado lo anticipaba una Encuesta empresarial hecha en verano por la consultora JPMG: casi el 60% de las empresas consultadas bajarían o congelarían el sueldo de consejeros, directivos y empleados en la segunda mitad de 2020, mientras que sólo el 4% de las empresas decían que iban a subir los sueldos en lo que quedaba de año. Y además, la mayoría de los encuestados (34%) preveían reducir también la retribución variable a los que tienen bonus, mientras otro 23% las retrasará y modificará y sólo el 24% las mantendrán.

Al final, el primer efecto claro de la pandemia es que se han negociado en 2020 muy pocos convenios colectivos y con una subida menor, según los datos de Trabajo. Al cierre de diciembre, se habían firmado sólo 524 convenios de empresa (424) y sector (100), la tercera parte que en 2019 (1.666 convenios firmados), que ya eran menos que los tres años anteriores (cerca de 1.900). Al final, entre los convenios nuevos y los vigentes de años anteriores, fueron 7.665.586 trabajadores los que revisaron su salario por convenio (poco más de un tercio de los 19.874.300 ocupados que hay en España), con un aumento medio del +1,89%, muy inferior al +2,24% que subió el salario de convenio en 2019.

Como se ve, la mayoría de los trabajadores no firmaron subida salarial o están fuera de convenio, por su tipo de contrato o su trabajo. Y aquí, el dato disponible lo da el INE, con su Encuesta de coste laboral. El último publicado, del tercer trimestre de 2020, indica que los costes laborales de las empresas españolas cayeron un -8,3% en el 2º trimestre y un -1,1% en el tercer trimestre, evidentemente por la pandemia. Cayó más el gasto en cotizaciones (por los ERTEs y despidos), pero también cayeron los costes salariales, lo que las empresas pagan a los trabajadores: un -1,2% cayó el coste laboral ordinario (sin atrasos ni pagos extras), entre septiembre de 2020 y un año antes. Con lo que salario medio se quedó en 1.689,45 euros de media en septiembre 2020, 21,90 euros menos que en septiembre de 2019. Esa es la bajada media mensual por la pandemia.

Esa bajada salarial media (-1,2%) ha sido mayor en la industria (-1,9%) y menor en los servicios (-1,3%), mientras ganan más que hace un año los trabajadores de la construcción (+1,2%), quizás por la recuperación inmobiliaria y la falta de operarios en algunas especialidades. Con todo, la mayor caída de sueldos se ha dado en la hostelería (-27,3%), cuyo sueldo medio es también el más bajo (810 euros de salario ordinario en septiembre 2020),  seguido de las actividades administrativas y servicios auxiliares (1.197 euros), otros servicios (1.190), actividades artísticas y recreativas (1.300) y comercio (1.464 euros mensuales). Y por regiones, las mayores caídas de sueldos en 2020 se dieron en Canarias (-13,7%), Extremadura (-11,6%) y Baleares (-5%), según el INE.

Vistos los efectos salariales de la pandemia hasta ahora, queda estimar qué puede pasar en 2021. La OIT está preocupada por una nueva caída de los ingresos laborales este año, sobre todo cuando los Estados retiren las ayudas públicas, que han compensado en parte las pérdidas de ingresos en 2020. Los expertos temen sobre todo la nueva caída (-20%) en los salarios más bajos y un aumento de la ya fuerte desigualdad salarial, en perjuicio otra vez de los jóvenes, mujeres, inmigrantes y trabajadores pobres. En Europa, se anuncian ya bajadas de salarios en Francia e Italia. Y en España, las encuestas realizadas anticipan que una gran parte de las empresas pretenden congelar salarios, un porcentaje menor bajarlos y los que puedan subirlos no lo harán más de un 1%, la mitad del 2% de subida pactada por el Acuerdo trianual de sindicatos y patronal para 2020.

