domingo, 29 de noviembre de 2020

El 5G ya está aquí


Casi la mitad de españoles tienen ya acceso a la tecnología 5G y llegará al 75% a fin de año. A pesar de los retrasos por la pandemia, España es el país europeo con más acceso al 5G y el país con más proyectos piloto para implantarlo en la industria, servicios y ciudades. Con ello, es  la 1ª vez en nuestra historia que España lidera una revolución tecnológica que va a cambiar la economía, ayudando mucho que seamos el país europeo con más fibra óptica: tenemos más red que Francia, Alemania, Italia y Reino Unido juntos. Ahora queda aprovechar todas las posibilidades del 5G, que mejorará nuestras conexiones móviles y permitirá digitalizar la economía, las empresas, negocios y ciudades, con millones de conexiones ultrarrápidas que van a modernizar el país. Eso sí, habrá que volcar en el 5G más inversiones públicas (fondos europeos) y privadas (6.000 millones), que las telecos obtendrán subiéndonos las tarifas y fusionándose, en España y en Europa. Hay que apostar por el 5G.

Empecemos por recordar qué es el 5G, la última generación de redes móviles, que se inició en los años 80 con el 1G (móviles para hablar), siguió en 1990 con las redes 2G (envío SMS), avanzó en 2001 con el 3G (conexión móvil a Internet) y maduró en 2010 con el lanzamiento del 4G (conexión móvil a banda ancha que permite vídeos y videollamadas). En pocas palabras, el 5G incorpora a las comunicaciones móviles 3 ventajas claves : una conexión más rápida (hasta 10.000 Mbps, una conexión 10 veces más rápida que las mejores ofertas de 4G+ y 200 veces más rápida que la conexión 4G normal), con menos retardo (se pasará de los 20 a 60 milisegundos de latencia en 4G a 5 milisegundos y al final a 1 microsegundo) y que permite conectar a la red a millones de dispositivos (hasta 7.000 millones de personas conectadas y 7 trillones de cosas interconectadas, según Telefónica).

Y entonces, el 5G ¿para qué sirve? Básicamente, aumentará las prestaciones de nuestros móviles, aunque habrá que cambiar de Smartphone a uno con 5G, que no ofrecen todavía todas las marcas y que son mucho más caros (cuestan más de 1.000 euros, aunque bajarán). Una vez que tengamos el terminal 5G, notaremos el aumento de velocidad (irá mejorando paulatinamente, desde los 2 Gbps de velocidad en la fase  inicial a los 20 Gbps finales), sobre todo en la descarga de vídeos y películas (en segundos), en las videollamadas (no se cortarán) y en los juegos online. Pero el mayor cambio del 5G es que abre el camino para conectar a Internet a millones de dispositivos y “cosas” (el Internet de las cosas), lo que nos permitirá en un futuro controlar a distancia dispositivos en casa (alarmas, electrodomésticos), viajar en  vehículos autónomos (sin conductor) y, sobre todo, digitalizar una gran parte de la economía, revolucionando la actividad en empresas, negocios y ciudades.

Esta es la gran aportación del 5G: ser la base de la cuarta revolución tecnológica, de la economía 4.0, interconectando aparatos, máquinas, robots e instalaciones. Y no sólo en empresas, también en la agricultura (controlando riegos o explotaciones), en la sanidad (multioperaciones y atención a distancia), en la gestión de la energía (control torres y centrales), en el transporte (vehículos sin conductor, autopistas inteligentes) y en la gestión inteligente de las ciudades. Y no es algo futurista. Ya funciona en España la primera fábrica digitalizada con 5G, una de piezas para coches que tiene Gestamp en Barcelona. Y Mercamadrid es ya el primer gran mercado interconectado con 5G. Y tanto Segovia como Talavera de la Reina tienen en marcha proyectos piloto para gestión inteligente de la ciudad. Y Adif ha empezado a controlar con drones los 15.000 kilómetros de vías de Renfe

La primera llamada por 5G en el mundo se hizo en España, el 20 de febrero de 2018: la hicieron Vodafone y Huawei entre Casteldefells (Barcelona) y Madrid. Pero el primer país en comercializar el móvil 5G fue Finlandia, en junio de 2018. Le siguieron, en abril de 2019, Corea del Sur, EEUU, Uruguay, Sudáfrica y Suiza. Y el 15 de junio de 2019 se estrenó comercialmente en España, el país europeo elegido por Vodafone para lanzar su servicio 5G, al que siguieron Italia (17 junio 2019), Reino Unido (julio 2019), Alemania (agosto) y Francia (finales de 2019). Con ello, España se situaba a la vanguardia mundial en el lanzamiento del 5G, cuando el 4G se lanzó aquí con 2 años de retraso (mayo 2012).

La hoja de ruta del 5G en España preveía extender su red  a todo el país en 2020, pero la pandemia ha retrasado el calendario de las telecos. Vodafone, la pionera, sigue con su despliegue de 5G sólo en 21 ciudades (las principales capitales más Valladolid, Coruña, Alicante, Murcia, Pamplona, San Sebastián, Vitoria, Santander, Vigo, Badajoz, Benidorm, Gijón y Logroño). Y Movistar lanzó su ofensiva 5G el 1 de septiembre, anunciando que va a utilizar una tecnología mixta (combina la banda de 3,5GHz adjudicada a los operadores 5G y  las bandas de 1.800-2.100 MHz del 4G), un “atajo tecnológico” que les va a permitir ganar tiempo. Y así, el 8 de noviembre, Telefónica ya ofrecía 5G en 640 municipios, donde vive el 42% de la población española, incluyendo todas las ciudades de más de 50.000 habitantes (148), casi todas las de más de 30.000, más de la mitad de las mayores de 20.000 y algunas con más de 10.000 habitantes. Y se ha comprometido a llegar en diciembre a 941 municipios, ofreciendo entonces el 5G al 75% de la población española. Además, Orange ofrece también 5G desde el 7 de septiembre en algunas zonas céntricas de 5 ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Málaga). Y MásMóvil, a través de Yoigo ofrece 5G, desde el 8 de septiembre, con la red de Orange, a esas 5 ciudades y otras 10 más.

