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lunes, 21 de julio de 2025
Incertidumbre: aranceles, tipos, Europa, política...
No es habitual que a finales de julio haya tanta
incertidumbre en la economía mundial, europea y española. Casi en
vacaciones, no sabemos qué va a pasar con los aranceles de Trump a Europa,
que van a afectar a múltiples empresas y a los precios, recortando el
crecimiento. Y tampoco sabemos si el BCE bajará o no este jueves los tipos,
por temor a la inflación y ante la fortaleza del euro, que dificulta las
exportaciones europeas. Mientras, Europa afronta su próximo Presupuesto
2028-34, recortando algunos gastos (-80.000 millones para el campo)
mientras quintuplica la partida de Defensa y Seguridad y con dos retos pendientes:
las políticas climáticas (que se suavizan) y de emigración (que se “derechizan”).
Y en medio de este panorama, España tiene un problema de bloqueo
político e institucional que impide aprobar unos nuevos presupuestos y
avanzar en las necesarias reformas (un bloqueo que ya nos ha restado Fondos
europeos). Demasiadas incertidumbres que podrían frenar la buena
racha de la economía española y del
empleo. La mayor incertidumbre de la economía internacional
son los aranceles de Trump, cuyo alcance real se debería despejar esta
semana. Los
anunció a bombo y platillo el pasado 3 de abril, con un arancel general del 10% que subía al 20% para
Europa y hasta el 34% a China y el 46% a Vietnam, más el 25% a sus vecinos
México y Canadá. Pero a partir de ahí, Trump
se ha dedicado a amenazar a los paises
para que negociaran contrapartidas a cambio de rebajas en los aranceles,
con lo que es un galimatías saber cómo quedan para cada país. Sí
sabemos que sólo ha llegado a acuerdos con dos paises, Reino Unido (10%) y
Vietnam (20%), alcanzando el 12 de mayo una tregua
de 90 días con China. Y lo más importante, amenazando a Europa
con un arancel del 30% (mayor del 20% inicial), que entraría en vigor el 1 de
agosto si antes no se alcanza un acuerdo.
Eso sí, estos son aranceles “complementarios”
sobre los que ya ha impuesto Trump a todos los paises: un 25% a las importaciones
de aluminio
y acero (desde el 12 de marzo), otro 25% a los automóviles, piezas y
recambios y un arancel general del 3 al 10% para todo el mundo. Y además, ha
anunciado un arancel global del 40% al cobre y otro de hasta el 200% para los
productos farmacéuticos, ambos desde el 1 de agosto.
En el caso de Europa, siguen las reuniones
con la Administración Trump para evitar ese arancel general del 30% desde el 1
de agosto, sin demasiadas esperanzas de conseguir rebajarlo sustancialmente.
Así como China
ha sido firme frente al chantaje
de Trump (aprobado unos “contra aranceles” que han llevado a
la actual tregua), la postura europea ha sido menos firme,
buscando antes el acuerdo que las contramedidas, aunque Bruselas dice que tiene
preparada una lista de artículos y partidas comerciales USA a las que aplicaría
aranceles si no se llega a un acuerdo esta semana: industria aeronáutica,
automóviles, productos alimenticios y bebidas (bourbon, soja, vino), productos
químicos, maquinaria y equipos electrónicos y médicos. Esta 2ª
lista de represalias europeas (72.000 millones) se sumaría a
una primera lista (20.000 millones), que se aprobó el 9 de abril, en
respuesta a los aranceles del 25% al aluminio y al acero, pero que no ha
entrado en vigor, para “no entorpecer la negociación” para rebajar el arancel
general con que amenaza Trump (30%).
Mientras Europa negocia contra reloj, como
Japón, Corea y sobre todo China, lo evidente es que Trump va a imponer al resto
del mundo unos aranceles que van a dañar seriamente a la economía
mundial. De hecho, los aranceles ya en vigor suponen elevarlos del
2,5% que estaban en enero de este año a un 16,6% actualmente, según
la Universidad de Yale. Una subida espectacular ya que en su anterior
mandato, Trump sólo subió los aranceles USA del 1,5 al 2,5%. Y si se cumplen
las amenazas de aranceles planteadas para el 1 de agosto, el arancel
promedio de EEUU al resto del mundo subiría al 20,6%, el más alto desde
1910. Eso supondría un estancamiento del comercio mundial, un freno a
las cadenas internacionales de producción, un aumento generalizado de la
inflación y un estancamiento de la economía mundial, con una fuerte
inflación y una crisis también en EEUU.
Hasta ahora, las amenazas y los continuos
vaivenes en los aranceles impuestos por Trump no han dañado a la economía,
porque los inversores esperan hechos (y no amenazas) y porque muchos paises
han adelantado importaciones y exportaciones. De hecho, las
Bolsas todavía no son pesimistas: el Nasdaq USA ha subido casi un 7%
este año, el Euro Stoxx otro +12% y el Ibex español sube un 22% este año, a
pasar de las amenazas arancelarias de Trump. Pero si sigue adelante y se
agravan a partir del 1 de agosto, las
consecuencias negativas llegarán: primero sobre el comercio,
luego sobre la producción (encareciendo costes) y los precios (más inflación) y
finalmente sobre el consumo y la
inversión, frenando el crecimiento. Y también en EEUU, donde la economía ha
caído ya un 0,2% en el primer trimestre, con una inflación del +2,7% en
junio (2% en la eurozona).
En Europa, si Trump impone un arancel global del 20%
(lo más posible), el mayor daño lo sufrirán los paises que más
comercian con EEUU, en especial Alemania,
Francia e Italia. España podría “salvarse de la quema” de
la guerra arancelaria, según
Bruselas, por el escaso peso del
comercio con EEUU (sólo supone el 4,7% de todas nuestras exportaciones, frente
al 10,4% que suponen las exportaciones alemanas a USA), por el tirón del
turismo y el consumo y por el empujón inversor de los Fondos Europeos. Pero
está claro que los
aranceles nos acabarán afectando, sobre todo en las regiones
que más comercian con EEUU (Cataluña, Andalucía y Comunidad Valenciana) y en
los sectores que más exportan allí: automóvil y piezas, multinacionales
energéticas, empresas de bienes de equipo y semimanufacturas, empresas textiles
y de manufacturas de consumo, farmacéuticas y empresas químicas y sectores de
alimentación, en especial aceites, vino y frutas.
La Comisión Europea estima que están “en riesgo” 4.500
millones de los 18.179 millones exportados por España a EEUU en
2024. Un riesgo menor al del conjunto de Europa, donde la Comisión cree que están en riesgo una
cuarta parte de las exportaciones europeas a EEUU, nada menos que 133.000
millones en riesgo (la UE exportó por valor de 531.600 millones de euros). De
momento, las exportaciones europeas a EEUU han seguido creciendo
en abril (+3,8%) y mayo (+4,4%), según
Eurostat, con lo que Europa ha mejorado su superávit comercial con USA
tanto en abril (+17.700 millones, +16,6% sobre abril de 2024) como en mayo
(+18.400 millones de superávit de la UE con EEUU, +29,5% sobre mayo 2024),
debido a que muchas empresas han querido anticipar ventas (y compras) antes de
materializarse los aranceles finales.
En el caso de España, el viernes salió el
dato de las exportaciones en mayo, que crecieron un +0,8% a todo el
mundo (mientras caían las de Alemania e Italia), aunque caían nuestras exportaciones
a Estados Unidos (-14,4%), lo que ya pasó también en abril (-13,8%).
Con estas dos bajadas de nuestras ventas en abril y mayo, las
exportaciones a USA en los 5 primeros meses de este año(enero-mayo)
han caído un -4,8%, mientras las importaciones han crecido un +8% (por
anticipo de compras). Con ello, el déficit comercial de España con EEUU se
ha agravado: -5.890 millones hasta mayo, frente a -4.553 millones al
inicio de 2024. Con aranceles más altos desde agosto, lo normal es que las
exportaciones caigan más, lo que obligará a nuestras empresas a buscar nuevos
mercados, como ya han hecho en abril y mayo.
Además del problema de los aranceles, los europeos
tenemos otro problema: la debilidad del dólar (por la política
errática de Trump y su elevada deuda), que ha reforzado al euro
en lo que va de año: si empezó el año cotizando a 1,035 dólares, el viernes
costaba ya 1,1624 dólares, lo que supone una revalorización del euro del +12,30%.
Esto significa que todos los productos europeos cuestan ahora un 12,30%
más caros para los países de fuera del euro, lo que dificulta la
competitividad de los productos y servicios europeos (también encarece los viajes a Europa, retrayendo el turismo a España). Así que además
de aranceles en USA, en Europa tenemos un problema adicional: la revalorización
del euro.
Esto afecta también a los tipos de interés, porque una
manera de “bajarle los humos” al euro sería seguir bajando los tipos de interés
en Europa, aunque el
tipo oficial (2%) ya es mucho más bajo que el de EEUU (4,50%). Pero el
BCE, que se reúne este jueves, tiene
difícil aprobar una nueva bajada, porque teme
que los aranceles futuros suban la inflación en Europa, que de momento está
controlada (en el 2%). Esta incertidumbre sobre el futuro de los tipos ha
frenado ya la caída del Euribor, que está a mediados de julio en
el 2,076%, prácticamente igual que en junio (2,081%), lo que
frena también la rebaja que podrían conseguir en el futuro los hipotecados. Así
que está todo relacionado: más aranceles, más difícil bajar los tipos y
menos bajarán las hipotecas para las familias.
