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lunes, 18 de diciembre de 2023

Jóvenes: viven peor que sus padres y abuelos

Los jóvenes menores de 35 años son “la generación perdedora” en España en este siglo, según un reciente estudio: han formado menos hogares, tienen menos ingresos y riqueza que en 2002 y posen menos viviendas, además de tener más pobres. Y en contrapartida, han mejorado ingresos y riqueza sus padres y sobre todo sus abuelos: los mayores de 65 años son “la generación ganadora” en España este siglo. Y ese mayor colchón, sobre todo por la mejora de las pensiones, les permite ayudar a hijos y nietos: un tercio de los mayores ayudaron a sus hijos  llegar a fin de mes el último año. Una red de ayuda familiar que ha evitado una mayor desigualdad intergeneracional pero que no puede ocultar el grave problema que tenemos, según alertó la OCDE: demasiados jóvenes en paro y con empleos y sueldos precarios, que no pueden emanciparse y formar una familia. Ahora tienen un nuevo Ministerio, pero faltan Planes para darles una salida vital.

                    Enrique Ortega

La primera novedad en el excelente Informe sobre la España de este siglo, elaborado por la Fundación AFI Emilio Ontiveros, es el gran aumento de población: hemos pasado de ser 40,5 millones de habitantes en el año 2000 a 47,5 millones en 2022. Un aumento de población de 7 millones de personas (+17%), muy superior al del resto de Europa: +12% en  Francia, +4% en Italia y sólo un +1% de aumento en Alemania estos 22 años. Un aumento récord de la población, a pesar de la caída de la natalidad, debido casi totalmente a la llegada de inmigrantes extranjeros (6 de los 7 millones de aumento de la población). En paralelo, también han crecido los hogares españoles, de 14,7 millones en 2002 a 18,8 millones en 2020, un +28%, el doble que aumentó la población. Y eso se debe a que ahora los hogares son más pequeños, con menos personas: de 2,8 en 2000 se ha pasado a 2,5 de media. El motivo: que ahora hay más hogares unipersonales (el 26,3% en 2020 frente al 20,8% en 2002) y con sólo 2 personas (el 30,3% frente al 25,9% en 2002), el 55% de todos los hogares hoy (cuando en 2002 eran el 45%).

Otro cambio importante, junto al menor tamaño de los hogares, es que los hogares formados por jóvenes se han desplomado: si en 2002, el 14,7% de los hogares españoles tenían de cabeza de familia a un joven (menor de 35 años), en 2020 sólo el 6,7% de las familias tenían un cabeza de familia joven. Y también ha caído el porcentaje de familias de 35 a 44 años (del 21,9% al 19,5% en 2020). Sin embargo, los hogares con un cabeza de familia mayor de 45 años han ganado peso, del 63,4 al 74,8% del total. Esto se debe no sólo al envejecimiento de la población española sino especialmente a la drástica caída de hogares jóvenes, por falta de empleo y recursos para emanciparse y formar una familia.

El estudio de la Fundación AFI resalta que España ha crecido mucho en este siglo (el PIB se ha duplicado, de 647.851 millones de euros en 2000 a 1.346.377 millones en 2022), pero ha sido básicamente por el enorme aumento de la población, porque hay mucha más gente trabajando (sobre todo inmigrantes): 21,26 millones de ocupados hoy frente a 17,81 en el año 2.000 (trabajan 3,5 millones de personas más). Pero el problema, destaca el estudio, es que España se ha estancado: produce por habitante lo mismo en 2022 (17.236 euros de renta bruta disponible per cápita)  que en 2002 (17.236 euros en términos reales). Eso significa, además, que España ha ampliado la “brecha” (distancia) de productividad con Europa: si en 2002 producíamos el 80% de la media europea por habitante, en 2022 produjimos el 72,88%. Y nos hemos distanciado también de Alemania  (67,6% de su PIB por habitante en 2002 y 58,42% en 2022) y Francia (del 78,34 al 69% ahora), aunque hemos reducido distancia con Italia (del 73,3% al 79,8% de su PIB por habitante).

En términos de hogares, no de PIB por habitante, la “brecha” (distancia) de España con la Europa rica es mayor, porque en estos años se ha reducido además el tamaño de los hogares españoles. Por un lado, la renta media bruta por hogar (antes de pagar impuestos y cotizaciones), descontando el efecto de la inflación, era de 38.000 euros en 2022, inferior a los 40.000 euros por hogar en 2002, según la Fundación AFI. Esta renta media bruta no sólo ha caído en este siglo en términos reales (descontando la inflación) sino que también ha aumentado la distancia con la renta media de los hogares europeos: en 2022 era un 15% inferior a la de Alemania, un 13% inferior a la de Francia y un 10% inferior a la media de la zona euro, siendo sólo un 7% superior a la renta media por hogar de Italia.

Dentro de España, también hay una “brecha” de ingresos entre los hogares según la edad del cabeza de familia, penalizando a la generación más joven, según demuestra el estudio. Lo normal es que la mayor renta se consiga en las edades intermedias y luego baje entre los mayores: por eso, la mayor renta se obtiene en los hogares de 35 a 44 años (33.120 euros en 2022), seguida de los hogares entre 45 y 64 años (30.000 euros), los de menos de 35 años (27.500 euros), los hogares entre 65 y 74 años (25.500 euros) y los mayores de 77 años (17.500 euros). Pero la sorpresa salta cuando el Informe AFI compara estos ingresos de los hogares hoy con los de esas edades en 2002. Y resulta que en todas las edades han caído los ingresos, salvo en los hogares mayores de 65 años, cuyas rentas han crecido en este siglo: un +18,6% los hogares con el cabeza de familia de 65 a 74 años y un +25% los hogares encabezados por un mayor de 77 años. En el resto, las rentas han caído este siglo, sobre todo en los hogares encabezados por un menor de 35 años: ingresan 27.500 euros ahora frente a 32.500 euros en 2002 (-15,4%).