Al final, con esta oferta ya existente, España es el país de Europa con más ciudades cubiertas por 5G. Y además, somos también el país europeo con más proyectos piloto para aplicarla en la industria y la economía: en total, 10 proyectos, 2 aprobados en 2019 (en Andalucía y Galicia) y otros 8 aprobados en noviembre de 2020, en 13 sectores de 8 autonomías, todos con ayudas públicas (60 millones de euros) de España y Europa (fondos FEDER). Son proyectos para aplicar la tecnología 5G en campos tan variados como la gestión de la ciudad de Málaga, un proyecto hospitalario en Ciudad Real, la gestión turística de la playa de Gavá o el mercado de la Boquería (ambos en Barcelona), los equipos de emergencia o el puerto de Valencia, reuniones educativas con holografía en Madrid, la lonja del puerto de Vigo o realidad virtual para visitas a la plaza del Obradoiro en Santiago.

España cuenta con otra ventaja, además de la de ser el país europeo más avanzado en la implantación del 5G: tenemos la mayor red europea de fibra óptica. Y es que el 5G, al permitir una mayor capacidad de interconexión, exige unas potentes redes para mover millones de datos y eso lo facilitan esas enormes “autopistas” que son las redes de fibra óptica. Y España cuenta con ventaja, porque tenemos cubierto con fibra el 82% de los domicilios y las oficinas y empresas, mientras en Europa tienen menos del 30%. Para que nos hagamos mejor idea, baste decir que la red de fibra de España es mayor que la de Francia, Alemania, Italia y Reino Unido juntas. Y las telecos siguen tendiendo fibra óptica cada día, de tal manera que Telefónica promete que la fibra llegará a toda España en 2025.

Así que España es líder en fibra óptica, en las autopistas de interconexión fija, y es líder en la implantación de la tecnología móvil 5G. Como ha dicho el presidente de Telefónica, “es la primera vez en nuestra historia que España no llega tarde a una nueva revolución tecnológica”. Es más, somos pioneros en esta revolución digital, al menos en las infraestructuras. Pero ahora falta lo fundamental, aplicar la nueva tecnología y modernizar la economía. Y eso pasa por destinar recursos e inversiones a completar la instalación del 5G y sobre todo, conseguir que se implante en las empresas, negocios, servicios y ciudades.

El siguiente paso ahora es la subasta de frecuencias de 700 MHz (que se ha quitado a la TDT, lo que nos ha obligado a re-sintonizar los canales de TV), prevista para el primer trimestre de 2021. Contar con esa frecuencia permitirá a las telecos mejorar la red de 5G, facilitando su acceso al interior de edificios y fábricas y aumentando la velocidad. Y además, hay que seguir completando la red. Telefónica calcula que las telecos tendrán que invertir otros 6.000 millones más en 5G, mientras Vodafone pide al Gobierno que 2.000 de esos millones vengan de los fondos europeos. De momento, el Gobierno ya ha destinado 883 millones en 2021 para el 5G, dentro del Plan de recuperación presentado en octubre: 583 millones irán a mejorar la conectividad de empresas (instalaciones en polígonos industriales e islas tecnológicas) y a desarrollar proyectos de conectividad 5G en sectores “tractores” claves (transporte, agroalimentación, turismo, comercio y salud) y otros 300 millones a ayudar a las telecos a desplegar sus redes.

Pero la mayor parte de la inversión la tendrán que hacer las telecos, cuyas cuentas pasan por un mal momento. Ya en 2019, su facturación se estancó (34.009 millones, -0,28% sobre 2018), aunque ganaron en clientes, porque les cayó la facturación por cliente, su gran problema: hacen más contratos de móviles y banda ancha, pero con la guerra de tarifas (desatada por MásMóvil, la rumana Digi y Euskatel-Virgin), acaban ingresando menos con cada uno. Y con la pandemia, aunque se ha multiplicado la conectividad de todos, les caen las cuentas: en el tercer trimestre de 2020, los ingresos de Orange cayeron un -7,1%, los de Telefónica un -3,6% y los de Vodafone un -1,8%. Sólo MasMóvil facturó un 23% más. Con este “fuelle” y el goteo de clientes que se cambian de operadora (9,5 millones en 2019), el “músculo” de las telecos que operan en España no parece preparado para asumir el reto futuro del 5G.

Las telecos le echan la culpa al Gobierno español (este y los anteriores) y a las autoridades comunitarias, cuya prioridad ha sido utilizar a las telecos para bajar la inflación, facilitando la entrada de nuevos operadores y la subsiguiente guerra de tarifas, “en beneficio del consumidor”. Eso ha pasado, en Europa y en España, por la obligación a las telecos de abrir sus redes a nuevos operadores, de tal manera que Telefónica, por ejemplo, está obligada a alquilar  (a un precio “regulado” por la CNMC) su costosa red de fibra óptica en el 65% de España (salvo en 66 grandes municipios) a pequeños operadores, como Digi, que le roban clientes mes a mes. Lo que dicen las telecos es que así, con esta “competencia desleal”, no les salen las cuentas. Y que los Gobiernos europeos deberían permitir que las telecos reforzaran sus ingresos y pudieran invertir en el futuro. Y en vez de multiplicar los operadores, debería haber menos y más grandes: 5 grandes compañías, en vez de las 40 telecos que operan en Europa, como pasa en USA y China. Y piden fomentar las fusiones. Si no, Europa y sus telecos perderán el futuro de las telecomunicaciones y el 5G.

La otra queja de las telecos es que su negocio está “súper regulado”, en España y en toda Europa, pero la Comisión no controla apenas a los gigantes de Internet (Google, Apple, Amazon, Facebook, Twitter…), que también les hacen una competencia desleal, porque basan su negocio en un flujo de datos que circulan por redes en las que no han invertido nada. Y ahora, las telecos se temen que la mayor parte del negocio del 5G se lo lleven los gigantes de Internet y grandes empresas informáticas o tecnológicas (Microsoft, IBM, Ericsson, Nokia, Huawei), como ya pasó con el 4G. El  “pastel” es muy tentador: el 5G moverá un negocio de 8 a 11 billones de euros a nivel mundial. Y las telecos se temen que ellas invertirán en las redes, pero luego las empresas, negocios y paises contratarán su implantación concreta con los gigantes de Internet, la informática y las aplicaciones. Incluso algunas grandes empresas, como Bosch o Daimler en Alemania, ya montan sus propias redes.

En esta pelea por quien invierte en el 5G y quien se lleva la parte “mollar” del negocio, los usuarios estamos en medio y seguro que pagaremos parte de la factura. De hecho, desde el 15 de noviembre, Vodafone ha subido 4,50 euros mensuales los contratos a sus clientes de móviles con datos ilimitados (el contrato que han de tener los 5G).Y el 12 de enero, Movistar sube entre 2 y 3 euros las tarifas Fusión a cambio de duplicar la velocidad. En todas las compañías, un móvil 5G obliga a contratar las tarifas más caras, con datos ilimitados, porque el 5G es muy rápido pero también consume datos muy rápidamente. Así que hoy, y más en el futuro, cuando pase la fase de lanzamiento (ofertas), contratar un móvil 5G será más caro y las subidas serán periódicas, para que las telecos paguen sus redes. Y sobre todo, las empresas, negocios e instituciones: tendrán más conectividad, pero tendrán que pagarla.