Pero hay más incertidumbres económicas en el
horizonte. La principal, cómo se configura el futuro de Europa,
una economía que lleva varios años estancada y que pierde competitividad frente
a Estados Unidos y China. La nueva Comisión Europea, más derechizada
tras las últimas elecciones, parece
haber perdido el empuje que demostró frente a la pandemia y la
crisis inflacionista y no acaba de unirse para afrontar sus mayores retos: el
impulso económico y tecnológico, la digitalización y la descarbonización, la
lucha contra la crisis climática y la creación de una Defensa Europea que cubra
el vacío dejado por Trump y la OTAN. Hace unos meses (septiembre 2024), Mario
Draghi, el expresidente del BCE, trazó
una “hoja de ruta” para que la Unión Europea modernizara su
economía y la hiciese más competitiva, con un ambicioso Plan que preveía
invertir 800.000 millones en 4 años. Pero ha pasado el tiempo y no hay ningún Plan,
sólo divergencias a la hora de afrontar la emergencia climática, la llegada de
inmigrantes, la renovación tecnológica y la Defensa Europea.
El último eslabón de la incertidumbre sobre el futuro de la
UE ha sido la reciente presentación
de los Presupuestos europeos para 2028-2034. Tienen dos problemas.
Uno de fondo: el gasto es ridículo. Se propone un Presupuesto de 1,8 billones de
euros para 7 años (257.000 millones anuales), que supone el 1,6% del PIB de
la UE. Sólo el Presupuesto de España es el doble al año del propuesto para
los 27. Y el Presupuesto de EEUU es 10,13 billones de euros anuales, el
37,6% del PIB USA (30 veces más). Estos datos revelan el problema de fondo:
son los paises europeos los que ingresan y gastan y la Comisión Europea
apenas tiene instrumentos para ingresar y gastar, es un Gobierno europeo “sin
medios”.
El segundo problema de los futuros Presupuestos europeos,
que se van a debatir los próximos dos años, es que ha
cambiado la filosofía: los programas de los Fondos estructurales y
el gasto agrícola se van a descentralizar, con programas a través de los
paises: serán más planes nacionales que luego ratificará el Gobierno europeo (“menos
Europa" en vez de más). Además, las nuevas prioridades como Defensa y Seguridad
van a quintuplicar el gasto (131.000 millones), a costa de reducir otros
programas (el
campo tendrá 300,000 millones, 80.000 menos que ahora. Y el Fondo de
Competitividad, la partida clave, tendrá sólo 451.000 millones (incluyendo
Defensa), la mitad de lo que proponía Draghi. Pocos recursos para
modernizar la economía europea y dar un salto tecnológico e industrial que
permita competir mejor.
Y mientras, en España tenemos otra incertidumbre
de fondo: la política. La economía va bien, lleva 4 años creciendo
más que el resto de Europa y creando el 40% del empleo del continente. Pero la
polarización política y el enfrentamiento institucional
podrían afectar a la economía, si la coyuntura internacional se agrava y el
Gobierno no tiene mayoría para tomar medidas y seguir con las reformas
necesarias. Una paralización política que ya nos cuesta dinero: el
7 de julio, Bruselas
recortó en 1.100 millones de euros el 5º pago de los Fondos europeos a
España (ingresó 24.137 millones) por no haber compensado a los
funcionarios interinos (626 millones) y por no aprobar un impuesto al
diesel exigido por Bruselas: votaron en contra, en diciembre, PNV y
Junts, a los que se sumaron Podemos, PP y Vox. Ahora, hay
otras reformas pendientes sin las que España no recibirá los restantes
Fondos UE.
En resumen, que hay demasiadas incertidumbres internacionales
(aranceles, tipos, guerras) a las que sumar el incierto futuro de una
Europa estancada y el parón político en España, con un Gobierno en
preocupante minoría que tiene
muy difícil legislar y gobernar. Son retos preocupantes con los que nos
vamos de vacaciones y que seguirán ahí, quizás agravados, a la vuelta en otoño.
Un panorama preocupante, fuera y dentro de España, porque podría afectar
a las familias (menos consumo) y a las empresas (menos inversión), paralizando
reformas y proyectos y poniendo en riesgo el llamativo despegue económico de
España tras la pandemia. Por eso, urge más que nunca el diálogo y el
consenso. Pero parecen imposibles.
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lunes, 7 de julio de 2025
Ola de calor y Bruselas rebaja política climática
La primera ola de calor de este verano ha dejado un
mapa de muertes y problemas en toda Europa, especialmente en España.
Y junio ha sido el mes más cálido de la historia. No es casualidad: la
ONU reitera que la culpa es del Cambio Climático, que el Planeta se está
volviendo “más caliente y más peligroso”. Pero el miércoles, con
Bruselas a 37 grados, la Comisión Europea “suavizó” su política climática,
aprobando “un truco contable”: permite a paises y empresas emitir
más CO2 del previsto si a cambio pagan a otros paises
(pobres) que reduzcan sus emisiones. “Externalizan” la gestión de las emisiones
como algunos proponen hacer con los inmigrantes… Y eso pasa cuando los autócratas
de medio mundo, de Trump a Milei, niegan el cambio climático y el
PP y Vox hacen políticas negacionistas en Murcia, Valencia,
Extremadura o Aragón, además de en sus Ayuntamientos. No nos quejemos
del calor extremo: exijamos a los políticos que aceleren las medidas
contra la emergencia climática. Ya.
Por si alguien tenía dudas del “Cambio Climático”, nos ha caído encima la primera ola de calor del verano, que por primera vez empezó en junio: el domingo 29 fue el día más caluroso en España desde que hay registros (1950) y más de 100 localidades superaron la semana pasada los 40 grados (46 grados en El Granado, Huelva). Y este junio ha sido el más cálido de la historia: 23,6 grados de media, 0,8 grados más que en junio 2017 (anterior récord). La ola de calor no se ha sufrido sólo en España, sino que ha recorrido toda Europa, desde Reino Unido a Turquía, con muertos incluso en Francia e Italia. En España, el sistema MOMO (Instituto Carlos III) estima que ha habido 390 muertos en junio por la ola de calor, más 53 en los dos primeros días de julio, la mayoría mayores de 75 años (338 en junio).
Ya son varios años en que se producen olas de calor,
sobre todo en España y la Europa del sur, con un tremendo saldo de muertes,
incendios forestales y daños a la agricultura y la ganadería, las infraestructuras,
el turismo y las empresas, así como a los
ecosistemas terrestres y marinos. En Europa se produjeron 47.690 muertos
por olas de calor en 2023, según un estudio de Nature Medicine. Y en España, los
datos del sistema MOMO señalan que hubo 3.521 muertos por olas de calor
en 2024. Pero sólo en la primera mitad de 2025 (hasta junio), se estima que
ha habido ya 2.168 muertos por altas temperaturas.
El calor extremo ya no es una novedad en el mundo y menos en
la Europa del sur, donde llevamos varios años sufriendo olas de calor,
especialmente desde 2022. “El Planeta se está volviendo más caliente y
más peligroso: ningún país es inmune”, declaraba
la semana pasada en Sevilla (a más de 40 grados) el secretario general de
la ONU, Antonio Guterres. Y los expertos insisten: “la ola de calor no es
una casualidad, es consecuencia del Cambio Climático, que la hace 5 veces más
probable”, según la plataforma
científica Climate Central. El “mecanismo” es bien conocido: la acumulación
de gases de efecto invernadero (CO2, metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos,
perfluorocarbonos y hexafluoruro de
azufre) hacen como de “paraguas” que retiene el calor solar y aumenta las
temperaturas. En España, la temperatura media de 2024 fue 1,64
grados más alta que en 1961.
Los expertos
de la ONU (IPPC) calculan
que cada medio grado adicional de calentamiento global de la atmósfera causa aumentos
importantes en la intensidad y frecuencia de las temperaturas extremas. Y
dado que el Planeta sigue calentándose año tras año, estiman que los paises sufriremos
cada vez más olas de calor, que llegarán antes
(normalmente se daban en julio y agosto, pero ahora han sido en junio) y que
serán más graves y duraderas. Así que no nos extrañemos de lo que
está pasando: “el calor extremo ya no es un fenómeno raro, se ha convertido en
la nueva normalidad”, alertó
Antonio Guterres en Sevilla, pidiendo “más ambición” a los Gobiernos en la
lucha contra esta “emergencia climática.
