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lunes, 8 de febrero de 2016

Vuelve la "guerra del agua"


El Gobierno Rajoy está “en funciones”, pero hace cosas. Entre ellas, aprobar en el primer Consejo de enero los 16 Planes Hidrológicos 2016-2012, a pesar de que en septiembre, varios fueron rechazados por los nuevos gobiernos de Castilla la Mancha, Comunidad Valenciana, Navarra y Cataluña, que van a denunciarlos  en  Bruselas y ante los Tribunales. Y ayer domingo, 50.000 personas se manifestaron en Amposta contra el Plan del Ebro. Rajoy reabre así la “guerra del agua” entre autonomías, que el ministro Cañete había cerrado en 2013, gracias a que el PP controlaba las autonomías enfrentadas y a que no había tanta sequía como ahora. El problema de fondo es la escasez de agua y que con el cambio climático habrá menos, mientras estos Planes fomentan los regadíos (consumen el 82% del agua) y no planifican bien el reparto del agua. Y que España, siendo el país con más déficit de agua de Europa, es el que menos invierte en infraestructuras y gestión del agua. Urge un gran Pacto del agua.
 

enrique ortega


La “guerra del agua” en España viene de lejos, desde la Edad media y antes. Pero más recientemente, saltó en 1.979, con la entrada en funcionamiento del trasvase Tajo-Segura, que abastece a 2,5 millones de personas en Murcia, Alicante y Almería y proporciona agua a unos 80.000 agricultores. Mientras hubo agua, los enfrentamientos entre Castilla la Mancha y Levante fueron menores, pero en 1994 la “guerra del agua” estalló con virulencia, con una agria polémica entre Bono (CLM) y Lerma (C. Valenciana), donde no pudo mediar el ministro Borrell. Y los problemas siguieron latentes, mientras la ComisiónEuropea pedía a España, desde 2009, que aprobara los Planes de cuenca para gestionar mejor los ríos. Pero Zapatero no lo hizo, para evitar más enfrentamientos entre autonomías. Y en junio de 2011, Bruselas denunció a España ante el Tribunal de Luxemburgo, señalando además que si 14 Estados europeos se habían puesto de acuerdo sobre el Danubio, aquí debería ser más fácil.

Cuando el ministro Cañete llegó al Ministerio, en diciembre de 2011, se encontró con que sólo había un Plan de cuenca (distrito fluvial de Cataluña) de los 25 que deberían haberse aprobado. Y se puso a la tarea de elaborar los Planes, empezando por los ríos menos conflictivos. En octubre de 2012, el Tribunal europeo condena a España por no tener los Planes (anunciando multas) y en noviembre, el Comisario europeo de medio ambiente visita Madrid y da otro “toque” al Gobierno: hay que aprobar ya los Planes de todos los ríos. Para hacerlo, el ministro Cañete convoca en Toledo, en enero de 2013, a los tres barones del PP implicados en la “guerra” del trasvase Tajo-Segura, Cospedal (CLM), Fabra (Valencia) y Valcárcel (Murcia) y cierra un pacto que busca contentar a todos. Y con él, aprueba, a finales de 2013, los 25 Planes hidrológicos de cuenca 2009-2015.

Pero los años han pasado y ahora tocaba aprobar el segundo ciclo de los Planes, para el periodo 2016-2021. Y el Gobierno Rajoy quería dejar el tema “atado y bien atado” antes de irse. Y sobre todo, antes de que llegaran otros partidos a las autonomías implicadas, con las elecciones de mayo 2015. Y así preparó los 16 Planes ahora aprobados por el Gobierno en funciones (12 estatales y 4 regionales que afectan a Galicia y Andalucía). La reacción de las autonomías afectadas no se ha hecho esperar. El gobierno socialista de Castilla la Mancha va a denunciar los Planes del Tajo, Guadiana, Júcar y Segura ante Bruselas y ante los Tribunales, donde ya denunció este verano los dos trasvases de agua (20 Hm3 y 15 Hm3) aprobados en julio y agosto por el Gobierno Rajoy, en plena sequía. Y lo mismo hará el nuevo Gobierno catalán, después de que el presidente Puigdemont arremetiera en su investidura contra el Plan hidrológico del Ebro, otra "bandera" más del independentismo catalán.

