lunes, 31 de diciembre de 2018

2019, un año difícil y medio perdido


Todo apunta a que 2019 será algo peor que 2018. España no tendrá la ayuda exterior que empujó el fuerte crecimiento de 2015 a 2017: la firme recuperación internacional, el dinero abundante y barato y el desplome del petróleo, factores responsables de más de la mitad de nuestra recuperación. Ahora, los vientos exteriores vendrán “de cara” y restarán crecimiento y empleo, porque 2019 llega cargado de riesgos: menor crecimiento mundial, estancamiento europeo, guerras comerciales, subida de los tipos de interés y del petróleo, Brexit y división política en Europa. Y en España, no se afrontan los problemas de fondo: paro, pensiones, sanidad, educación, pobreza, tecnología, competitividad o impuestos. Y somos uno de los paises más vulnerables, por nuestra enorme deuda, si los “nervios” vuelven a los mercados. Pero quizás lo peor es que 2019 será un año medio perdido, porque las elecciones en Europa y en España (o la agonía de un gobierno débil) retrasarán las medidas necesarias para apuntalar la recuperación. Con todo, ¡Feliz año 2019! 


enrique ortega

Lo que pase en la economía mundial es clave para España, una economía muy abierta. Y gracias a eso, los vientos exteriores a favor empujaron nuestro fuerte crecimiento en 2015 (PIB aumentó +3,4%), 2016 (+3,3%) y 2017 (+3,1%): la recuperación mundial y europea tiró de nuestras exportaciones y del turismo, mientras nos beneficiábamos de un dinero abundante y barato y de un desplome de los precios del petróleo, factores externos responsables de más de la mitad de nuestra recuperación, no la política de Rajoy. El problema es que esos vientos ya no soplan a favor y desde primavera soplan en contra, lo que ha reducido nuestro crecimiento ya este año (será del 2,5%, según el Banco de España) y volverá a reducirlo en 2019, como las exportaciones, el turismo y el empleo, aunque no hay amenazas serias de una nueva crisis. Sólo que la recuperación será ahora más débil.

El panorama de la economía internacional es más preocupante para 2019. De entrada, el mundo crecerá lo mismo que en 2018 (un +3,7%) pero con un reparto diferente, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI): las economías avanzadas crecerán menos (el 2,1% frente al 2,4% en 2018) y los paises emergentes lo mismo o más. Preocupa EEUU, que bajará su crecimiento del 2,9% al 2,3% en 2019, según la Reserva Federal, que teme que se “enfríe” la recuperación por las guerras comerciales y la errática política de Trump. Pero a España, lo que más nos afecta es Europa, que compra las dos terceras partes de nuestras exportaciones y de donde vienen el 87% de los turistas. Y Europa se “desinfla”, con un crecimiento previsto para la zona euro del 1,9% (2% en 2018), por el pinchazo de Alemania (crecerá sólo el 1,8% en 2019, por el frenazo en sus exportaciones), Francia (+1,7%, afectada por la crisis política de Macron) y sobre todo Italia (+1,1% de presupuesto), mientras la mayoría de paises, incluido España, crecerán menos que en 2018.

Junto a un menor crecimiento en EEUU y Europa, el FMI augura un bajo crecimiento en Reino Unido (+1,5%), Japón (0,9%) y  estabilidad en China (6,2% frente a 6,6% en 2018), mientras sigue en recesión en 2019 Argentina, un país importante para España. Y apunta además a varios riesgos que amenazan la recuperación internacional en 2019: proteccionismo y guerras comerciales (Europa, que exporta mucho más de lo que importa, sería la zona más dañada), altibajos incontrolados en el precio del petróleo, aumento de la inflación y, sobre todo, una subida generalizada de los tipos de interés, que refuerce más el dólar y provoque fuga de inversores y crisis de deuda en los paises emergentes y algunos paises europeos.

El petróleo ha tenido un comportamiento “de locos” en 2018, que hemos sufrido en nuestros bolsillos al echar carburante. El barril comenzó el año costando 66,5 dólares/barril, pero luego se disparó su coste un 30% (por la caída de producción en Venezuela y el embargo a Irán) y llegó a un máximo de 85,92 dólares en octubre para desplomarse después hasta los 55,96 dólares en diciembre. Y a partir de ahí, el precio es un pulso entre los paises productores (la OPEP y Rusia), que han acordado bajar la producción en 2019, y los paises consumidores, que están demandando menos petróleo y tratando de cubrirlo con gas y fracking. Los expertos vaticinan que seguirá la volatilidad y que el petróleo podría tener en 2019 un precio medio entre 73 y 74,50 dólares barril, similar al precio promedio de 2018 (73,20 dólares). Pero en cualquier caso, costará los próximos meses algo más que ahora y no nos ayudará.

