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jueves, 5 de noviembre de 2020

Inflación negativa y euro fuerte: un coctel nefasto


En octubre, la inflación anual sigue negativa (-0,9%), por 7º mes consecutivo. Y España es el país grande europeo donde más caen los precios. Que bajen puede parecer una buena noticia, porque nos permite ganar poder adquisitivo, pero es muy mala: los consumidores retrasan sus compras, las empresas venden y ganan menos, invierten menos y crean menos empleo, retrasando la reconstrucción del país. Y encima, el euro sigue fuerte, lo que alienta más la bajada de precios (hay más importaciones) y encarece las exportaciones europeas, retrasando la recuperación. La inflación negativa continuará unos meses más y provocará que el BCE tome medidas en diciembre, inyectando más liquidez a la economía. En España, urge aprobar los Presupuestos 2021, para relanzar el gasto y la inversión, el crecimiento y la inflación. Pero es clave que no caigan los salarios, para recuperar el consumo y los precios. Porque la inflación negativa es un síntoma de que la economía está en la UCI.

 

Una secuela de todas las crisis es que bajan los precios, como reacción para contrarrestar la caída del consumo y la actividad. Pero en esta crisis del COVID 19, la caída de precios ha sido más rápida que en la anterior crisis de 2008. Entonces pasaron 6 meses entre la caída de Lehman Brothers (septiembre 2008) y la primera caída de la inflación anual (-0,1% en marzo de 2009), que se prolongó durante 8 meses, hasta octubre de 2009 (-0,7%). Ahora, la inflación se estancó ya el primer mes del confinamiento (+0% de inflación anual en marzo de 2020, tras haber subido un +0,7% en febrero) y lleva cayendo mes a mes desde abril (-0,7% anual) hasta octubre (-0,9%), 7 meses consecutivos según el INE.

La inflación negativa ha aparecido también en Europa, pero más tarde que en España: en la zona euro (19 paises UE), la inflación negativa no apareció hasta agosto de 2020 (-0,2%) y ha empeorado ligeramente en septiembre (-0,3%) y octubre (-0,3%), según el último dato de Eurostat. Con ello, España se sitúa como el país grande del euro con más inflación negativa (-1% en octubre, el dato de inflación anual armonizada con Europa), más del triple de caída que la media del euro (-0,3% en octubre) y por encima de la caída en Alemania (-0,5%), Italia (-0,6%) y Francia (+0%) o Portugal (-0,6%), mientras los paises ricos del norte tienen subidas de precios (+1,1% Holanda, +1,3% Austria, +0,4% Bélgica, +0,2% Finlandia) y caen más que en España en Grecia (-2%), Irlanda (-1,8%), Estonia (-1,7%) o Chipre (-1,3%). Al final, los paises que más sufren la pandemia ven mayores caídas de precios.

Esta bajada de precios en la mayoría de Europa se debe a la recesión por el COVID 19 (con menos actividad, las empresas buscan mantener ventas con bajadas de precios), la caída de los precios del petróleo (de 68,71 dólares/barril el 3 de enero a 22,98 el 22 de marzo y 41 dólares/barril hoy), a la bajada coyuntural del IVA en Alemania y otros paises europeos, al aumento de importaciones y al envejecimiento de la población europea, que alienta un menor consumo y menores subidas de precios (como se ha visto en Japón). Algunos expertos, como los de Funcas, señalan que no podemos hablar todavía de “deflación” (exige 12 meses continuados de bajadas de precios, según la definición del FMI, y sólo llevamos 7) y creen que no hay que preocuparse demasiado, porque la bajada de precios no es generalizada: se debe sobre todo a la bajada de la energía y lo que es la inflación “de fondo” (la llaman inflación “subyacente: sin energía ni alimentos no elaborados) sube, está en positivo (+0,4% en octubre), con subidas anuales en alimentación (+2,4%), vestido y calzado (+1%), enseñanza (+1,2%), medicina (+0,4%), menaje (+0,4%) y hoteles y restaurantes (+0,3%), según las subidas recogidas en el último IPC detallado por el INE, el de septiembre.

A pesar de todo esto, la inflación sigue negativa y va a continuar así varios meses más , según la última previsión del FMI, de octubre: la inflación anual caerá este año al -0,3% en España, con lo que seremos el 2º país europeo que cerrará el año 2020 con una inflación negativa, junto a Francia (-0,5%), mientras en Italia los precios subirán un +0,1%, en Alemania y Reino Unido un +0,3% y en la zona euro un +0,1%. Tanto la Comisión Europea como el Gobierno Sánchez son más optimistas, porque creen que los precios podrían cerrar el año con una subida del 0%, que mejoraría en 2021 hasta subir los precios un +0,9%. Con todo, estamos ante la inflación más baja del siglo y de varias décadas anteriores.

