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jueves, 19 de septiembre de 2024

Inflación: el impacto de 3 años de subidas

Parece que la inflación ha dejado de ser un grave problema, ahora que los precios suben un +2,3% anual (agosto), lejos del +10,5% que subían hace 2 años. Pero ojo, los consumidores apenas lo notamos porque pagamos todo mucho más caro, al haberse acumulado las subidas de estos tres años (+16%) y superar la subida de los sueldos (+9,94%). Consecuencia: mucha gente sigue con problemas para llegar a fin de mes. Y los alimentos se han encarecido un +28,9% estos años, según el INE (+38%, según la OCU), lo que ha cambiado los hábitos de compra de las familias, que comen ahora menos carne, pescado, verduras y frutas. Los que han salido ganando de estos 3 años de hiperinflación son los grandes supermercados, que ganan cuota, sobre todo Mercadona (26,8%) y suben márgenes y beneficios, a costa del campo y de nuestro bolsillo. Ahora, se espera que la inflación repunte algo hasta fin de año, aunque dependerá del clima, las cosechas y la geopolítica. Veremos.

 
Enrique Ortega

Todo indica que lo peor de la grave crisis de inflación ha pasado. Hace sólo 4 años, en agosto de 2020, en medio de la pandemia y la consiguiente recesión, los precios caían, en España (-0,5%) y en el mundo. Tras la pandemia, en 2021, el pulso volvió a la economía, que no estaba preparada para una mayor demanda, mientras tardaban en recomponerse las cadenas mundiales de suministros. Y cambiaron las tornas: los precios empezaron a subir, del 0% en febrero 2021 al +3,3% en agosto, cerrando 2021 con una inflación del +6,5%. Era un salto tremendo para nuestros bolsillos. Pero quedaba lo peor: el 24 de febrero de 2022, Rusia invadió Ucrania y eso disparó los precios de la energía y las materias primas, que ya llevaban meses subiendo. En marzo de 2022, los precios ya subían un +9,8% en España (+7,8% en la UE-27). Y así hasta julio de 2022, cuando la inflación alcanza su máximo, en España (+10,8%) y luego en Europa (+11,5% en octubre 2022).

Los gobiernos aprueban medidas y ayudas para frenar los precios de la energía, materias primas y alimentos y la inflación empieza a bajar, pero lentamente: en España llega al +3,3% en febrero de 2023 (en la UE baja después, al +3,6% en octubre de 2023). Y todavía hay que esperar a este verano para que la inflación baje del 3%: +2,3% en España y +2,4% en la UE-27 en agosto de 2024.

Un largo viaje, un carrusel de subidas y bajadas de precios que hemos sufrido todos en nuestros bolsillos. Ahora nos dicen  que la inflación está “controlada”, pero nosotros apenas lo notamos cuando vamos a comprar. La razón es simple: los precios han subido mes a mes durante 3 años y ahora pagamos todo mucho más caro. Porque aunque la inflación ahora sólo suba un 2,3%, lo que compramos ha ido acumulando subidas y nos cuesta mucho más caro. Y eso es lo que notamos. Veamos las cifras: los precios han subido un 16% acumulado en los últimos 3 años, entre agosto de 2021 y agosto de 2024, según el INE. Esa es “la herencia” que nos deja la hiperinflación: los precios no bajan, suben menos y, a pesar de ello, todo nos cuesta un 16% más que antes. Y eso es lo que notamos cada día.

Esa es la media de todos los productos, según el INE. Pero las subidas “han ido por barrios”, han sido desiguales según los productos y servicios. La mayor subida se ha dado en los alimentos (que se llevan el 18% del presupuesto familiar y hasta un tercio en las familias con menos recursos): han subido un +28,9% entre agosto de 2021 y agosto 2024, según el INE. Y los alimentos que más se han encarecido estos 3 años son aceites (+126,4%), azúcar (+62,54%), patatas (+52%), leche (+43,32%), arroz (+39,02%), harinas y cereales (+39,62%), huevos (+39,35%), chocolate (+36,95%), frutas (+38,35%), cerdo (+29,74%), yogurt (+27,63%), café (+26,37%), vacuno (+26,37%), legumbres (+23,95%), pan (+23,65%), agua embotellada (+23,54%), pan (+23,26%) y pollo (+21,31%), según el INE.