Todavía habrá que esperar unos años, hasta 2025, para que la 5G esté asentada en toda España y alcance el máximo de su velocidad y prestaciones. Pero estos cuatro años serán cruciales, porque nos jugamos digitalizar la economía y asegurar la competitividad y el empleo futuros. Por una vez, estamos bien posicionados, en el vagón de cabeza de este tren de la conectividad. Más que los  particulares, tienen que aprovecharlo las empresas, negocios, instituciones y ciudades, para cambiar sus sistemas y ser más eficaces, para reconvertirse. Todo el país debe volcarse en el 5G, aunque haya que pagarlo. Al tren.

jueves, 26 de noviembre de 2020

El Black Friday dispara las ventas online


Llevan días bombardeándonos con ofertas para que compremos en este Black Friday de la pandemia, el más generalizado desde que en 2012 copiamos esta fiesta del consumo USA. Va a ser un test del “miedo” de los españoles a gastar, porque muchos están en paro o ERTE y otros temen que la recesión se alargue. Pero empresas y plataformas se han volcado en la campaña, intentando que adelantemos las compras de Navidad. Y se preparan para mover 100 millones de pedidos, mientras el pequeño comercio pierde ventas y Amazon monopoliza el 15% de todas las compras online. Con la pandemia, España ha disparado el comercio electrónico y son ya 22 millones los españoles que compran online, un porcentaje inferior a Europa. Eso sí, sólo el 6,5% de las empresas españolas venden por Internet, lo que exige un esfuerzo para digitalizar la economía, sobre todo las pymes. El objetivo del Plan España Digital 2025 (con fondos europeos) es que lo hagan el 25%. Toca reconvertirse.

El comercio electrónico ya había dado un gran salto en España antes de la pandemia. De hecho, en 2019, las ventas online facturaron en España 48.826 millones de euros, el triple que cinco años antes (15.891 millones en 2014), según la estadística oficial de la Comisión de la Competencia (CNMC). Y en estos años, el aumento de las ventas por Internet rondó el +25% anual. En 2020, el último dato oficial es del primer trimestre, con lo que no incluye los efectos de la pandemia y el confinamiento: el comercio electrónico facturó 12.243 millones de enero a marzo 2020, un 11,6% más que en el primer trimestre de 2019. Pero después, con el cierre de comercios y posterior limitación de horarios, todo apunta a que las ventas online se dispararon, al menos hasta la desescalada de junio, hasta un +20%. Y ahora parecen haberse estabilizado al alza, a la espera del Black Friday y la Navidad.

El último dato oficial, publicado por Estadística (INE) en noviembre, confirma este tirón del comercio electrónico en 2020: un 62,6% de los españoles (de 16 a 74 años) han comprado por Internet en el último año, según la encuesta telefónica hecha a 25.837 hogares entre el 2 de marzo y el 15 de septiembre. Son 22 millones de españoles que han comprado online,  1,6 millones más que un año antes y el doble de los que compraban por Internet en 2014  (27,5% de españoles). La encuesta revela que los que más compran online son los jóvenes de más edad (el 73,2% de los que tienen 25 a 34 años y el 69,2% de los que tienen entre 35 y 44 años), seguidos de los más jóvenes (61,8% entre 16 y 44 años), bajando entre los mayores (el 37.2% entre 55 y 64 años y el 20,5% de 65 a 74 años). Lo que ha cambiado con la pandemia es el gasto: en 2019, la mayoría se gastaba en viajes y espectáculos y ahora, en ropa y calzado (39,6%), ordenadores, móviles y tablets (24,.2%), artículos deportivos (22%) y productos para el hogar (4,5%), según el INE.

A pesar de este gran salto en el comercio electrónico, España todavía está retrasada respecto a las compras por Internet en la mayoría de Europa: en 2019, ocupábamos el puesto 11º por la cola en la Unión Europea (sólo por delante de Italia, Grecia, Portugal, Chipre y 6 paises del Este), con un 58% de compradores por Internet frente al 63% de media en la UE-28 y muy alejados de los paises punteros en comercio electrónico (87% de consumidores compran online en Reino Unido, 84% en Dinamarca, 82% en Suecia, 81% en Holanda, 79% en Alemania, 73% en Finlandia o 70% en Francia), según Eurostat. Eso sí, en compras totales por Internet, España es el 4º mercado europeo (48.826 millones facturados en 2019), sólo por detrás de Reino Unido, Alemania y Francia.

Ahora, empresas y plataformas se han volcado en el Black Friday para consolidar el empuje de ventas por Internet desatado por la pandemia. El objetivo es conseguir unas ventas sin precedentes, aprovechando las restricciones a la movilidad y al aforo en los comercios. Y tratando de que los consumidores anticipen estos días las compras de Navidad y Reyes. Para conseguirlo, han anticipado el Black Friday a la semana pasada y en muchas plataformas seguirán las ofertas otra semana más, extendiendo las ventas a productos que estaban al margen del Black Friday (como juguetes o préstamos bancarios). Y con un gasto disparado en publicidad online y en los medios tradicionales.

Las grandes plataformas  de venta online y los operadores logísticos  se han preparado para una “avalancha de ventas, con un 30% más de empleados (1,1 millones) y un 22% más de superficie de almacenamiento (16 millones de m2): esperan entregar 100 millones de pedidos hasta fin de año, 50 millones en torno al Black Friday (y 10 millones sólo el próximo lunes 30 de noviembre, el “pico” de entregas). Pero algunos expertos no están tan seguros de que se disparen las ventas en este Black Friday de la pandemia, porque hay mucha gente afectada por la recesión (800.000 más en paro y 680.000 en ERTEs) y el resto tiene incertidumbre sobre el futuro, con lo que pueden restringir sus compras. De hecho, las familias ahorran más que nunca (el 21% de la renta en el 2º trimestre, el triple que en 2019), porque ahora no viajan y gastan menos fuera de casa.

