Este Curso 2024-25 han iniciado la Universidad los jóvenes nacidos en 2006, un año con un récord de nacimientos (482.957), lo mismo que entre 2005 y 2010 (486.575), lo que ha alimentado el número de universitarios: de 1.548.369 matriculados en 2015-16 se pasó a 1.762.459 el curso 2023-2024 y este Curso se espera superar los 1.800.000 universitarios, entre los que estudian un Grado (1.400.000), un Master (casi 300.000) o un Doctorado (otros 100.000). Son 256.000 universitarios más que hace 8 Cursos (2015-16), gracias al aumento de jóvenes en España, a su mayor ingreso en la Universidad (el 31,6% de los que tienen entre 18 y 24 años, cuando eran el 30,3% de los jóvenes en 2013) y al aumento de alumnos internacionales (de 101.000 a casi 180.000 este Curso).
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jueves, 10 de octubre de 2024
Universidad: alumnos récord, financiación escasa
Más de 1,8 millones de universitarios han iniciado
otro curso, un récord histórico de alumnos, sobre todo en Masters y
Grados online. Pero las Universidades públicas están faltas de
recursos (secuela de los recortes desde 2010), incluso con problemas
para pagar nóminas (los 6 Rectores de Madrid han pedido 200 millones
a Ayuso), calefacción y servicios. Los rectores han pedido a las
autonomías, que financian el 65% de las Universidades, que firmen Planes
plurianuales, para asegurarles financiación suficiente y reforzar
plantillas (el 49% docentes son “temporales”) y estudios. Exigen que se cumpla
la nueva Ley de Universidades (LOSU), de 2024, que promete invertir un
1% del PIB en Universidades (frente al 0,76% actual), 3.596 millones más.
El problema es quien lo paga. Porque las autonomías “se
escaquean”, mientras las del PP apoyan nuevas Universidades privadas (13
en Madrid, 4 en Andalucía y 43 en toda España) .Y el Gobierno no
consigue aprobar el Presupuesto 2025, clave para aportar más fondos.
Urge apostar por la Universidad, financieramente asfixiada. Enrique Ortega
Este Curso 2024-25 han iniciado la Universidad los jóvenes nacidos en 2006, un año con un récord de nacimientos (482.957), lo mismo que entre 2005 y 2010 (486.575), lo que ha alimentado el número de universitarios: de 1.548.369 matriculados en 2015-16 se pasó a 1.762.459 el curso 2023-2024 y este Curso se espera superar los 1.800.000 universitarios, entre los que estudian un Grado (1.400.000), un Master (casi 300.000) o un Doctorado (otros 100.000). Son 256.000 universitarios más que hace 8 Cursos (2015-16), gracias al aumento de jóvenes en España, a su mayor ingreso en la Universidad (el 31,6% de los que tienen entre 18 y 24 años, cuando eran el 30,3% de los jóvenes en 2013) y al aumento de alumnos internacionales (de 101.000 a casi 180.000 este Curso).
Con este récord histórico de universitarios para
2024-25, España se consolida como uno de los paises de Europa y del mundo
con más universitarios, mayores y jóvenes. En el conjunto de la
población (25 a 64 años), tenemos un 41,4% de universitarios, frente al 40,7% en
la OCDE y el 37,7% en la UE-25 (42,4% en Francia, 33,9% en Alemania y 21,3% en
Italia), según
el último informe educativo de la OCDE (datos 2023). Y si miramos sólo a
los jóvenes (25 a 34 años) el porcentaje de universitarios es aún mayor: 52%
en España, frente al 47,4% en la OCDE (51,85% en USA y más del 57% en
Japón, Irlanda, reino Unido o Noruega) y el 44,2% en la UE-25 (51,8% Francia,
38,5% Alemania o 30,75% Italia).
Este liderazgo universitario de España
contrasta con las quejas
constantes de falta de financiación de los rectores de las
Universidades españolas (CRUE). Según
sus informes, no se han recuperado todavía de los recortes
presupuestarios (-30% de transferencias) hechos a partir de 2009 por el Gobierno (ZP y sobre todo Rajoy) y por
las autonomías. Y aseguran que, descontando la inflación, hoy
reciben entre un 15 y un 20% menos que en 2009, aunque tienen 256.000 universitarios
más. Eso les ha obligado estos años a no cubrir jubilaciones, a hacer
contratos basura a los profesores (el 49% de los docentes universitarios
tienen contratos temporales, frente al 23% los camareros), a no poder
ampliar programas y Master y a tener problemas para pagar la luz o la
calefacción…
Un grave problema económico y financiero para la
Universidad que no se debe solo a los recortes sino a un problema
estructural: España financia menos la Universidad que otros paises. Así,
el gasto total por estudiante universitario en España era de 15.654
dólares en 2021 (último
dato de la OCDE), frente a 20.499 dólares en la OCDE (36.274 en USA y
33.574 en Reino Unido) y 20.027 dólares en la UE-27, un 28% más que
nosotros (27.756 dólares por universitario en Suecia, 23.864 en Paises Bajos, 21.963
en Alemania, 20.458 en Francia y 13.717 en Italia), homogeneizando en todos
la inflación. Eso se traduce en que Europa destina un 1% de su PIB a
financiar sus Universidades, mientras España destina el 0,76%.
Pero no sólo financiamos menos la Universidad. También lo
hacemos de forma diferente, con menos peso de la inversión
pública y más aportación de los estudiantes y sus familias (tasas y
matrículas). Así, el gasto público en Universidades supone en España el
67% del gasto universitario, frente al 68% en la OCDE y el 76% en la UE-25 (84%
en Alemania, 79% en Francia o 60% en Italia). Y el 28,8% del gasto universitario
es privado, frente al 19,2% en la OCDE y el 13% en Europa. Y la
mayoría de esta aportación privada, un 19% de la financiación total, la
aportan los alumnos y sus familias (pagando matrículas y tasas).
Otro problema de España es que hay una gran desigualdad
en la financiación universitaria por autonomías (que tienen la competencia
y aportan, de media, el 65% de la financiación total). Así, hay una serie de autonomías
que transfieren a sus Universidades menos que la media (7.378 euros/universitario
en 2021-22) : Madrid (6.005 euros por universitario, -19,6%), Murcia
(6.712), Cataluña (6.756), Baleares (6.907) y Extremadura
(6.959 euros), según
el Informe CYD 2023. Y entre las autonomías que mejor financian sus
Universidades destacan La Rioja (10.068 euros/universitario), País
Vasco (9.995), Cantabria (9.775) y Navarra (9.625 euros). En
contrapartida, las que menos aportan son las autonomías donde los alumnos
pagan más tasas y matrículas: Madrid (2.009 euros/alumno), Cataluña
(1.970), Navarra (1.740) y Comunidad Valenciana (1.713 euros). Y mientras, hay
otras donde pagan en tasas y matriculas poco más de 1.000 euros (la
mitad que Madrid): Canarias (1.049), Galicia (1.059), Andalucía (1.150),
Baleares (1.157) y Asturias (1,190 euros/alumno).
A la vista de este panorama (más alumnos y
cursos y escasa financiación), la mayoría de las universidades públicas
tienen serios apuros económicos, otro Curso más. La situación
financiera más penosa se da en las 6 Universidades públicas de Madrid,
la autonomía que menos financia a sus universitarios (y la más cara). Los Rectores
acaban de lanzar un SOS:
necesitan 200 millones extras para seguir funcionando, para pagar sus
nóminas. Y piden al Gobierno regional que pague a sus profesores como
hace con el personal sanitario público y docentes de Colegios e institutos
públicos. Argumentan que las transferencias de la Comunidad son menores que las del resto (suponen un
0,4% del PIB regional, frente al 0,55% de media) y los gastos crecen cada año. Y
no saben todavía lo que les aportarán en 2025, porque no hay Presupuesto. Además,
temen que la presidenta Ayuso retrase concretar su aportación hasta que no
apruebe la Ley
de Universidades regional, con la que están enfrentados los
Rectores madrileños, porque creen que ”invade
su autonomía”.
