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jueves, 1 de mayo de 2025

1º de mayo: el empleo que viene

El empleo ha “pinchado” en el primer trimestre, como es habitual, con una pérdida de 92.500 empleos, al retrasarse la Semana Santa a abril. Pero se espera que suba este 2º trimestre y en verano, porque las empresas siguen contratando y hay 2 millones más de personas trabajando que hace 5 años. Pero hoy, 1º de mayo, podríamos reflexionar sobre el empleo del futuro, que va a cambiar drásticamente por la tecnología y la inteligencia artificial (IA). De hecho, el Foro Económico Mundial estima que 4 de cada 10 trabajadores españoles deberán “mejorar sus habilidades” para tener un empleo en 2030. A lo claro: los trabajadores tienen que reciclarse y formarse si quieren seguir trabajando en unos años. Un reto que obliga a Gobiernos y empresas a gastarse más dinero en formación y reciclaje profesional, para afrontar la digitalización, la descarbonización, la robótica y la IA, un reto del que apenas hablan los sindicatos hoy. Hay que prepararse para esta “revolución silenciosa”, la del empleo futuro.

                            Enrique Ortega

El primer trimestre suele ser malo para el empleo, por el fin de las Navidades y el menor consumo en la “cuesta de enero”. Además, este año la Semana Santa ha caído en abril y no en marzo (como en 2024), lo que ha restado empleo entre enero y marzo. Por todo ello, en el primer trimestre se perdieron -92.500 empleos, aunque son menos que en el primer trimestre de 2024 (-139.700), según la EPA publicada este lunes. Con todo, a finales de marzo había en España 21.765.400 ocupados, así que trabajan 2,08 millones de personas más que hace 5 años, antes de la pandemia (19.681.300 ocupados en marzo 2020).

El empleo ha caído sólo entre los hombres (-94.100 ocupados), mientras aumentó algo entre las mujeres (+1.600). Y lo han perdido los trabajadores españoles (-144.500 empleos), porque los extranjeros han ganado empleos (+52.000).  La pérdida de empleo se ha dado casi en exclusiva en el sector público (-92.200 empleos, por el aumento de jubilaciones) , mientras apenas caía el empleo privado (-300). Y se ha perdido empleo entre los trabajadores maduros (-119.800 empleos entre 40 y 54 años) y los más jóvenes (-60.800 empleos perdieron los de 16 a 24 años). Todos los sectores han perdido empleo, salvo el campo (+25.000), especialmente los servicios (-112.300). Y por autonomías,  han perdido más empleo Baleares (-42.400), Comunidad Valenciana (-20.400) y Andalucía (-12.300), mientras lo ganaron Madrid (+14.800) y País Vasco (+11.300 empleos).

La caída del empleo al inicio de 2025 ha provocado también un aumento del paro, que subió en +193.700 desempleados, un aumento récord desde 2013, debido a que han aumentado mucho los que buscan empleo, los “activos”: +101.200, todo un récord en los últimos años, por el aumento de mujeres que buscan trabajo (+118.100), mientras hay menos hombres buscando (-16.900). Con ello, España alcanza un récord histórico de “activos”, personas que trabajan o buscan trabajo: 24.554.500. Esto supone que, aunque crezca el empleo en los próximos meses, el paro bajará menos, porque hay más gente buscando trabajo.

Con este aumento del paro, son ya 2.789.200 las personas que están en paro, un 11,36% de las personas en edad de trabajar, según la EPA, una cifra elevada pero son 523.800 parados menos de los que había en España hace 5 años, antes de la pandemia  (3.213.00 parados en marzo de 2020, el 14,41% de la población activa). El paro ha subido en este primer trimestre más entre las mujeres (+116.500 paradas) que entre los hombres (+77.200), más entre los españoles (+147.900) que entre los extranjeros (+45.800) y más entre los trabajadores maduros (+141.300 entre 25 y 44 años), cayendo entre los más jóvenes (-12.000 parados). Por sectores, crece sobre todo en los servicios (+124.900, la mitad por el turismo y la hostelería) y también más en Cataluña (+47.200), Baleares (+42.800), Madrid (+23.900) y Canarias (+21.800), bajando sólo en Murcia (-4.400), País Vasco (-4.300) y Cantabria (-1.100).

Mientras sube el paro, hay algunos datos de fondo preocupantes. Por un lado, todavía hay 882.900 hogares donde todos sus miembros están en paro, aunque son 95.000 menos que hace un año. Por otro, baja  el porcentaje de parados que cobran el desempleo: cobraban alguna ayuda en febrero 1.722.042 parados, el 66,77% de los parados registrados en las oficinas de empleo, frente al 69,44 % hace un año. Y además, la mayoría (813.181) cobran un subsidio asistencial (480 euros al mes), mientras sólo 908.861 parados registrados cobran el subsidio contributivo (1.014,90 euros mensuales). Y ha subido el número de parados que llevan más de 1 año sin trabajo (1.065.400 parados), con lo que el 38,10% son “parados de larga duración” y tienen mucho más difícil recolocarse.

