Enrique Ortega
En España hay casi 7
millones de jóvenes entre 16 y 29
años (6.906.808 en 2022), un 14,5% de toda la población, según
el INE. De ellos, el 46% trabajan
(3.178.500 a finales de septiembre de 2023), otro 41,3% estudian (2.852.511) y el 12,7%
restante (877.164 jóvenes) ni estudian ni trabajan, son
“ni-nis”: España
es el 4º país europeo con más jóvenes “ni-nis”, tras Rumanía (19,8%), Italia (19%) y
Grecia (15,4%), por encima de la media europea (11,7%) y sobre todo de Paises
Bajos (sólo el 4,2% jóvenes son “ni-nis”), Suecia (5,7%), Portugal (8,4%), Alemania
(8,6%), Irlanda (8,7%), Finlandia (9,5%) y Francia (12%).
El problema de fondo
de muchos jóvenes españoles empieza en su educación, insuficiente en muchos jóvenes, señala el
informe de la OCDE, que habla de que “salen
de sus estudios con pocas habilidades”. De hecho, España es uno de los paises occidentales con más
porcentaje de jóvenes poco formados:
el 26,5% de los jóvenes de 25 a
34 años tiene sólo la ESO o menos,
frente al 12,2% en Europa (UE-25) y el 13,8% en la OCDE, según el informe
Panorama de la Educación 2023 de la OCDE. Y por el otro lado, España es uno de los paises occidentales con
más jóvenes universitarios: el 50,5% de los jóvenes (25 a 34 años) tiene un
título, frente al 44,7% en la UE-25 y el 47,2% en la OCDE. Pero, en cambio, tenemos pocos jóvenes con una formación
intermedia (Bachillerato o FP), la que consigue muchos empleos: la tienen
el 22,9% de los jóvenes españoles frente al 43,1% de los europeos y el 39,4 %
en la OCDE. Y ello se debe, en gran medida, al poco peso de la Formación
Profesional (FP) en España: sólo la cursaban (en 2021) el 24% de los
que estudian al terminar la ESO (la mayoría hacen Bachillerato), frente al
37,2% en Europa, el 55% en Paises Bajos, el 51,5% en Italia, el 36,9% en
Francia y el 32,1% en Alemania, según la OCDE.
En definitiva, tenemos muchos jóvenes con poca formación,
demasiados que estudian carreras sin salida y pocos con estudios intermedios y
FP, lo que más buscan las empresas. Una formación deficiente, que es fruto de nuestro menos gasto en
educación, de unos planes de estudios muy memorísticos y poco prácticos, un
profesorado insuficiente y precario (que precisa reciclarse) y una enseñanza
pública colapsada por alumnos con problemas. Todo ello se traduce en altas
tasas de repetición de los jóvenes
(un 7,6% en ESO, el porcentaje más alto en Europa, donde sólo repiten curso el
2,2%) y en un mayor abandono escolar
temprano (jóvenes que no estudian al acabar la ESO): un
13,9% en España frente al 9,7% en la UE. Además, los jóvenes españoles
tienen peores resultados educativos en matemáticas, ciencias y
comprensión lectora, según los informes
PISA.
Con esta deficiente
formación, a los jóvenes españoles les resulta más difícil trabajar que al
resto de jóvenes europeos, también porque nuestra estructura económica
(más pymes, más servicios y menos
industria, menos innovación y tecnología) ofrece menos empleo (75% de los
adultos europeos trabajan frente al 64,5% de españoles). El informe de la
OCDE revela que son
más los jóvenes españoles que van directamente al paro al acabar sus
estudios (el 9%, frente al 4% en la UE,
el 2% en Alemania y el 3% en Holanda) y menos los que encuentran directamente
un trabajo. La mayoría han de esperar 4 años o más, en el subempleo y en empleos
precarios. Y al final, la tasa de ocupación de los jóvenes
españoles no llegaba al 40% en 2022 (38,8% entre 15 y 29 años), según
Eurostat, mientras en la UE-27 trabajan casi la mitad de los jóvenes (49,2%), el 79,3% en Paises Bajos, el 64,2% en
Dinamarca, el 63,9% en Austria, el 61,7%
en Alemania, el 58,7% en Irlanda, el 57,2% en Finlandia y Suecia, el 48,6%
en Francia o el 43,1% en Portugal, estando sólo
peor en Italia (33,8% jóvenes trabajando) y Grecia (33,1%).