Si la situación financiera de la mayoría de
Universidades es precaria, lo será más este Curso y los siguientes,
porque entra en vigor la nueva
Ley de Universidades, la LOSE, la 4ª de la democracia (BOE 22 marzo 2024).
Su objetivo es reorganizar las Universidades, mejorando y
estabilizando las plantillas docentes, mejorar los programas e
internacionalizarlas. Objetivos que supondrán una mejora de la calidad y la
formación universitaria pero tendrán más coste. Sólo el tema de regularizar
plantillas (el 49% de los docentes son temporales), cubrir vacantes y
jubilaciones les supondrá a las Universidades un
coste extra de 843 millones de euros, según los Rectores (CRUE). Y
luego están los costes extras de las mejoras docentes y los programas de investigación
e internacionalización. Los rectores insisten en que, hoy, no
saben quien lo va a pagar ni cuándo. Y temen que su situación vaya a peor.
La propia LOSU establece, en su artículo 55, que “las
Administraciones públicas dotarán a las Universidades de los recursos necesarios,
de acuerdo con las disponibilidades presupuestarias de cada ejercicio”, pero
no concreta ni quién ni cuándo. Sí concreta el cuánto: “dedicar
como mínimo el 1% del PIB en gasto
público en educación universitaria pública para todo el Estado”. Como ahora ese
gasto es del 0,76% del PIB, subirlo al 1% supone gastar 3.596 millones
adicionales (con el nuevo PIB de 2023). Pero sigue
sin concretarse quien lo paga, aunque el Gobierno ha propuesto que
cada Universidad firme un Acuerdo Plurianual con su Gobierno
regional y que el Presupuesto del Estado lo complete.
Pero de momento, casi ninguna autonomía (salvo
Andalucía) ha firmado ningún acuerdo de financiación a medio plazo con
sus Universidades, que insisten en saber cuanto antes el dinero con que pueden
contar para planificar su gestión, desde la política de personal (que se lleva
dos tercios del gasto) a los nuevos programas. Y, en paralelo, el Gobierno Sánchez
no
consigue aprobar los Presupuestos 2025, con lo que va a tener difícil
aportar más recursos. De momento, ha aprobado 1.300 millones para becas
universitarias en 2024-25 (que benefician a medio millón de
universitarios), pero queda
reformar el sistema de becas, porque los umbrales son demasiado altos para
muchas familias (con la inflación) y la dotación es insuficiente (con el aumento de costes
del alquiler). Otra medida que sí está en marcha es el
programa María Goiri, por el que el Estado y las autonomías van
a financiar 5.600 plazas de profesores y ayudantes doctores en las
Universidades públicas españolas.
Pero la mayor parte de la nueva financiación de las
Universidades, obligada por la LOSU, “sigue en el aire”,
aunque el Curso 2024-25 lleve un mes en marcha. El problema concreto es que la
mayor parte de la financiación pública (el 82%) la aportan las autonomías y las
11 gobernadas
por el PP no están de acuerdo con la
LOSU y no quieren financiarla ni poner más recursos para las
Universidades públicas. Y varias autonomías del PP se están dedicando a
promover y autorizar Universidades privadas.
El caso más llamativo es Madrid:
tiene 6 Universidades públicas y 13 Universidades privadas, con
la intención de aprobar este otoño la Universidad privada nº 14 (la
Universidad Abierta de Europa, virtual), a pesar del voto negativo de 10
miembros (7 del PP) en la última Conferencia de Política Universitaria estatal.
Y hay otras 4 Universidades privadas que esperan su turno… (serían 18).
En
Andalucía, se acaba de aprobar el desembarco de la 4ª Universidad
privada en los últimos 10 meses (a las que habría que sumar una 5ª, la
entrada de la Universidad de Comillas). Canarias tiene otras 4, Castilla
y León 5, País Vasco 3, Aragón 2 y Cataluña sigue con 7,
mientras tienen 1 Universidad privada las restantes (salvo Asturias,
Baleares, Extremadura y Castilla la Mancha, donde no se ha autorizado ninguna
privada). En total, 43
Universidades privadas, frente a las 17 en 1977, mientras se mantienen
(desde 1.998) las 50 Universidades
Públicas.
El exministro Castell aprobó en 2021 un Decreto
para garantizar la calidad de las nuevas Universidades que se aprobaran, para
evitar la proliferación de Universidades privadas poco profesionales, sobre
todo virtuales, sin medios ni programas ni profesorado. Pero las nuevas
Universidades han sabido adaptarse y conseguir aprobar nuevos proyectos, que la
mayoría de los Rectores critican duramente, considerándolas de baja calidad.
Por eso, el Gobierno estudia
ahora cambiar el Decreto, para frenar la proliferación de
Universidades privadas “low cost”. Pero el PP y sus Gobiernos las apoyan,
como al resto de enseñanza concertada y privada. Y, además, muchos están bajando
impuestos y reduciendo recaudación, con lo que no están a favor de
aumentar mucho su financiación a las Universidades públicas.
Pero la Universidad española, básicamente la pública,
tiene un problema estructural: va a tener cada año más alumnos,
al menos hasta 2041 (cuando accedan una parte de los nacidos en 2023, 322.075
niños, 160.000 menos que los nacidos en 2006 y que ingresan
ahora) y van a tener más gastos, para renovar profesores, programas y poder
competir por alumnos en Europa y el mundo. Y sólo hay dos opciones: o
los alumnos de las universidades públicas pagan más (ya pagan más que en
la mayoría de Europa) o reciben más financiación pública, del Estado
central y las autonomías, lo que exige recaudar más (no menos) y destinar más
recursos a formar mejor a nuestros universitarios. También ayudaría que empresas y bancos financiaran más la Universidad pública, como en muchos
paises. Lo que no podemos es dejar que las Universidades sigan en
pérdidas.
Aumentar la financiación a las Universidades públicas es un requisito básico para mejorarla y que no
quiebre a medio plazo, en beneficio de las Universidades privadas (carísimas).
Pero no es suficiente. Las Universidades (todas) han
de afrontar una profunda reforma, para conseguir que los 200.000
licenciados que producen cada año tengan futuro. Porque actualmente, tienen
más trabajo y menos paro que los jóvenes que no son universitarios, pero
todavía están mucho peor que los universitarios europeos. Por un lado,
sólo el 83% de los universitarios españoles de 25 a 24 años está
trabajando, frente al 87% en la OCDE y en la UE-25, el 88% en Francia, el
89% en Alemania, el 91% en Reino Unido y el 92% en Paises Bajos, según
la OCDE. Y los universitarios españoles (25 a 34 años) tienen un
9% de paro, frente al 5% en la UE-25 y el 3% en Alemania.
Corregir este “drama”, que la Universidad
siga siendo “una
fábrica de parados”, exige no sólo tener más financiación sino
hacer un cambio estructural, con múltiples medidas:
derivar más alumnos a carreras técnicas y con más empleabilidad, modificar los
planes de estudio con la colaboración de empresas e instituciones, reducir la
endogamia y aumentar la presencia de profesores que trabajan en empresas e
instituciones, mejorar la formación práctica y los periodos de formación en
empresas y en el extranjero, flexibilizar las pasarelas de acceso e intercambio
a la FP de Grado Superior y realizar auditorías externas, sobre la
enseñanza, el gasto y la gestión, para que los recursos públicos y los años de
enseñanza sean más eficaces. Parte de estas medidas se incluyen en la LOSU,
pero el resto deben ser fruto de una
mayor implicación de la Universidad con la economía y la sociedad.
