El jueves pasado se conoció otro dato preocupante de la
economía: las exportaciones españolas
“pincharon”
en 2018, al reducirse un 0,1%en
volumen, algo que no pasaba desde 2009, por las menores ventas fuera de coches,
aceite, ropa, calzado, motores, máquinas y electrónica. Y como las compras al extranjero crecen mucho más
que nuestras ventas (por la energía), el déficit comercial subió un 36,8%. Este
“agujero”
comercial significa que estamos
creando riqueza y empleo en China, Turquía, Arabia Saudí, Nigeria, Argelia, EEUU
o Latinoamérica, no en España. Y por eso, las exportaciones restaron un
0,4% de crecimiento a la economía en
2018, lo que no sucedía desde 2015.
Y se perdió empleo en la industria. En
2019, las exportaciones volverán a restar crecimiento y empleo. Urge aprobar
un
Plan de choque para reanimar las exportaciones, porque de ellas depende un tercio de la recuperación y más
del 10% del empleo en España. Otro tema clave del que no se habla, pero que nos afecta mucho a todos. Lean por qué.
En 2018, la economía españolacreció algo menos: un 2,5%,
frente al 3% de 2017, según el INE.
Y eso se debió a las exportaciones,
que “restaron” un 0,4% de crecimiento,
porque lo que creció la economía se debió al consumo interno de los españoles,
nada al exterior. Y esto no es lo que
pasaba antes. Conla crisis,
desde 2009, las exportaciones han sido el motor que tiraba de la economía, creciendo mucho (+16,8% en 2010, +15,2% en 2011, +5,1% en
2012 y +4,3% en 2013) y compensando en parte la caída del consumo
interno. O sea, que la recesión de 2009 a 2013 hubiera sido mucho más
grave si no nos hubieran ayudado las exportaciones, si muchas empresas no se
hubieran lanzado a vender en otros paises, para mantener parte de sus negocios
y empleos.
En 2014 y 2015,
las exportaciones pincharon un poco, pero como se recuperó el consumo interno,
España pudo finalmente crecer y salir de la recesión, aunque las exportaciones
restaron crecimiento en 2014 (-0,2% del PIB) y 2015 (-0,4%). Pero luego se
recuperaron y las exportaciones ayudaron
al fuerte crecimiento de 2016 (+0,8%
del 3,2% que se creció) y 2017 (+0,1% del 3%). Pero en 2018, restaron -0,4% a un crecimiento del
2,5%, según el INE. Y este año 2019, la previsión del Gobierno es que la economía
crezca un 2,2% y que todo el crecimiento sea por la actividad interna, porque las exportaciones restarán otro -0,1% al crecimiento de 2019.
¿Qué ha pasado?
Pues que las ventas de España al exterior, las
exportaciones, han “pinchado” en 2018, debido al escaso crecimiento económico de nuestros clientes
europeos (sobre todo Alemania e Italia) y a la crisis en el comercio mundial, por las tensiones proteccionistas desatadas por Trump. Y el resultado se ve
en los datos de 2018: las exportaciones españolas fueron de 285.023 millones de euros, un récord histórico, pero sólo
aumentaron un 2,9%, el menor
crecimiento desde 2014 (+2%) y muy por debajo de lo que crecieron el año pasado
las exportaciones en Europa(+4,5%), la zona euro (+4,4%), Reino
Unido (+5,9%), Francia (+3,8%), Italia y Alemania (+3%), según los datos de comercio exterior. Y si descontamos la subida de los precios
de exportación (+3%), el resultado es que nuestras exportaciones han caído en volumen (Tm), un -0.1%, algo que no pasaba desde
2009.
Las ventas al
exterior que cayeron en 2018 fueron, sobre todo, de coches y motos (-4,1%), pero también de
aceites (-13,1%), tabaco (-5,6%),
productos cárnicos (-1,2%) y azúcar (-0,2%), motores (-34,6%), buques
(32,7%), aparatos de precisión (-6,1%), máquinas de datos (-4,4%), electrónica de consumo (-8,4%), ropa (-0,2%) y calzado (-0,4%). Por paises, cayeron nuestras ventas a Alemania (-0,6%) y a Turquía (-13,9%), estancándose las
exportaciones al Reino Unido (+0,1%).
Y por autonomías, cayeron las exportaciones de Madrid (-1,1), Castilla y León
(-2,1%) y Aragón (-0,9%) y se estancaron las de la mayoría restante, salvo los fuertes
crecimientos de Navarra (+12,7%), Cantabria (+11,2%) y Canarias (+9,8%).
La otra cara del
problema es que no sólo se han
frenado las exportaciones sino que a la vez se han disparado las importaciones, lo que compramos fuera: crecieron un
5,6% (frente al 2,9% que aumentaron las exportaciones), el 4º mayor aumento de la década, sobre todo por elaumento de las
importaciones de fuera de Europa (+ 8,4%), por el fuerte crecimiento de las
importaciones de petróleo (+22,3%), gas natural (+10,6%), metales (+11,2%),
hierro (+13,6%), equipos de telecomunicaciones (+15,5%), material de transporte
ferroviario (+45,1%), equipos de oficina (+10,1%) y coches (+5,7%).
Al final, el resultado de que crezcan mucho más las importaciones que las exportaciones (como también
pasó en 2017) es que el déficit comercial
(importaciones-exportaciones) se ha
disparado, creciendo un +36,8% y
alcanzando los 33.840 millones de euros,
el mayor “agujero” desde 2011 (-47.910 millones de euros). Se ha reducido el superávit comercial
que España tiene con Europa (+13.285
millones), con la UE (+15.484) y con
los 19paises del euro (8.444) y a la vez se ha agravado el déficit
comercial que España tiene con
el resto del mundo: con Asia (-39.963
millones de euros, +14,5%), especialmente con China (-20.632 millones, +6,3%) y
Oriente Medio (-2.549 millones, +1.346%), con África (- 9.173 millones, +42,5%), por Nigeria (-5.350 millones de
déficit, +30,3%) y Argelia (-1.390 millones, -27,1%), con Latinoamérica (-2.791 millones de déficit comercial, +60,2%), por
Brasil (-2.410 millones, +55%) y Perú (-1.155 millones, -11,7%) y EEUU (-360 millones de déficit,
-73,5%).
Con este déficit comercial (-33.840 millones de euros, el 2,80% del PIB), España
es el tercer país europeocon un
mayor “agujero” comercial, tras Reino
Unido (-160.200 millones de euros de déficit, el 6,8% de su PIB) y Francia (-77.500 millones de déficit,
el 3,34% de su PIB), seguidos de Grecia
(-21.700 millones), Portugal (-17.100
millones) y Rumania (-15.400
millones), según Eurostat. Un dato muy preocupante,
porque significa que España está creando
riqueza y empleo fuera, en China,
Oriente Medio, Turquía (-2.183 millones de déficit), Nigeria o Argelia, Brasil,
Perú o Estados Unidos, no en España. Por eso son tan importantes las exportaciones: los paises más exportadorescrean riqueza y empleo dentro del país vendiendo
mucho a otros paises. Es el caso de Alemania (+232.800 millones de superávit
comercial en 2018), Holanda (+65.700 millones), Irlanda (+50.000 millones),
Italia (+39.800 millones), República Checa (+13.800 millones) y Bélgica
(+13.800 millones), los paises europeos con superávit comercial, junto a
Hungría, Eslovaquia, Eslovenia y Dinamarca, según Eurostat (datos 2018).
