jueves, 29 de diciembre de 2022

Nuevas ayudas contra la inflación

El Gobierno ha prorrogado 6 meses las medidas más eficaces contra la inflación: bajada impuestos a luz y gas, ayudas al transporte público, tope a la revisión de alquileres y ayudas a las familias más vulnerables. Además, mantiene la bonificación de 20 céntimos a los carburantes para profesionales, quitándola al resto. Y aprueba dos medidas nuevas: un cheque de 200 euros para 4,7 millones de familias con menos ingresos y la rebaja del IVA a algunos alimentos. Medida que pedían hipermercados, supermercados y el PP, pero que es poco efectiva: la leche bajará 4 céntimos, el pan 2 y los huevos 8el chocolate del loro. Urge vigilar la formación de precios y evitar márgenes abusivos entre el campo y las estanterías. Las nuevas ayudas (10.000 millones) paliarán la inflación, pero la clave es que Europa aplique su tope al gas y a la electricidad y ayude a parar (o ganar) la guerra en Ucrania. Y mientras, que apruebe un Fondo de ayudas europeas contra la inflación, como hizo cuando el COVID.

Enrique Ortega a partir de El Capitán Trueno de Víctor Mora y Ambrós

La inflación ha bajado en los últimos 4 meses en España (del +10,8% en julio al +6,8% en noviembre, según el INE), situándose cerca de donde estaba hace un año (+6,5% en diciembre 2021). Y también baja, aunque mucho menos, en la zona euro: del 10,6% máximo en octubre al 10,1% en noviembre, aunque en Alemania los precios suben +11,3%, en Italia +12,6%, en Francia +7,1%, en Polonia +16,1% y en Letonia +21,7%, según Eurostat. Pero lo importante es que el invierno se ha retrasado y es más suave en Europa, que tiene cubiertas sus reservas de gas y petróleo, lo que ha frenado (momentáneamente) la subida del petróleo y del gas, aunque se mantienen las subidas de los alimentos (+15,3% anual en España).

La energía está dando una tregua a esta crisis de inflación, tras más de un año de alzas, anteriores a la invasión de Ucrania (24-F). El petróleo Brent cotiza hoy a 81,5 dólares por barril, por debajo de los 97,9 dólares que costaba el 23-F y muy lejos de los 129,49 dólares que llegó a costar el 9 de marzo, un precio que rozó en junio (123,83 el día 8), aunque luego bajó y en diciembre costó incluso 77,12 dólares (ver gráfico evolución precio crudo). Esta bajada del petróleo ha propiciado que los carburantes cuesten hoy casi como antes de la invasión de Ucrania, tras bajar semana a semana en diciembre: la gasolina cuesta algo menos (1,5906 euros por litro frente a 1,5910 el 23-F) y el gasóleo algo más (1,6433 euros por litro frente a 1,479 euros antes de la invasión), aunque ambos carburantes han bajado sensiblemente desde el verano (costaron más de 2 euros el litro en julio).

La otra energía clave que está bajando es el gas natural, que hoy cotiza en España a 69,83 euros/MWh, por debajo del precio que tenía antes de la invasión de Ucrania (78,76 euros), aunque alcanzó un precio máximo de 230,39 euros/MWh el 31 de agosto. Y en Europa, el indicador TTF señala hoy un precio de 81,35 euros/MWh, también inferior al de antes de la invasión (88,89 euros) y muy alejado de ese máximo histórico de 346 euros que alcanzó el 31 de agosto. Este menor precio del gas ha servido para rebajar el coste de la luz en toda Europa, desde los máximos que alcanzó en julio y agosto. Pero en el caso de España, la bajada de la luz ha sido más drástica, gracias sobre todo a la excepción ibérica”, ayudada por el aumento de las energías eólica y solar.

España y Portugal consiguieron que una Cumbre Europea aprobara, el 8 de junio de 2022, la llamada “excepción ibérica”, justificada en que la Península es una “isla energética” (sólo se importa el 3% de la electricidad) y ha conseguido un alto porcentaje de electricidad “renovable” (47% en 2021): se autorizó poner un tope al precio del gas (primero 40 euros y luego hasta 70 euros/MWh) utilizado en la generación de electricidad, hasta el 31 de mayo de 2023. Con ello, las demás energías (hidráulica, nuclear, térmica de carbón y renovables) no cobrarán por la luz que produzcan el precio del gas, sino el tope fijado (menor), lo que bajará el precio mayorista de la electricidad. Y las térmicas de gas reciben una compensación.

El efecto de la “excepción ibérica” en los precios mayoristas de la electricidad ha sido decisivo. Si la luz en origen llegó a costar 544,52 euros/MWh el 9 de marzo (al dispararse el precio del gas por la guerra) y se mantuvo en 214 euros el 14 de marzo, este precio mayorista empezó a bajar el 15 de junio, al entrar el vigor la “excepción ibérica: ese día costó 165,59 euros/MWh. Y cinco meses después, el 15 de noviembre, estaba en 109,66 euros, bajando  hasta los 36,41 euros el 24 de diciembre. Incluso sumando a ese precio la compensación a las eléctricas por la diferencia en el precio del gas (compensación que pagamos los consumidores), el precio mayorista final (que supone la mitad de la factura: el resto son cargos fijos e impuestos) es más bajo que antes. Para hoy, 29 de diciembre, el precio mayorista (con compensación) queda en 16,15 euros/MWh, la mitad que en Franciael precio más bajo de todo el año 2022 y desde febrero de 2021 (ver gráfico evolución precios).

 El Gobierno estima que los usuarios nos hemos ahorrado en la factura de la luz, estos 6 meses, más de 4.000 millones de euros, un ahorro medio de 150 euros anuales por hogar, gracias a la excepción ibérica. Y con ella, hemos pagado la luz un 54% más barata que Alemania, un 59% menos que Francia y un 63% menos que Italia... Un balance muy positivo para una medida que el PP calificó de “timo ibérico”.

Bajan el petróleo, los carburantes, el gas  y la electricidad en los últimos meses, pero siguen subiendo los alimentos, un 15,3% anual en noviembre, según el INE, más del cuatro veces lo que subían hace un año (+3,3% en noviembre 2021). Y lo peor es que hay 18 alimentos básicos que suben más del 10%: azúcar (+50,2%), harinas y otros cereales (+37,6%), mantequilla (+37,5%), leche entera (+30,9%), huevos (+27,1%), aceite de oliva (+25,9%), patatas (+20,5%), queso (+20,3%), carne de ave (+16,6%), pizza (+16,4%), arroz (+15,3%), pan (+14,9%), legumbres y hortalizas (+14,6%), sal y especias (+14,3%), pescado congelado (+13,6%), carne de vacuno (+13,2%), carne de cerdo (+13,2%) y pescado fresco (+10,4%). Ahora, con la Navidad, aún están subiendo más el pescado, los mariscos, las carnes y todos los dulces, además del resto de los alimentos, que no se espera empiecen a bajar hasta enero, afectando sobre todo a los hogares más vulnerables.