En consecuencia, las tres crisis de este siglo (la crisis financiera de 2008-2013, la pandemia de 2020 y la crisis por la alta inflación y la guerra de Ucrania de 2022) se han cebado sobre todo en los hogares encabezados por jóvenes (menores 35 años), que tienen empleos y sueldos más precarios,  mientras han salido ganando los hogares encabezados por mayores de 65 años, que tienen mayores ingresos, por el cobro de mayores pensiones ahora derivadas de cotizar por sueldos mayores en las décadas finales del siglo XX.

Otra peculiaridad de España frente al resto de Europa es que los hogares españoles ahorran mucho menos y con grandes altibajos, según revela el Informe AFI. En el año 2.000, los hogares españoles ahorraban sólo el 9,5% de su renta disponible, frente al 12,5% la zona euro y Francia, el 16,5% los alemanes y el 12% los italianos. En 2007, en pleno “boom”, el ahorro de los españoles cayó al 3% y en 2009, con la crisis financiera subió al 12%, para bajar después al 5% entre 2013 y 2017. Y aunque el ahorro se disparó con la pandemia, más en España (25% de la renta) que en Europa (23%), ha vuelto a caer al 8% en España en 2022, frente al 14% en la zona euro y el 21% de la renta en Alemania. Los expertos creen que en España hay “mayor propensión al consumo que al ahorro”, ayudado por un mayor apoyo entre las redes familiares y unas pensiones más “generosas” (la pensión media supone el 80,4% del salario medio en España frente al 59,9% de media en Europa, según la OCDE). 

Además de ahorrar menos y consumir más, los hogares españoles también invierten, aunque mayoritariamente lo hacen en comprar una vivienda  (representa hasta el 80% de los activos de las familias) y sólo los hogares con más renta invierten en activos financieros (que representan el 20% de las inversiones de los hogares), sobre todo en depósitos (el 40% de las inversiones financieras de las familias), los Fondos (12%) y valores y bonos (7%), con un menor peso que en Europa de las inversiones en Planes (7%) y seguros (otro 7%). Y otra diferencia con Europa: los hogares españoles se han endeudado mucho más que los europeos, sobre todo para comprar un piso, aunque también para invertir. De hecho, entre 2007 y 2010, la deuda de las familias españolas llegó a representar el 144% de la renta bruta disponible, muy por encima de la tasa de deuda europea (110%) y mundial. Eso sí, tras la crisis financiera, los hogares españoles se han desendeudado y en 2020, la tasa de endeudamiento bajó al 90% de la renta bruta disponible en España,  inferior a la de la zona euro (107%). Pero ahora, tras las 10 subidas de tipos de interés, un 15% de los hogares tienen todavía una deuda excesiva, según el Banco de España.

Curiosamente, los hogares españoles acumulan una mayor riqueza que los hogares europeos, porque la mayoría (el 73%) tienen su vivienda en propiedad, a diferencia de Europa (61% hogares con vivienda en propiedad en la zona euro, 78% en Italia, 59% en Francia y 43% en Alemania. Y eso aumenta su patrimonio, al haberse revalorizado mucho la vivienda en este siglo. Pero ojo, esto ya no se cumple con los hogares jóvenes: si en 2002, el 67% de los hogares jóvenes (menores 35 años) tenían su casa en propiedad, en 2020 sólo eran propietarios el 36% de los hogares jóvenes, frente al 73% de propietarios entre los hogares de 45 a 54 años y el 84% de propietarios entre los hogares hoy encabezados por mayores de 55 años (cuyo porcentaje de propiedad no ha caído apenas). Eso supone un cambio drástico en el modelo de tenencia de la vivienda y una enorme dependencia de los hogares jóvenes del alquiler, lo que reduce su renta disponible.

Otro elemento clave que analiza el Informe AFI es la riqueza de los hogares españoles, conseguida tras años de ingresos, compra de vivienda e inversiones. Y refleja 2 evidencias. Una, que la riqueza neta crece hasta determinada edad  y que luego decrece, porque las familias “tiran” de la riqueza y el ahorro acumulado. Precisamente, esa edad donde los hogares alcanzan su mayor pico de riqueza ha aumentado: si en 2002 estaba entre 55 y 64 años, ahora el pico de acumulación, el máximo de riqueza se da más tarde, entre los 65 y 74 años. Y la otra evidencia que refleja el estudio es que son los hogares encabezados por mayores de 65 años los que más han mejorado su riqueza real: un +53,8% los que tienen entre 65 y 74 años y un +70% los mayores de 70 años. El resto han visto caer su riqueza real en este siglo (por el deterioro de sus ingresos comentado antes y un menor patrimonio para revalorizar). Y otra vez más, los que han visto una mayor caída de su riqueza neta son los jóvenes (menores de 35 años): un -63%, más que los hogares entre 35 y 44 años (-41,6% caída riqueza este siglo) y los que tienen entre 45 y 54 años (-27,2%). 

