El recibo de la luz volverá a subir en abril, tras cinco meses bajando, al reponerse el impuesto eléctrico que el Gobierno Sánchez quitó en octubre (por 6 meses), para forzar la bajada de la luz. Y todo apunta a que la luz subirá el resto del año, tras cerrar 2018 con la tercera mayor subida de la década. Ahora, España tiene la 2ª luz más cara de Europa para las familias y la 4ª más cara para las empresas. Un problema que no se resuelve con “parches”, como suprimir temporalmente un impuesto, sino atacando la causa de fondo: que pagamos por la luz más de lo que cuesta, porque las eléctricas cobran el kilowatio nuclear e hidráulico más de lo que vale producirlo y porque los Gobiernos nos cargan en el recibo costes indebidos. En total, pagamos unos 4.500 millones extras al año, que engordan los beneficios de las eléctricas desde hace dos décadas. Otra asignatura pendiente de la democracia que ningún Gobierno ha afrontado. Y de lo que nadie habla en campaña electoral.
En marzo 2019 bajó el recibo de la luz, por quinto mes desde octubre (todos los meses, salvo diciembre), con lo que la factura de una familia media (4,4kw de potencia y 3.900 kw de consumo) fue de 66,95 euros, 10,18 euros menos que en septiembre de 2018 (77,13 euros), cuando alcanzó el máximo de 2018 y obligó al Gobierno Sánchez a intervenir, suprimiendo durante 6 meses el impuesto a la generación eléctrica. Con todo, el recibo es todavía 2,74 euros más caro que hace un año (64,21 euros era la factura media en marzo 2018) y todo apunta a que seguirá subiendo a lo largo de 2019, sobre todo en verano y otoño, para cerrar 2019 con un coste de la luz superior a 2018, que ya fue el tercer año con la luz más cara de la década (65,33 euros de media al mes), sólo por detrás de 2012 (66,08 euros) y 2015 (64,41 euros), según datos de la CNMC.
Desde el 1 de abril,
se vuelve a cobrar el impuesto a la
generación de electricidad (7% sobre el coste de producción), suprimido temporalmente el 1 de octubre,
un impuesto que las eléctricas nos repercuten en el recibo, lo que
hará que la luz suba este mes en torno a 1 euro
por recibo. Y algo menos en los meses siguientes. Este impuesto lo
introdujo el Gobierno Rajoy en 2012
(Ley 15/2012) para financiar el sistema eléctrico y ayudar a tapar “el déficit
de tarifa”, recaudando unos 1.500 millones al año (que pagamos con el recibo).
Las eléctricas lo recurrieron en los Tribunales y ahora está pendiente de la decisión del Tribunal Europeo de Justicia: si lo
declara “ilegal”, como piden las eléctricas, el Gobierno español tendría que
devolverles lo recaudado hasta ahora, unos 9.000 millones. Y piensen de dónde
saldría ese dinero: del Presupuesto o del recibo (en ambos casos, de nuestro
bolsillo).
A pesar del "parche" de quitar este impuesto durante 6 meses,
el precio
de la luz en el mercado eléctrico
no se ha moderado y en marzo alcanzaba un precio medio de 48,82 euros/kw, más bajo que a
principios de año pero un 21,5% más alto
que en marzo de 2018. Y eso porque aunque este año hay más aire (eólica) y
menos consumo (invierno suave), sigue alta la producción de electricidad con
carbón y gas, que pagan una tasa creciente por emitir CO2 (han pasado de pagar 7 euros por tonelada en
enero de 2018 a 21,81 euros en abril de 2019). Y no llueve, lo que resta energía
hidroeléctrica. Pero además, el mercado eléctrico español es muy estrecho
(pequeño) y muy volátil, con grandes altibajos en los precios, lo que hace que producir
electricidad en España sea más caro que en el resto de Europa (60 euros por kw en 2018) cuando en 2010
era el mercado más barato.
Los precios de producir la electricidad en el
mercado eléctrico han subido en el último año y los precios futuros (“compras a plazo”) auguran que serán más altos a finales de 2019, lo que encarecerá
nuestro recibo, porque estos precios
de la luz en origen suponen un 35% de la factura eléctrica. Y aunque esto
tiene que ver con el clima (el viento y la lluvia), el consumo
y la emisión
de CO2, la clave es que el mercado eléctrico ibérico (MIBEL)
funciona con un sistema que paga de más la generación de electricidad con
algunas energías, según permite la Ley Eléctrica de 1997, aprobada por Aznar: cada empresa va aportando su
electricidad, empezando por las más baratas (hidroeléctricas, nucleares y
renovables) y siguiendo con las más caras (carbón, fuel y gas). Y al final, el precio resultante es el del kilovatio más caro, al que se paga al
resto de las energías. Lo habitual es que la energía que falta (y más cuando no
llueve o falta viento) se cubra con centrales
de carbón o gas, que producen a 60
euros/kilowatio, el precio final que se paga a las centrales hidroeléctricas (a las que producir luz
les cuesta 10 euros/kw) o nucleares (22 euros/kw), que además ya están amortizadas (después de 90 o 40
años de vida). Es como si compráramos
carne picada hecha con pollo, cerdo, ternera y chuletón y la pagáramos toda a
precio de chuletón. Así funciona el mercado eléctrico.