Así que España
está en
el pódium de paises europeos
donde menos crecen las exportaciones
y que tienen un mayor “agujero” comercial. Y eso afecta muy negativamente ala industria, que ha entrado en recesión en 2018y
pierde empleo (por primera vez desde 2012), debido a que exporta hasta un
80% de su producción. Pero además, el pinchazo de las exportaciones reduce el crecimiento global de la economía
(un -0,4% en 2018, como hemos visto) y va
a frenar la creación de empleo, porque las exportaciones mantienen 2,1millones de empleos en España, más
del 10% del empleo total. Y son especialmente claves en la economía y
el empleo de las regiones más
exportadoras: Cataluña (aporta
el 25,1% de todas las exportaciones españolas), Andalucía (11,4% del total),
Madrid y Comunidad Valenciana
(aportan cada una el 10,6%) y Galicia
(8% de las exportaciones), las 5
autonomías que se ven más afectadas por este “pinchazo” exportador.
Así que estamos ante un
problema serio para nuestra economía y empleo, aunque los medios y los
políticos apenas lo mencionen.Y todo
apunta a que va a ir a peor en 2019, porque nuestros clientes europeos (Alemania,
el 2º, Italia, el 3º, y Reino Unido, el 5º) van a crecer muy poco este año y nos comprarán menos. Y vender en el resto del mundo será complicado, porque también
crecerán menos y hay temor a que se agraven las tensiones proteccionistas, si
finalmente EEUU y China no pactan un acuerdo sobre aranceles, tras una nueva tregua acordada el domingo 24 de febrero. Y nuestro déficit comercial
podría volver a dispararse este año si el petróleo y el gas siguen encareciéndose,
como en las últimas semanas. Por todo ello, la previsión es que las exportaciones vuelvan a restar crecimiento
a España en 2019 (-0,1%) y que se vuelva a perder empleo en las
industrias que más dependen de fuera, como el automóvil.
Ante esta situación, urge
un Plan de choquepara reanimar las
exportaciones, aunque no parece posible que haya un Gobierno que pueda
afrontarlo hasta junio (medio año perdido). Pero habría que tomar medidas a corto plazo para ayudar a los exportadores: financiación
suficiente para exportar (créditos y avales), ayudas fiscales, asesoramiento e
información (más oficinas comerciales en el exterior) y más recursos públicos para el ICEX
(Instituto de Comercio Exterior), cuyo presupuesto se ha recortado a la tercera
parte desde 2007), para reforzar a los sectores que más han frenado sus
exportaciones (el automóvil, la industria agroalimentaria, la maquinaria, la
electrónica de consumo, el textil y el calzado). Y hacer campañas entre las pymes para ayudarles a exportar, porque de los
3,3 millones de empresas españolas, sólo 50.000
empresas exportan habitualmente, según las estadísticas oficiales.
A medio plazo, de aquí
a 20 años, España debería aspirar a
ser un país con superávit comercial, que exporte más de lo que importe, lo
que sería reflejo de un país más competitivoy que crea más riqueza y empleo, como hacen los paises europeos
punteros. Eso obliga a actuar en 2
frentes. Por un lado, hacer una
reconversión energética de la economía, para que la factura de la energía que importamos (47.713 millones de euros
en 2018) sea mucho menor, porque no dependamos tanto del petróleo, el gas y el
carbón. Y por otro, reestructurar la exportación española, para que esté menos concentrada que ahora.
Primero, conseguir que
exporten más sectores, porque ahora, un 40% de las ventas están
concentradas en automóviles (15,6%), alimentación (16,1) y ropa, calzado y
juguetes (10%). Segundo, ampliar el mapa mundial de clientes, porque el 71,3% de las exportaciones van a
Europa. Y tercero, conseguir quemás
empresas y regiones que exporten, porque ahora, casi la mitad de la exportación se concentra en Cataluña, Andalucía,
Valencia y Madrid.
El gran reto exportador de España es conseguir
exportar más de otros productos con más valor y tecnología, a más paises de fuera de Europa y que exporten
muchas más empresas de todas las regiones de España. Casi nada. Pero de
ello depende en gran medida que seamos un país con más riqueza y empleo, como
Alemania, Holanda, Irlanda, Italia, Chequia o Bélgica, los grandes exportadores
europeos. No basta con “tirar los sueldos”, intentar ser “la China de Europa”, para
competir en el mundo. Hay que modernizar
la economía, mejorar la productividad de las empresas, incorporar la
innovación, la tecnología y la calidad a los productos “made in Spain”.
Sólo así venderemos más fuera, la clave para ser más ricos y tener más empleo
dentro. Por eso hay que “mimar” a las exportaciones. Pero nadie habla de ello.
Esto no “vende” noticias ni gana votos. Sigan con Cataluña…
Muchos españoles
se quedan sin ayudas y se perderán inversiones al no aprobarse los Presupuestos 2019. Y 31
Leyes quedan sin aprobarse. Pero el Gobierno
Sánchez quiere aprobar en su último Consejo varios decretos
Leyes : subsidio para 114.000 parados
mayores de 52 años, pago de cotizaciones a 180.000 cuidadoras de dependientes o ampliación
del permiso de paternidad de 5 a 8 semanas. Y medidas de igualdad laboral entre hombres y mujeres, más algunoscambiosurgentesen la reforma laboral.E incluso, la revalorización de pensiones con el IPC o reformas en alquileres. También pretende aprobar algunas Leyes antes del
cierre del Parlamento (5 marzo). Pero como ha aprobado gastos y no más ingresos, deja como “herencia” un agujero de 8.000 millones (mínimo). Así que el futuro Gobierno, o consigue más ingresos o tendrá que hacer más recortes. Y tanto PP como Ciudadanosprometen bajar impuestos, con lo que
la tijera sería mayor. Mientras,
quedan pendienteslos grandes problemas: paro, pensiones, sanidad, educación, vivienda, cambio climático, pobreza y desigualdad, tecnología o modernización del país. Retos
mucho más importantes que Cataluña.
