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jueves, 22 de junio de 2023

El riesgo de la "banca en la sombra"

El Banco Central Europeo (BCE) lanzó a finales de mayo una alerta sobre “la banca en la sombra” (Fondos de inversión, Planes, aseguradoras, financieras…) que suponen ya la mitad de las finanzas mundiales y podrían entrar en crisis, por la subida de los tipos de interés, arrastrando con ella a la banca tradicional, con la que están muy vinculados a través de depósitos, créditos y compras de deuda. El problema es que estas entidades “en la sombra” están poco vigiladas y controladas y sus inversores no están “cubiertos”, lo que podría llevar a una crisis financiera más grave que la de 2008. Por eso, el BCE, como antes el FMI, piden que estos Fondos y entidades sean regulados como los bancos tradicionales, algo difícil de lograr ahora que son tan grandes y tienen tanto poder. El problema es quién le pone el cascabel al gato, por encima de paises y Gobiernos. Pero si no se hace, podemos tener otro “susto” financiero. Avisados estamos.

Enrique Ortega

La “banca en la sombra” se llama a todo un abanico de entidades que no son los bancos tradicionales  y que ingresan dinero de los inversores y lo destinan a préstamos y operaciones financieras con empresas, Gobiernos y particulares. En este bloque de entidades financieras no bancarias (NBFI, en sus siglas en inglés) se incluyen Fondos de inversión, Planes de pensiones, aseguradoras, Fondos de alto riesgo, Fondos “buitre”, Fondos inmobiliarios, Fondos monetarios, financieras, empresas de leasing y renting, financieras de consumo, empresas de tarjetas, firmas de “crowdfunding” y “business angels” para financiar a emprendedores… Lo que tienen en común es que no son bancos pero se dedican a recoger dinero de inversores y destinarlo a múltiples proyectos, buscando una alta rentabilidad con alto riesgo en la mayoría de los casos.

Esta “banca en la sombra” surge en EEUU a finales del siglo XX, pero crece sobre todo a partir de 2008, tras la crisis financiera, a costa de la banca tradicional, que se retira parcialmente de dar crédito a las empresas, sobre todo a la economía digital. Y estos Fondos, aseguradoras, Planes de pensiones y financieras empiezan a financiar la economía, atrayendo a inversores con el reclamo de su alta rentabilidad y financiando proyectos y empresas nuevas, en las que encuentran grandes beneficios con alto riesgo. Y así, en 2014, la banca tradicional ya sólo aportaba el 50% de los créditos a las empresas y la otra mitad se financiaba con la “banca en la sombra”, multitud de Fondos y entidades nuevas que están detrás de las tecnológicas y de los nuevos sectores económicos. Y todo ello es posible porque coinciden con una década de dinero barato, con los tipos al 0%, lo que permite a la banca en la sombra “apalancarse” (crecer e invertir a crédito), crear una gran burbuja donde prestan cada vez más a cambio de pagar cada vez más con los recursos de negocios endeudados a tope. Primero en EEUU y luego en Europa y en el resto del mundo.

Y así llegamos al momento actual, en que “la banca en la sombra” acapara ya la mitad de las finanzas mundiales y tiene más activos que la banca tradicional, según el último informe (diciembre 2022) del Finantial Stability Board, un organismo creado en 2009 por el G-20: manejan 239,3 billones de dólares, el 49,2% de las finanzas mundiales, más que la banca tradicional (manejan 182,9 millones, el 37,6% del sistema financiero mundial), los bancos centrales de los paises (44,1 billones, el 9,1%) y las instituciones financieras públicas (20,3 billones, el 4,2% del total financiero mundial). En España, “la banca en la sombra” (sobre todo Fondos de inversión, monetarios e inmobiliarios, Planes de pensiones, aseguradoras, financieras y empresas de leasing, renting y tarjetas) tiene todavía menos peso que en EEUU y Europa (51%): manejan 1,4 billones de euros, el 25,5% del sistema financiero, todavía la mitad que la banca tradicional (2,9 billones, 52,7% del total).

¿Cómo ha crecido este monstruo financiero de “la banca en la sombra” en poco más de dos décadas? Pues a golpe de deuda, de endeudarse para invertir y crecer, aprovechando que el dinero no tenía coste: los tipos de interés han estado al 0% entre 2008 y 2015 y aunque luego subieron algo, volvieron al 0% entre 2020 y principios de 2022. Estos Fondos y entidades de la banca en la sombra se endeudaban y atraían inversores que buscaban alta rentabilidad, a los que aseguraban altos intereses invirtiendo en deuda pública, nuevas empresas y comprando empresas en crisis que troceaban y vendían (Fondos “buitre”). Y operando en corto en Bolsa (comprando valores a crédito para luego devolverlos), contra empresas que creían sobrevaloradas, forzando su depreciación a cambio de elevadas plusvalías. Y depositaban su liquidez en la banca tradicional y en deuda pública, ayudando incluso a financiarse a los bancos tradicionales (con préstamos “repos” garantizados con deuda pública). Todas estas operaciones, con las que han atraído dinero e inversores y han multiplicado sus apuestas en deuda, empresas y bancos, tienen otra característica común: no cumplían reglas ni normas. La “banca en la sombra” no tiene una regulación estricta, como la banca, y sus operaciones pueden ser tan arriesgadas como quieran. Eso sí, a cambio no hay ningún Fondo de Garantías que asegure las inversiones.