Las autonomías afectadas por esta nueva “guerra del agua” se quejan de que el Gobierno Rajoy ha aprobado estos Planes hidrológicos sin un acuerdo previo. Por un lado, los nuevos Gobiernos autonómicos no pudieron presentar alegaciones contra estos Planes, porque el plazo para hacerlo terminó el 30 de junio y ese día fue el que se constituyó el nuevo gobierno de la Comunidad Valenciana y aún no habían tomado posesión los nuevos gobiernos de Castilla la Mancha (3 de julio) y Navarra (23 julio). Y se quejan de que Rajoy haya aprobado los Planes a pesar de que en el Consejo nacional del Agua, celebrado el 30 de septiembre de 2015, hubo 12 votos en contra de los Planes (76 a favor y 6 abstenciones), los de Castilla la Mancha, Comunidad Valenciana, Cataluña, Navarra, varias organizaciones ecologistas y una de agricultores. El voto en contra lo justificaban en que estos Planes incumplían la normativa europea (Directiva marco del Agua) en temas medioambientales (al no asegurar unos recursos suficientes para regenerar los ecosistemas de unos ríos muy contaminados), apostaban por aumentar los regadíos (750.000 hectáreas más), no regeneran los acuíferos y no aseguran la cantidad y la calidad de los suministros futuros de un agua cada vez más escaso.

A pesar de esta oposición, los Planes están ahí y ahora falta ver qué hacen Bruselas, los Tribunales y las autonomías afectadas, mientras el próximo Gobierno ha de decidir si los deroga o no. Los dos Planes más polémicos son los del Tajo y el Ebro. En el Tajo, el problema es que el río recibe un 47% menos de agua y sus pantanos están al 15% de capacidad, mientras el río está muy contaminado, razones que esgrimen en Castilla la Mancha para oponerse al trasvase de agua a Levante, lo que puede provocar nuevas “guerras” con la Comunidad Valenciana (ahora gobernada por el PSOE, como CLM) y Murcia (que sigue en manos del PP). En el Ebro, las quejas son de Cataluña (no de Aragón, de momento), que pide recibir el doble de agua para salvar el delta del Ebro, mientras se quejan de que el Plan autorice 400.000 nuevas hectáreas de regadío, que consumirán la escasa agua disponible. Ayer domingo 7 de febrero, una multitudinaria manifestación en Amposta (Tarragona) protestó contra el Plan del Ebro, exigiendo un mayor caudal para que sobreviva el ecosistema del delta.

El tema de fondo, al margen de las peleas políticas, es que el agua es un bien escaso y cada vez lo será más. En las últimas dos décadas, los aumentos de temperatura, sobre todo en primavera (cuando más debía llover) han provocado una reducción del agua de los ríos de un 14,3%, según un estudio de CEDEX. Y con el cambio climático, esta tendencia se agravará en el futuro, de tal manera que se espera que haya un 20% menos de recursos hidráulicos en 2021 que en 1990, según un estudio de Ecologistas en Acción. Y el problema es que, en paralelo, el consumo crecerá para entonces un 10%. Es decir que para 2021, el déficit de agua crecerá un 30% sobre 1990. Eso se traduce en que si ahora hay sólo una cuenca con un déficit estructural de agua (la del Segura), en las próximas décadas tendrán también déficits estructurales de agua las cuencas del Júcar, Guadiana, Guadalquivir, cuencas internas de Cataluña, Guadalete-Barbate y Cuencas mediterráneas, además de parte de las cuencas del Tajo y Ebro. O sea, la mitad de España, la mitad sureste del país.