Podría parecer que esta baja inflación (ahora negativa y en unos meses cero) es algo “bueno” para España y el resto de Europa, sobre todo para los consumidores porque podemos comprar más barato, mejora nuestro “poder adquisitivo”. Y es así, pero este aspecto positivo se contrarresta con muchos otros aspectos negativos, que preocupan a los Gobiernos y expertos. El primero, que la inflación negativa desincentiva la inversión y el empleo, algo especialmente preocupante para España, porque tenemos más del doble de paro que Europa (16,5% en septiembre frente al 7,5% en la UE-27, según Eurostat). El mecanismo es sencillo de entender: si un consumidor ve que los precios están bajos, retrasa sus compras a la espera de que bajen más o porque no teme que suban. Y las empresas ven recortarse sus ventas y sus márgenes, al ser forzadas a recortar precios para competir. Y con esto, venden menos, ganan menos, invierten menos y no crean empleo (o lo reducen). Y esto es especialmente preocupante ahora, porque retrasa la recuperación post COVID.

Un segundo problema que acarrea la inflación negativa (o muy baja) es que reduce los ingresos públicos, sobre todo el IVA (también Sociedades, IRPF e impuestos especiales), tanto porque se reduce el consumo como porque bajan las ventas y los precios (se aplica un IVA sobre un precio menor). Es algo que ya está pasando en 2020, con la recesión ligada a la pandemia. Y un problema más preocupante para España, porque este año 2020 tendremos un déficit público récord, del -10,1% del PIB, frente al -8,5% de la zona euro, el -7% de Alemania, -9,9% de Francia o el 11,1% de Italia, según la Comisión Europea.

El tercer problema que implica una inflación negativa (o muy baja) es que perjudica a los que tienen deudas, porque no rebaja lo que hay que devolver (si la inflación es alta, en realidad hay que devolver menos dinero comparado con lo que valía cuando lo pedimos).Y este es un problema que también perjudica más a España, porque somos uno de los paises más endeudados del mundo. Las Administraciones Públicas (Estado, SS, autonomías y Ayuntamientos) debían en junio 1.291.057 millones de euros, el 110,1% del PIB, según el último dato publicado por el Banco de España. Y los particulares debían todavía más, 1.654.000 millones (el 141,2% del PIB), entre las empresas (944.138 millones) y las familias (otros 709.861 millones de euros), según el Banco de España. Para todos , una inflación negativa es una mala noticia, porque les dificulta devolver esa deuda.

Y además, hay un cuarto problema: una inflación negativa (o muy baja) obliga a las empresas a entrar en una dinámica de ofertas “low cost, a tirar precios para competir, lo que aumenta la ya preocupante “precariedad laboral” (más contratos basura y más tareas “subcontratadas”) y deteriora aún más los salarios, que ya cayeron con la anterior crisis y que no suben ahora sino que bajan con el coronavirus. Así que lo que podríamos ganar los ciudadanos como consumidores (poder comprar más batato) lo perderemos como trabajadores, como familias endeudadas y como contribuyentes. Mal negocio.

Lo peor ahora es que hay otro factor en Europa que se suma a la inflación negativa: el euro fuerte frente al dólar (se necesitan más dólares para comprar un euro). La moneda única, que empezó el año en una cotización de 1,1208 dólares por euro, cayó hasta un mínimo de 1,0831 dólares/euro (7 de mayo) y repuntó luego en verano hasta un máximo de 1,1938 dólares (31 agosto), que se ha suavizado hasta los 1,1809 dólares por euro de hoy, a la espera de los resultados de las elecciones USA. La revalorización del euro (+5,36% desde enero) no se debe a que Europa vaya económicamente mejor que EEUU (va peor: la zona euro ha caído un -11,8% con la pandemia, frente al -9,1% USA) sino a que la Reserva Federal Norteamericana se ha gastado mucho más dinero en reanimar la economía (ha inyectado 3,1 billones de euros frente a 1,4 billones el BCE), lo que hace que en EEUU haya mucha más liquidez , más dólares en circulación y eso deprecia el billete verde. Y además, en esta crisis, el dólar no ha actuado como “valor refugio”, por la incertidumbre sobre Trump, lo que ha permitido al euro ganar terreno durante todo el año.

Y la previsión, muy pendiente de lo que pase con Trump, es que el euro se fortalezca más en 2021. Así, el escenario de los Presupuestos 2021 contempla que la cotización media del euro se estabilice en 1,10 dólares por euro en 2020 (como 2019) pero que suba a una media de 1,20 dólares por euro en 2021 (+9,1% de revalorización). ¿Qué problema supone tener un euro fuerte? Básicamente, dos. El primero, que un euro más fuerte abarata las importaciones de los paises europeos (de España también) y eso presiona a las empresas nacionales a bajar más los precios para competir: es otro acicate para la inflación negativa (o muy baja). El segundo problema de un euro fuerte es que encarece las exportaciones europeas, al tener que pagarlas en euros más caros. Y esto es muy negativo para España y el resto de paises europeos, porque una de las claves para salir de esta crisis es que las empresas puedan recuperar sus exportaciones de antes, diezmadas por la pandemia.

