jueves, 4 de agosto de 2016

Cinco libros (con historia) para este verano


En verano hay más tiempo para leer y por eso llevo cinco años recomendando lecturas que ayuden a entender mejor la economía y esta larga crisis. Son libros recientes, rigurosos pero fáciles de leer, escritos por especialistas críticos, que tratan de hacernos pensar. Dos son las últimas obras de tres Premios Nobel de Economía norteamericanos, sobre la creciente desigualdad (Stiglitz) y sobre cómo muchas empresas engañan a los consumidores (Akerlof y Shiller). El tercero es de una periodista sueca, que analiza la economía desde un enfoque femenino, muy novedoso y nada sectario. El cuarto bucea en un grave problema de España, el déficit público y la deuda, desde los Reyes Católicos a hoy (aviso de Bruselas por déficit excesivo). Y el quinto es otro libro de historia económica, sobre la Guerra Civil iniciada hace 80 años: un exhaustivo estudio donde se ve que los errores económicos y las malas políticas pueden ser más decisivas que las armas para perder una guerra. Que los disfruten y aprendan.

enrique ortega

El primer libro tiene un título muy directo que induce a leerlo: “La economía de la manipulación. Cómo caemos como incautos en las trampas del mercado”. Sus autores son dos norteamericanos Premios Nobel de Economía, Robert J. Shiller (galardonado en 2013) y George A. Akerlof (premiado en 2001), éste más famoso por su mujer: Janet Yellen, la actual presidenta de la Reserva Federal de EEUU. Dos sesudos economistas que se atreven a contradecir una de las viejas teorías económicas, desde Adam Smith (1776): que el libre mercado es el que hace moverse el mundo y nos proporciona riqueza y bienestar. Para Shiller y Akerlof, lo que mueve el mundo es el beneficio y por eso las empresas, los vendedores, no dudan en explotar las debilidades de los compradores, de los consumidores, para manipularles y engañarles si pueden. El libro trata de demostrar que los mercados no son perfectos y que están plagados de manipulaciones y trucos para que una minoría de empresas y entidades financieras se enriquezcan a costa de la mayoría.

Los autores analizan la gran recesión de 2008, cómo los bancos de inversión se dedicaron a vender activos manipulados (hipotecas basura y derivados) a cambio de grandes beneficios y de la codicia de los inversores. Y  buscan las pautas de “la economía de la manipulación”, desde los hipermercados que tratan de vendernos lo que no necesitamos a la publicidad que nos “vende historias” para que compremos coches, viviendas o tarjetas de crédito. Y analizan también los mecanismos de la manipulación política en EEUU, a través de lobbys (hay más de 12.000) que financian las costosas campañas de los políticos y promueven luego Leyes para defender intereses minoritarios.

Los casos más llamativos de “la economía de la manipulación” son los de las industrias alimentaria y farmacéutica, donde los autores desvelan cómo se manipulan las nuevas autorizaciones de fármacos y los estudios sobre los daños de algunos alimentos. Y lo mismo hacen con las cuatro grandes adicciones en USA: tabaco, alcohol, drogas y juego. Como conclusión, Shiller y Akerlof señalan que el mercado es un arma de doble filo, que precisa regulación y vigilancia para evitar que se abuse de los consumidores, una gran tentación para muchas empresas y sectores, dispuestos a ganar más dinero a cualquier precio. Y más porque los consumidores tomamos nuestras decisiones de una forma no siempre racional, marcados por el subconsciente y nuestras debilidades: por eso somos fácilmente manipulables por las empresas.

Otro Premio Nobel norteamericano (2001), Joseph Stiglitz, coincide también en criticar a los mercados como “imperfectos”, por lo que se hace necesario regularles y controlarles. Y precisamente, la desregulación de Reagan y Bush y todas las medidas de liberalización financiera de los años 90 y 2000 aparecen como los principales culpables de la gran recesión de 2008, según señala Stiglitz en su último libro, La gran brecha, que analiza uno de los grandes problemas de la economía USA y mundial: la desigualdad. Una gran “brecha” separa al 1% muy rico, que controla el 25% de los ingresos y el 40% del patrimonio norteamericano del 99% restante. Una desigualdad que se inició con Reagan y Bush, que bajaron los impuestos a los más ricos, y que se ha agravado con la recesión de 2008, liquidando la clase media y haciendo más pobres a todos los norteamericanos, cuyos ingresos reales son ahora inferiores a los de 1979. Y una desigualdad que ha crecido también en España, donde los 20 españoles más ricos tienen tanto como los 14 millones de españoles más pobres (30% de la población), según los datos de Intermón Oxfam.