¿Qué se puede hacer? Los expertos lo reiteran: reducir la demanda de agua (la presente y la futura) y gestionar mejor el menor agua disponible, de mala calidad. Eso pasa, primero, por actuar sobre los regadíos, que hoy suponen el 82% del consumo total de agua (el otro 18 % lo consumen el turismo, los hogares y la industria). La propuesta de Ecologistas en acción es reducir los regadíos actuales (de 4 millones de hectáreas a 3-3,2 millones) y no aprobar más (los Planes de Rajoy autorizan 750.000 hectáreas más), a la vez que se busca una mayor eficiencia en los cultivos, ahorrando agua. Además, proponen reducir el consumo de agua en el turismo y el urbanismo de costa, sobre todo en el Mediterráneo. Y apostar por un menor consumo de los hogares (137 litros por persona), más con campañas y una facturación por persona (que penalice los consumos elevados) que con subidas de tarifas: el agua es más barata en España que en Europa (1,76 e/m3 frente a 3 euros), pero los precios ya han subido mucho en poco tiempo (+26% desde 2009) y además son muy diferentes según las ciudades (desde recibos de 29,35 euros mensuales en Murcia o 23,49 euros en Barcelona a 11,82 euros en Valladolid o 11,31 euros en Zaragoza, según un estudio de Facua).

Además, España debe volcarse en invertir mucho más en infraestructuras de agua, para evitar inundaciones (se repiten cada año en los mismos sitios), asegurar los aprovisionamientos y mejorar la calidad del agua. No es de recibo que Bruselas haya vuelto a demandar a España en 2015 ante el Tribunal de Justicia de la UE por incumplir las directivas europeas de depuración de aguas residuales. De hecho, en pleno siglo XXI, España tiene abiertos 4 expedientes en la Comisión Europea por no depurar correctamente las aguas residuales de 800 localidades de todo el país (afecta a 6millones de personas). Y el 68% de las ciudades españolas de más de 10.000 habitantes no cuentan con los sistemas de depuración terciaria que exige la Unión Europea a los países miembros desde 2015…Tercermundista.

La realidad es que los gobiernos de Zapatero y Rajoy han recortado las inversiones hidráulicas desde 2007, inversiones que rondan ahora los 2.200 millones anuales. De hecho, España, que es el país europeo con más déficit hídrico, es también el país europeo (salvo Suecia) que menos invierte en infraestructuras de agua: un 0,11% del PIB frente al 0,27% de media en la UE-28 (y frente al 0,28% PIB de Francia o el 0,27% de Alemania, países donde llueve mucho más). Habría que recuperar este atraso y regenerar el patrimonio hidráulico, con importantes inversiones en infraestructuras, canalizaciones, aprovisionamientos y saneamiento. Los expertos hablan de invertir entre 10.000 y 15.000 millones en obras hidráulicas, en agua. Y en paralelo, actuar más como país contra el cambio climático (menos petróleo, carbón y gas y más renovables y ahorro de energía), la principal causa de que haya menos agua.

El agua es uno de los grandes problemas de España, como el paro, las pensiones, la educación, la pobreza  o el futuro del estado de Bienestar (sanidad, servicios sociales  y dependencia). Y asegurar que haya agua suficiente y de calidad no se resuelve con “guerras” entre autonomías, entre consumidores y agricultores. Hace falta un gran Pacto del agua, que garantice un uso racional y solidario del agua, un bien público cada vez más escaso. Y dedicar más dinero a inversiones que aseguren un mejor abastecimiento, mientras se conciencia a las familias, a las industrias y al turismo de un consumo responsable. España es el país más vulnerable de Europa a la falta de agua y lo será más en el futuro, por el cambio climático. Gestionar bien el agua debería ser un objetivo de todos, al margen de peleas políticas y localismos. Porque sin agua no hay futuro.

