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jueves, 3 de julio de 2014

Patrimonio: con la Iglesia hemos topado


Si Mendizábal pasó a los libros de Historia por quitar muchas propiedades a la Iglesia, Rajoy  (y Aznar) pasarán por dejarles que registren miles de iglesias, ermitas, casas rectorales y otras propiedades, que mayoritariamente son de los pueblos. Una Ley que aprobó Aznar en 1998 permite a los Obispos registrar sus propiedades como si fueran notarios y ahora Rajoy ha aprobado otra Ley que les da un año más (todo 2015) para “rematar la tarea”. Muchos alcaldes y plataformas cívicas han denunciado estos registros ante los tribunales (como la Mezquita de Córdoba), pero la mayoría los pierden por falta de documentos. Así, la Iglesia asentará su inmenso patrimonio (salvado en muchos casos por ayudas públicas), del que obtienen importantes ingresos. Y los pueblos perderán definitivamente la propiedad de iglesias, ermitas e inmuebles que ayudaron a levantar en su día. Entre tanto, sigue sin plantearse la financiación de la Iglesia católica, que recibe casi 6.000 millones del Estado. Son intocables.
enrique ortega

Históricamente, la Iglesia católica y las órdenes religiosas acumularon propiedades como fruto de donaciones, testamentos y abintestatos, consolidando el segundo mayor patrimonio de España (tras el Estado), con más de 100.000 inmuebles, miles de tierras, 22.859 iglesias, 860 monasterios  y 540 santuarios, según datos de un reciente folleto de la Conferencia Episcopal. Hasta 1.861 no se crea en España el Registro de la Propiedad, aunque los bienes de la Iglesia, como los del Estado, no se solían registrar, porque todo el mundo sabía quién era el titular y no estaban en el mercado. Eso sí, a raíz de las desamortizaciones de los gobiernos liberales, en la primera mitad del siglo XIX (Mendizábal en 1836, Espartero en 1841 y Madoz en 1855), se hizo necesario que las diócesis elaboraran una relación de bienes exentos de la amortización, una especie de certificaciones de posesión que normalmente no se registraron.

Franco aprobó en 1946 una Ley Hipotecaria que transformó esas certificaciones de posesión en certificaciones de dominio, permitiendo que los Obispos actuaran como notarios: bastaba con su declaración, sin más pruebas, para que la Iglesia pudiera inscribir en el Registro bienes a su nombre. Así se “inmatricularon” (nombre que se da al primer registro) miles de propiedades, antiguas y nuevas (algunas “recuperadas” tras la Guerra Civil): casas rectorales, cementerios, huertos y tierras, almacenes, garajes… En 1998, el Gobierno Aznar extiende este privilegio de registro de la Iglesia a templos de culto: iglesias, ermitas, catedrales y mezquitas.

Y se abre una carrera en la que la Iglesia registra, con secretismo, miles de Iglesias y ermitas, junto a grandes propiedades, como la Mezquita de Córdoba (registrada en 2006), las catedrales de Pamplona (2007) o de Tudela y la catedral de Sevilla con su Giralda (2010). No hay una estadística de estas inmatriculaciones, porque el Gobierno Rajoy se ha negado a darla en dos ocasiones, pero algunas estimaciones hablan de que se han registrado 4.500 bienes, aunque más parece que podrían llegar a 10.000. Ahora, el Gobierno Rajoy ha aprobado en abril de 2014 una reforma de la Ley Hipotecaria que, cuando salga del Parlamento (a finales de año, como pronto) dará a la Iglesia un año más de plazo (todo 2015) para “rematar la faena”, para acabar de registrar propiedades sin necesidad de documentos, sólo con su palabra.

La decisión de Rajoy (y antes de Aznar) ha multiplicado las demandas en los Tribunales de  miles de alcaldes, que reivindican la propiedad municipal de Iglesias, ermitas, catedrales o inmuebles que gestiona la Iglesia. Pero la mayoría pierden los juicios, por falta de pruebas al no quedar documentos de un patrimonio levantado hace siglos. Es el caso de este alcalde (del PP) de Aldeanueva del Codonal, un pueblo de Segovia de 130 habitantes, al que el juez le ha rechazado la demanda contra el Obispado por registrar  la Iglesia y la ermita, construidas en su día por el pueblo (lean aquí su carta abierta al Obispo). Tampoco avanza la Plataforma en defensa de la Mezquita de Córdoba, con 366.000 firmas de apoyo para que vuelva a ser de propiedad pública, que ha visto como la Dirección General del Patrimonio (Hacienda) daba en mayo la razón a la Iglesia ante una denuncia de un particular. Eso sí, están dispuestos a llegar al Tribunal Europeo de Estrasburgo, apoyados en juristas que opinan que las inmatriculaciones son anticonstitucionales: entran en colisión con los principios de “igualdad ante la Ley” y “aconfesionalidad” que defiende la Constitución.