El problema de “la banca en la sombra” se vio venir en 2022, cuando empezaron a subir los tipos de interés y encima de forma rápida: la Reserva Federal de EEUU los empezó a subir en marzo de 2022 y después los ha aumentado 10 veces, del 0% al 5,25% actual. Y el BCE, desde julio de 2022, los ha subido otras 8 veces, del 0% al 4% actual, lo mismo que el Banco de Inglaterra (11 subidas, desde el 0 al 4,50%) y el resto de bancos centrales. Todas las entidades de la “banca en la sombra” se encontraron con el pie cambiado: ahora ya no se podían endeudar sin freno y sus activos valían menos. La deuda pública que habían comprado vale menos (al subir los tipos, se revaloriza la deuda nueva pero se deprecia la antigua), con lo que incurrían en pérdidas contables si la tenían que vender antes del vencimiento, porque sus inversores les exigían liquidez. Y ya no podían asegurar altas rentabilidades en negocios especulativos, sobre todo cuando los bonos del Tesoro dan más del 3%.

Un ejemplo de esta difícil situación de la banca en la sombra se dio en Reino Unido, en octubre de 2022, después de que la primera ministra Liz Truss aprobara un descabellado Plan fiscal, que provocó “turbulencias financieras”. Básicamente, lo que sucedió fue que los británicos que tenían Fondos de pensiones se asustaron y pidieron liquidez a sus gestoras, que se vieron obligadas a vender deuda pública (manejan 2,3 billones de euros, la mitad colocados en deuda pública). Y tuvo que intervenir el Banco de Inglaterra, invirtiendo 73.000 millones en compra de deuda británica. Era un aviso: si los inversores de “la banca en la sombra” se ponían nerviosos, los Fondos, Planes, financieras, aseguradoras y entidades se verían obligados a vender para reintegrarles su dinero, a costa de enormes pérdidas y un riesgo de pánico financiero. Es lo que pasó en EEUU, en marzo de 2023, con la crisis de Silicon Valley y otros pequeños bancos regionales: los inversores se pusieron nerviosos y los bancos no aguantaron.

El riesgo de que “la banca en la sombra” estalle con la subida de los tipos de interés (que devalúa su deuda y sus activos, encareciendo su alto endeudamiento) ha sido advertido en muchas ocasiones por el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS), una especie de Banco Central de los Bancos Centrales del mundo (Reserva Federal, BCE, Banco de Inglaterra…). En diciembre, el BIS alertaba del aumento de “la deuda en la sombra, el alto endeudamiento de estas entidades no bancarias, que ahora les resulta mucho más costoso. Y este año, el 4 de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) lanzó “una alerta global”  sobre la banca en la sombra: “pueden provocar tensiones en la economía global”, si los inversores se lanzan a retiradas masivas de dinero. Y eso porque estas instituciones son básicas para la financiación de sectores clave de la economía, de los Gobiernos y sus políticas públicas (compra de deuda) y de la banca tradicional, a la que financian y con la que tienen múltiples lazos (depósitos, valores, deuda, créditos…).

Esta reciente “alerta” del FMI advierte de 3 riesgos de la “banca en la sombra”, que podrían desencadenar otra crisis financiera internacional, incluso más grave que la de 2008: el elevado “apalancamiento” (inversión con deuda), ahora más peligroso con los tipos altos, los desajustes en la liquidez (cuando los activos, deuda o valores, no proporcionan suficiente efectivo para cubrir los desembolsos a los inversores, como pasó en Reino Unido con los fondos de pensiones) y la elevada interconexión de estas instituciones no bancarias entre sí y con el resto del sistema financiero (banca tradicional), lo que complica el panorama global. Y el FMI plantea un dilema a los Bancos Centrales (Reserva Federal, BCE): si conviene seguir subiendo tipos, para frenar la inflación, o hay que frenar las subidas para evitar nuevas crisis financieras (como en algunos bancos USA) en la banca en la sombra. Porque aunque estas entidades no tengan un Fondo de Garantía que cubra a los inversores (como en la banca tradicional), parece claro que si estallan, los bancos Centrales tendrían que intervenir, inyectando liquidez y ayudas (que acabamos pagando todos), como pasó en 2008.

Pero ni la Reserva Federal ni el BCE se dieron por avisados y siguieron subiendo tipos, lo que agrava el riesgo de otra crisis financiera, sobre todo en “la banca en la sombra”, donde no hay apenas vigilancia ni regulación, con lo que no sabemos en realidad el alcance de la “bomba financiera” que nos puede estallar encima. Porque dentro de la banca en la sombra hay entidades muy potentes y solventes, como el Fondo BlackRock (que mueve 10 billones de dólares en todo el mundo: 7 veces el PIB español) y otros grandes Fondos multinacionales y de pensiones, pero también hay Fondos especulativos, Fondos monetarios, financieras y entidades no bancarias que podrían “estallar” y afectar a muchos sectores e inversores, desde EEUU y Europa a China y Japón, detonando una grave crisis financiera.