domingo, 5 de mayo de 2013

Tregua en las "guerras" del agua


El Gobierno ha llegado a un pacto con tres autonomías que controla (Castilla la Mancha, Comunidad Valenciana y Murcia) para prorrogar hasta 2027 el trasvase Tajo-Segura, una de nuestras enconadas “guerras del agua”. Y antes del verano quiere conseguir otro pacto sobre el Ebro, muy difícil. Dos treguas (hasta la próxima sequía), presionados por Bruselas, que ha llevado a España a los Tribunales comunitarios por no tener Planes para los 25 ríos españoles y porque un 17% de ciudades no depuran sus aguas residuales. Todo ello revela una desastrosa gestión del agua, en un país con sequías crecientes, agravadas por el cambio climático, y donde la mitad de las aguas están deterioradas o contaminadas. Hay que recortar el consumo (el ministro Cañete dice que da ejemplo "duchándose con agua fría"), reutilizar y depurar más, subir tarifas y hacer una gestión sostenible del agua, con solidaridad entre los que más tienen y los que menos. Porque sin agua no hay futuro.
enrique ortega

Con lluvias (como este invierno) o con sequía (como en 2011 y 2012), España tiene un serio problema de agua. Primero, porque vivimos en un clima mediterráneo donde grandes zonas reciben menos de 200 milímetros de agua dulce al año, cuando la demanda es entre tres y diez veces mayor. Y la lluvia recibida se ha reducido un 5% en los últimos 20 años. Segundo, porque somos más vulnerables al cambio climático: una subida de 2º C en las temperaturas aumenta la evaporación del agua y el consumo agrícola, causando que los ríos hayan perdido un 30% del caudal en los últimos treinta años. Y tercero, porque más de la mitad de las aguas españolas están en mal estado, según la Fundación Nueva Cultura del Agua y WWF: se han perdido el 60% de los humedales, hay 510.000 pozos ilegales y 88 acuíferos sobreexplotados, 10.000 vertidos industriales a los ríos y sólo depuramos el 83% de las aguas residuales.

Poca agua y de mala calidad, con unos ríos maltratados por el riego, las industrias, el consumo y la contaminación. Por eso, la Comisión Europea lleva pidiendo a España, desde 2009, que gestione mejor los ríos, aprobando Planes de cuenca. Pero como si nada: el Gobierno Zapatero, agobiado por las guerras entre autonomías, no lo hizo y en junio de 2011, Bruselas denunció a España ante el Tribunal de Luxemburgo, añadiendo que si 14 estados europeos se habían puesto de acuerdo sobre el Danubio, aquí debía ser más fácil. Cuando el ministro Cañete llegó al Ministerio, sólo encontró un Plan de cuenca (distrito fluvial de Cataluña) de los 25 que debían haberse aprobado. Y se puso a la tarea, empezando por los ríos menos conflictivos. En octubre de 2012, el Tribunal europeo condena a España (habrá multas) y en noviembre, el comisario europeo de Medio Ambiente visita Madrid y da otro toque: hay que aprobar los Planes de todos los ríos ya.

En enero de 2013, el ministro Cañete convoca en Toledo a los tres barones implicados en el trasvase Tajo-Segura (Cospedal, Fabra y Valcárcel) y cierra en marzo un pacto que intenta contentar a todos: aumenta el agua de reserva para Castilla la Mancha (en embalses de Entrepeñas y Buendía), mantiene el caudal del Tajo en Aranjuez Toledo y Talavera y a cambio, Murcia y Alicante (2,5 millones de personas y 70.000 regantes) se aseguran el trasvase de agua (menos) si hace falta, hasta 2027, pudiendo incluso comprar derechos de agua a los castellano-manchegos. Una componenda que funcionará mientras no haya sequía.

Ahora, tras haber aprobado en marzo el Plan del Duero, el Gobierno quiere conseguir, antes del verano, otro pacto político para el Ebro, entre Aragón y Cataluña y Levante, que no parece fácil. Por un lado, el PP gobierna en Aragón con el PAR, que es “anti trasvase”. Y por otro, también hay pelea entre Aragón y Cataluña por el uso interno de las aguas del Ebro.