Para Stiglitz, La tremenda desigualdad, en el mundo, Europa y España, no es sólo totalmente injusta e inmoral. Es que además, debilita la economía y el crecimiento, según distintos expertos. En todos los estudios, la razón es la misma: la caída de los ingresos de las clases media y los más pobres reduce el consumo y el crecimiento. Si los de abajo ingresan y gastan menos, las ventas y el crecimiento se frenan. Además, la desigualdad, el enorme poder político del 1% más rico, pone en peligro la democracia.

Stiglitz repasa la desigualdad en EEUU, desde la pobreza infantil (1 de cada 5 niños), las dificultades para acceder a la universidad los más pobres, la enorme población reclusa (2 millones, el 25% de los presos del mundo), el desplome de los salarios o de la población activa, para contraponerlo con el creciente patrimonio de los más ricos, que apenas pagan impuestos. Y analiza las causas de esta desigualdad, reiterando que es fruto de políticas equivocadas, en defensa del 1% que más tiene, políticas que están minando la igualdad de oportunidades. Por eso, insiste, reducir la enorme desigualdad es posible pero hacen falta otras políticas, que regulen la economía y los mercados y gobiernen en defensa del 99% de la población, no del 1%.

También de los mercados habla el tercer libro, de la periodista sueca Katrine Marçal, con un título muy sugerente: “¿Quién hacía la cena a Adam Smith?”. Adam Smith, el padre de la economía moderna (1723-1790) escribió que podíamos cenar cada noche gracias a que el panadero, el carnicero y el cervecero trabajaban movidos por el ánimo de lucro, por el mercado. Pero la autora da una respuesta más simple: Adam Smith podía cenar cada noche porque su madre, Margaret, le hacía la cena. Con ello, Marçal da un repaso a las teorías económicas vigentes hasta hoy y reflexiona sobre el hecho de que la economía y el mercado han podido funcionar gracias al papel de la mujer, gracias a que junto al “homo economicus” ha estado la mujer, desempeñando tareas no remuneradas en el hogar o un doble trabajo, en casa y en la empresa, discriminadas y peor pagadas que los hombres.

No se trata del libro de una feminista trasnochada sino de una interesante reflexión sobre el papel de la mujer en la economía y su reiterada marginación, incluso hoy día. La autora indaga en las razones por las que las mujeres ganan menos y tienen menos puestos directivos  y sobre su papel en la familia actual, demostrando que la pobreza y la desigualdad se han cebado en la mujer. Y plantea que el mundo “no puede seguir ignorando lo que la mitad de la población hace la mitad del tiempo y no se computa en el PIB”. Katrine Marçal señala que las crisis de los mercados son causadas por el “hombre económico” y sus valores, mientras se ha dejado a la mujer tareas complementarias, sin valorar su función económica. Y que si hay que buscar una salida a la crisis, hay que encontrarla sin dejar fuera a la mitad de la población, huyendo de una “lógica de mercado asentada básicamente en el hombre”.

Y ahora vamos a un tema de actualidad, el elevado déficit público y deuda de España, que nos ha supuesto una amenaza de multa de Bruselas, tras 8 años superando el 3% del PIB de déficit público (y con una deuda que supera el 100% del PIB). Pero por desgracia, no es algo nuevo: lo llevamos arrastrando desde la época de los Reyes Católicos, según analiza con mucho detalle el catedrático Francisco Comín en su reciente libro “La crisis de la deuda soberana en España 1500-2015”. Un trabajo que revela que España es “un país adicto” al déficit público y a la deuda  en los últimos seis siglos. Y además, que somos el país con más largo historial de suspensiones de pagos y renegociaciones de la deuda, desde la época de los Austrias a la postguerra española pasando por los Borbones, los reyes absolutistas o los liberales.

El libro de Comín parte de la Hacienda de los Reyes Católicos para analizar primero a los Austrias, desde Carlos V (1516-1556) a Carlos II (1665-1700). En todos los casos, la secuencia es similar: los Reyes se embarcan en múltiples y costosas guerras por Europa y asfixian  con  impuestos a sus súbditos pero los ingresos no les llegan y se ven forzados a emitir deuda tras deuda, que hace millonarios a los banqueros (castellanos, genoveses o alemanes) y que finalmente no pueden pagar, con lo que impagan la deuda y emiten otra para seguir adelante. Y lo mismo los Borbones (siglo XVIII), aunque fueron más cautos que los Austrias. Y después, entre 1808 y 1851 (repletos de guerras), la Hacienda española estuvo en una situación de permanente bancarrota, que trató de evitar el Estado liberal (1851-1898) con la reestructuración de la deuda de ministro Bravo Murillo (1851), aunque a finales de siglo, con la pérdida de Cuba, la deuda estaba otra vez en máximos históricos: 168,9% del PIB en 1879 y 125% en 1902 (el tercer máximo, el 100,6% del PIB, se ha alcanzado este año 2016).