Podemos estar orgulloso de ser líderes en universitarios, pero también lo somos
en parados. Hay que analizar propuestas, conseguir recursos y agilizar
los cambios. Pactar entre todos otra Universidad.
Este Curso 2024-25 han iniciado la Universidad los jóvenes nacidos en 2006, un año con un récord de nacimientos (482.957), lo mismo que entre 2005 y 2010 (486.575), lo que ha alimentado el número de universitarios: de 1.548.369 matriculados en 2015-16 se pasó a 1.762.459 el curso 2023-2024 y este Curso se espera superar los 1.800.000 universitarios, entre los que estudian un Grado (1.400.000), un Master (casi 300.000) o un Doctorado (otros 100.000). Son 256.000 universitarios más que hace 8 Cursos (2015-16), gracias al aumento de jóvenes en España, a su mayor ingreso en la Universidad (el 31,6% de los que tienen entre 18 y 24 años, cuando eran el 30,3% de los jóvenes en 2013) y al aumento de alumnos internacionales (de 101.000 a casi 180.000 este Curso).
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jueves, 13 de junio de 2024
España, líder en camareros universitarios
Este mes, 200.000 universitarios terminan su carrera
y buscarán un trabajo, tarea difícil: el 25% no trabaja 4 años después de
terminar la Universidad y muchos tienen empleos precarios y mal pagados. Lo
peor es que un tercio de universitarios acaban trabajando en
empleos para los que están “sobrecualificados”, un despilfarro de
talento y recursos. Ahora, con el verano, muchos universitarios acaban en
la hostelería, atendiendo terrazas: el 83,7% de los titulados españoles que trabajan
en este sector lo hacen por debajo de su cualificación, frente al 68% de universitarios europeos.
España tiene un doble problema: tenemos más jóvenes universitarios
(el 50,5% entre 25 a 34 años) que el resto de Europa (44,7%) pero nuestro
modelo económico no los incorpora. Y encima, su formación no se corresponde
con la que piden las empresas (pocos licenciados en carreras técnicas y
muchos en humanidades). Además, las oficinas de empleo no ayudan a
colocar a los jóvenes, que optan por los portales online. Urge que los
universitarios se formen mejor y no acaben poniendo cañas.
Acaba el curso universitario y unos 200.000 jóvenes terminan su carrera (199.048 “egresados” universitarios en 2021, según Educación) , un número que ha ido bajando desde 2013 (233.626 universitarios acabaron los cursos de Grado), por la caída de la natalidad y el aumento de tasas universitarias. Menos de la mitad de estos universitarios han terminado su carrera en 4 años (el 40,8%) y más de la mitad (53,4%) lo acaban con un año de retraso (un porcentaje mayor en las carreras técnicas), mientras un 18,7% abandonan la carrera el primer año o se cambian a otra (el 7%).El 81% de los que terminan estudios de Grado lo hacen en Universidades públicas, el 60% son mujeres y la mayoría (148.914 universitarios) tienen menos de 25 años. Y cada vez son más los que se “reenganchan” para hacer un Master: 141.696 universitarios terminan un master cada año (curso 2020-21, últimos datos de Educación), la mayoría mujeres (57%) y sólo el 51,5% lo hacen en Universidades públicas.
Los universitarios consiguen más trabajo que los jóvenes
con menos formación, pero aún así tienen una menor tasa de empleo y
más paro que los universitarios europeos. Por un lado, tenemos el
doble de universitarios en paro que en el resto de Europa: un
12,5% frente al 6,3% entre licenciados de 25 a 29 años y un 8,1%
frente al 3,8% en la franja de edad de 30 a 34 años, según
los datos de la Fundación CYD. En cuanto al empleo, en España
trabajan el 76,3% de los jóvenes universitarios de 25 a 29 años, un
porcentaje inferior al 83% de universitarios de esa edad que trabajan en
Europa, según
Eurostat. Y los universitarios con 30 a 34 años, trabajan el 85,6% en
España frente al 89,3% en la UE-27. Además, los universitarios españoles tienen
empleos más precarios: el 17,5% tienen contratos temporales y somos el 2º
país UE con más temporalidad (tras Paises Bajos), muy por encima de la
temporalidad de la UE (10,3% para los universitarios.
Y con unos contratos más precarios, los universitarios
españoles ganan menos que sus colegas europeos: un 35% más que los jóvenes
que se quedaron en Bachillerato, frente al 46% más que ganan comparativamente los
universitarios UE, según
la Fundación CYD. Y los universitarios en España ganan un 64% más que los
que sólo tienen la ESO, mientras en Europa ganan un 75% más que los que sólo
tienen los estudios básicos. De hecho, la mitad de los universitarios
españoles ganan menos de 1.500 euros en los cuatro años siguientes a
licenciarse, según
un estudio del BBVA e Ivie.
Pero lo más llamativo es el alto porcentaje de
universitarios que trabajan en empleos que exigen mucha menos formación, los
universitarios “sobrecualificados” para los trabajos que hacen, licenciados
que acaban en un bar, en un comercio o de cajeros de supermercado. España
es líder europeo de universitarios “sobrecualificados”: un 35,9% de los
ocupados (20 a 64 años), frente al 22,2% en la UE-27, según
Eurostat (2022) por encima de Grecia (32,5% de universitarios “sobrecualificados”),
Irlanda (28%), Italia (22,5%), Francia (22%) o Alemania (20,2%). Y ese
porcentaje de “sobreocupados” es mayor entre los universitarios más jóvenes
(36,5%) y entre las mujeres (36,8% frente al 34,9% los hombres).
Esta sobrecualificación de los universitarios que trabajan
se concentra en una serie de sectores de actividad, destacando dos: las empleadas
del hogar (99,4% trabajan con más cualificación de la que necesitan) y la
hostelería, donde el 83,7% de los universitarios empleados
trabajan en puestos por debajo de su cualificación, sobre todo de camareros
y en cocinas, limpieza y mantenimiento. Un porcentaje de “sobrecualificados” que
supera con creces la media en la hostelería de Europa, que tiene
un 68% de personal sobrecualificado (77,7% en Grecia,72,6% en Italia, 54,4%
en Portugal y 52,7% en Francia, los otros paises turísticos). A la hostelería le
sigue en porcentaje de “sobrecualificados” la agricultura (76,6% de
universitarios en trabajos de menor categoría), logística (73,1%), administrativos
(69,6%), comercio (61,8%) y construcción (53,2% de sobrecualificados).
El gran peso de los trabajadores “sobrecualificados”,
universitarios vendiendo ropa o poniendo cañas, es un despilfarro
de recursos, un “fracaso vital” ¿A
qué se debe? Hay dos bloques de causas. Una, que España
tiene más universitarios que el resto de Europa (un 50,5% de
jóvenes entre 25 y 34 años son licenciados, frente al 44,7% en la UE-25,
según
la OCDE) y sin embargo tenemos una economía que no los absorbe,
porque nuestro modelo económico está más basado en los servicios y el turismo,
en las pymes que en la industria, la tecnología y las grandes empresas, que son
quienes demandan más universitarios. Tenemos “demasiados
universitarios” , muchos jóvenes con baja formación (26,6% frente
al 12,2% en la UE-25) y
pocos jóvenes con formación intermedia (Bachillerato y FP), la que
más demanda nuestra economía : sólo un 22,9% de los jóvenes (25-34 años) frente
al 43,1% en la UE-25. Y en este grupo, en España tiene poco peso la
Formación Profesional (FP), que ofrece muchos empleos: sólo la cursan el
24% de los que terminan la ESO (la mayoría hacen Bachillerato),
frente al 37,2% en Europa, el 55% en Paises Bajos, el 51,5% en Italia,
el 36,9% en Francia y el 32,1% en Alemania, según
la OCDE.