El Gobierno Sánchez,
con sólo 84 diputados, ha echado mano del
decreto-ley para gobernar estos 8 meses: han sido 25 decretos-leyes aprobados en Consejo de ministros y luego todos convalidados
en el Congreso, salvo el de alquileres, rechazado por Podemos. El decreto-ley está limitado por la Constitucióna casos de “extrema y urgente necesidad”,
pero ha sido un instrumento muy utilizado en los últimos años, más por Aznar y Rajoy que por Sánchez. Primero fue José María Aznar, que en su primera Legislatura
(1996-2000), sin mayoría absoluta, aprobó 85
decretos-leyes, un 32,95% de sus 173 Leyes. Pero le ganó Mariano Rajoy, que en su primera Legislatura (2012-2016), aprobó el 33,8% de sus Leyes por decreto-Ley
(y eso que tenía mayoría absoluta): fueron en total 76 decretos-leyes, entre ellos 15 de las 16 primeras Leyes que aprobó (143
en total). Sólo en julio de 2014, el Gobierno Rajoy aprobó un “macrodecreto”
Ley que modificó 26 importantes Leyes, entre ellas el IRPF o la Ley de
Empleo. En su segunda Legislatura (octubre 2016-mayo 2018), Rajoy sólo aprobó 16 decretos-Leyes y otros 9 proyectos de Ley, la mayoría por obligada trasposición de
Directivas europeas.
El Gobierno Sánchez
ha justificado su apelación a gobernar por decreto-Ley al “filibusterismo” parlamentario del PP y Ciudadanos, que han utilizado su mayoría en
la Mesa del Congreso (5 de 9 miembros) para torpedear la aprobación de las Leyes
enviadas al Parlamento. La estrategia, denuncian, ha sido la ampliación
sistemática e indefinida de los plazos para presentar enmiendas. Un
ejemplo es la Ley para reformar el Código
Penal, para reducir las penas a los piquetes de huelga (como exigen los
sindicatos): no se aprueba porque PP y Ciudadanos han conseguido ampliar los plazos de enmiendas…hasta 59 veces. Con este sistema y
otras maniobras en las Comisiones, la oposición de PP y Ciudadanos ha bloqueado muchas de las 13 Leyesaprobadas por el Gobierno Sánchez y sus
25 decretos-leyes, convalidados por
el Congreso pero luego muchos tramitados como proyectos de Ley.
Ahora, el Gobierno
Sánchez intenta que algunas de estas
31 Leyes pendientes (ver listado) se aprueben en el Congreso antes
del 5 de marzo, fecha de disolución de las Cortes. El pasado jueves 21 de
febrero, el Pleno aprobó la Ley Hipotecaria, una trasposición de una Directiva Europea que debería
haberse aprobado hace casi 3 años, en marzo de 2016. Pero el Gobierno Rajoy fue
retrasando su aprobación, que incluye nuevas obligaciones para la banca y mayor
protección para los hipotecados (en materia de reclamaciones, embargos y
desahucios), además de una nueva regulación de las clausulas suelo y la
asunción por la banca de todos los gastos hipotecarios (salvo la tasación), dos
cambios introducidos por el Gobierno. De no aprobarse in extremis, Bruselas
podría multar a España con 100.000 euros
diarios.
Otras tres Leyes aprobadas en el Pleno del pasado jueves fueron la modificación de la Ley de Propiedad
Intelectual (incluye más control de las sociedades de gestión, como la
SGAE, y más medidas contra la piratería y cierre de Webs), otra Ley obligada
para trasponer una Directiva europea, la mejora
de la situación de orfandad de los hijos de mujeres víctimas de violencia de
género (pasarán de cobrar 140 euros a 600) y una Ley
para mejorar las condiciones de los profesores en la enseñanza no universitaria
(volver a los alumnos por clase y régimen de sustituciones anteriores a los
recortes de la Ley Wert). Y también se aprobó la convalidación de decreto-ley de medidas urgentes para paliar los daños de inundaciones y catástrofes.
Para el próximo
jueves 28 de febrero, el último
Pleno del Congreso, el Gobierno Sánchez quiere llevar otros proyectos de Ley que estaban a punto de aprobarse, algo que intentarán
torpedear PP y Ciudadanos. Quizás
acepten incluir la aprobación de un paquete
de medidas urgentes para la Ciencia, destinadas a eliminar trabas
burocráticas y que el Gobierno aprobó el 8 de febrero. Y quizás el Gobierno
Sánchez intente convalidar algunas de las 5 medidas pactadas con las asociaciones de autónomos
el 26 de diciembre de 2018, que necesitan ser aprobadas por el Congreso para
que beneficien a 3,3 millones de autónomos: mejorar el paro y las bajas de los
autónomos, cotizaciones por ingresos reales, que no paguen el IVA hasta que
cobren las facturas, acabar con los falsos autónomos y mejorar sus pensiones. El Gobierno Sánchez sólo enviará al Pleno temas que cuenten con el apoyo seguro de Podemos y nacionalistas.
Pero la mayoría de las 31 Leyes pendientes (casi todas aprobadas por el Gobierno Sánchez) se
quedarán sin aprobar en el Congreso, a la espera del nuevo Parlamento. Y muchas son importantes y afectan a muchos españoles. Como la Ley de Seguridad Ciudadana (o “Ley Mordaza”) o la Ley del voto rogado (para facilitar el voto emigrante), la Ley de Eutanasia (bloqueada por PP y Ciudadanos, que han aprobado
23 prorrogas para presentar enmiendas), la Ley
de Cuidados paliativos (pendiente del Senado), la Ley de prevención del suicidio, la Ley contra las “pseudociencias”, la nueva regulación de las
especialidades médicas, la nueva Ley de
Industria, la regulación del contrato de relevo, la creación de la Autoridad de protección del cliente
financiero o la Autoridad de supervisión macro prudencial, el organismo que
debe vigilar y avisarnos si viene otra crisis. O el proyecto de nueva Ley de Educación aprobado por el Gobierno Sánchez el 15 de febrero. Y dos
Leyes que ha aprobado el último Consejo de Ministros del 22 de febrero, porque
las exigía Europa antes de finales de 2018: una Ley de Cambio Climático y un Plan
Nacional de Energía y Clima (España ha sido el último país UE en aprobarlo).
En paralelo, el
Gobierno Sánchez no se resiste a aprobar antes de irse algunas medidas que iban en los Presupuestos 2019 y que benefician a muchos españoles. Tratará de
aprobarlas por decreto-ley, en los
Consejos del 22 de febrero y el 1 de marzo. La primera, el seguro de paro para los que tienen entre 52 y 55 años (que les quitó Rajoy en
2013), unos 114.000 personas beneficiadas (la medida cuesta 700 millones). La
segunda, el pago de la cotización a
la Seguridad Social(que les quitó Rajoy
en 2012) a los cuidadores familiares de los dependientes, 180.000 beneficiarios, en su mayoría mujeres (315 millones).
La tercera medida, la ampliación del
permiso de paternidad de 5 a 8 semanas, que podría beneficiar a 18.000
padres (cuesta 302 millones). Y además, mañana martes 26 de febrero, negociará con sindicatos y patronalun consenso laboral para aprobar, en el próximo Consejo de Ministros, un decreto-ley para anular algunas medidas de la reforma laboral aprobada por Rajoy en 2012 y que exigen
los sindicatos: la prórroga automática indefinida de los convenios (ultraactividad), suprimir la prevalencia
del convenio de empresa sobre el de sector y la prohibición de la subcontratación,
así como el control
horario de jornada, para evitar el abuso de las horas extras (la
mayoría, sin cobrar). Incluso, el presidente Sánchez anunció el sábado que va a aprobar, en el Consejo de este viernes 1 de marzo, un decreto-ley de medidas urgentes sobre igualdad laboral entre hombres y mujeres, incluyendo la obligación a las empresas de llevar un registro salarial. Y el Gobierno no descarta negociar otro decreto de alquileres con Podemos y aprobarlo como decreto-ley antes de las elecciones.
