jueves, 28 de julio de 2022

EPA junio: empleo crece, con guerra e inflación

La guerra de Ucrania y la inflación no han frenado la creación de empleo en España esta primavera, según la EPA conocida hoy: se han creado 383.300 nuevos empleos en el 2º trimestre y trabajan ya 20,46 millones de personas, la cifra más alta desde 2008. Y hay 255.300 desempleados menos, por debajo de los 3 millones de parados, lo que no sucedía desde 2008. El empleo creado es de más calidad, gracias a la reforma laboral: el 34,8% de los nuevos contratos son indefinidos (el 44,3% en junio), frente al 10,90% en 2021. Y crece más el empleo entre jóvenes y mujeres. Pero se estancan los parados de larga duración (el 47,8%) y casi la mitad de los parados no cobran ayudas. Ahora se espera que el empleo mejore este verano, por el turismo, pero caerá en otoño, por el menor crecimiento, el corte del gas y la subida de tipos. Urge un Plan para incentivar el empleo si se agrava la crisis. Garantizar el trabajo es otra vez la gran prioridad.

Enrique Ortega

El segundo trimestre del año suele ser bueno para el empleo, por la Semana Santa y los contratos previos al verano, salvo en 2020, donde la ocupación cayó en picado entre abril y junio (-1.074.000 empleos), por la pandemia y el grueso del confinamiento. Este año 2022, tras un primer trimestre donde cayó el empleo (-100.200), el 2º trimestre ha dado la sorpresa y el empleo ha crecido en 383.300 personas, según la EPA, más que en la primavera de 2019 (+333.800 empleos), a pesar de la guerra de Ucrania y la inflación disparada. Con ello, se afianza  la recuperación del empleo iniciada el verano pasado y la ocupación aumenta en 796.400 empleos en el último año, con 20.468.000 personas trabajando en España, la mayor cifra de ocupados desde 2008 (20.646.000 en junio de 2008).

En el 2º trimestre, el aumento del empleo ha sido gracias a los servicios (+320.200 empleos creados), sobre todo la hostelería, el turismo y el comercio, pero también ha creado mucho  empleo la industria (+79.500) y la construcción (+21.900), bajando en la agricultura (-38.400 empleos).  El empleo se ha creado sólo en el sector privado (+397.600 empleos), mientras bajaba en el sector público (-14.300), por el fin de contratos en enseñanza y sanidad, según la EPA. Y sorprende que la mayor creación de empleo se haya dado en las mujeres (+196.000 empleos frente a +185.300 en los hombres) y entre los jóvenes (+239.000 empleos, dos tercios del total, se los llevaron los menores de 35 años) y los mayores de 55 años (+69.800 nuevos empleos). Y por autonomías, el empleo ha crecido en el 2º trimestre en todas, salvo País Vasco (-18.400), Asturias (-5.200) y Melilla (-1.200), pero sobre todo en Baleares (+80.200 empleos), Cataluña (+63.800) y Madrid (+61.200).

La importante mejora del empleo en el 2º trimestre (+383.300) no se traducido toda en una bajada del paro (-255.300 parados, la mayor reducción en este trimestre desde 2018) porque en paralelo han aumentado los españoles activos, las personas que buscan trabajo ahora, tras lo peor de la pandemia: los “activos” han aumentado en 128.000 personas, impidiendo bajar más las cifras del paro. Es un proceso que se ve trimestre a trimestre (hay 171.900 personas más buscando trabajo que hace un año). Y ya hay más adultos “activos” (trabajando y buscando trabajo) que en 2019: 23.387.400 frente a 23.158.800 a finales de 2019. Y todo apunta a que seguiremos así, con lo que en los próximos meses sucederá lo mismo que ahora: el paro bajará menos de lo que sube el empleo.

El  paro ha bajado en el 2º trimestre (-255.300 personas) gracias sobre todo a los servicios (-120.700 parados), por el fuerte despegue en el turismo, la hostelería y el comercio, y a los que perdieron su primer empleo hace un año (-99.100 parados ahora), bajando también el paro en la industria (-18.100) y la agricultura (-10.000) y subiendo sólo en la construcción (+400 parados), según la EPA de junio. El desempleo baja sobre todo entre las personas de 25 a 54 años (-245.100 parados) y sólo sube entre los jóvenes de 16 a 19 años (+20.900). Y también baja más el paro entre las mujeres (-133.300) que entre los hombres (-121.900 parados). Por autonomías, baja en todas , salvo en Melilla (+900 parados), Comunidad Valenciana (+800) y Castilla la Mancha (+300), destacando la bajada del paro durante el 2º trimestre en Madrid (-59.700 parados), Baleares (-54.400), Canarias (-29.600) y Andalucía (-22.600).

La cifra total de parados EPA baja de los 3 millones (2.919.400 parados a finales de junio 2022), un dato que no se veía desde septiembre de 2008 (2.600.700 parados). Y la tasa de paro baja al 12,48%, según la EPA, mucho más baja que antes de la pandemia (13,78% en 2019) y la menor tasa de paro desde el verano de 2008 (11,23%). Eso sí, todavía duplicamos la tasa de paro europea (6,1% en la UE-27) y cuadruplicamos la alemana (2,8% de paro), según Eurostat. También baja mucho este trimestre la tasa de paro de los jóvenes (menores 25 años), al 28,52% (13,3% en la UE-27).

Hay otros datos preocupantes del paro que también mejoran. El primero, que hay 990.300 hogares con todos sus miembros en paro (-62.600 que el trimestre pasado) . El segundo, que seguimos con 5 regiones que tienen una tasa de paro “escandalosa”, aunque ahora casi todas bajan del  20%: Melilla (24,66%), Ceuta (22,75%), Andalucía (18,68%), Canarias (17,76%) y Extremadura (16,73%), que contrastan con 6 autonomías que tienen una tasa de paro casi europea (8,17% Cantabria, 8,75% el País Vasco, 8,76% Navarra, 8,96%% Aragón  y 9,29% Baleares y Cataluña). Y el tercero, que se estabilizan los parados de larga duración, los que llevan más de 1 año sin trabajo: son 1.395.500 parados, el 47,8% de los parados (eran el 47,78% el trimestre pasado, pero el 43,5% a finales de 2019).

Esto provoca que a muchos parados se les acabe el desempleo y no cobren ya ningún subsidio, pasando a una situación de pobreza extrema. En mayo de 2022, último dato de Trabajo, cobraban alguna ayuda 1.675.407 desempleados: menos de la mitad (40,5%%) cobraban un subsidio contributivo (según lo cotizado) de 888,6 euros de media y el resto (59,5%) cobraban un subsidio asistencial de 463,21 euros. Pero en esta cifra están incluidos los 17.898 trabajadores que están en ERTE y cobran las tres cuartas partes de su sueldo del SEPE. Así que, en realidad, sólo 1.657.559 parados cobra algún subsidio, el 56,77% de los parados que refleja la EPA de hoy. Eso significa que casi la mitad de los parados (43,23%) no cobran ninguna ayuda pública, empeorando la cobertura sobre 2019 (no cobraban el 38,5%). Así que baja el paro, pero también los que reciben ayudas.

