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lunes, 28 de abril de 2014

Cooperación: la "Marca España" racanea


El Gobierno Rajoy presume de defender como nadie la “Marca España”, pero esconde que ha recortado un 46% los fondos de ayuda a países pobres, un eficaz instrumento para tener peso político y económico en el mundo. España es el 6º país occidental que menos ayuda al desarrollo, lo que entorpece nuestro papel en Latinoamérica y dificulta la lucha contra la inmigración ilegal en África. Además de los recortes, que han provocado el cierre de proyectos y ONGs, el Gobierno ha pasado la mayoría del gasto en Cooperación a Hacienda y a Economía, quitando peso a la Agencia Española para el Desarrollo (AECID). Y acaba de aprobar, en contra de toda la oposición, una enmienda que liga los proyectos de Cooperación a la estrategia de empresas y bancos. España gasta poco y mal en ayudar a países pobres y así torpedea la “Marca España”. Porque ayudar tiene una triple recompensa: moral, política y económica.
enrique ortega

La Gran Recesión dio la puntilla a las ayudas al desarrollo de los países ricos, aunque tardíamente: venían creciendo desde 1997, con un récord en 2010, y cayeron en 2011 y 2012. El gasto en Cooperación de los 28 principales países donantes volvió a crecer en 2013, un 5,2%, según la OCDE, aunque todavía aportan una miseria: 134.800 millones de dólares, un 0,3% de su renta bruta (RNB), muy lejos del 0,7% que fijó la ONU como objetivo en 1980 y que hoy sólo cumplen 5 países (1,07% Noruega, 1,02% Suecia, 1% Luxemburgo, 0,85% Dinamarca y 0,72% Reino Unido). Dos de cada tres euros para Cooperación proceden de los cinco grandes donantes (23.000 millones de dólares EEUU, 13.000 Reino Unido, 10.500 Alemania, 10.000 Japón y 9.300 Francia,) y Europa lidera las mayores aportaciones, con un 0,41% de su renta para ayudas.

España está en el pelotón de cola de las ayudas al desarrollo: es el 6º país que menos aporta entre los 28 donantes, junto a Italia, sólo por delante de Eslovaquia, Polonia, República Checa, Grecia y Corea. Aportamos en 2013, un 0,16% de nuestra renta bruta (RNB), frente al 0,72% de Reino Unido, el 0,41% de Francia, el 0,38% de Alemania o incluso el 0,21% de Portugal. Eso contrasta con el 0,5% que llegamos a aportar en 2008, año récord en la Cooperación española, que Zapatero cuadriplicó desde 2002 (de 1.712 a 5.500 millones de euros), convirtiendo a España en el 6º país donante del mundo, tras los cinco grandes. A partir de 2010, los recortes se ceban en la Cooperación, que ha perdido un 70% de sus recursos. Y así, en 2014, el Presupuesto de ayuda al desarrollo es 1.739,27 millones de euros, un 0,17% de la renta bruta y menos de  la tercera parte de lo donado en 2008.

Se gasta la tercera parte en Cooperación y además se gasta mal. Primero, porque no se gasta todo lo presupuestado: en 2012, un tercio de la ayuda al desarrollo no llegó a su destino por problemas de gestión de los créditos reembolsables. Y segundo, porque falta una auditoría eficaz de las ayudas, desconociéndose en muchos casos su distribución por sectores y países (sólo se conoce detalladamente la que gestiona la Agencia Española de Cooperación a través de las ONGs). Además, casi la mitad del gasto se destina a pagar burocracia, las cuotas obligatorias de España a la UE y organismos internacionales. Y cada vez hay más ayuda vía créditos (un 17% del total), lo que aumenta la deuda de los países pobres.

Los recortes en Cooperación, del Estado y de autonomías, Ayuntamientos, Universidades, entidades y empresas (más de 900 instituciones dan ayudas, un 15% del gasto total) han supuesto el cierre de proyectos en muchos países y la desaparición de un tercio de ONGs, según un informe de La Caixa. En España hay unas 2.000 ONGs que gestionan ayudas al desarrollo en unos 100 países y su futuro es muy incierto porque dependen, en un 60%, de recursos públicos (recortados). Las que no han cerrado han reducido plantillas (10% desde 2008) y sueldos (78% han congelado salarios) y buscan desesperadamente recursos de empresas y particulares. Pero los españoles no somos muy solidarios, según un estudio de Fundraising: sólo el 19% (7,5 millones) dan dinero a una ONG, frente al 33% en Europa (56% en Reino Unido y 53% en Francia). Y sólo 682.500 españoles (el 1,5%) aportan dinero mensual o trimestralmente a una ONG.