En resumen, que los jóvenes aparecen con claridad como “la generación perdedora” en este siglo, con la mayor caída en el número de hogares, en la renta disponible, en la propiedad de la vivienda y en la riqueza real conseguida. Y los “ganadores” son sus abuelos, los mayores de 65 años, aunque también salen mejor parados sus padres (35 a 65 años). Ya la OCDE alertó en octubre a España de que tenemos un grave problema con los jóvenes: altísimo paro (28% entre menores de 25 años frente al 14,8% en la UE-27), baja ocupación (38,8% entre 15 y 29 años frente al 49,2% en la UE-27 y el 61,7% en Alemania), excesiva precariedad (35% contratos temporales, el triple que en Europa) y bajos salarios (el sueldo medio menores 29 años ronda los 13.830 euros brutos, la mitad que en el conjunto de trabajadores). Y eso provoca que un 22,3% de los jóvenes (16 a 29 años) estén en situación de pobreza (ganan menos del 60% de la media española), incluso trabajando, y dos tercios (el 66% de jóvenes de 18 a 34 años) sigan viviendo con sus padres, frente al 49% en Europa. E incluso, que un 16% de los jóvenes españoles tengan problemas de salud mental, según la OCDE.

En definitiva, los jóvenes españoles han sufrido duramente las crisis de este siglo y viven hoy peor de lo que vivían sus padres en el año 2.000. Mientras, sus padres y abuelos, que viven mejor, les están ayudando, lo que evita que su situación sea aún peor, según revela una Encuesta hecha por la Fundación BBVA a 1.127 mayores de 60 años. De hecho, un 37% de los mayores de 60 años afirma haber ayudado a sus hijos en el último año para afrontar gastos cotidianos, como hacerles la compra, pagarles los recibos de luz o agua o darles dinero para llegar a fin de mes. Sin olvidar que un 51% reconoce haber ayudado a sus hijos a independizarse, un 72% les ha prestado ayuda para formarse y otro 16% les ha ayudado económicamente para emprender un negocio o invertir. El estudio concluye que estas ayudas de los mayores a sus hijos han sido claves para que en España no haya más pobreza y desigualdad, para que muchos jóvenes hayan sobrevivido a las crisis.

A pesar de estas ayudas, que “parchean” la situación, España tiene un grave problema con los jóvenes, según alertó en octubre la OCDE: su preocupante situación es “un lastre para el potencial de crecimiento futuro” del país. Y por eso, pedían al Gobierno medidas educativas (mejora de la formación, desde la escuela a la FP y la Universidad), medidas laborales (para promover la empleabilidad de los jóvenes y el relevo de los mayores) y medidas en la vivienda, para mejorar las ayudas al alquiler y promover viviendas para familias jóvenes, con financiación accesible y avales públicos. También urgen otras políticas, desde el ocio a la integración social y política de la juventud, para evitar su aislamiento social o su deriva a posiciones extremistas o populistas. Ahora, por primera vez, España tiene un nuevo Ministerio de Infancia y Juventud, pero falta un Plan de medidas (urgentes y a medio plazo), para que los jóvenes de dentro de 20 años vivan mejor que sus padres hoy.

jueves, 5 de julio de 2018

Dime qué son tus padres y te diré qué serás tú


Lo llaman “el ascensor social”: que un hijo de padres pobres suba de escalón social (algo difícil) y que un hijo de padres con posibles baje de clase (más difícil todavía). La OCDE revela que el “ascensor social” está averiado en Occidente y que España tiene poca movilidad social a corto plazo (la gente no mejora en unos años), algo más de padres a hijos (pero el 28% de los hijos de familias con bajos ingresos se quedan ahí) y mejora más a largo plazo, aunque hacen falta 4 generaciones para dar “el salto social”. Las causas de esta baja movilidad social en España son el paro y la educación: los jóvenes españoles no están suficientemente preparados, hay demasiado abandono escolar y demasiado paro juvenil. Por eso, la OCDE nos “receta” mejorar las ayudas a los parados, gastar más en educación y becas, ayudar a las familias pobres con niños y aprobar impuestos más progresivos. Para que “el ascensor social” funcione.

enrique ortega

Nace ya criado el que de padre rico es engendrado
Refrán popular
El aumento de la desigualdad, uno de los grandes males de este siglo, acarrea un deterioro de la movilidad social: los ricos son cada vez más ricos y los pobres se mantienen ahí, sin poder mejorar su situación, sin subir en “el ascensor social”, según revela un reciente estudio de la OCDE. Si se compara la desigualdad y el salto de rentas entre generaciones, lo que se llama “la curva del gran Gatsby”, se comprueba que en Occidente hay tres grupos de países, según el estudio de Miguel Requena, catedrático de la UNED. Uno, los países escandinavos y Canadá, con alta movilidad social: menos del 20% de la ventaja o desventaja de los padres se traslada a los hijos. Otro, de los países con baja movilidad social, como EEUU, Reino Unido e Italia, donde la mitad (50%) de la ventaja o desventaja de los padres se traslada a los hijos. Y un tercer grupo, donde estarían España y Francia, con una movilidad intermedia tirando a baja, porque el 40% de la situación de los padres se traslada a los hijos.