Lo más preocupante es que la tasa de paro ha subido en el primer trimestre, del 10,61% en que estaba a finales de 2024 al 11,36%, aunque es mucho más baja de la tasa de paro que teníamos hace 5 años (14,4%). Una tasa muy alejada de Europa, donde es menos de la mitad (5,7% en la UE-27 y 6,1% en la zona euro), siendo la tercera parte en Alemania (3,1%), según Eurostat. Y ha subido este trimestre la  tasa de paro juvenil (menores 25 años), que en España es el 26,5%, frente al 14,5% en Europa y el 6,3% en Alemania. Además, persiste el problema de que hay 2 Españas en el paro. Una, 8 autonomías con alta tasa de paro: Melilla (26,6%), Ceuta (26,1%), Extremadura (16,6%), Andalucía (16,4%), Baleares (14,78%), Canarias (13,27%), Castilla la Mancha (13,27%) y Murcia (12,83%). Y otra, las 8 autonomías que tienen una tasa de paro casi “europea”: Navarra (7,49% de paro), País Vasco (7,71%), Cantabria (7,86%), Aragón (8,29%), Castilla y León (8,70%), Galicia (8,80%) y Cataluña (8,91%), según la EPA de marzo.

Con todo, lo más positivo sigue siendo la mejor calidad del empleo que se crea en España, tras la reforma laboral de 2022. Este primer trimestre, el 43,07% de los contratos firmados son indefinidos, algo menos que hace un año (44,5% el primer trimestre de 2024) pero un porcentaje muy superior a los de 2023 (38,7%), 2021 (10,9%) y la media de 2014 a 2020 (sólo entre el 6 y el 8% de los contratos eran indefinidos). Con ello, ya hay 15,7 millones de asalariados con contrato indefinido, el 84,88% del total, frente al 74,61% de fijos a finales de 2021). Lo que no mejora son los contratos a tiempo parcial (por horas o días), que aumentan (+134.400 en el último año) y superan los 3 millones de asalariados, sobre todo por las mujeres (el 73,6% de estos contratos), que trabajan a tiempo parcial porque no encuentran trabajos a jornada completa o para cuidar a hijos y mayores.

Ahora, en 2015, el Gobierno y los expertos creen que España seguirá creando empleo, más que el resto de Europa pero menos que en 2023 y 2024, porque creceremos algo menos (+2,6%, frente al +3,2% en 2024). La previsión enviada por el Gobierno a Bruselas, en octubre de 2024, apostaba por crear 1,6 millones de empleos entre 2024 (+556.132 empleos, aunque realmente se han creado +468.100), 2025  (548.645 empleos) y 2026 (494.878 empleos), con el objetivo de que España roce los 23 millones de ocupados (22.989.350 en 2026) y baje su tasa de paro del 10% en 2026 (ahora parece más factible).

Los datos indican que estamos en el buen camino para lograr ambos objetivos. Pero el Gobierno Sánchez no puede “lanzar las campanas al vuelo” con el empleo y el paro, por dos razones. Una, porque seguimos siendo el país de Europa y de la OCDE (36 paises) con la mayor tasa de paro: 11,36% en España frente al 5,7% en la UE-27 y el 4,8% en la OCDE. Y la otra, porque la tasa de empleo en España es mucho más baja que en Europa: a finales de 2024 trabajaban el 71,4% de los que tienen entre 20 y 64 años, frente al 75,8% que trabajaban en Europa, el 75,1% en Francia o el 81,3% en Alemania, según Eurostat. A lo claro :que España tiene 1,08 millones de personas menos trabajando que las que deberíamos tener si fuéramos como la media europea. Y que trabajan 2,4 millones de españoles menos de los que trabajarían si tuviéramos la tasa de empleo de Alemania.

Ese es nuestro gran reto: reformar la economía para que ofrezca empleo a más gente (entre 1 y 2 millones más) y eso permita reducir la tasa de paro “a niveles europeos. En eso deberíamos centrarnos a medio plazo, sin regodearnos en los récords. Y eso implica tomar 2 medidas a corto plazo, que exigen (¡ cómo no¡ ) un pacto político económico y social. Una, aprobar un Plan de empleo, para fomentar la contratación de parados mayores de 45 años, mujeres y jóvenes, sobre todo en esas 8 regiones con más paro que la media, canalizando inversiones públicas y privadas  e incentivos a las contrataciones.