Visto los datos del empleo y el paro en el 2º trimestre de 2022, queda patente que España supera de momento la nueva crisis de la guerra de Ucrania, porque tenemos más ocupados (+ 283.100) y menos parados (- 184.400) que a finales de 2021. Concretando más, desde el inicio de la guerra (24F) hasta finales de junio, hay 654.058 afiliados más a la Seguridad Social, con un récord de 20.102.037 afiliados, tras 14 meses consecutivos de aumento (desde mayo de 2021). Y el paro se ha reducido, a pesar de la guerra y la inflación, en 231.102 parados desde febrero hasta finales de junio, según Trabajo.

Con todo, la mejor noticia es que el empleo que se está creando en 2022 es menos precario, de más calidad, gracias a la reforma laboral aprobada a finales de 2021. Ya en el primer trimestre de 2022, el 22,7% de todos los contratos firmados fueron indefinidos, frente a sólo el 10,9% de los firmados en todo 2021, según los datos de Trabajo. Ahora, con datos del primer semestre, el dato es espectacular: el 34,28% de todos los contratos firmados de enero a junio fueron indefinidos (3.281.900 contratos), más del triple que en todo el año 2021 (sólo el 10,9% de los contratos fueron indefinidos) y mucho más que entre los años 2014 y 2020 (sólo entre el 6 y el 8% de los contratos fueron indefinidos). Y cada mes suben más los contratos indefinidos: en junio de 2022, fueron el 44,3% de los contratos firmados (783.595 contratos fijos, un récord histórico. De ellos, más de un tercio (292.679) fueron contratos fijos discontinuos, contratos muy usados en hostelería y construcción para trabajadores que son fijos aunque trabajan sólo unos meses al año (y el resto del tiempo no cuentan como parados aunque estén inactivos, una norma que viene de 1985).

La  reforma laboral se va a notar más en las contrataciones del verano, donde los contratos que se hagan deben ser fijos y los temporales (por 6 meses) han de ser la excepción (por circunstancias “ocasionales e imprevisibles” o por “picos de producción”). Así que el aumento de asalariados con contrato fijo se verá aún más en la EPA del tercer trimestre. Y, además,  los que más se están beneficiando de la reforma laboral son los jóvenes: si entre 2015 y 2021 sólo conseguían un 37% de contratos fijos (el 63% eran temporales), en el último mes, junio de 2022, los menores de 30 años han tenido un 64% de contratos indefinidos (52% fijos y 12% fijos discontinuos) y sólo un 36 % de los contratos firmados el mes pasado fueron temporales, según Trabajo. Una “revolución” laboral.  

Mientras mejora la calidad del empleo que se crea, el gran reto sigue siendo crear más empleo, porque en España trabaja menos gente que en Europa, en relación a la población: aquí trabajan el 62,7% de los que tienen entre 15 y 64 años, frente al 68,4% que trabajan de media en Europa, el 67,2% en Francia, el 58,2% en Italia y el 75,8% en Alemania, según Eurostat (2021). Eso quiere decir (“a lo claro”) que debería haber 1,8 millones de españoles más trabajando si tuviéramos el nivel de empleo europeo. Y  4 millones más trabajando si fuéramos como los alemanes. Por eso  (y por nuestra menor productividad) tenemos menos nivel de vida que los paises del centro y norte de Europa.

Para crear más empleo, España necesita crecer más, lo que ya consiguió en 2021, donde el empleo creció más que la economía (+8,8% frente al +5,1% del PIB), lo que permitió crear 840.700 nuevos empleos en 2021. Ahora, por culpa de la guerra de Ucrania y de altísima inflación, todo apunta a que este año 2022 creceremos mucho menos: el Gobierno acaba de estimar que creceremos un +4,3%, aunque la Comisión Europea y el FMI rebajan ese crecimiento al +4% (muy superior al 2,5% previsto para la zona euro y al 1,3% de Alemania). Y además de crecer menos, el problema estará en que el empleo crecerá menos que la economía (+3,7%), con lo que sólo se podrán crear 475.000 nuevos empleos en 2022, poco más de la mitad que el año pasado. Y lo peor es que en 2023, la economía crecerá aún menos (+2,7%  según el Gobierno y +2,1% estima la Comisión Europea) y sobre todo el empleo (+0,8%), lo que sólo permitirá crear 105.000 nuevos empleos en 2023. 

Así que tras superar en 2021 el empleo de antes de la pandemia (20.184.900 ocupados frente a 19.966.900 en diciembre de 2019),  ahora vienen dos años en que España creará menos empleo, aunque será de más calidad (la mayoría indefinido). Por eso, es crucial que el Gobierno apruebe un Plan de incentivos al empleo, centrado en promover la contratación de los colectivos que tienen más difícil trabajar: jóvenes, mujeres y mayores de 50 años. Y también planes de empleo específicos para las autonomías con más parados: Canarias, Ceuta, Melilla, Andalucía y Extremadura. Además, urge una reforma a fondo de las Oficinas de empleo (SEPE), que apenas sirven para recolocar a los parados. En especial, hay que recolocar a los parados de larga duración (1 año y más en paro), que actualmente tienen graves problemas para trabajar: sólo consiguieron el 9% de los contratos firmados en junio (cuando son el 48% de los parados), mientras el 80% de los nuevos contratos se fueron a los que llevan menos de 6 meses en el desempleo (el 42% de los parados).