La asociación de consumidores OCU se preocupó de comparar los precios de 112 alimentos en los principales supermercados españoles entre finales de 2020 y diciembre de 2023. Su estudio revela que estos alimentos, la base de la cesta de la compra, subieron entre 2021 y 2023 un +38% de media, siendo estos 10 los alimentos que más subieron: aceite de oliva (+225%), azúcar (+91%), zumo de naranja (+81%), huevos (+67%), arroz (+66%), zanahorias (+65%), yogurt (+58%), salmón (+56%), macarrones (+55%), helados (+55%) y la leche entera (+53%). Además, su estudio revela que las frutas y verduras han subido un +20% de media estos 3 años y las pastas, carnes y pescados, entre un +34 y un +47%. Y además, esa subida media de los alimentos básicos que ha detectado la OCU (+38%) fue mayor en Carrefour (+45%) y Alcampo (+43%), similar en Mercadona (+38%) y menor en Día (+32%), Condis (+33%), Eroski (34%) y El Corte Inglés (+37%).

Pero no sólo han subido mucho los alimentos en estos 3 años de hiperinflación, según los datos del INE. A la subida acumulada de los alimentos (+28,9%) le sigue la de los hoteles, restaurantes y cafeterías (+19,7% acumulado), el ocio y cultura (+13,7%), el transporte (+11,5%), el menaje del hogar (12,6%), el vestido y calzado (+8,6%), los gastos de vivienda (+6,4%), la medicina (+5,3%) y las comunicaciones (+1,7%).

En definitiva, que todo es mucho más caro que hace 3 años, aunque ahora suba menos. De hecho, la OCU ha detectado que en el último año (entre mayo de 2023 y mayo de 2024), los precios de 238 productos (en 84 cadenas de supermercados) han seguido subiendo, un +3,5%. Y por eso, no notamos que la inflación se modere: seguimos pagando más por los productos y servicios y nos cuesta llegar a fin de mes como antes, porque los salarios han crecido menos que los precios . Los datos son reveladores: la inflación ha subido +16% entre agosto de 2021 y agosto de 2024 (INE) y los sueldos con convenio han subido sólo +9,94% en estos 3 años (+3,21% en 2022, +3,71% en 2023 y +3,02 este año 2024 hasta agosto), según Trabajo. Así, los españoles que trabajan (y tienen convenio, porque muchos no lo tienen y no les han subido apenas los sueldos) han perdido poder adquisitivo : compran a precios más caros y sus ingresos les suben menos. Por eso no llegan a fin de mes.

Estas subidas de precios han permitido a muchas empresas subir sus ventas y márgenes, compensando la subida de costes que ellas también han tenido. En el caso de los alimentos, el campo no ha podido resarcirse de los mayores costes, que han subido más que los precios que han recibido de los distribuidores y la industria alimentaria. Y ha pasado lo que antes: una parte del precio que pagamos en los supermercados no llega a los agricultores y ganaderos, se queda por el camino (intermediarios, industrias y súper). El dato lo aporta el IPOD que publica cada mes la organización agraria COAG, con la diferencia entre lo que ellos cobran por los alimentos y el precio que pagamosEn agosto de 2021, el precio de los alimentos en el super era 4,78 veces el que cobraban los agricultores y 3,14 veces el que cobraban los ganaderos. Y en agosto de 2024, la proporción sigue siendo 4,52 veces para los productos agrícolas y 3,03 veces para los ganaderos.

La cadena alimentaria que va del campo a los súper bajó sus márgenes en 2021, con la pandemia y la crisis, pero esos márgenes ya suben desde el 2º trimestre de 2023, según el Observatorio de Márgenes empresariales (Economía, Hacienda y el Banco de España). En la industria agroalimentaria también se recuperan márgenes desde principios de 2023, mientras en el comercio han seguido cayendo en 2023 y 2024. Pero a pesar de ello, como sus ventas han subido mucho (a costa del cierre de pequeñas tiendas), los grandes supermercados han aumentado sus beneficios, a costa de los bolsillos de los consumidores.

En 2023, todos los grandes supermercados han facturado mucho más, sobre todo Mercadona (32.861 millones de ventas, +28,8% sobre 2022, básicamente por la subida de precios), y Lidl (6.572 millones facturados, +27,8%), aunque también Alcampo (4.908,7 millones de ventas, +19%), Eroski (5.185 millones, +13,1%) y Carrefour (9.318 millones, +13,1%), cayendo sólo las ventas del Grupo Día (5.720 millones, -3%), por la venta a Alcampo de 223 tiendas. Y la mayoría ha aumentado también sus márgenes (3,7% sobre ventas en Mercadona), con lo que tuvieron más beneficios en 2023, “gracias a la inflación”: 1.009 millones Mercadona (+40,5%), 348 millones Carrefour (+20%), 109 millones Eroski (+70,3%), mientras cayó el beneficio de Alcampo (70 millones, -38%) y Lidl (182, -13%).