El problema no está sólo en los recortes de las ayudas a los países pobres. El Gobierno Rajoy ha cambiado el modelo de gestión de la Cooperación y para 2014, más de la mitad del Presupuesto lo gestionan Hacienda (50%, para pago cuotas internacionales) y Economía (14,5%), mientras Exteriores sólo gestiona un 34% y ha caído drásticamente la ayuda a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), el organismo más profesionalizado: si gestionaba 980 millones de euros en 2008, en 2014 sólo gestionará 264 millones, un 13,61 % del gasto total en Cooperación.

La puntilla a la Cooperación se la acaba de dar el Gobierno, al aprobar el Congreso una enmienda (10 abril), introducida por la puerta de atrás en el Senado, por la que se reforma el Fondo para la Promoción del Desarrollo (FONPRODE): ahora, en vez de gestionarlo Exteriores lo gestionará COFIDES, una sociedad mixta dependiente de Economía y en cuyo capital participan, además del ICEX y el ICO, bancos como Santander, BBVA, Sabadell o Popular. El objetivo es vincular más la ayuda al desarrollo a los proyectos de las empresas españolas en el exterior, lo que hace temer a las ONGs que se desvíen fondos públicos destinados a la lucha contra la pobreza en beneficio de intereses empresariales y financieros.

La Cooperación para el desarrollo de los países más pobres no es sólo una obligación moral de los países ricos, sino también una herramienta clave de política exterior, una pieza básica para reforzar la presencia política y económica de España en el mundo. Algo que tienen muy claro, desde hace décadas, Reino Unido, Francia, Alemania, Estados Unidos o Japón. Incluso los países emergentes se están lanzando a la Cooperación Sur-Sur: es el caso de China, Brasil o México. Por eso, es un gran contrasentido intentar vender la “Marca España” por el mundo y a la vez recortar cada año en Cooperación (-165 millones en 2014). Con la ayuda por delante, es más fácil influir, invertir y vender,  tres claves para la recuperación.

Cara al futuro, España debe gastar más y mejor en Cooperación al desarrollo. Intermon propone gastar 500 millones extras durante 6 años, con los que España se pondría a nivel europeo (0,47% de la renta para 2020). Ese dinero podría salir en parte de la Tasa Tobin sobre operaciones financieras (Bolsa y bonos), que van a instaurar España y otros 10 países europeos en 2015.Y habría que fomentar las donaciones de empresas y particulares en la próxima reforma fiscal: las ONGs piden que desgraven más en el IRPF (70%, con la deducción íntegra de los primeros 150 euros donados) y en Sociedades (60% desgravación a empresas).

Además, hay que gastar mejor, con auditorías de resultados y una ayuda más técnica (asesoramiento) y menos financiera. Y concentrada en menos países: ahora la Cooperación española llega a 38 países y el IV Plan Director 2013-2016 pretende concentrarla en 23: 12 de Latinoamérica (Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú y República Dominicana), 4 del norte África y Oriente Próximo (Marruecos, Mauritania, Sahara y Palestina), 6 más resto de África (Malí, Níger, Senegal, Etiopía, Guinea y Mozambique) y Filipinas (?). Dos zonas claves para España, Latinoamérica, y África, donde la ayuda puede reducir la inmigración ilegal que “invade” nuestras costas.

En definitiva, hay que ser solidarios con los más pobres por una cuestión ética y moral. Pero además, ayudar al desarrollo desactiva tensiones geopolíticas y mejorará la estabilidad mundial. Y gastar en Cooperación es practicar un egoísmo inteligente: es una forma eficaz de defender los intereses de España en el mundo. Más que fotos y campañas para vender la “Marca España”, ayudemos a los países con dinero y asesoramiento. Será nuestro mejor pasaporte. Porque ayudar tiene siempre recompensa. Moral, política y económica.