Si finalmente el Gobierno Sánchez aprueba “in extremis”
estas medidas (u otras, como larevalorización de las pensiones con el IPC), por decreto-ley, luego
tendrá que conseguir convalidarlas en el Congreso, bien en el último Pleno
o en la Diputación Permanente, el organismo que sigue abierto, "de guardia", tras el cierre de las
Cortes el 5 de marzo, donde hay 64 miembros y la presidenta del Congreso (24 del PP, más Ana
Pastor, y 6 de Ciudadanos, lo que dejaría la convalidación en manos del PSOE,
15 votos, Podemos, con 12, Grupo mixto, 4, Ezquerra con 2 y PNV con 1). A ver quien “se retrata” y vota en contra
del seguro de paro a los mayores de 52 años, la cotización a las cuidadoras, aumentar el permiso de paternidad o la revalorización de las pensiones.
Y queda otra importante tarea pendiente: la reforma de las pensiones. La
Comisión del Pacto de Toledo, integrada por 48 diputados de todos los partidos, lleva reuniéndose más de 2 años,
desde noviembre de 2016, sin ser capaces de pactar medidas
para asegurar el futuro de las pensiones. El 19 de febrero, cuando parecía que tenían unas recomendaciones medio pactadas,se rompió el posible acuerdo, por Podemos y el PP. Y eso cuando había consenso sobre varias recomendaciones
para eliminar el déficit en 2025: revalorizar las pensiones con el IPC real, pagar
las prestaciones asistenciales con impuestos, que el jubilado pueda escoger sus
mejores años de cotización (15 ahora y 25 en 2022) y limitar la jubilación
parcial. No es mucho para afrontar
una reforma que exige conseguir más recursos (vía
cotizaciones e impuestos) y ver cómo
repartirlos para que haya para los pensionistas actuales y futuros. Así que 7 años perdidos para afrontar una reforma clave que también queda para la próxima
Legislatura.
Ahora, tras estas dos semanas contra reloj para aprobar las medidas
más urgentes, el Gobierno entra en funciones y el país se paraliza durante 2
meses de larga campaña electoral. Y hasta junio o julio no habrá nuevo
Gobierno, con lo que habremos perdido medio año para afrontar los graves problemas del país, mucho
más preocupantes para los ciudadanos que Cataluña: el empleo, las
pensiones, la sanidad, la educación, la dependencia, la pobreza y la
desigualdad, los impuestos, la vivienda, la situación de las mujeres y los
autónomos, la Ciencia, la crisis de la
industria, la energía y el cambio climático, la digitalización y la modernización
de la economía, en una Europa que apenas crece y con Brexit.Esos deberían ser los temas centrales de
la campaña electoral, no sólo el 155.
Y por encima de todo, una cuestión clave: los impuestos. Porque la no aprobación de los Presupuestos 2019 nos ha
creado un problema serio: hay una
serie de gastos que van a seguir
adelante (subida de las pensiones y sueldos de los funcionarios, algunos
gastos sociales e inversiones), pero no
se van a aprobar los nuevos ingresos quecontemplaba el Presupuesto (subida impuestos sucesiones empresas, subida
patrimonio, tasa Google, impuesto transacciones financieras), con los que el
Gobierno Sánchez esperaba ingresar 5.600 millones extras. Y por ello, el déficit público va a ser mayor del previsto: entre el 2 y el 2,4% del PIB, no
el 1,8% previsto ni el 1,3% inicial impuesto por el techo de gasto. Eso supone
que el próximo Gobierno, sea el que
sea, sólo tiene 2 opciones: o
subir esos impuestos (u otros) o no
tocar los ingresos, aplicar la tijera y recortar 8.000 millonesde euros o más. Es “la
herencia” que deja Sánchez por no haberle aprobado los Presupuestos. Lo
preocupante es que, tanto PP como
Ciudadanos se presentan a las elecciones con la bandera de “bajar impuestos”: si lo hacen, el ajuste tendrá que ser todavía mayor.
Así que lo serio sería plantear en la campaña electoral los retos que tenemos, lo
que queda por hacer: las necesidades que hay que cubrir (en empleo decente,
pensiones, Estado del Bienestar, ayudas sociales, igualdad, vivienda, tecnología, industrialización, infraestructuras, modernización de
la economía…) y decirles a los españoles que todo esto no se puede hacer sin aumentar los ingresos públicos, porque España recauda menos que Europa (82.000 millones menos cada año). Y por eso, es obligatorio subir los impuestos, no a la
mayoría, que ya pagamosbastante (trabajadores y jubilados), sino a los que pagan menos de lo que deben: grandes empresas,
multinacionales, bancos y los más ricos. Y si alguien le vende que “se puede hacer todo bajando impuestos”, no le crea: no salen las cuentas y antes o después hará nuevos recortes y le echará la
culpa a “la herencia de Sánchez”. ¿Les
suena?
Hay atasco en el cielo: cada día vuelan
más de 100.000 aviones y en 2018
viajaron en avión 4.300 millonesde pasajeros, el doble que en 2006. Lo mismo pasa en España, donde se ha batido un récord histórico de pasajerosen aeropuertos: 263,75 millones. Y no son solo turistas que vienen, sino que los
españoles usamos el avión más que el tren para viajar por España. Este “boom” aéreo viene provocado por el auge
de las compañías “low cost”, que ya transportan un tercio de los pasajeros
mundiales y más de la mitad de los
viajeros que vuelan a España. La “guerra de tarifas” sigue ahí,
provocando quiebras de compañías y muchas incomodidades a los viajeros, que las
soportan con tal de volar barato. Ahora, se espera que los vuelos se dupliquen
para 2040 y vuelen 8.000 millones de personas. Eso exigirá fuertes inversiones en infraestructuras, control de tráfico y aviones
que consuman y contaminen menos. Y evitar una “burbuja aérea” que nos estalle a todos.
En el mundo se vuela más que nunca. El 29 de
junio de 2018 se batieron todos los récords: hubo 202.157 vuelos en todo el mundo, según el portal FlightRadar24, una web
sueca donde vemos los aviones que hay volando en cada momento. Lo normal son unos 100.000 vuelos diarios y en 2018 se
volvió a batir el récord mundial de
viajeros transportados por aire: 4.800
millones, un 6,1% más que en 2017 yel doble que en 2006 (2.257 millones
de pasajeros), según las estadísticas de la Organización Internacional de Aviación Civil (OACI). De ellos, un 37%
viajaron en Europa (1.591 millones),
un 30% en Asia (el mercado que más
creció, un 14%), el 14% en Oriente Medio,
un 12% en Norteamérica, un 4% en Latinoamérica y un 3% en África. Un dato significativo es que casi
un tercio de los viajeros (1.300 millones, el 31%) volaron en vuelos de
bajo coste (“low cost”).