Y la otra, reformar de verdad las oficinas de empleo, porque no ayudan a los parados a recolocarse. Se han cumplido 2 años de la Ley de Empleo (entró en vigor el 2 de marzo de 2023) y no ha funcionado: ni se ha hecho un perfil de los parados ni se les ayuda individualmente a colocarse. De hecho, las oficinas de empleo sólo colocan al 1,9% de los parados y apenas un 10% de los desempleados hacen cursos de formación (largos y poco útiles). Y en la web del SEPE sólo hay registradas 83.444 empresas y 29.305 ofertas de empleo. Urge cambiar la operativa y dotar de medios a estas oficinas, gestionadas de forma muy desigual por las autonomías.

Además, este 1º de mayo habría que pensar también en el empleo a medio plazo, porque el mercado laboral va a cambiar radicalmente en los próximos años. En el mundo, 59 de cada 100 trabajadores necesitarán “cualificarse” para no perder sus empleos actuales, por la tecnología, la robotización y la inteligencia artificial (IA), según el último informe sobre el futuro del empleo del Foro Económico Mundial. Y en el caso de España, este informe señala que 4 de cada 10 trabajadores españoles deberán mejorar sus habilidades para tener empleo en 2030. Los expertos laborales y las empresas reiteran la urgencia de formación y reciclaje de los trabajadores, para mejorar su cualificación y afrontar la demanda de nuevos empleos: muchos empleos actuales desaparecerán (administrativos, secretarias, asistentes administrativos, cajeros de banco…) y se crearán otros (analistas de datos, expertos en IA, desarrolladores de software, técnicos ambientales, expertos en ciberseguridad…).

En definitiva, que no basta con que la economía española cree más empleo, para conseguir una tasa de paro “europea”, sino que hay que formar a los jóvenes en los futuros empleos que van a demandarse en los próximos años y reciclar a los empleados actuales para que no pierdan su empleo en el futuro. Esto exige una mayor inversión en formación y “capital humano”, con importantes cambios en el diseño de la educación, desde la escuela a la Universidad, y con mayor gasto en formación de las empresas y el Estado. Hay que prepararse desde ya al empleo que viene, con acuerdos entre Gobierno, empresas y sindicatos para configurar la oferta de empleo que exige el futuro. Un reto del que apenas se habla este 1º de mayo, mucho más de fondo que la jornada laboral o los salarios.

jueves, 2 de mayo de 2019

Más ricos, más pobres y menos clase media


La OCDE ha lanzado la alerta: la clase media se reduce en todos los paises, a costa del aumento de ricos y pobres. Y España es el único país donde los que dejan de ser clase media han bajado a ser pobres. Detrás de esta pérdida de clase media, motor de la estabilidad económica y política, está su caída de ingresos, por el deterioro del empleo y los mayores gastos en educación, sanidad y vivienda. Y lo peor es que la clase media seguirá recortándose, mientras crecen los ricos y pobres, porque mucho empleo actual está en peligro por los cambios tecnológicos (en España más: el 24% de la clase media podría perder su empleo por la automatización). Las recetas de la OCDE son reformar los impuestos y ayudas públicas para compensar la desigualdad, mejorar la política de vivienda, sanidad y educación y apostar por una mejor formación de jóvenes y adultos. Si se pierde clase media, el futuro será más incierto


Ser “clase media ha sido el gran sueño de todos los europeos desde los años 60 y 70. Para muchas generaciones de españoles, formar parte de la clase media era su gran “aspiración vital”: tener un trabajo estable, una casa, un coche y una familia donde los hijos pudieran estudiar para estar más preparados que sus padres. Nadie quería ya ser “obrero” sino “clase media”, una “nueva clase social” que iba a acabar con la lucha de clases y que se convirtió, a finales del siglo XX y principios del XXI, en el motor de la economía y la estabilidad política en Europa y en España. Pero en esto llegó la gran Recesión de 2008 y todo se trastocó: los empleos y los ingresos dejaron de ser estables, el consumo se retrajo, la vivienda, la educación y la sanidad se encarecieron y los hijos empezaron a vivir peor que sus padres. Y muchos europeos y españoles dejaron de ser “clase media”, pasaron a ser “clase baja”.

Los recientes datos aportados por la OCDE (la organización que integra a los 36 mayores paises del mundo desarrollado) son muy ilustrativos: la clase media, que llegó a suponer el 70% de la población occidental en los años de bonanza, cayó al 64% en 1985 y ahora ha vuelto a caer al 61% de la población en 2016, según el informe “Bajo presión: la exprimida clase media”, publicado en abril. Se entiende por “clase media”, las familias que ingresan entre el 75% y el 200% de la renta media de cada país (entre 11.500 y 30.000 euros de media en la OCDE), lo que para España supone hoy ganar entre 12.911 y 34.488 euros, según Manuel Escudero, embajador de España ante la OCDE.

Con este baremo de ingresos, en España la clase media ha bajado al 58% de la población en 2016, un 3% menos que en Occidente, según el informe específico sobre nuestro país que adjunta la OCDE. Esto supone un retroceso sobre el dato de 2014, donde había un 61% de españoles que eran clase media, según el estudio de Luis Ayala publicado por la Fundación Alternativas. Y también un retroceso respecto al final del franquismo (en 1973, eran el 60,9%) y el inicio de la crisis (66,2% de clase media en 2010, según ese estudio).