El temor sigue ahí y la última alerta la acaba de lanzar el propio BCE, el pasado 30 de mayo, con este artículo donde advierte del “riesgo de contagio” entre los problemas de la “banca en la sombra” y la banca tradicional europea, que podría provocar un “efecto dominó en la banca europea si la “banca en la sombra” tiene problemas. Intenta dar un paso más: no sólo advertir de los riesgos de la banca en la sombra sino de alertar que si esos “no bancos” tienen problemas, los tendrá también la banca tradicional. Y eso, argumentan, porque una gran parte de la financiación bancaria que depende de los bancos en la sombra, que tienen gran parte de sus depósitos, valores, deuda y derivados en la banca tradicional. Así que si a la banca en la sombra le va mal, porque sus inversores se ponen nerviosos y buscan liquidez, esas fugas afectarán también a los bancos tradicionales. Y a toda la economía europea, que acude a la banca en la sombra para conseguir el 14% de su financiación

El informe del BCE pone cifras al problema: los 5 mayores bancos europeos (el Santander entre ellos) concentran el 50% de los préstamos y valores de “la banca en la sombra”. Y si ampliamos el análisis a los 13 mayores bancos europeos, concentran el 80% de los préstamos de la banca en la sombra y el 80% de la financiación bancaria con “repos” (venta de activos de la banca para financiarse, recomprándolos en un plazo determinado). Y la “banca en la sombra” posee el 28% de los títulos de deuda bancaria europea, teniendo incluso un  papel clave en el mercado de deuda a corto (descuento de papel comercial).

En definitiva, que la banca tradicional europea está “estrechamente ligada” a “la banca en la sombra” (Fondos de inversión, Planes, aseguradoras, Fondos de alto riesgo, Fondos monetarios, financieras…). Y que si la otra banca estalla y entra en crisis, una parte de la banca tradicional se verá afectada y caerá con ella. Así que el BCE recomienda afrontar de una vez el grave problema de la banca en la sombra, un “monstruo” que ha crecido sin control y que amenaza ahora al sistema financiero y a la economía. En Europa y en todo el mundo. Las recetas del BCE, como antes las del FMI, son claras: vigilar y supervisar la banca en la sombra, obligarla a una mayor transparencia y a que tenga listos mecanismos de gestión de crisis, buscando una mayor coordinación y control entre paises. En definitiva, regular y vigilar “la banca en la sombra” para que no nos estalle encima.

Estas alertas, del BIS, el FMI y el BCE, están muy bien, pero el problema de fondo es ¿quién le pone el cascabel al gato? Hablamos de Fondos, Planes y financieras multinacionales, que mueven más dinero que la mayoría de paises y llevan 2 décadas operando sin control, a medio camino entre un casino y un monopolio. Y que han crecido desproporcionadamente porque se han saltado todas las reglas, bajo la única Ley del máximo beneficio. Es la economía financiera de la especulación pura y dura, al amparo del dinero barato y las ganancias supermillonarias. Ponerles ahora coto y normas, en un mundo globalizado, no va a ser nada fácil, a pasar de las alertas oficiales. Tienen demasiado tamaño y poder. Pero precisamente por eso, hay que controlarlos y regularlos. Porque pueden explotar y provocar otra grave crisis financiera. Avisados estamos.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Pensiones: muchos Planes y ninguna reforma


Diciembre es el mes de los Planes de pensiones privados: bancos, financieras y aseguradoras nos bombardean con campañas, aprovechando el temor por las pensiones públicas. Pero los Planes están de capa caída : han bajado las aportaciones, han subido los rescates (de parados) y se han perdido un millón largo de partícipes mientras los que quedan (8 millones) aportan cada año menos (400 euros de media y dos tercios nada). Todo porque es un dinero "cautivo" y los Planes son poco rentables y pagan altas comisiones, El Gobierno Rajoy ha tratado de reanimar a los Planes, aprobando medidas para hacerlos más atractivos, “un parche” según la OCDE. Entre tanto, Gobierno y “oposición” llevan más de un año debatiendo la reforma de las pensiones públicas, sin alumbrar ninguna medidaEl parto se retrasa, mientras los pensionistas pierden poder adquisitivo, sigue el déficit (-17.500 millones) y se agota la “hucha” de las pensiones, obligando a pedir un crédito para pagar la extra de Navidad. Urge tomar medidas para garantizar las pensiones públicas. 