Aparte de fijar un precio
de la electricidad por encima de los costes reales, el mercado eléctrico
español es poco transparente (lo controlan de hecho las eléctricas, que
son “juez y parte”), muy volátil (con muchos altibajos de precios, que nos repercuten) y el sistema promueve el fraude, como
ya ha detectado la Comisión de la Competencia (CNMC) en varias ocasiones. En
diciembre de 2013, la CNMC multó a Iberdrola con 25
millones de euros por parar la producción de sus centrales hidroeléctricas del
Duero, Tajo y Sil, para provocar una falta de oferta de “electricidad barata”
que obligó a utilizar las centrales de gas (más caras) y disparó el precio de
la luz en el mercado eléctrico (y sus beneficios). En enero de 2018, la UCO (Guardia Civil) descubrió en Iberdrola correos y archivos
que demuestran el fraude. Y en junio de 2018, la CNMC ha multado con 6 millones de euros a otra eléctrica, Viesgo, por “manipular su oferta” de la
central de los Barros (Cádiz), excluyéndola del mercado diario para luego
vender su electricidad en el mercado a precios más elevados.
Al final, la manipulación y los extracostes del mercado eléctrico (“pool”), donde se
cotiza la electricidad cada día, es una de las tres causas de que
nos suba tanto la luz, porque este precio de la luz en origen supone el 35% de nuestro recibo. Pero hay dos partes más: otro 40% del recibo son costes que fija el Gobierno, lo que se llaman “peajes”, que no suben en
2019 (por 5º año consecutivo). Y el 25%
restante del recibo son impuestos.
Los “peajes”, la segunda parte del recibo (40%), son una especie de “cajón
de sastre” donde los distintos Gobiernos han ido incluyendo múltiples costes. Unos son costes “justificados”, aunque demasiado elevados, como los de transporte de la electricidad (el
2,96% del recibo) y su distribución
(10,04%). Y otros son costes “discutibles”, que pagamos cada mes
en el recibo: ayudas a las renovables, cogeneración y residuos (20,6%), por el parón nuclear (0,41%), para amortizar la deuda eléctrica acumulada
(2,89%), para compensar a Endesa por producir electricidad en Baleares y Canarias (4,2%), para compensar a las grandes industrias del
riesgo de cortarles la luz (no ha ocurrido nunca, pero se llevan un 3% del
recibo), ayudas para que las centrales
de gas estén siempre disponibles (este pago se eliminó el 30 de junio de 2018), el pago para abaratar la luz a las industrias vascas (se
ahorrarán 100 millones al año , una contrapartida del apoyo del PNV a los Presupuestos 2018 de Rajoy) y otras partidas más,
como la recién aprobada ayuda (41
millones) a grandes empresas
consumidoras de electricidad, como
Alcoa, para que no se vayan de España…
La tercera parte del
recibo de la luz (un 25%) son impuestos: pagamos un impuesto especial eléctrico (del
5,113% sobre la potencia contratada y el consumo) y el 21% de IVA sobre la factura total (incluido el
impuesto eléctrico, con lo que pagamos un impuesto sobre otro impuesto). Y aquí
también pagamos impuestos de más,
porque España es el 5º país de la UE con el IVA de la electricidad más alto, sólo por
detrás de Dinamarca y Suecia (25% IVA), Finlandia (24%) y Portugal (23%), pero
muy por encima del IVA que se paga en Reino Unido (5%), Italia (10%), Grecia (13%),
Irlanda (13,5%), Francia (16,7%) o Alemania (19%).
Como hemos visto, los
consumidores pagamos costes de más en
las tres partes del recibo, por el coste de producir electricidad (35% del
recibo), por los peajes que nos incluye el Gobierno (40% recibo) y en los
impuestos que pagamos (25% recibo). El resultado de estos “extracostes” es que la luz en España es de las más caras de
Europa, según Eurostat (junio 2018). El consumidor
doméstico paga la 2ª luz más cara de Europa: 0,1873 euros/kw sin impuestos, sólo por detrás de Bélgica (0,1898
€/kw), un 44% más cara que en Europa (0,1297 €/kw en la UE-28), un 65% más cara
que en Francia (0,1134 €/kw) y un 26% más cara que en Alemania (0,1379 €/kw). Y
las empresas pagan la 4ª luz más cara de
Europa, tras tres islas (Malta, Chipre e Irlanda): 0,1008 euros/kilowatio sin impuestos, un 31% más cara que la
electricidad industrial en Europa (0,0797 €/kw en la UE-28), un 36% más cara
que en Francia (0,0737 €/kw) y un 30,7% más cara que en Alemania (0,0771 €/kw).