España tiene ahora menos clase media que los principales paises europeos, donde los porcentajes más altos se dan en los paises nórdicos, paises del Este y Centroeuropa, según este ranking de la OCDE (datos 2016): Islandia (71,9% de clase media), República Checa (71,2%), Noruega (70,8%), Eslovaquia (69,5%), Holanda (69,4%), Dinamarca (69%), Hungría (68,4%), Finlandia y Francia (68,3%), Austria (67%), Polonia  (65,5%), Luxemburgo (64,7%), Suiza (64,7%), Alemania (64%), Japón (65%) e Italia (59%). Y tienen la misma clase media que España o menos Reino Unido, Canadá y Australia (58%), Rusia (53,1%) o EEUU (51%), así como China (48,2%), India (40,2%), México (44,9%) o Brasil (44,8%).

En la mayoría de los paises, ha bajado la proporción de clase media porque una parte han ido a engrosar a los más ricos (los que ingresan más del 200% de la renta media) y otra parte han pasado a ser pobres (ingresan menos del 75% de la renta media). Sin embargo, España es el país de la OCDE donde casi toda la clase media que se ha perdido (-3,7% entre 1985 y 2016) ha ido a alimentar la clase baja (+3,6%) y sólo una mínima parte (0,1%) han pasado a ser “ricos”. En Suecia (el país que más clase media ha perdido en los últimos 30 años: -7,4%), una parte cayó a la clase baja (4,1%) y casi otro tanto aumentó el porcentaje de ricos (+3,3%). En Alemania, donde la clase media ha caído un 5%, la mayoría han ido a engrosar la clase alta (+2,8%) y menos han pasado a ser clase baja (+2,2%). Y lo mismo en Estados Unidos: pierden un 4,3% de clase media, pero un 3,1% es porque pasan a clase alta y sólo un 1,2% pasan a clase baja. Y sólo tres paises OCDE han visto aumentar su clase media en los últimos 30 años: Dinamarca (+1,4%), Francia (+3,2%) e Irlanda (+3,9%), los tres porque han conseguido que familias de clase baja suban en la escala social.

Este es el panorama general, pero los jóvenes lo están sufriendo más en todos los paises, según el informe de la OCDE. Así, la generación “baby boomers” (nacidos entre 1942 y 1964) llegaba a ser clase media (a los 20 años) en un 68% en la OCDE y un 60% en España. Sus hijos, la “generación X” (nacidos entre 1965 y 1982) sólo consiguieron ser clase media en un 64% en la OCDE y un 58% en España. Y sus nietos, “los millenials” (nacidos entre 1983 y 2002), sólo llegan a ser clase media (al cumplir los 20 años) en un 60% en la OCDE y un 50% en España (por debajo del 58% de toda la población que es clase media). Eso significa que los jóvenes de hoy tienen un 10% menos de posibilidades de ser clase media que sus abuelos.

¿Por qué ha caído la clase media? Básicamente, porque ingresan menos con la crisis y tienen más gastos, según la OCDE. Lo que está pasando es que la clase media se beneficia menos que los ricos de la recuperación e incluso que los pobres (por el contrapeso de ayudas e impuestos). Así, en los últimos 30 años, los ingresos totales de la clase media han crecido un 33% menos que los ingresos del 10% más rico, según la OCDE. Y eso porque sus ingresos anuales han pasado de crecer el 1% (entre 1985 y 1995) al 1,3% (entre 1995 y 2006) y sólo un 0,3% anual entre 2007 y 2016, básicamente porque se han deteriorado sus empleos y sus sueldos con la crisis. Con ello, se ha acrecentado la desigualdad y ahora, el 10% más rico acumula ahora casi el 50% de toda la riqueza de los paises OCDE, frente a sólo el 3% el 40% más pobre y el 47% de la riqueza que se lleva la clase media.

Además de tener menos ingresos, la clase media ha deteriorado su economía porque ahora tiene más gastos, según detalla el informe de la OCDE. Y más gastos en 3 partidas que son claves para la clase media: la vivienda, la educación y la sanidad. El repunte de los precios de la vivienda ha hecho que si en 1995, el gasto en vivienda se llevaba la cuarta parte del gasto total de las clases medias (24% en España y 25% en la OCDE), en 2015 se lleva ya casi un tercio del gasto total (33% en España y 32% en la OCDE). Eso se traduce en un mayor esfuerzo para comprar un piso: si en 1995 suponía 7,4 años de ingresos, en 2015 suponía ya 10,2 años de media, según la OCDE. Lo mismo pasa con la educación: las familias de clase media han disparado su gasto en los estudios y másteres de sus hijos. Y también se gastan más en sanidad privada, como complemento del deterioro de la sanidad pública.