El problema es que el clima empeora cuando en medio mundo se
consolidan los líderes políticos que niegan el Cambio Climático, como
Trump en USA o Milei en Argentina. Los autócratas del mundo y la extrema
derecha han convertido la lucha contra las políticas “verdes”
como uno de sus principales caballos de batalla cultural y política
(junto a los inmigrantes, el feminismo y los impuestos). El
“anti-ecologismo” es una seña de identidad de la extrema
derecha y parte de la derecha internacional, con su corolario de oposición a
cualquier regulación medio ambiental (“imposición
ideológica verde”, dice Vox) para
frenar el Cambio Climático. Y con ello, hay cada vez más paises y Gobiernos que
no toman medidas decididas para reducir las emisiones que provocan y aceleran
las olas de calor.
En Europa, las últimas elecciones en la UE (junio
2024) supusieron una
derechización del Parlamento Europeo y la Comisión, con un mayor peso
de la derecha y la extrema derecha. Por eso, el PP Europeo vetó la Ley
de Restauración de la Naturaleza, que puso salir adelante en el Parlamento
europeo (julio de 2023) gracias al voto de socialistas, liberales, verdes,
izquierda y algunos eurodiputados 'populares' que apoyaban la norma (324 votos a
favor y 312 en contra). Y además, el PPE promovió el aplazamiento
de la entrada en vigor de la Ley de Deforestación y diluyó la Ley
de Biodiversidad. Con la nueva Comisión Europea y la extrema derecha
negacionista ganando terreno en media Europa, ganan peso los que creen
que Europa debe echar
el freno a las políticas climáticas de vanguardia, porque
perjudican a la competitividad de las empresas europeas.
El último ejemplo de esta “nueva ecología europea”
lo dio la Comisión Europea el miércoles pasado, 2 de julio, precisamente cuando
en Bruselas hacía unos inusuales 37 grados… El Gobierno europeo aprobó
una enmienda a la Ley europea del Clima (en vigor desde julio de 2021)
que pretende “flexibilizar” algunas medidas para reducir las
emisiones europeas, manteniendo el mismo objetivo final de la Ley: que se
reduzcan el 90% para 2040 (respecto a las de 1990) y emisiones netas cero para
2050.
La primera
medida “de flexibilización” es
que se permite a los paises, sectores y empresas que en vez de reducir las
emisiones previstas, puedan reducirlas algo menos a cambio de que compren
derechos de emisiones de CO2 a paises y empresas de fuera de la UE. Es
decir, que un sector como el automóvil o la aviación, por ejemplo, pueden
recortar menos sus emisiones de CO2 (desde 2036) siempre que a cambio compren
derechos (paguen) a paises o empresas que hayan reducido emisiones, por ejemplo
una empresa que tiene bosques en Brasil o una sociedad extranjera que ha
invertido en renovables o en mecanismos de absorción de carbono. A lo claro: yo
sigo emitiendo a cambio de pagar a otros (paises pobres y empresas del sur
Global) para que emitan menos. Se trata de “externalizar”
una parte de las emisiones (hasta el 3%), un mecanismo que ya
intentó Italia con sus inmigrantes (en Albania) o que hace Trump con las
prisiones de El Salvador.
Además de este “nuevo mecanismo” para facilitar la
descarbonización de empresas y sectores europeos, la
enmienda aprobada permite otro mecanismo de “flexibilización”: la
reducción de emisiones se podrá compensar entre sectores y empresas, de tal
manera que se evita imponer un plan “rígido” de recorte, lo que ha sido
aplaudido por las empresas. Y además se incluyen nuevos mecanismos para reducir
emisiones y cobrar derechos de CO2, como la reforestación y las técnicas de
captura y almacenaje de CO2 (poco desarrolladas y “poco viables”,
según muchos expertos, que lo consideran una vía de posibles fraudes).
Muchos expertos y ecologistas han
criticado con dureza estas nuevas medidas de Bruselas,
calificándolas de “trucos contables” para retrasar medidas
efectivas contra las emisiones. Y creen que ante la grave emergencia
climática que vivimos, “socaban la credibilidad de las políticas climáticas
europeas”, según
la Oficina Europea de Medio Ambiente (EEB). Para Greenpeace,
las medidas “abren la puerta a hacer trampas para reducir las emisiones”
y critican dejar en manos de terceros una responsabilidad que debe asumir
Europa: “pagar a otros paises (pobres) para que reduzcan tus emisiones en tu
nombre no es liderazgo, es posponer el problema”, añaden, criticando que la
Comisión priorice los criterios económicos (competitividad e inversiones) sobre
la urgencia medioambiental.
Ahora, estos cambios en la gestión de las emisiones han de
ser ratificados por los Gobiernos europeos y por el Parlamento Europeo,
algo que parece muy posible. Y el siguiente paso es que
Europa apruebe su Plan Climático 2035, que debía haber presentado en
febrero y que ahora se promete para septiembre. Ahí volveremos a ver si la Comisión
Europea suaviza sus objetivos medioambientales, como se temen muchos expertos y
ONGs. Mientras, la
ONU insiste en que hay que avanzar más, que los paises “se
tienen que poner las pilas” y aprobar Planes de recorte de emisiones más
drásticos y eficaces. Porque con los Planes presentados hasta
ahora por los 192 firmantes del Acuerdo de París, la temperatura de la
Tierra aumentaría 2,6 grados para 2100, un aumento que trastocaría el
clima y la economía, dado que supera con crecer el tope límite de 1,5 grados
fijado como “sostenible” por los expertos.
La ONU y los científicos están muy preocupados porque la
emergencia climática avanza a mayor ritmo y los paises no reducen emisiones
sino que las aumentan: en 2024, las emisiones de CO2 en el mundo fueron
de 37.400 millones Tm de CO”, un +0,8% que en 2023., según
Carbón Monitor. China (responsable del 32% de las emisiones mundiales)
aumentó sus emisiones un 0,2%, EEUU (responsable 13% emisiones totales) las bajó
un 0,6%, la India (8% emisiones mundiales) las aumentó un 4,6%, la Unión
Europea (7% emisiones totales) las bajó un 3,8% y el resto del mundo (38%
emisiones) las subió un 1,1%. Y este año 2025, hasta abril, las emisiones
mundiales han subido otro 3%, según Carbón Monitor. España aumentó sus emisiones de CO2 en 2024
(278 millones Tm, +0,9%).
Ante este panorama, con Trump en plan negacionista (“perfora, niño, perfora”) y China e India “a su aire”, el papel de Europa es aún
más decisivo, aunque avancen los negacionistas. Por todo ello, la
ONU organizó una “Cumbre Climática virtual” el 23 de abril,
donde participaron Brasil y 17 líderes de economías desarrolladas (entre ellos
Pedro Sánchez, de España), China, África y Asia, más paises e islas muy vulnerables
al Cambio Climático, para impulsar Planes nacionales más ambiciosos
contra el Cambio Climático. “Ya hemos negociado bastante: hay que
pasar a la acción”, les dijo Antonio Guterres. El objetivo es tener en
septiembre Planes climáticos hasta 2035 de los 192 paises firmantes del Acuerdo
de París, para darles un impulso definitivo en la próxima
Cumbre del Clima, que se celebrará del 10 al 21 de noviembre en Belém
(Brasil). Será una COP30 clave.
Mientras los dirigentes europeos y mundiales
no afrontan con decisión la lucha contra la emergencia climática (una “guerra
mundial” que estamos perdiendo), los ciudadanos estamos cada vez más
preocupados: el 85% de los ciudadanos europeos consideran que el
Cambio Climático es “un problema grave” , según
el Eurobarómetro de junio. Pero luego apoyan y votan a partidos que, en
muchos casos, niegan ese Cambio Climático y dicen que es “una cuestión
ideológica”, como si no tuviera nada que ver con las olas de calor.
En España, esta contradicción entre lo que piensan
los ciudadanos y algunos de sus partidos es especialmente relevante, porque el
negacionismo de Vox se ha acabado contagiando al PP, que utiliza
cada vez más las políticas ambientales como “una bandera de enganche” para
captar votos. Y además, los pactos PP-Vox en algunas autonomías
han llevado a varios Gobiernos a aprobar medidas que favorecen la crisis
climática, así como en
sus Ayuntamientos (retraso zonas de bajas emisiones y supresión carriles
bici) . En
Murcia, el pacto presupuestario PP-Vox (junio) incluye modificar la
Ley de Protección del Mar Menor y un rechazo explícito “a las políticas medioambientales
europeas”, lo mismo que ha hecho Mazón en
la Comunidad Valenciana para aprobar sus Presupuestos con Vox. Y
también en
Extremadura se han revisado normativas de protección ambiental, como
en Castilla y León, Andalucía, Cantabria y Aragón, con o sin Vox. Da
miedo pensar lo que harían si Feijoo y Abascal llegan a la Moncloa…
Vendrán más olas de calor, antes y más graves y duraderas
Por si alguien tenía dudas del “Cambio Climático”, nos ha caído encima la primera ola de calor del verano, que por primera vez empezó en junio: el domingo 29 fue el día más caluroso en España desde que hay registros (1950) y más de 100 localidades superaron la semana pasada los 40 grados (46 grados en El Granado, Huelva). Y este junio ha sido el más cálido de la historia: 23,6 grados de media, 0,8 grados más que en junio 2017 (anterior récord). La ola de calor no se ha sufrido sólo en España, sino que ha recorrido toda Europa, desde Reino Unido a Turquía, con muertos incluso en Francia e Italia. En España, el sistema MOMO (Instituto Carlos III) estima que ha habido 390 muertos en junio por la ola de calor, más 53 en los dos primeros días de julio, la mayoría mayores de 75 años (338 en junio).