Así que, por si teníamos poco con la inflación negativa de los últimos meses, el euro más fuerte se suma al coctel para forzar a la baja los precios y dificultar las ventas en el extranjero. La baja inflación de la zona euro, que va a seguir todavía unos meses (y se agrava con los rebrotes de la pandemia) preocupa muy seriamente al Banco Central Europeo (BCE), cuyo objetivo desde su creación es “luchar contra la inflación”, impedir que suba del 2%. Pero lleva ya una década con poca inflación (+1,2% de subida media en la zona euro entre agosto de 2008 y finales de 2019) y ahora tres meses incluso de inflación negativa. Y asistiendo al grave problema de que Europa apenas crece, antes y ahora con la pandemia.

Por eso, el BCE quiere poner la inflación en 2º plano y buscar cómo ayuda a reanimar la economía europea, que sufre la mayor crisis desde el final de la II Guerra Mundial. Y ya ha anticipado que en diciembre tomará más medidas, para estimular la economía de la zona euro con una nueva inyección de liquidez, por tres vías: más compra de deuda pública y privada europea (+600.000 millones que se suman a los 1,4 millones de estos años), ampliar 6 meses el programa de compra (hasta finales de 2021) y mantener el tipo de interés preferencial (-1%) para sostener a los bancos. El objetivo es dar otro empujón a las economías europeas, tras la 2ª ola de contagios, y de paso, con esta inyección de liquidez, subir algo la inflación (al 1% en 2021) y bajarle los humos al euro, dos logros colaterales, que, de conseguirse, ayudarían a la recuperación de las economías europeas.

En España, todas  las esperanzas están puestas en los Presupuestos 2021, que incluyen un gasto y una inversión pública récord (con el adelanto de 26.634 millones de fondos europeos), que deberían reanimar la actividad y el consumo, sobre todo con la subida del 0,9% a los pensionistas (8.867.680 personas que han ganado poder adquisitivo en 2020, que cerrará con una inflación del 0%) y a los funcionarios (2,6 millones de empleados públicos que también han ganado poder adquisitivo y que no lo perderán tampoco, como los pensionistas, en 2021, cuando se espera un 0,9% de aumento de precios). Eso sí, el Gobierno ha congelado el salario mínimo en 950 euros, tras subirlo un 29% en los últimos dos años.

La clave de 2021 va a estar en los salarios, porque si no suben algo y pierden poder adquisitivo, será difícil reanimar el consumo y la inflación. De momento, la subida pactada en los pocos convenios firmados este año 2020 (7 millones de trabajadores en 868.400 empresas) ha sido del +1,93%, inferior al +2,26% de aumento pactado en 2019, según los datos de Trabajo. Pero la mayoría de trabajadores no están incluidos en estas estadísticas (pymes, personal fuera de convenio, empresas que no han firmado convenio), con lo que la subida salarial de este año será mucho menor. Y hay muchas empresas que, por la pandemia, ya están bajando sueldos a cambio de mantener el empleo (o en las nuevas contrataciones): un 17% de los trabajadores ya han sufrido una reducción de salarios y a otro 53% se les ha congelado, según una reciente Encuesta de la consultora Hays. Y un estudio del grupo Adecco prevé un reajuste de salarios en las nuevas ofertas de empleo, con bajadas del -10 al 15%. Y peor será para los que acaben despedidos.

En resumen, es prioritario reanimar el consumo y el gasto para recuperar  la economía y hacer subir los precios, requisito clave para reconstruir la economía. Y para ello, las empresas tienen que intentar no bajar los salarios de sus trabajadores y subirlos los que puedan (supermercados, empresas de logística, e-commerce, sanidad y educación), porque es “la gasolina” que necesitamos para aumentar el consumo y los precios. Si no lo hacen y las empresas aprovechan la pandemia para recortar salarios, retrasarán la recuperación.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Viene un otoño muy complicado


El país vuelve a la rutina y nos espera un curso muy complicado, donde  la recuperación está acechada por múltiples problemas. Europa crece poco y el euro está muy fuerte, una malísima noticia para España: encarece un 14% las exportaciones y el turismo, los dos motores de nuestro crecimiento. Y dificulta que las empresas suban salarios. Además, Europa y EEUU temen que si dejan de “dopar” a la economía con dinero barato y suben tipos, la recuperación se frene. Y la locura de Corea puede frenar a las tres mayores economías (USA, China y Japón),  mientras los huracanes dañan la recuperación USA, junto a Trump. Un panorama preocupante para España, porque dos tercios del crecimiento viene de fuera. Y aunque seguimos creciendo, no conseguimos un empleo estable y decente, como demuestra la histórica pérdida de empleos de agosto. Y encima tenemos el problema de Cataluña. Urge reanimar la economía y aprobar un Plan de empleo. Consolidar la recuperación frente a los vientos en contra de fuera.
 

                                                                                                      enrique ortega

La noticia económica de este verano, además del cacareado récord de turistas, ha sido el repunte del euro, que superó los 1,20 euros por dólar el 29 de agosto, por primera vez desde enero de 2015. Los expertos habían previsto que el euro cayera este año, hasta cotizar a la par con el dólar (1x1), como consecuencia de la victoria de Trump y sus promesas de aumentar el gasto y las inversiones, atrayendo capitales y reforzando el dólar. Pero la política de Trump ha sido un fiasco y sus fracasos políticos y económicos han restado credibilidad a la recuperación USA y al dólar, que viene cayendo desde principios de año, cuando cotizaba a 1,0526 euros por dólar, hasta los 1,1985 euros por dólar de hoy. Es casi un 14% de subida, de revalorización de la moneda europea frente al dólar. Y a eso se une una fuerte caída de la libra tras el Brexit (23 junio 2016), hasta un 16% frente al euro.