En cualquier caso, una de las lacras de esta última crisis, con su secuela de paro y precariedad laboral, es que ya hay muchos hijos que viven peor que sus padres. “El ascensor social en España está parado desde los años 90”, señala Ildefonso Marqués en su libro “La movilidad social en España”. Según sus investigaciones, la movilidad intergeneracional está “estancadadesde hace 25 años, aunque sí ha mejorado la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación, pero no lo suficiente. Y Requena aporta un dato llamativo: el 63% de los hijos de profesionales y directivos logran un título universitario frente a sólo un 26% los hijos de los trabajadores. O sea, que no todos los jóvenes españoles puedan ser universitarios.

Lo que sí es cierto es que España tiene más universitarios que nunca: un 41,2% de españoles entre 30 y 34 años tienen estudios superiores (47,5% mujeres y 41,2% hombres), más que la media europea (39,9% de universitarios), más que Alemania (34%) e Italia  (26,9%) y sólo menos que Francia (44,3%) y Reino Unido (48,3%), según Eurostat. Pero eso tampoco indica que vayan a encontrar un trabajo acorde a su formación. De hecho, a la hora de trabajar, pesa mucho el origen social, según el libro de Marqués, porque juegan mucho los “añadidos” al título universitario (máster, postgrados en el extranjero, idiomas…)  y, sobre todo, las relaciones y “contactos” de la familia del universitario. Así se explica que los universitarios hijos de directivos y profesionales tienen 2,8 veces más probabilidades de llegar a ser directivos o profesionales que los universitarios hijos de trabajadores, según el catedrático Requena. Y 1,4 veces más que los universitarios hijos de las clases medias.

España es uno de los países occidentales con baja movilidad social a corto plazo, según el reciente estudio “A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility”, de la OCDE: el 55% de la población está “atascado en el mismo escalón social, sin posibilidad de mejorar en unos años. Y esa escasa movilidad a corto plazo se agrava en los extremos: el 20% más pobre de la población española  tiene pocas posibilidades (36%) de mejorar su situación en 4 años, frente al 43% que la mejoran en la OCDE. Y el 20% más rico de españoles permanece en ese alto nivel en los siguientes 4 años, frente al 68% en la OCDE. Esta menor movilidad social a corto en España se explica, según la OCDE, por el alto nivel del paro de larga duración (la mitad de todos los parados llevan más de un año sin trabajar) y por la precariedad laboral, muchos contratos temporales y a tiempo parcial mal pagados.

España mejora algo en la movilidad a medio plazo, de padres a hijos, lo mismo que pasa en los países del sur de Europa, según este informe de la OCDE. Así, el porcentaje de hijos de padres con bajos ingresos que terminan con bajos ingresos es del 28% en España, menos que en la OCDE (31%), siendo también más los que acaban ricos (19% frente a 18% en la OCDE). Y en la franja alta, el porcentaje de hijos de padres con ingresos altos que acaban también con ingresos altos  es el 34%, inferior a la OCDE (42% hijos de ricos acaban ricos), siendo también más los hijos de ricos que bajan de escalón (el 20% frente al 18% en la OCDE). Pero ojo, hay otro dato demoledor: 1 de cada 2 hijos de gerentes acaban de gerentes mientras sólo consiguen ese puesto 1 de cada 5 hijos de un trabajador manual.

Y lo que no acaba de funcionar es la movilidad educativa, donde España se sitúa a la cola de la OCDE, junto a Portugal. Y es que más de dos tercios (69%) de los hijos de padres con alto nivel educativo acaban en la Universidad en España mientras que sólo lo consiguen menos de la cuarta parte (el 22%) de los hijos de padres con bajo nivel educativo, según la OCDE. Y al mismo tiempo, el 56% de los niños de padres con un nivel educativo bajo también permanecen en bajos niveles educativos en España, frente a sólo el 42% en la OCDE. O sea, que falla estrepitosamente el ascensor educativo, aunque creamos que no. Y esto se debe, sobre todo, a los altísimos niveles de “abandono escolar” en España, que afecta más a las familias con bajos ingresos: el 18,3% de los jóvenes (18-24 años) no termina la ESO, frente al 10,6% en la UE-28, el 10% en Alemania o Reino Unido y el 8,9% en Francia, según Eurostat.

En el tercer eslabón, la movilidad social a largo plazo, España mejora, gracias a lo avanzado en la transición y antes de la crisis de 2008, con las mejoras en la educación, las becas y las ayudas públicas, junto a un sistema fiscal más progresivo que el actual. Gracias a todo ello, los niños españoles nacidos en una familia de bajos ingresos tardarían 4 generaciones (los tataranietos de los niños de hoy) en alcanzar el ingreso medio, algo menos que el promedio que tardarían en la OCDE (4,5 generaciones). Eso nos sitúa en una posición intermedia, según la OCDE: peor que los países nórdicos (en Dinamarca tardarán 2 generaciones y en Noruega, Finlandia y Suecia, 3 generaciones), igual que muchos países occidentales (en Nueva Zelanda, Canadá, Grecia, Bélgica, Australia, Japón y Holanda harían falta también 4 generaciones) , mejor que otros (en Portugal, Irlanda, Corea, EEUU, Reino Unido, Italia, Suiza y Austria hay que esperar 5 generaciones) y bastante mejor que el resto (en Francia y Alemania hay que esperar 6 generaciones y en China o India, 7).

