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jueves, 11 de noviembre de 2021

¿Faltan trabajadores?

Algunos empresarios se quejan de que no encuentran trabajadores: peones de la construcción, camioneros, camareros y personal de hoteles o temporeros del campo. No pasa sólo en España, también en Reino Unido, resto de Europa y Estados Unidos. El presidente Biden dio la solución: “páguenles más”. Y se sumó Yolanda Díaz. Suena muy “progre”, pero los salarios son sólo parte de la solución: también hay que ofrecer contratos “decentes”. Pero sobre todo, faltan trabajadores en muchos puestos porque no hay suficiente personal formado: encofradores, electricistas, gruistas, cocineros, conductores de maquinaria, ingenieros agrónomos y, principalmente, especialistas en medio ambiente, informática, digitalización y nuevas tecnologías (faltan 100.000 empleos digitales). El problema de fondo es que tenemos una educación ineficaz, desde la escuela a la Universidad, con adultos poco formados (el 37% frente al 17% en Europa). Y que las empresas gastan poco y mal en formar a sus trabajadores. No basta con pagar más. El gran reto es educar y formar en los empleos con futuro.

Enrique Ortega

El empleo lleva creciendo 15 meses, desde junio de 2020, tras lo peor de la pandemia: se han creado 1.423.800 nuevos empleos en España, según la última EPA (septiembre 2021). Pero aún así, hay muchos empresarios que se quejan: podrían crear más empleos, pero no encuentran los trabajadores que buscan. Sobre todo en la construcción (la patronal CNC dice que faltan 700.000 trabajadores para cubrir las inversiones contempladas en el Plan de recuperación), en el transporte (la patronal Fenadismer habla de un déficit de 10.000 a 15.000 camioneros en España), en la hostelería y el turismo (desde camareros a limpiadoras y personal de habitaciones) y en el campo (temporeros). También en el resto de Europa se quejan de que faltan camioneros y otros trabajadores, igual que en EEUU, donde faltan estibadores en los puertos, camioneros y trabajadores no cualificados.

Este déficit de empleos se refleja en las estadísticas. En España, la cifra de “vacantes” (puestos que no encuentran quien lo ocupe) ha subido mucho tras la pandemia: eran 74.346 vacantes en junio de 2020 (107.531 un año antes) y 119.202 vacantes en junio 2021, la cifra más alta de empleos sin ocupar de la última década, según los últimos datos del INE. La cifra no es muy importante en la construcción (6.575), a pesar de lo que dice la patronal, tampoco en la industria (7.033), pero sí en los servicios (105.605 vacantes en junio 2021), por los puestos sin cubrir en el comercio (12.692), la sanidad (9.292), la hostelería (8.170) y el transporte (3.208 vacantes). La mitad de estas vacantes se da en empresas muy pequeñas, de menos de 4 trabajadores (56.407) y sólo un tercio en las grandes (36.980). Y las vacantes se concentran en Cataluña (27.917), Madrid (27.001), Andalucía (16.561), Comunidad Valenciana (12.788) y Castilla y León (5.663), siendo mínimas en el resto del país.

Con todo, España está a la cola de Europa en empleos vacantes, lo que parece lógico cuando tenemos el doble de paro que el resto del continente: tenemos un 0,8% de empleos por cubrir, la tercera cifra más baja de Europa (tras el 0,3% de Grecia y el 0,8% de Rumanía), frente al 2,2% de empleos vacantes en la UE-27, el 1,9% en Francia o Italia y el 2,9% de empleos vacantes en Alemania, según los últimos datos de Eurostat (junio 2021). En Reino Unido hay 1,10 millones de empleos vacantes, un 3,4% de los empleos. Y en EEUU tenían 9,3 millones de empleos vacantes en junio pasado, el 6,2% de los empleos.  