Tener un euro tan fuerte es una mala noticia para Europa, porque es una economía abierta, que exporta más de lo que importa, y ahora todos sus productos son un 14% más caros para los compradores del resto del mundo, lo que reducirá sus exportaciones y crecimiento. Pero un euro fuerte hace aún más daño a España que al resto de Europa, según un estudio de Goldman Sachs. Y eso porque España exporta muchos “productos intermedios” a Alemania y Francia, por ejemplo, y si estos paises exportan menos fuera de Europa, también nos comprarán menos. Un recorte indirecto que se suma al recorte directo que pueden sufrir las exportaciones españoles al resto del mundo por la subida del euro, que encarece nuestros productos un 14%. Y eso es preocupante porque un 48% de las exportaciones españolas se dirigen a paises no euro, que pagan en dólares ahora devaluados, con lo que nuestros productos les salen más caros. Y recordemos que las exportaciones son uno de los motores del crecimiento español: aportaron en 2016 la 8ª parte del PIB (0,5% del 3,2%).

Pero el daño de un euro fuerte no acaba ahí, en encarecer y dificultar nuestras exportaciones. Es también un torpedo al turismo, el gran motor de nuestro crecimiento: si el euro ha subido un 14% este año, significa que los turistas de fuera de la zona euro han de pagar un 14% más por venir a España, además de que también les están subiendo los viajes y hoteles. Y eso afecta al 40% de todos los turistas que nos visitan, a 32 de los 82 millones que se esperan este año, especialmente de paises europeos no euro (GB, nórdicos y rusos), americanos y asiáticos. Y además, la caída de la libra (hasta un 16%) encarece especialmente la venida a España de los turistas británicos, un 23% de todo el turismo extranjero.

Y hay un tercer efecto negativo del euro fuerte, del que no se habla. Los empresarios exportadores y del sector turístico intentan contrarrestar esta subida del euro, que encarece un 14% sus productos y servicios, recortando otros costes. Y donde lo tienen más fácil es en los salarios: ahora tratarán de que no suban e incluso que bajen, deteriorando aún más sueldos y contrataciones. Y además, si estaban pensando en aumentar plantillas, no lo harán para contrarrestar con menos costes la subida del euro. Así que mientras el euro esté tan fuerte, será difícil que suban los sueldos de muchos trabajadores españoles. Así de claro. Y con ello, las familias tendrán menos para gastar, sobre todo ahora que sube la inflación. Y eso debilitará el consumo interno y puede frenar el ritmo de crecimiento y la recuperación.

Así que el repunte del euro es una mala noticia para España y para casi todos, porque no sólo afecta a los exportadores y al turismo sino a los salarios, el consumo y el empleo. Pero además, hay otros problemas externos que pueden afectarnos mucho, como la evolución de la economía europea o de EEUU, el petróleo, los tipos de interés o la crisis de Corea. Y es que dos tercios del crecimiento español de estos tres años se debe, según varios expertos, a factores exteriores, a la buena marcha de la economía internacional, no a la política de Rajoy. Y el problema es que este viento de cola, que nos ha ayudado a crecer, puede soplar de frente en los próximos meses y frenar la recuperación internacional y española.

Europa crece pero poco, el 0,6% en el 2º trimestre y un 2,3% anual, muy por debajo del crecimiento que tenía antes de la crisis (3%). Y además, este bajo crecimiento (2,1% Alemania, 1,8% Francia, 1,5% Italia, 1,7% Reino Unido) se debe sobre todo a que la economía europea lleva dos años largos “dopada”, empujada por un “chute” de dinero barato (al 0% de interés) inyectado por el Banco Central Europeo (BCE) para impedir la ruptura de la zona euro. En total, serán 2 billones de euros que han inundado la economía europea y que permiten ese crecimiento (aunque sea bajo). El BCE pensaba retirar estos estímulos a finales de 2017 y subir los tipos en 2018, pero ahora tiene miedo de hacerlo. Porque piensa que la recuperación aún es débil y si retira los estímulos y suben tipos, podría frenarse. Y encima, si suben los tipos, invertir en Europa sería más atractivo y reforzaría aún más el euro, que iría camino de los 1,25 euros por dólar. Una cotización peligrosa para Europa y más para España.

Mario Draghi y el BCE se reúnen hoy jueves para intentar resolver este dilema: no pueden seguir “dopando” más a la economía (inundándola de dinero al 0%) pero si retiran los estímulos pueden hundir la recuperación. El mismo dilema tiene la Reserva Federal USA: la economía norteamericana crece pero todavía crea pocos empleos y tiene poca inflación (como Europa), síntomas de que la recuperación es aún débil. Así que dudan en subir más los tipos este año, como esperaban. Y más con los huracanes, que pueden costarles un 1,5% del PIB, la mitad de lo que están creciendo. Y sin un futuro claro, con Trump sin reanimar la economía y un grave problema con Corea del norte, que podría afectar muy negativamente a las tres grandes economías del mundo (EEUU, China y Japón), alumbrando otra recesión.