El futuro del empleo va a depender de lo que dure la guerra y de la marcha de la inflación, aunque se espera que la contratación siga elevada en el tercer trimestre y caiga a finales de año, cuando ya no tire del empleo el turismo y se noten más los efectos negativos de las dos subidas de tipos (la de julio y la esperada en septiembre). Por eso, hay que redoblar los esfuerzos para gastar bien los Fondos Europeos (que ayudan al empleo) y mantener el consumo y la actividad, con subidas (moderadas) de sueldos y pensiones  y también de los márgenes y beneficios empresariales. La inflación exige la colaboración de todos, para evitar abusos y que no lo pague el empleo. Porque seguimos teniendo el doble de paro que Europa y necesitamos crear más empleo que ellos. A pesar de  la guerra, la inflación y el menor crecimiento, el empleo debe ser nuestra prioridad como país. Como lo fue durante la pandemia. 

lunes, 25 de julio de 2022

Vacaciones 2022: todo lleno y carísimo

En unos días, media España saldrá de estampida para aprovechar las vacaciones de verano. Lo primero sería recordar que 1 de cada 3 españoles no puede tomar ni una semana de vacaciones, según el INE. Y el resto, van a desquitarse este año de dos veranos con pandemia, aunque viajarán menos días y gastando menos, por la inflación. Y se encontrarán con que la mayoría de destinos, sobre todo las islas y costas, están a rebosar, llenos de turistas extranjeros: se esperan casi 20 millones entre julio y agosto, sobre todo europeos. Y todos, nacionales y extranjeros, pagarán todo mucho más caro, desde los hoteles (han subido un +45%) y apartamentos hasta bares y restaurantes, ocio, coches de alquiler y los carburantes (62 y 71 céntimos más caros que el verano pasado). Eso sí, este “boom” turístico, que recuperará las cifras de 2019, salvará a la economía y al empleo este verano, aunque en otoño vendrá la resaca. Mientras, aproveche ahora y descanse si puede.

Enrique Ortega

El turismo lleva ya 12 meses continuados de recuperación, desde junio de 2021, tanto de visitantes extranjeros como de españoles que ahora viajan más. La Semana Santa fue récord y lo mismo mayo, con lo que estos 5 primeros meses de 2022 han llegado ya 22,74 millones de turistas extranjeros, 6 veces más que el año pasado (sobre todo, crecen los británicos, norteamericanos, irlandeses y nórdicos), aunque todavía son 6,6 millones menos que antes de la pandemia, en el año récord de 2019. Y además de venir ya muchos más turistas, se gastan más que antes: 26.726 millones de euros en estos primeros 5 meses, casi 7 veces más que el año pasado (177 euros diarios, frente a 163 euros en 2019), con una mayor estancia media, de 6,5 días (era de 6,3 días antes de la pandemia).

Ahora se espera que este repunte del turismo en Semana Santa, mayo y junio continúe este verano, que “será como los de antes”, según el Gobierno. Todos los datos lo vaticinan. Por un lado, las reservas turísticas para julio y agosto se han disparado y son incluso un 34% por encima de las que había en 2019 (y han duplicado con creces las de 2021). Las búsquedas de vuelos también se han duplicado y las compañías no dan abasto para cubrir la demanda. Y en la costa española, resulta difícil encontrar apartamentos y casas para alquilar (al doble de precio que el verano pasado). Y lo mismo pasa con la reserva de coches de alquiler, sobre todo en las islas. España ha puesto el cartel de “Completo” para este verano, sobre todo en Baleares, Canarias y la costa mediterránea y andaluza.

La previsión oficial es que este verano se alcance un 98% del turismo de antes de la pandemia, cuando llegaron a España 28,9 millones de turistas extranjeros (20 millones entre julio y agosto). La patronal turística Exceltur cree incluso que la facturación turística este verano será un 2% superior a la de 2019, sobre todo gracias al turismo extranjero (+3,4%), ya que se estancarán los ingresos por el turismo nacional (+0%). Y esperan que el verano sea especialmente rentable en Baleares (+3,6% de facturación sobre 2019) y Canarias (+3,5%), así como en el litoral mediterráneo (+2,5%) y la costa andaluza (+2,4%), siendo muy similar la facturación en la España verde y en el interior.

Hasta aquí las previsiones optimistas. Pero también hay puntos negros” que preocupan para este verano al sector turístico. El principal, los problemas en los vuelos que traen a los turistas extranjeros, afectados por un rosario de huelgas y una reducción de vuelos (se han cancelado 16.000 vuelos a España para agosto), por el atasco en la mayoría de aeropuertos europeos derivados de la falta de personal, la congestión de instalaciones y los escasos medios en los controles policiales y sanitarios. Además, siguen subiendo las tarifas aéreas, por la subida de los carburantes, desalentando los viajes. Y hay una subida récord en los paquetes turísticos y, sobre todo, en los hoteles españoles: los precios han subido un +45% anual (la mayoría, el 33,6%, de enero a junio), según el INE. Y también están caros los restaurantes, bares, el ocio y los coches de alquiler. Y encima, a los que utilicen el coche, el precio de los carburantes se ha disparado sobre lo que costaban el verano pasado: +62 céntimos la gasolina y 71 céntimos en gasóleo. Y sigue el riesgo de que repunte el COVID: estamos en una 7ª ola silenciosa, con 839 muertos la última quincena (60 diarios).

Pero ninguno de estos problemas parece desalentar a los turistas, ni a los extranjeros ni a los españoles, que quieren olvidarse de la pandemia y la inflación durante estas vacaciones, al precio que sea. Eso sí, los que pueden, porque 1 de cada 3 españoles (el 32,7%) no puede coger una semana de vacaciones, según indica el INE en su Encuesta de Condiciones de Vida  2021. Y son sobre todo las familias con menos ingresos, más afectadas ahora por la inflación, sobre todo de Andalucía (el 45,7% de la población no puede coger una semana de vacaciones), Murcia (44,4% no), Extremadura (41,6%) y Canarias (41,8%), mientras son muy pocos los que no veranean en el País Vasco (16,4%), Madrid (21,4%), La Rioja (22,4%) y Navarra (22,6%), según el INE.

De los 2 tercios restantes, la mayoría que sí veranea, este año aumentan un 20% los que viajan y se toman vacaciones, según el Observatorio TUR, cuya Encuesta revela que la mayoría de españoles optará por destinos de sol y playa, con estancias medias de una semana y un gasto medio de 610 euros por persona (menos que los 714 euros de 2019), aunque un 40% de las familias gastarán más de 1.000 euros por persona. En general, aumentan los viajes por carretera, las vacaciones de personas solas y unas estancias más cortas, buscando este año más los apartamentos y los hoteles de 3 y 4 estrellas. Los destinos favoritos de los españoles y extranjeros este verano son Baleares y Canarias (sobre todo los extranjeros) y los pueblos y ciudades de la costa mediterránea y andaluza.

Incluso la patronal turística Exceltur advierte que en estos destinos favoritos (islas y costas) se puede producir este verano una saturación, desde las carreteras de acceso a los pueblos y ciudades a los aeropuertos, pasando por los restaurantes, bares y locales de ocio, agravando los tradicionales enfrentamientos entre la población local y los turistas (caso de algunas zonas de Mallorca e Ibiza, la Costa Brava o la Costa del Sol). Y todo ello sin olvidar la falta de infraestructuras en zonas que multiplican por 10 su población en verano, desde agua y saneamientos a vigilancia o atención sanitaria (y más con los rebrotes de COVID).