Lo más preocupante es lo que hagan los tipos de interés. El camino lo marca EEUU, cuya Reserva Federal (FED) acaba de aprobar en diciembre la 9ª subida del precio del dinero desde 2015, hasta situarlo en el 2,25-2,50%. Y la FED ya ha anunciado que hará otras dos subidas más en 2019, no las tres que tenía pensado, por miedo a frenar demasiado la recuperación USA. Esta subida de tipos va a reforzar más al dólar y depreciará el resto de las monedas (incluido el euro), con lo que los paises emergentes tendrán más difícil devolver sus préstamos en dólares y evitar que se fuguen los inversores, dos problemas que podrían alimentar más de una crisis en Latinoamérica y Asia, enturbiando el panorama internacional.

Pero a España, lo que más nos afecta es lo que haga Europa. De momento, el Banco Central Europeo (BCE) mantiene los tipos de interés oficiales en el 0%, pero la subida de tipos en EEUU está forzando el encarecimiento del dinero a las empresas en los mercados europeos. Y lo más importante: el BCE ha dejado en diciembre de comprar deuda pública y privada de los paises europeos, una inyección de liquidez iniciada en marzo de 2015 que ha salvado a la economía europea y al euro, evitando el rescate de España: el BCE ha inyectado en Europa 2,6 billones de euros entre 2015 y 2018, comprando deuda. Y de ese dinero, 250.711 millones han sido para comprar deuda española, lo que nos ha asegurado 80.000 millones anuales de financiación al 0%. Ahora, el BCE ya no “dopará” la economía europea ni a España, en un momento en que se debilita la actividad. Y los paises se tendrán que “buscar la vida” para financiarse en los mercados, sin la ayuda de “papá Draghi” (presidente del BCE).

Este cambio del BCE es muy preocupante para España, porque somos el 5º país con más deuda pública de Europa (debíamos 1.160.000 millones de euros en octubre, el 97% del PIB), tras Grecia (debe el 182% de su PIB), Italia (131%), Portugal (121%) y Bélgica (101%). Y cada año, necesitamos que alguien nos financie y compre la deuda pública. Concretamente, este año 2019 tenemos que “colocar”  220.000 millones de deuda nueva, ahora sin la ayuda del BCE, con lo que tenemos dos problemas: conseguir que nos la compren y el precio, que seguro que subirá. Con ello, pagaremos más en intereses, que fueron 31.500 millones de euros en 2018. Y si hay que pagar más por la deuda, el Gobierno tendrá que hacer recortes por otro lado. Eso si no vuelve “el baile a los mercados” y se ponen nerviosos, como pasó entre 2012 y 2015, y como ha pasado hace poco con la crisis de Italia


Además, si el BCE sube los tipos, en septiembre o en octubre de 2019, se encarecerá la deuda pública pero también los intereses de la deuda privada de las empresas (debían 876.632 millones en octubre) y las familias españolas (debían 705.340 millones en octubre), que tienen más de un billón y medio de deuda privada entre ambos. Y si pagan más intereses por esta deuda (las hipotecas ya han subido y subirán las revisiones con el Euribor en 2019), tendrán menos recursos para invertir o para consumir, lo que puede suponer otro freno al crecimiento de España en 2019.

Eso es “lo que viene de fuera” en 2019. Dentro de España, los dos motores del crecimiento, las exportaciones y el turismo, ya han “pinchado en 2018, por la desaceleración europea, la caída del comercio mundial y la recuperación de Túnez, Egipto y Turquía. Y para 2019, se espera un menor crecimiento de las exportaciones y que resten crecimiento (-0,1%), cuando lo venían sumando desde 2010. Además, se está notando ya un cierto “pinchazo” del consumo, que las familias gastan menos, debido a la subida de la inflación (1,7% de media en 2018), tras varios años de caídas de precios. Y esos aumentos se comen la subida de las pensiones (1,6%) y de los sueldos (subieron un 1,2% de media en 2018), con lo que la única esperanza de que no caiga más el consumo es que los sueldos subieran más en 2019, algo poco probable, aunque ayudarán la subida de los funcionarios (2,25%) y del salario mínimo.