Como se ve, los vientos económicos que pueden venir de fuera no parece que vayan a ayudarnos este otoño y menos si el petróleo empieza a subir, tras el anuncio de un nuevo recorte de producción de la OPEP y Rusia después de diciembre. Con un euro fuerte, una Europa creciendo poco y una economía internacional indecisa, con menos comercio mundial, más proteccionismo y una posible subida del petróleo y los tipos de interés, la recuperación está amenazada y también en España. Crecemos sí, más que la mayoría de Europa, sí, pero el euro fuerte y la coyuntura internacional podrían frenar ese crecimiento este otoño-invierno. Y sobre todo, este crecimiento (0,9% en el segundo trimestre, otro 3,2% este año) no resuelve el mayor problema que tenemos, un 18% de paro. Porque el empleo que se está creando es menor que antes (375.000 empleos entre abril y junio, frente a 411.800 y 402.400 en las primaveras de 2015 y 2014) y muy precario (92,5% temporal).

Pero sobre todo, es un empleo muy vulnerable, donde la cuarta parte de las contrataciones son por menos de una semana y muchas por días. Y así pasa. Que en julio el Gobierno Rajoy hace triunfalismo con las contrataciones y en agosto se pierden la mayoría: el 31 de agosto se evaporaron 266.362 empleos, el día de mayor destrucción de empleo de nuestra historia.

Este comportamiento del empleo revela que la recuperación económica es frágil, porque tenemos un modelo de crecimiento basado en el turismo y los servicios, con poco apoyo industrial y de empresas competitivas que aseguren un empleo más estable. Y este modelo, mientras soplan vientos a favor desde fuera, se mantiene. Pero en cuanto vienen mal dadas (por un euro fuerte, petróleo más caro, crisis geopolíticas o tipos altos), hace aguas. Por eso, urge tomar medidas, dejar de regodearse en las cifras de crecimiento, que además no notan el 70% de los españoles, según el estudio FOESSA encargado por Cáritas.

Europa y España tienen el mismo problema: deben reanimar la economía para consolidad la recuperación y evitar una recaída, superar una década perdida. Ya no basta con el BCE y su dinero gratis a espuertas. Ya lo ha dicho su presidente,Draghi: es hora de que los Gobiernos tomen otras medidas, que pasan por invertir más y reanimar la economía, por gastar más en lo que hace falta: infraestructuras, medio ambiente y energía, industrialización, tecnología, educación y formación, innovación y modernización empresarial. Y conseguir así crecer más y crear más empleo.

En España, la gran urgencia de este otoño es aprobar un Plan de empleo, porque seguimos con el doble de paro que Europa y un empleo muy precario. Hay que poner en marcha políticas activas de empleo, como lleva años pidiendo la Comisión Europea, la OCDE y el FMI. Y reformar de una vez las oficinas de empleo, con más estímulos a la contratación y más formación y ayudas a los parados, ya que más de la mitad (el 52%) no cobran ya nada. En paralelo, urge aprobar un Plan contra la pobreza, porque hay 10 millones de españoles en situación “vulnerable”, según un informe de FEDEA y Accenture, entre parados, subempleados y trabajadores pobres, con lo que España sigue a la cola de Europa en indicadores sociales, según el informe de julio de la Comisión Europea. Y también hay que negociar un aumento de salarios superior al 2%, para facilitar una recuperación estable del consumo y consolidar  el crecimiento.

Pero sobre todo, el Gobierno debe reanimar la economía, no hacer más recortes como los que tiene previstos para el Presupuesto 2018, que va a presentar a finales de septiembre. Es una locura querer recortar el déficit al 2,2% en 2018 (el techo de Bruselas es el 3%) cuando España tiene el doble de paro que Europa y cuando un 22,3% de los españoles viven en el umbral de la pobreza (según el INE). Basta de meter la tijera. Es la hora de gastar más en lo que hace falta, desde infraestructuras y tecnología a educación y formación, desde inversiones públicas a industrialización y sobre todo incentivos al empleo. Y se puede hacer, porque se puede recaudar más: si España recaudara como el resto de Europa (el 46,1% del PIB en vez del 37,5%, según Eurostat), Hacienda ingresaría 94.000 millones más. Bastaría con recaudar 40.000 millones más cada año para gastar en lo que hace falta. Y se puede lograr si se reduce el fraude fiscal y pagan más los que pagan poco: multinacionales, grandes empresas y los más ricos. A los demás no nos tendrían que subir los impuestos.