La Iglesia argumenta que lleva siglos cuidando de este patrimonio. Y tienen razón. Pero también es verdad que una gran parte del patrimonio que gestionan se ha rehabilitado gracias a ayudas públicas que hemos pagado entre todos. Es el caso de los más de 100 millones de euros públicos invertidos en los Planes nacionales para rehabilitar 90 catedrales o el Plan nacional de Abadías, Monasterios y Conventos, al que se han dedicado otros 100 millones en diez años. Y luego, la Iglesia recauda mucho dinero con las visitas a estos monumentos (8 millones anuales con la Mezquita de Córdoba), con diversos negocios, desde  alquileres de casas a residencias, albergues, hoteles y restaurantes. Dos ejemplos solo en Segovia: el Hotel en el Convento de San Antonio el Real y el restaurante dentro del Palacio Episcopal (marisco con indulgencias...). Eso sí, cuando el patrimonio está en ruinas, entonces no se preocupan de registrarlo: en 2012, el arzobispado navarro devolvió al pueblo de Leoz tres iglesias medio derruidas.

Mientras la pelea por la propiedad de edificios religiosos sigue en cientos de pueblos, se plantea la polémica de las cuentas de la Iglesia católica en España. En 2012, el debate saltó porque la Iglesia no pagaba el IBI, un impuesto municipal con el que se ahorraban unos 100 millones de euros anuales. Al final, el Tribunal Constitucional avaló en diciembre la exención del IBI, exigido por muchos Ayuntamientos, incluso del PP. La Iglesia tiene también otros privilegios fiscales, avalados por el Concordato de 1953 y los Acuerdos con la Santa Sede de 1979: exenciones en el impuesto de plusvalías, en sucesiones y  transmisiones patrimoniales y en el pago de las licencias de obras municipales (ICIO).

En paralelo ha saltado el tema de la financiación de la Iglesia en España, donde recibe unos 5.800 millones anuales del Presupuesto. La menor parte (250 millones) es el dinero que los contribuyentes católicos (7,4 millones) marcan en su casilla del IRPF, algo que no pueden hacer los creyentes de otras religiones. Otros 700 millones son los sueldos del Estado a los profesores de religión. Luego está el pago a los capellanes en instituciones públicas (25 millones), ayudas a ONGs (91,3 millones a Cáritas y Manos Unidas), el coste de la sanidad a los religiosos (700 millones), la rehabilitación del patrimonio de la Iglesia (13 millones) y, sobre todo, los 4.000 millones destinados a financiar la enseñanza religiosa concertada (1.434.524 alumnos), que si no tendría que impartir la enseñanza pública. La polémica es si todo este dinero tiene que salir del Presupuesto o si la Iglesia católica debe autofinanciarse, como hace en Alemania y muchos países. Un debate pendiente, como tantos otros.

Al final, los impuestos y la financiación de la Iglesia es un debate recurrente, que no debe hacernos olvidar la cuestión más urgente: si se permite a la Iglesia católica registrar sus propiedades sin más, sin documentos, por ser vos quien sois. Y si se les da otro año largo para que legalicen el expolio de bienes públicos, de un patrimonio levantado con el esfuerzo de pueblos y ciudades. No se trata de poner en cuestión que la Iglesia gestione este patrimonio, sobre todo el vinculado a los cultos religiosos. Lo que se debate es si los ciudadanos tienen que perder la propiedad de un patrimonio levantado con su dinero. Y si una parte al menos de los ingresos que reporta este patrimonio no deben ir a los ciudadanos más necesitados.

No se trata de volver a desamortizar a la Iglesia católica  ni de poner en cuestión que gestionen iglesias, ermitas o catedrales. El tema de fondo es que en un país laico, la justicia y el Registro de la Propiedad debe ser igual para todos, sin privilegios para que los Obispos. Y que no pueden expoliar una propiedad pública, levantada con el esfuerzo de todos. Que den misa, que cultiven la oración y la meditación, que ayuden a los demás, pero sin quedarse con nuestro patrimonio. Es inmoral.

lunes, 23 de junio de 2014

Una mini-reforma fiscal con muchas trampas


El Gobierno Rajoy hace propaganda de que baja los impuestos. Pero poco: baja el IRPF en dos plazos, aunque a cambio dejará a las autonomías que nos suban "los impuestos verdes". Y a las empresas, les baja el tipo escaparate en dos años, pero la mayoría ya pagan menos. Y no toca (de momento) los demás impuestos.Han aprobado unos retoques fiscales plagados de trampas. Al final, frente a los 30.000 millones que nos han subido los impuestos estos tres años, Rajoy los baja ahora 9.000. Seguimos pagando más. Y no toca los impuestos de los ricos (las SICAV pagan un 1%) ni de las grandes empresas (pagan el 4%), culpables ambos del 70% del fraude fiscal. Mientras, las familias pagan el 90% de los impuestos. Esa es la reforma que habría que hacer y no hacen. Además, como España recauda poco y tiene mucho déficit, el Gobierno tendrá que hacer más ajustes en 2015, recortando gastos y subiendo impuestos (IVA), como exige Bruselas. Aunque ahora digan que no, como en 2011.
 