Sin duda, el supermercado más beneficiado por estos 3 años de hiperinflación ha sido Mercadona: su cuota de mercado es del 26,8% (julio 2024), con una ganancia del +2,2% sobre su cuota en diciembre de 2021 (24,6%), según Kantar World Panel . Y le siguen, a enorme distancia, Carrefour (10% de cuota,+0,8% que en 2021), Lidl (6,6%, +1,1%), grupo Eroski (4,2% cuota, -0,2%), grupo Día (3,6%, -0,9%) y Alcampo (3,2% de cuota, -0,1% que en 2021). Lo llamativo no es sólo que Mercadona venda más de la cuarta parte del total, sino que ya factura más (casi 1.000 millones más) que los demás grandes supermercados juntos. Y aunque este crecimiento es menor en 2024, sigue ganando cuota y lanzando ofertas (como la bajada del aceite en julio), siendo sus mayores retos crecer en el norte de España (tiene poca presencia) y hacer frente a los supermercados regionales, imparables (tienen un  17,7% de cuota global  y son líderes en sus zonas: Coviran, Gadisa Retail Condis, AhorraMas, Bon Preu, HD Covalco, Uvesco, Froiz, Dinosol y Alimerka, Consum, BM, Gadis, grupo IFA…).

La hiperinflación de los últimos 3 años ha cambiado los hábitos de compra de los consumidores, según la consultora Kantar. Por un lado, ahora vamos menos veces de compra al súper, tras varios años en que comprábamos con más frecuencia para aprovechar las ofertas y descuentos puntuales que se ofrecían temporalmente. Por otro, compramos en menos sitios, ya que hemos concentrado el grueso de la compra en el super que nos da más confianza, ahora que no tenemos que hacer "una ronda" para buscar ofertas. Eso hace que algunas cadenas pierdan clientes y todas busquen fidelizar a los compradores, con tarjetas que acumulan puntos por compras para recibir futuros descuentos. Además, otra novedad es que ahora salimos más a comer y cenar fuera de casa, lo que frena las ventas en los súper. Y por último, crecen menos las marcas blancas (el 2% de media en 2024, hasta el 44,4% de todas las ventas, según Kantar), aunque las marcas propias siguen siendo la clave (el 76% de todas las ventas) en los super que más crecen, como Mercadona, Lidl o Aldi. Con todo, España es líder europeo en marcas blancas, con un 10% más de peso que en  toda Europa. 

Ahora, todo apunta a que la inflación seguirá estable, aunque podría subir algo de aquí a fin de año, sobre todo los alimentos, según cómo evolucione la climatología y las cosechas (en aceite, se espera superar otra vez el millón de toneladas de producción y que sigan bajando los precios), además de la demanda (Navidad). En el resto del IPC, lo normal es que repunten los precios de la luz y de la energía, ligeramente, y se mantengan altos los precios de los servicios, en especial turismo y hostelería (con tarifas disparadas este verano). Así que el 2,3% de inflación de agosto podría remontar un poco, hasta el 2,5-2,7%, con lo que la inflación media de 2024 cerraría en torno al 3% anual (fue del 3,4% en 2023).

La clave ahora de la inflación es que no haya más “sustos” en la geopolítica internacional (nuevos conflictos o el agravamiento de los de Ucrania y Palestina) o en los mercados internacionales de la energía (donde el petróleo ha recuperado los 73 dólares, tras caer a 68, y el precio del gas está estable) y que la meteorología ayude (con temperaturas no muy bajas este invierno, lluvias y viento). Y también es importante que el Gobierno siga vigilando los precios de los alimentos y manteniendo las ayudas (IVA alimentos y electricidad, si hace falta). Pero la clave para que los consumidores estén menos agobiados con los precios es que suban algo más los salarios, porque lo que suben (+3,02% hasta agosto ) se lo come la inflación (+3,1% subida media anual hasta agosto). Y así, muchas familias seguirán con problemas para llegar a fin de mes y no podrán aumentar su consumo, uno de los tres motores del crecimiento (junto a inversiones y exportaciones).

En resumen, bien porque la inflación suba menos, pero lo que ha subido en estos 3 años está ahí y hace que todo nos cueste mucho más (+16%, según el INE  y +28,9% los alimentos). Y como los salarios crecen menos, nos cuesta llegar a fin de mes. Por eso, si queremos reanimar la economía, que crece menos (un +0,6% en el tercer trimestre frente al +0,8% de enero a junio, según el Banco de España), y seguir creando empleo, hace falta reanimar el consumo con una mayor subida de los salarios, del 3 al 4% al menos, aunque a cambio debe mejorar la productividad. Pero no puede ser que los salarios apenas crezcan realmente mientras crecen mucho los beneficios de muchos sectores y empresas. Eso es lo que se llama un Pacto de rentas: que si la economía española está creciendo y los precios bajan, los salarios se lleven algo más del pastel. Por el bien de todos, también de los empresarios y sus ventas futuras.