enrique ortega

Los Planes de pensiones privados cumplieron este verano 30 años, al aprobar el gobierno de Felipe González, en junio de 1987, la Ley de Planes de pensiones, que ya existían en toda Europa. Entre 1998 y 2006 fue la época dorada de los Planes, triplicándose los partícipes y el dinero aportado. En 2007, el empuje aflojó, al suprimirse algunas ventajas fiscales, y empezó el declive a partir de 2008, con la crisis, hasta hoy: se han perdido 1.100.000 partícipes (hay 8 millones de españoles, 3 de cada 10 personas entre 25 y 65 años), se han reducido las aportaciones (de 8.093 millones en 2008 a 4.972 en 2016) y han subido los rescates (de 3.301 a 4.728 millones, por los parados que han pedido su Plan), con lo que en 2017, por primera vez en 30 años de Planes, el saldo será negativo: los rescates superarán a las aportaciones. Y los partícipes aportan cada año menos dinero a sus Planes: de los 800 euros de media en 2004 se ha pasado a 400 aportados en 2016. Y dos tercios de los partícipes (64,6%) no aportaron nada el año pasado, mientras otro 22% aportaba menos de 900 euros.

Como se ve, los Planes de pensiones privados están de capa caída, por muchas campañas que hagan los bancos, financieras y aseguradoras, campañas que son “engañosas”: ofrecen un regalo (del 2 al 4% de lo aportado o traspasado), pero la mayoría exigen una aportación mínima de 3.000 euros, aportación que sólo hacen una minoría, el 4% de los partícipes. Actualmente, hay 35 entidades que venden un rosario de Planes (más de 2.700), aunque es un negocio controlado mayoritariamente por los tres grandes bancos, CaixaBank (23,6% del mercado), BBVA (20%) y Santander (13,3 % si le sumamos los Planes de Allianz Popular), a los que añadir Bankia (6,2%), Ibercaja (5,7%), Mapfre (4,8%), Fonditel (3,5%) y Sabadell (3,3%), para totalizar el 80% del mercado. Los Planes tienen un patrimonio de 109.244 millones, sólo un 5,5% del ahorro de los españoles, colocado en depósitos (860.562 millones, el 40% del ahorro), Bolsa (450.000 millones, el 21%), Fondos de inversión (302.000 millones, el 14%) y seguros (243.000 millones, el 11,4%), según los datos de INVERCO (2017).

Los Planes de pensiones han tocado fondo porque los trabajadores (hay 7,5 millones de planes individuales, el 40% de los empleados) no los ven atractivos: supone inmovilizar un dinero durante muchos años (que sólo se puede rescatar en caso de paro de larga duración, enfermedad grave o desahucio) y saben que recuperarlo luego supone pagar un buen pico a Hacienda en impuestos. Además, hay que pagar altas comisiones anuales (el 1,50% y más), mayores que en el resto de Europa, y los Planes tienen una baja rentabilidad (2,04% de media en 2016), inferior a la de la Bolsa o los Fondos de Inversión. Y tampoco ven claros los Planes de pensiones las empresas (sólo un 0,4% de empresas los tienen, con 2 millones de trabajadores incluidos en planes de empleo), que han recortado sus aportaciones y ya no incluyen en los Planes, en muchos casos, a los nuevos contratados.

Las entidades que venden Planes de pensiones (bancos) han lanzado un SOS al Gobierno, pidiendo ayuda para insuflar oxígeno a un producto de ahorro que languidece. Y además, han tenido la peregrina idea de proponer una aportación “cuasi obligatoria”  a Planes privados de pensiones: un 2% de los sueldos lo aportarían las empresas y otro 2% los trabajadores… Así tendrían un negocio “cautivo” y “redondo”. Y nadie les dice que sería mucho más sensato subir las cotizaciones de empresas y trabajadores a la Seguridad Social, que son más bajas en España que en otros paises, para consolidar así las pensiones públicas y reducir su déficit, en lugar de alimentar un negocio privado plagado de comisiones.

Pero el Gobierno Rajoy ha recogido de alguna manera el guante de salvar los Planes de pensiones y ha aprobado por decreto, el 13 de noviembre, dos medidas, para reanimar la campaña de Planes de la banca. Una, rebajar la comisión máxima de los Planes del 1,75 al 1,45% (a partir de mayo de 2018). Y la otra, permitir que los partícipes de un Plan recuperen el dinero a los 10 años, no al jubilarse. La OCDE ha calificado este “reforma de urgencia” del Gobierno como “un parche”, porque las comisiones siguen siendo más altas que en Europa (en Reino Unido tienen un tope del 0,9%) y, sobre todo, porque “desvirtúan” lo que es un Plan de pensiones (ahorrar para la jubilación), transformándolos en “Planes de ahorro” sin más.

Eso sí, Planes de ahorro con desgravación fiscal, algo muy injusto y que la Comisión Europea ha calificado en varias ocasiones de “fiscalmente regresivo”. Porque todos los españoles costeamos que una parte, los que tienen Planes, se desgraven en el IRPF por ellos. En 2015, la desgravación por Planes costó 5.000 millones de euros y benefició sólo a 2,8 millones de contribuyentes, 1 de cada 6 españoles que declaran a Hacienda. Y los que más se benefician de esta desgravación son los que más ganan: 1,23 millones de contribuyentes, el 44% de los que desgravan por Planes, ganan más de 30.000 euros al año. Y cuanto más ganan, más aportan (el límite son 8.000 euros anuales) y  más desgravan. Así que tenemos  unos Planes en claro declive que sólo sobreviven gracias a una desgravación costosa que beneficia sobre todo a los más ricos. Urge cambiarlo.