Los 28 paises de la
Unión Europea superaron por 2º año consecutivo los
1.000 millones de pasajeros aéreos (unos 1.100 en 2018), siendo los países
con más tráfico Reino Unido (265 millones de pasajeros), Alemania (212
millones), España (210 millones),
Francia (154 millones) e Italia (144 millones), según
Eurostat (datos 2017). Los 10 principales aeropuertos europeos fueron (en 2017) el británico Heathrow
(78 millones de pasajeros), el parisino Charles de Gaulle (69 millones), el de Ámsterdam
(68 millones), el de Frankfort (64 millones), Madrid (53 millones) y Barcelona
(47 millones), London Gatwick (45 millones), Múnich (44) y Roma (41), con Palma
de Mallorca (28 millones) en el lugar 18 del ranking.
España, el tercer país europeo con más tráfico aéreo,
batió 2 récords aéreos en 2018.
El primero, alcanzó un tercer récord
histórico consecutivo en número de
pasajeros que pasaron por los 48aeropuertos españoles: 263.753.406pasajeros, un 5,8% más que en 2017, otro año récord (249,21
millones) como 2016 (230,23 millones), superando en los tres años el volumen de
pasajeros de antes de la crisis (210,49 millones en 2007), según los datos de Aena. El mayor aeropuerto sigue siendo Madrid-Barajas (57,89 millones), que aumenta un 8,4% sus pasajeros,
pero se le acerca Barcelona-El Prat
(50,17 millones), aunque crece menos (+6,1%), seguidos de lejos por Palma de
Mallorca (29,08 millones viajeros), Málaga
(19,02 millones), Alicante (13,98 millones), Gran Canaria (13,57 millones) y Tenerife-sur (11,04 millones), el único de los grandes que pierde
viajeros (-1,8%). Luego hay 19
aeropuertos medianos (recibieron entre 1 y 10 millones de pasajeros en 2018)
y 8 pequeños (entre 100.000 y 1
millón de pasajeros), a los que siguen 14
aeropuertos “mínimos”, con menos de 62.000 pasajeros al año. Yentre ellos, hay 6 aeropuertos “medio vacíos”: Albacete (1.295 pasajeros en 2018), Huesca (1.473), Son Bonet
(2.972), Madrid-Cuatro Vientos
(3.397), Sabadell (4.540) y Córdoba
(8.255 pasajeros).
El segundo récord de
2018, junto a los pasajeros en aeropuertos, fue el de españoles que viajaron en avión dentro del país: 40,27 millones de viajeros en vuelos
interiores, dentro de la Península (16,13 millones), entre la Península y las
islas (18,79 millones) y entre islas (5,34 millones restantes). Es el mejor dato desde 2007 (41,07 millones
de viajeros en vuelos interiores) y el 2º
año consecutivo en que el avión gana al tren de largo recorrido (33,63
millones de viajeros transportados, de ellos 21,33 millones en AVE), según la última estadística del INE. Los españoles viajamos ya más en avión que en tren(aunque el ferrocarril tuvo en 2018 un récord
histórico de viajeros), algo que no pasaba durante la crisis (en 2014, el tren
tuvo 29,7 millones de viajeros y el avión 29,3 millones).
Así que doble récord de pasajeros, total y de españoles, propiciado por el nuevo récord de turistasen 2018 (82,8 millones, de los que el 82,8% llegaron por vía aérea) y por el crecimiento de la
economía y el consumo dentro de España. Y sobre todo, por el auge de las ofertas de
bajo coste, los billetes “low cost”. De todos los viajeros que llegaron a España en 2018
(91,3 millones de pasajeros internacionales), más de la mitad (el 53,7%) vinieron en vuelos “low cost”, que
crecieron un 7% (y un 1,1% los vuelos tradicionales), según las estadísticas de Turespaña. Los turistas que más llegaron a España en
vuelos “low cost” fueron los británicos
(el 32,5%), seguidos de lejos por alemanes (13,9% en vuelos low cost),
italianos (11,7%) y franceses (sólo 8,6%), que entraron sobre todo por Barcelona (24,4% viajeros low
cost), Madrid (11,3%), Málaga (11,2%) y Alicante (10,3%).
De todos los
pasajeros, extranjeros y españoles que pasaron por los aeropuertos
españoles (esos 263,75 millones en 2018), la
gran mayoría voló con Ryanair
(46,75 millones, el 17,76% del
total) y Vueling (39,38 millones, el 14,96%), que recorta distancias con la compañía irlandesa porque
aumentó sus pasajeros un 12% (frente a +6,4% Ryanair, por las huelgas del
verano y los cobros extras), según los datos de Aena. Les siguen de lejos Iberia
(19,27 millones de pasajeros, un 7,32% del mercado), Air Europa (17,35 millones, el 6,59%), la británica EasyJet (15,21 millones), Iberia
Express (9,5 millones pasajeros), Air Nostrum (líder en vuelos regionales, con 6,41
millones de pasajeros), la noruega Norwegian con base en Irlanda (8,3 millones
pasajeros), la británica Jet2.com (7,2 millones de viajeros) y Eurowings,
filial de Lufthansa (5,6 millones de pasajeros). Un Top 10 donde hay 8
compañías “low cost”. Y en el ranking de aerolíneas, las clásicas europeas con las que antes
volábamos están muy alejadas de la cabeza: en el puesto 12 Lufthansa (4,24
millones de viajeros), en 17 British (3 millones), el 22 la TAP (1,92
millones), en el 24 Swiss Air (1,72 millones), en el 26 KLM (1,61 millones), en el 27 Air
France (1,59 millones) o en el 42 Alitalia (0,85 millones)…
Este es el reparto
del mercado aéreo español en su conjunto. Pero en realidad hay
tres submercados, con líderes distintos. En los vuelos entre España y la UE (67% del tráfico aéreo), el gran líder
es Ryanair (24% mercado), seguido
muy de lejos por EasyJet (10%), Vueling (8%), Jet2.com (5%) y Eurowings (4%),
según los últimos datos del Ministerio de Fomento. Enlos
vuelos entre España y fuera de la UE (16% del tráfico total), el líder
indiscutible es Iberia (18% del
mercado), seguido de lejos por Air Europa (7%), Swiss Air (5,4%), EasyJet
(4,5%) y Vueling (4,2%). Y en los vuelos
interiores,domésticos (17% restante del tráfico aéreo), el
líder es Vueling (31% mercado),
seguido de lejos por Ryanair (15%), Air Europa (13%), Iberia (9%) e Iberia
Express (9%), según Fomento.
