La pandemia provocó un gran salto de las ventas por Internet en todo el mundo, sobre todo en 2020 y 2021. En España, las compras online apenas suponían el 4,5% de todas las compras en 2017 y saltaron al 7,9% en marzo de 2020, con el primer confinamiento, llegando al máximo del 10% de las compras en junio de 2020, según este estudio de BBVA Research. Pero a partir de ahí, con la vuelta a la normalidad, las compras bajaron en 2021 y 2022, suponiendo en torno al 9% del total. Y sólo en 2023, a partir del verano, se volvieron a animar, hasta rondar otra vez el 10% de las ventas totales. Un porcentaje inferior al de los principales paises europeos, donde las ventas por Internet suponen el 12% (Francia), el 14% (Alemania), el 17% (Paises Bajos) o el 21% de todas las ventas (Reino Unido), con una media mundial rozando el 20%.
lunes, 15 de julio de 2024
Compras online récord... en el extranjero
La pandemia provocó un gran salto de las ventas por Internet en todo el mundo, sobre todo en 2020 y 2021. En España, las compras online apenas suponían el 4,5% de todas las compras en 2017 y saltaron al 7,9% en marzo de 2020, con el primer confinamiento, llegando al máximo del 10% de las compras en junio de 2020, según este estudio de BBVA Research. Pero a partir de ahí, con la vuelta a la normalidad, las compras bajaron en 2021 y 2022, suponiendo en torno al 9% del total. Y sólo en 2023, a partir del verano, se volvieron a animar, hasta rondar otra vez el 10% de las ventas totales. Un porcentaje inferior al de los principales paises europeos, donde las ventas por Internet suponen el 12% (Francia), el 14% (Alemania), el 17% (Paises Bajos) o el 21% de todas las ventas (Reino Unido), con una media mundial rozando el 20%.
jueves, 13 de julio de 2023
Competencia vigila los seguros médicos
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Enrique Ortega |
En España hay un desequilibrio creciente entre la sanidad pública, que va a menos, y la sanidad privada, que va a más. En 2020, el gasto público en sanidad era de 82.094 millones (+2.285 millones que en 2010, +2,8%), el 7,9% del PIB, muy por debajo de la media de gasto sanitario público de la OCDE (10,8% del PIB) y de Alemania (12,8%), Francia (12,2%), Reino Unido (12%), Suecia o Austria (11,5%), Paises Bajos y Bélgica (11,5%), Portugal (10,6%) o Italia (9,6% del PIB). Mientras estamos a la cola de gasto público en sanidad, España es el 4º país occidental con más gasto privado en sanidad: 32.140 millones de gasto en 2022 (+2.442 millones que en 2010, +2,8%), el 2,9% del PIB, muy por encima de la media de gasto sanitario privado en la OCDE (2,3% del PIB), sólo por detrás del gasto en Portugal (35,5% del PIB), Suiza (30,1%) y Polonia (22,7%), y muy por encima del gasto sanitario privado en Alemania y Francia (1,9% del PIB), Reino Unido (2,9%) e Italia (2,3% del PIB), según los últimos datos de la OCDE.
En realidad, el gasto privado en sanidad es mayor, porque una parte del gasto público del Sistema Nacional de Salud (SNS) acaba en la sanidad privada, en forma de pago de conciertos para que los hospitales privados atiendan a pacientes de la pública. En 2020, esos conciertos desviaron 8.582 millones de fondos públicos a la sanidad privada, con lo que el gasto sanitario privado real fue de 40.727 millones de euros, frente a 79.476 millones de gasto sanitario público real. A lo claro: que un tercio del gasto sanitario que se hace en España (seguros médicos y pago de consultas) se lo lleva la sanidad privada. Hace una década, en 2010, el gasto sanitario privado rondaba los 27.000 millones de euros, el 25,6% del gasto sanitario total. Así que la sanidad privada ha pasado de ser la cuarta parte a un tercio, lo que demuestra la progresiva privatización de la sanidad en España.
El motor de este crecimiento de la sanidad privada somos los pacientes, que cada vez gastamos más en seguros médicos y en el pago de servicios médicos privados, en clínicas y hospitales. Y sobre todo, después de la pandemia. Así, en 2022, el gasto médico privado fue de 671 euros por español (601 euros pagábamos en 2010), frente a 2.022 euros de gasto público por habitante (1.595 en 2019), según el último informe de la Fundación Idis (sanidad privada). La mayor parte de este gasto sanitario privado (497 euros en 2022) lo hacemos al ir a clínicas o médicos privados y pagar directamente el servicio, pero otra parte, 174 euros por habitante en 2022, se destina a pagar un seguro médico privado (148 euros pagábamos de media en 2019). Y hay enormes diferencias en este pago de un seguro privado según autonomías: en Madrid pagamos de media 599 euros anuales por habitante, en Baleares 293 euros, en Cataluña 270 euros, en el País Vasco 196 euros y en Aragón 178 euros, mientras rondan los 100 euros anuales por habitante el gasto en seguros médicos en Navarra (96), Cantabria (101) y Murcia (102 euros por habitante).