“No podemos retroceder en la acción climática”,
acaba
de decir el Secretario General de la ONU. Pero no parece que esa sea la
prioridad de muchos políticos mundiales, europeos y españoles. Así que no
basta con quejarse de la ola de calor. Habría que salir a la calle y
manifestarse a favor de políticas más decididas contra la emergencia climática,
para salvar el Planeta y nuestras vidas. Y sobre todo, no votar a nadie
que sea “negacionista”. El
Cambio Climático está aquí y es un problema más grave que las guerras,
la inmigración o el paro. Es una cuestión de supervivencia. Y
si retrasamos las medidas o las “suavizamos” nos estamos engañando y poniendo
en peligro. Ya lo sabemos: si no se reducen drásticamente las emisiones, habrá
más olas de calor, más graves y más mortíferas. Seguro.
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VOX
jueves, 20 de febrero de 2025
Crecemos, pero con pobreza y desigualdad
Confirmado: España creció en 2024 cuatro veces más
que Europa (3,2% frente a 0,8%). Pero mucha gente no lo nota,
porque la inflación se ha comido los salarios y por la subida de alquileres,
hipotecas y servicios públicos. Así, un 9,1% españoles llegan a fin de mes “con
mucha dificultad” y casi la mitad con problemas. Y hay 9,6
millones de españoles en situación de “pobreza”: ganan menos
del 60% que la media. Tenemos sólo 409.000 “pobres” menos que en 2018,
cuando Sánchez llegó a la Moncloa, aunque hay 2,35 millones de residentes
más. Pero sube la pobreza infantil y somos el 5º país
con más pobreza de Europa, a pesar del crecimiento y el empleo. Fallan
las ayudas a la pobreza y tenemos demasiados sueldos bajos:
un 70% ganan menos de 2.548 euros, 24% menos que en Europa. Urge corregir las medidas
sociales, con más ayudas por hijos, y subir más los salarios bajos (menores de 2.000 euros),
ahora que los beneficios empresariales son altos. Hay que “repartir”
mejor el crecimiento.
Eurostat, lo confirmó a finales de enero: España creció +3,2% en 2024, más que en 2023 (+2,7%) y cuatro veces el crecimiento de la UE-27 (+0,8%), triplicando el crecimiento de Francia (+1,1%) y seis veces más que Italia (+0,5%), mientras Alemania sigue en recesión (-0,2%). Los motores del alto crecimiento español, por tercer año consecutivo, son el aumento del consumo público y privado (por el aumento de ocupados: + 468.100 empleos en 2024), las exportaciones y, sobre todo el turismo, que batió otro récord histórico. Y además, la inflación cerró el año con una subida del 2,8%, en linea con el +2,7% en la UE-27. El punto negro sigue siendo el paro, que acabó en el 10,6%, casi el doble que la media europea (5,6%). Con todo, la economía española crece más que la europea, con una inflación moderada (al alza), menos déficit público y superávit con el exterior, esperando crear otros 500.000 empleos en 2025. Pero muchos españoles no acaban de notarlo. Primero, porque la inflación de los últimos años “se ha comido” parte de sus salarios: los salarios pactados en convenio han subido un +12,92% entre 2020 y 2024, mientras la inflación subió un +20% (y si nos vamos más atrás, desde 2009, los salarios han perdido un -21,43% de poder adquisitivo). Además, en los últimos años se han disparado los alquileres (subieron +31% entre 2020 y 2024) y el coste de las hipotecas, por la subida de los pisos y tipos. Y hay muchos servicios que se han encarecido, como la sanidad (los seguros médicos) o la educación, subiendo las facturas de la energía, alimentos y carburantes, a pesar de las ayudas del “escudo social”.
Y hay otro factor del que apenas se habla: la
economía crece con fuerza, producimos mucho más, pero somos
mucho más habitantes, con lo cual la producción (y la renta) se
reparte entre muchos más. Así, el valor de lo producido (PIB) ha pasado de
1.253.710 millones de euros en 2019 a 1.593.136 en 2024, un
aumento del +27% . Pero la población residente ha pasado (por el
aluvión de inmigrantes), de
47 a 49 millones en estos 6 años. Así que el PIB por habitante
ha crecido algo menos: de 26.670 euros en 2019 a 32.461 en 2024 (+21,7%).
Todavía tenemos una
menor productividad que Europa,
no tanto por los trabajadores como por la baja inversión y un modelo económico
menos productivo.
Volviendo a los que no notan el fuerte crecimiento, la
última estadística del INE revela que casi la mitad de los españoles
(el 47,4%) tienen algún problema parea llegar a fin de mes, algo
menos que en 2019 (49,3% tenían problemas), aunque ahora hay 2 millones de
habitantes más. De ellos, un 9,1%
llegan a fin de mes “con mucha dificultad” (eran el 7,8% en
2019 y el 9,3% en 2023), sobre todo en Castilla la Mancha (13%), Canarias
(12,4%) y Andalucía (10,9%), siendo pocos en País Vasco (5,1%), Baleares (5,6%)
y la Rioja (5,9%). Otro 12,7% de españoles llegan a fin de mes “con
dificultad” (14,2% en 2019) y el 25,6% restante con “cierta
dificultad (27,3% en 2019). La alta inflación pasada y los alquileres lo
explican.
Otro dato preocupante son los españoles, que a pesar de la
mejoría del crecimiento y el empleo, sufren “carencias materiales”,
según
la Encuesta de Condiciones de Vida 2024 del INE. Casi un tercio de la
población (35,8%) “no tiene capacidad para atender gastos
imprevistos” (como en 2019, cuando eran el 35,9%, aunque hoy somos 2
millones de habitantes más), el 6,1% no se puede permitir comer carne o
pescado cada dos días (eran la mitad, el 3,8% en 2019), un 17,6% no
pueden mantener su vivienda a la temperatura adecuada (el doble que en 2019,
cuando eran el 7,6%) y un 13,6% de personas han tenido retrasos en el
pago de gastos de su vivienda (frente al 8,3% en 2019).
Pero lo más preocupante es que, a pesar del alto crecimiento
y el empleo, España todavía tiene muchos “pobres”: somos el 5º
país con más pobreza de Europa (19,7% de la población en 2024) , tras
Letonia (22%), Bulgaria (21,7%), Estonia (20,7%) y Lituania (20,6%), según
Eurostat. Son 9.653.000 españoles a los que las estadísticas
europeas considera “pobres”, porque ingresan menos del 60%
de la media del país (menos de 11.584,4 euros al año los solteros y menos de
24.3272 euros al año una familia con dos niños), según
el INE.
Lo peor es que, a pesar del alto crecimiento y el empleo, la pobreza
infantil ha crecido en España: en 2024 estaban en situación de pobreza el
29,2% de los menores de 16 años, frente al 26,2% de pobreza infantil en
2018. Son 2,5 millones de niños y niñas que viven en hogares pobres y de
ellos, más de un tercio (el 11%, 941.000 niños y niñas) viven
en hogares con pobreza severa y no pueden acceder a una alimentación
saludable, como
denuncia Save the Children, recordando que España es el 2º país de
Europa con más pobreza infantil, tras Rumanía. Esta pobreza infantil se concentra en las familias
de mujeres solas con niños (el 81% de las familias monoparentales),
“feminizando” la pobreza.
La llamativa subida
del salario mínimo interprofesional (de 735 euros en 2018 a 1.184
euros en 2025, +61%), el avance del Ingreso
mínimo Vital (llega a 674.000 hogares, con 2 millones de beneficiarios
y una cuantía mensual entre 658 y 1.500 euros) y las ayudas públicas que han
integrado (e integran) el “escudo
social” (ERTEs, bono social eléctrico, ayudas al transporte, luz, alimentos y carburantes) han evitado que
la pobreza en España creciera estos años, a pesar de que somos 2,35
millones de habitantes más. Pero la tasa de pobreza es “inadmisible” y
la Comisión Europea nos
alertó de ello en diciembre pasado.
El problema de fondo no es sólo que falten ayudas
públicas contra la pobreza sino que se gastan mal, como nos
ha reiterado la OCDE y la Comisión Europea. Por un lado, las ayudas
públicas a las familias (claves para luchar contra la pobreza) tienen en España la mitad de peso que en otros paises:
suponen
el 1,6% del PIB (2021), frente al 2,5% de media en la UE-27,
el 3,7% en Alemania o el 2,5% en Francia. Por otro, estas ayudas públicas en
España benefician más a las familias de rentas medias y altas que a las
familias con rentas bajas, porque el grueso de las ayudas son desgravaciones fiscales en
el IRPF, que benefician a 8 millones de contribuyentes, la mayoría con
rentas medias y altas, porque las
rentas bajas y los más pobres no declaran (los ingresos de menos de
22.000 euros al año, todos los que están en pobreza severa y la mayoría de los
considerados “pobres”).