jueves, 10 de junio de 2021

Despiertan el petróleo y la inflación

Los precios se han disparado en España y la inflación anual está ya en el 2,7%, después de ser negativa la mayor parte de 2020, por la pandemia. Y este repunte de precios se da en Europa (+2%), EEUU (+4,2%) e incluso en China, por una subida récord de la energía, con el petróleo superando los 72 dólares por barril, lo que ha disparado el precio de los carburantes, mientras no deja de subir la luz. Hay un temor en el mundo a que se dispare la inflación y eso obligue a subir los tipos de interés, ahogando la recuperación. Pero los bancos centrales creen que es un repunte coyuntural, sólo por la energía, y que los tipos no subirán hasta 2023 o 2024. Ahora, la subida extra de precios obligará a abonar una “paguilla” a los pensionistas en 2022 y forzará mayores subidas de salarios este año y el próximo. Hay que vigilar la inflación, pero la prioridad es la recuperación y el empleo.

Enrique Ortega

La subida de precios, la inflación, es una mala noticia, porque “se come” parte de nuestros sueldos y pensiones. Pero es también un indicador de que la economía está activa, de que crecemos y hay una demanda que tira de los precios. Por eso, cuando hay crisis, los precios caen y la inflación acaba siendo negativa. Es lo que ha pasado con la pandemia en España: la inflación, que estaba ligeramente por encima del +1% en 2019, bajó y fue negativa desde abril (-0,7%) y mayo (-0,9%) a diciembre de 2020 (-0,5%). Pero este año 2021, con las vacunas y las incipientes señales de recuperación, los precios se han despertado y suben con fuerza, desde el +0,5% en enero al +1,3% en marzo, el 2,2% en abril y un +2,7% en mayo, la inflación más alta en España desde febrero de 2017 (+3%), según el INE.

Este repunte de la inflación no se ha dado sólo en España. En Europa, los precios se han disparado también, pasando la zona euro de tener una inflación negativa en diciembre (-0,3%) a un 2% en mayo, cuando un año antes era del +0,1%, según Eurostat. La subida es general en todos los paises, más en Luxemburgo (+4%), Lituania (+3,5%), Estonia (+3,1%), Austria (+2,5%) y Alemania (+2,4%, cuando en diciembre bajaba su inflación un -0,7%). Y la inflación anual se ha disparado más en Estados Unidos, hasta un +4,2% de subida en abril (frente al +0,2% en diciembre 2020), el máximo desde 2008, debido a los ingentes estímulos aprobados en el último año (4,8 billones de dólares), que han reanimado el consumo y la actividad, trasladándose a los precios. Incluso la inflación se ha despertado en China, un país que exportaba “deflación” al mundo y que ahora tiene una inflación anual del 0,9%, tras haber subido los precios un +6,8% en abril (frente al -3% que cayeron en abril de 2020).

Con este panorama, el repunte de la inflación preocupa ya en todo el mundo, aunque parece muy concentrado en la energía. De hecho, en la zona euro, la inflación anual excluida la energía sube sólo un +0,9% (frente al +2% la inflación total). Y en España, la inflación de fondo (descontando la energía y los alimentos) subió un +0% anual hasta abril (el último dato desglosado del INE), frente al +2,2% que subió la inflación total. Si se analiza con más detalle, se ven “los 2 culpables” del repunte de la inflación en España este año: la electricidad (con una subida anual en el IPC del +36,9%) y los carburantes (han subido en el IPC un +31,4% anual, 15 veces la inflación total).

La electricidad dispara la inflación, en toda Europa pero más en España, porque ha aumentado el consumo, ha subido el precio del gas natural y el fuel (petróleo) de las centrales de apoyo y por la subida del precio de los derechos de CO2 (se han multiplicado por 10 en los últimos 5 años) que pagan las centrales por contaminar, sin olvidar los costes de más que pagamos en el recibo (ver Blog). En cuanto a los carburantes (gasolina y gasóleo), su precio se ha disparado este año al cuadruplicarse el precio del petróleo: ha pasado de costar 19,5 dólares/barril el 21 de abril de 2020 (el mínimo del siglo, por la pandemia) a 51,72 dólares el 31 de diciembre y 72,21 dólares/barril que cuesta ya hoy.

Este precio máximo del crudo se ha trasladado en los últimos meses a los precios de los carburantes que pagamos. Así, la gasolina costaba el 6 de junio 1,358 euros por litro, un 14,68% más que a principios de año (y en Europa ha subido algo más, un 16%, porque pagan más impuestos que nosotros), según el Boletín Petrolero de la UE. Y el gasóleo cuesta ya 1,221 euros por litro en España, una subida del +14,24% (similar al 14,68% que ha subido el gasóleo en la UE-27). Y todo apunta a que ahora, con la mayor demanda cara al verano y las vacaciones, los precios de los carburantes seguirán en máximos hasta septiembre. Sobre todo porque el petróleo va a seguir subiendo, quizás hasta los 80 dólares por barril, debido al acuerdo entre la OPEP y Rusia para mantener estable la producción hasta abril de 2022 y evitar “guerras de precios”, con el objetivo de aprovechar la mayor demanda de energía que ya se observa en el mundo y que crecerá con la recuperación.