Por todo ello, este Black Friday y la campaña de Navidad van a ser un test sobre “el miedo de los españoles” ante el futuro: si les pesa más la incertidumbre sobre el final de la pandemia y la recuperación o el bombardeo de mensajes para que compren a golpe de click. De hecho, algunos expertos ya han denunciado que las plataformas utilizan “maniobras” para fomentar compras online compulsivas: ofertas de tiempo limitado, contadores con los productos que quedan disponibles (manipulados en muchos casos), información sobre los que ya han comprado o descuentos falsos (suben precios antes para luego bajarlos), sin olvidar gastos ocultos que aparecen al confirmar la compra.

El auge de las ventas online tiene un efecto positivo para los consumidores: la mayor competencia, que se traducen en muchos casos en precios a la baja, como señala el Banco de España, quien añade que eso no perjudica a las empresas porque aunque les bajen los márgenes, también les bajan los costes al vender online, con lo que mantienen beneficios o incluso los suben. Pero eso sucede con las grandes empresas, no tanto con las pymes, que en muchos casos no acceden a las ventas online y sufren su competencia. De hecho, sólo el 6,5% de las empresas españolas pueden vender por Internet, según un estudio de Bee Digital a partir de una muestra en más de 1 millón de comercios. Y sólo el 40% del pequeño comercio se suma al Black Friday (la mayoría, con descuentos en las tiendas físicas), según la Confederación Española del Comercio (CEC).

La realidad es que las ventas online son un negocio de unas pocas grandes empresas y plataformas de Internet, donde destaca a mucha distancia Amazon: en 2019 facturó en España por 7.567 millones de euros (con 152 millones de entregas), el 15% de todas las ventas online y más que sus 10 siguientes competidores junto, según el ranking TOP 300 de E-Show Magazine. Le sigue muy de lejos la plataforma china AliExpress, que factura  1.320 millones (y entrega 42 millones de pedidos anuales). Y por detrás están El Corte Inglés (1.320 millones facturados online), Carrefour (813 millones), Ikea (734), Media Mark (615), Joom (452), Día (415), PC Componente (404) y e-Bay (399 millones). Un inciso sobre Amazon: sus ventas en España las factura a través de filiales en Luxemburgo y paraísos fiscales, con lo que en 2019 sólo pagó a Hacienda 3,53 millones de impuestos.

Otro punto negro de las ventas online es la utilización que hacen las grandes plataformas de los datos de sus clientes, de nuestros datos, sin olvidar los riesgos de seguridad que tenemos (robo de datos y tarjetas). Las autoridades europeas y la Agencia de Protección de Datos están muy preocupadas por la utilización de la información sobre nuestras compras y la posible reventa de nuestras pautas de consumo. Y no hay que olvidar la desprotección en muchos casos de los consumidores, en cuanto a sobreprecios, devoluciones, retrasos, etc.

Pero quizás, el mayor problema de fondo del comercio electrónico es que fomenta una economía low cost, donde todo vale con tal de ofrecer el precio más bajo. Y eso pasa no sólo por rebajar la calidad y el servicio sino también por promover un mercado laboral precario en las empresas que ofrecen los productos low cost, con un exceso de contratos temporales (o falsos autónomos) y bajísimos salarios. Es algo en lo que no solemos pensar como consumidores: para conseguir esa camiseta o ese juguete electrónico “tirado de precio” estamos fomentando que una empresa “subcontrate y mal pague” a sus trabajadores. Y que muchas pequeñas empresas (un comercio o una librería) cierren.

A pesar de todas estas “pegas”, el comercio electrónico ha venido para quedarse y crecer, revolucionando la economía en este siglo. Así que habrá que adaptarse, sobre todo las pymes, que ahora apenas cuentan. Porque los consumidores estamos preparados para las compras online (32,8 millones de españoles, el 93,2% de la población, han usado Internet en los últimos 3 meses, según el INE), pero no la mayoría de nuestras empresas: sólo un 20,6% de empresas españolas venden por Internet, según un estudio de UGT, lo que nos sitúa en el puesto 11 de los 28 paises UE. Y menos aún las pequeñas empresas (98% del total): sólo venden online el 5,81% de las microempresas (menos 10 trabajadores) y el 18,17% de las pequeñas (10-50 empleados), frente al 28,86% de las medianas (50-250 empleados) y el 41,68% de las grandes empresas que sí venden por Internet.

Este problema, el bajo nivel digital de España y sus empresas es advertido por la Comisión Europea año tras año. En su último informe, España 2020”, publicado en febrero, las autoridades comunitarias alertaban otra vez sobre “la escasa utilización de las nuevas tecnologías que hacen las pymes españolas”, la falta generalizada de capacidades digitales de los españoles y la escasez de especialistas TIC (señalando que son sólo el 2,9% de los ocupados. Y pedían al Gobierno español más recursos y más formación en digitalización, mientras prometían movilizar más de 20.000 millones de euros en los próximos años para que Europa “plante cara” a EEUU y China en la inexorable revolución digital.

La pandemia ha acelerado el reto de la digitalización y el Consejo Europeo aprobó el 21 de julio un Plan de Recuperación (“Next Generation EU”) para invertir 750.000 millones de euros en modernizar las economías europeas, destinando un tercio de estos recursos (subvenciones y créditos) a la digitalización de las economías comunitarias. En esta línea, el Gobierno español aprobó el 23 de julio el Plan “España Digital 2025, que tiene dos grandes objetivos para fomentar el comercio electrónico. Uno, que en 2025 toda la población española tenga una cobertura aceptable de Internet (100 Mbps), permitiendo un acceso digno a la Red en la España vaciada (hoy, 13 millones de españoles no disponen de un acceso de calidad, según el informe “Las sombras de Internet en España”). Y el segundo, que un 25% del negocio de las pymes sea a través del comercio electrónico.

Para avanzar en este Plan “España Digital 2025” se cuenta con una parte importante de los Fondos europeos aprobados en julio, de los que 140.000 vendrán a España en los próximos 5 años. El Gobierno aprobó en octubre un Plan de Recuperación que va a destinar un tercio del total  (140.000 millones en los próximos 5 años),  a la digitalización de la economía, en especial de las pymes. En los tres primeros años (2021-2023), el objetivo es invertir 70.000 millones, 50.000 privados y 20.000 públicos (15.000 de los 72.000 millones de las subvenciones esperadas de Fondos europeos).  Y otros 70.000 millones entre 2024 y 2025. Todo para que tengamos una economía más digitalizada, con un mayor peso de Internet en los procesos productivos y en las ventas de las empresas.