¿Qué está pasando para que aumenten los empleos sin cubrir?  Hay varias causas. La primera, que la pandemia ha frenado la inmigración en todos los paises, también en España: sólo 149.011 extranjeros se sumaron al Censo en 2020, menos de la mitad de los extranjeros censados en 2019 (+395.168). Y muchos de estos inmigrantes son los que trabajan en el campo (temporeros), la construcción, la hostelería y el turismo. Otro factor es que muchos de los que han sido despedidos durante la pandemia, en la construcción, la hostelería y el campo, no quieren volver a trabajar en esas empresas, porque saben que son empleos muy precarios. Y algunos ya salieron de la construcción en la crisis de 2008 para pasar ahora a la hostelería y salir con la pandemia, así que están “doblemente escaldados”: intentan trabajar “en otra cosa”. Y además, las empresas ahora, que no tienen claro el futuro y están también escaldadas de esta nueva crisis, ofrecen contratos muy precarios y salarios muy bajos. Sobre todo a trabajadores no cualificados de la construcción, el campo y los servicios.

Por eso, en junio, el presidente Joe Biden dio “la solución” a los empresarios norteamericanos que se quejaban de que no encontraban trabajadores: “Páguenlos más (“Pay them more”). Y después le copiaron el ministro francés de Economía y la ministra Yolanda Díaz: “Páguenles más”.  Suena muy “progre” y realista (el salario hora en España es de 22,8 euros, un 20% inferior a los 28,5 euros de media en Europa y un 38% inferior a los 36,6 euros por hora que cobran en Alemania, según Eurostat), pero es sólo una parte del problema. Porque muchos de estos trabajos donde hay vacantes no sólo tienen sueldos mínimos sino también unas condiciones de trabajo muy precarias: contratos basura (por días y hasta por horas) y horarios infinitos (camioneros, hostelería o comercio), sin derechos.

Así que con contratos “decentes”, mejores condiciones de trabajo y mayores sueldos podríamos resolver una parte del problema, encontrar trabajadores para los empleos que no requieren cualificación. Pero la mayor parte de los empleos vacantes son empleos que sí requieren alguna cualificación. Algunos, una cualificación media, por ejemplo en construcción: faltan “caravisteros” (ponen ladrillos en fachadas) y “tabiqueros” (ladrillos en interiores), que ganan más de 50.000 euros al año, encofradores, ferrallistas, electricistas, fontaneros y operadores de grúa, empleos especializados. Y en transporte, operadores de algunos vehículos especiales y en logística. Y en hostelería, cocineros. Todo ello exige potenciar la figura del aprendiz y los cursos de Formación Profesional (FP).

Pero la mayoría de empleos vacantes y más en el futuro, son empleos que exigen una mayor especialización y formación, como los 100.000 empleos digitales que faltan en España, según la patronal DigitalES. Y lo mismo en sectores de futuro como la informática, la gestión de datos o las energías alternativas y el medio ambiente. Incluso en el campo, hay un déficit de ingenieros agrónomos (en Cataluña, por ejemplo, salen 20 licenciados al año frente a 150 que se demandan). Es aquí, en las profesiones más demandadas, donde 6 de cada 10 empresas tienen dificultades para encontrar trabajadores, según Manpower: analistas de datos, expertos en ciberseguridad e inteligencia artificial, digitalización y robótica, desarrolladores de software, consultores TIC, especialistas en redes, diseñadores de producto, analistas varios y todos los expertos en energías alternativas y medio ambiente. Y ya hoy, las empresas ofrecen más empleos a los que tienen FP que a los universitarios.

La solución a la falta de trabajadores no está sólo en ofrecer mejores sueldos y contratos. Hay que apostar por tener trabajadores mejor formados y cualificados en los empleos del futuro. Y aquí, España tiene “un grave hándicap de partida”, del que no hablan ni políticos ni empresarios: tenemos un país con poca formación. Un 37,1% de los adultos (25-64 años) españoles  tienen “baja formación (ESO o menos), el doble que la media europea (17,1% de los adultos) y casi el triple que Alemania (sólo 13,9% adultos poco formados), según el Informe de la Educación OCDE 2021 Y sólo tenemos un 23,2% de la población adulta con formación media (Bachillerato o FP), la más demandada, frente al 46% de los adultos en Europa y el 55% en Alemania. Eso sí, tenemos más universitarios que la media europea (39,7% de nuestros adultos frente a al 37,6% en la UE y el 31,3% en Alemania), pero un tercio de nuestros universitarios están subempleados (poniendo copas o de cajera en un súper).