El resultado de este doble efecto (menos ingresos y más gastos) es que muchas familias de clase media tienen problemas para llegar a fin de mes, aunque la mayoría tengan 2 sueldos: en 24 de los 36 paises de la OCDE, 1 de cada 2 hogares de clase media tienen dificultades económicas (y son 2 de cada 3 en el sur de Europa). Y un 40% de los hogares de clase media no pueden hacer frente a “imprevistos”, lo que les obliga a endeudarse cada año más. Y todo esto lleva a que muchas familias de clase media se hayan “despeñado” a la clase baja entre 2007 y 2015: 1 de cada 7 hogares de clase media (14%) en la OCDE y el 20% en España, según el informe de la OCDE.

Ante este panorama, la clase media que todavía se sigue considerando como tal (aunque muchos, por sus ingresos, no lo sean) contempla el futuro con mucho pesimismo, sobre todo por sus hijos: un 60% de los padres occidentales temen que sus hijos vivan peor que ellos (y un 70% en Francia, Italia y Grecia), según una Encuesta de la OCDE hecha en 2018. Y es que la crisis, la globalización y el reto tecnológico han acrecentado la desigualdad y bloquean “el ascensor social”, la posibilidad de que los hijos vivan mejor que sus padres. Así, ahora hay menos “movilidad social” y el 60% de la población más pobre está atascada en su escalón social y  no puede mejorar, según la OCDE. Y los niños occidentales nacidos en familias con bajos ingresos tardarán 4,5 generaciones en pasar a ser clase media, mientras en España serían 4 generaciones, 2 en Dinamarca, 3 generaciones en Finlandia o Suecia y 6 generaciones en Alemania o Francia, según el estudio  “¿A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility”, de la OCDE (2018).

Así que el futuro de la clase media y sus hijos parece muy problemático. Y sobre todo por la enorme incertidumbre que se cierne sobre el futuro del empleo. Si ya en los últimos 20 años, la clase media ha visto cómo subía la exigencia sobre su trabajo (si en 1995, un 33% de sus empleos eran altamente cualificados, en 2015 lo eran el 48%), ahora, el gran riesgo es que una parte de sus empleos desaparezcan con la tecnología y la automatización, que van a penalizar más a la clase media. Así, un 18% de los empleos (1 de cada 6 empleos)  de los actuales trabajadores de clase media están en peligro en la OCDE, frente al 11% de los empleos de clase alta y el 22% de los empleos de los más pobres. Y en el caso de España, el riesgo es mayor, según la OCDE: pueden desaparecer el 24% de los empleos de la clase media (1 de cada 4 empleos), frente al 15% en riesgo de los trabajadores ricos y el 29% de los trabajadores de clase baja. Con ello, España es el tercer país con más riesgo de empleo futuro para la clase media, tras Eslovenia y Eslovaquia. Las mayores pérdidas de empleos se darán en operarios, administrativos, comerciales y servicios, según la OCDE.

Así que el futuro se vislumbra preocupante para la clase media, “un barco que navega en aguas turbulentas”, según dice el informe de la OCDE. Y esto supone un gran riesgo económico y político para el mundo, porque la clase media ha sido y es un elemento clave para el crecimiento económico (consumo, ahorro, inversión, capital humano) y la estabilidad política. Ahora, alerta la OCDE, su deterioro provoca sentimientos de “vulnerabilidad, incertidumbre y ansiedad”, que promueven “nuevas formas de nacionalismo, aislamiento, proteccionismo y populismos”, que desafían a las instituciones y a la democracia (Trump, Bolsonaro, Brexit…) y debilitan la recuperación (menos clase media son menos ingresos fiscales y cotizaciones, con un deterioro del Estado del Bienestar y las pensiones).

La OCDE advierte a los Gobiernos que el deterioro de la clase media les obliga a  afrontar 3 retos, para que estas familias dejen de pensar que el sistema es injusto (porque ellos contribuyen más que los demás y reciben menos), que su modo de vida (vivienda, educación, sanidad, estatus) es insostenible y no teman por su futuro, ante la incertidumbre del empleo. Para conseguirlo, la OCDE plantea medidas en tres frentes: mejorar los impuestos y las ayudas sociales (para que sean más progresivos y compensen más a la clase media), ofrecer un mejor acceso a la vivienda (con más oferta de viviendas públicas y ayudas al alquiler y a la compra, bonificando intereses y dando garantías), a la sanidad y a la educación y luchar contra la vulnerabilidad del empleo, con más formación, más protección social  y una combinación de flexibilidad y seguridad en el trabajo. Y añaden que “los Gobiernos tienen muchas herramientas para atajar los problemas de la clase media”.