Aunque el resto de los precios estén más controlados, la inflación de fondo (subyacente: sin energía y alimentos) es muy alta, en el +6,3%, el triple que en diciembre pasado (+2,1%), lo que indica que la inflación se ha generalizado, contagiando a todos los sectores. Y además, los precios de la energía, desde el gas y el petróleo a los carburantes y la electricidad, pueden remontar en los próximos meses, si el frío arrecia como es de esperar. Por todo ello, el Gobierno Sánchez aprobó este martes un tercer paquete de ayudas contra la inflación, tras los aprobados en marzo (para el 2º trimestre) y junio (para el 2º semestre). Las ayudas (ver cuadro resumen) son en general por 6 meses, hasta junio de 2023, y costarán 10.000 millones de euros, a sumar a los 35.500 millones gastados ya en las ayudas anteriores.

La mayoría de las medidas aprobadas ahora prorrogan las aprobadas en marzo y junio. La principal, la rebaja de impuestos a la luz y el gas (que ha costado 6.500 millones este año): se mantiene la prórroga del IVA al 5% (antes era el 10%) a la luz y el gas, se mantiene la supresión del tributo del 7% a la generación eléctrica (aprobado por Rajoy en 2012) y se continúa con la reducción del impuesto especial a la electricidad al 0,5%, además de mantener la tarifa especial para el gas para calefacción (incluidas comunidades de vecinos) y el precio máximo de la bombona de butano (19,55 euros).

También se mantiene hasta el 31 de diciembre de 2023 el tope del 2% a la revisión anual de los alquileres, con la excepción de congelar los alquileres que se acaben entre el 1 y 30 de junio (se prorrogan 6 meses sin actualización). Y se prorroga 6 meses la prohibición de los desahucios para hogares vulnerables, prohibiéndose durante todo 2023 el corte de suministros esenciales (luz, gas y conectividad). Y se mantiene el bono social (ampliado en 2022) y se suben un 15% el ingreso mínimo vital y las pensiones no contributivas (las pensiones contributivas suben un 8,5% en 2023). Y se mantiene durante todo 2023 la gratuidad en los abonos de Renfe de Cercanías, Rodalies y Media Distancia, subvencionando el 30% del transporte público urbano e interurbano (Ojo: la novedad es que Ayuntamientos y autonomías tienen que subvencionar otro 20%, porque si no, el Gobierno no financia).

Otra ayuda actual se modifica: el 1 de enero, se suprime la bonificación de 20 céntimos a los carburantes (vigente desde el 1 de abril) que reposten los conductores particulares, debido a su alto coste (4.269 millones), a que aumenta el consumo y las emisiones, favoreciendo a las rentas más altas y a que el precio de los carburantes, aún sin la ayuda de 20 céntimos, es menor ahora que en abril: la gasolina cuesta esta semana 1,5906 (costaba 1,8182 el 31 de marzo) y el gasóleo 1,643 euros (costaba 1,8371 euros). En cambio, se mantiene la bonificación de 20 céntimos por litro a los transportistas (10 céntimos en el 2º trimestre), agricultores y ganaderos y pescadores. Y otra novedad: se ayuda a la industria que consume mucho gas (cerámica y otras), con 450 millones en ayudas, 500 millones en créditos ICO y un Plan (PERTE) de descarbonización industrial (3.100 millones). Y se incluyen 300 millones para compensar a los agricultores de la subida de los fertilizantes.

La “medida estrella” de este tercer paquete de ayudas es la rebaja del IVA a algunos alimentos, no a todos como pedían la industria alimentaria, supermercados y PP. Y eso, no sólo por su alto coste sino porque España es de los paises europeos con más alimentos al tipo superreducido del 4% (que sólo existe en España, Francia, Irlanda y Luxemburgo): en Alemania, la mayoría de los alimentos pagan el 7% del IVA  y en Francia un 5,5%. Ahora, el Gobierno ha optado por una medida intermedia: baja del 4% al 0% el IVA que pagarán los alimentos básicos desde el 1 de enero: pan, harinas, leche, queso, huevos, frutas, verduras, hortalizas, legumbres, tubérculos y cereales. Y baja del 10 al 5% el IVA de los aceites y pastas, sin aplicar esta rebaja a la carne, pescado, agua, conservas y productos de higiene.

Esta rebaja del IVA a los alimentos estará en vigor hasta que la inflación subyacente (hoy en el 6,3%) baje del 5,5%. Y tiene 3 problemas. Primero, que beneficia más a los que más tienen: las familias con más ingresos ahorrarán 400 de los 661 millones que supone la medida. Segundo y fundamental, que existe el riesgo de que la rebaja de impuestos no se traslade íntegramente a los precios al consumidor, como ya sucedió cuando bajó el IVA de las entradas de cine. El Gobierno dice que lo va a vigilar y que “habrá sanciones para los que no trasladen la rebaja del IVA”… Pero no es fácil vigilar los precios de 7.000 productos en 24.000 establecimientos. Y tercero, esta rebaja, muy “vistosa” es “el chocolate del loro”, supone apenas unos céntimos. Basten algunos ejemplos: una barra de pan debería bajar 2 céntimos, un litro de leche 4 céntimos (sobre 0,95 euros), una docena de huevos 8 céntimos y un kilo de naranjas 6 céntimos (sobre 1,59 euros/kilo). Una rebaja que apenas notaremos los consumidores. La verdadera rebaja se conseguiría recortando los márgenes en el camino de los alimentos desde el campo al súper, donde cuadruplican su precio.

Por último, el tercer paquete de medidas busca ayudar directamente a las familias más vulnerables: aprueba un cheque de 200 euros para paliar la inflación, que podrán solicitar a Hacienda desde el 15 de febrero y recibir directamente en su cuenta las familias con ingresos inferiores a 27.000 euros (y menos de 75.000 euros de patrimonio, excluida la vivienda habitual) y que no reciban pensión ni el ingreso mínimo vital. Cheque que llegará a 4.200.000 familias (1 de cada 4,5 existentes), quizás no todas las que lo necesitan, dado que Cáritas estima que hay 6 millones de familias “muy vulnerables”, que no pueden hacer frente a la alta inflación.

Ahora, la clave del éxito de estas ayudas está en la situación internacional, en que no repunten los precios de la energía y los alimentos. Pero también depende de que las autoridades europeas sigan interviniendo en los mercados, para que funcionen y no se generen márgenes y beneficios injustificados. El 19 de diciembre, los ministros de Energía dieron un salto de gigante, al aprobar por fin un tope al precio del gas que compren los europeos, fijado en 180 euros/MWH durante 3 días (o que el precio del indicador europeo TTF supere en 35 euros el precio de los mercados internacionales). Además, aprobaron por fin las compras conjuntas de gas en 2023 (como hicieron con las vacunas del COVID), planes de solidaridad entre paises y acelerar los permisos para las instalaciones renovables.

Está bien, pero es insuficiente. Porque la bajada de temperaturas y las contramedidas de Putin (no venderá petróleo ni gas con precio topado) permiten esperar nuevas alzas de precios, en la energía y en las materias primas y los alimentos en 2023. Y si no hay paz en Ucrania, los precios seguirán altos en Europa, que además sufrirá los nefastos efectos de la subida de tipos (van 4 y seguirán en 2023, según el BCE), que no ayudan a bajar los precios (están más altos que antes de la 1ª subida, en julio) pero sí encarecen los créditos e hipotecas  de empresas y familias, favoreciendo la recesión en Europa.