Este gasto de los españoles en seguros médicos se ha disparado en la última década, alentado por el deterioro de la sanidad pública y las listas de espera, que no paran de crecer: en diciembre de 2022, había 793.521 españoles esperando una operación (120 días de espera media y la quinta parte más de 6 meses) y una espera media para ir al especialista de 95 días (más de la mitad de los 85 por 1.000 habitantes que esperan cita se encuentran con una demora de más de 3 meses). Esta abultada lista de espera en la sanidad pública ha disparado los seguros médicos privados, que llevan años siendo los que más crecen (más que el automóvil y el seguro de hogar): en 2022 se pagaron primas de seguros médicos por 10.543 millones de euros (+43% sobre 2015) y este primer trimestre de 2023 ya se han pagado seguros médicos por 2.944 millones (+7,5%), otro récord. Y se estima que 12,5 millones de españoles tienen un seguro médico privado, el 26% de la población. Un porcentaje que es mayor en Madrid (37,7%), Cataluña (31,2%) y Baleares (30,3%), según los datos de la patronal UNESPA.
La fuerte demanda de seguros médicos ha disparado sus precios, aunque junto al coste medio de los seguros en vigor se vendan seguros médicos “low cost”, “desde 9 euros al mes”. Sólo este año, de enero a mayo, los seguros médicos han subido un +8,4%, según el INE, casi el triple que la inflación general (+3,2% en mayo). Y si buscamos la subida de los 5 años anteriores (+26,4%), concluiremos que los seguros médicos han subido un +34,8% entre 2018 y 2023, el doble que la inflación global (+16,9% estos 6 años) y casi el triple de lo que han subido los salarios estos años (+13,29%). Y la tendencia es que sigan subiendo más que la inflación, por la fuerte demanda y los costes crecientes de la atención médica.
Dividiendo las primas que pagan por los seguros médicos esos 12,5 millones de asegurados, sale un coste medio de 880 euros anuales por asegurado, unos 75 euros mensuales por persona. El” truco”, como en otros seguros, es una “guerra de precios” para captar nuevos clientes, ofreciendo pólizas muy baratas (unos 20 euros al mes), con bajas coberturas, muchos copagos y basadas en “la atención online”. Incluso se utilizan las redes sociales y plataformas digitales para vender seguros médicos “low cost”. Pero luego, esos seguros suben y los asegurados buscan mayores coberturas, con lo que acaban pagando mucho más. Una familia media está pagando ya entre 150 y 200 euros mensuales, duplicando ese coste si los padres superan los 45 años. El perfil de los que pagan un seguro médico privado, según UNESPA, son los que tienen entre 30 y 65 años (el 51% de los asegurados), destacando el poco peso de los mayores de 70 años: sólo el 6% tienen un seguro médico privado, por su alto coste y las dificultades para contratarlo.
La masificación de los seguros médicos privados (hay 1,5 millones más que antes de la pandemia) está provocando problemas a los asegurados: se ha deteriorado la atención y hay más listas de espera para ir a un médico y hospital privado. Mi caso: la sanidad pública me ha dado cita dentro de 10 meses para la consulta de un dermatólogo y mi seguro privado me da 3 meses… Los sindicatos del sector denuncian demoras de 3 meses para un dermatólogo, mes y medio para una resonancia, dos meses para traumatología y un mes para el pediatra o la revisión ginecológica… Y eso pagando un costoso seguro mensual. El mayor colapso se da en Madrid (hay 2,5 millones de asegurados), Barcelona y Baleares, pero también en ciudades más pequeñas y en algunas especialidades.
En paralelo, los médicos que trabajan para las aseguradoras y hospitales privados se quejan de que tienen demasiados pacientes y que en algunos casos les han pedido acelerar el tiempo de consulta (“no más de 10 minutos”), como en la pública. Y “pedir menos pruebas”, para abaratar costes. Pero las mayores quejas de los médicos son que las aseguradoras les pagan poco por atender a esos pacientes privados. Ya hay una plataforma de médicos, Unipromel, que defiende subir las tarifas, porque son las mismas que hace 30 años. Aseguran que están cobrando entre 7 y 12 euros por consulta y 229 euros por una operación de apéndice, por ejemplo. Y que en el caso de médicos autónomos, que trabajan en hospitales, tienen que pagarles un 30% de comisión por usar sus instalaciones. En general, se quejan de que son miles de médicos sin capacidad de negociación, a los que las aseguradoras les imponen sus tarifas y condiciones, sin repercutirles la subida de los seguros.
En medio de este panorama, la Comisión de la Competencia (CNMC) abrió el 24 de marzo una “consulta” sobre los seguros médicos privados, para que les mandaran opiniones médicos, pacientes y aseguradoras. Al cerrarse el plazo de recepción de opiniones, el 26 de mayo, la CNMC se vio sorprendida por una avalancha de respuestas (690), la mayoría críticas, sobre todo de médicos y pacientes. Ahora, la Comisión está investigando estas quejas y emitirá un informe, con medidas y propuestas, para finales de 2024.
La Comisión de la Competencia (CNMC) está preocupada por 3 prácticas que han observado en los seguros médicos. La primera un exceso de concentración en el sector: las 5 mayores aseguradoras copan el 71,7% del mercado, según los datos de 2022. Son SegurCaixa Adeslas (controlada en un 50% por Mutua Madrileña y un 49% por VidaCaixa Group), con el 28,9% del mercado (3.054 millones de primas) , Sanitas (propiedad de la multinacional británica BUPA), con el 15,4% (1.633 millones), Asisa (propiedad de la cooperativa médica Lavinia, dueña de los hospitales HLA), con el 13,3% de cuota (1.403 millones), DKV Seguros (filial de la aseguradora alemana DKV), con otro 7,3% (775 millones) y Mapfre (propiedad de la aseguradora española, varios Fondos de inversión y Allianz),con el 6,8% restante (714 millones). Y si añadimos las 5 siguientes, la sociedad vasca IMQ (2,5%, tras comprar un 50% Adeslas en 2022), la aseguradora Axa (2,4%), Asistencia Médica Colegial (2%), FIATC (1,7%) y Caser (1,6%), el Top 10 de las aseguradoras acapara el 81,9% de los seguros médicos privados en España. Una fuerza tremenda para imponer precios a los asegurados, a los médicos y a los hospitales privados.