Y si nos fijamos sólo en la formación de los jóvenes (25 a 34 años), el problema persiste, aunque mejora ligeramente: tenemos un 28,3% de jóvenes con poca formación (ESO o menos) frente al 12,3% en Europa, debido sobre todo a la lacra del “abandono escolar temprano” (16% en España, el 2º país peor de la UE, tras Malta, frente al 9,9% en la UE-27). Y sólo un 24,3% con formación media (Bachillerato o FP) frente al 43,1% en Europa, según el mismo Informe de la OCDE. Y en este grupo, sólo un 36% estudian Formación Profesional (FP), mientras lo hacen el 43% de los jóvenes en Europa, el 45% en Alemania, el 55% en Italia o el 65% en Reino Unido. Eso sí, tenemos más jóvenes universitarios (47,4% del total frente al 44,5% en la UE-27), aunque dos tercios de ellos no encuentren “trabajo de lo suyo” y estén subempleados o parados (el 15% en España, 6% en la UE y 4% en Alemania).

Esta baja formación de adultos y jóvenes es una clara consecuencia de un sistema educativo ineficaz, que pierde a muchos jóvenes por el camino y que no forma para encontrar trabajo. Y además, España es el 5º país de Europa que menos gasta en educación, en las últimas décadas y más tras los recortes de 2010 a 2015.

Pero no sólo falla la educación, también falla el reciclaje de trabajadores y parados. España es el 2º país de Europa con más paro (14,6% frente al 6,7% en la UE-27, según Eurostat), pero lo más grave es que tenemos muchos parados de larga duración (1.638.000, el 48% llevan más de un año parados), muy difíciles de recolocar, y muchos parados con poca formación: el 47,05% de todos los parados en septiembre ( son 1.607.600) tenían baja formación (la ESO o incluso menos), un 25,14% formación media (Bachillerato o FP) y el 27,79% restante tenían formación universitaria, según la última EPA.

Así que tenemos un país con adultos poco formados y donde la mitad de los parados apenas tiene formación (y les ofrecen cursos escasos y poco atractivos). Así parece difícil que las empresas encuentren los trabajadores que necesitan. Pero esas empresas tienen también mucha culpa, no sólo el sistema educativo. Primero, porque gastan en la formación de sus empleados la mitad que en Europa y la tercera parte que en EEUU, según la consultora Élogos. Y además, la mayor parte del gasto en formación lo hacen las grandes empresas, mientras las pymes (el 99%) sólo hacen el 10%. Y segundo, porque las empresas españolas han reducido a la mitad su gasto en formación en la última década: gastaron un máximo de 110,95 euros por trabajador en 2011, bajaron a 99,88 euros en 2014 y volvieron a caer hasta los 55,57 euros por trabajador en 2020, según detalla la última Encuesta anual de coste laboral del INE. La caída es más llamativa si la vemos así: en 2011, el 0,35% del coste total de un trabajador (31.370 euros de media) era formación y ahora, en 2020, el coste de la formación ha caído al 0,18% del coste total  por trabajador (31.150 euros). El gasto de las empresas en formación era mínimo y ahora es insignificante.   