La otra causa de la “sobrecualificación”, de tanto talento
desaprovechado, es la deficiente formación con la que se licencian los
universitarios en España. Primero , la mayoría estudian carreras con
poco futuro laboral, con una mayoría en Grados de humanidades sobre
carreras técnicas (STEM, por sus iniciales en inglés: Ciencia,
Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), que tienen hoy mayor empleabilidad. Así,
entre los que acabaron el Grado en el curso 2021-22 (último
dato publicado), la mayoría se licenciaron en Ciencias Sociales (97.783) y Ciencias
de la Salud (42.589, el doble que en 2006-2007), mientras bajan los
licenciados en Ingenierías y Arquitectura (28.947 frente a 43.101 en
2006-2007) y en Ciencias (12.357 frente a 12.600 cinco años
antes), aumentando los licenciados en Artes y Humanidades (17.372 licenciados
frente a 14.101 en 2006-2007). Un
dato resumen: cada año se gradúan 9.000 psicólogos y 1.500/1.700
físicos y matemáticos… En realidad, hay un déficit de licenciados (-25%
que en Europa) en carreras de alta ocupación como Ciencias e Ingenierías.
El segundo problema es que la formación de los
universitarios está “sobrevalorada”, en realidad, según
este estudio de Funcas. Así, los programas
internacionales PIACC alertan que España está entre los paises con menor
puntuación en comprensión lectora y capacidad de cálculo de los adultos,
así como menores niveles de “excelencia”. Y las empresas
que tienen que contratarlos se quejan del “bajo nivel de competencias
y conocimientos con el que terminan sus carreras los universitarios”, según
las encuestas hechas por la Fundación FYD. Y hay un tercer problema, ligado
con la formación que se imparte en la Universidad: tiene poco que ver
con la formación que demandan las empresas, que se
quejan de que no encuentran los perfiles (sobre todo técnicos) que
necesitan. Y por eso ha
crecido la demanda de titulados en FP Superior, que tienen una buena
formación teórica y han hecho prácticas en empresas, con la FP dual (exige
entre un 25 y un 35% de prácticas, 500 horas anuales).
Por todo ello, el último
informe de la OCDE (octubre 2023) alertaba a España de la necesidad
de actuar en la
mejora de la educación y el empleo de los jóvenes, además de
preocuparse de su vivienda y salud mental, para que puedan emanciparse.
Empezando por la mejora de la educación, desde la escuela a la
Universidad, con programas concretos para reducir el abandono escolar, mejorar
la formación de los docentes y una enseñanza menos memorística y que fomente
las “habilidades” de los alumnos. Y proponían
potenciar más la Formación Profesional (donde faltan 300.000 plazas,
según los sindicatos), lo que exige contar con la colaboración de 1 millón de
empresas para hacer prácticas. Y sobre la formación universitaria,
la OCDE pide que las empresas participen más en los Planes de estudio.
Otro conjunto de medidas que proponían hacen referencia a
las políticas activas de empleo, a facilitar la recolocación de los
parados, en especial los jóvenes, mujeres y mayores de 45 años. Y aquí queda
mucho por hacer. Las oficinas de empleo públicas (dependientes de
las autonomías) apenas ayudan a encontrar trabajo: en 2023, el
SEPE sólo consiguió el 2,84% de las colocaciones (29.017 empleos) de
jóvenes de 16 a 29 años. Jóvenes que, por eso, apenas
se registran en el SEPE (sólo el 58% de los parados jóvenes) y prefieren
utilizar los portales online privados (InfoJobs,
Infoempleo, JobandTalent o Linkedin).
Las oficinas de empleo españolas tienen menos recursos humanos y
materiales que las de la mayoría de Europa (necesitarían 1 orientador
por cada 100 parados registrados y el SEPE tiene la tercera parte) y
además no se conectan con la mayoría de las demandas de las empresas
ni con las oficinas de otras autonomías, según
denuncia este informe de Funcas.
Junto a estas medidas, los expertos educativos
hacen hincapié en una reforma
de la educación universitaria, defendiendo una mayor
colaboración entre las empresas y la Universidad, como propone
el último informe de la Fundación FYD, que plantea una mayor participación
de los sectores y empresas en los Planes de estudio, un mayor
intercambio entre profesores y profesionales de las empresas, un aumento de las
prácticas de los universitarios en las empresas (se dan en las
Universidades privadas pero menos en las públicas) y, sobre todo, una mayor
flexibilidad entre la Universidad y la FP Superior, para el trasvase de
alumnos y experiencias, desde el acceso a los Másteres. Se trata de evitar
que la Universidad sea “una fábrica de parados” y que los
universitarios, en los que hemos volcado ingentes recursos y esperanzas, acaben
poniendo cañas en un bar, de cajera de supermercado o vendiendo ropa en una
tienda, un fracaso de todos. Formación, formación y formación,
pero en lo que la economía y las empresas necesitan. Y muchas prácticas.
A ello.
Acaba el curso universitario y unos 200.000 jóvenes terminan su carrera (199.048 “egresados” universitarios en 2021, según Educación) , un número que ha ido bajando desde 2013 (233.626 universitarios acabaron los cursos de Grado), por la caída de la natalidad y el aumento de tasas universitarias. Menos de la mitad de estos universitarios han terminado su carrera en 4 años (el 40,8%) y más de la mitad (53,4%) lo acaban con un año de retraso (un porcentaje mayor en las carreras técnicas), mientras un 18,7% abandonan la carrera el primer año o se cambian a otra (el 7%).El 81% de los que terminan estudios de Grado lo hacen en Universidades públicas, el 60% son mujeres y la mayoría (148.914 universitarios) tienen menos de 25 años. Y cada vez son más los que se “reenganchan” para hacer un Master: 141.696 universitarios terminan un master cada año (curso 2020-21, últimos datos de Educación), la mayoría mujeres (57%) y sólo el 51,5% lo hacen en Universidades públicas.
Tras terminar sus estudios, de Grado o Master, los
universitarios se lanzan a la difícil tarea de buscar trabajo. Y no
lo tienen fácil, como lo demuestra que, al año de terminar su carrera, solo
cotizan a la Seguridad Social el 52,7% de los universitarios y a los 4 años
de terminar el Grado sólo cotizan el 75,4% de los universitarios, según
un estudio de la Fundación CYD, que refleja que trabajan más los que han
hecho un Máster y los que han estudiado en Universidades privadas, siendo mayor
el trabajo para los universitarios que han estudiado informática,
ingenierías y ciencias de la salud, mientras trabajan menos los que
estudiaron artes, humanidades, ciencias sociales, periodismo y ciencias de la
educación.
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lunes, 2 de octubre de 2023
Universidad: nueva Ley sin más financiación
Más de 1,7 millones de jóvenes han iniciado otro curso universitario, en el que se
estrena la nueva Ley de Universidades
(LOSU), la 4ª de la democracia. Su
objetivo es reorganizar los Campus, estabilizar las plantillas de docentes (la
mitad, interinos), internacionalizar los estudios y mejorar la formación. Casi
todo ello cuesta dinero y la Ley
promete 3.100 millones más cada año,
pero no asegura quien los pagará.