Además de trabajar menos, los jóvenes españoles tienen trabajos muy precarios. Por un lado,
tienen un mayor porcentaje de contratos temporales que el resto de
españoles, aunque esta temporalidad se ha reducido con la reforma laboral de
2022: un 68,11% de los contratos son
temporales entre que trabajan entre 16 y 19 años, un 47,86% entre 20 y 24 años y un 26,48%
entre 25 y 48 años, frente al 17,25% de contratos temporales entre todos los
españoles que trabajan, según
la EPA de septiembre. Y esa tasa de temporalidad de los jóvenes en España (35% entre los 16 y 29 años) es el
triple que la media europea. Además, los jóvenes tienen un mayor porcentaje de empleo a tiempo
parcial (por horas o por días): el 48,6% de los jóvenes que trabajan con 16 a 19 años, el 30,9% de los
ocupados con 20 a 24 años y el 14,3% de los que trabajan con 25 a 29 años. Eso
da una media de un 22,5% de
contratos a tiempo parcial entre los jóvenes (16 a 29 años),
frente al 12,6% con trabajo parcial entre
todos los ocupados en España. Y lo más importante: el 44% de los jóvenes que trabajan pocas horas(o días) lo hacen “obligados”, porque no encuentran un trabajo a tiempo
completo, mientras en Europa sólo les pasa esto al 17% de los jóvenes que trabajan
a tiempo parcial, según
este informe de Trabajo.
Los jóvenes no sólo tienen trabajos más precarios, más
contratos temporales y a tiempo parcial, sino que un tercio largo están “sobre cualificados”, realizan un trabajo para el que no necesitan
la alta formación que tienen (economistas trabajando en un bar o abogadas
de cajeras de supermercado): España lidera la sobre cualificación en la UE, con
un 36,1% de nuestros universitarios,
frente al 22,1% de los licenciados
europeos, según
Eurostat.
Con tanto empleo precario, los jóvenes españoles tienen sueldos más bajos que el resto de trabajadores:
si el sueldo medio en España era de 25.896,22
euros brutos en 2021 (1.900 euros
netos al mes en 12 pagas), según
el INE, un joven de menos de 20 años
ganaba casi la tercera parte (9.180
euros brutos, 675 euros netos al mes en 12 pagas), un joven de
20 a 24 años ganaba la mitad (13.224 euros brutos, menos de 1.000 euros
mensuales en 12 pagas) y un ocupado con 25
a 29 años ganaba una cuarta parte menos (19.089 euros brutos, sobre 1.400
euros netos al mes en 12 pagas). En definitiva, el sueldo medio de los menores
de 29 años ronda los 13.830 euros brutos
al año, la mitad que el conjunto de trabajadores. Y los
universitarios ganan menos de 1.500 euros al mes en los 4 años siguientes a
licenciarse, según
un estudio del BBVA e IVIE.
Estos bajos ingresos de los jóvenes les llevan a muchos a
una situación real de pobreza y
exclusión social, que se considera cuando alguien gana menos del 60% de los
ingresos medios del país. En España, en 2022, había 9.522.000 personas en
situación de pobreza, un 20,4% de los españoles, según los datos oficiales
publicados por el INE. Y de ellos, 1.474.000
eran “pobres jóvenes”, de 16 a 29 años, según la EAPN.
En consecuencia, los jóvenes son el 2º
grupo de edad con más tasa de pobreza (el 22,5%), solo por detrás de los niños (27,7% de menores de 16 años
viven en hogares “pobres”) y por encima de la tasa de pobreza de los de 30 a 44
años (19,2%), de 45 a 64 años (18%) y de los jubilados (18,7% pobres).
Con estos ingresos tan bajos, a los jóvenes les cuesta mucho emanciparse y aún más
formar una familia, sobre todo en
la última década, al haberse disparado
los alquileres: han subido un +68,7%
desde 2014 hasta ahora, según
Idealista, y el alquiler medio está ya en 11,8 euros por metro cuadrado, lo que implica que un piso de 90 m2
se alquila ya por 1.062 euros (y por
mucho más en Madrid, Barcelona y las grandes ciudades). Si el sueldo medio de
un joven era de 1.089 euros en 2022 (según el Consejo de la Juventud), pagar un alquiler le suponía de media el 83,9% del sueldo. Y sumando los
recibos obligatorios, se “comería” el 93,6% del sueldo.
Por eso, la mayoría de
los jóvenes españoles no pueden emanciparse, como alerta
el reciente informe de la OCDE sobre España: el 66% de nuestros jóvenes
(de 18 a 34 años) viven con sus padres,
frente a una media del 49% en la UE-27.