Sin saber estos datos concretos, la percepción de los españoles es que “el ascensor social” no funciona: somos el 2º país occidental que menos confía en “la meritocracia” y que más importancia da al “origen social”, según la OCDE: el 53% de españoles cree que tener padres con ingresos y mejor educación es “la clave para triunfar en la vida”, frente al 37% que lo creen en los 35 países de la OCDE. Y también somos los occidentales más pesimistas sobre la posibilidad de mejorar de status: sólo el 25% de los españoles contestaron en la encuesta de la OCDE que iba a mejorar su situación financiera ese año (2015).

En definitiva, que los españoles tenemos interiorizado que la clave para triunfar es la familia donde se nace, no lo que uno se esfuerza después. Y esto se ha agravado con la crisis, porque hay muchos jóvenes que piensan que estar formados ya no sirve: ven que tienen una carrera y hasta un máster y acaban sirviendo en un Burger o de cajera de supermercado. Pero es una percepción errónea, como demuestra el estudio del profesor Requena: la educación es un factor más relevante que el origen social, es el factor clave para el futuro de cualquiera. Y lo demuestra con tres argumentos. Uno, la educación aumenta las posibilidades de ascender en la escala social y más cuanto más bajo se está. Dos, reduce las posibilidades de descender: caen más de clase social los que están menos preparados. Y tres, la educación reduce el riesgo de quedarse en paro: la tasa de paro de los universitarios españoles en del 9,32%, frente al 17,22% de paro entre los que tienen bachillerato, el 22,79% de los que no acabaron la ESO y el 45,89% de paro de los analfabetos, según la EPA de marzo de 2018.

Y aunque no lo parezca, otro factor clave para la movilidad social es la salud. Y eso porque la salud también “se hereda”, depende mucho de la situación social de los progenitores, según el informe SESPAS 2014, que demuestra, con datos empíricos, que los niños y niñas de familias con bajos ingresos corren el riesgo de tener peor salud y con ello un peor nivel educativo, que les mantenga en su misma clase social cuando lleguen a adultos. En caso de familias pobres con niños, el riesgo de estos  niños es que su posible mala salud les haga bajar en el ascensor social. Incluso se ha detectado que niños de familias desfavorecidas tienen mayores problemas para el desarrollo cognitivo en sus primeros años, claves para su formación.

En definitiva, falla el ascensor social, en Occidente y en España, más tras esta dura crisis, por sus secuelas de paro, precariedad, pobreza y desigualdad. Pero hay un factor clave, la educación, que es mucho más preocupante en España, según los datos impactantes de la OCDE (“Panorama de la educación 2017”): un 41,7% de los españoles adultos (25-64 años) tienen un nivel educativo bajo (sólo con la ESO acabada o ni siquiera), frente al 20,3% en Europa o el 22,4% en la OCDE, el peor dato europeo, salvo Portugal (53,1% poco formados), muy lejos del 13,1% de poco formados de Alemania, el 20,2% de Irlanda, el 21,9% de Francia, el 22,9% de Holanda, el 35,7% de Reino Unido o el 39,9% de Italia. En medio, tenemos menos adultos con formación media : el 22,5% de españoles tienen Bachillerato o FP, frente al 46,4% en Europa y el 44,2% en la OCDE, con lo que somos el 2º país europeo con menos adultos de formación media, tras Reino Unido (18,4%), muy lejos de Alemania (58,2% adultos con Bachillerato o FP), Francia (43,5%), Italia (42,4%), Holanda (41,1%), Irlanda (37%) y hasta Grecia (41,4%) o Portugal (23,1%). Y por arriba, tenemos más universitarios que la mayoría: un 35,7% de los adultos en España, frente al 33,4% en Europa, el 36,7% en la OCDE, el 28,3% en Alemania o el 34,6% en Francia.

Y este preocupante panorama educativo se agrava con otros datos, referidos a la calidad de la enseñanza en España. Como los del informe PISA, que revelan el atraso de los jóvenes españoles (15 años) en habilidades importantes para trabajar, como habilidades en Ciencia (493 puntos, el puesto 30 en el ranking mundial), en matemáticas (486 puntos, el puesto 30º), comprensión lectora (496 puntos, el 25º en el ranking) o conocimientos financieros (469 puntos, el país 10º de los 15 evaluados por la OCDE). Otro problema preocupante, es el elevado nivel de abandono escolar temprano, clave para frenar la movilidad social: un 18,3 % de los jóvenes de 18 a 24 años, 3.120.000 jóvenes) que  han abandonado la enseñanza obligatoria antes de terminarla, lo que nos convierte en el 2º país europeo con más abandono escolar, tras Malta (18,6%), muy por encima de la media europea (10,6%). Y encima, somos el 7º país europeo con más “ni-nis”, jóvenes de 18 a 24 años que ni estudian ni trabajan: son el 17,1% (casi 3 millones de jóvenes), frente al 14,3% en Europa.

Si el estado de la educación en España es preocupante, lo es más lo poco que se hace para mejorarla. Por un lado, se gasta menos en educación: un 4% del PIB en España, frente al 4,7% en la UE-28 y Reino Unido, el 6,9% en Dinamarca, el 5,4% en Francia o el 4,2% en Alemania, según Eurostat. Y además, la enseñanza superior es más cara en España: la Universidad tiene las tasas más altas de Europa, sólo por detrás de Irlanda, Reino Unido, Holanda e Irlanda, según un estudio de la Conferencia de Rectores (CRUE). De hecho, el coste medio de un grado en España es de 1.262 euros al año (desde 2.011 euros en Cataluña a 713 en Galicia y 756 en Andalucía), frente a 184 euros en Francia y ningún coste en Alemania, Austria, Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca. Y aún son más caros los másteres: 1.991 euros de media en España frente a 256 euros en Francia y un menor coste en el resto.