Mientras el Gobierno Rajoy auxilia a los Planes de pensiones privados, deja languidecer la reforma de las pensiones públicas. La Comisión del Pacto de Toledo, que estudia en el Congreso las medidas a tomar, lleva ya más de un año de reuniones (desde el 22 de noviembre de 2016), sin avances, mientras el Gobierno no ha vuelto a reunir desde marzo a sindicatos y patronal para hablar de las pensiones. Y todo apunta a que, con el problema de Cataluña, no habrá avances hasta 2018. Incluso se habla de que las posturas entre PP, PSOE, Podemos y C´s están muy encontradas y que la reforma de las pensiones podría retrasarse sine die, máxime si Rajoy convoca elecciones en junio de 2018, como es posible.

La reforma de las pensiones públicas está atascada y eso es especialmente grave porque se mantiene la asfixia financiera de la Seguridad Social, cuyo déficit previsto en 2017 será de  -17.299 millones de euros (según las cuentas enviadas por el Gobierno a Bruselas), tras cerrar 2016 con un “agujero” de -18.500 millones, porque los ingresos no alcanzan a cubrir los gastos, debido a la mala calidad del empleo (más empleados que cotizan menos). Y ahora , la Seguridad Social ha casi agotado la “hucha” de las pensiones (quedan 8.095 millones, tras haber tenido 66.815 millones en 2011), con lo que ha tenido que recurrir a un crédito del Estado para pagar la extra de diciembre y la pension del mes (17.400 millones de desembolso total). Y cada mes aumentan los pensionistas (ya hay 8.679.378 pensionistas), que se jubilan con pensiones más altas (1.308 euros de media las altas en octubre).

Además, 2017 será el primer año desde 2012 en el que los pensionistas vuelven a perder poder adquisitivo, porque la pensión les subió un 0,25% y la inflación media subirá un 2%. Y lo mismo pasará en 2018: la pensión les subirá 0,25% (2,3 euros al mes la pensión media, 925 euros) y los precios el 1,6%. Eso pasa porque España es el único país europeo que, desde 2013, no liga la subida de las pensiones a la evolución de los precios o de los salarios, como hacen todos los demás paises de la UE, salvo Irlanda, según un reciente informe de la Comisión Europea.

Las pensiones públicas exigen una reforma urgente para hacer frente a dos problemas. Uno, la falta de recursos para revalorizar las pensiones actuales, lo que llevó a Rajoy a aprobar en 2013 un ajuste (el “Factor de Sostenibilidad”) para que las pensiones sólo suban un 0,25% anual hasta que las cuentas mejoren. Y eso no pasará hasta 2040, según el Banco de España, con lo que estos 25 años, las pensiones perderán hasta un 35% de poder adquisitivo. O sea, que una pensión de 700 euros hoy (son la mitad) quedaría en 455 euros reales en 2040. Y si se quiere evitar, subiendo las pensiones como los precios, el déficit de la SS subiría a 70.000 millones anuales, según FEDEA. El otro problema, más grave, es demográfico: en 2050, España será el país más envejecido de Europa y un tercio de los españoles tendrán más de 65 años, con lo que el número de pensiones pasará de los 9,5 millones actuales a 15 millones. Y además, los pensionistas vivirán más años (90 frente a 83 hoy). Y mientras este envejecimiento aumentará el coste de las pensiones, bajará la población española y habrá menos gente trabajando (900.000 activos menos en 2025). En definitiva, más jubilados viviendo más años y menos jóvenes para trabajar y pagar las pensiones. Oscuro panorama.

Para hacer frente a estos dos grandes retos, revalorizar las pensiones actuales y pagar las futuras, hace falta una cosa: más ingresos, entre 50.000 y 80.000 millones más de aquí a 20 años. Y hay que conseguir este dinero extra por dos razones. Una, por justicia, porque se debe, ya que España gasta en pensiones menos que el resto de Europa: un 10,6% del PIB en 2016, inferior al 11,6% de la UE-28 y muy por debajo de ocho paises europeos menos envejecidos como Italia (15,8%), Grecia (14,5%), Francia (13,8%), Austria (13,2%), Portugal (13%), Eslovenia (11,4%), Polonia (10,8%) y Alemania (10,6%), según la OCDE. Y la otra, porque se puede: España ingresa menos que la mayoría de Europa tanto por cotizaciones sociales como por impuestos.