Tenemos una gran revolución por delante para que la tienda de barrio o la librería de la esquina vendan una parte importante de su facturación por Internet. La pandemia, con el confinamiento y las limitaciones a la movilidad, ha forzado a muchas pymes a ponerse las pilas, pero queda una gran tarea por hacer, para formar plantillas, reconfigurar procesos y adaptarse a las nuevas tecnologías. Y también los consumidores tenemos que adaptarnos a un mundo cada día más digitalizado. Pero no hay otro camino. Eso sí, Internet no debería servirnos para comprar por comprar, para disparar el consumismo, porque eso agrava el cambio climático y la precariedad laboral. Hay que comprar con cabeza, lo que nos haga falta, para no acabar con unos recursos naturales limitados. Con o sin Black Friday.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Pandemia: lenta mejoría y prisas por la Navidad


Las medidas de confinamiento parcial tomadas por las autonomías han rebajado los contagios, pero muy lentamente: de 521 contagiados/100.000 habitantes el 2 de noviembre a 419 el viernes 20. Y todavía hay 12 regiones por encima de esa media. Eso sí, ahora tenemos menos contagios que la mayoría de Europa, salvo Alemania. Pero hay muchas hospitalizaciones, ingresos en UCI y muertes: 1.850 la última semana (264 diarios). La cuestión es que queda un mes para Navidad y no se debería “abrir la mano”, porque nos arriesgamos a “una 3ª ola” en enero. Sanidad y autonomías analizan esta semana qué se puede hacer y algunos (Madrid otra vez) buscan atajos: hacer test masivos de antígenos para celebrar la Navidad. Todo para evitar la única medida efectiva: un cierre total de 6 semanas. Seguimos con parches y un goteo de muertos que, hasta mayo (vacunación masiva), serían 47.500 más. ¿Quién los asume? Olvídense de la Navidad y corten radicalmente los contagios. Si no, ni salud ni economía.

La COVID 19 avanza imparable por el mundo, batiendo nuevos récords: en noviembre ha superado 8 días los 600.000 contagios diarios, el viernes 20 la última vez (666.130 contagios),  según los datos de la Universidad Jhons Hopkins. Hoy son ya 58.649.890 contagiados en 191 paises, destacando el alcance de la pandemia en América (24.563.600 contagiados), Europa (16.873.383 contagiados), sudeste de Asia (10.367.553), Oriente Medio (3.796.649), África (1.446.041) y Pacífico (834.216), según la OMS. Por paises, los más afectados son EEUU (12.246.909 contagiados), India (9.139.865), Brasil (6.071.401), Francia (2.191.180), Rusia (2.071.858),  y España (1.556.730), seguidos de Reino Unido (1.515.802), Italia (1.408.868), Argentina (1.370.366), Colombia (1.248.417), México (1.041.895), Perú (948.081), Alemania (932.367), Polonia (861.331), Irán (854.361), Sudáfrica (767.679), Ucrania (642.215) y Bélgica (558.779 contagiados), según la Universidad Jhons Hopkins.

También aumentan imparables las muertes por la COVID 19, que ascienden hoy a 1.388.075 fallecidos en todo el mundo, destacando la mortalidad en EEUU (256.782 muertos), Brasil (169.183), India (133.738), México (101.676), Reino Unido (55.120), Italia (49.823), Francia (48.807), Irán (44.802), España (42.619 muertes el viernes 20 de noviembre, según Sanidad: somos el 3º país con más muertes COVID por millón de habitantes, tras Bélgica y Perú), Argentina (37.002), Rusia (35.838), Perú (35.549), Colombia (35.287), Sudáfrica (20.903), Indonesia (15.884), Bélgica (15.618), Chile (15.069) y Alemania (14.159), según la estadística de la Universidad Jhons Hopkins.

Con este panorama, la 2ª ola de la pandemia se ha agravado en Europa, donde continúa el rebrote de nuevos contagios diarios en Francia (+21.150 el viernes,  684 por 100.000 habitantes en las últimas 2 semanas), Italia (+36.176, 738 por 100.000), Reino Unido (+22.195 diarios, 460 por 100.000), Bélgica (+5.182, 504/100.000 habitantes), Polonia (+19.883, 806 por 100.000),  Chequia (+5.115, 791 por 100.000 habitantes), Holanda (4.606, 411 por 100.000 habitantes o Portugal (+6.994 contagios diarios, 740 por 100.000), siendo sólo menor en Alemania (23.648 contagios el viernes, 285 recientes por 100.000 habitantes. De hecho, ahora hay 11 paises europeos con una tasa de contagios superior a la de España, que era el viernes de 419 contagiados recientes (14 días) por 100.000 habitantes (teníamos 284 el 30 de septiembre), con 15.156 nuevos contagios el viernes 20 de noviembre (tuvimos sólo  11.016 nuevos contagios el 30 de septiembre).

A pesar de esta ligera mejoría en España, tenemos una tasa de contagios (419) que casi duplica los 250/100.000 habitantes, nivel considerado “de alto riesgo. Y el viernes 20, teníamos 12 regiones con más contagios que la media española, según Sanidad: Castilla y León (769), País Vasco (691), Ceuta (690), Asturias (623), La Rioja (609), Aragón (606), Melilla (571),  Murcia (556), Cantabria (522), Andalucía (507), Navarra (440) y Castilla la Mancha (430). Han mejorado bastante Cataluña (de 720 contagios/100.000 habitantes el 6 de noviembre a 393 el viernes 20), tras un drástico cierre de bares y restaurantes más un cierre perimetral, y Madrid (que ha bajado sus contagios de 364 a 285 en las últimas 2 semanas), quizás debido a que ahora hace muy pocos test PCRs (9.275 diarios) y muchos test de antígenos (19.216 diarios), que detectan menos positivos en enfermos asintomáticos. Y sólo 4 autonomías parecen tenercontrolada” la pandemia: Canarias (80 contagios/100.000 habitantes), Baleares (225), Galicia (286) y la Comunidad Valenciana (299), según los datos de Sanidad del viernes.

La cifra de hospitalizados sigue ligeramente a la baja en las dos últimas semanas (de 20.209 el día 9 a 19.000 el viernes 20), aunque es muy alta y ocupan el 14,5% de las camas públicas. Y 9 autonomías tienen ahora más hospitalizados que en la 1ª ola, sobre todo Andalucía (+5.455), Murcia (+3.038), Aragón(+2.573) y Asturias (+1.497).  Los ingresados en UCIs han subido (de 2.833 el 6 de noviembre a 3.054 el 20) y ocupan ya el 31% de las camas UCI disponibles, aunque el problema es mayor en 6 regiones donde ocupan ahora más del 40% de las camas de intensivos (más del 50% en Melilla, Aragón y la Rioja). Y lo más preocupante es que hay muchas muertes: +1.850 la última semana (viernes 13 al viernes 20), lo que da una media de 264 muertes diarias (276 la semana anterior). Y se han producido 12.000 nuevas muertes en los últimos 2 meses, casi un tercio del total (41.000). La mortalidad sigue alta  porque aumenta la edad de los contagiados y vuelve a haber rebrotes en las residencias de ancianos, origen del 54% de todas las muertes de esta pandemia. Y algunos expertos advierten que el “pico” de muertes por COVID se dará en enero.