Tenemos la luz más
cara de Europa porque pagamos costes
de más. Y estos extracostes que pagamos, desde la electricidad en origen a los
peajes e impuestos, benefician sobre todo a las
eléctricas, que ganan el doble que
las eléctricas europeas en relación a su negocio, según un estudio del Observatorio de Sostenibilidad. Las 3 grandes eléctricas, que
controlan el 80% del mercado eléctrico, ganaron en 2018, un total de 5.770 millones de euros, un
14,3% más que en 2017 cuando la demanda eléctrica, su negocio, sólo
creció un 0,4%.
No sólo tenemos la luz más cara de Europa sino que además es
una luz más sucia, porque producirla supone emitir cada año más CO2, aunque
en 2018 España bajó sus emisiones totales de CO2 un -4,6%, gracias a un menor
uso del carbón y fuel en la generación eléctrica. Pero sólo un 38,5% de la electricidad es renovable, según Red Eléctrica, y todavía un 28,4% de
la electricidad se produce con carbón, fuel o gas. Y en consecuencia, de las 10 industrias españolas que emitieron más CO2
en 2018, 6 fueron centrales eléctricas
(y 11 centrales entre las 20 industrias más contaminantes), según la Comisión Europea.
Si el próximo Gobierno quiere bajar el precio de la luz, no valen los “parches”, como quitar
un impuesto durante 6 meses. Hay que actuar
sobre los problemas de fondo, recortando los costes de más que pagamos con el
recibo. En la primera parte del recibo, los costes de generación de
electricidad, habría que hacer una auditoría de costes y pagar cada kilowatio por lo que cuesta
producirlo, más un margen razonable. No podemos seguir pagando
“sardinas a precio de caviar”, como dijo gráficamente el director del IDEA. Porque al pagar la electricidad de origen
hidráulico y nuclear (ahora también la eólica) más cara de lo que cuesta, estamos pagando unos 4.500 millones de más
al año en el recibo, según una reciente estimación de Natalia Fabra. Y sobre la 2ª parte del recibo,
los costes regulados, una parte se podrían reducir
(REE cobra demasiado por el transporte y los costes de distribución son muy
elevados) y otras deben cargar sobre los Presupuestos
o suprimirse. Y en cuanto a los impuestos,
algunos expertos y FACUA piden bajar el IVA de la luz del 21 al 4% (bajaría el recibo un 14,11%), pero esta medida
es “peligrosa”: Hacienda perdería 4.400 millones al año, 4.400
millones menos para sanidad, educación, empleo, tecnología…y tantas cosas que hacen falta.
Pero sí se pueden reducir costes en las otras dos
partes del recibo, en el coste de producir electricidad y en los costes
regulados que se cargan al recibo. Quitando extracostes no justificados, se
podría reducir la factura de la luz un 40% en unos años, según los
expertos. Además, cada familia puede
tomar 2 medidas adicionales para reducir su factura. La primera, ajustar la potencia contratada,
porque uno de cada cinco consumidores contratan más potencia de la que necesitan. Y bajarla sólo 0,5kw nos permite ahorrar
26 euros al año. La otra medida es contratar la tarifa con discriminación horaria (si lo permite nuestro contador),
porque supone ahorrar (mire abajo en su
recibo: en letra muy pequeña “encontrará”
la tarifa que pagaría cada mes con discriminación horaria). Eso sí, el
cambio de potencia o de tarifa tiene un
coste para el consumidor (injustificable) de 9 euros más IVA.
Al final, el elevado
coste de la luz (que perjudica a familias y empresas) es otra asignatura pendiente de resolver
desde la Transición y los distintos Gobiernos han ido poniendo “parches” cuando la luz se disparaba pero sin
atajar los problemas de fondo: básicamente, que los consumidores estamos pagando de más en beneficio de las
eléctricas, que tienen un enorme poder económico, político (“puertas giratorias”) y mediático. Y nadie
se “atreve a “poner el cascabel al gato”, tampoco el Gobierno Sánchez, que ha
planteado un Plan energético 2021-2030 donde se
mantienen los extracostes para la electricidad hidráulica, nuclear y
eólica. No puede ser. El próximo
Gobierno debería hacer una “auditoría de costes” y aplicar
“luz y taquígrafos” a la tarifa eléctrica,
sin
más "parches" para salir del paso de subidas impopulares. Pero de esto,
tampoco oirá hablar en esta campaña
electoral.
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