Este debería ser el gran debate de este otoño, no sólo Cataluña o el terrorismo yihadista. Cómo podemos consolidar la recuperación y que la noten de verdad la mayoría de los españoles. Cómo conseguir que muchos españoles no estén angustiados con el final de su contrato o con no conseguir un empleo o con llegar a fin de mes. El Gobierno debe dejar su triunfalismo, su inmovilismo y su austeridad suicida. Y la oposición ha de pelear por lo que le interesa a la mayoría, un empleo y vivir mejor. Si no toman medidas, en España y en Europa, cualquier día, los vientos de fuera pueden acabar en huracán y darnos otro buen susto. Atentos a este complicado otoño.

jueves, 31 de octubre de 2013

Ojo al euro fuerte: destroza a España


Ahora que Europa (y España) salen de la recesión y los inversores vuelven al viejo continente, hay un nubarrón en el horizonte: el euro, fortalecido desde septiembre frente al dólar, el yen y la libra, provocando que los productos europeos sean un 8% más caros este año, lo que perjudica la recuperación. Sobre todo en España, donde sólo crecen exportaciones y turismo, dos motores que se pueden “gripar” si el euro sigue por encima de 1,35 dólares, como los últimos dos meses. El riesgo es que exportadores y empresas turísticas, para compensar esta subida del euro, fuercen una mayor bajada de salarios (perjudicando el consumo y el crecimiento), o hagan más despidos. Y ni Bruselas ni el BCE toman medidas para “bajarle los humos al euro”, mientras EEEUU, Japón o China debilitan sus monedas para crecer más. Atentos al euro más que a la prima de riesgo: si no baja de 1,30 dólares, peligra la recuperación.

                                                                                                 Enrique Ortega

El euro lleva subiendo, de forma intermitente, desde el 24 de julio de 2012, cuando alcanzó su mínimo (1,2059 dólares), porque parecía que Europa se iba a romper por la presión de la crisis de la deuda y los mercados. A finales de año ya estaba en 1,3194 y en febrero 2013 alcanzó un primer máximo, 1,3646 euros por dólar. Después perdió fuerza hasta caer en julio a otro mínimo (1,2787 euros por dólar) y enseguida recuperarse para empezar septiembre en 1,3196 euros por dólar y acabar el 28 de octubre por encima de 1,38 euros, la cotización máxima desde noviembre de 2011. Con ello, el euro se ha revalorizado este año más de un 8% frente al dólar, un 4,4% frente a la libra y un 17,3% frente al yen. Hoy está en 1,3642 euros por dólar.

Europa no tiene (tampoco) una política de tipo de cambio común y la cotización del euro varía según lo que hacen las demás monedas, cuyos países si influyen en su cotización. En el  último año y medio, Estados Unidos, Japón, China, Gran Bretaña o Brasil han hecho una política para reanimar sus economías, inyectando liquidez (dinero) y bajando los tipos de interés, lo que deprecia sus monedas, desde el dólar o el yen a la libra o el yuan chino. Y de paso, una moneda débil favorece sus exportaciones. Mientras, Europa ha hecho todo lo contrario: ha recortado el gasto público, drenando liquidez y manteniendo tipos altos (0,50% frente al 0,25% de EEUU, 0,10% en Japón o el 0,50% en Gran Bretaña). Y los inversores han buscado la alta rentabilidad europea (aún con riesgo), fortaleciendo al euro.

Esta “guerra de divisas” encubierta se ha agudizado este año, con la decisión de Japón, en enero, de inyectar otros 170.000 millones de euros para reanimar su economía, lo que ha depreciado más al yen. Y se ha acelerado en octubre, con la confirmación de que EEUU va a seguir inyectando liquidez en su economía (todavía débil), lo que ha depreciado al dólar, más tras la pelea (no resuelta) entre republicanos y demócratas por el tope de la deuda. Otro hecho clave es el temor de los inversores porque se agote el crecimiento de los países emergentes (Brasil e India sobre todo), que ha desplazado el dinero hacia Europa, fortaleciendo aún más el euro. Y más cuando Europa sigue siendo la inversión más rentable, tanto en Bolsa o en empresas (hay muchas “gangas”, como ha visto Bill Gates en FCC) como en deuda pública: España paga 4,04 % por el bono a 10 años, Italia el 4,14 y Francia el 2,22% (Alemania el 1,66%) mientras EEUU paga el 2,50% y Japón el 0,56%.

Resultado: los capitales se dirigen a Europa, invierten en euros y su cotización se dispara, llegando a superar los 1,38 euros por dólar (+14,5% de subida sobre el mínimo de julio 2012). Y los expertos creen que puede seguir varios meses entre 1,35 y 1,40 euros por dólar, cuando su cotización de equilibrio debía estar en torno a 1,21 euros (la primera cotización del euro, el 4 de enero de 1999, fue de 1,1789 dólares pero luego cayó, con el estreno real de la moneda única, el 2 de enero de 2002, a 0,9038 euros).

Un euro fuerte tiene dos efectos positivos y dos muy negativos. Lo bueno es que con un euro fuerte es más barato comprar productos extranjeros, desde coches a petróleo o alimentos, lo que ayuda a la inflación. Y resulta más barato viajar al extranjero y comprar en Londres, Nueva York, Tokio o Pekín. Pero estos beneficios no compensan los perjuicios: es mucho más difícil vender fuera, exportar, con un euro fuerte (como si hubiéramos subido los precios de los productos españoles un 8% extra este año). Y los turistas extranjeros se piensan más venir a España, porque con sus monedas les cuesta más viajar y pueden comprar y gastar ahora menos.