Al final, las ofertas “low cost”y la “guerra de
precios” constante, con paquetes y promociones por rutas y épocas, marcan
el día a día del negocio aéreo, que
tiene un gran exceso de capacidad,
con una enorme oferta de asientos en muchas fechas y trayectos y una congestión
en otras, lo que determina un tremendo vaivén de tarifas. Y una “guerra
comercial” que ya se ha cobrado el
cierre de muchas aerolíneas “low cost”: en 2017 dejaron de operar 17 aerolíneas (entre ellas Air Berlín, la británica
Monarch y Go¡ Aviation) y en 2018 han cerrado o quebrado 8 aerolíneas
más (la danesa Primera Air, la belga VLM, la alemana Azuz Air, la griega
Olimpus, las suizas Sky Work y ASL más la española Meridiana, adquirida por
Qatar Airlines y reconvertida en Air Italy). Y además, la dura competencia ha provocado pérdidas incluso en compañías punteras, como Ryanair
(perdió 19,6 millones en el 4º trimestre 2018) y Norwegian
(perdió 150 millones en 2018 y ha cerrado tres de sus ocho “bases” españolas,
en Palma, Gran Canaria y Tenerife).
Con todo, el negocio de la aviación comercial avanza por la ruta “low cost” y la
prueba es que todas las grandes
aerolíneas han creado filiales low cost(IAG, la matriz de Iberia operaba con Vueling
y ha creado Iberia Express y Level; Air France-KLM opera con Transavia y Joon;
Lufthansa con Eurowings…). Y que en el último año, los vuelos “low cost” se han
extendido del corto y medio radio (rutas nacionales y en Europa) a la larga
distancia, a vuelos intercontinentales baratos. Y este auge del low cost obliga a las
compañías a recortar al máximo sus costes (precarizando a sus trabajadores,
como se ha visto con Ryanair) y sacando el máximo partido a sus flotas, por lo
que apuestan cada vez más por aviones de mediano tamaño, que permiten una
programación de rutas más flexible. Esto explica que Boeing vaya a dejar de fabricar el superavión A380
y centrarse en los A330-900 y A350, que son más
pequeños, más rápidos y consumen menos combustible.
Para 2019, la OACI estima que seguirán aumentando
los pasajeros que vuelen, aunque crecerán
menos (un +2% frente al 5,8% en 2018), al esperarse un menor crecimiento económico
mundial y los riesgos del proteccionismo. Con todo, la clave va a estar en el petróleo, cuya bajada desde 2014 a
2018 permitió la guerra de tarifas. Si el
crudo sube, como ha hecho desde diciembre (de 50,49 dólares barril el 24-D a 64 dólares a
mediados de febrero), será más difícil bajar tarifas. Y en el caso de España, todo va a depender de lo que
haga el turismo este año (con la
competencia de Turquía, Túnez y Egipto) y sobre todo del Brexit, porque un 24%
de todos los pasajeros que vienen a
España por vía aérea son británicos. De momento, las
compañías han empezado 2019 con más promociones y “guerra de tarifas”, mientras
AENA congela este año sus tarifas
aeroportuarias, aunque las bajará un 11% entre 2017 y 2021, con la
pretensión de que esa rebaja se repercuta en los billetes.
Cara a las próximas
décadas, los expertos prevén que se
dupliquen los vuelos y en 2036 vuelen en el mundo 7.800 millones de
pasajeros, frente a los 4.300 millones de 2018. Un salto espectacular que
continuaría después, según la IATA, hasta los 16.000 millones de pasajeros
para 2050. Unas cifras de locura, que van a exigir a los paises enormes inversiones en infraestructuras aeroportuarias, en renovación del parque de aviones
(se estima que harán falta 35.000 nuevos aviones de aquí a 2036) y en el control del tráfico aéreo, para
evitar saturaciones y retrasos (aquí Europa va muy retrasada, porque hasta 2035
no entra en vigor el “Cielo único europeo”). Y habrá que afrontar otro problema grave: el aumento de las emisiones de CO2, si hay
200.000 aviones volando cada día en 2040.
Actualmente, la aviación
es responsable del 2% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero y si no se toman
medidas, sus emisiones pueden
triplicarse para 2050, según la ONU (sin olvidar la grave “contaminación acústica”). Desde 2012, la
Unión Europea cuenta con un sistema
para que las aerolíneas paguen derechos por sus emisiones,
pero sólo afecta a los vuelos dentro de la UE y no han conseguido que compartan
esta medida las aerolíneas norteamericanas y asiáticas. Por eso, la UE planteó
este 11 de febrero cobrar una tasa a las emisiones de los aviones, que se debatirá en una Conferencia internacional en junio.
Pero las compañías no quieren pagar tasas y se agarran al acuerdo de Montreal, que firmaron 36 paises en 2017, para empezar a pagar
derechos por las emisiones que hagan desde 2020, con la idea de que no crezcan y poder reducir las emisiones a la mitad para 2050. Sea en forma de tasas o
derechos, algo habrá que hacer para no
contaminar los cielos, aunque este “coste ecológico” lo acabaremos pagando los pasajeros en los billetes.
El gran tema de futuro es cómo afectará la saturación del cielo y la permanente guerra de tarifas
a los usuarios del avión. En los
últimos
años, ya lo hemos visto: pérdida de calidad en el servicio y la atención, más retrasos, pérdida
de derechos, cambios en las condiciones del servicio y cobros extras.
Todo apunta a que, si se duplican los pasajeros, volar será cada vez más problemático aunque sigan los precios
bajos. Y más si nos estalla encima la “burbuja”
aérea, construida sobre la base de “más aeropuertos, más aviones, más
vuelos”, como si la demanda fuera infinita.
Ojo a volar a cualquier precio.
La economía española,
como todas las europeas, crece menos ahora, pero crece. Con una importante excepción: la industria decrece, lleva dos
trimestres seguidos cayendo. Está en recesión
y pierde empleo, lo que no pasaba
desde 2012. Y tiran del crecimientola construcción y los servicios,
sobre todo el turismo (que también ha
pinchado). Esta crisis de la
industria es preocupante porque es un sector clave para competir, crecerycrear empleo estable y de
calidad. Por eso, urge volcarse en reindustrializar
España e impedir que se vayan más multinacionales, por la caída del
automóvil, las exportaciones y el comercio mundial. Hace más de 2 años, sindicatos y patronal firmaronun
Pacto por la industria, pidiendo medidas
que no tomó el Gobierno Rajoy y el de Sánchez sólo aprobó un parche laboral
en diciembre. No se puede esperar más para ayudar a la industria a salir de la
recesión que sufre en solitario. Porque ahí está nuestro futuro.No
podemos ser un país de grúas, bares, hoteles y tiendas, aspirar a serla California
de Europa.