Podemos verlo de otra manera, el gasto en formación de empresas y trabajadores. Cada mes, se descuenta una parte de las nóminas para formación (el 0,7%, un 0,6% las empresas y un 0,1% los trabajadores). En 2019, último año con datos, fueron 2.101,9 millones para formación, a los que se sumaron otros 312,55 de aportaciones del Estado y Europa (FSE). Con este dinero se hicieron 90.694 cursos, en los que participaron 267.480 empresas (de los 3 millones que hay en España), según los datos de la Fundación para el Empleo (FUNDAE). Una parte son cursos que se dan en Centros homologados y la menor son cursos subvencionados que dan las propias empresas a sus trabajadores, básicamente las grandes. El problema no es solo que se gasta poco dinero en formación, sino que además se gasta mal: cada año quedan sin gastar un 20% de los fondos que aportan empresas y trabajadores, según denuncia UGT, con lo que hay un remanente sin utilizar de 2.500 millones. Y eso por el exceso de control y burocracia, que retrasa el pago ayudas de 1,5 a 2 años, provocando que muchas empresas no se animen a adelantar el gasto para hacer cursos.

Bueno, si ha llegado hasta aquí verá que la falta de trabajadores es una cuestión más compleja que “pagarles más”. Y que las empresas que se quejan tienen bastante culpa, por no apostar por la formación de sus trabajadores y por no acabar con un sistema de cursos ineficaz. Y que los Gobiernos y el país  tenemos mucha culpa también por no afrontar de una vez por todas la reforma de un sistema educativo que no ayuda a formarse en los empleos que se necesitan. En vez de hacer demagogia con la falta de trabajadores, urge tomar medidas eficaces: pactar una reforma educativa, fomentar y mejorar la imagen de la FP, cambiar el sistema de cursos ligados a la cuota de formación, modernizar las oficinas de empleo (para que ayuden a recolocar a los parados) y plantearse como prioridad la formación y el reciclaje permanente de los españoles, del colegio a la jubilación. Conseguir una plena sintonía entre empresas, educadores y formadores, para limitar las vacantes. Y, sobre todo, orientar a los jóvenes a estudiar las profesiones con futuro. Formarse más y mejor.

jueves, 30 de enero de 2020

EPA 2019: el empleo aguanta


Se esperaba un mal dato de empleo en el 4º trimestre, pero las Navidades ayudaron y se creó más empleo que en toda la recuperación. Y 2019 cerró con 402.300 empleos más, el menor aumento desde 2014 pero más de lo esperado, gracias al aumento del empleo en los servicios, mujeres, inmigrantes y mayores de 50 años. Y aumentó el empleo indefinido y a tiempo completo, aunque la mayoría de nuevos contratos son muy precarios. El paro baja pero la cuarta parte que otros años, porque hay más personas buscando trabajo (dos tercios son inmigrantes). Y casi la mitad de los parados llevan más de 1 año sin trabajar y no cobran desempleo. Al final, aunque el empleo aguanta mejor de lo esperado, todavía falta recuperar 523.700 empleos perdidos respecto a 2007 y tenemos más del doble de paro que Europa. Y 1 de cada 4 empleos son precarios. Es hora de aprobar un ambicioso Plan de choque por el empleo, la primera preocupación de los españoles. Tienen que moverse.

enrique ortega

La recuperación se debilitó en el verano de 2019 y con ello el empleo, que aumentó en 64.400 ocupados, el menor aumento en el tercer trimestre desde 2013. Y en el cuarto trimestre, se temía que pasara lo mismo, que la creación de empleo se debilitara como la economía, por la incertidumbre exterior (crisis comercial, Brexit, estancamiento europeo, petróleo caro…). Pero no ha pasado y el Black Friday, las Navidades y quizás la Cumbre del Clima en Madrid han tirado del empleo mucho más de lo esperado, aumentado en 92.600 personas, según la EPA, el triple que el año anterior (+36.600 empleos) y la mayor creación de empleo en el cuarto trimestre de toda la recuperación (y desde 2006).


Con ello, se ha salvado en parte el año 2019, al cerrar con 402.300 nuevos empleos, la cifra más baja de la recuperación (ha oscilado entre un mínimo de 413.900 empleos creados en 2006 y un máximo de 566.200 creados en 2018) pero más de lo que muchos esperaban, a la vista de que la economía crece bastante menos (sobre el 2% en 2019 frente al  2,4% en 2018 y el 3% en 2016) y del panorama político. Pero el empleo aguanta y España crea más que el resto de Europa, aunque sea un empleo muy desigual, concentrado en los servicios (374.500, el 93% de los nuevos empleos), aunque creció en la industria (+55.400, frente a los -3.000 de 2018) y poco en la construcción (+4.000 empleos frente a los 136.000 creados en 2018), cayendo en el campo (-31.700), según la EPA.