Y frente a este mayor coste, España gasta en becas entre la mitad y un tercio que la media de la OCDE. Y además, el gobierno Rajoy rebajó las aportaciones a becas (de 943 millones en 2011 a 838 en 2016) y sus importes medios (de 3.247euros en 2010 a 2.649 euros en 2016). Y también restringió los criterios (económicos y académicos) para concederlas, con lo que hay unos 70.000 universitarios necesitados que se han quedado sin poder solicitar beca, según ha denunciado la Conferencia de Rectores (CRUE).

La OCDE, en su estudio sobre el ascensor social en Occidente, reitera que la clave para que haya más movilidad social es la educación. En el caso de España, la OCDE nos propone 5 medidas: reforzar el apoyo a los parados (mejorando las oficinas de empleo), mejorar la formación de los jóvenes (promoviendo la Formación Profesional) y la educación de adultos, afrontar el abandono escolar temprano, mejorar la calidad de la enseñanza y actuar frente a los altos niveles de pobreza infantil, con ayudas directas a los niños y mejorando los trabajos e ingresos de los padres. Además, la OCDE y los expertos coinciden en otras medidas básicas para mejorar la movilidad social: más gasto en becas y en educación (sobre todo en pre-escolar y primaria, los años claves para reducir las diferencias de origen familiar), universalización y mejora de la sanidad, reducir la evasión fiscal en las herencias y diseñar sistemas fiscales progresivos, que contribuyan a reducir desigualdades. En definitiva, que el Gobierno ayude a evitar que los que nacen pobres mueran pobres y también lo sean sus hijos y nietos. Que el “ascensor social” funcione mejor. Otro gran reto para este siglo.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Jóvenes: viven peor que sus padres (y con ellos)


La OCDE ha presentado un informe demoledor sobre la situación de los jóvenes españoles: tardan el doble que los alemanes en encontrar trabajo (no de lo que han estudiado), no consiguen un contrato fijo antes de 6 años, el 71% tiene contratos temporales, trabajaban por horas (sin quererlo) más que nadie en Europa y ganan 890 euros, un 35% menos que en 2008 (dos de cada tres jóvenes no ingresan nada). En resumen: los jóvenes españoles viven peor que sus padres y un 78% se ven forzados a vivir con ellos, frente al 21% en Francia o el 16% en Alemania. ¿Qué se puede hacer? La OCDE da la receta: mejorar su formación, desde el colegio a la Universidad, volcándose en la lectura, las matemáticas y la tecnología. Y ofrecer más cursos para los parados jóvenes, reformando las oficinas de empleo. Urge tomar medidas, porque la mitad de los jóvenes están parados y la otra mitad subempleados. Así no hay futuro.
 

enrique ortega


Los jóvenes españoles ya empiezan con problemas cuando acaban sus estudios: necesitan 2 años para encontrar trabajo, el doble que los alemanes, según el informe sobre España presentado por la OCDE a finales de septiembre. Y tardan 6 años en encontrar un trabajo fijo, frente a 2 años los alemanes o daneses. Un trabajo que en la mayoría de los casos (71%) no tiene que ver con su perfil: el 55% están “sobrecualificados” para el empleo que tienen. O sea, han hecho una carrera para acabar de tele operadores o cajeras de supermercado. Y encima, a la mayoría, las empresas no les tutelan ni forman, según la OCDE. Y después de todo, dos de cada tres jóvenes becarios acaban sus prácticas sin quedarse en la empresa.

Cuando finalmente trabajan, su empleo es muy precario: 3 de cada 4 jóvenes españoles (71%) tienen un contrato temporal (el triple que los jóvenes europeos), según la OCDE (tras la EPA de septiembre, son ya el 73,1%). Y casi la mitad (42,9%) tienen un contrato a tiempo parcial, por horas o días, el triple que el conjunto de trabajadores (15,3%). Y no trabajan por horas porque lo busquen, sino porque no encuentran trabajos a jornada completa: el 22% trabaja por horas de forma involuntaria, más que en ningún otro país de la OCDE (sólo trabajan por horas de forma involuntaria el 4% de jóvenes y en Europa el 8%). Con esta precariedad, los jóvenes españoles son muy vulnerables si la empresa va mal o si caen las ventas.

Actualmente, los jóvenes se benefician poco de los nuevos empleos: sólo 26.100 de los 544.700 empleos creados en el último año han ido a jóvenes de 16 a 29 años (EPA). Y si tomamos toda la Legislatura, hay 2.895.100 jóvenes (16-29 años) trabajando, 431.000 jóvenes menos con empleo que cuando Rajoy llegó a la Moncloa. Eso sí, el paro juvenil ha bajado: hay 1.378.000 parados jóvenes (16-29 años), 237.400 menos que en diciembre de 2011. Esta aparente contradicción se debe a que muchos jóvenes han tirado la toalla y ya no son "activos", son desanimados” que han dejado de buscar trabajo: o no buscan ya trabajo o estudian o se han ido al extranjero: en esta Legislatura, 525.328 jóvenes (18-35 años) han abandonado España y se estima que al menos la mitad lo han hecho para buscar trabajo en el extranjero.