Se pretende que los alumnos (que
ahora financian un 30%) paguen menos por
las matrículas, pero eso obliga
a una mayor financiación de las
autonomías (que aportan el 81% del gasto público universitario). Los rectores buscan acuerdos con los Gobiernos autonómicos, empeñados la
mayoría (PP y VOX) en bajar impuestos
(e ingresos), pero temen
que les falten recursos para reconvertir la Universidad. Mientras, las Facultades
siguen “fabricando” parados y precariedad:
el 36% de los universitarios que
trabajan lo hacen en empleos para los que les sobra
formación (abogados trabajando de teleoperadores). Estamos “tirando” recursos” y perdiendo el futuro.
Enrique Ortega
Este es el primer curso universitario en que empieza a aplicarse la nueva Ley de Universidades, la LOSU (Ley Orgánica del Sistema Universitario), la 4ª Ley universitaria de la democracia, tras la Ley de Reforma Universitaria (LRU) de 1983 (Felipe González), la Ley Orgánica de Universidades (LOU) de 2001 (Aznar) y la modificación parcial de la LOU, en abril de 2007 (Zapatero). Esta nueva Ley, otra reforma impuesta por Europa para recibir los Fondos europeos, ha tenido una gestación larga y compleja, porque el primer anteproyecto lo presentó el ministro Castell en agosto de 2021, chocó con el rechazo de rectores y universitarios y la rehízo el nuevo ministro Subirats, con un nuevo texto que el Gobierno Sánchez aprobó en junio de 2022. Y no se ha aprobado en el Congreso hasta el 9 de marzo de 2023, con 182 votos a favor, 8 abstenciones y 157 votos en contra, básicamente de Ciudadanos, Vox y PP, que ha prometido derogarla si gobierna.
Este es el primer curso universitario en que empieza a aplicarse la nueva Ley de Universidades, la LOSU (Ley Orgánica del Sistema Universitario), la 4ª Ley universitaria de la democracia, tras la Ley de Reforma Universitaria (LRU) de 1983 (Felipe González), la Ley Orgánica de Universidades (LOU) de 2001 (Aznar) y la modificación parcial de la LOU, en abril de 2007 (Zapatero). Esta nueva Ley, otra reforma impuesta por Europa para recibir los Fondos europeos, ha tenido una gestación larga y compleja, porque el primer anteproyecto lo presentó el ministro Castell en agosto de 2021, chocó con el rechazo de rectores y universitarios y la rehízo el nuevo ministro Subirats, con un nuevo texto que el Gobierno Sánchez aprobó en junio de 2022. Y no se ha aprobado en el Congreso hasta el 9 de marzo de 2023, con 182 votos a favor, 8 abstenciones y 157 votos en contra, básicamente de Ciudadanos, Vox y PP, que ha prometido derogarla si gobierna.
Los grandes objetivos
de la LOSU son terminar con la precariedad laboral de los profesores
universitarios, ordenar la carrera docente, mejorar la gestión de los Campus,
auditar y controlar mejor sus cuentas, mejorar la calidad de la enseñanza,
internacionalizar su actividad y vincular más sus planes de estudios con las
empresas y el empleo. Y en paralelo, negociar
con las Universidades la rebaja de costes de las matrículas, prometiendo a
cambio una mayor financiación pública a las Universidades y una ampliación de
las becas.
Tres son los temas
clave de esta nueva Ley. El
primero, que se da mayor libertad y
autonomía a las Universidades para decidir cómo se organizan y gobiernan, facilitando la presencia de docentes
(cualquier profesor) y alumnos (25%) en Rectorados, Claustros y órganos de
decisión. El segundo y fundamental, la reducción de la precariedad del profesorado
universitario: sólo
la mitad (50,8%) tienen contrato fijo (catedráticos y profesores titulares
o contratados doctores) y la otra mitad son interinos (profesores ayudantes,
ayudantes doctores, profesores asociados y visitantes), con contratos muy
precarios, marginales y mal pagados (hasta con 300 y 600 euros al mes). La LOSE
se compromete con Europa a rebajar esta altísima precariedad docente al 8% del
profesorado, para lo que obliga a las Universidades a convertir
a 26.000 profesores asociados interinos en indefinidos, con una mayor
transparencia en los futuros concursos y menos “endogamia” (3 de cada 4
profesores imparten clase en la Universidad donde estudiaron). Además, crea
nuevas categorías, como los profesores
permanentes laborales (doctores con contrato fijo).
La tercera cuestión clave es conseguir una
mayor internacionalización de la Universidad española, fomentando las
alianzas europeas e internacionales y los títulos compartidos, para captar más
alumnos extranjeros y permitir la mayor movilidad de los españoles, así como
para atraer docentes e investigadores. Actualmente, hay
44 Universidades españoles incluidas
en las 50 Alianzas Universitarias europeas, pero sólo hay 2 Universidades españolas en el ranking de las 300 mejores del
mundo (las Universidades de Barcelona y de Granada, ambas en el puesto
201-300 del ranking de Shanghái).
Otras cuestiones que contempla la nueva LOSU son el fomento del alumnado adulto, el acceso
libre y gratuito a las investigaciones de las Universidades públicas, la
mayor presencia de la mujer en la docencia universitaria y, sobre todo, la
elaboración de Planes de estudio más vinculados a las actuales demandas de
empleo, favoreciendo la colaboración entre Universidades y empresas.
Pero la verdadera cuestión
clave de esta nueva Ley universitaria es su financiación. Todos estos cambios
que introduce la LOSU implican más gasto de las Universidades
(sobre todo en personal) y los
rectores se quejan de que “la Ley no
les asegura más recursos”. Eso sí, hay un compromiso, en la Ley y en el
Gobierno Sánchez”, de aumentar la financiación pública a la Universidad “hasta
el 1% del PIB en 2030” (hoy se aporta el 0,76%), lo que supone, según
los cálculos hechos por IVIE para el Ministerio, gastar 3.100 millones más cada año en las 50 Universidades públicas
españolas. Pero la Ley no dice cómo
conseguirlos ni quien va a pagarlos y los rectores dicen que “así no pueden
planificar el futuro de sus Universidades”. Y piden asegurar ya la financiación para poder aplicar la
LOSU.
El problema es ¿quién
paga las Universidades? Hoy por hoy, sólo
dos tercios de la financiación universitaria es pública (el 66%), una aportación inferior a la media en Europa (76%
de financiación pública), según
el último informe educativo de la OCDE (con datos de 2020) lo que obliga a
que los alumnos españoles (y sus
familias) financien un 30% del gasto
universitario, más del doble que en Europa (donde aportan sólo el 14%, con
muchos paises donde la enseñanza universitaria es gratuita, como Alemania,
Dinamarca, Suecia o Finlandia y un mínimo pago en Francia). El resto de la
financiación universitaria la aportan en España entidades privadas e internacionales (4% aquí, frente al 12% en la
UE-25).
La nueva Ley
establece que los
alumnos deben pagar menos en el futuro, porque defiende seguir bajando las tasas universitarias, más elevadas que
en la mayoría de Europa. Ya en
mayo de 2020 se llegó a un
Pacto entre el Gobierno Sánchez
y las autonomías para rebajar el altísimo
precio de las matrículas (tras el “tasazo”
del PP en 2012), que se han reducido
en los tres últimos cursos. Pero hay dos problemas. Uno, que todavía son muy elevadas en algunas
autonomías, sobre todo en Madrid y
Cataluña, con un coste
muy desigual según dónde se estudie: una carrera de Humanidades cuesta
más del doble en Barcelona que en Santiago, por ejemplo. Y el otro, que aunque
ha bajado la 1ª matrícula, han subido
mucho (el doble y hasta 5 veces) las
segundas y terceras matrículas (y los Máster) lo que afecta especialmente
a los que suspenden los primeros años de
las duras carreras técnicas.