La propia Comisión Europea alertó,
en su informe de diciembre, sobre el hecho de que las ayudas
contra la pobreza en España “tienen menos impacto que en otros paises”,
por “los problemas de adecuación y cobertura del sistema de protección social,
las disparidades regionales de acceso a los servicios públicos y la persistente
pobreza en el trabajo”. Sobre este último punto, recordar que en 2023 eran
“pobres” casi 2,5 millones de trabajadores (2.499.654), según la Red EAPN. Y que España es el tercer
país europeo con más porcentaje de “trabajadores pobres” (11,9%),
sólo por detrás de Rumanía (15%) y Bulgaria (11,7%), peor que Portugal (10%) o
Grecia (9,85) y por encima de la UE-27 (8,9% de trabajadores
“pobres”), Italia (9,9%), Francia (7,8%) o Alemania (6,5%), según
Eurostat.
Por todo ello, expertos y ONGs piden modificar
el esquema de protección social a las familias más vulnerables, reformar
la política contra la pobreza en España. Por un lado, es urgente coordinar
las ayudas públicas, creando
“una ventanilla única” donde se soliciten y se gestionen, con
menos burocracia, más colaboración entre administraciones (incluyendo los
Ayuntamientos, claves en las ayudas contra la pobreza) y dando más entrada a
las ONGs, quienes tienen más experiencia y conocimiento del problema. Y por
otro, hay que destinar
más recursos públicos a la lucha contra la pobreza, gastando el
doble (como hace la UE) en ayudas a la familia. Además, urge avanzar en
aprobar una ayuda universal por hijos, clave para reducir la pobreza
infantil, como reitera Save the Children.
De hecho, en 20 paises europeos existe una
ayuda universal por hijo, que la OCDE ha propuesto a España (y que sólo
aplica el País Vasco, desde marzo der 2023, cuando entró en vigor una
ayuda universal por hijo de 200 euros que cobrarán las familias durante 3
años). Con esta ayuda, “se matarían dos pájaros de un tiro”: se
reduciría la pobreza infantil y la pobreza de las familias (más
concentrada en las que tienen hijos) y se fomentaría la
baja natalidad, un grave problema estructural de España, que pone en
peligro el futuro de las pensiones y del Estado del Bienestar. El Gobierno
Sánchez dice que estudia
una ayuda universal por hijo hasta los 6 años, pero tiene difícil
contar con apoyos políticos y recursos, máxime cuando la política del PP
(apoyada por Junts y PNV) es “bajar impuestos” indiscriminadamente.
Para que haya menos pobres y más gente “note” el
crecimiento y el empleo, hay que actuar también sobre los salarios, porque
son muy bajos y desiguales, lo que provoca que casi la mitad de
españoles tengan problemas para llegar a fin de mes. Los salarios
en convenio han subido un +3,07% en
2024, más que la inflación media (2,77%), pero llevan muchos años
perdiendo poder adquisitivo (-7,08% desde 2020 y -21,43% desde 2009). Y
tienen dos problemas. Uno, son más bajos que en Europa: el salario
medio por hora era de 18,2 euros en 2023, frente a 24 euros
de media en la UE-27 (-24,2%) , 31,6 euros en Alemania, 28,7
euros en Francia o 21,5 euros/hora en Italia, según
Eurostat. Y el otro, que los salarios en España son muy desiguales
y hay una mayoría que los tiene bajos.
Veamos. El salario medio bruto en España era de 2.237
euros en 2023, según
la última estadística del INE (Decil de salarios). Pero de los 18 millones
de asalariados, un 30% (5.400.000) ganan menos de 1.534 euros brutos
al mes, otro 40% (7.200.000 trabajadores) ganan entre 1.534,7 y
2.548,2 euros brutos mensuales y sólo el 30% restante (5.400.000
asalariados) ganan más de 2.548,2 euros brutos mensuales. A lo claro: que el 70% de los que
trabajan en España (12,6 millones)
ganan menos de 2.548 euros brutos, unos 2.170 euros netos. Y hay
sectores enteros, como la hostelería, el campo, las empleadas de hogar, el
comercio y muchas pymes, donde ganan aún menos. Y sobre todo las mujeres
(2.063,2 euros de media, -16,4% que los hombres) y los jóvenes que aún ganan menos (1.387 euros
brutos es el salario medio de 16 a 24 años). Con este bajo nivel salarial, no
es extraño que si repunta la inflación o suben los alquileres y algunas
facturas, mucha gente tenga problemas para llegar a fin de mes. O acabe en
la pobreza.
Por eso, habría que actuar en dos frentes. Por
un lado, aprobando un
Plan urgente contra la pobreza, en especial contra la pobreza
infantil, legislando una ayuda por niño/a hasta los 6 años (complementada
con otras ayudas hasta los 16 años) y reformando las ayudas públicas
disponibles, para que beneficien más a los más pobres. Y por otro, promoviendo
en la negociación colectiva una subida
mayor de los salarios más bajos (los de menos de 2.000 euros, por
ejemplo), para reducir la desigualdad actual y mejorar el poder de compra, lo
que se traduciría en más consumo, más crecimiento y más empleo. Es hora
de plantear subidas mayores del 3% para estos trabajadores peor pagados,
porque ahora las
empresas pueden hacerlo,
porque llevan 3 años consecutivos con más
ventas, márgenes y beneficios.
Lo peor que le puede pasar a un país es que no crezca ni
cree empleo. Pero tampoco es bueno que crezca y la mayoría de su población no
lo note, porque una buena parte de la población no llegue a fin de mes o siga
en la pobreza. Urge aplicar políticas para reducir de verdad la pobreza, sobre
todo la infantil, y para que la mayoría de los salarios sean más altos y
permitan una vida mejor. Hay que “repartir
mejor el crecimiento”, para que lo noten más españoles, no sólo una
minoría de sueldos y empresas. Es la manera de evitar que muchos españoles “pasen”
del Estado y de la política y se radicalicen, en manos del populismo y
la ultraderecha. La democracia ( y aún más la socialdemocracia) es crecer
más para que la mayoría vivan mejor. A ello.
Eurostat, lo confirmó a finales de enero: España creció +3,2% en 2024, más que en 2023 (+2,7%) y cuatro veces el crecimiento de la UE-27 (+0,8%), triplicando el crecimiento de Francia (+1,1%) y seis veces más que Italia (+0,5%), mientras Alemania sigue en recesión (-0,2%). Los motores del alto crecimiento español, por tercer año consecutivo, son el aumento del consumo público y privado (por el aumento de ocupados: + 468.100 empleos en 2024), las exportaciones y, sobre todo el turismo, que batió otro récord histórico. Y además, la inflación cerró el año con una subida del 2,8%, en linea con el +2,7% en la UE-27. El punto negro sigue siendo el paro, que acabó en el 10,6%, casi el doble que la media europea (5,6%). Con todo, la economía española crece más que la europea, con una inflación moderada (al alza), menos déficit público y superávit con el exterior, esperando crear otros 500.000 empleos en 2025. Pero muchos españoles no acaban de notarlo. Primero, porque la inflación de los últimos años “se ha comido” parte de sus salarios: los salarios pactados en convenio han subido un +12,92% entre 2020 y 2024, mientras la inflación subió un +20% (y si nos vamos más atrás, desde 2009, los salarios han perdido un -21,43% de poder adquisitivo). Además, en los últimos años se han disparado los alquileres (subieron +31% entre 2020 y 2024) y el coste de las hipotecas, por la subida de los pisos y tipos. Y hay muchos servicios que se han encarecido, como la sanidad (los seguros médicos) o la educación, subiendo las facturas de la energía, alimentos y carburantes, a pesar de las ayudas del “escudo social”.
Esta tasa de pobreza (19,7%) era superior en 2018 (21,5%),
cuando el Gobierno Sánchez llegó a la Moncloa, pero el número de pobres ha
bajado poco, en -409.000 personas (había 10,06 millones de pobres en 2018),
entre otras cosas porque ahora somos 2,35 millones de habitantes más.
La población
en situación de “pobreza extrema” (ingresan menos del 40% que la
media, menos de 7.772 euros anuales los solteros y menos de 16.218 euros las
familias con 2 niños) también se ha reducido, pero poco: eran el 8,7% de los
españoles en 2018 y ahora son el 8,3% de la población, 4.067.000 españoles
(solo 4.000 menos que en 2018).
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jueves, 25 de julio de 2024
Recorte de jornada: horarios y productividad
El lunes 29 de julio, Gobierno, sindicatos y patronal intentarán
alcanzar un acuerdo (difícil) para recortar la jornada laboral legal,
de 40 horas a 37,5 en 2025. La patronal está en contra porque
quieren fijar el horario en los convenios (no por Ley), porque aumenta
sus costes (se mantienen los sueldos) y reduce la productividad.