La 2ª preocupación de la CNMC sobre este sector es la creciente integración entre aseguradoras y hospitales privados: cada vez hay más participaciones cruzadas y eso puede provocar que la atención médica se rija por criterios comerciales en lugar de sanitarios si los dueños de los hospitales (y los jefes de los médicos) son las aseguradoras. Es el caso de Sanitas, que cuenta con 4 hospitales propios (3 en Madrid y uno en Barcelona) más 20 Centros multiespecialidad, además de los 240 hospitales concertados. Y Asisa es dueña de los 17 hospitales HLA, con casi 10.000 médicos, 36 Centros médicos especializados y Asisa dental. También DKV tiene 22 espacios de salud propios, además de los 1.000 centros concertados. Y Adeslas cuenta con 27 Centros propios, además de 1.300 Centros y 216 hospitales concertados. Aseguradoras que son “juez y parte” en esta atención sanitaria.
La 3ª preocupación de la CNMC son los “pacientes prisioneros de sus aseguradoras”. El origen del problema es que se disparan las primas si alguien tiene una enfermedad previa a contratar un seguro. Pero si la enfermedad llega después, la aseguradora no le puede subir la prima por ello. Pero el paciente está “prisionero”, porque si quisiera cambiar de aseguradora, tendría problemas para hacerlo (si tiene problemas con una rodilla, por ejemplo, eso se excluye del futuro seguro) o le subiría mucho más el seguro. Así que, a partir de una determinada edad y los consiguientes achaques, uno es “prisionero” de su seguro médico.
Todo esto es lo que ahora investiga la CNMC, con los testimonios de asegurados, médicos, aseguradoras y hospitales, aunque cualquier medida o denuncia no será realidad hasta 2025. Mientras, la sanidad pública sigue con sus problemas y no parece que mejorar su atención sea una prioridad de los nuevos gobiernos autonómicos. Mientras, crecen las listas de espera en la sanidad pública, lo que ya empieza a preocupar a la sanidad privada: “estamos sufriendo masificación en algunos hospitales y especialidades·, ha reconocido Juan Abarca, presidente del IDIS (sanidad privada), que ha pedido “tomar medidas para que la sanidad pública funcione de forma eficiente”. A lo claro: que se mejore la sanidad pública, porque la situación actual les perjudica, al colapsar la sanidad privada.
En resumen, que los problemas no resueltos en la sanidad pública están empezando a contagiar a la sanidad privada y muchos asegurados se quejan de las listas de espera y el deterioro en la medicina privada que les cuesta mucho dinero cada mes. Urge tomar medidas y que el próximo Gobierno pacte un Plan de choque para reducir las listas de espera en la sanidad pública, reforzando la atención primaria y las especialidades con más demora, junto a mejoras de las urgencias y los hospitales. Hasta la sanidad privada pide un Pacto para mejorar la sanidad pública, porque complica su negocio. Todo va a depender de los resultados electorales del 23 de julio, aunque no debería ser así: la sanidad es la prioridad para la mayoría y no puede seguir siendo un problema, con o sin seguro privado. Hagan algo.
domingo, 16 de abril de 2023
CNMC: Tribunales anulan multas a empresas
Les voy a contar una historia, increíble pero cierta. La presidenta de la Comisión de la Competencia (CNMC) compareció el 23 de marzo en el Congreso y denunció ante los diputados (quienes la nombraron) que la Audiencia Nacional (AN) “torpedeaba” sus sanciones a grandes empresas, anulando “todas y cada una de las multas”: de los 1.253 millones en sanciones a grandes empresas desde 2010, sólo ha recaudado 290,4. La gota que colmó su paciencia fueron varias sentencias de la AN, a finales de 2022, anulando las multas impuestas (203,6 millones) a 6 grandes constructoras por repartirse obras públicas y subir sus costes durante… ¡25 años¡ Es sólo un ejemplo de las decenas de multas impuestas a empresas eléctricas, petroleras, automovilísticas, bancos, telecos, navieras, tabaqueras, residuos, lácteos, material ferroviario o papeleras, por manipular mercados y precios, en perjuicio de los consumidores. Multas anuladas o pospuestas por la Audiencia Nacional y el Supremo, “tolerantes” ante los delitos de guante blanco. Urgen cambios, porque nos están robando (presuntamente).
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Enrique Ortega |
Para muchos economistas, uno de los grandes males de la economía actual es la falta de competencia: grandes empresas controlan los mercados de muchos bienes y servicios y por su situación de cuasi monopolio fijan las reglas de juego, imponiendo altos precios que perjudican a los consumidores y elevan la inflación. Además, esta falta de competencia impide sobrevivir a nuevas empresas (que son compradas o anuladas), lo que reduce la oferta, la innovación, la productividad, el crecimiento y el empleo. Lo explica muy bien el economista francés Jean Tirole, en su libro “La economía del bien común”, donde define “el poder del mercado” como “la capacidad de hacer pagar a los consumidores precios muy superiores a los costes y ofrecer productos de mediocre calidad”. Una lacra para los consumidores.