Si la LOSE no quiere que los alumnos (y sus familias) paguen
más en el futuro, la nueva financiación
(esos 3.100 millones extras anuales)
la tendrá que aportar el sector público. Pero como las Universidades son una
competencia autonómica, tendrán que
pagar más las autonomías (“ellos
invitan y nosotros pagamos”, se quejaba de la LOSE García Page, desde
Castilla la Mancha). Y eso porque los
Gobiernos autonómicos asumen hoy el 81% de la financiación pública universitaria
(frente al 18% la Administración central y el 1% los Ayuntamientos), algo
similar a Alemania (77% financian los Länder regionales), pero muy distinto del
resto de Europa, donde el 88% de la financiación universitaria la
asume el Estado y sólo un 11% las regiones, según
la OCDE.
Por todo ello, el Gobierno Sánchez (que aprobó la LOSE)
planteó que ahora se abre un periodo para que
las Universidades
pacten acuerdos de financiación con los distintos Gobiernos autonómicos,
para que aseguren más recursos a medio
plazo. La Junta de Andalucía ya
ha firmado un acuerdo con sus Universidades para aportarlas el 1% de su PIB
regional para 2027 (ahora aportan el 0,87%). Y el Gobierno de Madrid promete una nueva Ley de Universidades
que clarifique su financiación. Así que ahora, los Rectores tendrán que negociar
con sus autonomías y ver cuanto
más pueden financiarles. Pero esto choca con 2 problemas: muchas autonomías
prometen bajar impuestos (e ingresos). Y ya existe una gran diferencia de
partida entre autonomías sobre la financiación universitaria, desigualdad que se puede agravar.
España ya gasta menos
(gasto público y privado) en financiar la Universidad (14.361 dólares por alumno) que la media de Europa (17.578 dólares) y que la OCDE (18.105 dólares), según
el informe 2023 de la OCDE (datos de 2020). Pero también el gasto público universitario es menor. Y sobre todo, está muy mal repartido: las
Universidades mejor financiadas por sus gobiernos autonómicos son La Rioja (8.972 euros por alumno), País Vasco (8.158), Navarra (8.026), Cantabria (7.756),
Asturias (7.246) y Galicia (7.070), según
un reciente estudio de la Fundación CYD. Y las autonomías con las Universidades peor financiadas son Madrid (4.959 euros públicos por alumno), Cataluña (5.204), Baleares
(5.474), Andalucía (5.779) y Murcia (5.802), desigualdad en la
financiación pública que explica por qué en estas Universidades los alumnos
pagan matrículas más caras.
Ahora queda ver si estas autonomías que menos financian la
Universidad pública (muchas apostando por las nuevas Universidades
privadas) se vuelcan en apoyar más sus Campus y reducir las tasas de
los alumnos. Algo que choca con su propuesta
de bajar
los impuestos autonómicos, una medida que defienden las 11 autonomías gobernadas
por el PP (5 con Vox). El efecto de esta rebaja será bajar los ingresos autonómicos: las
rebajas ya aprobadas en 2021 restaron 4.000 millones sólo a Madrid, según
un estudio del REAF. Y Madrid,
sólo por suprimir el impuesto sobre el
Patrimonio deja de ingresar 905 millones
anuales (que tanta falta les hacen a las Universidades madrileñas, asfixiadas
financieramente). Así que la rebaja de
impuestos va en contra de mejorar el gasto público en las Universidades (y
en sanidad, educación, vivienda…). Y además, cualquier excusa financiera para no gastar más se contradice con el hecho de
que las autonomías
llevan 5 años recibiendo más dinero del Presupuesto, gracias a la
mejora de ingresos. Sólo este 2023, las autonomías recibirán del Estado 134.335
millones en transferencias (+26.130, un 24% más que en 2022).
Mejorar la financiación de la Universidad es clave, para
acabar con la precariedad de sus docentes, mejorar su organización e internacionalizarlas.
Pero sobre todo, urge mejorar la formación
universitaria, “manifiestamente mejorable”.
Primero, reducir la alta tasa de
abandonos (un 22% el primer año, el 13,9% en Euskadi y el 22,8% en Baleares),
el alto porcentaje de suspensos y la
baja tasa de graduación a los 4 años
(52,8% de los alumnos), con enormes desigualdades: hay regiones donde se gradúan
más alumnos en 4 años, curiosamente en algunas de las mejor financiadas (61% en
Navarra, 60,8% en País Vasco, 60,7% en Cataluña) y otras con peor tasa de
graduación en plazo (44,4% Baleares, 45,8% Canarias, 48% Andalucía…), según
el último informe de CYD.
Pero lo más preocupante es que la formación universitaria no
asegura el futuro empleo de los estudiantes, sino que los lleva al paro y a la precariedad profesional. En España, el empleo entre los universitarios es
más bajo que en Europa (81,4% trabajan
frente al 86,4% en la UE), siendo
mayor el porcentaje que trabajan entre los licenciados en Salud y Servicios Sociales (88,6%), ingenierías
(63,8%), Ciencias (60,5%) y Educación (60%), pero baja la empleabilidad de los
que estudian Negocios, Administración y Derecho (39,7%), Ciencias Sociales
(42,6%), Artes y Humanidades (47,4%). Y la
tasa de paro de los universitarios
españoles (8%) casi duplica la de
los licenciados europeos (4,2%). Otro
dato muy preocupante, que ilustra la falta de “salidas laborales” de muchos
titulados: España lidera la “sobrecualificación” en la UE, con un 36,1% de los universitarios trabajando
en un empleo inferior a su formación (frente a sólo el 22,1% de los
licenciados europeos), según
otro estudio de la Fundación CYD. Un subempleo que lleva a que la
mitad de las carreras abocan a sus graduados a ganar menos de 1.500 euros en los 4 años siguientes a licenciarse,
según un estudio del BBVA e IVIE.
Un panorama muy preocupante, que exige cambiar radicalmente la formación universitaria, promoviendo más los
estudios de carreras técnicas (STEM)
y mejorando la coordinación entre la Universidad y las empresas, para conseguir
una formación más vinculada al empleo futuro. No sólo urge buscar más dinero (público y de entidades privadas) para la
Universidad, sino reconvertirla
a fondo, desde las plantillas de profesores a los planes de estudio, para
que sea más eficiente y asegure mejor el futuro laboral de los jóvenes. Pero
está claro que aumentar la financiación
es una exigencia de partida para asegurar las mejoras necesarias. Hay que saber
que financiar
la Universidad es una inversión, no un gasto, porque devuelve 5 euros por cada euro invertido
(según
los rectores) y porque, a pesar de su fracaso laboral, ser universitario es un antídoto
contra la crisis: tienen menos paro y ganan más que el resto de
jóvenes, aunque tarden casi una década en encontrar un trabajo decente.
En resumen, hay que apostar por la Universidad, con más gasto y mejor formación, como hacen los paises punteros del mundo, desde Estados Unidos o Singapur a Finlandia y Noruega. Hay que aprobar este reto en los próximos años, para asegurarnos el futuro. Y eso exige un gran acuerdo entre el Gobierno, autonomías, Universidades, alumnos y empresas, para que la Universidad deje de ser “una fábrica de parados y subempleados”. A ello.