Con todo, se espera un verano turístico récord, con la llegada de 28 millones de turistas extranjeros (9,5 millones en julio, 10,2 en agosto  y 8,3 millones en septiembre), más otros 25 millones de españoles desplazados por vacaciones. Un movimiento que reportará al sector turístico una facturación de 50.000 millones de euros sólo en julio y agosto, según Exceltur. Eso supone un tercio de todos los ingresos previstos por el sector para 2022 (151.798 millones de euros, el 98% del PIB turístico de 2019). Así que el turismo será clave para sostener la economía en el tercer trimestre, después de que haya crecido muy poco en el primer trimestre (+0,3%) y en el 2º (pendiente de saberlo). Y será clave también para el empleo, porque el 40% del empleo que se está creando es en el turismo y la hostelería, aunque todavía hay menos empleo turístico (2.428.281 trabajadores en el primer trimestre) que antes de la pandemia (2.488.488 empleados en marzo 2019), según el INE.

El temor del sector turístico está en lo que pase después del verano, cuando pueden caer los viajes de extranjeros y españoles por culpa de la inflación, la subida de tipos y el riesgo de recesión en Europa por el corte de gas ruso. Así que la incertidumbre está ahí, en el otoño e invierno, si vuelve a caer la demanda turística y complica el cierre de un año 2022 en que se espera recuperar casi todos los turistas e ingresos de 2019: 79 millones de turistas (frente a 83,7 en 2019) y 70.000 millones de ingresos (frente a los 92.278 millones de 2019).Y si el turismo no ayuda en el 4º trimestre, será más fácil entrar en recesión. No olvidemos que el 40% del crecimiento del PIB de este año (+4%) depende del turismo.

Así que nos jugamos mucho con que el turismo se recupere con fuerza, este verano y después, tanto por el crecimiento como por el empleo. Pero no basta con aprovechar la necesidad de viajar de españoles y extranjeros. Hay que aprovechar, de una vez por todas,  esta nueva recuperación del sector para reconvertir a fondo el turismo español de cara al futuro, para apuntalar la primera industria española. No se trata de crecer a base de batir récord de turistas cada año sino de conseguir un turismo de más calidad, menos masivo y que gaste más, que no destroce nuestras costas y sea más sostenible. Aprovechar los mayores ingresos de ahora y los Fondos europeos para reconvertir la oferta, sobre todo en el turismo de sol y playa, que es la base del “milagro turístico español”: nuevas instalaciones, nueva oferta de ocio, más digitalización de los paquetes y más calidad, apostando por la formación y el empleo de calidad (hoy es el peor pagado). Y buscando un turismo más globalizado (menos dependiente de Europa) y que venga durante todo el año, a toda España (no sólo a las costas e islas).

Pero cuando la gallina de los huevos de oro vuelve a funcionar, todo el mundo se olvida de reflexionar sobre los cambios y apostar por reforzar el negocio a medio plazo. Sólo se mira las reservas hechas y cómo ganar más, aunque sea a costa de unos precios peligrosos, que pueden desviar los turistas a los paises competidores el próximo verano. Y que desalientan al turista español, harto de que le “atraquen” cuando va de vacaciones. Urge un Plan de reconversión del turismo, pactado entre el Gobierno, autonomías y el sector, que contemple su futuro a 20 años vista, no para salir del paso de la coyuntura. Y que consiga un turismo sostenible, a precios razonables y con calidad. Mientras, que afronten este verano lo mejor posible, frente a la saturación, los precios y el calor. 

Que descansen y disfruten.

jueves, 21 de julio de 2022

Subida de tipos: poco efecto y muchos riesgos

Hoy 21 de julio, el Banco Central Europeo (BCE) sube los tipos de interés, por primera vez en 11 años. Y volverá a subirlos en septiembre. Intenta así combatir la alta inflación en la zona euro (+8,6%). Pero la medida parece poco eficaz, porque esta inflación no se debe a que la economía esté “recalentada” por mucho consumo y haya que “enfriarla” encareciendo el dinero, sino a la subida de la energía y los alimentos, que no bajarán porque suban los tipos. Ahora, el dinero más caro va a encarecer créditos e hipotecas, agobiando aún más a familias y empresas. Y a los Gobiernos, porque les subirán los intereses de la deuda pública, recortando su margen para ayudas. Y si Putin corta el gas, las subidas de tipos serán la puntilla que lleve a Europa a otra recesión en otoño. La “medicina” del BCE contra la inflación puede ser inútil y peligrosa. Atajen la inflación por otras vías.

Enrique Ortega

El mundo lleva décadas de dinero barato, para atajar primero la crisis de 2008, reanimar luego las economías, afrontar la pandemia y después ayudar a la recuperación. En Europa, tras el doble error del BCE con Trichet (subió los tipos dos veces, en abril y julio de 2011, agravando la crisis de la deuda), llegó Draghi el 1 de noviembre de 2011 y dos días después utilizó el BCE para bajar los tipos de interés 6 veces, del 1,50% al 0% en marzo de 2016, un nivel en el que se han mantenido hasta ahora. Y en paralelo, puso en marcha un programa de compra de deuda, para ayudar a los paises más endeudados del sur (Grecia, Italia, España y Portugal), dos medidas que ayudaron a superar la grave crisis financiera europea de 2010. A partir de 2018 y 2019, la economía europea empezaba a recuperarse, pero sin mucha fuerza, por lo que el BCE mantuvo los tipos a cero y las compras de deuda. Y en 2020 y 2021, con la pandemia, siguió “dopando” con dinero barato la economía, otra vez en crisis.

Pero en 2022, Putin invade Ucrania (24-F) y se acelera la inflación, que ya repuntaba desde el verano de 2021, por la mayor demanda tras la pandemia, el cierre parcial de China (“la fábrica del mundo”), los “atascos” en el comercio mundial y la brusca subida de la energía. En marzo, los precios se dispararon  y EEUU toma la iniciativa: subir los tipos de interés (en el 0% desde 2020, por la pandemia), un +0,25%. Y vuelve a hacerlo en mayo y junio de 2022, colocando los tipos en el 1,50-1,75%  (la Reserva Federal volverá  a subirlos otro +0,75% el próximo 27 de julio). Mientras, el BCE no se decide a seguirles, porque la economía europea está más débil que la de EEUU y la presidenta Lagarde teme frenarla más si sube tipos.