El empleo creado en 2019 estuvo mal repartido, por sexo (6 de cada 10 nuevos empleos fueron para mujeres, que ya alcanzan una cifra de empleo que es récord histórico: 9,15 millones trabajan en España), nacionalidad (casi la mitad del empleo creado, 199.300, fue para inmigrantes), edad (los mayores de 50 años se llevaron el 83% de los empleos creados, mientras ganaban sólo 80.000 empleos los menores de 29 años y perdían 91.400 los que tienen entre 30 y 39 años) y empleador (360.000 empleos se crearon en el sector privado  y sólo 42.300 en el sector público), según la EPA. Además, hay mucha diferencia por autonomías: el empleo creció más en Madrid (+138.000 empleos, 1 de cada 3 creados en España), Cataluña (+87.000), Andalucía (+45.000) y Comunidad Valenciana (+43.300), pero cayó en Castilla la Mancha (-5.900 empleos), Melilla (-2.800) y Extremadura (-200).


Un dato positivo de la EPA  2019 es que han aumentado los asalariados con contrato  indefinido (+414.200 asalariados en 2019), que ya son el 73,9% de los trabajadores (eran el 73,1% en 2018). Y también han aumentado los que trabajan a jornada completa (+352.300 en 2019), que ya representan el 85,25% de los trabajadores (85,20% en 2018). Un pequeñísimo avance en la calidad del empleo, debido a que todavía, la mayoría de los nuevos contratos que se firman son muy precarios. Así, en 2019 se hicieron 22, 5 millones de contratos (¡56 por cada empleo¡) y de ellos, el 90,4% fueron temporales  (sólo 9,6% indefinidos) y un 35,75% a tiempo parcial, según Trabajo. Y además, cada vez se hacen contratos por menos tiempo: el 48% se hicieron por 1 mes o menos y de ellos, el 27% por 7 días o menos. Con ello, sólo el 6,16% de los contratos hechos en 2019 fueron contratos “de calidad”, a los que aspiramos todos: indefinidos y a jornada completa.


Con la creación de 402.300 empleos en 2019, el paro debía haber bajado otro tanto, pero sólo bajó en 112.400 parados, la cuarta parte que en 2018 (-462.400) y los años anteriores de la recuperación (años en que el paro bajó entre los -477.900 de 2014 y los -678.200 parados de 2015). La explicación es que han aumentado mucho los que buscaban trabajo (+290.000, dos tercios de ellos inmigrantes), con lo que el empleo creado ha tenido que repartirse entre los parados que ya estaban y los que se han apuntado en 2019. Al final, tenemos 3.191.900 parados en España, un 13,78% de las personas en edad de trabajar, según la EPA, un porcentaje que todavía duplica el paro en Europa (6,3% en la UE-28). Y aún estamos lejos de recuperar la tasa de paro que teníamos antes de la crisis: 8,8% en 2007.


El paro, como el empleo, está también repartido de forma desigual, por sexo (peor las mujeres, 1.685.800 paradas, con una tasa del 15,55%, superior al 12,23% de paro de los hombres), edad (los menores de 24 años tienen un 34,22% de paro, frente al 8,58% de las personas de 40 a 44 años o el 11,39% de los que tienen de 55 a 59 años), nacionalidad (20% paro los inmigrantes) y sectores (el 36% de todo el paro está en los servicios, el 5,76% en el campo, el  5% en la industria, el 4,55% en la construcción y la mayoría, el 48% de los parados son los que no han trabajado antes y buscan su primer empleo). Por autonomías, hay 5 regiones que rondan o superan el 20% de paro, un nivel muy preocupante: Ceuta (27,58%), Melilla (26,81%), Extremadura (23,48%), Andalucía (18,78%) y Canarias (18,78%). Y otras 6 autonomías que tienen un paro “casi europeo”: Navarra (9,01%), País Vasco (9,09%), La Rioja (9,89%), Baleares (9,91%), Aragón (9,93%) y Madrid (9,99%), según la EPA.