Si esto es preocupante para toda Europa, es más grave para España, un país donde lo único que crece (ahora y en los dos años anteriores) son las exportaciones y el turismo, los dos motores en que confía el Gobierno para salir de la crisis mientras el consumo y la demanda interna siguen estancados. Dos motores que se pueden “gripar” con un euro fuerte. De hecho, aunque el 69 % de las exportaciones españolas van a Europa, sólo el 48,2% van a la zona euro. Eso significa que más de la mitad de las ventas que hace España fuera se hacen en monedas que no son el euro, a países que ahora les salen más caros nuestros productos. Y en cuanto al turismo, aunque sigue batiendo récords, no hay que olvidar que un 53% de los turistas no son de países euro, entre ellos los turistas que más crecen: británicos (24% turistas), nórdicos (7,4%), rusos (8%), suizos (2,4%), norteamericanos, latinoamericanos y del resto del mundo, a los que ahora venir a España sale más caro.

El problema: si el euro sigue fuerte, las exportaciones y el turismo pueden debilitarse y con ello la recuperación, de por sí muy incipiente (creceremos menos del 1% hasta 2018, según el FMI). Lo peor es que las empresas exportadoras y turísticas, para seguir compitiendo fuera en precios con un euro fuerte, sólo tienen dos salidas: seguir bajando los sueldos de sus empleados (menos consumo y crecimiento) o reducir costes y plantillas. Más paro.

Así que nos jugamos mucho con el euro fuerte, aunque España sola no pueda hacer nada por “bajarle los humos”. Es una responsabilidad de Bruselas y el BCE, pero los jerarcas comunitarios prefieren “no hacer nada: son liberales fundamentalistas y creen, como dice Draghi, que el tipo de cambio “lo debe fijar el mercado”, sin que Bruselas intervenga en la cotización, como defiende en solitario Francia (y como hacen la mayoría de los países). Esta política es mala para Europa y nefasta para España, que sufre más que el resto del continente los efectos de un euro fuerte, según un estudio de Goldman Sachs. Y eso porque España exporta muchos productos intermedios a Alemania y Francia, por ejemplo, y si estos países exportan menos fuera de la zona euro, también nos compran menos (doble recorte).Y también porque España tiene el doble de paro y necesita crecer más que el resto, algo que dificulta más un euro fuerte, al depender tanto de las exportaciones y el turismo.

En definitiva: nuestro futuro inmediato depende mucho del euro y su cotización se decide fuera de Europa y de Bruselas, poco preocupados de momento por tener una moneda fuerte, aunque eso debilite el crecimiento del continente, la zona del mundo que menos crece:-0,4% este año, frente a 1,6% EEUU, 2% Japón o 4,5% los países emergentes, según el FMI. Sería importante que la Unión Europea cambiara de postura y el BCE tomara dos medidas claves: bajar los tipos de interés (al 0,25%) e inyectar liquidez en las economías europeas, para ayudar a que fluya el crédito. Y con ello, Europa crecería más y el euro perdería fuerza. Dos por uno. Como no parece que lo hagan, estemos atentos al euro más que a la prima de riesgo: nos afecta más. Si sigue por encima de 1,30 euros por dólar, peligra la recuperación.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Euro fuerte: mal para Europa, peor para España


Ahora que parece remitir la crisis de la deuda (es sólo una tregua, como se ha visto esta semana con la deuda española), salta otro problema en Europa: el euro fuerte, por culpa de la  guerra de divisas”. Bruselas no tiene una política europea de tipo de cambio y sufre lo que hacen EEUU, Japón, Gran Bretaña y China para reanimar sus economías y depreciar sus monedas, buscando exportar mejor. Y así, el euro se ha revalorizado un 13 % frente al dólar (saltando de 1,36 $), un 10% frente a la libra y un 34% frente al yen, dificultando las exportaciones europeas y la salida de la crisis. Y se teme que siga subiendo en 2013, hasta valer 1,40 dólares. Un problema para Europa y más para España: el euro fuerte dificulta nuestras exportaciones y la llegada de turistas. A partir de ahora, miremos no sólo la prima de riesgo sino también el euro: está hoy en 1,35 dólares; mientras no baje de 1,30, es malo para todos. Atentos.
 
enrique ortega

Europa comienza 2013 con menos nubes negras en el horizonte, ha dicho Mario Draghi, presidente del BCE, que ha pedido “paciencia” para salir de la crisis. Y piensa que Europa “está mejor que hace un año”, aunque el FMI acaba de vaticinar que 2013 será otro año de recesión en Europa, con una caída de la economía del -0,2% (tras un -0,4% en 2012). A pesar de esta debilidad, la moneda europea acaba de batir récords de fortaleza  desde el verano frente a las principales monedas : el 1 de febrero superó los 1,36 dólares, por primera vez desde finales de 2011 (+13 % frente al dólar desde julio), subió +10,5% frente a la libra (0,86 euros, récord en 14 meses) y +34% frente al yen japonés (126,66 yenes por euro, récord en 33 meses). Y hoy seguía ligeramente por encima de 1,35 euros por dólar.