A la vista de la ligera mejoría en los contagios y la preocupación por las hospitalizaciones, ocupación de UCIS y las muertes, la mayoría de las autonomías siguen con sus medidas restrictivas de la movilidad y la actividad económica, aunque se han “suavizado” en Madrid y se van a rebajar en Cataluña, que abre hoy bares y restaurantes, tras un mes de cierre. En este momento, todas las autonomías se plantean qué hacer en el puente de la Constitución (Madrid se cierra) y, sobre todo, cómo preparar la Navidad, dos temas que van a centrar esta semana la reunión de Sanidad con las autonomías.

Todos los dirigentes autonómicos buscan conciliar medidas de reducción de contactos y movilidad con la presión social por reunirse más en Navidad. Y hay autonomías como Madrid (siempre Madrid), que buscan “atajos”: proponen hacer test de antígenos a todos los ciudadanos, para que así puedan reunirse con sus familiares y amigos “sin problemas”. Una propuesta que tiene 2 problemas de fondo: dar negativo hoy no significa no contagiarse mañana, antes de una reunión familiar. Y el otro, la intendencia: es imposible hacer test a los 47 millones de españoles. Los dirigentes de Madrid proponen hacerlo en las 23.000 farmacias españolas, pero esa decisión tendría 2 riesgos y un inconveniente. Los riesgos son que se contagiaran los clientes (hay poco espacio en la mayoría de farmacias) y los boticarios (lo que obligaría a cerrar farmacias) y la desventaja que se multiplicarían las colas en las farmacias, como cuando repartieron mascarillas. Cataluña propone "una variante":  que los ciudadanos seleccionados recojan en la farmacia el kit de la PCR, se hagan la prueba en casa y entreguen después la muestra en la farmacia.

La propuesta de Madrid tiene otro problema de fondo: los test de antígenos son buenos para detectar contagios en zonas de alta prevalencia, pero no son tan útiles para “pescar” contagiados de forma masiva, porque dan muchos falsos negativos. Y además, aunque son fáciles de utilizar, se cometen errores al hacerlos sin una formación adecuada y sin planificación. Y pueden dar una sensación de “falsa seguridad”, como pasó en una residencia de ancianos de Puente Genil (Córdoba), con 108 contagios y 25 muertos tras realizarse test de antígenos con falsos negativos. Por eso, los expertos insisten en combinar los PCRs (más eficaces en cribados masivos) con los test de antígenos (para contextos de alta prevalencia de contagios), pero no “sustituirlos” porque sean más baratos y más fáciles de realizar. Y mucho menos utilizarlos como “pasaportes para la normalidad.

Tenemos por delante un serio dilema: la Navidad va a presionar a los gobiernos autonómicos a “abrir la mano” en las limitaciones de movilidad y reunión a sus ciudadanos (“votantes”), ya hartos de tantos meses de confinamientos parciales, que dan resultados muy lentamente. Y si se abre la mano y volvemos a una “desescalada navideña” descontrolada, en enero podemos entrar en una 3ª ola de la pandemia, con más contagios y muertes. Y, además, por las fechas en que estamos ya, se nos ha pasado la otra opción: el confinamiento total durante 6 semanas, una medida “rentable” para la salud y la economía, según explica Rafael Bengoa, ex consejero vasco de Sanidad y asesor de Obama. Esto deberíamos haberlo hecho a principios de noviembre: ahora es socialmente inviable.

Así que Sanidad y autonomías volverán esta semana a estudiar medidas, que acabarán siendo “un parche” para pasar la Navidad lo menos mal posible. Y mientras, siguen altos los contagios (recordemos que el objetivo debería ser bajarlos a los 25/100.000 habitantes y estamos en 419) y las muertes. Y a este ritmo, como tenemos 6 meses por delante hasta que la mayoría de españoles estén vacunados (según el ministro Illa), tenemos que saber que en mayo de 2021 podemos tener 47.500 muertos más, rozar los 100.000 muertos. Ese es el verdadero problema, el riesgo que todos debemos afrontar (¿Quién lo asume?), no poder celebrar mejor o peor esta Navidad (si salvamos vidas, ya habrá otras).

Y además, la economía tampoco se salva porque abramos bares, restaurantes y comercios estas próximas fiestas. Porque se podrá vender algo más y salvar algunos empleos, pero a medio plazo, la incertidumbre sobre el final de la pandemia seguirá impidiendo la recuperación. De hecho, este cuarto trimestre, la 2ª ola provocará que Europa y España no crezcan nada o caigan. Y si hay una 3ª ola en enero, tras unas Navidades descontroladas, el consumo y la actividad caerán. Y eso sí lo sufrirán las empresas y el empleo. Por eso, el FMI y la OMS creen que es más rentable un confinamiento total de 6 semanas que medidas insuficientes que provocan un goteo de contagios y deterioran la confianza.

Mientras las autoridades sanitarias deciden qué hacer, el Gobierno ya ha tomado medidas para afrontar una crisis económica más larga de lo esperado. Por un lado, se han ampliado los créditos ICO a empresas y autónomos: el periodo de carencia (para empezar a devolverlos) se acaba de ampliar de 1 año a 2 años (hasta marzo de 2022) y también se ha ampliado de 5 a 8 años el periodo total para devolverlos. Es una forma de evitar que empresas quiebren y haya otra crisis bancaria, por dispararse la morosidad. Además, habrá que volver a ampliar los ERTEs en enero, porque la crisis no mejora. Y el Gobierno estudia un paquete de ayudas  a bares y restaurantes, que no aguantan más, tras haber ampliado las moratorias a las familias para pagar hipotecas y alquileres. El problema es que, ampliar las ayudas va a disparar más el déficit y la deuda, como ya ha advertido Bruselas. Pero no se pueden rebajar, como ha advertido el FMI y la Comisión Europea, porque empresas y familias necesitan apoyos dado que la pandemia y la crisis no remiten.