Un problema que sigue ahí es que el paro se enquista, que hay un alto porcentaje de parados que llevan más de un año sin trabajar: en 2019 fueron 1.387.000 parados de larga duración, el 43,25% del total (menos del 46,97% que eran en 2018). Son demasiados parados, que tienen un problema añadido para encontrar trabajo, al estar tanto tiempo fuera del mercado. Y además, tienen otro problema: se les acaba el desempleo y muchos parados no cobran el subsidio de paro. En 2019, sólo 1.964.132 parados cobraban un subsidio (el 44% cobraban 847 euros mensuales pero el otro 56% cobraba sólo 430 euros de subsidio asistencial), según Trabajo. Cobran el 61,53% de los parados estimados por la EPA, el porcentaje más alto de los últimos años, dado que en la época de Rajoy hubo años donde no cobraban ni el 50% de los parados. Pero no podemos olvidar que hay todavía 1.227.768 españoles sin trabajo que no reciben ningún subsidio y malviven, el 38,47% de todos los parados EPA. Y la situación es peor en algunas autonomías como Melilla (el 66,2% de parados no cobran), Ceuta (57,02%), Madrid, Canarias y Murcia (el 48,8% parados no cobran) o País Vasco (44,9%), según los últimos datos de Trabajo (SEPE).


España lleva 6 años creciendo (2014-2019) y la recuperación ha creado ya 2.831.700 empleos, casi la cuarta parte de todo el empleo creado en Europa en estos años.  A finales de 2019 trabajaban 19.986.900 personas, pero todavía quedan 523.700 empleos para recuperar la ocupación que teníamos antes de la crisis, en 2007 (trabajaban 20.510.600 españoles en septiembre de 2007, según la EPA). Eso quiere decir que todavía queda empleo por conseguir, no sólo para recuperar el pasado sino para dar ocupación a los jóvenes en el futuro y para salvar el bache de empleo que tenemos con Europa: en España trabajan el 64,71% de los adultos (16-65 años) frente al 73,2% en la UE-28. Eso significa que tenemos 1.800.000 empleos menos que la media europea.


El primer reto es crear más empleo, algo que va a ser difícil en los dos próximos años, porque la previsión es que España crezca menos (1,7% y 1,6% frente al 2% que habremos crecido en 2019). En consecuencia, frente a los 402.300 empleos creados en 2019, las previsiones apuestan por crear en 2020 entre 360.000 empleos (Gobierno), 310.000 (Asempleo) y 261.000 empleos (Manpower), menos que el año pasado en todos los casos. Y eso si la economía no se debilita por el entorno internacional (el Brexit, la economía europea o el petróleo) o por problemas políticos internos.


El segundo gran reto es crear empleo de más calidad, porque aunque haya mejorado algo en 2019, España tiene el empleo más precario de Europa, con un 26,1% de trabajadores con empleo temporal, casi el doble que en Europa (13,7% en la UE-28) y mucho más que Francia (16,5% de contratos temporales) o Alemania (12%), según Eurostat. Y aunque sólo tenemos un 14,75% de trabajadores a tiempo parcial (menos que el 18,5% en Europa), casi dos tercios de ellos  trabajan menos horas “forzados” porque no tienen otro remedio, lo que indica un altísimo nivel de “subempleo” (55,8% forzosos frente al 24,8% en Europa, según Eurostat). De hecho, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acaba de publicar un informe donde alerta que España tiene un grave problema de empleo: 5,4 millones de españoles están “desperdiciados”, o bien porque están en paro (3,3 millones), porque no buscan trabajo (900.000 desanimados) o porque trabajan menos horas de las que querrían (1.200.000 trabajadores más). Eso significa que la economía no emplea bien, “desaprovecha”, a 5,4 millones de personas, el 29% de la fuerza laboral. Y si analizamos a los jóvenes menores de 30 años, están “desperdiciados” (en paro, desanimados o subempleados) casi la mitad, el 48%, según este informe de la OIT publicado en enero.