El siglo XX empieza con otro Plan de estabilización de la deuda, del ministro Fernández Villaverde que, unido a la ausencia de guerras (salvo la de Marruecos) evitó una crisis de la deuda, aunque siguió aumentando. Y en 1936, con la Guerra Civil, volvió a estallar la crisis de la deuda, atemperada por el recurso de Franco al Banco de España, la inflación y el sistema de forzar a bancos y cajas a financiar la reconstrucción y el crecimiento del país. Con ello, la dictadura dejó de tener déficits a partir de 1952 (salvo en 1959 y 1971), aunque la Hacienda era mínima, sin apenas recaudación de impuestos y pocos gastos públicos. El libro de Comín analiza después el déficit y la deuda en la democracia y finaliza con la crisis de la deuda en la zona euro (2010), que todavía está ahí y el problema estructural que tiene España para reducir su déficit: se debe más a que recaudamos mucho menos que Europa que a que gastemos más.

Y para terminar otro libro de historia económica, “La financiación de la Guerra Civil española”, el trabajo de toda una vida de José Ángel Sánchez Asiaín, presidente del Banco de Bilbao y luego del BBVA. Son 1.309 páginas, un verdadero “Tratado” sobre una guerra que estalló hace 80 años: explica con sumo detalle cómo se financió la sublevación, la ayuda decisiva de Juan March, el papel clave de Portugal, los cambios en el sistema financiero con la guerra, la política monetaria de los dos bandos (es clave su investigación sobre la estrategia de Franco de debilitar a la peseta republicana en Europa como “arma de guerra”), la financiación de la compra de armas, el papel de las autonomías, el funcionamiento de la banca en las dos zonas,  el papel de los dos Bancos de España y la historia completa del oro que se mandó a Moscú. Llama la atención todo el análisis del comportamiento económico, financiero, industrial, comercial y agrícola de la República, sus múltiples errores y divisiones, que provocaron inflación, hundimiento de la economía y desconfianza internacional, frente a la unidad y una estrategia económica más ortodoxa del Gobierno de Burgos, que les ayudó, junto al papel clave de Alemania e Italia, a ganar la guerra.

Una de las partes más extensas del libro de Sánchez Asiaín analiza el comportamiento de bancos y Cajas durante la guerra, en los dos bandos, y la política republicana de incautaciones, de cuentas y patrimonios. Y todo el análisis de las cuentas y presupuestos en los dos bandos, así como su financiación y endeudamiento exterior. Y después, todo el proceso de liquidación del dinero y los activos republicanos y la asunción de deudas (con Alemania e Italia), así como el impacto del conflicto en los déficits y la economía de la postguerra. Y para terminar, dos capítulos destacables. Uno, sobre el coste humano (600.000 muertos) y material (33.000 millones de pesetas) de la guerra. Y  otro más triste: la división y las peleas financieras del exilio republicano, en Francia y en México, desde marzo de 1936 hasta la noche del 15 de junio de 1977, cuando Fernando Valera dimitió como último presidente de la República en el exilio. Si les gusta la historia y la economía y quieren saber qué  pasó en nuestra guerra, no dejen de leer este libro, objetivo, riguroso y documentado hasta el límite.

Espero que estos cinco libros les interesen y puedan leer alguno. Por lo demás, ¡Felices vacaciones¡ . Y hasta septiembre.

lunes, 1 de agosto de 2016

Verano 2016: todo lleno de turistas y más caro


Los que cogen vacaciones (sólo 6 de cada 10 españoles) se van a encontrar todo lleno, sobre todo islas y costas. Y eso porque este verano vendrán a España 2,5 millones más de turistas extranjeros, la mitad  “prestados” por Turquía, Egipto, Túnez, por su inseguridad. Pero España corre el riesgo de “morir de éxito”: se teme un colapso en los aeropuertos y hay zonas, como Barcelona o Mallorca, donde la invasión de extranjeros agobia. Además, el cartel de “completo” ha disparado los precios de todo para este verano. Por eso, los españoles gastarán más y lo compensarán cogiendo menos días de vacaciones. Al final, 2016 será el cuarto año consecutivo de récord de turistas, 74,7 millones, casi el doble que en 2010. Pero al sector le preocupa que los turistas gasten menos y piden una reconversión para modernizar la oferta y conseguir un turismo de calidad. Menos turistas que gasten más y vengan todo el año, no un turismo masivo “low cost”. No matemos la gallina de los huevos de oro.
 