En España, hay que trasladar estas recetas al próximo Gobierno, que debería promover y pactar un Plan de apoyo a la clase media, asentado en 4 medidas. Una, reforma fiscal, para reducir la desigualdad y gravar más a los que más tienen. Dos, ampliar y reformar las ayudas sociales, que son pequeñas y poco eficaces, según nos ha dicho la OCDE. Tres, mejorar el Estado del Bienestar (sanidad, educación y dependencia) y el acceso a la vivienda de la clase media, sobre todo de los jóvenes. Y cuatro, una reconversión a fondo de la enseñanza y la formación de jóvenes y adultos, para adaptarse a los empleos futuros.

En definitiva, perdemos clase media porque cada año hay más ricos que tienen más y más pobres que sobreviven a duras penas. Y esto crea “un mal clima social” que provoca el desinterés por la política y los extremismos y populismos, atacando las bases de la democracia y la construcción europea. Por eso, la advertencia de la OCDE: ojo a seguir perdiendo clase media, es un gran riesgo para la economía y la estabilidad política. Tomen medidas.

lunes, 30 de abril de 2018

Máquinas : 1 de cada 3 empleos peligran


Mañana es el 1º de mayo, un gran “puente” antes que una jornada reivindicativa, a pesar de que el trabajo es más escaso, precario y peor pagado que nunca. Y tampoco nos preocupa mucho el trabajo futuro, aunque podría ser peor: las máquinas inteligentes pueden quitar muchos trabajos que hoy hacen las personas. España es el 8º país que más empleos perderá con la Cuarta Revolución Industrial, hasta un 36% de los empleos actuales (casi 7 millones). Y no sólo se perderán empleos, sino que aumentará la precariedad de los menos formados, en beneficio de una minoría de trabajadores superpreparados, la élite de la digitalización. No vale con lamentarse ante las máquinas inteligentes, habría que prepararse, como hacen otros países: más formación, cambio drástico de la enseñanza, regulación de los nuevos empleos y redes y una mayor redistribución social, para que los que acaben al margen de esta revolución tecnológica no se queden “tirados”. Pero nuestros dirigentes están a otras cosas.


enrique ortega

Estamos en la antesala de “la Cuarta Revolución Industrial” (ver vídeo). La Primera revolución industrial se produjo a finales del siglo XVIII, entre 1768 y 1830, con la máquina de vapor y el ferrocarril, provocando el pánico entre los obreros que temían que los telares les quitaran su trabajo. La Segunda Revolución Industrial se produjo a finales del siglo XIX, a partir de 1881, con la introducción de la electricidad y el petróleo, seguida del telégrafo, el teléfono y la producción en cadena (1908). La Tercera Revolución Industrial se produjo a mediados del siglo XX, a finales de la década de los 50 y en los 60 y 70, con la llegada de la electrónica, la informática y las telecomunicaciones.  Y ahora estamos en los albores de la Cuarta Revolución Industrial, que madurará a mediados de este siglo XXI, basada en la combinación de máquinas y procesos digitales a través del Internet de las cosas.

Es lo que también se llama Industria 4.0 (ver clásico libro de Klaus Schwab). No se trata sólo de incorporar máquinas a los procesos productivos (los robots llevan ya décadas entre nosotros).Lo novedoso es combinar nuevas herramientas que están despuntando en los últimos años: procesos digitales, análisis de datos, sensores, tecnología digital, robots, comunicaciones, nanotecnología, biotecnología, drones, impresoras 4D, Internet de las cosas, redes y, sobre todo, inteligencia artificial (que las máquinas puedan “pensar” y comportarse como humanos y hasta mejor). Todo ello, interrelacionado, podría crear redes inteligentes que dirigieran los procesos y se controlaran a sí mismas, con mínima participación humana.

Puede parecer “ciencia ficción”, pero cada día aparecen avances que muestran que esta Cuarta Revolución industrial avanza muy rápido y es imparable. Y por eso, ya hay numerosos estudios que alertan de su negativo efecto sobre el empleo del futuro. En enero de 2016, el Foro Económico Mundial publicaba en Davos su estudio “The Future of Jobs”, donde estimaba que, con la Cuarta Revolución Industrial, se perderían 5 millones de empleos en 15 países industrializados sólo para 2020. Y, lo más importante: que el 35% de los empleos y las competencias que se exigen iban a “cambiar de modo significativo” para 2020. Poco después, en junio de 2016, un estudio de la OCDE alertaba de que Occidente iba a perder “el 9% de sus empleos con la automatización”, revelando que España iba a ser el tercer país más afectado (11,8% empleos perdidos), tras Alemania y Austria (12%). Y hace poco, en abril de 2018, la misma OCDE estimaba que “se van a perder el 15% de los empleos actuales en diez años” (el 20% en España) y que un tercio de todos los empleos (el 32%) van a verse sometidos a “cambios considerables”.