Europa tampoco tiene una política de tipo de cambio común y la cotización del euro fluctúa según lo que hacen las demás monedas, cuyos países sí influyen sobre ellas. Y ahora, la moneda europea sufre los efectos de la “guerra de divisas desatada por Japón, Estados Unidos, China y Gran Bretaña, para reanimar sus economías y favorecer sus exportaciones. El último movimiento lo ha hecho Japón, con un Plan de estímulo, aprobado el 11 de enero, con el que ha inyectado 170.000 millones de euros para reanimar su economía, lo que deprecia su moneda, el yen, consiguiendo de paso exportar mejor, al ser ahora más baratos sus productos para el resto del mundo. Lo mismo lleva haciendo años China, continuamente criticada por depreciar el yuan para exportar mejor. El Banco de Inglaterra amplió en julio su programa para inyectar liquidez (dinero) a la economía británica, en recesión. Y en diciembre de 2012, Estados Unidos anunció que seguiría con sus inyecciones de liquidez a la economía, más de un billón de euros en los últimos cuatro años.

Todas estas decisiones, de Japón, China, Gran Bretaña y EEUU, buscan reanimar las economías, dándole a la maquinita del dinero, lo que deprecia el valor de sus monedas (favoreciendo sus exportaciones) y fortalece al euro, que lleva subiendo desde julio de 2012. Y todo apunta a que seguirá revalorizándose, porque Europa hace una política contra corriente: recorta el gasto público (en vez de reanimar las economías) y mantiene tipos altos, el 0,75%, frente al 0-0,25% en Estados Unidos, tipos negativos en Japón o el 0,50% en Gran Bretaña. Y los inversores buscan la alta rentabilidad europea (aún con riesgo: han vuelto a España, Italia y Portugal), fortaleciendo el euro.

El expresidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, se despidió de su cargo en enero advirtiendo  que el euro estaba en un nivel “peligrosamente alto”. Porque tener una moneda fuerte, cuando los demás debilitan la suya, es un mal negocio para Europa: es más difícil vender fuera, porque los productos se pagan en euros más caros, y eso dificulta la recuperación. El problema preocupa especialmente en Alemania, que exporta el 60% de sus productos fuera de Europa y que ya sufre los efectos de la crisis y el euro fuerte: sus exportaciones cayeron un -3,4% en noviembre, con un último trimestre en recesión (-0,5%).

Pero peor lo tiene España, ya que la exportación y el turismo son lo único que crece (aunque menos que en 2011) mientras el consumo interno y la inversión están por los suelos. Y con un euro fuerte será más difícil vender nuestros productos en el extranjero, dado que el 49.5% van a países fuera del euro. Y lo mismo pasa con el turismo: desde julio es más caro visitar España sólo por la apreciación del euro, lo que afecta especialmente al 55% de turistas que proceden de países fuera del euro. Sólo es positivo tener un euro fuerte para pagar menos por las importaciones, sobre todo el petróleo, lo que debería bajar algo los carburantes (con permiso de las petroleras) y la inflación. Pero esto no compensa el efecto negativo de un euro débil sobre exportaciones y turismo, que provocará más recesión y más paro en España.

Ahora, los expertos apuestan por un euro fuerte en 2013, aunque con altibajos, porque Estados Unidos, Gran Bretaña, China y Japón crecen poco y necesitan seguir estimulando sus economías, inyectando dinero, lo que depreciará sus monedas. Se espera un euro entre 1,33 y 1,40 dólares este año, cuando debería estar por debajo de 1,30 dólares para ayudar a la recuperación europea. Pero para eso, Bruselas y Alemania deberían cambiar de política y tomar dos medidas, con la ayuda del BCE: rebajar los tipos de interés (del 0,75 al 0,25%) e inyectar liquidez en el sistema, para ayudar a que fluya el crédito. Eso crearía inflaciónanatema para Alemania y el BCE¡) y reanimaría la economía, debilitando al euro.

No parece que esta sea la posición de Merkel, aunque necesita estimular su estancada economía en los próximos meses, para ganar las elecciones de septiembre. Pero ya ha dicho que si lo hace, Bruselas sólo permitirá reactivar la inversión y el gasto a los países sin déficit, a los del centro y norte de Europa, no a España y los países del sur. O sea, estímulos para la Europa rica del norte no para la Europa en recesión del sur. A nosotros, paciencia.

Para España, un euro fuerte, por encima de los 1,30 dólares, es un serio obstáculo para salir de la crisis, ya que nos torpedea las exportaciones y el turismo. Por eso, Rajoy debería presionar en Bruselas para que se aprueben Planes de estímulo para toda Europa, que el BCE baje tipos e inyecte liquidez, para reanimar las economías y de paso bajarle los humos al euro. Algo clave para todos, pero mucho más para España. Por eso, a partir de ahora, miremos  no sólo la prima de riesgo, sino la cotización del euro. Mientras esté por encima de 1,30 dólares, es malo para todos. Seremos perdedores en una cruenta y silenciosa guerra de divisas que se libra en el mundo.