Por todo ello, los dirigentes europeos deberían aprobar un paquete de ayudas para toda la UE en 2023, como hicieron con las ayudas contra la COVID (Plan de recuperación) en lugar de aprobar ayudas cada país, más los más ricos: Alemania anunció ayudas por 200.000 millones para compensar a sus empresas y familias, lo que favorece la competencia desleal en Europa, donde van a seguirle (con menos recursos), Francia, Italia, Holanda o Bélgica. Hasta ahora, ya sabemos lo que ha pasado: que los paises ricos de Europa se permiten gastar mucho más que los pobres, según Bruegel: 264.200 millones en ayudas lleva Alemania (7,33% del PIB), 97.000 Reino Unido (3,66%), 71.600 Francia (2,86% PIB), 62.600 Italia (3,51%), 38.500 España (3,19% PIB), frente a 12.400 millones Polonia (0,47% PIB), 10.500 Grecia (5,77%), 7.000 Portugal (3,2%) o 1.800 millones Bulgaria (1,29% PIB).

De ahí, que haya expertos que piden un Fondo europeo anti-inflación, de 1 billón de euros, financiado en parte con deuda europea (como el Fondo de Recuperación anti-COVID), con impuestos sobre multinacionales con beneficio extraordinarios y con nuevas fuentes de ingresos más remanentes de otras partidas presupuestarias. Este Fondo permitiría que los paises más pobres o con más deuda no se agobiaran tanto con las ayudas y repartiría más equitativamente el coste de esta crisis, como se hizo con la pandemia. Será difícil aprobarlo, pero también lo fue el Fondo de recuperación. Si no se acaba la guerra para el próximo verano, harán falta nuevas ayudas en otoño e invierno. Y no todos podrán pagarlas. Así que o paz o una mayor cooperación europea.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Los medicamentos vuelven a bajar

A partir del 1 de enero, notará que algunos medicamentos son más baratos, aunque sólo unos céntimos la mayoría. Bajan otro año más los precios de referencia, para rebajar la abultada factura en recetas y hospitales. Pero tiene dos efectos negativos. Uno, que agrava las débiles cuentas de miles de farmacias pequeñas, que venden más y ganan menos. Y otro, que desalienta a los laboratorios para vender en España, porque tenemos los medicamentos más baratos de Europa. Eso fomenta las exportaciones de medicinas (han crecido más del 40% en 2021 y 2022) y el desabastecimiento de algunos medicamentos en España (637 ahora). Además, las sucesivas rebajas de precios (15 desde 2010) han hecho que la mitad de las medicinas cuesten menos de 3,50 euros (pagamos entre 1 y 1,40 euros: menos que un café), lo que desalienta la investigación de nuevos fármacos. Urge ahorrar bajando las recetas, pero  evitando que falten medicamentos y  logrando que lleguen sin retraso los nuevos fármacos. Apostar por nuestra salud sin racanear.

Enrique Ortega

El aumento del gasto farmacéutico es una obsesión de todos los Gobiernos en las últimas dos décadas y sobre todo de las autonomías, que tienen que pagar la mayor parte de la factura (la otra parte la pagamos los pacientes, con los copagos). Y además, la previsión es que este gasto farmacéutico crezca más en el futuro, por el envejecimiento de la población, el aumento de las enfermedades crónicas y los nuevos medicamentos (cada vez más caros). Además, en España, el deterioro de la atención primaria fomenta que los médicos (sin tiempo para atender a los pacientes) receten más, a lo que se une un abuso de los antibióticos, los ansiolíticos y la automedicación. De hecho, las recetas han pasado de 706 millones en 2004 a más de 1.000 millones que se financiarán este año 2022.

El gasto farmacéutico se disparó en 2009, con un récord de recetas (casi 1.000 millones) y 12.505 millones de gasto en recetas más otros 4.000 millones de gasto farmacéutico en hospitales. A partir de 2010, se empezaron a bajar año tras año los precios de referencia, un sistema creado en 1997 por el que la sanidad pública (el SNS) sólo financia un precio máximo por cada medicamento recetado y si el fármaco tiene un precio superior, el farmacéutico está obligado a suministrar al paciente un medicamento más barato, preferentemente genérico (con la patente caducada). Es una forma de presionar a la baja los precios de los medicamentos de marca y forzar la venta de genéricos, más baratos, que ya suponen en España el 41% de los medicamentos vendidos (65% en Europa) y el 21% de las ventas.

La rebaja de los precios de referencia, desde 2010, surtió afecto, pero poco, ya que el gasto en recetas sólo bajó a 11.135 millones en 2011. Al llegar Rajoy a la Moncloa, en 2012, estableció un copago farmacéutico (los pacientes pagaban del 10 al 60% de la receta), que fue bastante efectivo: el gasto en recetas se redujo drásticamente en 2012 (9.770 millones) y 2013 (9.183 millones). Pero luego, el gasto en recetas volvió a aumentar en 2014 (9.360 millones) y año tras año, hasta 2019 (10.793 millones). En 2020, con la pandemia, el gasto en recetas  aumentó más (a 11.678 millones), pero sobre todo el gasto farmacéutico en hospitales (otros 7.883 millones, frente a 5.153 en 2014). Y en 2021, el gasto farmacéutico volvió a subir: 12.531 millones en recetas (+7,3%) y 8.425 millones (+6,9%) en hospitales, un total de 20.956 millones de euros, el 24% del gasto sanitario total. Y este año 2022, llevamos un gasto hasta septiembre de 16.122 millones, con lo que se podría cerrar el año con 21.500 millones de gasto farmacéutico en recetas y hospitales, todo un récord.

Frente a esta bola creciente del gasto farmacéutico, el Gobierno (este y los anteriores) han tomado dos medidas. Una, poco conocida, es la revisión mensual de precios de medicamentos, según van caducando las patentes y entran los genéricos: Sanidad envía una comunicación cada mes a los Colegios farmacéuticos con los precios que bajan, con el precio máximo que paga el SNS por un medicamento con receta. Y la segunda medida, a finales de cada año (en 2019 se hizo dos veces), es la publicación de una Orden con los nuevos precios de referencia y las nuevas agrupaciones de miles de medicamentos, que bajan de precio desde el 1 de enero, para ahorrar en el gasto en recetas y hospitales.

Esta vez, la Orden con los nuevos precios de referencia (BOE 28 noviembre) revisa los precios de 17.097 presentaciones de medicamentos, 13.552 dispensados en farmacias y 3.545 medicamentos hospitalarios, estableciendo los nuevos precios  a los que se financian desde el 1 de enero de 2023. La medida supondrá un ahorro de 270,89 millones en la factura farmacéutica pública (sólo un 1,25% del gasto esperado), que se repartirá entre un ahorro de 229,14 millones para los hospitales y 41,75 millones para las recetas en farmacia (que ahorrarán en su mayoría  las autonomías y poco los pacientes: pagaremos unos 4,7 millones menos en copagos en 2023). Este año, la rebaja de los precios de referencia es mayor que la hecha para 2022 (234,13 millones de ahorro) y para 2021 (170 millones).

Para la mayoría, los que compramos medicamentos con receta en la farmacia, esta nueva rebaja se va a notar poco, (ver listado con los nuevos precios). Veamos algunos ejemplos: crema Betnovate para la dermatitis (baja de 2,87 a 2,86 euros, -0,38%), Pulmicort, para el asma (baja de 3,08 a 3,06 euros, -0,65%), Climen para terapia hormonal menopausia (baja de 3,70 a 3,14%. -15%), Ursobilane para cálculos biliares (baja de 15,05 a 14,99 céntimos, -0,4%), heparina Clexane (baja de 40,62 a 38,29 euros, -5,73%), Equasym para el déficit de atención hipercinético (baja de 29,18 euros a 26,07, -10,6%) o Forsteo pluma recargada para la osteoporosis (baja de 317,27 euros a 252,16, -20,5%). Estos son los nuevos precios venta al público, no los que pagan los pacientes, que sólo abonan el copago (10% los jubilados y entre el 30 y el 40% del PVP los trabajadores). Así que en muchas de las 13.552 presentaciones rebajadas en las farmacias, la rebaja será de unos céntimos.