Por eso, todos los paises tienen organismos públicos que vigilan la competencia, para evitar que grandes empresas impongan sus reglas y precios. Es lo que ha llevado a Google o a Facebook a declarar ante el Congreso de EEUU. Y en Europa, la comisaria de la Competencia, la danesa Margrethe Vestager, es uno de los cargos más importantes, con la categoría de Vicepresidenta de la Comisión Europea, responsable de varias multas por actividades contrarias a la competencia a gigantes como Google, Facebook, Microsoft, Apple o Amazon. En España, la vigilancia de la competencia ha ido pasando por varios organismos de la Administración, sin demasiado ímpetu, hasta que se creo, el 7 de octubre de 2013, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Un organismo independiente, cuya presidencia propone el Ministerio de Economía pero que ha de ser elegida por el Congreso, para un mandato de 6 años (como el Banco de España o la Comisión Nacional del Mercado de Valores).
La CNMC es el organismo “vigilante” de mercados tan importantes como la energía (ha abierto múltiples expedientes a las eléctricas, por manipular precios), las telecomunicaciones, el sector audiovisual (ha multado a las TV, privadas y RTVE, por abuso publicitario), el transporte ferroviario o las tarifas aeroportuarias, además de asegurar que se cumplen las reglas de la competencia en todos los sectores de la economía. En estos años y con pocos medios, ha abierto más de 30 expedientes sancionadores a distintas empresas y sectores, por ponerse de acuerdo en fijar reglas y precios en numerosas actividades, lo que se conoce como un “cártel”: empresas que en lugar de competir, se reparten el mercado y fijan precios (más altos que con competencia), en perjuicio der los consumidores. Veamos algunos.
La multa más abultada impuesta por la CNMC se decidió el 7 de julio de 2022, al cerrarse un expediente contra 6 grandes constructoras españolas (Acciona, Dragados-ACS, FCC, Ferrovial, OHLA y Sacyr), a las que se acusaba de haberse repartido miles de licitaciones públicas (como hospitales, carreteras, aeropuertos) durante 25 años (entre 1992 y 2017). La investigación de la CNMC descubrió que el grupo de constructoras se reunían semanalmente para analizar las licitaciones de obras públicas publicadas y decidir qué concursos iban a compartir (en todo o parte) y las ofertas que iban a presentar concertadamente, para ganarlas. Y también compartían información comercial sensible, como su intención de presentarse o no a licitaciones y la formación de ofertas conjuntas (UTEs). Y para evitar sospechas, las constructoras encargaban estos trabajos y ofertas a empresas externas. En conjunto, la CNMC estima que este “cártel” continuado de las principales constructoras ha provocado un extracoste de muchas obras públicas, en perjuicio del Presupuesto y los contribuyentes. Y les multó con 203,6 millones de euros.
La 2ª mayor multa impuesta por la CNMC, 171 millones de euros, fue decidida en julio de 2015, contra 21 empresas de automoción (que acaparaban el 91% de las ventas), por compartir información (desde 2006 a 2013) para aplicar estrategias agresivas o descuentos a compradores de coches. De las multas se libraron Seat y Volkswagen, por actuar como “delatores” (a lo claro: por “chivarse” y dar información a cambio de no ser multados). La 3ª mayor multa, 127,8 millones, se impuso en 2016 a los fabricantes de pañales para adultos, que pactaron (de 1996 a 2014) los precios a los que vendían a la sanidad pública. La 4ª mayor multa, 120 millones, se impuso en diciembre de 2012 (antes de crearse la CNMC) a Telefónica, Vodafone y Orange por pactar un precio elevado por los SMS. La 5ª mayor multa, 119,1 millones, se impuso en marzo de 2019 a 15 empresas de material ferroviario (filiales de las constructoras ACS, Sacyr y OHLA, más Siemens, Alsthom, Indra, Elecnor, Isolux o Abengoa), por repartirse durante 14 años contratos ferroviarios de Adif (Renfe).
La lista de expedientes sigue con multas inferiores a los 100 millones. En enero de 2015, la CNMC multa con 98,2 millones a 39 empresas y 3 asociaciones del sector de gestión de basuras (residuos, recogida de basuras y saneamiento), que pactaban y se repartieron la recogida de basuras, gestión de zonas verdes y tratamiento de aguas en Ayuntamientos de toda España, entre 2000 y 2013.Entre las multadas, las filiales de las constructoras ACS, FCC, Ferrovial y Sacyr, reiteradas "sospechosas" de la CNMC: en agosto de 2021, ACS, FCC, Acciona, Ferrovial , OHL y Sacyr recibieron otra multa de 61 millones (la 3ª), por pactar contratos de mantenimiento de carreteras del Estado (entre 2014 y 2018) . En febrero de 2018, los cuatro grandes bancos españoles (CaixaBank, Santander, BBBA y Sabadell) fueron multados con 91 millones de euros por pactar unas condiciones más favorables de ciertos derivados financieros con los que financiaron a constructores de parques eólicos. En julio de 2019, la CNMC sancionó con 80,6 millones a 8 empresas lácteas (Nestlé entre ellas) y 2 asociaciones sectoriales por prácticas anticompetitivas de fijación de precios en perjuicio de los ganaderos. En noviembre de 2019, se impone una multa de 77,1 millones a Mediaset (Tele 5) y Atresmedia (Antena 3), por repartirse el mercado de la publicidad televisiva.
Sigamos con la lista de las mayores multas. En marzo de 2017, la CNMC multa con 75,6 millones a Renfe y Deutsche Bank por “entorpecer” la liberalización del transporte ferroviario, lo que provocó la mayor sanción impuesta nunca a una sola empresa (65 millones a Renfe). En marzo de 2018, se fija una multa de 68 millones a 9 empresas de mensajería (entre ellas, Correos), por repartirse los grandes clientes empresariales. En junio de 2015, se multa con 57,7 millones a 18 empresas de fabricación de papel y cartón ondulado y a su asociación sectorial por repartirse el mercado y fijar precios entre 2002 y 2013. En octubre de 2019, se multa con 54,2 millones a 19 empresas de montajes y mantenimientos industriales (Duro Felguera, ACSA y Atrian) por repartirse 746 contratos industriales y encarecer los servicios prestados a empresas energéticas y petroquímicas. En noviembre de 2017, la CNMC impuso una multa de 44,8 millones a 5 cárteles integrados por 11 empresas y una Asociación empresarial que se repartían la fabricación y distribución de cables eléctricos.