Seguimos en un callejón sin salida, cada vez más preocupante: si tomamos medidas contra la cadena de contagios, reduciendo la movilidad, la economía se resiente. Pero si no lo hacemos, la pandemia repunta y sufre la salud y la economía. Y ahora, encima, estamos a un mes de las Navidades, con lo que nadie se atreve a proponer un cierre total, para salvar vidas y empleos. Así que intentaremos superar estas semanas como sea, “bajando la guardia” todos y arriesgándonos a una 3ª ola en enero. Y entonces, ya será un clamor la petición de la mayoría: que aprueben un cierre total para frenar en seco esta pandemia, como hicimos en marzo y abril. Y controlar luego “la desescalada”,  hasta que la mayoría se vacune. El problema es que, por el camino, habremos perdido a 47.500 españoles más. Así de claro.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Los robots nos quitarán la mitad del trabajo


La pandemia ha destruido ya 800.000 empleos en España, pero lo peor es que está acelerando la revolución tecnológica y la automatización del trabajo, con lo que se perderán muchos más a medio plazo. El Foro Económico Mundial  lanza una alerta: en 2025, casi la mitad del empleo existente (47%) será para las máquinas, que ahora sólo sustituyen un tercio de los empleos. Y los trabajos que queden, serán muy diferentes a los actuales, lo que obliga a preparar desde ya un reciclaje profesional de los trabajadores y renovar la educación de los jóvenes, priorizando la gestión de datos, la inteligencia artificial, los algoritmos, el Internet de las cosas y la automatización. Hay que apostar por la Ciencia y la digitalización, dos de los destinos de los Fondos europeos. No podemos perder el tren de esta 4ª revolución industrial, que va a trastocar el trabajo de todos. Hay que reciclarse como trabajadores, como empresas y como país. No podemos perder el futuro.

La revolución tecnológica es uno de los tres grandes retos del siglo XXI, junto al cambio climático y el envejecimiento de la población. Ahora estamos en los albores de la Cuarta Revolución Industrial (ver vídeo) que madurará a mediados de este siglo, basada en la combinación de máquinas y procesos digitales a través del Internet de las cosas. Es lo que se llama también Industria 4.0 (ver el clásico libro de Klaus Schwab). No se trata sólo de incorporar máquinas a los procesos productivos (los robots llevan ya décadas entre nosotros). Lo novedoso es combinar nuevas herramientas que están despuntando en los últimos años: procesos digitales, análisis de datos, sensores, tecnología digital, robots, comunicaciones, biotecnología, nanotecnología, drones, impresoras 4D, Internet de las cosas, redes y, sobre todo, inteligencia artificial (que las máquinas puedan “pensar” y comportarse como humanos y hasta mejor).Todo ello, interrelacionado, podría crear redes inteligentes que dirigirán los procesos y se controlarán a sí mismas, con una mínima intervención humana.

Puede parecer “ciencia ficción”, pero cada día se logran nuevos avances que demuestran que esta Cuarta Revolución Industrial (como las tres anteriores, en los siglos XVIII, XIX y XX) es imparable. Y va a revolucionar el empleo en todo el mundo. Ya en 2018, un informe de BBVA Research y la Universidad de Valencia (Ivie) advertía que están en riesgo el 36% de los empleos en España, casi 7 millones. El estudio señalaba los sectores más vulnerables a la sustitución de trabajadores por procesos digitales mecanizados: trabajos administrativos, ventas y servicios, transportes, agricultura, industria, comercio, hostelería, finanzas e inmobiliarias. Y los que menos empleo perderán son educación, sanidad, servicios sociales, energía, las TIC y las actividades científico-técnicas, además de la Administración pública. Y en cuanto a los trabajadores más vulnerables, el estudio señala los asalariados peor formados con tareas rutinarias y los que no dominan las nuevas tecnologías y el teletrabajo, junto a mujeres, inmigrantes y mayores de 55 años, más los que trabajan en pymes.

En 2019, un estudio de la OCDE incidía en este problema del empleo, advirtiendo que un 14% del empleo está en riesgo de automatizarse, sólo en los 36 paises de la organización, con una horquilla que va del 6% (Noruega) al 34% (Eslovaquia). Y ya nos alertaban de que España es uno de los paises que va a perder más empleo con la automatización, un 21,7%, siendo sólo superado en la OCDE por Grecia, Eslovenia y Eslovaquia. Y además de ese 14% de empleo que se perderá (21,7% en España), hay otro 32% del empleo en la OCDE (y un 32,2% en España)  que sufrirá “una transformación radical”. En definitiva,  la OCDE nos advertía que más de la mitad del empleo en España (53,9%) está en riesgo de desaparecer o cambiar drásticamente por la revolución tecnológica.

Y ahora, con la pandemia, estos riesgos se han agravado, porque los paises y las empresas han acelerado sus procesos de automatización y digitalización del trabajo, según destaca el estudio “The Future of Jobs Report 2020”, publicado en octubre por el Foro Económico Mundial. Según su Encuesta a 300 empresas de todo el mundo, el 50% de las compañías han acelerado la automatización del trabajo con el coronavirus y el 80% anuncian que van a ampliar la digitalización en sus procesos productivos. Y en España, aseguran, el cambio ha sido aún mayor: un 64,3% de las empresas han aumentado la automatización del trabajo con la pandemia y el 92,9% de los consultados van a acelerar la digitalización de sus procesos. Esto provocará, según el Foro, que “algunos trabajos perdidos en la pandemia no vuelvan a ofrecerse” y que los que se mantengan en el futuro “requieran nuevas habilidades y nuevas formas de trabajar”. Que “la futura normalidad” llegue con otro tipo de trabajos.

Esta aceleración de la automatización y digitalización, por la pandemia, trastocará el mapa del empleo en el mundo, según este prestigioso estudio del Foro Económico Mundial: en 2025, casi la mitad del empleo (47%) será para las máquinas y sólo el 53% para los humanos, que hoy tienen dos tercios del empleo (67%) frente a un tercio las máquinas (33%). Y además de cambiar el reparto del trabajo entre humanos y máquinas, se ralentizará la creación de empleo en 2025, porque el 43% de las empresas reducirán su plantilla, debido a la mayor incorporación de tecnología y digitalización en sus procesos de producción.