Pero la inflación europea sigue disparada (+8,6% en junio, una subida nunca vista) y los “ortodoxos” del BCE presionan para subir tipos, como en USA. Así que, el mes pasado, Lagarde (BCE) se compromete a subirlos dos veces, hoy (+0.25%, aunque podría ser un +0.5%) y en septiembre (otro +0,50% o más, según se comporten los precios este verano. Y no se descarta otra tercera subida en diciembre, para colocar los tipos oficiales en el 1,5% a finales de 2022 (con una inflación prevista entonces del 7,1%). Y en el 2% en 2023 (donde se espera una inflación del 3,5%, aún lejos del 2% de objetivo de inflación), todavía muy por debajo de los tipos en EEUU, que se pueden colocar en el 3,75% en 2023. Además, desde el 1 de julio, el BCE ha dejado de comprar deuda pública de los paises (sobre todo de Italia, España y Grecia), para retirar estímulos a la economía y atajar así la inflación.

La subida de tipos oficiales en Europa es una medida de primera magnitud, que va a afectar drásticamente a familias, empresas y paises. De hecho, la expectativa de que el BCE subiera los tipos, como USA, lleva subiendo el precio del dinero en los mercados desde principios de año. Así, el Euribor (el interés al que se prestan los bancos entre ellos) está subiendo, tras estar en tipos negativos desde febrero de 2016 (ver gráfico): llegó a su mínimo histórico en diciembre de 2021 (Euribor al -0,501%) y a partir de ahí empezó a subir en enero, febrero y marzo de 2022 (todavía en negativo, en el -0,237%), para ponerse en positivo en abril (Euribor medio al +0,013%), seguir subiendo en mayo y junio (Euribor al +0,852%, el interés más alto de los últimos 10 años) y alcanzar ayer, un interés del +1,164%, un Euribor desconocido desde 2011 (+2,044%).

Así que, aunque los tipos oficiales del BCE suban hoy,  las familias con una hipoteca ya han visto subir su cuota en los últimos meses, si les ha tocado la revisión anual con el Euribor. Y son muchas las familias afectadas: se estima que hay 5,5 millones de hipotecas “vivas”, de las que 4,1 millones (el 75%) son a tipo variable, y el 90% de ellas referenciadas al Euribor (se paga un interés del Euribor+ un porcentaje, del 1 al 3%). Así que 3,6 millones de familias tienen una hipoteca variable que les ha subido ya o les va a subir en los próximos meses, cuando se prevé que el Euribor llegue al 1,5% (y al 2% en 2023). La estimación de subida, para una hipoteca media de 150.000 euros a 25 años, es de 1.396 euros al año, unos 116 euros más de cuota cada mes.

Además, la subida del Euribor y la subida oficial del BCE ya han encarecido los créditos al consumo (para comprar desde un electrodoméstico, un coche o un viaje) que subirán aún más en los próximos meses, dificultando las cuentas de las familias, que tendrán más difícil el que se les conceda (por el temor de la banca a los impagos). La subida de tipos es preocupante para las familias, porque ahora están más endeudadas que antes de la pandemia: tienen deudas por 704.000 millones de euros, según el Banco de España.

La subida de tipos también perjudica mucho a las empresas, que tienen una deuda financiera de 962.000 millones de euros, también más que en 2019, según el Banco de España. Ahora, les subirán los intereses y tendrán más dificultad para financiarse, sobre todo las pymes de los sectores con alta inflación y que más se han visto afectadas por la pandemia. De hecho, el Banco de España ha alertado que están en riesgo de impago el 24% de los créditos concedidos a empresas de sectores vulnerables (hostelería, restaurantes, refino, ocio y transporte), unos 21.500 millones de créditos dudosos o en vigilancia especial.

La subida de tipos del BCE afecta mucho a los distintos paises europeos, sobre todo a los más endeudados: Grecia (su deuda pública alcanza el 193,3% del PIB), Italia (150,8%), Portugal (127,4%), España (118,4%), Francia (112,9%), Bélgica (108,2%) y Chipre (103,6%), según la Comisión Europea. Y les afecta de dos maneras: pagarán ahora más intereses por su elevada deuda pública y además, tienen el riesgo de que “los mercados” (inversores y bancos) se pongan nerviosos y vendan la deuda de estos paises, dificultado su financiación (y encareciéndola) y provocando otra crisis financiera en la Europa del sur, como en 2010-2012.

España es uno de los paises más afectado negativamente por la subida de tipos. Por un lado, tendremos que pagar más por colocar la deuda pública, que en mayo (tras el aumento de las ayudas pública por la pandemia y la inflación) ascendía ya a 1.456.000 millones de euros. De hecho, si en enero de 2022 España colocaba sus bonos a 10 años al 0,60%, en junio ya nos pedían el 2,779% para financiarnos y ahora el tipo es el 2,53%. Eso supone que habrá que dedicar más dinero del Presupuesto a pagar intereses: +12.000 millones extras entre 2022 y 2025, según la estimación de la AIReF, que prevé que tengamos que pagar hasta el 3% para colocar la deuda pública española.

El otro riesgo es que España, y los paises de la Europa del sur (en especial Italia y Grecia) tengan problemas para financiarse, que los inversores no quieran nuestra deuda, ahora que el BCE ha dejado de comprarla. Eso se detecta ya en la subida de la “prima de riesgo”, el porcentaje extra que tenemos que pagar respecto a Alemania para que nos financien: ahora está en el 238% para Italia (ha de pagar un 2,26% más que Alemania para financiar su deuda), en el 219% para Grecia, el 124% para España y el 114% para Portugal. El BCE ha dicho que aprobará un sistema para evitar estas diferencias, para que el sur no pague más por endeudarse y eso rompa el euro, pero no será fácil… Y más con el problema añadido de la inestabilidad política en Italia.

En definitiva, que la subida de tipos (la que ya tenemos en los mercados y la oficial aprobada hoy por el BCE) va a encarecer aún más los costes de las familias y empresas y de los paises, obligándoles a gastar más en pagar intereses, a costa de recortar ayudas y otros gastos. Así que si teníamos un grave problema con la inflación disparada (más costes para todos), ahora las familias, empresas y Gobiernos tienen otro problema: el dinero más caro. O sea, más costes aún, menor margen de maniobra para gastar e invertir. Un mayor riesgo de que se frene más el crecimiento y el empleo, de que vayamos a otra recesión, sobre todo en Europa, donde la economía creció sólo un 0,7% en el primer trimestre (UE-27), pero mucho menos en Alemania (+0,2%), Italia (+0,1%) y España (+0,3%), cayendo en Italia (-0,2%), según Eurostat. Y con la amenaza del corte total del gas ruso, que si se confirma, llevaría a Alemania, Italia y a toda Europa a otra recesión en el último trimestre de 2022.