enrique ortega

Rajoy ganó las elecciones de 2011 prometiendo que no iba a subir los impuestos. Y a la semana, empezó a subirlos, aumentando la recaudación de más de 30 impuestos, con una subida total de 30.851 millones entre 2012 y 2014, según Hacienda (a sumar a los 20.097 millones que nos subió Zapatero entre 2010 y 2011). Ahora, a 17 meses de las próximas elecciones, ofrece bajar impuestos, pero sólo algunos y poco. Y aunque lo vende como una “reforma fiscal”, se trata de meros retoques, plagados de “trampas”, para intentar cuadrar el círculo: bajar impuestos a la vez que promete bajar el déficit. Algo imposible sin subir otros impuestos y recortar más el gasto. Es justo lo que hará en 2015, sin que se note.

Esta “reforma fiscal” del Gobierno Rajoy se centra en el impuesto que más se nota, el IRPF, que supone el 40% de la recaudación total. Y hace la rebaja en dos años: 3.000 millones en 2015 y otro tanto en 2016, para venderlo antes de las elecciones aunque la mitad de la rebaja la notemos después. Primera trampa. Aprueba dos cambios importantes. Uno, reducir de 7 a 5 los tramos en que uno está según los ingresos. El otro, rebajar los tipos a pagar: menos para las rentas bajas (del 24,75% al 19) y más a las altas (del 52% al 45). Ambas medidas favorecen más a los que más ganan, a los que declaran más de 60.000 euros (3,8% contribuyentes). Segunda trampa. Y rebajan también los tipos (del 21/27 al 19/23%) a las rentas del capital (intereses bancarios, dividendos y plusvalías Bolsa), que suelen cobrar los más ricos. De paso, crean una nueva ayuda (100 euros al mes) para  familias numerosas y con discapacitados, pero siguen sin descontar el efecto de la inflación (no deflactan tramos, mínimos y deducciones), penalizando a todos.

En Sociedades, el impuesto que pagan las empresas, bajan los ingresos en 3.000 millones en dos años, al rebajar el tipo  (del 30 al 28% en 2015 y al 25% en 2016): Pero este es el “tipo escaparate”, que no pagan la mayoría de empresas por las jugosas deducciones: el tipo real ronda el 10%. Tercera trampa. En principio, la rebaja no beneficia a las pymes y  habrá que ver cómo afecta a las grandes empresas, que sólo pagan un tipo efectivo del 4%. Y la banca sana paga el 5% (2013), por los jugosos “créditos fiscales” (deducciones por pérdidas y saneamientos). Y las multinacionales, ni eso.

En el resto de impuestos, la mitad de lo que pagamos, apenas hay cambios. De momento, no sube el IVA (como piden la Comisión Europea, FMI, Banco de España y la Comisión de expertos fiscales), salvo para algunos productos sanitarios (por sentencia del Tribunal europeo), lo que encarecerá la sanidad pública y las cuotas de los seguros médicos privados. Y no se suben ahora los impuestos a los carburantes (Bruselas lleva años pidiéndolo, porque son de los más bajos de Europa), al alcohol y tabaco, que pueden subir con los Presupuestos 2015. Cuarta trampa. Además, para compensar a las autonomías de la rebaja del IRPF, les dejarán que nos saquen 2.000 millones nuevos en "impuestos verdes" los dos próximos años, según el Plan de Estabilidad enviado a Bruselas. Rebajan unos y nos cobran más otros. Quinta trampa.

En definitiva, sólo algunos retoques de cara a las elecciones (rebaja media del 12,5% en dos años en el IRPF) y no una reforma fiscal en profundidad, como reclamaba Bruselas y planteó la Comisión de expertos fiscales. Unos retoques centrados en el IRPF y en las familias que viven de un sueldo, las que pagan el 90% de todos los impuestos, frente al 10% que pagan empresas, bancos y grandes fortunas, según Intermón Oxfam. Y que no resuelve el problema fiscal de fondo que tiene España: somos el segundo país de la zona euro que menos recauda, tras Irlanda (un paraíso fiscal): un 37,8% del PIB (2013), frente al 46,8% de la UE-18, según Eurostat. O sea, que recaudamos 90.000 millones menos de lo que nos toca. Y eso, porque hay mucho fraude y muchos pagan bastante menos de lo que deben.