La negociación salarial se espera para febrero y marzo y las empresas están retrasando su propuesta hasta ver qué pasa con la 3ª ola de contagios y la esperada recuperación del primer trimestre. La ventaja es que en 2021 tendremos también una inflación baja, no tanto como la de 2020 (el IPC anual cayó un -0,5%), pero podría estar entre el +0,6 y el +0,9% anual (previsión del Gobierno, que no se alcanzará, según muchos expertos). Eso supone que si los sueldos suben un 1% de media en 2021, ganaremos poder adquisitivo, como ya sucedió en 2020 (se ganó un +1,5%). El Gobierno ya ha marcado el camino, subiendo un +0,9% el sueldo de los funcionarios y las pensiones, mientras deshoja la margarita de subir o no ese 0,9% al salario mínimo (que es de 950 euros en 14 pagas, 1.108 en 12).

El debate sobre la revisión del salario mínimo (SMI) ha creado polémica entre sindicatos y patronal, enturbiando la negociación colectiva, y también en el seno del propio Gobierno, donde el PSOE quiere congelarlo y Podemos subirlo un 0,9% (ojo: supondría 9,97 euros al mes, 33 céntimos diarios). Al margen de lo que cada uno piense, hay dos datos que aportar. El primero, que 15 paises de Europa han subido ya o van a subir el salario mínimo, a pesar de la pandemia y la recesión, entre ellos Francia (+1,2%, hasta 1.230 euros), Alemania (+2%, hasta 1.536 euros en julio), Holanda (algo menos del +2%, 1.654 euros), Reino Unido (+2,2%, hasta 1.561 euros), Irlanda (+1%, hasta 1.632 euros), Portugal (+4,7%, hasta 635 euros) y Polonia (+7,7%, hasta 630 euros). Y el otro, la reflexión de la OIT, que ha pedido a los paises una subida del salario mínimo porque es una manera de contrarrestar los efectos de la pandemia en los trabajadores más vulnerables, que son los que más ingresos pierden.

En España, algo más de 2 millones de trabajadores cobran el SMI y la mayoría tienen trabajos muy vulnerables, que son los más afectados por la pandemia, especialmente mujeres (6 de cada 10 personas que cobran el salario mínimo), jóvenes, trabajadores de los servicios (3 de cada 4 perceptores del SMI) y que viven en Andalucía (1 de cada 4 perceptores), Madrid (336.000) y Cataluña (193.000). Parece poco justificable privarles de una subida de 33 céntimos diarios, cuando ese 0,9% se ha subido a funcionarios y pensionistas. Y si una empresa (en el campo, la hostelería, el comercio o la limpieza) no puede pagarles esos 9,97 euros más al mes, su problema no es la subida del SMI sino su propia subsistencia.

Este debate del SMI abre otro que es mucho más de fondo: qué subida salarial se puede acordar para 2021. Si las empresas “se cierran en banda” y se atrincheran en congelar salarios o incluso bajarlos, amparadas en la pandemia, se va a torpedear la recuperación. Porque el principal motor del crecimiento es el consumo privado (aporta más del 50% del PIB) y no habrá mejoría del consumo si los sueldos se estancan o bajan (y tampoco si no despejamos las incertidumbres y acabamos con  la 3ª ola). Por eso, si las empresas quieren recuperar sus ventas, deben subir algo los sueldos de sus trabajadores. Al menos el 1%, para que puedan ganar algo de poder adquisitivo. Y las que puedan subir más, deben hacerlo, en favor de la recuperación. Eso sí, a cambio, sindicatos y trabajadores tienen que comprometerse a mejorar la productividad, a trabajar con eficacia.

En definitiva, la gran preocupación de 2021 es reanimar la economía y que no crezca el paro, pero hay que preocupase también de que los que tienen un empleo no pierdan más ingresos y no caigan sus sueldos, para que puedan gastar y consumir. Los “fundamentalistas” del ajuste salarial deben entender que va contra sus intereses, contra la lógica económica, además de ser socialmente injusto, porque lo que bajan son los sueldos peores, no los medios y altos, como ya pasó en la anterior crisis y como ha sucedido en 2020. No vale hablar de ajustarse el cinturón cuando sólo lo hacen algunos y cuando eso frena la recuperación. Hay que pactar una subida de sueldos razonable, equitativa y justa.