enrique ortega

La mitad del negocio turístico, la primera industria española, lo sostienen los turistas extranjeros. Y este verano se espera un aluvión de llegadas, que vengan 2,5 millones más que el pasado, 27,5 millones entre julio y septiembre. La mitad de estos nuevos turistas son “prestados”, según la patronal turística Exceltur: familias europeas que antes viajaban en verano a Turquía, Egipto, Túnez o Grecia y que este año vienen a España huyendo de posibles ataques terroristas y de los refugiados. También ayuda este año la bajada de los billetes de avión, que reflejan por fin la caída del petróleo, aunque juega en contra la subida del euro frente al dólar (un +2,7% sobre el verano pasado) y la libra (ha caído un 13,3% este año y un 18,5% sobre julio de 2015). Casi la mitad de los turistas extranjeros que vengan serán británicos (23%) y franceses (16%) y se espera un aumento de alemanes y nórdicos y que se recupere el turismo ruso (que antes iba a Turquía). Este turismo extranjero se va a concentrar este verano en Baleares, Canarias, Andalucía, Cataluña, el litoral valenciano y murciano y en el País Vasco, según las previsiones de Coyuntur.

La otra mitad del negocio turístico lo mantienen los españoles, que van a viajar más este verano, tras varios años de pocas vacaciones. Eso sí, sólo 6 de cada 10 españoles cogen vacaciones, porque el 40% de las familias (8,3 millones de hogares) no pueden costearse ni una semana (y en Canarias, Andalucía y Murcia, más de la mitad de las familias no toman vacaciones), según la Encuesta de Condiciones de Vida del INE. Ya en Semana Santa y en primavera se ha notado un mayor gasto turístico y se espera una mayor afluencia de españoles en Baleares, Canarias, Andalucía, Levante y hasta en el norte de España. También habrá más españoles que viajen fuera, sobre todo por Europa, ante el abaratamiento de los vuelos, pero el 70% de los españoles se quedará de vacaciones en España.

Y además de sufrir la invasión de turistas extranjeros, notarán que han subido mucho los precios, como ya empezó a pesar el verano pasado, tras años de estancamiento e incluso caídas de precios. Ya lo notaron al reservar el hotel (cuyas tarifas han subido entre un 5 y un 10%, superando ya las de 2008) o el apartamento, que ha subido un 11% este verano (según Tecnitasa), con un precio medio de 664 euros por semana (que se duplica en las islas). También han subido los alquileres de coches, el ocio, los bares y restaurantes. Por todo ello, la mayoría de las familias españolas han optado por controlar sus gastos (buscando destinos más baratos) y a la vez recortar sus vacaciones, con una media de 7 a 10 días.

Entre el aluvión de extranjeros y la recuperación del turismo nacional, este será otro verano récord de turistas y otro año récord. El sector apuesta por cerrar 2016 con 74,7 millones de turistas, 6,5 millones más que en 2015, según la patronal Exceltur. Y eso supondría que el PIB turístico crecería este año un 4,4%, casi el doble que el conjunto de la economía (+2,7%). Pero el sector no se engaña: un 30% de este crecimiento (1,4% del PIB turístico total) se debe a los turistas “prestados” por Turquía, Egipto, Túnez y Grecia, que aportarán más de la mitad de los nuevos turistas que vengan a España este año (3,7 millones de los 6,5 millones más) y de lo que se gasten más (1.500 millones de euros de los 2.700 millones extras previstos). Y lo advierten porque, en cualquier momento, estos turistas “prestados” pueden perderse, si se reduce la amenaza terrorista en algunos paises competidores.

La otra preocupación del sector turístico español es que cada año vienen más turistas pero gastan menos: el gasto medio por turista ha caído a 692 euros en junio de 2016, frente a un gasto de 804,7 euros en 2011 y 1.108 euros en el año 2000, según datos de Exceltur a partir de las estadísticas del Banco de España. Y el gasto diario está sólo en 88,37 euros. Ello se debe a dos factores. Uno, el fundamental, que los turistas vienen por menos días (la estancia media ha bajado a 6,9 días) y el otro, que gastan menos. Y este menor gasto se debe al crecimiento del turismo “low cost”: los turistas que vienen en vuelos de bajo coste gastan menos que los que llegan en vuelos normales, también los que vienen sin paquete turístico y los que vienen a apartamentos no reglados en vez de a hoteles y alojamientos oficiales.