Los cambios están ya ahí y se notarán mucho más para 2030, según todos los expertos. En un par de años, para 2020, la automatización digital se llevará por delante un 3% de los empleos en España (y entre el 1 y el 4% en el mundo), 570.000 puestos de trabajo, según un estudio de la consultora PwC “¿Robarán los robots nuestros empleos”?, publicado en febrero de 2018. Para 2025, la pérdida de empleo en España será del 21% (4 millones de empleos). Y para 2030, cuando la Cuarta Revolución Industrial esté más avanzada, se habrían perdido ya el 34% de los empleos (6,5 millones). El estudio, realizado en 27 países industrializados (incluidos Rusia y Singapur), señala que España será el 8º país más afectado por la automatización digital, por detrás de Eslovaquia (44% empleos en riesgo), Eslovenia y Lituania (42%), República Checa (40%), Italia (39%), EEUU (38%) y Alemania (37%). Y los que menos, los países del norte de Europa (22% Finlandia, 25% Suecia y Noruega, 30% Dinamarca), Rusia (25%), Singapur (26%), Japón (24%) y Corea del Sur (22% empleo en riesgo).

Los sectores que perderán más empleo, según este estudio de PwC, serán el transporte, la logística y la industria (entre el 42 y el 52%) y los que menos la educación (85), con la alimentación y la distribución en medio (-34% empleo). Y la pérdida de empleo con la automatización será mayor entre los hombres (39%) que entre las mujeres (28%), porque trabajan más en la educación, la sanidad y los servicios. Y perderán más el empleo los trabajadores poco formados (44% empleos en riesgo), menos los medio formados (-39% y poco los trabajadores con alta formación (-14%).

En marzo de 2018 se ha publicado el estudio más detallado sobre los efectos de la automatización en España, elaborado por BBVA Research y la Universidad de Valencia (Ivie), a partir de los datos de la EPA. Y la conclusión coincide con el informe de PwC: en España están en riesgo por la Cuarta Revolución Industrial el 36% de los empleos, casi 7 millones. El estudio señala los sectores más vulnerables a la sustitución de trabajadores por procesos digitales mecanizados: trabajos administrativos, ventas y servicios, transportes, agricultura, industria, comercio, hostelería, finanzas e inmobiliarias. Y los que menos empleo van a perder son la educación, la sanidad, los servicios sociales, la energía, las TIC y actividades científico-técnicas, además de la Administración pública. En cuanto a los trabajadores más vulnerables, este estudio señala los asalariados sin responsabilidad y con tareas rutinarias, los menos formados y los que peor dominan el teletrabajo y las nuevas tecnologías, salvándose mejor los más formados y los que tienen puestos de trabajo de responsabilidad. Todo esto será más importante que el sexo, la edad o el tipo de contrato, que también contarán: las mujeres saldrán mejor paradas, los jóvenes peor (hasta los 27 años) y también los mayores de 55 años, los que tienen contratos precarios y los inmigrantes, más los que trabajan en pymes.

Los distintos estudios son unánimes: la Cuarta Revolución Industrial provocará la pérdida de empleo, desde ya y más en 2030 y después. Pero también creará nuevos empleos, muchos todavía hoy inexistentes. El problema es que resulta difícil estimar cuántos nuevos empleos se van a crear con la economía 4.0 y qué empleos serán. El principal temor es que esta Cuarta Revolución Industrial va a un ritmo frenético y se pueden perder empleos con tal velocidad que no dé tiempo a reciclar a los trabajadores para que consigan otros. Dos ejemplos. Hace unas décadas se decía que las máquinas no iban a ser capaces de competir con los humanos. Pero en mayo de 1997, un ordenador, el Deep Blue de IBM, derrotó al campeón mundial de ajedrez Kasparov. Otro caso. En el año 2000, un estudio de la Universidad de Harvard citaba el automóvil como uno de los sectores que tardarían más en ser dirigidos por máquinas. Y sin embargo, el coche autónomo ya es casi una realidad.

Así que puede parecer que hay trabajos que “nunca” van a poder hacer las máquinas y luego resulte posible en muy poco tiempo. Y sobre todo, el ritmo de las investigaciones hace que sea difícil programar los trabajos del futuro en las Universidades de hoy, lo que hace muy vulnerables a los trabajadores actuales (que no saben cómo formarse), sobre todo a los jóvenes que van a trabajar en 2030. Eso sí, está claro que esta Cuarta Revolución Industrial va a exigir formarse en las carreras llamadas STEM (siglas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, en inglés) más biotecnología, análisis de datos, programación y digitalización. Y que los trabajos del futuro requerirán una “formación permanente”.