Los que sí van a notar esta nueva rebaja de los medicamentos (y van 15 ya) son las 22.164 farmacias que hay en España, sobre todo las más pequeñas (3.000 venden menos de 300.000 euros anuales) y especialmente las 858 farmacias rurales “con viabilidad económica comprometida”. Ya sufrieron una caída de ventas en 2020, con la pandemia, y aunque se recuperaron algo en 2021, su facturación vuelve a estancarse o caer en 2022, con la menor venta de test COVID y mascarillas. Lo que sucede a la mayoría de las farmacias es que dispensan más recetas y facturan menos, porque los precios de los medicamentos financiados llevan bajando desde 2010, además de los “sustos mensuales” (revisión adicional de algunos precios). Eso pone en riesgo la viabilidad económica de muchas farmacias,  claves en la atención sanitaria, como se ha visto con la pandemia: ven reducir su facturación mientras les aumentan los costes. Y tratan de buscar alternativas en las ventas sin receta (cremas y demás), que les suponen el 30% de los ingresos. Pero el núcleo de su actividad, las recetas (el 70% de las ventas) se resiente año tras año.

Otro riesgo de esta nueva bajada de precios de los medicamentos está en los laboratorios. Tras 15 años de rebajas de precios, los medicamentos en España son los más baratos de Europa, un 15% por debajo de la media de la eurozona. Y tras cada rebaja, los laboratorios (extranjeros y españoles) se ven desincentivados a vender en España, donde la mitad de los medicamentos cuestan menos de 3,50 euros, según Farmaindustria (y nosotros, con el copago, los pagamos entre 0,35 y 1,40 euros: más baratos que un café). Esta rebaja continuada de los precios de referencia provoca dos consecuencias: hay desabastecimiento de algunos medicamentos en España y cada vez más se desvían a otros mercados, sobre todo al centro y norte de Europa, donde los cobran más caros que en España.

El problema más serio es el desabastecimiento de algunos medicamentos en España, que se ha agravado en los últimos años, a pesar de que las últimas Órdenes de nuevos precios de referencia aplican excepciones y precios ponderados para determinados medicamentos esenciales, asegurando además un precio mínimo de 1,60 euros. Pero aún así, los farmacéuticos alertan que cada vez hay más medicamentos “en falta”, en concreto 637 hoy, según la web de la Agencia del Medicamento, que quita importancia al problema señalando que el desabastecimiento afecta sólo al 3,42% de las presentaciones. Pero la propia Agencia reconoce que el desabastecimiento de medicamentos ha crecido un 31% en el primer semestre de 2022. Según su informe, el 25,3% se deben a problemas de fabricación, otro 24,6% a déficit de capacidad en las plantas, un 22% a aumentos de la demanda y el 8% restante a problemas en el suministro de principios activos. Pero muchos expertos reiteran otra causa: con los bajos precios que tienen algunos medicamentos, a los laboratorios no les compensa producirlos. O les compensa más venderlos fuera de España, más caros.

Un indicador de lo que está pasando es el tremendo salto que han dado las exportaciones de medicamentos desde España, sobre todo en 2021 y 2022: ya saltaron de 7.162 millones de euros exportados en 2007 a 10.482 en 2012 y luego volvieron a saltar a 12.558 millones en 2020, para crecer más del 40% el año pasado y este: 17.646 millones exportados en medicamentos en 2021 y 20.017 en 2022, sólo entre enero y octubre, lo que duplicarán este año las exportaciones de medicamentos de antes de la pandemia. Los medicamentos son la 3ª mayor partida exportadora de España, tras los coches y los derivados del petróleo. Y las principales exportaciones han ido,  en 2022,  a Bélgica, Suiza, China y Francia.

Los recortes continuados en el precio de los medicamentos (que apenas suponen ahorro en la factura farmacéutica), no sólo ponen  en peligro las cuentas de muchas farmacias y provocan desabastecimiento de medicamentos sino que además, desincentivan la llegada a España de nuevos fármacos innovadores. Los datos son muy explícitos. Por un lado, los españoles sólo accedemos a la mitad de los nuevos medicamentos que se autorizan en Europa: en 2022, solo estaban disponibles en España 85 de los 160 nuevos fármacos autorizados en Europa entre 2017 y 2020, según la patronal Farmaindustria. Un porcentaje (53%) que, además, baja año tras año (llegaron el 62% en 2018) y es muy inferior al de Alemania (llegan el 92% de los nuevos fármacos), Italia (79%), Reino Unido (68%) o Francia (62%). Y además de no llegar la mitad, los nuevos fármacos que llegan tardan 517 días en autorizarse su inclusión para financiarlos, frente a 337 días de media en Europa (y los 180 días que debería tardarse legalmente).

Los dos problemas, nuevos medicamentos que no llegan y otros que tardan demasiado en poder recetarse, tienen una causa común: los bajos precios que se pagan en España. Hay una negociación permanente entre Sanidad y los laboratorios para fijar el coste de los nuevos fármacos, donde algunos laboratorios intentan “abusar” con los precios que piden y Sanidad intenta “ahorrar en la factura farmacéutica” retrasando la autorización, a costa ambos de los pacientes que esperan un nuevo fármaco para sus dolencias (muchas graves).

Además, el racaneo en los precios de los nuevos medicamentos (una parte justificado y otra no) disuade también a los laboratorios para investigar en España, máxime cuando el proceso de crear un nuevo medicamento tarda de 10 a 12 años y sólo 3 de cada 10 nuevos medicamentos generan retornos suficientes como para compensar la inversión realizada en la investigación, según Farmaindustria. Eso sí, España compensa a los grandes laboratorios por su excelente sanidad hospitalaria y el potencial investigador de nuestras Universidades, lo que se traduce es que somos el país líder en Europa en ensayos clínicos de nuevos medicamentos y el 2º del mundo, tras EEUU. Y esta es una baza que utiliza Sanidad, la aportación pública a la investigación, para intentar pagar menos por los nuevos fármacos.

Otro factor a tener en cuenta, según la industria farmacéutica, es que la inversión en nuevos medicamentos acaba ahorrando costes al sistema sanitario: por cada euro invertido en fármacos innovadores, se ahorran entre 2 y 7 euros en prestaciones sanitarias (consultas, ingresos hospitalarios e intervenciones), según algunos estudios. Eso sí, en España, las bajadas de precios y los intentos de ahorro han reducido el peso de los fármacos innovadores (los que tienen menos de 10 años): tenían un 32,5% de cuota en 2013 y bajaron al 28,3% en 2018, según el último dato de Farmaindustria. Y los propios médicos se quejan de que no disponen de fármacos nuevos para muchas enfermedades.