Con el petróleo más caro y la mejora de la economía, sobre todo en EEUU (creció un +6,4% en el primer trimestre) y China (creció un +18,3%) pero también en Europa (cayó un 0,1% en el primer trimestre, frente al -0,4% a finales de 2020), todo apunta a que la inflación seguirá alta y más este verano, cuando las familias aumenten su consumo y el gasto turístico (gastarán lo que no han gastado en el año largo de pandemia). Así que el IPC anual podría rondar el 3% en España este verano y el 2,5% en Europa, muy por encima del 2% que es el objetivo de inflación defendido por el BCE. Por eso, hay un temor generalizado en el mundo a que el repunte de la inflación se consolide y eso obligue a los bancos centrales (a la Reserva Federal USA y al BCE en la zona euro) a subir unos tipos de interés que llevan años en el 0%. Una medida para frenar la inflación que sería dramática, porque ahogaría la débil recuperación en España y en Europa. Y dificultaría más la situación a España, porque somos un país con una elevadísima deuda pública (casi 1,4 billones, el 125% del PIB), que sería más difícil de financiar si suben los tipos y el BCE no nos ayuda comprando deuda.

De momento, el temor a un repunte de la inflación ya ha subido los tipos de la deuda pública en el mundo y en España, donde el coste de los bonos a 10 años está en torno al +0,34%, cuando estaba a tipos negativos (nos pagaban por la deuda) en 2020. Ahora se espera que los tipos suban, aunque no se cree que superen el 1% este año. Y tanto la Reserva Federal como el BCE llaman a la calma: creen que el repunte de la inflación es coyuntural, no estructural, y está muy concentrado en la subida del petróleo y la energía. Y que en unos meses, la inflación se normalizará en torno al 2% deseado. Para tranquilizar a los mercados, a los Gobiernos y a los ciudadanos, los bancos centrales reiteran que no van a subir los tipos de interés a corto plazo y que mantendrán sus planes de estímulos monetarios.

Los expertos creen que la Reserva Federal USA y el BCE van a priorizar la recuperación económica tras la pandemia y que no la pondrán en riesgo, ni retirando sus estímulos (compra de deuda pública para inyectar liquidez, dinero, a la economía) ni subiendo los tipos de interés, aunque los precios estén por encima del 2% objetivo. Y luego, si la recuperación se asienta en 2022, podrían anticipar la retirada de estímulos (al verano de 2022) y la subida de tipos: a principios de 2023 en EEUU y para el verano de 2023 en Europa, antes de lo previsto: que los tipos subieran en 2024. Esta vez, las autoridades monetarias no quieren repetir errores pasados y entre una inflación algo más alta y un paro elevado (en EEUU está en el 6,1%, casi el doble de paro del 3,5% pre-COVID), optarán por inyectar financiación para apuntalar el crecimiento y el empleo, aunque momentáneamente la inflación se acerque o supere el 3%. Ojalá sea así, porque lo contario sería frenar en seco la recuperación.

Al margen de este temor mundial por el repunte de la inflación, la subida actual va a tener consecuencias concretas en los próximos meses, si se confirma la previsión de inflación para 2021, que rondará en España el +2,5%. Por un lado, afectará a los 9 millones de pensionistas, que han tenido una subida de su pensión del +0,9%, inferior a la que será la inflación media (la que cuenta, no la de diciembre) de 2021: entre el +1,8 y el +2%. El Gobierno ya ha dicho que les abonará una “paguilla por la diferencia a principios de 2022, como se ha hecho en otras ocasiones: será poco, unos 10 euros al mes (dado que la pensión media es de 1.016,3 euros y la desviación de la inflación media en 2021 sobre la subida aprobada puede ser finalmente del 1%).

Los demás afectados son los casi 10 millones de asalariados, aunque la posible revisión por una mayor subida del IPC va a depender de que lo tengan así recogido en su convenio (y actualmente, sólo el 25% de los trabajadores tienen clausulas de revisión salarial). Donde sí va a afectar el repunte de la inflación es en la negociación salarial de 2021 (quedan muchos convenios por negociar) y sobre todo para 2022. De momento, los convenios firmados hasta abril indican una subida salarial del +1,55%, que será inferior a la inflación prevista. Y en el conjunto de la economía, el coste salarial ha bajado un -0,7% en 2020, lo que refuerza la idea de que con la pandemia se ha perdido poder adquisitivo. Por eso, los sindicatos UGT y CCOO ya han pedido a la patronal CEOE sentarse a negociar un nuevo Acuerdo Salarial 2021-2023, defendiendo una subida del +1,5% en 2021 y entre el +2 y el +3% para 2022 y 2023. Y extender las cláusulas de revisión salarial a todos los convenios.