Como se ve, el coste y los riesgos de subir los tipos de interés, tras 11 años en el 0%, son muy elevados. Entonces, ¿por qué se encarece el dinero? La teoría monetaria “ortodoxa” indica que es la mejor arma contra la inflación que atenaza al mundo: con el dinero más caro, se gasta y se invierte menos, baja la demanda y con ella los precios. Pero en la actual coyuntura, esto no es así, porque la teoría funciona cuando tenemos una “inflación de demanda”, cuando una economía está “recalentada”, hay demasiado gasto y hay que frenarlo para bajar los precios. Pero ahora no pasa esto, sino que tenemos “una inflación de oferta”: han aumentado los costes, sobre todo la energía y los alimentos, y no van a bajar ni la luz ni los carburantes ni los cereales porque el dinero sea más caro. Al contrario, van a aumentar otros costes (créditos, hipotecas e intereses de la deuda pública y privada) y eso alimentará aún más la inflación, reduciendo el margen de familias, empresas y Gobiernos.

Pero las autoridades monetarias de EEUU y Europa no quieren ver este análisis, se agarran a la vieja ortodoxia de que la mejor arma contra la inflación es subir los tipos. Pero ahora no es así: es una medida poco eficaz y con múltiples costes. Lo que puede provocar es deteriorar más la salud del enfermo, al quitarle la respiración asistida del dinero barato. El gran objetivo no es sólo bajar la inflación sino evitar que el mundo entre en otra recesión, tras la larguísima crisis de 2008 y la pandemia. Y con las subidas de tipos hechas y anunciadas, el enfermo entrará en coma. Y encima no bajará la inflación.

Es hora de que Europa (y EEUU y el G-7) se planteen otras alternativas frente a la inflación, que no sea “el ricino” de los tipos. Hay que negociar a nivel mundial una recomposición de las economías, aumentando la oferta de energía (petróleo y gas), con acuerdo con la OPEP y los principales productores (dejando a Rusia al margen). Hay que reestructurar los mercados de alimentos y materias primas, con acuerdos internacionales y la creación de stocks de seguridad, que eviten los altibajos de precios y las hambrunas. Y hay que recomponer las cadenas de suministros, desde Asia a Europa y EEUU, racionalizando el tráfico marítimo de mercancías y la globalización. Y hay que replantear una política racional de producción internacional de bienes y servicios, para evitar los cuellos de botella derivados de la falta de inversiones y la escasez de plantillas (mal pagadas) en medio mundo. En definitiva, hay que “redefinir el capitalismo”, tras la crisis, la pandemia y la guerra.

Pero claro, todo esto es muy difícil y exige tiempo y valentía política, algo que no parecen tener los líderes actuales, que prefieren dejar la solución a la inflación en manos del BCE y la Reserva Federal, anclados en sus viejas recetas monetarias, hoy inútiles y peligrosas. Así que ahora, por si no teníamos bastante con la inflación disparada, nos subirá la hipoteca, los créditos y el coste de la deuda pública. Un nuevo problema para arreglar otro. Y “más boletos” para que este otoño entremos en crisis, tras el espejismo del turismo récord este verano. Lo siento, pero con la subida del BCE hoy, hay menos motivos para la esperanza.

lunes, 18 de julio de 2022

Inflación: culpables, beneficiados y paganos

Los precios siguen disparados, desde EEUU a Europa, dañando las cuentas de las familias y recortando el crecimiento. La inflación en España supera el 10%, aunque el petróleo y la luz se moderan, porque suben carburantes, alimentos y casi todo. Y seguirá alta en julio y agosto, por el turismo y la mayor demanda. La culpa no es sólo de Putin y la guerra: los hoteles suben un +45% anual, por ejemplo. Las empresas aprovechan para subir márgenes tras la pandemia y son culpables del 83% de la inflación. Eso ha disparado los beneficios de eléctricas, petroleras, gasistas, intermediarios y supermercados, no del campo. Mientras, todos somos un 10,2% más pobres, en especial las familias con menos ingresos, donde pesa más el gasto de alimentos, luz, energía y vivienda. El Gobierno ha tomado nuevas medidas para compensar a los más perjudicados y subir impuestos a los más beneficiados. Pero queda vigilar la formación de precios, evitar subidas injustificadas a costa de nuestro bolsillo. No todo debe subir.

Enrique Ortega

Hoy se cumplen 140 días de la guerra en Ucrania (estancada) y el mundo se encuentra en medio de otra crisis, sobre todo Europa, provocada por una inflación imparable, con subidas de precios del +9,1% en EEUU (la más alta desde 1981) y el +8,6% en la zona euro, la más alta en décadas. El petróleo ha amainado sus subidas (cuesta ahora sólo un 3,3% más que antes de la invasión), pero los carburantes siguen disparados, porque faltan productos refinados y ha subido la demanda. Lo peor está en el gas, que casi ha duplicado su precio en el último mes y medio, por el temor a que Putin corte el suministro a Europa. Y eso tira al alza del precio de la luz en todos los paises, que ven subir también los alimentos y todos los productos de forma imparable.

Todo apunta a que julio y agosto seguiremos con una alta inflación, derivada del mayor consumo de energía (subirán más los vuelos y carburantes), luz (por las olas de calor) y alimentos, así como hoteles, ocio y servicios. Y no ayuda la caída del euro, que cotiza a la par que el dólar (1x1: en 2008 nos daban 1,5 dólares por euro) que se ha convertido en “moneda refugio”, apoyada por tipos de interés más altos (1,5-1,75% frente al 0% en Europa): todos los artículos de importación, desde el petróleo y el gas a los coches o medicamentos, son  ahora más caros, habrá que pagar más euros por ellos (el euro se ha depreciado -11,3% desde la invasión de Ucrania). Y esto es más preocupante para España, que importa más (342.787 millones) de lo que exporta (316.609 millones).

En medio de esta tormenta de inflación mundial, en España suben algo más los precios que en el resto de Europa: +10,2% de inflación anual en junio, por encima del +8,6% estimado para la zona euro, el +8,5 % de Italia, +8,2% de Alemania y el +6,5%% de Francia, un fenómeno que es habitual (solemos tener más inflación), debido a la menor competencia, la estructura económica (más peso de los servicios) y a los mayores márgenes empresariales en España. Con todo, los “culpables” de la inflación son casi los mismos: los carburantes (el gasóleo ha subido un +42,7% anual y la gasolina un +34,4%), la electricidad (+33,4% anual), los vuelos internacionales (+16% anual) y los alimentos (+12,9%), en especial aceites (+37%), pastas (+28,8%), huevos (+23,9%), frutas frescas (+19,3%), cereales (+18,4%), pollo (+14,1%), legumbres y hortaliza (+14%), pan (+13,9%), vacuno (+13,1%) y patatas (+10,8%), según el INE. Pero ojo: lo que más sube en España el último año son los hoteles: +45%, un alza que poco tiene que ver con la guerra y mucho con recuperarse de la pandemia.