El paro juvenil ha bajado, pero está a un nivel escandaloso: el 46,6% de los menores de 25 años está sin trabajo, el doble que en Europa (25%) y seis veces más que en Alemania (7,5%). Lo grave no es que casi la mitad de los jóvenes españoles esté sin trabajo, sino tres datos más poco conocidos. Uno, que dos tercios de estos parados jóvenes no cobran desempleo. Dos, que casi la mitad (47,2%) llevan más de un año sin trabajar y casi un tercio (29%) más de dos años, según la EPA. Y cuanto más llevan sin empleo, más difícil les resulta encontrarlo. Y tres, que muchos parados jóvenes  tienen poca formación: el 48% de los parados menores de 30 años tienen sólo la ESO obligatoria o menos, según la EPA. Y así, les resulta muy difícil colocarse, cuando ahora hay una vacante por cada 102 parados. Y menos si el 80% de los jóvenes parados carece de experiencia, porque buscan su primer empleo.

Hablemos de lo que ganan los jóvenes. Dos tercios (64,5%) no ingresan nada, porque no tiene trabajo remunerado o porque son parados sin subsidio, según el Observatorio de la Juventud (2014).Y los que trabajan, como tienen contratos precarios, están muy mal pagados y, con la crisis, han perdido un tercio de su sueldo, según la OCDE: si en 2008 ganaban 1.210 euros al mes de media, en 2013 ganaban 890 euros. Otro estudio de Fedea cifra el sueldo de los jóvenes españoles entre 600 y 1.100 euros al mes. Y un estudio del Observatorio de la Juventud (2014) lo sitúa en 990 euros, mientras el INE acaba de decir que los menores de 25 años ganan de media 1.030,6 euros (ojo,brutos: netos serían  850 euros). Eso los que tienen sueldo, porque muchas veces trabajan como becarios y no cobran nada: sólo el 42% de los jóvenes becarios recibe alguna compensación económica (y al 71% de ellos no les da para vivir). Incluso el 52% de los becarios mayores de 30 años no percibe un salario, según InfoJobs.

Con estos bajos salarios, muchos de los jóvenes que “tienen la suerte de trabajarson “pobres” (ganan un 60% de la renta media española): el 33% de los jóvenes españoles (y el 53,6% entre los jóvenes parados). Pobres o no, la mayoría tiene una “economía de subsistencia”, con graves problemas para llegar a fin de mes. Y por eso, la mayoría no pueden pagar un alquiler (605 euros de media), menos después de que el Gobierno Rajoy haya recortado las ayudas para el alquiler de los jóvenes: sólo la reciben un 16,2% de los jóvenes en España (Renta básica de emancipación), frente al 54,2% de los jóvenes franceses o el 36% de los holandeses, según el estudio de la OCDE. Y ni sueñan con comprar un piso: les supondría pagar entre 788 y 900 euros al mes por una hipoteca y eso si se la dan: la mayoría de los bancos exigen un contrato estable y unos ingresos mínimos (2.000 euros, el triple del pago) para concederla.

Así que sólo les queda una salida: vivir con sus padres. Actualmente, el 78,5% de los jóvenes españoles (hay 6.663.801 jóvenes de 16 a 30 años) viven con sus padres, más hombres (82,6%) que mujeres (74,4%), según los últimos datos del Consejo de la Juventud (2014). El informe de la OCDE habla de que un 70% de los jóvenes españoles (22-29 años) con contratos fijos siguen viviendo con sus padres, frente a un 16% en Francia, un 21% en Alemania y un 30% en Reino Unido. Y que sólo un 10% de los jóvenes españoles (22-29 años) viven en alquiler, frente al 58% de los jóvenes en Alemania, el 47% en Francia, el 42% en Holanda y el 33% en Reino Unido. Datos de los que no presume Rajoy…

En resumen, que los jóvenes españoles, tras la crisis, viven peor que sus padres (y con ellos). Y la mayoría cree que va a seguir siendo así: sólo el 29% de los jóvenes españoles cree que vivirá mejor que sus padres en el futuro (y el 43% de los alemanes), según un estudio europeo de YouGov. Un pesimismo que se traduce en su actitud ante la política, la sociedad  y su propio futuro: 1 de cada 6 jóvenes (16-24 años) son “ni-ni”, ni estudia ni trabaja, 608.100 jóvenes “ni-nis” a mediados de 2015, según Afi y Asempleo. Y la quinta parte de ellos (un 21%) son “ni-ni-nis”: ni estudian, ni trabajan ni buscan trabajo. Son 128.000 jóvenes menores de 25 años que están en casa “a verlas venir”, sin perspectivas. Excluidos. Y si ampliamos la edad, hay 1.549.000 jóvenes españoles menores de 30 años que son “ni-nis” (según la última EPA), casi uno de cada cuatro jóvenes (23,24%), el mayor porcentaje de “ni-nis” de Europa (13%) y el 2º mayor de la OCDE, tras Turquía (29%). Una estadística escalofriante, que no cita Rajoy.