Tranquilos, que la lista sigue y aparecen otras grandes empresas. En 2019, la CNMC multa con 42,3 millones a las tabaqueras Altadis (Fortuna) y Philip Morris (Marlboro), junto a Logista, por repartirse el mercado: intercambiaban datos sobre las ventas diarias en estancos, detalladas por provincias y marcas. En febrero de 2015 se multa con 32,4 millones a las grandes petroleras (Repsol, Cepsa, Disa, Galp y Meroil) por pactar precios de los carburantes en distintas ciudades, además de un pacto de “no agresión” entre Repsol y Cepsa (desde 2011 a 2013). Y tanto Repsol como Cepsa tienen otras multas más (casi 10 millones), por prácticas “anticompetitivas” desde 2009. En septiembre de 2016, la CNMC multa con 29 millones a 23 empresas cementeras y hormigoneras, por pactar precios (desde 1999 a 2014). En marzo de 2019, se multa con 25,3 millones a dos eléctricas, Endesa y Naturgy por ofrecer precios elevados en el mercado eléctrico. Ya en noviembre de2015, la CNMC había sancionado a Iberdrola con otros 25 millones “por manipular el mercado eléctrico”. En total, ha impuesto a las eléctricas 54 millones en multas desde 2014 a 2019. Y para cerrar las grandes multas, en marzo de 2022 se impusieron 24 millones a 3 empresas siderúrgicas por manipular los precios de la chatarra…
A esta exhaustiva lista de sanciones se podrían sumar las multas (menores) impuestas en la última década a otras empresas: de transporte de fondos, de mudanzas internacionales, fabricantes de turrón, empresas de transporte frigorífico, empresas radiofónicas, de vinos de Jerez, fabricantes de productos dietéticos o de tiras reactivas para la leucemia… Y unos días antes de esta Semana Santa, la CNMC inspeccionó varias oficinas de Viajes el Corte Inglés, buscando pruebas de un presunto “cártel” de agencias de viaje para repartirse el mercado de viajes (nacionales e internacionales) de la Administración del Estado.
Todas estas multas son el final de largas investigaciones de la CNMC, de expedientes que generalmente se abren por alguna denuncia de un competidor (al margen del cártel que se reparte el mercado) o de alguna empresa que quiere evitar la multa, colaborando (evita más o menos según colabore antes o durante el expediente). Y a partir de ahí, lo difícil es demostrar estos acuerdos contra la competencia, conseguir pruebas y documentos, para lo que la CNMC llega hasta registrar las oficinas de las empresas implicadas. Pero eso a veces lleva a la nulidad del procedimiento, como acaba de resolver el Supremo (fallo del 28 de febrero 2023) en el caso de la inspección (en 2017) en la sede de Altadis. Lo mismo pasó en 2014, con una sentencia que anuló el registro a UNESA y 5 eléctricas o con la inspección a la sede de Transmediterránea (el Supremo anuló las dos multas en 2015). En otros casos (multa a las telecos), el Supremo anuló las multas (enero 2019) por “fallos en la investigación”.
Pero esta es la 2ª fase de los problemas con que se encuentra la CNMC al luchar contra los acuerdos de repartos de mercados y precios: las sentencias del Supremo (que tardan años), tribunal al que recurren las empresas investigadas una vez que hay una decisión en primera instancia, en la Audiencia Nacional (AN). Y aquí está el primer problema de la CNMC: la AN suspende de forma cautelar las multas impuestas a las empresas por acordar mercados y precios. Lo lleva haciendo años, pero la gota que ha colmado el vaso de la CNMC han sido las sentencias (dictadas entre septiembre de 2022 y el 1 de febrero de 2023) que suspenden las multas impuestas en julio de 2022 (203,6 millones) a las 6 grandes constructoras españolas a las que la CNMC acusa de pactar precios durante 25 años.
Con estos fallos recientes de la Audiencia Nacional, la presidenta de la CNMC, Cani Fernández, compareció el 23 de marzo en el Congreso y denunció la situación ante los parlamentarios (que la eligieron en junio de 2020, con los votos en contra de PP, Vox y Ciudadanos): acusó a la Audiencia Nacional de boicotear las sanciones que impone a las empresas al suspender de forma cautelar “todas y cada una de las multas”. Y además, impide con ello que se cumpla el mandato legal de que estas empresas multadas no puedan contratar con la Administración. La presidenta de la CNMC, abogada, señaló que la Audiencia Nacional suspende las multas porque considera que entre el interés general y el perjuicio que puede provocar a la empresa sancionada, “siempre prima lo segundo”, el daño económico a la empresa sancionada.