La mayor subida, los carburantes, ha ido a peor en el último mes y medio, aunque llevemos dos semanas con ligeras bajadas. Pero seguimos pagando más por la gasolina y el gasóleo que en el resto de Europa: 2,072 euros litro la gasolina (1,960 euros de media en la UE-27) y 2,022 euros litro el gasóleo (1,952 en la UE-27) y no es por los impuestos (sin impuestos, pagamos 68 céntimos más cara la gasolina y 59 euros más caro el gasóleo).  Con estos precios, recogidos por el Boletín Petrolero europeo, la gasolina está ya 48 céntimos más cara (+30,3%) que antes de la invasión de Ucrania y el gasóleo 54 céntimos más (+36,7%). Y eso, a pesar de que el petróleo está ahora casi en los precios de antes de la guerra (97,89 dólares), aunque suben los productos refinados y el margen bruto de las petroleras.

La otra gran subida, la de la luz, sigue ahí, pero se ha “atemperado” tras la entrada en vigor del tope al gas por la “excepción ibérica”. En España, la luz tuvo un precio medio en el mercado mayorista de 197,2 euros MWh del 1 al 14 de junio y del 15 de junio (cuando entró en vigor el tope al gas) al 30, ha costado 145,5 euros de media. Pero como los consumidores tenemos que pagar ahora una compensación por el tope, el precio final de la 2ª quincena será de 236,8 euros MWh… más caro que antes. Pero ojo, si España no hubiera conseguido esta excepción ibérica, este precio habría sido de 275,9 euros MWh. Así que los consumidores, aunque pagamos más que en mayo, nos hemos ahorrado en junio un -16,7% sobre lo que habríamos pagado sin tener el tope al gas, según el Gobierno. De hecho, el precio mayorista de la luz medio de junio en España (236,8 euros, con compensación) es mucho menor al que han tenido Alemania (262,45), Francia (303,56) e Italia (320,80 euros MWh).

En definitiva, que hemos pagado más cara la luz en junio (subió el recibo un 9,1%, según el INE) pero hubiera subido mucho más si Europa no nos hubiera autorizado el tope al gas, lo que permite a España y Portugal tener ahora la luz más barata del continente (aunque sea carísima). Y lo más importante es que a medida que ruede el tope al gas, se notará más. Así, en las cotizaciones para el 4º trimestre de 2022 (los "futuros"), el precio mayorista de la luz en España (sin compensación) se mantendrá en los 147 euros KWh, frente a los 362 euros que se anticipan para Alemania y los 787 euros para Francia… Eso sí, si Putin corta el suministro, habrá que pagar más de compensación por el tope al gas, pero seguiremos con precios más bajos que el resto de Europa. Por eso Italia y Francia piden extender “la excepción ibérica”.

El tercer gran bloque de subidas, los alimentos, ha ido a peor, con una subida adicional en junio del +1,8%, sobre todo por las frutas (+11%), mientras siguen disparados los precios de aceites, pastas y cereales, huevos y carnes. Pero no es porque agricultores y ganaderos suban precios, aunque les hayan subido los carburantes, la luz, los piensos y fertilizantes. Ellos se quejan de que las subidas que pagamos en el supermercado no les llega a ellos, sino que se quedan por el camino: intermediarios, industrias agroalimentarias, hipermercados y súper. Y cada mes aportan una estadística para demostrarlo, el IPOD, que publica COAG, sobre la diferencia entre los precios en origen y destino de los alimentos.

Según el IPOD de junio, los consumidores pagamos por los productos agrícolas 4,6 veces lo que reciben los agricultores y 2,79 veces más de lo que reciben los ganaderos. Veamos algunos ejemplos: naranjas (de 0,15 euros kilo al agricultor a 1,48 euros de venta: +887%), ajos (de 0,70 a 5,94: +749%), lechuga (de 0,18 a 1,10 euros: +511%), patata (de 0,20 a 1,35: +575%), ciruela (de 0,66 a 4,37: +562%), sandía (de 0,36 a 2,17: +503%), tomates (de 0,66 a 2,46: +273%), aceite de oliva (de 3,38 a 5,11: +51%) ternera (de 4,98 euros a 17,22: +246%), cerdo (de 1,64 a 6,18%: +277%) o leche (de 0,40 a 0,80: +100%)…

¿Por qué suben tanto los precios? Las subidas de la energía, alimentos y materias primas, ya desde agosto pasado y aceleradas por la guerra de Ucrania,  explican parte de la inflación, pero no toda, como se ve claro en la subida de los hoteles, restaurantes y bares (¡disparados¡). Un reciente informe de CCOO, hecho a partir de los datos del INE, revela que el 83,4% del aumento de los precios se debe a la subida de los márgenes empresariales, mientras que los salarios (suben un 2,42% en los convenios firmados en 2022) sólo son culpables del 13,7% de las subidas (y los impuestos del 2,9% restante). Y lo más importante: esto ya pasaba antes de la guerra de Ucrania: en el 4º trimestre de 2021, los márgenes empresariales eran responsables del 106,3% de las subidas de precios.

A lo claro: las empresas han aprovechado el repunte de consumo de 2021, tras las escasas ventas de la pandemia, para recomponer sus márgenes y subir precios, les suban los costes o no (poco en el caso de hoteles y muchos servicios), “aprovechando” la guerra y el aluvión de subidas. El informe revela que los márgenes empresariales han subido más en España que en Europa, sobre todo en las empresas energéticas (han subido márgenes un +60,4% en España frente al +46,5% en la eurozona), los bancos y financieras (han subido sus márgenes un +25,7% en el último año en España, frente a una caída del -0,6% en la eurozona) y el sector manufacturero (+7,4% subida márgenes en España frente al +1,3% en la eurozona). Y también han subido márgenes el comercio, los transportes y la hostelería.

Así podemos perfilar  una lista de “culpables” de la inflación, además de Putin y la guerra. Y esto se traduce en otra lista similar de “beneficiados” por la inflación, empresas y sectores que ahora ganan más, como reflejan sus cuentas públicas. En cabeza, las empresas energéticas: las 6 grandes energéticas del IBEX (Iberdrola, Naturgy, Endesa, Repsol, Cepsa y Enagás) ganaron 10.097 millones de euros en 2021, cuatro veces los beneficios de 2020 y 2019. Y en el primer trimestre de 2022, Repsol ha duplicado sus beneficios (1.392 millones) y Cepsa los ha triplicado (265), mientras Iberdrola los aumentó un 3% y Naturgy, Endesa y Enagás los reducían por temas regulatorios o por no tener extraordinarios (Endesa espera ganar 1.800 euros este año, un 25,4% más que en 2021). Faltaría añadir los beneficios de algunas industrias agroalimentarias, híper y supermercados.

