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lunes, 10 de enero de 2011

¿Para qué estudian nuestros hijos?

Mi padre decía que había que estudiar “para ser un hombre de provecho”. Ahora, nuestros hijos estudian primero porque les obligamos y luego porque buscan hacer algo que les guste y con lo que puedan conseguir trabajo y ganar dinero. Pero resulta que cuatro de cada diez jóvenes no encuentra trabajo. Y de los que consiguen un empleo, más de la mitad no tiene que ver con lo que han estudiado, o bien porque están poco cualificados o bien porque les sobra formación para el empleo que han encontrado. En resumen, que la mayoría fracasan, acabando en el paro o con un mal empleo. Y el país despilfarra en educación, ya que no se enseña para el trabajo.
España es el país occidental con mayor porcentaje de universitarios: un 29% frente al 27 % de media de la OCDE.Y ello es el fruto del gran crecimiento de universitarios en las dos últimas décadas: un 8% anual entre 1998 y 2006, casi el triple que en Estados Unidos (3%), Francia (3,5%), Reino Unido(3,75%) y muchísimo más que Alemania (0,5%). En estos años, todos los españoles querían que su hijo fuera universitario y han proliferado como setas las Universidades, públicas y privadas, que han acabado siendo “fábricas de parados cualificados”.
El problema ha sido que mientras formábamos a más universitarios que nadie, la economía y el tejido empresarial no creaban suficientes empleos cualificados. Y los universitarios han tenido que trabajar en lo que han podido, con ejemplos clamorosos de ingenieros trabajando de jardineros o economistas de cajeras de supermercado. España es el país occidental con más porcentaje de empleados sobreeducados, un 25% de la población ocupada, que tiene un empleo por debajo de su formación, frente al 12% en la OCDE, según un estudio de FUNCAS. La consecuencia es un salario inferior al que debían tener, crisis de autoestima, baja productividad, absentismo… Y un despilfarro como país, que ha gastado millones en formarlos durante más de 20 años.
En el otro extremo, España es también uno de los países con más porcentaje de personas con poca formación: la mitad de los españoles (49%) no tienen acabado el 2º ciclo de secundaria, frente al 30% en la OCDE. Somos líderes (tras Malta y Portugal) en abandono  escolar, un 32% de los jóvenes en la educación obligatoria. Con esta baja formación, España se coloca entre los países con más porcentaje de empleados infraeducados, un 32% según el estudio de FUNCAS. Un amplio colectivo que gana menos que sus colegas por no tener el bachillerato, aunque el problema tiene mejor arreglo que el de los sobreeducados: pueden  formarse, los universitarios no pueden dar marcha atrás.
Al final, un sistema educativo ineficaz  y una economía poco competitiva nos llevan a que sólo un 43% de los empleados tienen una formación adecuada a su empleo en España. Y a que un 40% de los jóvenes menores de 25 años estén en paro. El sistema educativo está en crisis, sobre todo en la enseñanza secundaria, con lo que 645.800 jóvenes, de 16 a 29 años, forman la generación ni-ni: ni estudian ni trabajan, según Estadística (EPA).
Hay que buscar una solución urgente a este desajuste entre estudios y trabajo, un despilfarro económico y humano que tiene un alto coste para el futuro de nuestros hijos. Hay que reformar la enseñanza secundaria (el nivel de los niños españoles de 15 años es de los más mediocres de Occidente, según el informe PISA), hay que ajustar la Universidad a la empresa y al trabajo, hay que fomentar la Formación Profesional y hay que estudiar para trabajar. Esto exige poner la educación como primer objetivo del país, junto a salir de la crisis. Si no, nuestros hijos seguirán estudiando para el subempleo y el paro.