La presidenta de la CNMC pidió ayuda a los diputados, aportando los datos que reflejan la impotencia de su trabajo frente a las grandes empresas investigadas y sancionadas: entre el año 2000 y el 2012, la CNMC ha impuesto más de 1.153 millones de euros en sanciones a empresas que incumplieron la legislación sobre competencia, pero sólo ha podido recaudar 290,4 millones de euros. Las grandes empresas afectadas cuentan con el apoyo de potentes bufetes de abogados, que recurren primero ante la Audiencia Nacional, que suspende las multas, les deja seguir contratando con la Administración y luego tarda años en decidir sobre el fondo del expediente (todavía no ha decidido sobre el expediente a los grandes bancos, de 2018), rechazando la mayoría. Y todavía les queda a las empresas recurrir al Supremo, que son más años de retraso y muchas sentencias favorables, por defectos de forma en la tramitación. Y frente a estas poderosas empresas y sus bufetes, la CNMC cuenta con pocos medios: 272 funcionarios y 370 empleados más, para vigilar los sectores prioritarios y la competencia en toda la economía (ahora vigilan los precios de los alimentos).
El tema es serio y preocupante, porque en la lista de empresas “pilladas” en manipulación de mercados y precios está lo más granado del empresariado español. Y porque este “modus operandi”, anticompetitivo e ilegal, nos cuesta mucho dinero a los consumidores y a muchas empresas, que pagan precios más altos de los debidos. Para intentar resolverlo, el PSOE ha presentado varias enmiendas (aprovechando la tramitación de la Autoridad de Defensa del Cliente Financiero, algo que nada tiene que ver) para cambiar aspectos de la Ley de Defensa de la Competencia y dar más “armas legales” al trabajo de la CNMC. Por un lado, proponen subir las multas a las empresas que se repartan mercados, con un máximo de 50 millones, pero aplicando además un porcentaje sobre sus ventas mundiales (que puede llegar al 10%, cuando ahora el máximo es el 6,4% de las ventas nacionales).Y se ampliarán también las multas a los directivos implicados (de 60.000 a 400.000 euros). Eso sí, se mejora el trato a las empresas que colaboren con la CNMC aportando pruebas. Además, se propone ampliar el plazo del procedimiento, de los 18 meses actuales a 24 meses.
Todos estos cambios se debaten ahora en el Congreso, en Comisión, y podrían ser aprobados para otoño, lo que facilitaría la tarea de la CNMC. Pero queda reforzar los medios de la CNMC, para que cometan menos fallos en la gestión de los expedientes. Y sobre todo, urge un cambio sustancial en los jueces, tanto en la Audiencia Nacional como en el Supremo: no pueden seguir “tolerando” estos comportamientos con unas sentencias favorables a los más poderosos, en perjuicio de los ciudadanos. De acuerdo, hay que probar los delitos, hay que vigilar las garantías jurídicas del proceso, pero estos “delitos de guante blanco” no pueden quedar tan impunes como ahora. Nos están robando (presuntamente).
jueves, 12 de enero de 2023
Las telecos vuelven a subir tarifas
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Enrique Ortega |
Todo sube y también las tarifas de móvil e Internet. Abre las subidas la teleco líder, Movistar, que aumenta este viernes, 13 de enero, sus tarifas una media del 6,8%, entre 1 y 6 euros más al mes. También suben los paquetes “low cost” de O2, de 30 a 35 euros. En el caso de Vodafone, los nuevos precios entran en vigor el 22 de enero y suponen una subida media del 8,1% (6,5% para los clientes actuales). En sus paquetes, la subida media es de 5,50 euros mensuales y para las tarifas de móvil oscila entre 1,60 y 2,60 euros mensuales. Orange anuncia que subirá sus tarifas el 12 de marzo: 2 euros de media los paquetes de Internet y móvil y 5 euros los que incluyen fútbol. Y MásMóvil ya subió a finales de 2022 sus tarifas, en algunas marcas (Yoigo, MásMóvil y Virgin), entre 1 y 3 euros mensuales, lo que afectó al 20% de sus clientes. Ambos podrían estudiar nuevas subidas después de que la Comisión Europea autorice su fusión este año.
Esta nueva subida de las telecos es distinta a la de otros años. Por un lado, es el 2º año en que no aplican la justificación del “más por más”: más tarifa a cambio de más velocidad o más datos. Este año, como en 2022, la justificación está en el aumento de costes (energía, personal, transporte, materias primas, equipos, deuda…) y no ofrecen a cambio más servicios. La otra novedad es que se abre la vía en el contrato a futuras subidas según evolucione la inflación. Vodafone anunció en agosto que introduce una clausula en sus contratos por la que subirá las tarifas cada año, en el primer trimestre, según lo que haya subida el IPC en el año anterior (entre octubre de un año y septiembre del siguiente). Así que será algo “automático”, como la revisión de alquileres. Es algo que Vodafone ya aplica a sus clientes en Reino Unido y que extenderá a otros paises europeos. De momento, ni Movistar ni Orange o MásMóvil tienen esta cláusula en sus contratos, pero todos parecen a favor del cambio, que evitaría “peleas” y estabilizaría sus cuentas.
Esta nueva subida de 2023 es la 9ª subida consecutiva en las tarifas de móviles e Internet. Empezaron en 2015, tras las fuertes bajadas de precios hechas entre 2009 y 2014, en medio de una lucha salvaje por el mercado de las telecomunicaciones. En estos 8 años anteriores, la tónica de las subidas fue similar: un aumento de precios de 2 a 3 euros al mes, una o dos veces al año (en febrero y verano), con la justificación de que a cambio nos daban “más por más” (más datos y más velocidad), aunque los clientes no lo pedían ni lo necesitaban. Y no quedaba otra opción que “tragar con la subida” y pagar más o cambiarse a otra teleco de la competencia, primero más barata, pero que acababa subiendo igual.