Al final, es normal que los precios vuelvan a subir si la economía mejora, porque la inflación negativa sólo indicaba que la economía estaba en una grave crisis. Pero hay que “vigilar los precios, para evitar que un repunte incontrolado de la inflación obligue a subir los tipos de interés y frene en seco la necesaria recuperación. Por eso habría que controlar los dos principales factores de inestabilidad de precios, la electricidad (el recibo medio se ha disparado un 42% en la primera semana de junio, según Facua) y los carburantes (que suelen aprovechar el verano y las vacaciones para disparar su precio). Y también otros dos precios que suelen dispararse en verano: los alimentos y los precios turísticos. Habría que vigilar las subidas y tratar de evitar abusos y márgenes injustificables. Todo por evitar que la inflación se dispare y ponga en peligro la recuperación. Y nuestro bolsillo.

lunes, 27 de febrero de 2017

Vuelve fuerte la inflación


Los precios han escalado hasta el 3% anual en febrero desde el -0,1% que bajaban hace 6 meses, según el IPC conocido hoy. Vuelve la inflación, tras 3 años de bajadas de precios, un coste extra que pagaremos todos, pero sobre todo los pensionistas y asalariados, que perderán poder adquisitivo este año y el próximo. Además, esta alta inflación  recortará el consumo y frenará las exportaciones y el turismo, reduciendo el crecimiento y el empleo. Se echa la culpa al petróleo, pero esta inflación tiene mucho que ver con monopolios que imponen subidas, como las petroleras, eléctricas, telecos o banca: no es casualidad que paguemos los carburantes, la luz, los móviles o las hipotecas más caros de Europa. También hay precios que crecen por el camino, por exceso de intermediarios. Y empresas poco eficientes, que solo sobreviven con precios altos. Urge controlar cómo se forman los precios y fomentar la competencia. No permitir que ahora suba todo con la excusa del petróleo.
 
enrique ortega

Desde que España está en el euro (1999), los precios en España han subido casi siempre más que en Europa: 2,3% de media en 2008-2012 (frente a 2,1% en la zona euro) y 1,5% en 2013 (1,3% en la eurozona). Pero en 2014, los precios comenzaron a bajar, más en España que en Europa, gracias a la rebaja del petróleo, los bajos tipos de interés y un euro débil. Y así, hemos tenido en España inflación media negativa en 2014 (-0,2%), 2015 (-0,5%) y 2016 (-0,2%). La situación cambió en otoño pasado y el IPC subió por primera vez en septiembre de 2016 (+0,2%), con subidas posteriores y una inflación anual del 1,6% en diciembre, básicamente por la subida del petróleo y los carburantes. Pero en enero, la situación se agravó, con la fuerte subida de la luz, elevando la inflación anual al 3%, la más alta desde . Y en febrero se ha mantenido en ese 3% anual, según el IPC anticipado conocido hoy, gracias a la bajada de la luz (-10%), aunque subieron en febrero los móviles e internet, algunos alimentos y los alquileres. Con ello, tenemos la inflación más alta desde octubre de 2012.

La primera causa de esta alta inflación es la subida del petróleo, que ronda los 57 dólares por barril, más del doble que hace un año (22,77 dólares en enero 2016). Eso repercute directamente en la subida de los carburantes, agravada tras la decisión de la OPEP (30 de noviembre 2016) de recortar la producción de crudo para hacer subir los precios. Y así, estamos pagando la gasolina un 6,84% más cara que el 28 de noviembre y el gasóleo otro 6,76% más caro, lo que dispara el IPC (16% enero). También ha pesado mucho en enero la subida de la luz (un 26%), al dispararse el precio del kilowatio por la climatología y la ola de frío, que también han disparado los precios de las frutas y verduras y muchos alimentos. En febrero subieron también las tarifas del móvil e Internet (Movistar y Orange), que pesan mucho en el IPC. Y también los alquileres llevan meses subiendo en toda España, por encima del 10% en las grandes ciudades.

Ahora, los expertos auguran que la inflación siga alta hasta el verano, con precios altos de los carburantes y la energía, además de los alimentos y alquileres. Y que no bajen hasta septiembre, para cerrar el año con una inflación media del 1,5%, que la Comisión Europea eleva hasta el 1,9% en 2017 (y el 1,7% en 2018). Con ello, España sería este año el 5º país europeo con más inflación, sólo por detrás de Estonia, Letonia, Bélgica y Luxemburgo, por encima del 1,7% que subirán los precios en la zona euro en 2017. Y eso si el petróleo no dispara su precio o se encarece más porque baje más el euro con lo que lo pagamos.