Al final, hay una oportunidad de mejorar la oferta de medicamentos a un precio asumible: potenciar la industria farmacéutica, aprovechando las ayudas europeas. Es lo que pretende Europa, para ser más autosuficiente tras el “susto” de la pandemia: en noviembre de 2021, el Parlamento Europeo aprobó la Estrategia Farmacéutica Europea, que contempla ayudas públicas a la investigación farmacéutica para conseguir nuevos fármacos “europeos” a precios asequibles, potenciando las compras públicas, como se hizo con las vacunas. A partir de ahí, las multinacionales ya han empezado a posicionarse, para trasladar sus actuales fábricas de Asia a la Unión Europea. En esta carrera, España quiere adelantarse, para lo que aprobó, ya en noviembre de 2021, un Plan, el PERTE de Salud de Vanguardia, para movilizar y financiar la fabricación de medicamentos y terapias innovadoras, destinando a ello 982 millones de Fondos europeos entre 2022 y 2023. El PERTE pretende digitalizar el sistema sanitario y parte de la atención sanitaria y potenciar terapias avanzadas en el tratamiento de enfermedades (en especial la diabetes, enfermedades degenerativas y el ELA) y el desarrollo de fármacos innovadores, en colaboración con la industria farmacéutica, los investigadores y los grandes hospitales, buscando que España sea un país atractivo para las multinacionales farmacéuticas y sus ensayos clínicos.

La semana pasada, el PERTE de Salud de Vanguardia consiguió un gran logro: los directivos de las 14 principales multinacionales farmacéuticas y de los mayores laboratorios españoles acudieron a La Moncloa para ofrecer al presidente Sánchez su colaboración para convertir a España en un polo europeo de producción de nuevos medicamentos, al igual que somos el 2º mayor fabricante europeo de automóviles: se comprometieron a invertir 8.000 millones de euros entre 2023 y 2025 para impulsar la investigación y producción de fármacos en España y contratar a 4.500 jóvenes al año para sus 103 plantas españolas. Y creen que el Gobierno español puede atraer a otros paises a seguir este camino, promoviendo una potente industria farmacéutica europea. Por su parte, el presidente Sánchez se comprometió a elaborar un Plan Estratégico para la Industria Farmacéutica, para reforzar el abastecimiento, facilitar el acceso a nuevos fármacos y colaborar en la sostenibilidad del sistema sanitario.

En definitiva, que parece que se abre el camino para que España sea un país puntero en la producción de medicamentos innovadores, que facilite la investigación y asegure nuestro suministro a precios asequibles. Eso obligará a respaldar esas inversiones de futuro con precios razonables y financiables, huyendo del racaneo que apenas ahorra y provoca desabastecimientos. Por nuestra salud y nuestra economía.

jueves, 22 de diciembre de 2022

Las Navidades de la inflación

Tras las dos últimas Navidades marcadas por la pandemia, este año las fiestas están condicionadas por la subida de precios, sobre todo de los alimentos, que encarecen aún más las celebraciones de Navidad, los regalos y los viajes. Aún así, los españoles vamos a gastar más en estas fiestas, sobre todo en ocio y regalos, una media de 634 euros por persona. Eso sí, no todos, porque la pandemia dejó una secuela de 2 millones de personas más en situación de máxima precariedad, un total de 6 millones de españoles ya, a los que la inflación está asfixiando y obligando a recortar gastos y pedir ayuda y alimentos. Son la cara oculta de esta Navidad, donde un 31,5% de hogares tiene graves problemas para atender sus necesidades básicas, según Cáritas. Son, sobre todo, mujeres solas con niños, mayores dependientes, inmigrantes y parados, muchos de ellos vecinos y conocidos nuestros. Aprovechemos estas Navidades para ayudarlos. Y pedir más medidas contra la pobreza en 2023. ¡Feliz Navidad 2022!

Enrique Ortega

Esta podría ser una Navidad “como las de antes” del COVID-19, tras dos años marcados por un repunte de contagios que impidieron celebrar con normalidad las Navidades de 2020 y 2021. De hecho, el 83% de los españoles espera reunirse en estas fiestas con familiares y amigos, cuando en 2021 sólo lo hicieron el 67%, (por el repunte de contagios) y aún menos en 2020, en lo peor de la pandemia. Pero esta Navidad tampoco será “normal”, por la alta inflación, que se está “comiendo” parte de los ingresos de las familias, que pierden poder adquisitivo por 2º año consecutivo, recortando su gasto. Aunque la inflación anual lleva bajando 4 meses consecutivos (del +10,8% en julio al +6,8% en noviembre) y se acerca a la de hace un año (+6,5% anual en diciembre 2021), el problema es la gran incertidumbre actual, con altibajos en los precios de la energía, y, sobre todo, los altísimos precios de los alimentos: suben un +15,3% anual, el triple que hace un año (+5% en diciembre 2021).

Todo sube desde hace meses y por eso estas son “las Navidades de la inflación”. Ya no nos agobia tanto la factura de la luz (que ha bajado un -22,4% en el último año (según el INE), gracias a la bajada de impuestos y a la excepción ibérica que implantó un tope al precio del gas para producir electricidad), mientras sube menos el gas natural (+10,6% anual) y los carburantes: +18,9% anual el gasóleo y +0,4% la gasolina, gracias a la bajada temporal del petróleo y a la ayuda de 20 céntimos del Gobierno, que terminará a fin de año. Del resto de gastos, las mayores subidas se dan en los muebles (+9,1% anual), el turismo y la hostelería  (+7,8%), el transporte (+7,7%, aunque el transporte público urbano cae un -20%) y, sobre todo la mayoría de los alimentos (+15,3% anual).

De hecho, las subidas de precios más preocupantes se están dando en la comida, con 18 alimentos básicos que suben más del 10% anual, según el INE: azúcar (+50,2%), harinas y otros cereales (+37,6%), mantequilla (+37,5%), leche entera (+30,9%), huevos (+27,1%), aceite de oliva (+25,9%), patatas (+20,5%), queso (+20,3%), carne de ave (+16,6%), pizza (+16,4%), arroz (+15,3%), pan (+14,9%), legumbres y hortalizas (+14,6%), sal y especias (+14,3%), pescado congelado (+13,6%), carne de vacuno (+13,2%), carne de cerdo (+13,2%) y pescado fresco (+10,4%). Ahora, con la Navidad, aún están subiendo más (del 10 al 27%) el pescado, los mariscos, las carnes, algunas verduras y todos los dulces, además del resto de los alimentos, que no se espera empiecen a bajar hasta enero.

Visto el panorama de la inflación, la mayoría de las familias restringen su gasto, aunque estos días de Navidad harán una excepción: se espera que un 40% de los españoles gasten más que el año pasado, mientras un 30% gastarán menos y el resto lo mismo, según una Encuesta realizada por la consultora Deloitte. La mayoría de las familias, aunque están preocupadas por la inflación, va a celebrar estas fiestas con más gasto, tirando de sus ahorros (quedan más de 100.000 millones de ahorro familiar “embolsado” en 2020 y 2021) y con la mayor seguridad que les da tener más empleo (hay 360.000 personas más trabajando que en la Navidad de 2021) y además un empleo más estable (ahora, casi el 80% de los asalariados tiene un trabajo fijo, gracias a la reforma laboral). Y además, el 67% de los encuestados espera mantener o mejorar su situación financiera en 2023, con lo que su incertidumbre personal es menor que la incertidumbre de los precios.