Por este camino, de pequeñas subidas anuales, los paquetes de móvil e Internet han subido entre 27 y 36 euros desde 2015 a 2023. Eso supone que estamos pagando ahora entre 324 y 432 euros más al año por estar conectados que hace 9 años, sin ser muy conscientes de esta subida porque nos la han hecho poco a poco. Una subida media del +35% desde 2015, muy superior a lo que ha subido la inflación estos años (+19,1%) y sobre todo, mucho mayor de lo que han subido los salarios (+13,40% subieron los convenios).
Lo peor no es que cada año nos suban los móviles e Internet, sino que los usuarios sufrimos una política de tarifas “de locos”, que perjudica a los clientes antiguos “fieles” en beneficio de los clientes nuevos, que consiguen mejores tarifas de entrada al cambiarse de compañía. Lo que está pasando, desde 2015, es que los clientes antiguos sufren subidas anuales (+35% en 9 años) mientras las mismas telecos se dedican a lanzar ofertas “low cost” a través de segundas marcas, con las que “tiran precios” para conseguir nuevos clientes y sustituir a los cientos de miles que les roban cada año las nuevas telecos. Un “doble rasero” que ya hemos visto en las aseguradoras: subidas a los clientes antiguos y ofertas a la mitad de precio a los nuevos. Así, estamos pagando 80 euros al mes de media por un paquete de móvil e Internet (y más de 100 con fútbol), mientras la misma gran teleco (a través de sus marcas “low cost”: O2, Lowi, Simyo) ofrece por 35 euros un servicio básico de móvil e Internet…
Esta locura de tarifas (y de ofertas en verano o Navidad, para complicar aún más el mercado) es fruto de la tremenda competencia entre las telecos, tanto entre las cuatro grandes (Movistar, Orange, Vodafone y MásMóvil) como sobre todo entre ellas y las nuevas operadoras (Digi, Finetwork, Avatel o Adamo), que no tienen casi red y alquilan la de los grandes para competir con ellos, aprovechando sus menores costes e inversiones. El resultado es que España tiene unas “tarifas escaparate” (las más bajas, aunque no sean las más usadas) de móviles e Internet que son de las más bajas de Europa, según el Informe DESI 2022 de la UE: Rumanía, España, Polonia, Estonia y Eslovenia, Lituania y Suecia “tienen los precios más bajos”, por debajo de los de Alemania, Paises Bajos, Irlanda, Austria, Italia o Finlandia y muy por debajo de los de Bélgica, Francia, Grecia. Claro que habría que dedicar unos minutos al mes para cazar las gangas y cambiarse…
Parece que esto es lo que hacen muchos españoles, según los llamativos datos de “fuga de clientes” entre las telecos: en 2021 y 2022, las tres grandes telecos (Movistar, Orange y Vodafone) han perdido 2,5 millones de líneas (clientes), según los datos de la Comisión de la Competencia (CNMC). En 2021 perdieron 1,5 millones y en 2022 han perdido otro millón de clientes: la mayoría son de Movistar (perdió 330.000 líneas de móviles y 298.300 de fibra/Internet)), Vodafone (ha perdido 165.000 líneas de móvil y 111.500 fijas) y Orange (perdió 236.500 líneas de móvil en 2022, pero ganó 47.800 clientes de Internet fijo). Y la teleco ganadora de estas fugas ha sido la rumana Digi (ha ganado 466.000 líneas de móvil y 115.000 líneas fijas y de Internet), ganando más del 60% de los clientes fugados de Movistar y más del 50% de los fugados de Orange y Vodafone. También tuvo un saldo ganador en 2022 MásMóvil (+58.400 líneas móviles y +121.000 líneas fijas y de Internet), aunque pequeño, tras 5 años siendo “la pequeña teleco que robaba más clientes a las grandes”.
Los internautas españoles son “los europeos más proclives a cambiar de teleco”, según una Encuesta realizada por JP Morgan en varios paises. En telefonía móvil, un 44% de españoles se muestra dispuesto a cambiar de operador si le suben los precios (sólo un 17% dicen que no cambiarían), frente a un 40% en Francia, un 33% en Alemania, un 30% en Reino Unido y un 29% en EEUU. Y en banda ancha de acceso a Internet, pasa lo mismo: un 45% está dispuesto a cambiar en España, un 40% en Francia, un 32% en Alemania, un 31% en Reino Unido y un 29% en EEUU. Según este informe, en España hay más “fugas” de clientes porque hay una mayor diferencia de precios entre las telecos y porque hay más competencia: 8 operadores frente a una media de 4 operadores en la mayoría de Europa y USA.
España, se quejan las grandes operadoras, es el país europeo con más competencia, donde las grandes telecos han visto, año tras año, cómo les roban clientes pequeñas operadoras que ganan tamaño, gracias a un catálogo muy simple (las ofertas de las grandes son un galimatías), precios imbatibles (que además no suben cada año) y un buen servicio de atención al cliente (tienen menos clientes y los atienden mejor que los grandes, que han recortado plantillas). Además, en 2022, los tres grandes operadores han eliminado o subido sus tarifas más asequibles, que ahora rozan los 35 euros mensuales, frente a los 25 euros del paquete básico de Digi, la teleco rumana que lidera el grupo de las nuevas operadoras, con 3,6 millones de clientes de móviles y 746.000 clientes de fibra. Entró en el mercado español en 2008, utilizando la red de Telefónica, y ha aprovechado sus crecientes ingresos para crear una red propia en las zonas más rentables (más pobladas), con ofertas sencillas y baratas, apoyada en una amplia red de empleados (5.500). Este año, Digi podría dar un salto, si la Comisión Europea fuerza a Orange y MásMóvil a vender una parte de su red a cambio de autorizar su fusión, red que podría comprar Digi. Y se repetiría la historia de MásMóvil, que se convirtió en el 4º mayor operador gracias a que, en 2015, se autorizó la fusión de Orange y Jazztel con la condición de que vendieran parte de su red (que compró MásMóvil…).