Pero el Gobierno está dispuesto a aprobar esta rebaja sin la patronal,
mientras los sindicatos amenazan con movilizaciones en septiembre. En
realidad, muchos trabajan menos de 37,5 horas (la media son 36,4
horas), pero otros trabajan más (39,4 horas en hostelería
y 39,1 en comercio) o no tienen convenio, trabajando todos más
horas que en Europa. El debate no es que reducir jornada empeorará la
productividad, más baja en España, porque depende más de nuestro modelo
económico (más servicios y menos industria y tecnología), del exceso
de pymes, de la baja inversión y formación y de la mala
organización de las empresas. Por “calentar la silla” más horas no
somos más productivos. Enrique Ortega
La jornada laboral máxima legal no se revisa en España desde hace más de 40 años. El Estatuto de los Trabajadores fijó la jornada máxima en 42 horas semanales (43 para la jornada partida) en el Estatuto de los Trabajadores de marzo de 1980 (Gobierno UCD). En julio de 1983, el Real Decreto 2001/1983, del Gobierno de Felipe González, fijaba la jornada laboral máxima en 40 horas, una norma que rige hoy. En estos 41 años, la economía y las relaciones laborales han tenido cambios drásticos, con un progresivo recorte de la jornada real de trabajo. Y por ello, el Gobierno Sánchez se ha fijado como objetivo recortar la jornada laboral legal, de las 40 horas actuales a 38,5 horas en 2024 y 37,5 horas en 2025.
La jornada laboral se ha reducido en todo el mundo y en
España en las últimas décadas, con la ayuda de la tecnología y la
digitalización. La media de horas de trabajo en los convenios
(hasta junio 2024) era de 38,2
horas semanales. Una jornada que varía mucho por sectores, según
los datos de Trabajo: los mayores horarios se dan en la hostelería
(39,4 horas), el empleo doméstico (39,3), el comercio (39,1) y el
campo (39 horas), estando también por encima de la media las inmobiliarias
(38,8 horas), actividades administrativas (38,), actividades científicas y técnicas
(38,5), industrias extractivas, manufactureras y transporte (38,4 horas
semanales). Y los sectores donde se trabaja menos horas son educación
(32,6), Administración pública y finanzas (37,1 horas), agua (37,4) y energía
(37,9), sanidad (37,9), construcción y actividades artísticas (38 euros de
media).
Por
autonomías, también hay grandes diferencias en la jornada laboral, según el
peso de cada sector económico. Las jornadas más largas se dan en Canarias
(39,3 horas semanales), Murcia (39,1), Andalucía y Comunidad
Valenciana (38,9), Castilla la Mancha y Galicia (38,8 horas). Y los
horarios laborales más cortos están en País Vasco (37,1 horas), Navarra y
Cataluña (37,4 horas). Por provincias, donde se hacen las jornadas más largas
es en Almería (39,57 horas), Tenerife y las Palmas (39,2) Orense
(39,2) y Málaga (39,17 horas semanales). Y donde trabajan menos horas es
en Vizcaya (36,93 horas), Guipúzcoa (37,18), Navarra (37,43), Álava (37,56) y
Madrid (38,22). En general, se trabaja menos horas donde hay más
industria y menos servicios, en zonas con más nivel de vida y
en empresas con menos precariedad y más presencia
sindical.
Esta es la jornada pactada en convenio, pero en
realidad los españoles trabajan menos horas, porque hay muchos (un
tercio) que trabajan a tiempo parcial y otros que no cumplen la jornada
pactada, por bajas o problemas varios. La jornada efectiva media en
España fue de 36,4 horas semanales en 2023 (para trabajadores entre
20 y 64 años), según
Eurostat, ligeramente por encima de la jornada media efectiva en la
UE-27, que fue de 36,1 horas semanales. Los paises más ricos
del norte de Europa (y donde pesa más el trabajo a tiempo parcial) trabajan
menos horas que en España: Paises Bajos (32,2 horas semanales), Austria
(33,6), Alemania (34), Finlandia (34,8), Bélgica (34,9), Irlanda (35,5), Suecia
(35,7) y Francia (36 horas semanales efectivas). Y los paises del Sur y
Este, más pobres, tienen horarios laborales más largos:
Grecia (39,8), Rumanía (39,5), Polonia (39,3), Bulgaria (39), Portugal (37,7) e
Italia (36,1 horas semanales).
En España, no sólo trabajamos más horas
que en la Europa más rica sino que tenemos
unos “horarios laborales de locos”: las estadísticas revelan que empezamos
a trabajar más tarde que en la mayoría de paises europeos (a las 8 de
la mañana sólo inician su jornada el 18,5% de los trabajadores frente al más
del 20% en muchos paises, comenzando la mayoría a partir de las 9 de la mañana)
y, tras 2 horas para comer (y más), acabamos de trabajar más tarde (muchos después de las 6 de la
tarde, cuando apenas se trabaja en el resto de Europa), según
Eurostat. Y con ello, la mayoría de trabajadores tiene problemas para
conciliar la vida laboral y familiar, además de aumentar las bajas por múltiples
motivos y el absentismo.
Respecto a los horarios laborales, en España hay
una cierta costumbre de “calentar
la silla”, de vincular horarios largos con “cumplir en el
trabajo”. Y aunque ha aumentado el teletrabajo y las jornadas presenciales de
cuatro días, todavía son mayoría los empresarios que prefieren tener a sus
trabajadores en la empresa que fuera, que valoran los largos horarios de
trabajo. Sin embargo, la mayoría de trabajadores están a favor del
recorte de jornada, según
la última Encuesta de 40dB para El País: 2 de cada 3 españoles apoyan la
reducción de jornada a 37,5 horas, sobre todo los más jóvenes, aunque la
mayoría dan más importancia a subir los salarios y mejorar los trabajos que a
reducir la jornada laboral.
El Gobierno propone reducir la jornada laboral
porque cree que no afectará a la productividad de las empresas y ayudará a mejorar la vida de los trabajadores, a los que se mantendrá el sueldo aunque trabajen menos horas, porque se espera que el cambio
redunde en una mayor eficacia laboral (“hacer lo mismo o más en menos tiempo”).
Y defienden recortar la jornada por Ley porque hay muchos
trabajadores sin convenio, que no tienen regulada su jornada y depende del
empresario. En 2023 había 3.512 convenios vigentes en España, que afectaban
a 10,9 millones de trabajadores: quedaban fuera más de 7 millones de asalariados (hay 18 millones). Y
10 millones de ocupados (hay 21,24 millones).
Por eso, el Gobierno reitera que la rebaja del horario favorecerá a 12 millones de trabajadores en España, que ahora trabajan más de
las 37,5 horas que plantean para 2025. La mayoría son trabajadores sin convenio
o sin un horario pactado, empleados en pequeñas empresas o eventuales. Los
sindicatos añaden que el recorte legal del horario beneficiará más a
los hombres que a las mujeres, a los trabajadores del campo, la
construcción y algunas industrias, sobre todo en La Rioja y Castilla la Mancha.
Y quieren que la rebaja se apruebe cuanto antes, sin retrasos ni
flexibilización de plazos, porque se desaprovecharía el año 2024 y no
tendríamos la jornada de 37,5 horas hasta 2026. Por eso, amenazan con que si no
hay acuerdo ahora, convocarán
movilizaciones en septiembre.
La patronal CEOE cree que “no es el momento de
recortar la jornada” (nunca lo es…) y que debe dejarse la fijación de
los horarios de trabajo a
los convenios colectivos, porque “las empresas que pueden rebajar
jornada ya lo están haciendo”, como demuestran los datos: en 2003 se
trabajaba 1.752 horas al año en España, bajando a 1.692 en 2013 y a 1.632
horas anuales en 2023. Y añaden que el 44% de los convenios tienen ya
una jornada de 38,5 horas o menos. Así que proponen no tocar la Ley y
que cada empresa recorte horarios con sus trabajadores. El problema,
señalan los sindicatos, son los millones de trabajadores que no tienen
capacidad de negociar. Y aquí pasa como con las medidas para conseguir la
igualdad de género: o se imponen por Ley o no se logran.
La patronal se queja además de que la rebaja de
horarios manteniendo sueldos les
aumenta los costes un 6% y perjudica su competitividad. De hecho, el
presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, ha echado en cara al Gobierno y a
los sindicatos que el recorte de jornada por Ley supone “un regalo de 12 días más de vacaciones pagadas
a los trabajadores”. El
líder de UGT le ha respondido que “mayor es el regalo que
les hacen los trabajadores a las empresas” con las horas extras hechas y no
pagadas: son casi la mitad de todas las horas extras, “un regalo” de
2.300 millones anuales a las empresas.
De hecho, la patronal ha querido aprovechar la
negociación sobre el recorte de horarios para aumentar
el tope de horas extras que se pueden hacer, ahora establecido en
80 horas al año (que en muchas empresas no se cumple). Pero el Gobierno (y los
sindicatos) se han negado a abrir esta “espita”, con más horas extras, porque
ya son excesivas. En el 4º trimestre de 2023 se hicieron 6,3 millones de horas extras
a la semana, el 39% de ellas “gratis” (sin pagarlas). Una forma con la
que muchas empresas evitan aumentar plantillas (y crear más empleo), con la
connivencia de los trabajadores que hacen estas horas para completar unos
salarios bajos (y en ocasiones sin cobrar, para mantener el empleo). Si no
se hicieran estas horas, se podrían contratar a 166.000 trabajadores más.