España fue un
país bastante industrializado en los años 60 y 70 del siglo XX, como resultado
del desarrollismo franquista, que utilizó el Instituto Nacional de Industria (INI, 1941)
para crear una potente industria estatal,
asentada en la siderurgia, naval, energía, refino, carbón, química, aluminio y
automoción (SEAT, creada en 1950, y Pegaso). Con ello, la industria suponía más de un tercio de la economía en 1970
(aportó el 38% del PIB) y todavía en
1980 España era la 9ª potencia industrial del mundo. A partir de 1983, el Gobierno de
Felipe González tuvo que afrontar una dolorosa reconversión industrial, que desmanteló las industrias básicas (ruinosas). Y en los
años 90, el Gobierno Aznar privatizólas empresas más rentables (Telefónica, Repsol, Tabacalera),
mientras España se volcaba en el ladrillo y los servicios. Y el peso de la industria cayó en picado: de aportar el 19,86% del PIB en 1997 al 16,36% en 2007 y
un mínimo del 15,98% del PIB en 2013, el peor año de la crisis. Y a partir de
ahí, apenas ha mejorado. Aportó el 16,32% en 2017 y ha bajado al 16,06% en 2018, según el INE. Y ahora ocupamos el puesto nº 17 en el ranking mundial de los paises más industrializados.
Con todo, la
industria se había recuperado de la crisis, creciendo a partir de 2013, año tras año y tirando de la recuperación, junto a la construcción y los servicios
(básicamente, el turismo). Hasta 2018,
en que la industria vuelve a entrar en
crisis: decrece en el primer
trimestre (-0,4%) y aunque crece en el segundo (+0,3%), vuelve a decrecer en el
tercer trimestre (-0,2%) y en el cuarto (-0,9%), una caída que no se veía desde finales de 2012, según los datos de Contabilidad Nacional del INE. Y como son 2 trimestres seguidos cayendo,
se puede decir que la industria española
“está en recesión”. Y por si hubiera dudas, otro indicador, el índice de producción industrial, cayó en noviembre (-3,2%) y se desplomó en diciembre de
2018 (-6,2%), el peor dato desde finales de 2012, en plena recesión.
Y hay un tercer
indicador de que la industria española está en crisis: en 2018, fue el único sector
económico que perdió empleo neto, 3.000
empleos perdidos, según la EPA, en
un año donde la economía española creó 566.200 empleos netos, la mayor creación de empleo
desde 2006. Entre 2014 y 2017, antes
de “pinchar”, la industria española
había creado 367.500 nuevos empleos,
15 de cada 100 empleos creados en la
recuperación (+2.429.400). Pero en 2018, la industria volvió a perder
empleo (como entre 2008 y 2013), cuando todavía
le queda recuperar 570.800 empleos para igualar los puestos de trabajo que tenía en
2008.Entra en recesión sin
recuperar el empleo de antes de la crisis.
¿Por qué la industria
vuelve a estar en crisis? Las dos causas son más exteriores
que internas. Por un lado, la guerra comercial (subida de
aranceles y proteccionismo) de Trump con China y la Unión Europea ha frenado el comercio mundial y las
exportaciones, afectando muy negativamente a la industria española, muy volcada
en vender fuera (automóviles, alimentación, textil). Y la otra razón, más
importante aún, es que la economía
mundial crece menos y sobre todo “se ha desinflado” Europa, con
un bajo crecimiento en la zona euro
(del 2,4% de 2017 se pasa al 1,9% en 2018 y a un 1,3% previsto para 2019) y el “pinchazo de Alemania(del 2,2% que creció en 2017 pasa al 1,5% en 2018
y el 1,1% para 2019) e Italia (del
1,6% que creció en 2017 pasará a crecer sólo el 0,2% en 2019), mientras baja
también el crecimiento de Francia
(del 2,2 al 1,3%) y Reino Unido (del
1,8 al 1,3% en 2019). Y no olvidemos que dos
tercios de las exportaciones españolas van a Europa y que el 80% de esas ventas exteriores las hace la
industria.
La actual crisis
industrialse centra sobre todo en tres subsectores:
la industria agroalimentaria (ha
perdido 28.000 trabajadores en 2018, el 6% de su plantilla), el textil y calzado (perdió 18.400
empleos en 2018, el 14,5% de su empleo) y, sobre todo, la industria del automóvil (despidió a 9.500 trabajadores, el 12%
de las plantillas), sin olvidar a las miles de empresas auxiliares que giran en torno a ellas. Y lo preocupante es
que la crisis del automóvil no ha hecho más que empezar: Ford ha anunciado
recortes de plantilla en Europa y Nissan Barcelona está operando por debajo del
40% de capacidad, fruto de la incertidumbre en un sector que ve los días
contados a los vehículos diesel y gasolina (dejarán de fabricarse para 2040). Y
esa tremenda reconversión, del motor de combustión al coche eléctrico, supone
cambiar de fabricar un coche de 1.400
piezas (5 o 6 trabajadores por coche) a fabricar un coche de sólo 200 piezas (que fabrican 1 ó 2 trabajadores).
España tiene,
además, un doble problema propio ante esta reconversión: el 43% de los coches
que se fabrican aquí son diesel (y
suponen el 57% de todos los empleos) y encima sólo Renault y Ford fabrican
motores aquí, con lo que nuestras
fábricas ensamblan motores hechos en otros paises (y cajas de cambio y
muchos componentes). Y las direcciones de las multinacionales, en Wolfsburgo (Alemania),
París o Detroit, pueden decidir montarlos en otro sitio, sobre todo
si la mano de obra formada y barata importa menos en la fabricación de los
coches eléctricos. Además, las tecnologías
de los futuros coches eléctricos (incluso la fabricación de baterías) se está jugando en China, Corea y Japón, no en Europa (y menos en España, donde sólo Seat
Cataluña investiga en su centro de I+D+i).
Junto a los problemas del automóvil, la industria agroalimentaria y el textil y calzado (que
sufren la dura competencia de los paises emergentes), en 2018 hemos asistido a “la fuga de grandes multinacionales”,
que se han ido o han amenazado con irse: Alcoa (aluminio, con dos plantas en
Galicia y Asturias), Vestas (primero
cerró en Tarragona y luego anunció el cierre en León, buscando el Gobierno un
comprador), Gamesa (cierre planta de
Miranda de Ebro) o Cemex (anuncio
200 despidos en Almería y Baleares). Son multinacionales que pueden cambiar de
país sin demasiados problemas y que buscan reducir costes energéticos (aquí la
luz y la energía son más caras que en Europa); eso sí, en muchos casos después
de recibir jugosas ayudas públicas:
Alcoa ha recibido más de 1.000 millones de ayudas pagadas con nuestro recibo de
la luz y Vestas ha recibido ayudas autonómicas y locales. Esto debería servir
para diseñar las futuras ayudas públicas a multinacionales.
Además de estos problemas, la industria afronta dos serios retos de futuro. Uno, la
necesidad de digitalizar su actividad , lo que se llama “industria 2.0”. Una nueva “revolución industrial”, que exigirá a todas las industrias una
profunda reconversión, desde la organización de la producción a la formación
del personal. Y el otro reto, es la
robotización. En el mundo hay 1,63 millones de robots, según la IFR, 35.000 en España y un millón de ellos en Asia (y la tercera parte
en China). Y para 2030 habrá más de 3 millones de robots, sobre todo en la
industria del automóvil, la paquetería y las grandes empresas logísticas, lo
que permitirá aumentar las fábricas en los paises ricos (al no necesitar tanta
mano de obra humana barata). España, con trabajadores poco formados, tiene un mayor riesgo con los robots, porque el 43% de los empleos actuales
tienen un alto riesgo de ser sustituidos por robots y un 24% de empleos tienen un riesgo medio, según el servicio de
estudios de la Caixa.