Y somos el 4º país europeo donde más
jóvenes siguen viviendo con sus padres, tras Grecia (72% no se emancipan),
Portugal (71%) e Italia (69%).Y este altísimo porcentaje de jóvenes que siguen viviendo
con sus padres (66%) contrasta con el
bajísimo porcentaje en los paises nórdicos (13% en Suecia, 16% en Dinamarca) y
el bajo porcentaje en centro Europa (31% jóvenes viven con sus padres en
Alemania, 36% en Paises Bajos, 37% en Reino Unido, 43% en Francia y 44% en
Bélgica), según
el informe de la OCDE.
Esta imposibilidad de independizarse (el
65% de los jóvenes que viven con sus padres querrían dejar el hogar familiar),
junto al elevado paro juvenil (el 27,8% de los menores de 25 años están en desempleo en España, el doble que en la UE-27, con 14,2% de paro, y cinco veces el paro de los jóvenes alemanes, el 5,8%), la tremenda precariedad de su trabajo y el bajo sueldo de la mayoría
provocan una gran insatisfacción en los jóvenes y aumentan su desinterés
por participar en la sociedad donde viven y en la política. Y esa
insatisfacción se manifiesta además en problemas de salud mental: un
16% de los jóvenes españoles encuestados por la OCDE reconocen haber
sufrido algún trastorno mental (más del doble que en 2017). Y sólo la mitad
buscó ayuda profesional. Otro estudio reciente, de
la Fundación Mutua y FAD Juventud, alerta que el 59,3% de los encuestados (de 15 a 29 años) “reconocen padecer problemas de salud mental”. Y un 31,7% de ellos están tomando fármacos por ello.
Este informe
de la OCDE sobre España es tajante,
tras analizar esta falta de
oportunidades de nuestros jóvenes, su baja tasa de emancipación y su
preocupante salud mental: “es un lastre
para el potencial futuro de España”. Y a continuación, la OCDE aporta
una serie de medidas para
corregir lo que considera un hecho: que los jóvenes españoles “tienen más difícil
que los de otros paises de su entorno la transición a una vida adulta
independiente, productiva y feliz”. Proponen al futuro Gobierno actuar sobre todo en la
educación, el empleo, la vivienda y la salud mental de los jóvenes.
El primer conjunto de medidas que proponen se refieren a la mejora de la
educación, desde la escuela a la Universidad, con programas concretos
para reducir el abandono escolar, la mejora de la formación de los docentes y
una enseñanza que mejore las habilidades de los alumnos. Y se centran sobre
todo en potenciar
más la Formación Profesional, donde faltan plazas públicas (300.000 según los sindicatos) y donde la nueva formación dual (que contempla
impartir entre un 25% y un 35% de prácticas, unas 500 horas anuales) exige más de 1 millón de empresas que colaboren. Y sobre la formación
universitaria, la OCDE pide que las empresas participen más con las
Universidades en los planes de estudio.
Otro frente donde proponen cambios es en las políticas
de empleo, para que las
oficinas públicas de empleo ayuden más a los jóvenes a colocarse, sobre
todo a conseguir el primer empleo (ahora, sólo el 2% encuentra empleo gracias a
las oficinas de empleo). Advierten que los
jóvenes españoles apenas acuden al SEPE: sólo el 25% contactan con
las oficinas para buscar trabajo, frente al 53% que lo hacen en la UE o el 52%
en Francia. Proponen más gasto y más
personal (España destina la mitad que Europa) para conseguir que los
jóvenes tengan más acceso a un trabajo, como se hace por ejemplo en Holanda.
Otra propuesta de la OCDE es que España
aumente el parque público de viviendas, que sólo son 300.000 viviendas, el
2,5% del parque total, frente al 9,3% en Europa (el 30% en Paises Bajos,
17,5% en Reino Unido y el 5% en Alemania). Urge promover más viviendas en
alquiler (públicas y privadas), para afrontar los 120.000
viviendas que se necesitan cada año (y sólo se terminan 80.000), la mayoría
para los jóvenes. Y mejorar las ayudas
públicas a los jóvenes que conceden las autonomías, que
la OCDE considera insuficientes: sólo benefician al 10% de los jóvenes en
Madrid, por ejemplo, según lo que ingresan los jóvenes (los que ganan menos de
1.800 euros) y que el alquiler sea inferior a 900 euros al mes. Y además, la
OCDE propone más
atención a la atención pública mental de los jóvenes españoles.
En resumen, la OCDE
propone mejorar las oportunidades de los
jóvenes españoles, con más empleo, mejores
sueldos y alquileres más asequibles, para lo que se deben mejorar la
educación y la contratación de los menores de 29 años, su inserción laboral,
las ayudas al alquiler y a su salud mental. Urge mejorar el empleo de los jóvenes, su trabajo y su sueldo, facilitarles
una vivienda y formar una familia. Conseguir
que vivan mejor que nosotros.
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