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jueves, 2 de abril de 2020
La Universidad estudia reconvertirse
Unos 10 millones de niños y jóvenes no acuden a clase por el coronavirus y todo apunta a que no volverán a las aulas hasta mayo, lo que complica su evaluación. Entre tanto, los rectores de las Universidades españolas están perfilando cómo debe ser la Universidad de 2030, para que no sea una “fábrica de parados” y garantice a los jóvenes un trabajo digno, dado que un tercio de universitarios están “subempleados”. Los rectores reconocen que hay un exceso de titulaciones y que deben “repensar” los estudios, porque las empresas se quejan de que no encuentran los profesionales que necesitan. Además, plantean desviar más jóvenes a carreras técnicas, porque ahora se concentran en los estudios con menos salidas. Y ligar la formación universitaria y profesional, con la FP dual. Pero sobre todo, piden más becas y más financiación pública, un 14,5% inferior a la europea. Mientras, el Gobierno retrasa hasta 2021 la nueva Ley Universitaria y prioriza mejorar las becas, abaratar las matrículas, mejorar los contratos de profesores y atajar el abandono universitario. Pero mejorar la Universidad cuesta dinero y nadie dice de dónde saldrá. Hay que hacerlo si queremos mejores universitarios y más empleo.
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enrique ortega |
España es un país con muchos jóvenes universitarios, más que la mayoría de Europa: un 44,3% de los jóvenes españoles (25-34 años) son universitarios, igual que la media de la OCDE (36 paises desarrollados) pero más que la media europea (42,9% en la UE-23) y que Italia (27,8% jóvenes son universitarios), Alemania (32,5%), Portugal (35%) o Finlandia (41,5%), superándonos sólo Reino Unido (50,85% jóvenes son universitarios) y Francia (46,85%), según los datos del “Panorama de la Educación 2019” (OCDE). Y en este curso 2019-2020 hay 1,6 millones de jóvenes estudiando en 82 Universidades (50 públicas y 32 privadas), cursando un Grado universitario (casi 1,3 millones), un Máster (220.000 alumnos) o un Doctorado (otros 90.000 universitarios), en su mayoría mujeres (el 55%) y españoles (sólo el 0,9% de los estudiantes de Grado son extranjeros, frente al 6,5% en Europa).
Lo primero que choca es que el número de estudiantes universitarios haya crecido con la crisis (+5% entre 2008 y 2017, según las estadísticas de la CRUE), a pesar de que hay menos jóvenes en edad de ir a la Universidad, un 22% menos que en 2008 (por la caída de la natalidad en los años 90). El “milagro” está en la estrategia de las Universidades, que ante los drásticos recortes del Estado y las autonomías, han visto la urgencia de “atraer alumnos” como fuera, multiplicando la oferta de títulos y Máster (sobre todo las Universidades privadas: 23 nuevas desde 1998), que han sido una extraordinaria fuente de ingresos a partir del tremendo aumento de tasas (+30% hasta 2018), autorizado en 2012 por el Gobierno Rajoy. En definitiva, al caer la financiación pública, las Universidades han necesitado captar más alumnos cada año para sobrevivir, “pedalear más para no caerse”. A costa de un exceso de alumnos y una “inflación de títulos”, en Grados (se ha pasado de 1.275 en 2008 a casi 3.000 títulos este curso) y sobre todo en Másteres (de 1.736 a más de 3.600), un “exceso de oferta”, que ha devaluado la enseñanza universitaria.
Los rectores niegan esta estrategia, al señalar en su reciente informe “La Universidad española en cifras” que “no hay un exceso de universitarios ni de Universidades”. Pero los datos indican que el porcentaje de jóvenes (19-24 años) matriculados en la Universidad es mayor en España (31,6% en el curso 2017-2018) que en la media de la OCDE (29,1%) y que en Reino Unido (25,3%), Alemania (26,6%) y Francia (26,8%). Y reconocen que se han aumentado un 20% las titulaciones desde 2008, más que los universitarios (+5%). En cuanto al número de Universidades, España tiene 1 Universidad por cada 718.462 habitantes, menos que Francia (1 por 562.185 habitantes), Reino Unido, EEUU, Canadá, Japón o Corea del Sur y más que Alemania (1 Universidad por 998.795 habitantes) e Italia.
Los rectores también destacan que la Universidad española es eficiente y su rendimiento equiparable e incluso mejor que la Universidad de la mayoría de paises. Por un lado, la tasa de abandono de los estudios en el primer año (18,7%) es similar a otros paises, salvo Reino Unido, Canadá y Suecia, los tres paises con las Universidades más eficientes. Y por otro, la tasa de finalización de los estudios en el tiempo teórico es en España del 49% de los alumnos, mejor que en Finlandia (43%), Suecia (42%), Francia (41%) o USA (38%), y sólo peor que 5 de los 23 paises analizados por la CRUE: Reino Unido (71% universitarios finalizan en plazo sus carreras), Irlanda (63%), Israel, Japón y Corea.
Además, los rectores quieren “quitar hierro” al hecho de que España no tenga ninguna Universidad en el top 100 del ranking de Shanghái 2019 de las mejores Universidades del mundo. De hecho, la mejor situada, la Universidad de Barcelona, figura en el puesto “151 al 200” y hay otras 12 Universidades españolas entre las 500 mejores. Los expertos consideran que este ranking valora sobre todo las Universidades más antiguas y más grandes, con premios Nobel y fuertes presupuestos, lo que penaliza a las españolas. Pero si se comparan en aéreas concretas de conocimiento, España tiene 10 Universidades entre las 50 mejores (y 17 entre el top 200) del ranking QS, que valora la reputación académica y empleabilidad.
Eso sí, España tiene una gran diferencia con otros paises: aquí, los universitarios estudian pocas carreras técnicas, las titulaciones STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas), que son las que consiguen más empleo. España es el país europeo grande donde menos alumnos se matriculan en titulaciones STEM: un 23,4%, frente al 28,1% en la UE-23, el 25,5% en Italia y Francia, el 30,5% en Reino Unido y el 37,5% de alumnos matriculados en Alemania, según los datos de los rectores (CRUE). Y además, las matrículas en estas carreras técnicas han caído un -6,1% entre 2013 y 2017, sobre todo en ingenierías (-15,7%, que llega al -60% en ingeniería civil) y telecos (-2,9%), aunque han crecido las matrículas (todavía bajas) en matemáticas (+17,1%), Informática (+8,6%) y Ciencias (+6,1%).
Y otra importante diferencia, como revelan las estadísticas del CRUE, es el mayor coste de las Universidades españolas: somos el 11º país (de 23 estudiados) con las tasas universitarias más altas. De los grandes, sólo se paga más por la Universidad en Reino Unido y en Italia, mientras no se paga casi nada en Francia y es gratuita en muchos paises europeos, entre ellos Alemania, Dinamarca, Suecia o Finlandia. En España, el 73% de los universitarios pagan tasas, un precio medio de 1.050 euros por año en Grado pero con una gran diferencia entre titulaciones y autonomías: se pagan unos 2.000 euros por Grado en Cataluña, 2,8 veces el coste de estudiar en Galicia (700 euros). Y además, el sistema de becas es muy insuficiente (2.000 euros anuales de media, según la CRUE), porque se han recortado en la última década y dejaron fuera a 45.000 universitarios, al exigirles una nota media de 6,5 puntos (desde 2018 son 5,5 puntos), lo que preocupa extraordinariamente a los rectores, porque, junto a las tasas, lleva a un sistema universitario “excluyente”.