¿Qué se puede hacer? Algunos repiten “soluciones mágicas” frente al paro juvenil, “atajos interesados”. Como la receta del FMI, que propuso en 2014 a Europa bajar el salario mínimo (que en España es de 648,60 euros, una miseria) para incentivar que las empresas contraten a los jóvenes. Y la patronal CEOE ya ha pedido varias veces al Gobierno aprobar un contrato de formación para menores (… ¡de 35 años¡) que tenga un salario inferior al mínimo (los famosos “mini-jobs” de 400 euros que tanto se dan en Alemania). En definitiva, ofrecerles contratos basura para aprovecharse de que la mitad están en paro.

La receta básica de la OCDE, en su largo informe sobre España, es más y mejor formación, mejorar la enseñanza de los jóvenes españoles, desde la secundaria a la Universidad. Y eso porque nuestros jóvenes están mal formados, no sólo en las asignaturas habituales de la enseñanza obligatoria (la cuarta parte deja la ESO antes de acabarla, un tercio repite curso y casi la cuarta parte de los alumnos acaba sus estudios 2 años más tarde que el resto) sino que además, están a la cola de Europa (informe PISA) en “habilidades” que son claves para encontrar un trabajo y ser más productivos en las empresas : competencia matemática (estamos por detrás de 21 de los 24 países analizados), comprensión lectora (“dificultades para manejar una información sencilla y razonar”) y ciencia (tecnología e informática). Y lo mismo pasa entre los universitarios: el 40% de los jóvenes (25-34 años) acaba una carrera, pero carece de habilidades y de la formación que necesitan las empresas. Por eso (y por nuestro modelo económico) tenemos el doble de jóvenes en paro que Europa.

La OCDE propone que España se vuelque más en mejorar la educación, con más medios y más profesores y una enseñanza más volcada en lo que demandan las empresas, sobre todo en la Universidad. Y pide un esfuerzo especial en la Formación profesional (FP), donde el atraso de España es más patente: sólo uno de cada tres alumnos que acaban la ESO van a FP, frente al 45% en la UE-28 o en Alemania. Y en la Universidad, insisten en fomentar las carreras técnicas y en informar mejor a los alumnos de los estudios que demanda el mercado : actualmente, las empresas contratan universitarios que estudiaron Administración de Empresas(ADE), Economía y Derecho (40,2% contrataciones), Ciencias e Ingenierías (27,6%), Informática y las TIC (17,7%) frente a sólo un 4,8% de contratos a los que estudiaron Humanidades y Ciencias Sociales, según el ranking de la Fundación Universidad-Empresa.

Y en paralelo, la OCDE propone reforzar la formación de todos los trabajadores y de los parados. Y eso, porque España tiene un problema serio, una mano de obra con poca formación: casi la mitad de los españoles (45%) adultos (25-64 años) tiene un nivel de educación bajo (sólo con la ESO acabada o menos), frente a un 21% de adultos poco formados en Europa y un 24% en la OCDE, según el estudio “Panorama de la Educación 2014”. En medio, tenemos la mitad de adultos medio formados (con Bachillerato y FP básica: un 22%, frente al 48% en Europa y el 44% en la OCDE. Y sin embargo, estamos a la cabeza en universitarios: 32% en España frente a 29% en Europa y 33% en la OCDE. Y eso en cuanto a “títulos”. Pero si tenemos en cuanta las “habilidades”, la situación es peor: hay 10 millones de españoles adultos (1 de cada 3) con bajas competencias en lectura y/o matemáticas, según el informe de la OCDE presentado en septiembre.

La otra prioridad, según la OCDE, es formar a los parados, con cursos más eficaces y atractivos (hoy, sólo el 4% de los parados españoles hacen cursos, según la Fundación Tripartita). Ello exige más recursos y una mayor implicación de las empresas. Además, la OCDE reitera que España gaste más en políticas activas de empleo, donde el Gobierno Rajoy ha recortado un tercio el Presupuesto (de los 7.714 millones de 2011 a 4.746 en 2015. Y recuerda que gastamos menos en políticas activas de empleo que los países nórdicos, Alemania y el centro de Europa, que tienen una tercera parte de paro. La OCDE insiste también en otra vieja petición a España: que reforme a fondo las oficinas públicas de empleo (SEPE), que sólo encuentran trabajo a un 2% de parados. Pide más funcionarios (dan el dato que en España hay 1 funcionario por cada 269 parados, en Alemania 1x47 parados y en Reino Unido 1x22), más recursos y que las oficinas de empleo se vuelquen con los jóvenes parados, yendo en su busca y ayudándoles a emplearse (como hace Finlandia).

Urge un Plan de empleo juvenil, dentro de un Plan global por el empleo. Y más tras el fracaso del publicitado Plan europeo de empleo juvenil, el Sistema de Garantía Juvenil, aprobado por Europa en 2013, con 6.500 millones  (1.887 para España), con el objetivo de ofrecer un trabajo, un curso o unas prácticas a todos los jóvenes europeos menores de 25 años. En España no se puso en marcha hasta julio de 2014, pero de momento sólo hay 85.000 jóvenes inscritos de 800.000 jóvenes potencialmente beneficiarios. Hay que volcarse en este Plan, con medios y recursos, y complementarlo con formación y políticas de colocación, con más incentivos. Y a medio y largo plazo, urge un Pacto educativo que prepare mejor a los jóvenes para trabajar, forzando que las empresas les hagan contratos dignos y estables.

No podemos permitir que nuestros hijos vivan peor que nosotros, forzados a vivir a costa nuestra. Es un gran fracaso, nuestro más que suyo, como generación y como país. Tenemos que presionar para que hagan algo ya.