En conjunto, el Foro estima que 85 millones de trabajos actuales desaparecerán para 2025 y se crearán 97 millones de trabajos nuevos, que tendrán que adaptarse a una nueva “división del trabajo” entre humanos, máquinas y algoritmos. La previsión es que en esta próxima década (2021-2030), los nuevos empleos serán ocupaciones nuevas (trabajos que no existen hoy) o trabajos actuales que van a cambiar drásticamente, incorporando nuevas habilidades. El estudio señalalos empleos del mañana”: gestión de datos (“Big Data”), “Cloud Computing” (computación y servicios en la nube) y Comercio electrónico, Inteligencia Artificial, desarrollo y manejo de robots, gestión de algoritmos, economía ecológica, nuevas funciones de ingeniería y desarrollo de productos, destacando también los expertos en el Internet de las cosas, en “FinTech” (tecnología y finanzas), Project Managers (dirección de proyectos)  y trabajadores para montaje y fabricación.

Este informe sobre el futuro del empleo recalca que el 40% de las competencias que tienen hoy los trabajadores no valdrán dentro de unos años y casi todo el mundo tendrá que reciclarse y apostar por las 4 habilidades que serán las más demandadas en 2025: capacidad de resolución de problemas (pensamiento crítico e innovación, capacidad de análisis, iniciativa y originalidad), autogestión (aprendizaje activo e inteligencia emocional), trabajo en equipo (liderazgo e influencia social) y uso de la tecnología (control, programación y diseño tecnológico).  Esto forzará a más de la mitad de los trabajadores que logren mantener su empleo en 2025 a realizar cursos de formación y reciclaje, mientras un 75% de las empresas apostarán por su recualificación (hoy sólo el 42%).

Todo este cambio drástico en los empleos y la cualificación para mantenerlos provocará una mayor desigualdad laboral para 2025, según este informe del Foro Económico Mundial. Y eso, por dos impactos. Uno, el de la pandemia, que agravará la situación laboral de los trabajadores más precarios y menos formados. Y el otro, más preocupante, el impacto de las nuevas tecnologías, la automatización y la digitalización, que dejará atrás a los trabajadores más vulnerables, provocando incluso  migraciones laborales de unos paises a otros, hacia las regiones y ciudades líderes de la Economía 4.0: China y parte de Asia, Estados Unidos y nuevos paises emergentes (ya hoy, 9 de las 15 ciudades económicamente más importantes del mundo están en China y sólo 1 en Europa, Londres).

Un inciso sobre el “darwinismo tecnológico” que puede provocar esta Cuarta Revolución Industrial: en unos años, puede crecer el número de trabajadores tecnológicamente inadaptados, que sean sustituidos por máquinas y no consigan reciclarse. Será “la clase inútil”, como les llama Yavul Noah Harari (el autor del extraordinario libro “Sapiens”) en su segundo libro sobre el futuro de la humanidad, “Homo Deus”, donde anticipa el problema futuro de unas élites humanas (incluso mejoradas genéticamente y con aditamentos digitales incorporados) que dominarán sobre la gran masa de la población y las instituciones económicas y políticas. Y plantea una cuestión clave: qué ocurrirá con los humanos cuando manden los algoritmos y grandes redes inteligentes controlen la economía y nuestras vidas.

Mientras esto llega o no (la mayoría no lo veremos), resulta más importante y urgente afrontar lo más inmediato, esa pérdida de entre un tercio y la mitad de los actuales empleos en la próxima década, que será más dura en España, porque estamos “en el pelotón de cola” de la Industria 4.0, junto a Italia, Portugal, Polonia, Estonia, Croacia y Bulgaria, según un informe de la Comisión Europea. Y la OCDE critica que en España falten iniciativas de empresas punteras en economía digital, automatización e inteligencia artificial, por falta de apoyo público y de inversión privada (“capital riesgo”), como se da en EEUU, Asia y parte de Europa. Y además, el informe de BBVA Research e Ivie alerta sobre otra limitación: un tercio de los jóvenes españoles “no están preparados para los retos de la transformación digital”.

La pandemia nos ha hecho ver con más claridad lo vulnerables que somos ante el reto del teletrabajo y la digitalización. Y ahora, como señala el informe del Foro, va a acelerar los cambios en el mercado de trabajo, obligando al reciclaje de trabajadores y empresas. Eso exigiría crear una Comisión oficial para estudiar y preparar los cambios, como hizo el Reino Unido. Mientras, el Gobierno ha aprobado un Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, presentado en octubre, que pretende modernizar España, digitalizando la economía y apostando por la inteligencia artificial, la conectividad, la tecnología y la innovación, destinando a ello una quinta parte de los Fondos europeos en los próximos 4 años. Y en paralelo, el Gobierno envió al Congreso, en septiembre, la Estrategia española de Ciencia, Tecnología e Innovación, para duplicar en los próximos 7 años los recursos públicos y privados para la Ciencia (I+D+i), que pasarán del 1,2% sobre el PIB actual al 2,12% en 2027, en línea con el gasto europeo hoy  (2% del PIB).

Estos dos Planes son un principio para apostar por la digitalización y la innovación tecnológica que tanto necesitamos para afrontar el futuro. Pero hace falta mantener el esfuerzo y que, pasada la pandemia, las empresas y los Presupuestos sigan apostando por la revolución tecnológica y la Economía 4.0. Pero falta reciclar el país, adaptarnos todos a esa Cuarta Revolución Industrial. Y eso exige actuar en tres frentes. Primero, el educativo: hay que apostar por la Formación Profesional (FP) y reformar la enseñanza universitaria, para introducir los nuevos conocimientos en los planes de estudio y formar a los jóvenes para los empleos que se van a necesitar dentro de una década. Segundo, el frente laboral: hay que adaptar la legislación a los nuevos empleos, regulando los trabajos de las futuras plataformas de Internet y el aumento de la automatización (quizás, obligando a los robots a cotizar). Y en tercer lugar, hay que prepararse para ayudar a los que se queden atrás, a los “analfabetos tecnológicos”, con formación y reciclaje, sin olvidar subsidios a los no recuperables.

Si algo va a cambiar a fondo en pocos años será el trabajo: la mayoría de los futuros empleos no existen hoy y hay que tener capacidad para detectarlos y prepararse, cambiando a fondo la educación y la formación, la organización en las empresas y la adaptación a los cambios. No será fácil, pero hace falta que Gobiernos, patronal y sindicatos se anticipen y también el mundo educativo, los jóvenes y los trabajadores. El futuro asusta, pero más si no tratamos de anticiparnos: hay que reciclarse, como trabajadores, empresas y país. No podemos perder el tren de esta Cuarta Revolución Industrial, como perdimos las tres anteriores. Ahora tenemos la ventaja de no estar solos, de estar en el tren europeo, que intenta no quedarse atrás respecto a Asia y EEUU. Pongámonos a ello. Nos jugamos el futuro.