El Gobierno quiere tener aprobados los 25 Planes de cuenca para fin de año, como ha prometido a Bruselas. Y luego, pactar con las autonomías un Plan Nacional del Agua, la base de un nuevo Plan Hidrológico Nacional (el último lo aprobó Aznar en 2001). Ahora lo tendrá más fácil, porque el PP controla 11 de las 17 autonomías y porque no hay sequía. Pero hacer una política de agua coherente y sostenible no será fácil, porque España tiene un grave problema  de estrés hídrico (falta agua) que se va a agravar: el caudal de los ríos  mediterráneos se reducirá un 30% de aquí a 2050. Habrá que repartir la escasez.

Lo más urgente es reducir el consumo, más quien más agua gasta: el 77,87% lo consume la agricultura (INE 2010) y el resto es para abastecimiento urbano (71% lo gastan los hogares, un 20% las industrias, turismo y comercio y el resto los municipios). Pero hay un 17,5% del agua que se pierde (un tercio del consumo hogares), por fugas, roturas y averías (en Holanda es sólo el 5%), porque las redes de abastecimiento son viejas y no se invierte.

Además, hay que aumentar la reutilización y depuración de aguas (aunque depurar dos veces el mismo litro de agua cueste hasta 40 veces su precio inicial). Y aquí, España viene incumpliendo desde 2000 la normativa europea que obliga a depurar las aguas residuales. Bruselas nos ha apercibido varias veces, nos ha llevado al Tribunal de Luxemburgo, nos ha abierto expedientes y aún hoy quedan un 17% de aguas residuales sin depurar, en 23 ciudades de más de 15.000 habitantes (entre ellas, Gijón, Santiago, Vigo o Nerja, con depuradoras en construcción que no funcionarán hasta 2015), otras 39 de más de 10.000 y 912 pueblos de más de 2.000 (300 en Andalucía). La patronal estima que habría que invertir 1.000 millones al año para depurar bien (y sólo hay recortes).

Otra fuente de agua son las desaladoras, que el Gobierno ZP lanzó en 2004, tras anular el trasvase del Ebro y para paliar la grave sequía en Levante. Hay 17 en explotación y 15 en construcción, se han invertido 1.664 millones (la mayoría, de la UE) y Bruselas nos ha dado otro préstamo de 450 millones para acabarlas. El problema es que no se usan (funcionan al 16,45% de capacidad y aportan un 3,3% del agua que consumimos), porque ahora hay menos demanda (ha pinchado la burbuja inmobiliaria en Levante) y porque su precio es caro: entre 6 y 10 veces el del resto del agua, por culpa de la fuerte subida de la luz (70% costes). Pero las desaladoras son un seguro in extremis, que ya el verano pasado evitaron un grave problema de suministro en Murcia y Alicante al averiarse el trasvase Tajo Segura.

La clave es ahorrar agua, reducir el consumo (el ministro Cañete da ejemplo y dice que "se ducha con agua fría"), con planes y ayudas para la agricultura, el turismo y la industria (muy hipotecados por el agua, porque consumen de pozos y aguas subterráneas muy agotados), junto a una subida de tarifas del agua, para disuadir el consumo y financiar inversiones. De hecho, el precio del agua a los hogares en España es la mitad que en Europa: 2,76 € por m3 frente a 5,55 € en Reino Unido, 5,92 € en Francia o 6,96 € en Alemania, según Global Water Intelligence. Y una familia española paga 80 euros por habitante al año en agua frente a  400 euros en móviles, por ejemplo.

El agua es un bien escaso en todo el mundo, más que el petróleo, y la demanda superará en 40 veces la oferta para 2030, según el Foro Económico Mundial. Y España es aún más vulnerable, por ser un país mediterráneo y por la desastrosa gestión del agua en las últimas décadas. Hay que alcanzar un Pacto del Agua (no componendas políticas) para reducir el consumo, subir tarifas, recuperar acuíferos, reutilizar y depurar, sanear las cuencas y hacer una gestión sostenible y solidaria del agua. Porque sin agua no tenemos futuro.