Precisamente, una de las mayores preocupaciones del sector turístico es el “boom” de los apartamentos particulares alquilados por extranjeros (y españoles) a través de plataformas de Internet (Airbnb, HouseTrip, Only-apartments, Homeaway, Niumba…). De hecho, en España ya hay 2,7 millones de apartamentos de este tipo frente a 2,4 millones de plazas en alojamientos regulados. Y la patronal turística se queja de competencia desleal y de falta de regulación y garantías para los turistas, añadiendo que evaden a Hacienda el pago de 800 millones anuales. Y piden una regulación homogénea en todas las autonomías, que les obligue a dotaciones, garantías y pago de impuestos como los demás. Pero, mientras, están llenos (sobre todo en Barcelona) y son el destino de un turismo que apenas gasta en España.

El Gobierno Rajoy lleva varios años presumiendo de los récords de turistas extranjeros, que han pasado de los 46 millones que llegaron el año 2.000 a los 74,7 millones que se esperan en 2016, que será el 4º año consecutivo de récord de turistas. Pero el sector no es tan triunfalista. Por un lado, advierten de que España puede “morir de éxito”. Primero, porque las infraestructuras no den abasto ante la avalancha. De hecho, los controladores aéreos ya han alertado que faltan medios para atender a tantos vuelos como los programados este verano. Y además, el aluvión de turistas ya está provocando el hartazgo de los vecinos en algunas zonas de España, como el centro de Barcelona o algunas partes de Mallorca (Magaluf). Si no se controlan las llegadas, se puede producir un “empacho turístico” muy negativo.

Pero el éxito del turismo español encubre más problemas. Quizás el más preocupante, que la primera industria del país no es capaz de crear empleo suficiente, estable y bien pagado en el segundo país con más paro de Europa. A pesar de los récords, el empleo turístico sólo ha crecido en 88.124 personas en 2016 (enero-junio), aunque supone 1 de cada 5 nuevos empleos que se crean. Y se trata de un empleo casi todo temporal (95%) y por horas (el 35%), con mucho fraude (contratos de camareros por 4 horas que trabajan 12 y cobran 8) y sueldos muy bajos: un trabajador de hostelería gana de media 13.636 euros brutos al año, según el INE (2014), un 41,4% menos que el sueldo medio en España (22.858 euros brutos). Y mucho del empleo tiene baja formación, lo que perjudica la calidad de la oferta turística.

Otro serio problema del turismo español, a pesar de tanto récord, es su gran estacionalidad: en verano llegan el 80% de los turistas extranjeros, cuando el turismo estival supone el 70% de las llegadas en todo el mundo. Y además, está muy concentrado en 6 autonomías: Cataluña, Baleares, Canarias y Andalucía captan el 73% del turismo extranjero y si les añadimos la Comunidad Valenciana y Madrid, acaparan el 90,45%, quedando menos del 10% para las 11 autonomías restantes. Y muchas de esas “regiones turísticas estrella” tienen ya una oferta turística deteriorada, con hoteles e infraestructuras viejos, que habría que remodelar y modernizar, para lo que el sector pide un “Plan Renove”, una reconversión, con ayudas públicas y fondos europeos (del Plan Juncker, que está bastante parado). Y en paralelo, una política turística volcada en captar nuevos mercados, como Asia y América, ya que el 89,6% de los turistas que vienen a España proceden de Europa.

Y luego, hay que recomponer la oferta, para que España no sea sólo un destino de turismo de sol y playa (que siempre será) sino que también atraiga un turismo de negocios (que gasta el doble), cultural, deportivo, gastronómico, de compras o sanitario, para atraer visitantes de más calidad y mayor gasto todo el año. Eso requiere a las empresas españolas reordenar y modernizar su oferta y digitalizar la industria turística, utilizando Internet como palanca comercial y de marketing, tratando de captar un mayor trozo del pastel turístico español, cuya mayor tajada se la quedan los tour operadores extranjeros (alemanes y británicos), que controlan las llegadas y la mayoría del gasto de los extranjeros que vienen a España.

Un año más, hay que alegrarse de que el turismo vaya bien y bata récords: da trabajo directa o indirectamente a casi 3 millones de españoles. Pero hay que pensar seriamente si no se ha llegado demasiado lejos con tanto récord, si esta industria no debe repensar su futuro, junto al Gobierno y las autonomías, para no “morir de éxito”, para no convertirse en un país atiborrado de turistas, que acaben agobiados por tanta gente y unos precios disparados. Y que matemos “la gallina de los huevos de oro”. El sector pide un Plan de futuro, a 20 años vista, que planifique qué turismo queremos y cómo conseguirlo. Debería ser otra de las prioridades del futuro Gobierno. No hay que dormirse en los récords.