Hay pues dos vías para conseguir esos ingresos extras que necesitan las pensiones. Una, subir las cotizaciones sociales, aunque no le guste a nadie porque puede penalizar el empleo (según  se haga). Pero hay margen para subirlas: los ingresos por cotizaciones netas suponen en España el 12,3% del PIB, frente al 13,2% en Europa y el 15,3% en la eurozona, muy por debajo del peso de las cotizaciones en Alemania (16,5% del PIB), Francia (18,9%), Italia (13,3%) o Portugal (11,6%) y sólo por debajo de Reino Unido (7,8%), según Eurostat. Eso significa que si en España se cotizara como en la eurozona, la Seguridad Social podría ingresar 34.000 millones más cada año. Y otro tanto pasa con los impuestos: la recaudación fiscal en España supone el 38,2% del PIB (2016) frente al 46,1% del PIB que recaudan los paises euro y el 44,8% del PIB que ingresa la UE-28. Eso significa que si recaudáramos como la eurozona, España ingresaría 86.900 millones más en impuestos cada año.

Así que se pueden salvar las pensiones, con más ingresos, siempre que se acuerde subir las cotizaciones (a empresas y trabajadores, que ya gastan dinero extra en contratar Planes de pensiones poco rentables) y se suban los impuestos, no a los trabajadores y pensionistas que ya pagamos, sino a las grandes empresas, multinacionales y los más ricos, que pagan legalmente menos y que defraudan más (en España y en los paraísos fiscales). Además, habría que hacer algunos ahorros en la Seguridad Social, como quitar las bonificaciones de cotizaciones a empresas y autónomos (3.700 millones de ingresos anuales que pierde la SS), porque son poco eficaces. Y quitar del presupuesto de la SS el coste del Ministerio de Empleo (4.000 millones), un anacronismo que debería pagar el Presupuesto del Estado, como los demás Ministerios. Y por último, tomar medidas serias para fomentar la natalidad (para aumentar los cotizantes futuros) y mejorar la calidad del empleo, porque los contratos temporales y por horas son un torpedo letal para las cotizaciones y las pensiones.

La prioridad debería ser salvar el sistema público de pensiones, no los Planes privados. Es una irresponsabilidad, del Gobierno y la “oposición”, haber perdido más de un año sin aprobar la reforma. Cataluña es importante pero no más que asegurar las pensiones actuales y futuras. Hay que acelerar la reforma, porque las medidas tardan décadas en hacer efecto. Hay soluciones, pero no sin subir cotizaciones e impuestos. Los trabajadores tendrán que pagar algo más para asegurarse una pensión digna. Y una minoría de españoles, las empresas y contribuyentes más privilegiados, tendrán que ayudar pagando más impuestos. Así que si oye al PP y a Ciudadanos que van a bajar los impuestos en 2018, sepa que están poniendo en peligro sus pensiones, además de la sanidad, la educación y el resto del Estado del Bienestar. No se pueden salvar las pensiones sin más ingresos, salvo que haya más recortes, como los aprobados en 2011 (ZP) y 2013 (Rajoy). Si es así, que lo digan.    

lunes, 31 de octubre de 2016

Poco ahorro y mal pagado

El 31 de octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro, promovido por las Cajas. Pero hoy casi no hay Cajas ni ahorro: lleva cayendo desde 2009, porque los españoles tienen menos ingresos y se ven forzados a gastar lo poco que tienen. Y los que consiguen ahorrar, no le sacan rentabilidad a su dinero. Los depósitos (donde está el 40% del ahorro) sólo pagan el 0,16% de interés, la tercera parte que en Europa. Y hay bancos que cobran incluso a grandes empresas e instituciones por guardarles su dinero. La Bolsa está muy nerviosa y el dinero va a los Fondos, que cobran demasiadas comisiones. Y  a pesar del miedo al futuro de las pensiones públicas, caen las aportaciones a los Planes de pensiones privados, que apenas rentan y pagan muchos impuestos al rescatarlos. Poco ahorro y mal pagado. Pero tenemos que intentar ahorrar, no para comprar un piso sino para invertir en nosotros y nuestros hijos (formación) y para complementar nuestra pensión futura. No queda otra.


enrique ortega

Los españoles no han sido nunca de mucho ahorrar, pero en los últimos años, con la crisis, el ahorro se ha desplomado. Primero se disparó, en 2008 y 2009, cuando las familias vieron las orejas al lobo y aumentaron su ahorro, por lo que se avecinaba: se pasó de ahorrar el 5,9% de la renta disponible en 2007 al 13,4% de ahorro en 2009, el máximo histórico. Y a partir de ahí, las familias empezaron a “tirar de la hucha”, de los ahorros, que han bajado año tras año hasta ser ahora del 8,3% de la renta disponible (junio 2016), según los datos del INE.

Cae el ahorro porque los españoles tienen menos ingresos, por la crisis. Primero, porque muchos han perdido su empleo (3,8 millones desde 2008, de los que 2 millones todavía no se han recuperado). Y segundo, porque los que han seguido trabajando han visto reducirse sus salarios (hasta un 15% entre 2012 y 1015), que son hoy muy bajos: el salario más habitual es de 1.602,5 euros brutos (1.280 euros netos), según el INE y hay 8 millones de españoles que declaran a Hacienda ganar menos de 12.000 euros al año (2014). Además, parados y trabajadores han visto subir estos años los impuestos, desde el IVA al IRPF y las tasas, con lo que, a pesar de las bajadas de última hora, hemos pagado 17.578 millones más de impuestos en 2015 que en 2011. Al final, entre menos ingresos y más pagos a Hacienda, la renta de los españoles ha caído estos años: de 28.206 euros de ingresos medios por hogar en 2010 a los 26.092 euros por familia en la primavera de 2015, según el último dato del INE. Y de 10.858 euros por persona (2010) a 10.419 euros (2015).