Con todo esto, la previsión es que la economía española crezca algo menos en 2019: un 2,2% frente al 2,5% que habrá crecido en 2018 (y un tercio menos que entre 2015 y 2017). Eso permitirá crear menos empleo: unos 390.000 nuevos empleos, frente a los 456.000 que se habrán creado en 2018. Eso sí, el paro podría acabar 2019 ligeramente por debajo del 14% (frente al 15,3% en 2018), por la pérdida de población y la caída de activos (buscan trabajo). Y casi nadie cree que España consiga cumplir, con o sin Presupuesto, el objetivo de déficit público prometido a Bruselas para 2019 (el 2,1% del PIB: podría llegar al 2,1%).

Todas estas previsiones económicas para 2019 van a depender mucho del clima político y la confianza de empresas y consumidores. Y un factor clave es si hay o no elecciones. Si no las hay, como parece querer el presidente Sánchez, nos espera un año de confrontación política y medidas gubernamentales a golpe de decreto-Ley, que no ayudarán a la recuperación y menos “si vienen mal dadas” (sustos económicos) desde fuera. Y si se convocan elecciones, 2019 será un año “medio perdido”, sin medidas económicas importantes. Y lo peor: las elecciones no arreglarán casi nada porque los electores y el Parlamento se dividirán en dos bloques enfrentados, con muchas dificultades para conseguir un Gobierno estable o pactar algo.

Y lo que necesita España, ahora y en 2019, es un Gobierno estable que consiga acuerdos para afrontar los grandes problemas del país, los que preocupan a la mayoría de españoles y que no se han abordado tras la crisis: el paro (seguimos con más del doble de paro que Europa), el empleo precario y los salarios un 30% inferiores a los europeos, las pensiones, la pobreza y desigualdad, el deterioro de la sanidad, la falta de perspectivas en la educación, la escasez de recursos para la dependencia, la vivienda y los alquileres, la desigualdad territorial y el modelo de financiación autonómica, el escaso y deficiente gasto social, el “suicidio demográfico”, el Cambio Climático, el deterioro de la investigación, la escasa internacionalización y digitalización  de las empresas, la baja competitividad y la necesidad de modernizar el modelo productivo. Y sobre todo, una profunda reforma fiscal, para que España recaude como los demás europeos y podamos pagar todos los cambios que necesitamos: hoy recaudamos 81.650 millones menos al año que la media UE, porque hay más fraude fiscal, funciona mal el IVA y pagan menos de lo que deben grandes empresas, bancos, multinacionales y los más ricos.

No parece que este Gobierno, con 84 diputados, pueda tomar medidas para hacer frente al seguro debilitamiento de la recuperación. Si no hay elecciones, 2019 puede ser otro año perdido, donde los problemas vayan a más. Y si hay elecciones y no se pactan soluciones, tampoco mejoraremos. Además, otro problema es que Europa tampoco está preparada para crecer menos y que vuelvan los problemas: no hay ni un Tesoro europeo ni eurobonos ni siquiera un Fondo que garantice los depósitos europeos. Sólo una promesa (con la oposición de Holanda y la Europa del norte) de que habrá un Presupuesto del europara 2021 y con 50.000 millones de euros como máximo, una ridiculez (es el 0,44% del PIB de los 19 paises euro). Y si el menor crecimiento y la falta de ayuda del BCE desatan nuevas tensiones, el Gobierno europeo está en año electoral: en mayo habrá elecciones europeas y para el verano nueva Comisión europea, que tendrá que volver a estudiar que hace para asentar Europa y el euro. Con lo que 2019 será, en Europa como en España, un año “medio perdido”.  

En definitiva, que todo apunta a que 2019 será un año económicamente peor que 2018, porque la coyuntura internacional no nos ayudará y la europea menos, mientras la debilidad del Gobierno y la creciente confrontación política impiden pactar medidas para afrontar los graves problemas que tenemos, que irán a más si la coyuntura empeora. Y además, 2019 es un año electoral, en Europa y en España, lo que retrasa y dificulta las soluciones, con lo que será un año “medio perdido”. Así que esperemos que las perspectivas se queden en un enfriamiento de la recuperación y no en otra crisis. Porque nos pillaría otra vez “sin olerla” y sin defensas. Y con los españoles más débiles que en 2008.
Aunque no sea optimista, les deseo lo mejor en 2019. ¡Feliz año!    

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