Junto a la rebaja de la jornada, el Gobierno Sánchez quiere aprobar
también un control más eficaz de la jornada laboral, porque el
actual es deficiente. En marzo de 2019, el Gobierno aprobó un Real
Decreto para que las empresas realizaran un control de horarios de sus
trabajadores. Pasados 5 años, Trabajo ha comprobado que hay muchas
empresas que no lo aplican y otras muchas cometen fraude en sus
controles, lo que ha provocado 4.804 expedientes y multas por 7,3 millones.
Ahora, se quiere aprobar un control digital de la jornada, accesible
a la inspección de trabajo y a los sindicatos, para que sea efectivo.
En la reunión del lunes 29 de julio, el acuerdo
dependerá de la postura de la patronal, que está en contra del recorte de
horario, aunque podría
aceptarlo si se flexibiliza en el tiempo, si las 38,5 horas iniciales
se pueden cumplir “a lo largo de 2025”, un retraso que no aceptan los
sindicatos. Si no hay acuerdo, el Gobierno podría aplicar la reforma
unilateralmente o sólo con el apoyo de UGT y CCOO, como pasó con las
subidas del salario mínimo. Pero luego tiene que aprobar el recorte horario
en el Parlamento y no lo tiene fácil, por posibles problemas con Junts
(y quizás PNV) o con Podemos, según haga la reforma finalmente.
Mientras se ultima la negociación de la jornada, la patronal
y algunos expertos reiteran que recortar la jornada empeorará
aún más la productividad en España, más baja que en la mayoría de
Europa. Los datos son concluyentes: la productividad por empleado
en España es inferior a la media europea (96 frente a 100 en las UE-27 y 123 en
Alemania) y un 19,3% inferior a la productividad media en la zona euro, según
el último informe de BBVA Research. Y esta “brecha” de productividad con
Europa es mayor hoy que en las dos últimas décadas, aunque mejoró en 2022 y
2023. Por eso, la patronal reitera que si se trabajan menos horas, la
productividad caerá más y seremos menos competitivos.
La realidad es que si España tiene menos
productividad que la mayoría de Europa no es porque trabajemos pocas horas
(trabajamos más que los paises más productivos), sino por otras razones (ver
Blog). La primera y fundamental, porque tenemos un modelo económico
donde las actividades menos productivas (hostelería, comercio,
transporte o construcción) tienen más peso que en otros paises europeos,
donde pesan más la industria, la tecnología y la información (TIC), sectores con
más productividad. Pero aunque tuviéramos la misma estructura económica
que la UE-27, España tendría un 10% menos de productividad, según
este estudio de la Fundación BBVA e Ivie, que señala otros factores.
Un factor clave es el menor
tamaño de las empresas españolas (tenemos un exceso de pymes), lo que
les dificulta financiarse, invertir, innovar y ser más productivas. Otra causa importante
es la
menor formación de los trabajadores españoles: el 48% de los adultos
carecen de título universitario o FP y tienen un gran peso los trabajos que
exigen poca cualificación (sector servicios), que son los menos productivos. La
tercera causa clave es la falta
de tecnología e innovación en las empresas (el gasto en I+D+i es el
1,44% del PIB frente al 2,2% de media en la UE.27), con lo que fabricamos productos
menos complejos y de menor valor añadido. Un cuarto factor que explica nuestra
menor productividad es la
baja inversión en España (pública y privada) desde 2008. También
tenemos demasiada “economía sumergida” y pesan negativamente la enorme dependencia
de las empresas del crédito bancario (más que en el resto de Europa), la excesiva
burocracia del Estado y las autonomías, las barreras a la competencia y las dificultades regulatorias y fiscales a las pymes.
En resumen, que para ser un país más productivo y rico,
la solución no es estar más horas en el trabajo sino ser
más eficaces en las empresas, desde la organización del trabajo y
la motivación de los empleados a invertir más en formación, tecnología,
innovación y digitalización, para producir con más valor por empleado.
Así que no hagan demagogia con que el recorte de horarios reducirá la productividad.
La empeora no tomar medidas para hacer las empresas más
competitivas y sólo pensar en ganar dinero a corto plazo, compitiendo con empleos
precarios y salarios bajos, como la China de Europa. Así no.
La jornada laboral máxima legal no se revisa en España desde hace más de 40 años. El Estatuto de los Trabajadores fijó la jornada máxima en 42 horas semanales (43 para la jornada partida) en el Estatuto de los Trabajadores de marzo de 1980 (Gobierno UCD). En julio de 1983, el Real Decreto 2001/1983, del Gobierno de Felipe González, fijaba la jornada laboral máxima en 40 horas, una norma que rige hoy. En estos 41 años, la economía y las relaciones laborales han tenido cambios drásticos, con un progresivo recorte de la jornada real de trabajo. Y por ello, el Gobierno Sánchez se ha fijado como objetivo recortar la jornada laboral legal, de las 40 horas actuales a 38,5 horas en 2024 y 37,5 horas en 2025.
Y hay otro factor del que apenas se habla (nunca la
patronal) y que explica mucho nuestra baja productividad: la deficiente
organización de nuestras empresas, donde no se valora suficiente el
trabajo en equipo, la captación y promoción del talento o la gestión por
objetivos, mientras se mantienen los viejos principios del “ordeno y
mando”. El propio Banco
de España ha destacado la baja formación de muchos gestores
empresariales, mientras un estudio de la consultora Gallup relaciona la
capacidad de gestión con la motivación de los trabajadores. El dato
es llamativo: España es el tercer país UE con menos trabajadores “comprometidos
con su trabajo”, sólo un 9%, frente al 13% en Europa y el 33% en EEUU y Asia.
Con el 91% de trabajadores “desmotivados”, resulta difícil mejorar la
productividad…
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lunes, 11 de diciembre de 2023
Más despidos "encubiertos"
La reforma laboral,
en vigor desde abril de 2022, ha reducido el empleo temporal y precario en
España. Pero muchos empresarios han utilizado una “puerta trasera” para quitarse trabajadores y seguir rotando plantillas: realizan 3 tipos de despidos, que tienen poca o nula indemnización, sobre
todo si el trabajador lleva pocos meses trabajando. Uno, las bajas por no superar el periodo de prueba,
que casi se han duplicado desde 2021 y eran 740.000 hasta septiembre. Otro, las bajas por despido disciplinario
individual, que han crecido un +26% y superaban las 400.000 en septiembre.
Y la tercera vía, las bajas individuales
“por causas objetivas”, que han
crecido un +34% y superaban los 308.000 despidos hasta septiembre. Los sindicatos han denunciado estas vías de
“despidos baratos” al Consejo de
Europa y, antes de que dictamine, a principios de 2024, el nuevo Gobierno se ha comprometido a reformar estos tipos de despido, que, según la vicepresidenta Díaz
les sale a las empresas “demasiado barato”. Será objeto de la 2ª
reforma laboral (pendiente). Enrique Ortega
Cada día se hacen en España miles de contratos (42.650 diarios hasta octubre), varios por cada puesto de trabajo al año, y también miles de despidos, en un mercado laboral que no para. Y eso se traduce en miles de altas y bajas a la Seguridad Social cada día. En octubre pasado, por ejemplo, hubo 2.143.091 altas y 2.260.893 bajas a la Seguridad Social (SS), según la última estadística oficial. Otros meses, como septiembre, las altas superan a las bajas (2.443.370 frente a 2.111.209) y por eso crece el empleo neto. Concretamente, entre enero y octubre de 2023, la afiliación a la Seguridad Social creció en +500.094 afiliados (altas menos bajas), alcanzando un récord de 20.817.657 afiliados en España.
Cada día se hacen en España miles de contratos (42.650 diarios hasta octubre), varios por cada puesto de trabajo al año, y también miles de despidos, en un mercado laboral que no para. Y eso se traduce en miles de altas y bajas a la Seguridad Social cada día. En octubre pasado, por ejemplo, hubo 2.143.091 altas y 2.260.893 bajas a la Seguridad Social (SS), según la última estadística oficial. Otros meses, como septiembre, las altas superan a las bajas (2.443.370 frente a 2.111.209) y por eso crece el empleo neto. Concretamente, entre enero y octubre de 2023, la afiliación a la Seguridad Social creció en +500.094 afiliados (altas menos bajas), alcanzando un récord de 20.817.657 afiliados en España.
Este dinamismo del empleo y la afiliación a la SS
no puede ocultar un hecho del que alertan los sindicatos desde 2022, cuando
entró en vigor la reforma laboral: se
han disparado las bajas a la Seguridad Social, aumentan
los “despidos encubiertos”, un fenómeno que no llama tanto la atención porque
han aumentado más las altas y se está creando empleo neto. Pero las bajas, los
despidos, están ahí y creciendo, según
revelan las estadísticas oficiales. Los sindicatos y muchos expertos
consideran que son “una puerta trasera” por la que muchos empresarios cambian
trabajadores y rotan plantillas ahora que les resulta más complicado hacer
contratos temporales. Y denuncian que están
utilizando 3 tipos de bajas que les permiten quitarse y cambiar
trabajadores con poco coste, con indemnizaciones bajas o nulas. Veamos estos
tres tipos de bajas cuyo uso se ha disparado desde 2022.