Pero la industria
española tiene además una serie de “debilidades estructurales” que
oscurecen su futuro, según un estudio de CCOO. La primera debilidad,
el escaso peso de la industria
tecnológicamente avanzada (sólo el 6,2% del total), frente al enorme peso de las industrias tradicionales
(agroalimentación, química, farmacéutica, automóvil y transporte suponen el 55%
de la industria), lo que se traduce en una menor productividad y
competitividad. La segunda debilidad,
el tamaño, el elevado peso de las pymes: sólo el 15% de las empresas industriales
españolas tienen más de 10 empleados, frente al 38% de las industrias alemanas.
Y este menor tamaño redunda en menos inversión, menos tecnología y peor acceso
al crédito. La tercera debilidad es el atraso tecnológicopor partida doble: España como país gasta menos en Ciencia (el 1,23% del PIB frente al
2,02% de media en la UE-28) y las empresas españolas gastan en tecnología
la mitad que las europeas (un 0,64% del PIB frente al 1,07%). Lacuarta
debilidad es la falta de financiación
a la industria, ahora que los grandes inversores se dedican a la especulación
financiera e inmobiliaria y la banca lleva décadas “huida” de la industria. Y la quinta debilidad es la geografía: nuestras industrias están
a 2.300 kilómetros de los mercados del centro de Europa, aunque tienen la
ventaja de estar bien situadas como “puente” frente a América y África.
Todavía hay que mencionar otras dos debilidadesmás,
muy importantes. Una, que las industrias instaladas en España pagan más cara la energía y sobre todo la
electricidad: el coste del kw/h industrial
(sin impuestos) era de 0,1008 euros en España (1º semestre 2018), según Eurostat, un 26,5% más caro que en Europa (0,0797 euros), un 35,8% más caro
que en Francia (0,0737€), un 30,7% más caro que en Alemania (0,0771 €), un 13%
más caro que en Italia (0,0892 €) y un 3,9% más caro que en Reino Unido (0,0970
€, paises con los que tenemos que competir. Y la otra debilidad, que la
industria española cuenta con una mano
de obra peor formada: el 41,7% de los adultos españoles tienen formación
baja (la ESO o ni siquiera) frente al 22% en la OCDE y el 20% en Europa (15% en
Alemania), y otro 22,6% tienen formación media (Bachillerato o FP), frente al
44% en la OCDE y el 46% en Europa, según el informe de la OCDE “Panorama de la Educación 2017”.
Eso sí, la industria
española tiene dos ventajas claras. La primera, una
mayor flexibilidad en la contratación
(el 26,86% de los asalariados tienen un contrato
temporal, el mayor porcentaje en Europa), siendo también líder europeo en contratos temporales de menos de 6 meses (el 60%), según acaba de denunciar la OIT. Y la segunda, unos costes salariales más bajos:el coste por hora trabajada (sin SS ni otros costes) era en España de 15,9
euros, un 29,1% menos que en la zona
euro (22,42 euros hora) y un 22%
menos que en la UE-28 (20,36 euros/hora). Y está muy lejos de los 34,10
euros/hora que se pagan en Alemania (+40%),
los 36 euros de Francia (+34,6%), los 21,33 euros de Reino Unido (+25,5%) o los
20,38 euros de Italia (+22%), según Eurostat (2017).
Visto el panorama de
fondo de la industria, volvamos a su crisis, que es
doblemente preocupante. Primero, porque la industria ha dejado de ser un motor de la recuperación y del
empleo, como ha sido entre 2014 y 2017, dejando ese papel a la construcción (que cualquier día puede
“pinchar” o crear otra “burbuja) y a los
servicios, sobre todo el turismo y el comercio, que muestran signos de “agotamiento”:
el turismo apenas creció en 2018 y el
comercio crece menos, como se vio en el
Black Friday y Navidad.
Pero, sobre todo, porque la industria
es clave para crear riqueza y empleo: los paises más ricos y competitivos (y los que más exportan) son los más industrializados
y el empleo en la industria es más estable (cae menos con las crisis) y está
mejor pagado. Así que deberíamos “mimar la industria”.
Los sindicatos saben la importancia de
la industria y por eso firmaron con la patronal un Pacto de Estado por la industria, el 26 de noviembre de 2016, algo poco usual.
Ambas partes, trabajadores y empresas, acordaron un decálogo de medidas
que pidieron al Gobierno: rebaja costes energéticos, digitalización de la
industria, aumento del tamaño de las empresas (fomentando fusiones), mayor
inversión en tecnología e innovación, mejora de la formación, más financiación,
unidad de mercado (no 17 regulaciones autonómicas), reducir los costes
logísticos y de distribución, mejorar la sostenibilidad medio ambiental y
ayudar a la expansión internacional de las empresas (captando más inversiones
extranjeras).
Un Plan de acción
claro, con recetas para atacar las ya mencionadas debilidades de nuestra industria. Pero hoy, dos años largos después, casi nada se ha hecho. El Gobierno Rajoy tenía preparado un “Marco estratégico de la España industrial 2030”, para aprobarlo a finales de
mayo de 2018, pero salió antes por la moción de censura, sólo con dos Planes
sectoriales aprobados para la industria papelera y la automoción. Y el Gobierno Sánchez, además de crear un Ministerio
de Industria que no había, sólo aprobó en diciembre un “parche” laboral para la
industria, un real decreto que permite sólo a las
empresas manufactureras (en especial, al automóvil) seguir rejuveneciendo plantillas a costa de la Seguridad Social: se
permite que un trabajador mayor reduzca su jornada si a cambio entra a trabajar
uno joven al que forma antes de jubilarse. Lo normal es que el trabajador mayor coja una jubilación parcial, por la que cobra un
25% de sueldo y el 75% restante como pensión. El “truco” es que, a raíz de una
sentencia del Supremo, pueden concentrar
las horas en unos meses o años, con lo que el
trabajador mayor se acababa jubilando antes,
como si fuera una jubilación anticipada, sin
ninguna penalización (con el 100% de pensión) y sin tener que formar al
joven que le “releva”. Y muchas industrias utilizan este sistema para cubrir
con estos jóvenes vacaciones y picos de producción. Un privilegio que no tienen las
empresas no industriales.
Ahora, con unas elecciones próximas, será otro medio año perdido para sacar a la industria
de la crisis. Pero luego, gane quien gane, el futuro Gobierno deberá apostar
de verdad por la industria,poniendo en marcha el Pacto que firmaron en 2016 sindicatos y patronales, con el
objetivo de que la industria vuelva a
aportar el 20% de la producción (PIB), como hace 20 años. A más industria, más competitividad, más
riqueza y mejor empleo. No podemos
seguir apostando por ser un país de grúas, bares, hoteles y tiendas, por ser la California de Europa. El futuro está en la industria.