Con todo, el mayor problema de la Universidad española es, para muchos, que es “una fábrica de parados”, algo que rechazan explícitamente los rectores, aportando los datos de que los universitarios españoles tienen menos paro y más empleo que el resto de españoles. Y es verdad. Pero los datos también reflejan otros 2 hechos incontestables. Uno, que los universitarios españoles tienen el 2º nivel más alto de paro entre los universitarios europeos: el 8,4% de paro frente al 3,9% de media en la UE-23 y en la OCDE, sólo mejor que Grecia (14%) y muy lejos del 2% del paro universitario en Alemania. Y el otro dato, que la tasa de empleo de los universitarios españoles en la tercera más baja de Europa: trabajan el 81,6% de los titulados, frente al 86,1% en la UE-23, el 90% empleados en Suecia o Paises Bajos, el 89,5% en Alemania o el 85% en Francia, sólo menos que en Grecia (74,5%) e Italia (81%), según los propios datos de los rectores. Eso sí, de los 2.016.000 empleos creados en España entre 2015 y 2019, el 56% han sido para titulados universitarios.
Otro dato importante es que los universitarios ganan más que el resto de españoles, según confirman las estadísticas de la CRUE: un adulto con título de Grado gana un 52% más que una persona con Bachiller (en la OCDE ganan un 44% más) y un empleado con un Máster gana un 85% más (en la OCDE ganan +91%). Además, la brecha salarial por género es menor entre los universitarios españoles: las mujeres ganan un 18% menos (-21,9% entre todos los ocupados). Y es inferior a la brecha universitaria en Europa (-24% de media) que oscila entre el -30% en Italia, el -29% en Francia y el -26% en Alemania, según la OCDE.
Para los rectores, el problema más grave de la Universidad española es su escasa financiación, tanto pública como privada. En conjunto, España destina el 1,3% de su riqueza (PIB) a financiar la Universidad, frente al 1,5% de media en la OCDE (y el 2% en EEUU). Y si miramos sólo la financiación pública, España destina el 0,83% del PIB, frente al 0,97% en la OCDE y el 0,98% del PIB en la UE-23. Eso significa que la Universidad española recibe un 14,5% menos de financiación pública que las Universidades extranjeras. Traducido, significa que le faltan 2.400 millones de euros al año (1.600 públicos). Y no es sólo que se financie peor que en otros paises, es que además, el esfuerzo público (% sobre PIB) para financiar la Universidad es hoy menor que hace 22 años, según los rectores.
Y además, esta financiación pública por universitario está muy mal repartida por autonomías: hay Gobiernos autonómicos que aportan mucho más que la media (6.210 euros por universitario), como la Rioja (9.000 euros), País Vasco (8.500), Cantabria (8.000), Galicia (7.800) y Navarra o la Comunidad Valenciana (7.500 euros), y otras que financian mucho menos, como Madrid (5.000 euros por universitario, Baleares (5.100), Extremadura (5.200), Murcia (5.500) o Andalucía y Castilla la Mancha (aportan 5.900 euros por alumno). Así que depende de la región, unas Universidades están peor financiadas que otras.
Pero todas las Universidades han perdido recursos, dado que el gasto por alumno universitario ha caído de 8.595 euros en 2008 a 8.063 euros en 2017, según la CRUE. El mayor recorte en la financiación lo ha hecho el Estado (de aportar el 11% del gasto en 2008 a aportar un 5,6%, 451,90 euros por universitario en 2017), seguido de las autonomías (aportaban el 80% del gasto y ahora financian el 77%, 6.210 euros por alumno en 2017), mientras los alumnos ahora pagan más: si financiaban el 9% en 2008, en 2017 aportan ya el 17,4% del gasto total, 1.400 euros de media por alumno.
Estos recortes y la menor financiación frente a Europa han obligado a las Universidades a hacer múltiples ajustes, que han deteriorado la calidad de la enseñanza, máximo si ahora ofrecen un 20% más de títulos. Por un lado, entre 2008 y 2017 se perdieron 8.288 puestos de personal docente e investigador, que fueron suplidos con personal contratado en condiciones muy precarias, lo que ha permitido mantener la plantilla total (98.362 empleados en 2017) pero con mucha más inestabilidad laboral y docente. Además, no se ha podido invertir apenas en infraestructura y equipamiento, con un enorme deterioro físico de la Universidad. Y se ha sufrido en primera línea el ajuste en Ciencia, donde, tras un recorte del 22% en I+D+i (2009-2018), España invierte la mitad que Europa.
En consecuencia, lo primero que piden los rectores para perfilar la Universidad de 2030 son más recursos, sobre todo públicos pero también privados. Y, en contrapartida, ofrecen realizar un reajuste en las titulaciones y en los contenidos de la enseñanza universitaria. Reconocen que hay un exceso de oferta de títulos y Máster y que además, “no se corresponde con lo que piden las empresas”. Es hora de que la Universidad española abra sus estudios a los que necesitan las empresas, que se quejan de que los universitarios que les llegan (salen 114.000 nuevos licenciados cada año) no tienen la preparación que necesitan. No es que estén mal formados, sino que “les faltan habilidades cognitivas, motivacionales, sociales e instrumentales”, según lo que trasladan a los rectores. Y por eso, resulta clave una enseñanza universitaria “más práctica”, además de abrir “pasarelas” entre la enseñanza universitaria y la formación profesional, con proyectos de FP dual para universitarios, como las 14 nuevas titulaciones que van a ofrecer las 3 Universidades vascas.
La reconversión universitaria también tiene que llegar a los alumnos, que no pueden seguir matriculándose de carreras sin salida laboral y huir de las titulaciones STEM. Todos los alumnos de Bachillerato que dudan sobre qué estudiar deberían conocer este estudio de Ivie y la Fundación BBVA, que analiza cómo les ha ido 4 años después a los universitarios que acabaron en 2014. Demuestra que los titulados de las ciencias de la salud y las ingenierías han encontrado más trabajo, más estable y mejor pagado que los estudiantes de humanidades y ciencias sociales. Dos ejemplos extremos: medicina (92,1% trabajando, 99,7% como licenciados, con base cotización 34.290 euros) y turismo (65,5% trabajan, sólo el 14% como licenciados y con 19.861 euros de base imponible). Y lo mismo, para bien, los que han estudiado óptica, farmacia, ingenierías y matemáticas. Y para mal, los que estudiaron comunicación, arte y Bellas artes, comercio, relaciones laborales, geografía, arqueología, diseño, publicidad o sociología. Habría que ponerlo en el tablón de Secretaría…
Mientras la Universidad se “autoanaliza”, el nuevo ministro de Universidades declaró en el Congreso que no lanzará el debate sobre una nueva Ley de Universidades hasta 2021, con lo que no entraría en vigor hasta el curso 2022-2023 como pronto (la actual es de 2001 y reformada parcialmente en 2007). Antes, el Gobierno tiene otras prioridades: reformar la política de becas (más recursos, mayores importes y que lleguen a más familias, subiendo el ingreso familiar: frente a los 13.909 actuales, los rectores proponen 18.629 euros), aprobar un nuevo Estatuto del personal docente (para acabar con los falsos asociados y reducir la enorme precariedad de un tercio de las plantillas), un Plan para atajar el abandono universitario y, sobre todo, reducir las tasas universitarias para volver a los costes anteriores a 2012. Aquí, los rectores “tiemblan”: las Universidades no pueden bajar tasas si el Estado y las autonomías no aumentan su aportación. Y nadie habla de hacerlo, de financiar más. Algo difícil mientras no se reforme la financiación autonómica y aumente la recaudación.
En resumen, que tenemos un diagnóstico que explica por qué la Universidad española no funciona bien, básicamente por falta de dinero y por unos planes de estudio que no ayudan a trabajar. Es hora de afrontar los cambios necesarios, con un Pacto entre políticos, autonomías, Universidades, docentes, empresas y alumnos, para acordar un marco estable que alumbre la nueva Universidad 2030. Nos hace mucha falta.
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