La Cuarta Revolución Industrial no sólo va a provocar una pérdida de empleos actuales y la creación de otros nuevos, sino que va a aumentar las desigualdades entre los trabajadores, según los expertos. Porque habrá una mayoría de trabajadores poco formados, que harán trabajos poco especializados y en riesgo (mal pagados), y una minoría de trabajadores “superespecializados”, los que alimentarán a las máquinas y programarán los procesos digitales, que disfrutarán de los mejores empleos y salarios. Eso provocará además importantes migraciones laborales” hacia las regiones y ciudades que sean líderes de la Economía 4.0. Y podrían estar en una parte de EEUU y Asia, sobre todo en China: actualmente ya, 9 de las 15 ciudades económicamente más importantes del mundo están en China (en Europa, sólo Londres figura en este ranking).

Hay otro tema de fondo que provocará la Cuarta Revolución Industrial, el “darwinismo tecnológico”: quien no se adapte a las nuevas tecnologías, a los nuevos procesos, y quede fuera de las grandes redes que controlarán el mundo, quedará al margen laboral y socialmente. Si los humanos, durante miles de años, han sido necesarios para la economía y para la guerra, ahora, con las máquinas haciendo muchos de sus trabajos, “perderán valor”. Esa amplia masa de trabajadores que no se adapten será “la clase inútil”, como les llama Yavul Noah Harari, el autor del extraordinario libro “Sapiens”, en su segundo libro sobre el futuro, Homo Deus” (muy recomendable), donde plantea el problema de una futura sociedad donde unas élites humanas (incluso mejoradas genéticamente y con aditamentos digitales incorporados) podrían dominar sobre la gran masa de la población y las instituciones económicas y políticas. La cuestión que plantea es clave: qué ocurrirá con los humanos cuando manden los algoritmos y las grandes redes inteligentes (uno o varios Googles superpoderosos") controlen la economía, el mundo y nuestras vidas.

Mientras esto llega  o no (la mayoría no lo veremos), resulta más importante afrontar lo más inmediato, esa pérdida de un tercio del empleo en sólo 12 años. Hay países que llevan ya varios años preparándose, sobre todo Alemania, que trabaja en la Industria 4.0 desde 2011, con la colaboración del Gobierno y sus multinacionales. Y lo mismo Estados Unidos, Japón, Reino Unido, los países nórdicos, Corea del Sur, Singapur y China, que puso en marcha un plan para digitalizar sus industrias básicas ya en 2008. De hecho, los expertos de Google han advertido que China superará a EEUU en inteligencia artificial para 2025.

Entre tanto, España sigue con su retraso digital y sin invertir en Ciencia, a pesar de las advertencias internacionales. Un informe de la Comisión Europea sitúa a España en el pelotón de cola de la Industria 4.0, entre los países que llama “titubeantes”, junto a Italia, Portugal, Polonia, Estonia, Croacia y Bulgaria. Y la OCDE critica que falten iniciativas de empresas punteras en economía digital, en automatización e inteligencia artificial, por falta de apoyo público y de inversión privada (capital riesgo), como se da en USA, Asia y parte de Europa. Y además, añade el informe de BBVA Research e Ivie, un tercio de los jóvenes españoles “no están preparados para los retos de la transformación digital”.

España tiene que “ponerse las pilas” y sumarse a los países que afrontan los retos de la Cuarta Revolución Industrial”, para que sea una oportunidad de futuro no sólo un riesgo. Habría que crear una Comisión oficial, como ha hecho Theresa May en Reino Unido, para estudiar el futuro del trabajo y las medidas a tomar. Por un lado, aprobar un Plan de modernización digital con presupuesto y medios (no la inútil Agenda Digital aprobada en 2013), con participación pública y de las empresas privadas. Por otro, resulta clave actuar en tres frentes, como propone el informe de BBVA Research e Ivie. Uno, el educativo: reformar a fondo las enseñanzas universitarias, para enseñar los empleos del futuro, reformando toda la formación de parados y ocupados, para reciclarlos a fondo. Otro frente es la regulación del mercado laboral, para adaptarlo a un tipo de trabajo distinto, más flexible pero que debe ser regulado (caso de las plataformas de servicios hoy), asegurando derechos frente al todo poderoso mundo digital. Y el tercero, la protección social y la redistribución: muchos van a quedar por el camino y eso obliga a ayudarles desde el Estado (renta básica), que debe resolver el problema de recaudar más con menos empleos. Y eso plantea también un dilema a la supervivencia de las pensiones y el Estado del bienestar en el futuro.

El futuro asusta a cualquiera, pero más si no se prepara. No podemos ir contra las máquinas inteligentes, como los obreros no podían ir contra los telares y las cadenas de montaje. Hay que intentar sacar lo más positivo posible de la tecnología y que mejore el mundo y nuestras vidas, no lo destruya. Pero eso exige reciclarse, adaptarse, como personas y como país. Otros lo están empezando a hacer y España no. Corremos el riesgo de perder este tren y quedar en el pelotón de países de segunda fila, que no protagonicen el futuro. Pero también en esto, nuestros políticos están al margen. Y los sindicatos y la mayoría de empresas y trabajadores. Urge afrontarlo.