El resultado es que los españoles gastarán casi igual esta Navidad (+0,4%), una media de 634 euros por persona, según la Encuesta de Deloitte. El mayor gasto lo destinarán a regalos (270 euros, un 12,4% más que en 2021), seguidos de comida y bebida (165 euros, +3,3%), en ocio y restaurantes (140 euros, +29%) y en viajes (59 euros, -51,6%), el único gasto que realmente baja estas Navidades, dónde recortan las familias para poder aumentar el resto de gastos. Los españoles que van a gastar más que la media son los que viven en Madrid, Cataluña, Baleares y Cantabria, mientras gastarán menos que la media estas Navidades en las dos Castillas, Aragón, la Rioja, Navarra, País Vasco, Asturias y Murcia. Y otra novedad es que suben las ventas en las tiendas (el 75% del total), tras el auge de las compras online con la pandemia, con preferencia por los comercios locales, salvo en electrónica y productos de lujo, donde predominan las compras en grandes almacenes. Eso sí, más de la mitad de las compras se pagarán con tarjetas, créditos o pagos online, sólo un 48% con efectivo.

Otra Encuesta, de la OCU, sube el gasto en esta Navidad a 735 euros por persona, un 14,66% más que la pasada. Sus respuestas indican que la mitad de los españoles (57%) gastarán igual, un 28% menos y el 15% restante más, destinando más de la mitad de su presupuesto a regalos (393 euros, 203 de ellos para los niños), 103 euros para celebraciones (comidas y fiestas), 101 euros para viajes, 70 para lotería y 32 euros para ocio. También esta Encuesta refleja la vuelta a las tiendas físicas y la bajada del comercio online. Y refleja que 1 de cada 3 personas estánestresados” por las compras de Navidad, mientras casi un tercio se queja de que los regalos que recibe son “poco útiles”.

Como siempre, hay tantas Navidades como familias y el gasto depende de la situación económica y laboral de cada uno, empeorada ahora por la alta inflación y unos salarios y pensiones que apenas han subido en 2022. Por eso, no deberíamos olvidar que en esta Navidad hay muchas familias vulnerables que lo pasan mal. De hecho, en los dos años largos de pandemia (2020 y 2021) aumentaron en 2 millones las personas vulnerables en España, según el último Informe Foessa encargado por Cáritas: pasaron de 4.036.378 personas en exclusión severa en 2018 (el 8,6% de la población) a 6.019.066 personas en 2020, españoles que están afectados por 5 de los 37 indicadores analizados.

Estos 6 millones de españoles que ya sufrían un alto nivel de precariedad son también los más afectados por la fuerte inflación actual, iniciada en el verano de 2021 y agravada con la guerra de Ucrania, según otro informe de Cáritas sobre los efectos de la inflación en las familias, presentado en noviembre de 2022. En conjunto, refleja que el gasto en vivienda, energía y alimentación, lo que más sube, se lleva el 50,3% de los ingresos de las familias españolas. Pero en las familias que ingresan menos de 1.000 euros mensuales, estos gastos básicos (los que más suben ahora) representan casi el 70% de sus ingresos. Y las que ganan de 1.000 a 2.000 euros gastan ahí más del 50% de sus ingresos. Y sólo el 42,2% las familias que ganan más de 5.000 euros mensuales.

Este estudio de Cáritas fija un Presupuesto mínimo de referencia para que las familias paguen sus necesidades básicas de energía, alimentación y transporte, que ya suponen el 71% del gasto total para el conjunto de familias españolas. Y sobre ese coste mínimo de referencia, concluyen que el 31,5% de las familias (6 millones de hogares) tienen hoy “graves dificultades” para pagar esas necesidades básicas. Son las llamadas “familias más vulnerables”, las que están en una situación verdaderamente precaria ante la inflación. Y que han tomado dos decisiones, según la experiencia de Cáritas: recortar gastos (incluso de alimentación, ropa y calzado, medicinas y comedor escolar) y buscar ayuda entre familiares, amigos y ONGs. Sólo Cáritas atiende a 3 millones de personas en España y Cruz Roja a 3,5 millones, mientras el Banco de Alimentos facilita comida a 1,5 millones de personas.

Este núcleo de 6 millones de españoles más vulnerables, los más precarios, forma parte de los 10.269.765 “pobres(“en riesgo de pobreza o exclusión social”) que hay en España (+550.000 que en 2019) un 21,7% de la población total, personas así consideradas por las estadísticas oficiales (INE) por ingresar menos del 60% de la renta media española en 2021 (menos de 9.535 euros anuales las personas solas y menos de 20.024 los matrimonios con dos niños).  Sobre este grupo de españolesvulnerables” (10,2 millones, 1 de cada 4 personas) o “muy vulnerables” (6 millones, 1 de cada 7,5 españoles) son a quienes hace más daño la actual inflación (tras sufrir también más la pandemia)  y los que tienen más difícil llegar  a fin de mes y ahora, afrontar la Navidad 2022. Son sobre todo, según Cáritas, mujeres solas con niños, familias con varios hijos o dependientes, algunos mayores y jóvenes, inmigrantes y personas en paro o con trabajo precario y a tiempo parcial.

Caritas, Cruz Roja y el resto de ONGs dan una importancia creciente a corregir los dos factores claves de pobreza: el desempleo (o empleo intermitente y precario) y los alquileres, un factor básico de generación de pobreza en los últimos dos años. Por eso piden medidas públicas para promover la formación y el empleo de las personas más vulnerables, a la vez que crear un parque de vivienda pública en alquiler (hoy casi inexistente: el 1,1% del parque total, frente al 38% en Países Bajos, 17,4% en Reino Unido o el 14% en Francia). Además, insisten en pedir cambios en los requisitos del Ingreso Mínimo Vital (IMV), demasiados restrictivos, lo que ha provocado que sólo cuente con 535.732 perceptores y beneficie a 1.495.128 personas, cuando el Gobierno Sánchez prometió que llegaría a 2 millones de beneficiarios. Y además, falta una mayor coordinación entre las ayudas públicas (IMV, rentas mínimas de las autonomías y seguro de desempleo), para sacar el máximo partido al dinero público y ligarlo más a la formación y empleabilidad de los beneficiarios y sus familias.

En definitiva, volvemos a estar ante unas Navidades difíciles, esta vez no por la pandemia (que sigue ahí, estancada y silenciosa: 156 casos por 100.000 habitantes entre mayores de 60 años y sin estadísticas del resto) sino por la inflación y el temor a una recesión en Europa en los próximos meses, con una guerra en Ucrania que dura ya 10 meses. Los españoles, como el empleo aguanta, no han desplomado su consumo y tratan de disfrutar de esta Navidad, gastando más el que puede. Pero no olvidemos a esa cuarta parte de la población que lo siguen pasando más, que sufrieron más la pandemia y sufren más la inflación. Necesitan que se prorroguen las actuales ayudas públicas y que haya una ayuda nueva para afrontar su alimentación. Pero también que cada uno de nosotros les ayudemos en lo posible, con donaciones a ONGs y ayudas directas a quien podamos. No les olvidemos.