La primera puerta
que usan ahora muchos empresarios para aumentar las bajas y rotar plantillas
son las bajas de trabajadores por no
superar el periodo de prueba. Siempre ha
habido periodos de prueba (se deben fijar por escrito en el contrato y son
unos periodos que fijan los convenios, aunque a falta de criterio suelen ser 6
meses para titulados técnicos y 2 meses para el resto) y siempre ha habido trabajadores que no los superaban. La novedad
es que ahora, las
bajas por este motivo se han disparado, sobre todo tras la reforma
laboral: si hubo 444.722 bajas en 2020 y 552.748 en 2021, en 2022 se cerró con
893.930 (+61,7%). Y este año 2023, hasta finales de septiembre se
habían tramitado ya 739.877 bajas a la SS por incumplir el periodo de prueba,
casi tantas como todo el año pasado.
Estas bajas por incumplir el periodo de prueba
son muy
baratas para las empresas, porque el trabajador no tiene derecho a
cobrar una indemnización al irse, sólo cobrará los sueldos pendientes y la
parte de pagas extras y vacaciones. Y con ello, puede utilizarlo para rotar su plantilla y coger otro trabajador,
ahora que resulta difícil contratar temporalmente. El trabajador despedido
puede reclamar a Magistratura, si creen que el despido ha sido injusto,
pero si ha estado poco tiempo en la
empresa (de 2 a 6 meses), no le compensará contratar un abogado e ir a juicio
por una mínima indemnización (33 días por año en caso de despido
improcedente o algo más si la empresa pacta para no ir a juicio).
La segunda puerta
que se está utilizando para los despidos “encubiertos” son los despidos disciplinarios individuales, cuando se justifican en “un incumplimiento grave y culpable del
trabajador”, por varias
causas que fijan los artículos 54 y 55 del Estatuto de los
Trabajadores: faltas repetidas de asistencia o puntualidad, indisciplina o
desobediencia, ofensas verbales o físicas al empresario o a otros trabajadores,
“transgresión de la buena fe contractual o abuso de confianza”, disminución
continuada y voluntaria en el rendimiento del trabajo (¿cómo se mide?),
embriaguez habitual o toxicomanías, acoso racial, étnico, religioso o sexual…
Este tipo de despidos también se han dado
siempre, pero otra vez nos alertan las estadísticas oficiales
de bajas por motivos disciplinarios: han pasado de 203.050 entre enero y
septiembre de 2021 a 318.829 en los 9 primeros meses de 2022 y 402.010
entre enero y septiembre de 2023 (+26,1%).
Y lo más llamativo: el 90,8% de estos
despidos han sido a trabajadores con
contrato fijo, que ahora pueden ser sustituidos por personal más barato y
menos antiguo.
El abuso
de esta fórmula de despido lo confirma este dato: en septiembre pasado (2023) hubo 52.166 bajas por este motivo, casi el doble que en septiembre de 2021
(27.853 bajas). Este despido disciplinario sale barato, porque el
trabajador no tiene derecho a indemnización. Y aunque puede
recurrir judicialmente, buscando un despido improcedente (nulo es casi
imposible), sólo acabará cobrando 33
días por año trabajado (o algo más si pacta para no ir a juicio). Otra vez
más, si lleva poco tiempo en la empresa, el despedido se tendrá que pensar si
le compensa pagar un abogado y reclamar. Y además, si el trabajador lleva pocos
años en plantilla, a la empresa le puede
“compensar” pagar el coste de este despido como improcedente para disponer
de su puesto para otro trabajador nuevo.
La tercera puerta que
algunas empresas están utilizando para hacer despidos “encubiertos” son las bajas
individuales “por motivos objetivos”, por “causas económicas, técnicas,
organizativas o productivas” (causas ETOP). Tras la pandemia y la guerra en
Ucrania, el Gobierno Sánchez ha tratado
de limitar estos despidos “por causas
económicas” para empresas, para lo que abrió la vía de los ERTE (“aparcar
trabajadores” un tiempo, pagándoles el desempleo hasta que mejorara la
situación del sector o empresa). Y el sistema ha funcionado (había 12.692
en agosto de 2023, cuando llegó a haber 3.617.205
en abril de 2020). Pero, a cambio, muchas empresas han utilizado las “causas
económicas” para dar de baja a trabajadores, sobre todo tras la reforma
laboral. Así, entre enero y septiembre se han registrado 308.606 bajas por despidos objetivos individuales, +34,11% que en esos 9 primeros meses de
2022 (230.112 bajas) y más del doble que en 2021 (146.222 bajas de este tipo
entre enero y septiembre).
En este tipo de despido “objetivo”, la empresa paga al trabajador
una indemnización más baja, de 20 días
por año trabajado. Y si se recurre como improcedente, volvemos al tema de
los 33 días de indemnización por año, que pueden compensar o no. En cualquier
caso, parece que las empresas
están optando más por este “goteo” de
despidos objetivos uno a uno,
ahora que les resulta más difícil conseguir un “despido objetivo” de un grupo
de trabajadores. De hecho, las bajas por
despidos objetivos colectivos (un 10% de trabajadores o más de la empresa)
han sido solo 23.774 bajas entre enero y septiembre de 2023, una cifra mucho
menor a la de 2021 en esos meses (42.360) y a la de 2013, en lo peor de la
crisis financiera (65.781 bajas por despido colectivo entre enero y junio de
2013).
Los sindicatos
llevan ya dos años alertando de este aumento de despidos “por la puerta de atrás”,
que consideran un abuso y un fraude
laboral de las empresas que los hacen, buscando vías alternativas (y baratas)
para rotar plantillas. Ya en marzo de 2022, UGT presentó una denuncia ante el Comité
de Derechos Sociales del Consejo de
Europa porque consideraban que hay
formas de despido que contravienen el
artículo 24 de la Carta Social Europea (que España ratificó en 2021) y el
Convenio 158 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). En octubre de
2022, el
Comité admitió a trámite esta denuncia, a la que se sumó CCOO, con otra
reclamación ante el Consejo de Europa a finales de 2022.
En su argumentación
ante el Consejo de Europa, UGT
reitera que la indemnización por despido
en España, rebajada por la reforma laboral de Rajoy en 2012 (de 45 a 33
días por año) no compensa a los trabajadores despedidos que llevan poco tiempo
empleados y que hay vías de
despido (como las tres vistas ya: por no superar el periodo de prueba, por
despido disciplinario o por causas objetivas) que son “demasiado baratas” para los empresarios. Por eso, los
sindicatos han pedido a Europa
que se pronuncie a favor de subir la
indemnización por despido improcedente (de 33 a 45 días por año, con límite
de 42 mensualidades) y que se fije una indemnización
mínima en estos despidos, de 6 meses
de salario, para compensar a los despedidos con poca antigüedad. Además,
piden que se recupere el
pago de los salarios de tramitación (que antes de la reforma de 2012 se
cobraban habitualmente tras una sentencia de readmisión y ahora sólo en
algunos casos). Y, sobre todo, que se concrete mucho más “la causalidad”
de los despidos, para que no se abran “puertas traseras injustificadas” al
despido, reformando la situación actual de los despidos objetivos, individuales
y colectivos.
El 15 de febrero de este año, la vicepresidenta Yolanda Díaz recogió esta tesis de los
sindicatos sobre las indemnizaciones y el abuso en algunos despidos, al declarar
textualmente en el Congreso: “El despido en nuestro país no es caro, es
demasiado barato. Es tan barato que a las empresas les sale a cuenta despedir
utilizando las indemnizaciones de 33 días”. A partir de ahí, Sumar
incluyó en octubre, en
el acuerdo de Gobierno con el PSOE,
este compromiso: “Establecer garantías
para las personas trabajadoras frente al despido, dando cumplimiento a la Carta
Social Europea y reforzando la causalidad en los supuestos de extinción de la
relación laboral”. Una promesa de que el
nuevo Gobierno legislará para cambiar la
indemnización y las causas de algunos despidos.
La idea es que la
reforma de los despidos sea “el
corazón de la 2ª reforma laboral pendiente”, tras la aprobada en 2021. No va a ser fácil, porque la
patronal no quiere oír hablar de “encarecer el despido” o limitar sus
causas, argumentando que iría
en contra de la flexibilización en la contratación prometida a Europa en el
Plan de Recuperación. Pero los sindicatos presionan y esperan que el Comité del
Consejo de Europa se pronuncie en el
primer trimestre de 2024. Y podría
darles la razón, encareciendo el despido y limitando las causas, como ya
hizo con reclamaciones sindicales similares de Francia (2 sentencias), Italia y
Finlandia. Quizás la vicepresidenta Díaz y el Gobierno prefieran esperar esta decisión,
para cargarse de razón frente a la patronal y tener más fuerza para reformar el
despido. En cualquier caso, esta 2ª reforma laboral será más difícil que
la de 2021, a la vista de la
intransigencia patronal y la dureza de la oposición de PP y VOX. Pero algo
habrá que hacer, para que no se abuse del despido barato
como sucede ahora. La pelea, en 2024.
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