Esto son “medias”, pero hay familias donde la crisis se ha cebado más y cuya renta ha caído especialmente. Por eso, el 13,7% de los hogares confiesan que llegan a fin de mes “con mucha dificultad”, según la última Encuesta de condiciones de vida del INE (2015). Un 39,45% de familias no pueden afrontar gastos imprevistos y un 40,6% no puede irse ni una semana de vacaciones. Y el 9,4% de las familias se retrasa en el pago de la hipoteca, el alquiler, la luz o el gas, según esa Encuesta del INE. O sea, que una gran parte de hogares “viven al día” y tienen que “tirar de la hucha” para sobrevivir.O para pagar deudas. Por eso cae el ahorro en España desde 2009, más que en el resto de Europa.

Con todo, ¿dónde tienen los españoles sus ahorros? La mayoría de las familias lo han invertido en comprar su casa, generalmente a costa de pesadas hipotecas: antes de la crisis, un 83% de españoles eran dueños de su vivienda, frente a un 60% de europeos, según datos del Banco central Europeo (BCE). De hecho, en 2015, el patrimonio inmobiliario de los españoles ascendía a 4.50 billones de euros, mientras el patrimonio financiero (dinero en cuentas, Bolsa, fondos, seguros y planes) era de 1,97 billones de euros, según INVERCO. O sea que de cada 6,5 euros de ahorro, 4,5 están en el ladrillo (70%) y casi 2 en las finanzas. Un reparto que ha cambiado drásticamente con la crisis, ya que en 2008, antes del estallido de la “burbuja inmobiliaria”, el patrimonio inmobiliario era 1,8 billones mayor (6,3 billones) y el patrimonio financiero mucho menor (1,6 billones). Entonces, en 2008, de cada 8 euros de ahorro, 6,3 euros estaban en el ladrillo (78%) y 1,6 euros en las finanzas.

El ahorro en forma de patrimonio inmobiliario de los españoles se está recuperando lentamente, con la subida de la vivienda desde 2014 (más de un 8%), que va a seguir, aunque poco a poco. Pero de este “ahorro” en forma de ladrillo no pueden “tirar” las familias, salvo que vendan su casa y alquilen. El ahorro más “asequible” a corto plazo es el ahorro financiero (en depósitos, valores, Fondos, Planes, seguros…), que  se está recomponiendo también, por la subida de valor de algunos activos (Bolsa y Fondos) y ,sobre todo, porque han bajado mucho los tipos de interés y eso ha reducido el pago de intereses de las familias por sus hipotecas. Se calcula que la bajada de tipos ha ahorrado a los hogares españoles 22.582 millones de euros en intereses (hipotecas y préstamos), que les han permitido gastar o ahorrar más.

Al final, el ahorro financiero de los españoles es de 1,98 billones de euros (1.980.092 millones) en junio de 2016, según el Banco de España, frente a 1,68 billones en 2008. Y lo más importante es que el ahorro neto (quitando las deudas) ha mejorado más, siendo ahora de 1,19 billones (frente a 0,72 billones en 2008), porque las familias han reducido mucho sus deudas en estos años (devolviendo hipotecas y préstamos): si la deuda de los hogares era de 960.360 millones de euros en 2008, ahora es de 782.444 millones (junio 2016).

¿Dónde tienen los españoles este ahorro financiero? La mayoría de este dinero, de esos 1,98 billones, está en los bancos: 861.614 millones están en cuentas corrientes y libretas (68.455 millones) y sobre todo, en depósitos (793.159 millones), que suponen ahora un 40% de todo el ahorro financiero (un porcentaje que no ha dejado de bajar desde el 57% del ahorro que suponían los depósitos en 1985). El segundo lugar donde está el ahorro financiero es en valores, en acciones cotizadas y no cotizadas: son 400.350 millones (marzo 2016), un 20,3% de todo el ahorro financiero. El tercer destino son los Fondos de inversión: 244.124 millones (marzo 2016), el 12,4% del ahorro. El cuarto es la inversión en seguros, que alcanza los 225.189 millones (marzo 2016), un 11,4% del total. Y el resto se invierte en renta fija y deuda (32.627 millones, un 1,7%), préstamos y otras inversiones, según INVERCO.

En esto del ahorro y donde invertirlo, España también “is different”. Los españoles tenemos más dinero en cuentas y depósitos (43%) que el resto de europeos (30% del ahorro). Invertimos mucho más en Bolsa (20,3% del ahorro en acciones frente al 11% en Europa): las familias españolas son propietarias del 26% de las acciones cotizadas (2014) frente a un 11% que tienen franceses o italianos y un 9% los alemanes. Pero invertimos menos en seguros y Planes de pensiones (15% frente al 40%). La gran diferencia está en los Planes: invertimos en ellos sólo un 5,6% del ahorro frente al 37,5% en Europa.