¡Feliz Navidad!

lunes, 19 de diciembre de 2022

Las exportaciones (récord) nos salvan

La alta inflación se está comiendo los ingresos de las familias y frena el consumo, la actividad y el empleo. Pero de momento, el crecimiento económico no cae (el PIB aumenta un mínimo +0,2% este 4º trimestre, según el Banco de España). Y en parte, eso se debe a las exportaciones, que crecen un +23,6% este año y baten récords históricos, sosteniendo parte de la actividad y 2,5 millones de empleos. Así que las exportaciones vuelven a “salvarnos” ahora, como en la crisis de 2008 y en la pandemia, aunque las importaciones también se han disparado a máximos históricos, al encarecerse las compras de energía, lo que ha casi cuadruplicado el déficit comercial de España. Ahora, 2023 se presenta como un año difícil para que las exportaciones nos “salven”, por la recesión en Europa y el estancamiento del comercio mundial. Por eso es importante tomar más medidas para contener la inflación y mejorar los salarios, para que no caigan más el consumo, la economía y el empleo. Y cuidar el flanco exterior.

Enrique Ortega a partir de Flash Gordon de Alex Raymond

Uno de los mayores cambios que se han dado en España en las últimas décadas ha sido la apertura comercial al exterior, sobre todo tras el ingreso en la CEE (1986) y en el euro (2000). Con ello, las exportaciones españolas han crecido, año tras año, desde 1985 a 2021, con sólo tres años de caída (2008, 2009 y 2020), según los datos de Comercio. El tirón de las exportaciones se ha notado más desde 2010, cuando la crisis obligó a las empresas españolas a buscar mercados fuera, ante el desplome de la demanda dentro. Eso ha provocado que las exportaciones españolas se hayan duplicado con creces: de 159.889 millones vendidos fuera en 2009 se pasó a 316.609 millones exportados en 2021. Y este año 2022, sólo hasta octubre, las exportaciones ya alcanzaron los 319.731 millones (+23,6%). Una parte se debe, claro, a la inflación, que aumenta el valor de lo que se exporta, pero descontando "la ayuda" de los precios más altos, las exportaciones crecieron "en volumen" un +4,2% anual, como la economía, aunque es la tercera parte que en 2021 (+13,3% en volumen). 

Mucha gente podría pensar que este tirón de las exportaciones sólo beneficia a las empresas y sectores que venden fuera de España. Pero no es así: las exportaciones son claves para la economía y el empleo de todos (mantienen 2,5 millones de puestos de trabajo, el 12% del total), a los que contribuyen cada vez más. Si en 2009 aportaban un 15% del crecimiento total (PIB), en 2021 aportaron ya un 26,3%, más de la cuarta parte. Y si añadimos a las exportaciones de mercancías las de servicios (trabajos realizados fuera por empresas españolas), la aportación de todas las exportaciones supone ya más de un tercio de toda la economía, el 35% en 2021 (22% en 2009).

Además de aportar un tercio del crecimiento, las exportaciones “nos han salvado” ya tres veces en poco más de una década, creciendo cuando el resto de la economía caía. La primera vez fue con la crisis de 2008: entre 2009 y 2013, la economía española estuvo en recesión, con bajadas del PIB, pero habríamos caído mucho más si las exportaciones no hubieran crecido. Un ejemplo, el año 2009, el peor de esa crisis financiera: el PIB cayó un -3,6%, pero hubiera caído mucho más (también el empleo) si las exportaciones no hubieran aportado un +2,8% al crecimiento.  La segunda vez fue con la pandemia, en 2020: las exportaciones cayeron menos que la economía (-1,9% frente al -10,8% que cayó el PIB). Y ayudaron también a la recuperación en 2021: el sector exterior aportó un 0,2% del +5,5% que creció España. Ahora, con la crisis de la inflación de 2022, las exportaciones vuelven a “salvarnos”: aportaron el triple que la demanda nacional al crecimiento del tercer trimestre (PIB +0,2%) y el doble en el 2º trimestre (PIB +1,5), impidiendo una mayor caída en el 1º (-0,2%).

En definitiva, que ahora, cuando el consumo apenas crece (por la inflación, que se come salarios, pensiones y ahorro), las exportaciones españolas sirven de contrapeso, creciendo con fuerza a pasar de la incertidumbre internacional. Así, de enero a octubre (último dato publicado por Comercio, el jueves), España ha exportado por valor de 319.731 millones de euros, un +23,6% más que el año pasado y el mayor aumento en ese periodo desde 2013. Un aumento de las exportaciones que supera al del resto de Europa, donde crecen un +18% en la zona euro, un +14% en Alemania, +20% en Francia y  +21% en Italia, superando incluso al crecimiento de las exportaciones en EEUU (+19,9%), Japón (+18,7%) y China (+13%), sólo por debajo del +25,7% que crecen en Reino Unido, según Eurostat. 

¿Por qué las exportaciones crecen más en España? Por un lado, por lo mismo que en las crisis de 2008 y en la pandemia: porque las empresas buscan compensar fuera lo que no venden dentro, por la mayor inflación y la escasa subida de los salarios. Pero además, hay otras tres causas particulares. La primera, que afecta a media Europa, es la ayuda que presta  la débil cotización del euro, que se ha depreciado frente al dólar, lo que abarata de hecho los productos que se exportan a paises que pagan en dólares. En concreto, el euro ha caído de valer 1,1379 dólares el 1 de enero a perder la paridad y caer por debajo del euro (hasta 0,9607 dólares por euro) entre el 26 de septiembre y el 4 de noviembre. Y aunque hoy se ha recuperado algo, cotiza a 1,0607 dólares por euro (viernes 16), lo que supone una caída del -6,8% sobre enero. O sea, que los productos europeos  son un 6,8% más baratos para los que pagan en dólares, lo que ayuda a los exportadores europeos. Pero hay otras dos causas que ayudan específicamente a los españoles: tener menos inflación y menores salarios.

Las exportaciones españolas son ahora más competitivas porque la inflación en España es más baja que en el resto de Europa, Reino Unido y EEUU: en noviembre, último dato publicado, la inflación anual en España era del 6,6%, inferior al 10,1% de la zona euro, el 11,3% de inflación en Alemania, el 12,6% de Italia, el 7,1% de Francia, el 10,7% en Reino Unido o el 7,1% de inflación en EEUU. Esto facilita la venta de los productos y servicios españoles en otros mercados. Y también ayuda decisivamente que las empresas españolas y los exportadores paguen menos salarios, lo que refuerza su competitividad en el exterior. Los sueldos por hora en España (17 euros) son un 30% inferiores a los de los paises euro (24,5 euros/hora) y bastantes más bajos que los sueldos en Alemania (29 euros/hora), Francia (25,7 euros) o Italia (21 euros), siendo los más bajos de toda Europa, salvo Grecia (13,6), Portugal (12,7) y los países del Este (9,4 euros en  Polonia), según Eurostat.

Gracias al esfuerzo exportador de las últimas décadas y a la ayuda del euro, la menor inflación y nuestros bajos salarios, España bate los aumentos de exportaciones del resto de Europa. En lo que va de año, el mayor aumento de las exportaciones españolas se da en los productos químicos (+33,2%), gracias a los productos químicos orgánicos (+38,6) e inorgánicos (+41,1), al tirón de los medicamentos exportados (+45,3%) y los abonos (+89,6%), los productos energéticos (la exportación de gas crece un +110%, petróleo y derivados un +76,5% y carbón y electricidad un +270,6%), hierro y acero (exportaciones +27,7% ) y papel (+31,2%), aceites y grasas (+36,9%), lácteos y huevos (+23,8%), buques (+74,6%) y aeronaves (+34,4%), motores (23,7%) y calzado (+22,7%). Mientras, la exportación de automóviles y componentes (nuestro 5º renglón exportador) creció sólo un +5,4% y los alimentos (la 3ª partida exportadora) un +13,8%, según los datos de Comercio.