España es el décimo país del mundo con más fraude fiscal, estimado en 72.700 millones por Tax Research (para 2012). Y un 70% de este fraude procede de las grandes empresas y de las grandes fortunas, según los técnicos de Hacienda (GESTHA). Los más ricos tributan como empresas (con jugosas deducciones y vías “legales” de fraude)  o a través de SICAV: hay 413.264 grandes patrimonios en 3.051 SICAV, con 9,10 millones de euros por persona. De hecho, hay ya 116.400 españoles millonarios (más de 1 millón de dólares), un 27% más que antes de la crisis, según la consultora Cap Gemini. En cuanto a las grandes empresas, sólo pagan de media un 4% de sus beneficios, según Hacienda. Y los bancos, un 5% en 2013. Y las multinacionales, aún menos: las sucursales de Google, Apple, Microsoft, Amazon, eBay, Facebook y Yahoo pagaron sólo 25 millones de impuestos en los últimos tres años.

Esta “mini-reforma” fiscal de Rajoy no afronta el problema del fraude ni pone los medios para reducirlo (publicarán las listas de morosos, pero no de defraudadores). De hecho, los recortes han desarmado más la inspección tributaria, que dedica sólo un 20% de sus recursos a vigilar a grandes empresas y a los más ricos (el 80% de los inspectores se dedican a particulares, autónomos y pymes). Unos recursos de inspección que son la mitad que en otros países, tanto en dinero (0,13% PIB frente al 0,22% de Francia, 0,23% de Reino Unido, 0,24% de Italia o 0,28% de Alemania) como en personal (tenemos 510 inspectores por millón de habitantes frente a 1.200 en Francia o Alemania).

Al final, el hecho de que los más ricos, empresas, bancos y multinacionales paguen menos obliga a que los demás, la mayoría, paguemos más. Por eso, mientras no se acometa la lucha contra el fraude (“legal” e ilegal), no se podrán bajar los impuestos a los que más pagamos. Y el Gobierno Rajoy, como no quiere enfrentarse a esa minoría de poderosos contribuyentes, trata de salir del paso y afrontar las elecciones con “el cuento de la lechera”: vamos a crecer más y eso aumentará la recaudación, incluso bajando el IRPF. Y no quiere subir el IVA y otros impuestos, porque confían en tres vías para reducir el déficit público: el ahorro por la rebaja de la prima de riesgo (hasta 5.000 millones), el aumento del PIB al incluir la economía ilegal (prostitución y drogas) y la venta del 49% de AENA (2.500 millones extras).

Pero las cuentas no salen y son muchos (Comisión Europea, FMI, OCDE, Fitch, Banco de España, Comité de sabios) los que le han reiterado al Gobierno Rajoy que no puede cumplir con la rebaja del déficit prometida a Bruselas sin subir impuestos, no bajarlos. Y por eso insisten en que suba el IVA o los impuestos a los carburantes. De hecho, como ha recordado el gobernador del Banco de España, España tiene que reducir su déficit público en 55.000 millones entre 2014 y 2017. Y sólo en 2015, lo tiene que recortar en 20.000 millones según la Comisión Europea. Así que es imposible bajar impuestos. Salvo que, en paralelo, se suban otros y se recorten más los gastos. Que es lo que acabará haciendo Rajoy. Sexta trampa, la peor.

Todo apunta a que ahora bajan el IRPF y sociedades (cara a las familias y empresas), pero que en septiembre, con el Presupuesto 2015, el Gobierno tendrá que hacer un doble ajuste. Por un lado, seguir haciendo recortes, forzando a otros en las autonomías (sanidad, educación y dependencia). Y por otro, subir algunos impuestos indirectos, los que menos se notan, desde los carburantes o el alcohol a los impuestos verdes y algunos retoques en IVA. Y forzarán a autonomías y Ayuntamientos a que suban sus impuestos, sobre todo el IBI, sucesiones, "impuestos verdes" y tasas. Si no, no les saldrán las cuentas, aunque la economía crezca más. Y Bruselas se lo exigirá.

Sólo queda otro camino: recaudar más, luchando eficazmente contra el fraude, sobre todo en IVA (somos el país europeo que menos recauda) y sociedades, y haciendo que paguen más los que menos pagan : ricos, grandes empresas, bancos y multinacionales. Si recaudáramos como el resto de Europa, ingresaríamos 90.000 millones más, no habría déficit y podrían bajarse los impuestos a la mayoría, a la vez que dedicar recursos a reanimar la economía, crecer más y crear más empleo. No luchando contra el fraude, al final tendremos que pagar más impuestos, aunque nos bajen el IRPF por las elecciones. Y volverán los recortes, porque no se recauda suficiente. Es el círculo vicioso que resulta de sumar el fraude fiscal y la austeridad. La trampa de fondo.