jueves, 6 de febrero de 2014

La desigualdad frena la recuperación


Es algo que tienen en común Obama y el papa Francisco: creen que “la desigualdad es el mayor desafío de nuestro tiempo”. La crisis ha agravado las diferencias entre ricos y pobres en todo el mundo: el 1% de la población acapara la mitad de la riqueza mundial. España es el segundo país europeo donde más ha crecido la desigualdad: el 20% más rico tiene 7,2 veces más renta que el 20% más pobre (en Alemania, son 4,3 veces). Y un 28% de los españoles, 13,1 millones, están en el umbral de la pobreza, que ha crecido  también más que en Europa, por el paro y los recortes. Mientras, crecen los millonarios en España y los bancos han cuadruplicado sus beneficios en 2013. La desigualdad no sólo es injusta e inmoral, sino que atenta contra la democracia y hace peligrar la recuperación: si no crece la renta de los pobres, no habrá consumo, ni ingresos ni cotizaciones para hacer funcionar la economía. La desigualdad mata el futuro.
enrique ortega

La desigualdad era considerada un problema ético, social y político, pero con la crisis se ha colado en el debate económico mundial, desde EEUU al Vaticano, pasando por el FMI o insignes economistas, preocupados porque impida salir de la crisis. Y es que los datos son escalofriantes: la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% de la población y 85 personas acumulan tanta riqueza como los 3.570 millones que forman la mitad más pobre del Planeta, según un Informe presentado por Intermon Oxfam en la reciente Cumbre de Davos. Y 7 de cada 10 personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años.

La desigualdad  era algo propio de países pobres y en desarrollo, pero en las últimas décadas se está cebando en los países desarrollados, sobre todo en EEUU, donde preocupa cada día más, porque la crisis ha agravado las diferencias: el 1% más rico (que controla el 40% de la riqueza del país) se ha llevado el 95% del crecimiento generado tras la crisis financiera de 2007. Y ahora, un niño norteamericano nacido en el 20% de familias más pobres sólo tiene un 5% de posibilidades de salir de ese grupo de mayor, mientras los niños del 20% más rico tienen más del 60% de posibilidades de seguir siendo ricos al llegar a adultos. Por el contrario, algunos países emergentes, como Brasil, México, Argentina y Corea del Sur, han reducido la desigualdad desde 1990, aunque ha aumentado en Rusia, India y China.

En Europa, la desigualdad es menor que en EEUU y se ha mantenido estable con la crisis: el índice de Gini (indicador internacional de desigualdad: 0 ninguna,100 máxima) se ha mantenido en 30,6, mientras bajaba la desigualdad en los países en crisis (Portugal, Irlanda e Italia), se mantenía estable en Grecia, bajaba en Alemania, Holanda, Noruega, Finlandia y la mayor parte de países del Este y aumentaba en Francia, Dinamarca, Suecia, Reino Unido y, sobre todo ,en España, el segundo país donde más ha crecido la desigualdad con la crisis (tras Francia) y el segundo país con el mayor índice de desigualdad (35), tras Letonia, según Eurostat (datos 2012).

La crisis ha agravado la desigualdad en España, al contrario que en Europa: si en 2007, el 20% de españoles más ricos ganaba 5,3 veces más que el 20% más pobre, en 2012, esa diferencia había subido a 7,2 veces, según Eurostat, una desigualdad superior a la de Grecia (6,6 veces), Portugal (5,8), Italia (5,5), Reino Unido (5,4), Irlanda (4,6) o Alemania (4,3 veces). Y si no se hace nada para corregirlo, en 2025, el 20% más rico ganará en España 18 veces más que el 20% más pobre, según la previsión de Intermon Oxfam.

La otra cara de la desigualdad es la pobreza, que también se ha agravado con la crisis: España es el segundo país europeo (tras Irlanda) donde más ha crecido la pobreza desde 2007 (+26,2%) y ya hay 13,1 millones de españoles (28,2% de la población, frente al 25% en Europa) en el umbral de la pobreza, porque ganan menos de 15.445 euros brutos al año (matrimonio con 2 hijos, en 2012), según Eurostat. Y de ellos, 2,82 millones son niños: uno de cada tres menores vive en España en la pobreza, según Save the Children. Lo peor es que casi una cuarta parte de estos pobres viven en la pobreza extrema: son 3 millones de españoles que subsisten con menos de 307 euros al mes, según Cáritas.