Vuelve la inflación, hasta una subida media del 1,9% este año, y eso va a cambiar la vida de los españoles, que ya se habían medio acostumbrado a las bajadas de precios (2014 a 2016). Ahora, todo será más caro y la inflación aparece como el peor impuesto, porque “se come” los ingresos de todo el mundo pero sobre todo de los que menos tienen: los pensionistas y los que viven de un sueldo modesto.

Para los 8.647.825 pensionistas españoles, 2017 será el primer año en que perderán poder adquisitivo desde 2013, cuando ya habían perdido un 4,6% de poder adquisitivo desde 2011. Ahora, el Gobierno Rajoy les ha subido la pensión un 0,25% este año y como la inflación media subirá un 1,9%, perderán otro 1,65% de poder adquisitivo. Y perderán otro 1,45% en 2018. Todo apunta a que, a la vista de las maltrechas cuentas de la Seguridad Social, les seguirán subiendo ese 0,25% hasta 2040 (así lo vaticina el Banco de España) y como la inflación seguirá en el 1,8% anual, los pensionistas seguirán perdiendo poder adquisitivo: un 7% hasta 2022, según los cálculos de la Autoridad independiente de responsabilidad fiscal (Airef).

Otros “paganos” del repunte de la inflación serán los 2,5 millones de funcionarios públicos. Tras perder un 14% de poder adquisitivo de 2010 a 2015 (por la bajada de sueldos del 5% en mayo de 2010 y la congelación salarial de 2011 a 2015), en 2016 recuperaron algo (los sueldos les subieron un 1% y la inflación media bajó el 0,2%), pero ahora van a volver a perder poder adquisitivo, ya que se espera que les suban el sueldo un 1% este año (con la inflación anual al 1,9%, perderían un 0,9%, más de lo ganado en 2016). Y con una subida similar, volverán a perder poder adquisitivo (-0,4%) en 2018.

Y lo mismo les pasará a la mayoría de los trabajadores que viven de un sueldo. Si bien en los últimos tres años han ganado poder adquisitivo, por la inflación negativa, a pesar de las mínimas subidas de sueldos de 2014 (+0,57%), 2015 (+0,48%) y 2016 (+1,09%), este año 2017 lo perderán: la patronal CEOE defiende subidas del 1 al 1,2 % (máximo 1,5%), insuficientes para cubrir la esperada subida de la inflación (1,9%). De hecho, la Comisión Europea, en sus recientes previsiones de invierno, calcula que los trabajadores españoles perderán poder adquisitivo en 2017 (-0,3%) y 2018 (-0,4%). Y eso es más preocupante porque España tiene los salarios más bajos de Europa: el salario medio por hora (sin cotizaciones) era en España de 15,8 euros en 2015, frente a 19 euros en la UE-28 y 22 euros en la zona euro, según Eurostat. Y si comparamos los salarios medios, el salario bruto es de 1.640 euros en España, frente a 1.995 euros en la UE-28, un 17,8% menos, según el IV Monitor de salarios de Adecco (datos 2015). O sea, tenemos menos salarios y más inflación.

La primera consecuencia del repunte de la inflación, en Europa pero más en España, es que las subidas de precios se comerán parte de las pensiones y salarios, reduciendo el consumo de millones de españoles. Y con menos gasto, las empresas venderán menos, invertirán menos y crearán menos empleo. Además, la alta inflación tiene otros efectos negativos. El más inmediato, que encarece el dinero, porque los inversores piden más por su ahorro ahora que se come una parte la inflación. De hecho, el coste de la deuda pública ya ha subido y también las empresas tienen más caro financiarse, a la vez que han subido las hipotecas. Dado que España es un país muy endeudado, que necesita 350.000 millones de financiación este año, la mayor inflación nos encarecerá este dinero: pagar un 1% más supone, al Estado, las empresas y familias, pagar 3.500 millones más de intereses. Un dinero que tendrá que salir de otro sitio, obligando a más recortes del Presupuesto y del gasto de empresas y hogares.

Pero hay más. Una alta inflación penaliza a los ahorradores, ya que "se come" una parte de los intereses que reciben, hoy en mínimos. Así, los hogares españoles tenían 771.200 millones en depósitos bancarios, a finales de 2016, por los que recibían entre un 0,07% (a 1 año) y un 0,13% (a más de 2 años), intereses mínimos que ahora se comerá la inflación.