Tampoco podemos olvidarnos de la banca, aunque algunos digan que no se benefician de la alta inflación. Pero sí de la subida de tipos, que ha aumentado el Euribor desde finales de 2021, encareciendo créditos e hipotecas. Por eso, este primer trimestre de 2022, los 5 grandes bancos (CaixaBank, Santander, BBVA, Sabadell y Bankinter) han ganado 5.262 millones de euros, un +56,04% más que al inicio de 2021 (su mejor año desde 2007, con 19.866 millones de beneficios, tras perder -5.500 millones en 2020). Y ahora, con la subida de tipos que va a aprobar el BCE el 21 de julio, aún ganarán más. Sobre todo porque durante la pandemia se han financiado en el BCE al -0,1% (para asegurar que prestaran) y ahora, al subir los tipos, van a cobrar más por estos depósitos en el BCE y por los créditos. De hecho, algunos expertos les auguran un beneficio extra por este dinero barato de 24.000 millones de euros, con lo que el propio BCE está pensando en ponerles alguna penalización (o impuesto).

Ya sabemos algo más de los culpables y beneficiados por la inflación. Más sencillo es saber quiénes somos “los paganos” de las subidas de precios: los consumidores, ahora un 10,2% más pobres. Si en 2021, el gasto medio de cada familia fue de 29.244 euros (INE), eso significa que la inflación se ha comido ya casi 3.000 euros por hogar. Pero ojo, la subida de precios no es igual para todos: afecta más a las familias más vulnerables, que son las que gastan más (porcentualmente) en lo que más está subiendo. Así, el 20% de las familias con menos ingresos gastan el 64,3% de su presupuesto en vivienda, energía y alimentos, mientras que el 20% más rico sólo gasta en estos bienes y servicios básicos el 41,7% de su presupuesto, según el INE. Así que la inflación va por barrios,  afecta desigualmente a los españoles.

Por eso, las medidas de los Gobiernos para paliar la inflación no deberían ser generalizadas sino selectivas, dirigidas a las familias más vulnerables, como defienden desde hace meses el FMI, la OCDE y la Comisión Europea. El Gobierno Sánchez se ha apuntado a esta tesis, aunque sin olvidar a la clase media, a la mayoría de los votantes, la razón por la que bajó los impuestos a la luz y subvencionó los carburantes (una medida “popular” pero que beneficia más a los que más tienen). Y ahora, al aprobar un 2º paquete de medidas, ha optado por dos que ayudan más a los más perjudicados: abono gratis de cercanías y media distancia de Renfe entre septiembre y diciembre y 100 euros adicionales de beca (de septiembre a diciembre) al millón de jóvenes con beca estatal (de familias con menos ingresos).

Y además, el Gobierno ha apostado por otra medida clave: aprobar (antes de fin de año) un impuesto especial a los sectores y empresas que se benefician de la inflación (eléctricas, petroleras, gasistas) y a la banca, para recaudar 7.000 millones de euros en dos años (2022 y 2023) con los que pagar parte de las medidas contra la inflación (costarán más de 20.000 millones de euros al Estado).Una medida que parece “justa”, aunque el PP critica que es fruto de “la podemización del Gobierno”. Lo que no dicen es que este impuesto a los beneficios extraordinarios de algunos sectores (no “caídos del cielo”, sino de “nuestros bolsillos”) lo propuso la Comisión Europea hace meses y lo aplican ya varios Gobiernos europeos conservadores: Reino Unido, Italia, Grecia y Rumanía (a las empresas energéticas), junto a Hungría (a la banca, telecos y aerolíneas), mientras lo estudia también  Bélgica.

Las nuevas medidas, más la bajada de impuestos, los 20 céntimos al carburante y el tope al gas, junto a los futuros ingresos extras, ayudarán pero son insuficientes. Porque los culpables de la inflación (la guerra, la imparable subida de la energía y los márgenes disparados) siguen ahí, minando nuestros bolsillos. Habría que tomar nuevas medidas a nivel internacional (G-7 y G-20), como un gran acuerdo para aumentar la oferta de crudo y gas no ruso en los mercados, para frenar los precios (la visita de Biden a Arabia Saudí va en esta línea). Y a nivel europeo, aprobar planes de ahorro energético y diversificación del suministro para este invierno, más drásticos de los inicialmente previstos. Y en España, el Gobierno debe vigilar a fondo la formación de precios, en la energía, los alimentos y los principales componentes del IPC, para que no haya empresas que quieran mejorar sus márgenes y beneficios a costa de nuestros bolsillos.

La verdad es que las grandes empresas españolas no han dado muestras de ser muy “patriotas”, de pensar en los consumidores. Basten tres ejemplos deplorables. Uno, la multa de 203 millones impuesta por la Comisión de la Competencia (CNMC) a las 6 grandes constructoras (ACS, Dragados, FCC, Ferrovial, Obrascón Huarte y Sacyr) por acordar precios… ¡durante 25 años (desde 1992): ¡ se han  reunido semanalmente para acordar el reparto de concursos públicos de carreteras, puertos, aeropuertos, hospitales y otras infraestructuras, encareciendo el coste de estas obras públicas (a los contribuyentes). Otro, las multas impuestas por la CNMC a Repsol y Cepsa por pactar precios, la última (de 2015) anulada la semana pasada por el Supremo por haber excedido el plazo al presentar el expediente (no porque no fuera verdad). Y el tercero, la reciente apertura de juicio oral en la Audiencia Nacional contra 4 directivos de Iberdrola por un presunto delito contra el mercado y los consumidores por encarecer artificialmente el precio de la luz en 2013…

Igual son casos aislados, pero parece evidente que hay muchas empresas y sectores que están subiendo injustificadamente márgenes y precios. Una operativa que sólo se puede frenar de dos maneras: con la zanahoria de un “pacto de rentas” (patronal y sindicatos se comprometen a no subir márgenes y salarios para contener precios), que no ha salido cuando lo ha propuesto el Gobierno, o con el palo de una vigilancia generalizada de los precios, para descubrir fraudes como los ya detectados antes en eléctricas, petroleras y constructoras, así como subidas injustificables, lo que exige dotar de más medios a la CNMC. Y otra medida eficaz sería fijar precios máximos (temporales) en algunos bienes y servicios básicos, como ya se hizo con las mascarillas y geles, los test de antígenos, la bombona de butano, el gas o la revisión de alquileres. Cuando el sacrosanto “mercado” abusa, más control.

En resumen, tenemos precios altos para rato y conviene saber por qué suben, quien se beneficia y qué podría hacerse para atajar las causas de fondo, porque no vale con poner parches bien intencionados. Al final, se trata de repartir mejor los costes de la inflación. Que no ganen unos pocos a costa de la mayoría.