Por paises, casi las tres cuartas partes de las exportaciones van a Europa (73,4%, el 62,4% a los 27 paises de la UE), donde crecen como la media (+23,2% hasta octubre), desde +15,7% las exportaciones a Alemania, +19,4% a Francia o +18,5% a Italia hasta un récord de +32,9% en las exportaciones a Portugal. Y crecen mucho más las exportaciones españolas fuera de Europa, sobre todo a Singapur (+72,8%), Arabia Saudí (+47,1%), Argentina (+44%), Brasil (+36,4%), México (+34,2%), EEUU (+30,9%), Marruecos (+27,7%) y Turquía (+24,2%), mientras caen nuestras ventas a Argelia (-36,1%), Nigeria (-12,4%), China (-9,8%) y Egipto (-4,4%), según los datos de Comercio. Y en el origen, el mayor salto exportador lo ha dado este año Madrid (+46,6% de aumento), que aporta el 14,5% de las exportaciones españolas, por detrás de Cataluña (origen del 24,2% y donde crecen un +17%). Les siguen Andalucía (11,2% de las exportaciones totales y crece +28,8%), Comunidad Valenciana (aporta el 10,3% y crecen +24,6%), País Vasco (8,5% y +29,1%) y Galicia (7,8% y +20,6%).

Las exportaciones españolas baten récords pero ha bajado el número de exportadores, por debajo de los 100.000 en 2021 (91.649, un -0,7% sobre 2020), aunque crecen los que exportan más de 50.000 euros anuales: 40.221 exportadores, un +4,8%. El problema sigue siendo que hay pocas empresas exportadoras (un 0,33% de los 3 millones existentes) y, sobre todo, que la mayoría exportan poco, dado que sólo hay 857 exportadores que vendan fuera más de 50 millones de euros. Y los 5.000 mayores exportadores concentran el 87% de las ventas exteriores, aunque en realidad los 25 mayores exportadores aglutinan el 25% de las ventas exteriores. Falta que la exportación cale más entre empresas medianas y pequeñas. Y otro problema de fondo es que España exporta, sobre todo, productos de bajo valor añadido.

Junto a este nuevo récord histórico de las exportaciones españolas, también este año asistimos a otro récord histórico de las importaciones, impulsado por el tirón de precios de las importaciones energéticas. El total de importaciones alcanzó los 380.020 millones de euros, un 38% más que el año pasado. La partida que más creció fue la importación de productos energéticos (76.158 millones, +114,2%), por el salto en las compras de gas (21.900 millones, +249% sobre el año pasado), petróleo y derivados (49.075 millones, +83,4%) y carbón y electricidad (5.182 millones, +106,8%), según Comercio. Y del resto, destacan las importaciones de alimentos (42,740 millones, +34,2%), metales (7.556 millones, +55%), hierro y acero (11.735 millones, +33,8%), papel (4.385 millones, +39,5%), abonos (1.469 millones, +66,7%), equipos de oficina y telecomunicaciones (17.061 millones, +33,6%), material de transporte (8.345 millones, +58,9%), aeronaves (3.744 millones, +109%, automóviles (14.861 millones, +22,7%), textiles (23.519 millones importados, +33%) y calzado (3.007 millones, +45%). Los paises que se han beneficiado de nuestras mayores importaciones son EEUU, Brasil, Nigeria, Irak (por la energía), Bangladesh, China, Turquía y Camboya por la ropa y varios paises europeos por la compra de equipos.

El problema de que las importaciones se disparen y crezcan más que las exportaciones es que se agrava el histórico déficit comercial de España: la diferencia entre importaciones y exportaciones era, a finales de octubre, de -60.289 millones de euros, 3,6 veces más que el año pasado (-16.628 millones) y el récord desde 2008. Todo apunta a que cerraremos 2022 con un déficit que rondará los -75.000 millones de euros, el triple que en 2021 (-26.177 millones). Con ello, España se consolida como el 2º país europeo con más déficit comercial, sólo por detrás de Francia (-156.700 millones de euros hasta octubre) y con el doble de déficit comercial que Italia (-33.600 millones), mientras Alemania mantiene su superávit comercial, aunque lo ha reducido este año a la tercera parte (+58.400 millones), según Eurostat.

Este indicador, el déficit o superávit comercial, es un claro indicador de la competitividad de un país y de su riqueza, ya que, en general (Francia es un caso aparte), los paises más competitivos exportan más de lo que importan y eso les permite crecer más (más PIB) y mantener más empleo (por la actividad dentro y por lo que exportan). Es el caso de Alemania, Italia (suele tener superávit comercial), Bélgica, Paises Bajos, Chequia, Irlanda o Dinamarca, paises con  superávits comerciales. En el caso de España, este déficit comercial se ha podido compensar, “tapar”, entre 2012 y 2021, gracias a los ingresos del turismo y las remesas exteriores. Así, en 2021, España consiguió tener un superávit con el exterior de +11.523 millones, según el Banco de España. Pero este año, con el triple de déficit comercial y unos ingresos por turismo aún recuperándose, el superávit exterior se ha reducido drásticamente: era sólo de +1.376 millones a finales de septiembre, la cuarta parte que en 2021 (+6.223 millones en septiembre), según el Banco de España.

Así que la crisis de la energía y sus precios disparados está haciendo mucho daño a la independencia económica de España, al amenazar con volver a tener un déficit con el exterior, tras haber superado este viejo problema desde 2012, gracias al tirón de las exportaciones y al turismo. De momento, la previsión de la Comisión Europea y del Gobierno español es que España siga con superávit con el exterior en 2023, pero todo va a depender de las importaciones, las exportaciones y el turismo. Y las perspectivas son preocupantes, porque todavía tendremos que importar petróleo, gas y carbón muy caros, así como otros productos con precios altos. Y en paralelo, será difícil que las exportaciones nos vuelvan a salvar en 2023, porque no se espera que crezcan tanto por la recesión en Europa y el estancamiento del comercio internacional (crecerán sólo un +1%, frente al 3,5% en 2022, según la OMC).

En principio, la previsión del Gobierno es que España crezca un +2,1% en 2023 y que todo venga de la demanda interna, que el sector exterior reste (-0,3% del PIB) y no sume (como en 2020 y 2021). Pero si el consumo no nos salva en 2023 (se espera que aporte +2,4% al PIB), porque entremos en recesión, las exportaciones serán claves para crecer algo más o para evitar una mayor caída (como en 2008 y 2020). Por eso, el Gobierno debería aprobar un Plan de apoyo a las exportaciones, para “cubrirse las espaldas” ante lo que pueda pasar con el consumo y la actividad interna. Un Plan para conseguir diversificar las exportaciones, en origen (las tres cuartas partes están concentradas en 6 autonomías) y en destino (sólo el 26,6% van fuera de Europa, un 4,7% a Latinoamérica. un 8,2% a Asia y un 5,6% a Africa), con ayuda de más medios para las oficinas comerciales y más asesoramiento exterior, financiación e incentivos fiscales a las empresas españolas, sobre todo pymes. Y en paralelo, aprobar también un Plan de choque para reducir las importaciones energéticas, fomentando más el ahorro y diversificando compras. Tenemos que tener claro que el crecimiento y el empleo en España dependen mucho de competir mejor fuera y de reducir nuestra costosa dependencia energética. Cuidar el flanco exterior es clave.