Pobreza y desigualdad, dos lacras que ya estaban ahí pero que ha agravado la crisis. El principal  culpable es el paro, que ha quitado drásticamente ingresos a 3.752.400 españoles que han perdido su trabajo desde 2007. Pero hay más causas de la desigualdad. Una, la caída de los salarios desde 2010, que ha afectado más a los salarios más bajos: han caído hasta un 17% con la crisis, mientras los más altos se estabilizaron o subieron, según Fedea. Y 534 directivos de empresas del IBEX ganan más de un millón al año, 90 veces más que sus empleados (en Europa hay una campaña, 1:12, para que nadie gane más de 12 veces). Sin olvidar la pérdida de poder adquisitivo de las pensiones. Y entre tanto, crecen los millonarios en España (+13%, son ya 402.000) y los bancos han cuadruplicado sus beneficios en 2013.

Otro culpable es la política fiscal: Zapatero bajó impuestos a las empresas y rentas altas y Rajoy ha subido el IVA y las tasas (que afectan más a los más pobres), además del IRPF, que recae sobre los trabajadores de forma injusta: pagan el 85%, mientras las rentas de capital un 8% y las empresariales un 7%. La tercera causa de desigualdad son los recortes, que han dañado más a los que menos tienen: recorte del paro, becas, ayudas de comedor, guarderías y  transporte, junto a los copagos y subidas de tasas universitarias. Y por último, las subidas de precios se han cebado en productos y servicios básicos, que afectan más a los más pobres: luz, agua, gas, transportes, carburantes, alimentación…

Cara al futuro, la anémica recuperación debería reducir la desigualdad, pero no es seguro, porque el crecimiento será mínimo (hasta 2018) y se creará poco empleo, que será precario (temporal, a tiempo parcial y mal pagado). Y la mitad de los casi 6 millones de parados tendrán difícil salir de la pobreza, ya que apenas tienen formación y llevan más de dos años sin trabajar. Además, en 2014 y 2015 volverán a bajar los salarios (según la Comisión Europea), cuando el sueldo más habitual son 15.550 euros brutos (INE) y 7,5 millones de asalariados (más de la mitad) son mileuristas (y la mitad minieuristas: ganan entre 400 y 1.000€ al mes).

La desigualdad no sólo atenta contra la ética y la justicia, sino que socava la democracia, porque aleja a muchos ciudadanos de las instituciones y la política, que consideran secuestrada por el 1% más rico. Pero además, la desigualdad  frena  la recuperación: la caída de ingresos de las clases medias y el aumento de la pobreza, junto al elevado endeudamiento de las familias, impiden reanimar el consumo y la inversión, los motores del crecimiento y el empleo. Y la puntilla son los recortes de la política de austeridad europea, mientras EEUU reanima su economía (aunque reduzca los estímulos), una política que ha creado ya 8 millones de empleos.

Hay quien dice que primero debemos salir de la crisis y luego preocuparnos de la desigualdad. Pero sin reducir la desigualdad, tardaremos mucho más en despegar. Por eso, hay que tomar medidas urgentes contra la desigualdad, porque no basta con crecer más y crear empleo, la clave para que haya menos pobres. Hace falta mejorar los salarios más bajos (de ahí la subida del salario mínimo en Alemania y EEUU, mientras Rajoy lo congela) y reducir la precariedad en los nuevos contratos. Hay que mejorar las pensiones más bajas y recomponer la sanidad, educación, ayudas y servicios sociales, cobrando más impuestos a los que apenas pagan (ricos, grandes empresas y multinacionales) y menos a las rentas más bajas. Hay que ayudar a las familias más desfavorecidas a renegociar sus hipotecas (como acaba de pedir el FMI a España) y poner en marcha un Plan de ayudas contra la pobreza extrema (como acaba de hacer Castilla y León). Y hay que volcarse en la formación de parados y jóvenes, ya que la mitad tiene una escasa formación para encontrar trabajo. Que los de abajo ingresen más, por salarios, ayudas e impuestos. Y que lo paguen los de arriba. Eso reducirá las brutales diferencias actuales.

Hay que incluir la lucha contra la desigualdad entre las prioridades económicas, junto al crecimiento y al empleo. Porque no basta con que la economía, el enfermo, tenga menos fiebre y empiece a andar. Si crece la desigualdad, no irá muy lejos: es un cáncer.