La inversión predilecta de los españoles, los depósitos, están de capa caída con el desplome de los tipos de interés en los últimos años. Con ello, los ahorradores reciben por sus depósitos (770.000 millones en junio de 2016) una rentabilidad media del 0,16%, con datos de agosto del Banco de España. Y además, somos el segundo país euro (tras Irlanda) donde los bancos pagan menos por los depósitos: en julio se pagaba un 0,19% en España, la tercera parte que en la eurozona (0,53% de interés) y mucho menos que en Holanda (1,75%), Francia (1,33%) o Italia (0,91%), según datos del BCE, que fija el mismo tipo de interés de referencia (0%) para toda la eurozona. Y ya hay bancos, en Europa y en España (Santander y BBVA), que han empezado incluso a cobrar por los depósitos, de momento sólo a los grandes clientes (grandes empresas y aseguradoras), justificándolo en que el BCE les cobra a ellos un 0,40% por los depósitos a un día que tienen con él.

No parece que los bancos acaben cobrándonos a todos por los depósitos, pero sí que el interés que se pague al ahorro siga siendo mínimo, sobre el 0,10%, en los próximos meses. Y el gran cambio es que la inflación va a subir, después un par de años en negativo. Si el IPC vuelve al positivo y la inflación sube un 1,3% en 2017, como prevé el Gobierno Rajoy en el cuadro macro enviado a Bruselas, eso significa que los ahorradores perderán dinero, porque la inflación se comerá con creces sus exiguos intereses. Y entonces, ¿dónde se puede invertir el ahorro? Los bancos van a seguir tentándonos con depósitos a más plazo y con depósitos estructurados, que son como “cestas de inversión” donde una parte se destina a depósito y otra parte a renta fija (deuda pública o de empresas), un Fondo o  acciones.  Pero la deuda pública tampoco es una salida: las Letras del Tesoro a un año pagan ahora intereses negativos (cobran el 0,26%) y también la deuda española a 3 años (-0,08%). Y la deuda pública a 5 años sólo da una rentabilidad del 0,10% y un 1,01% la deuda a 10 años.

Los expertos insisten: si se busca más rentabilidad al ahorro, hay que arriesgarse. Más con la Bolsa, que va a seguir con altibajos, ante el estancamiento de la economía internacional, el bajo crecimiento en Europa y la crisis de los paises emergentes (más el temor a China). La esperanza está en los valores que pagan dividendo (muchos no en dinero, sino en acciones, en “papelitos”, lo que deprecia su valor): para 2017 se estima que habrá 13 empresas que ofrezcan una rentabilidad por dividendo del 7% (Telefónica), el 6%(Endesa, CaixaBank y Repsol) o algo más del 5% (Mediaset, Gas Natural, Enagás, Abertis, Sabadell, BBVA, IAG, Mapfre o Iberdrola). Y para los que quieran menos riesgo están los Fondos de inversión, que han conseguido un récord de dinero en septiembre  (377.648 millones). Su ventaja es que se trata de “cestas” donde diversificar la inversión y se puede cambiar de un Fondo a otro sin penalización fiscal. El problema son sus altas comisiones.

Y queda destinar el ahorro a Planes de pensiones privados, como muchos europeos. Pero aquí, a pesar del miedo creciente sobre el futuro de las pensiones públicas, los Planes privados no cuajan: en 2016 están cayendo los partícipes (9,9 millones, casi 1 millón menos que en 2010), las aportaciones (-5,72% en el primes semestre) y su patrimonio (-0,2%). Hay tres razones que explican por qué los Planes no tienen éxito: su bajísima rentabilidad (1,75% a 10 años y -2,25% en el último año), sus elevadas comisiones y la alta fiscalidad cuando se rescatan (Hacienda “le da un palo” al jubilado). Urge un cambio drástico si se quiere que en España los Planes de pensiones privados sean una forma de ahorro popular para complementar la pensión pública.

Recapitulando, el ahorro de los españoles sigue bajando, porque no se recomponen sus ingresos. Y los que consiguen ahorrar, le sacan poca rentabilidad a su esfuerzo, sobre todo los depósitos. Habría que fomentar el ahorro, con campañas desde la juventud y con medidas fiscales, porque el ahorro de un país permite financiar la inversión privada y pública, el crecimiento y el empleo del futuro. Todos deberíamos acostumbrarnos a ahorrar algo desde pequeños, ganemos más o menos. Pero sobre todo, debemos cambiar la mentalidad de lo que hacemos con el ahorro. No deberíamos “enterrarlo” en comprar un piso o en un banco. Deberíamos invertirlo en nosotros mismos, en dos destinos claves: mejorar  la formación (nuestra y de nuestros hijos), con cursos y reciclaje profesional que beneficiará nuestro trabajo y nuestro sueldo (y el de nuestros hijos), y asegurar nuestro futuro, con unos ingresos complementarios para la jubilación, ya sea un Plan, un seguro, un fondo o unas acciones. Al final, ahorrar es el precio de tener una mayor seguridad.