La subida de precios será también muy negativa para el turismo, el principal motor de crecimiento de la economía española estos años. Ahora, España será un país un 1,9% más caro y eso se traducirá en menos turistas o en los mismos turistas que vienen menos días (ya se ha reducido la estancia media a 7,9 días) o gastan menos. Pero lo peor puede ser el efecto negativo de la inflación sobre las exportaciones, otro de los motores de nuestro crecimiento. España ganó competitividad entre 2014 y 2016, porque tuvimos menos inflación que en la zona euro, pero eso ha empezado a cambiar. En enero de 2017, la inflación anual en España era del 3% frente al 1,8% en la zona euro, el mayor diferencial desde agosto de 2013. Y tenemos ahora el doble de inflación que Francia (1,6) o Italia (1%), dos de nuestros competidores en Europa, lo que supondrá un freno a nuestras exportaciones (que batieron récords en 2016). Y si el euro sigue alto, por encima de 1,05 dólares, eso dificulta además nuestras ventas fuera de Europa, ya complicadas con las amenazas de proteccionismo de Trump.

Así que la alta inflación frena el consumo y las ventas, aumenta la factura de los intereses, penaliza el ahorro, entorpece el turismo y las exportaciones. En definitiva, reduce más el crecimiento, que ya se estimaba bajo para este año: un 2,3% según la Comisión Europea, frente al 3,2% de 2015 y 2016. Y eso se traduce en menos empleo, lo que más debería preocuparnos especialmente: se espera crear 370.162 nuevos empleos este año 2017, según las previsiones de la Comisión Europea, menos de los 413.900 creados en 2016 y de los 525.100 creados en 2015. Así que la alta inflación es “la puntilla” para el empleo en un año de grandes incertidumbres económicas y políticas en el mundo y en Europa.

¿Qué se puede hacer? El Gobierno Rajoy “le echa la culpa al petróleo”, dice que los precios bajarán en el segundo trimestre y mientras intenta dar la imagen de que “hace algo”, aprobando el 3 de febrero un decreto para desarrollar la llamada Ley de Indexación, aprobada sin aplicarse en 2015. Se trata de prohibir “actualizar con el IPC precios y tasas públicas, con la excepción de la luz, el gas, el butano y algunos contratos públicos. En teoría, significa que no subirán las tarifas públicas que dependen del Gobierno (como peajes, trenes, tarifas postales, etc.), que ya han subido o no iban a subir (autopistas). Y mientras, las empresas privadas pueden subir lo que quieran. Una medida “de cara a la galería”, poco efectiva para frenar de verdad la inflación.

Lo efectivo sería que el Gobierno controlara los precios de los sectores dominados por oligopolios, pocas empresas que imponen precios. Es el caso de las petroleras (las grandes controlan el 62% de las gasolineras), las eléctricas (las 3 grandes controlan el 92% de los consumidores), las telecos (el triopolio de Movistar, Orange y Vodafone controlan el 84% de los móviles y el 93% de los accesos a Internet) o la banca (los 3 grandes controlan el 44% del mercado y los 6 mayores bancos el 69%). Y no sólo pactan y acuerdan precios, sino que los disparan, ante el descontrol del Gobierno. Por eso pagamos la 2º gasolina más cara de Europa (sin impuestos), la 3ª luz más cara (sin impuestos), el 5º ADSL más caro o las nuevas hipotecas más caras de la zona euro. Y lo mismo en muchos otros sectores: la Comisión de la Competencia (CNMC) ha abierto expedientes a 80 sectores, desde las petroleras a las telecos, pasando por las empresas de recogida de basuras, cementeras, concesionarios de automóviles y hasta las funerarias, por pactar precios (al alza, claro). Y siguen haciéndolo.

En otros casos, el problema es la larga cadena de distribución de los productos (los alimentos, por ejemplo), con una legión de intermediarios que suman comisiones y encarecen el precio final. Otras veces, las más, se trata de empresas poco eficientes (por su pequeño tamaño o su escasa competitividad), que se ven obligadas a vender a precios altos para sobrevivir, porque “no subsisten sin inflación”. Y en muchos sectores (como los servicios), el problema es la falta de competencia, de nuevas empresas y de más comercio online.

En todo ello debería intervenir el Gobierno, porque el petróleo cuesta igual a todos pero España tiene ahora la tercera mayor inflación de Europa. Y eso es porque nuestras empresas y nuestra economía son menos eficientes, tienen más costes (y más beneficios en el caso de los oligopolios) y  lo pagamos los consumidores. Habría  que crear un organismo de verdad independiente, no la Comisión de la Competencia (ineficaz por sus peleas internas y su dependencia del Gobierno), para analizar sector a sector, garantizar la competencia efectiva y ver qué subidas de precios están justificadas y cuáles no. Teóricamente es el mercado el que fija “libremente” los precios, pero sabemos que no es así, que hay sectores y empresas que “manipulan” los precios, como explica el libro “La economía de la manipulación”, de los Nobel Akerlof y Shiller. Y por eso vuelve la inflación a poco que suba el petróleo, atacando a los más débiles, al crecimiento y al empleo. Demasiado coste para no hacer nada y esperar a que la inflación “baje sola”. Muchos salen ganando.