Junto a Digi, hay otros tres operadores sin red, que podrían crecer en los próximos años “robando clientes” a los tres grandes (Orange-Mas Móvil, Movistar y Vodafone). El 5º mayor operador es Finetwork, creado en 2015 en la zona de Villena (Alicante), que utiliza la red de Vodafone y tiene ya 875.000 clientes de móviles y 200.000 de fibra, tras una fuerte apuesta por los patrocinios en el deporte (Federación de Fútbol, Betis…). Le sigue Avatel, surgido en 2011 en la zona de Marbella y Mijas (ofrece cobertura móvil con Movistar), con un nicho de mercado en el litoral mediterráneo y que cuenta ya con 400.000 clientes. Y el 7º operador es Adamo Telecom, controlado por el Fondo francés Ardian, surgido en 2016 y que apuesta por una cobertura propia de fibra rápida en las zonas rurales de 14 autonomías (en paralelo ofrece servicios móviles de 4G a través de MásMóvil).
Esta múltiple oferta ha provocado una continua “guerra de tarifas” que ha hundido las cuentas del sector, que son “otra locura”: las grandes telecos que operan en España tienen cada vez más clientes, más conectados, pero ingresan menos que hace una década: la facturación del sector se ha reducido un 25%, cayendo de un máximo de 44.080 millones en 2008 a 32.693 millones en 2021. La explicación es que “ofrecen más por menos”: el índice de precios de los servicios de telecomunicaciones ha caído un -23% en los últimos 20 años (mientras el IPC subía +50%). Y las tarifas de móviles han caído un -32% desde 2008, según la CNMC. Esa caída de ingresos se suma a que en esta última década han tenido que multiplicar sus inversiones, tanto en ampliar la red de fibra como en desarrollar el 4G y el 5G (5.000 millones), a costa del capital y de multiplicar su deuda. El resultado es que sus ingresos son mediocres y también sus beneficios (2021): 3.377 millones Telefónica, 1.251 Orange, 957 Vodafone y 949 Más Móvil. Y por eso, cae año tras año su valor en Bolsa.
Para “salir de este bucle”, las telecos han buscado diversos caminos. Uno ha sido recortar gastos, sobre todo reduciendo plantillas, lo que notamos los clientes en una peor atención (como pasa con la banca): desde 2002 a 2021, las telecos que operan en España han recortado 38.252 empleos, un 46% de las plantillas. Otra vía seguida ha sido vender activos, sobre todo torres de telefonía (a Cellnex y American Tower), y alquilar redes (a competidores), Un tercer camino, emprendido en los últimos dos años, ha sido diversificar el negocio, abrirse a nuevas actividades, aprovechando que tienen 54 millones de clientes a los que intentan ahora “vender otras cosas” : alarmas (Movistar, Yoigo, Vodafone), energía (luz y gas), seguros de salud, banca (Orange Bank) y créditos (MásMóvil)… Y en su negocio, buscan obtener más rentabilidad del Internet de las cosas, donde ya rondan los 10 millones de clientes, sobre todo empresas, operadores de logística, flotas, energías renovables, agricultura, gestión de aguas y residuos, un nuevo negocio con el mayor potencial.
Pero todas estas vías son insuficientes, no bastan para que las telecos levanten cabeza y sean un negocio con los beneficios de otros sectores muy rentables que también tienen millones de clientes (eléctricas, petroleras o bancos). Por eso, llevan años quejándose de que el problema está en que hay demasiada competencia, que hay demasiados operadores, que compiten sin haber invertido en redes, porque los Gobiernos han fomentado su existencia. Y creen que es un problema de toda Europa, aunque agravado en España: el continente tiene 98 empresas de telecomunicaciones mientras EEUU solo tiene 3 grandes (Verizon, T-Mobile y ATT), como China (China Mobile, China Unicom y China Telecom) o Japón (Softbank, NTT y KDDI). Y ese enorme tamaño de norteamericanos y asiáticos (Verizon tiene 114 millones de clientes y China Mobile opera con 900 millones frente a 40 millones que tiene la teleco líder en Europa, Deutsche Telecom) es lo que les permite ingresar más, invertir más, competir mejor con Europa y ofrecer mejores servicios a sus clientes. Y además, en España hay 8 operadores, frente a tres o cuatro en los principales paises europeos.
Sobre esta base, las grandes telecos europeas llevan años pidiendo a la Comisión Europea que cambie de postura y en lugar de prohibir las fusiones (en 2016 bloqueó la venta de la filial británica de Telefónica, O2, a la china Hutchinson Whampoa) las aliente, empezando por autorizar este año la fusión de Orange y MásMóvil, que crearía la mayor teleco en España (43% del mercado), por delante de Movistar (28%) y Vodafone (22%). Y que se faciliten las fusiones en otros paises, para configurar sólo 6 grandes telecos en Europa: Deutsche Telecom, Telefónica, Orange, Vodafone, Tella Sonera (Suecia) y Telecom Italia. Así, reiteran, podrían invertir más y competir mejor con las telecos USA y asiáticas, en beneficio de los europeos. Todo apunta a que ahora, las fusiones son imparables. Y con ellas, tendremos menos operadores, más fuertes, que nos impondrán tarifas y condiciones, como se ha visto con las eléctricas, petroleras y bancos. Es lo que viene. Y pagaremos lo que nos cobren, porque no podemos vivir sin estar conectados. Cueste lo que cueste.