Así que queda mucho por hacer con el empleo, que no por casualidad es la primera preocupación de los españoles, según todos los Barómetros del CIS. Por eso urge que el nuevo Gobierno promueva un gran Pacto por el empleo, con las fuerzas sociales y los demás partidos, al margen de los enfrentamientos políticos. Un Pacto con varios frentes. El primero y más urgente, conseguir mejorar la situación de los parados, sobre todo de esos 1,22 millones de parados que no cobran nada y que se ven abocados a la pobreza y la economía sumergida. Urge avanzar en una propuesta de renta mínima, apoyada incluso por la Autoridad Fiscal Independiente, que ha propuesto crear una renta de 430 euros para 1,8 millones de familias (donde estarían los parados sin subsidio), con un coste de 5.500 millones anuales. El segundo frente de actuación debería ser una reforma a fondo de las Oficinas de empleo (SEPE), que no ayudan a los parados a encontrar trabajo y que también fallan en los cursos de formación (que sólo hacen el 3,5% de los parados).


Un tercer frente de actuación debería ser aprobar un Plan de choque contra el paro, dirigido  especialmente a los jóvenes, las mujeres y los parados de larga duración, los colectivos que tienen más difícil colocarse. Se trata de buscar sistemas para formarles mejor y ayudarles a colocarse, con un seguimiento individualizado, mejorando la colaboración con las empresas y entre autonomías. Y resulta clave revisar y mejorar las políticas activas de empleo, poco eficaces y con un presupuesto que se ha desplomado: de 7.683 millones que se gastaban en 2008 a 5.500 a partir de 2013 y 5.985 millones en 2019. Una gasto en políticas de empleo que es la mitad que el europeo (0,48% del PIB frente al 1% en la UE-28), a pesar de tener el doble de paro.


Y quedaría un cuarto frente de actuación: medidas para conseguir un empleo de más calidad, rebajando drásticamente el porcentaje de contratos temporales (recordemos, el 90,4% de los hechos en 2019) y a tiempo parcial (el 35%, dos tercios “obligados”). Eso exige forzar un acuerdo con la patronal, para que sólo sean temporales los empleos que estén justificados, con ayudas e incentivos (cotizaciones y fiscalidad) a los que hagan contratos estables. Y en paralelo a la “zanahoria”, el “palo” de la Inspección de Trabajo, investigando el fraude, para lo que necesita más medios. Pero es una vía muy efectiva, como lo demuestra que Trabajo, sólo con el envío de cartas hecho en agosto de 2018, consiguió que las empresas regularizaran 61.445 contratos (más otros 132.500 detectados en las inspecciones ordinarias). 


Y junto a estos 4 frentes de actuación, hay un quinto que pasa por cambiar y modernizar el modelo económico de España, para conseguir aumentar la productividad y que el sistema cree más empleo y no tengamos el doble de paro que Europa. Hay que apostar por la industria y la tecnología, por la exportación, por los sectores que crean un empleo más estable. Y por una digitalización y organización del trabajo que mejoren la eficacia de la economía, su productividad y en consecuencia el empleo. Y apostar por mejorar la formación, para que jóvenes y adultos afronten la reconversión tecnológica sin perder empleos.


El empleo debería ser el primer reto de todos, desde empresas y sindicatos al Gobierno y los políticos, buscando que también sea el primer objetivo de Europa para que nos ayuden a crear más empleo (con inversiones a nivel continental) y a costear el paro (con la creación de un subsidio europeo). Se trata de crear más empleo pero sobre todo un empleo de calidad que no deje a nadie atrás, parado o subempleado. Es un reto a medio plazo, que exige tiempo y medidas eficaces, no demagogia ni politiqueos. Tienen que moverse.