El Gobierno Rajoy
ha intervenido sin pudor en el mercado
eléctrico para frenar una subida de la luz del 12,5% en enero y dejarla en el 2,3%.
Tras dos años de parches, le ha estallado
en plena cara el desmadre del sector eléctrico, que se beneficia desde 1997 (Aznar) de una política de precios que
les reconoce costes de más y
múltiples compensaciones que
pagamos los usuarios en el recibo, que ha
subido un 63% en los últimos cinco años, más del doble que en Europa. Ahora, el Gobierno busca nuevas fórmulas para fijar la subida de la luz, pero
sólo hay una: hacer una auditoría de costes, para que paguemos la luz por lo que cuesta y no por lo que nos la cobran (así,
nuestras eléctricas son las más rentables
de Europa). Les ayudo aquí a entender
este galimatías para que sepan dónde
y cómo nos cobran de más. Lean, lean.
enrique ortega |
El recibo de la luz
tiene tres
partes: el coste de la energía que fija el mercado eléctrico (37,48% del recibo), los peajes o ayudas que aprueba el Gobierno
(41,14%) y los impuestos (especiales e IVA), el 21,38% restante. La luz paga
en España menos
impuestos que en la mayoría de Europa (los alemanes pagan el 46,49% del
recibo, los portugueses el 43% y los franceses el 29,2%), por lo que si la
electricidad es aquí más
cara (0,2228 euros por kilovatio, un 11,2% más cara que los 0,2002
euros de media en UE-28) se debe a que pagamos
más por la energía y por otros costes que autoriza el Gobierno.
Veámoslos.
Empecemos por el coste
de la energía, que se fija de entrada en el mercado eléctrico diario (pool).
Se rige por un sistema de precios fijado por la Ley eléctrica (LSE) de 1.997,
aprobada por Aznar: se paga por la luz lo que cuesta producirlo en la central más cara (térmicas de
gas, fuel y carbón), lo que beneficia a las centrales con menos costes
(hidráulicas y nucleares), además de las renovables. Es como pagar lo mismo por la carne picada al que la hace con pollo o
cerdo que con chuletón de ternera. Con ello, estamos pagando un extracoste
a la luz que procede de centrales hidráulicas y nucleares (ya casi
amortizadas) y las centrales más caras
(térmicas carbón, fuel y gas) apenas
cubren costes y no inversiones (como las renovables), por los que se
les compensa con otros ingresos, que el Gobierno aprueba en la parte
regulada de la tarifa, la otra mitad del recibo.
Pero sigamos con la primera
mitad del recibo. Las subidas no se fijan con lo que cuesta la luz en el
mercado eléctrico diario entre compañías. La
subida de esa mitad del recibo (coste de producir la electricidad) se decide en otro mercado, en una subasta trimestral (CESUR) donde acuden las eléctricas a
vender y comprar (60% de energía que venden), pero que es un mercado
controlado
por operadores financieros, bancos
de inversión como Goldman Sachs, Morgan Stanley o Deutsche Bank (los tres,
culpables de especular con las hipotecas basura y llevarnos a la Gran Recesión). Un mercado como el del petróleo o
los cereales, donde se negocia a futuro: el
precio que va a tener la luz el próximo trimestre. Los brókeres
aseguran a las eléctricas una cantidad de luz (que no tienen) y un precio. Si
luego, al entregarles la luz, el precio en el mercado es más bajo, se quedan
con la diferencia (y si es mayor, la pierden). Este sistema
especulativo, como cualquier mercado de futuros, supone otro extra coste sobre el precio de la luz,
estimado por la Comisión Nacional de la
Energía (CNE) en 726 millones sólo entre julio 2009 y septiembre 2010.Otro coste extra (para los brókeres
financieros) que pagamos en el recibo.
Y vayamos a la otra mitad del recibo, las
subidas que autoriza el Gobierno y que no tienen que ver con los precios de
la electricidad en el mercado. Por un lado está lo que pagamos por el transporte y la distribución de la luz desde las
centrales a casa: un 13 % del recibo,
algo en principio lógico, aunque también está
inflado para compensar a Red eléctrica y distribuidores, según algunos
expertos. El segundo capítulo son las
primas o subvenciones a distintas energías, para compensarles porque el
precio del mercado (1ª mitad del recibo) les da solo para cubrir costes, no para
amortizar inversiones. Son las primas a la
energía eólica (4,34% del recibo), solar
(6,97%) y a las centrales térmicas de
gas (5,90% del recibo), de las que se hablan poco, decenas de centrales que
han montado las eléctricas y que ahora
sobran por la caída de la demanda. Y luego están otras
subvenciones, que debería pagar el Presupuesto y no
nuestro recibo: 4,14% para compensar
a Endesa por los mayores costes de producir luz al mismo precio en Baleares
y Canarias, 1,60% para compensar el uso del carbón
nacional y otros costes, 0,94 % para compensar
a las grandes industrias por si les falta la luz para asegurarnos el
suministro (no ha pasado nunca, pero les pagamos 700 millones al año), 0,89%
para compensar la moratoria (parón)
nuclear, 0,41% para pagar el bono
social (la luz más barata a 3 millones de familias), 0,10% para pagar la Comisión Nacional de la Energía y 2,84 %
del recibo para pagar el déficit
de tarifa, nuestra “deuda” con las eléctricas de la que ahora
hablaré. En total, si quitamos las ayudas al transporte y la distribución, un 28,14 % del recibo que no son costes
directos de la electricidad que consumimos (50,48%) ni impuestos (21,38%).
Debido a esta ristra de extracostes,
la tarifa de la luz, aunque ha
subido un 63% (2008-junio 2013), no
cubre estos costes que las eléctricas tienen reconocidos desde 1997. Y
resulta que encima, tenemos una deuda
histórica con ellas, el famoso déficit
de tarifa. El origen está en 1999, cuando Rato
pactó con las eléctricas subir poco la luz (un 2% de media) para no disparar el IPC y
poner en peligro la permanencia en el euro. A cambio, el Gobierno Aznar
les prometió compensarles la diferencia, el déficit de tarifa. En 2000 el déficit fue sólo de 250 millones y
así en los siguientes, pero en 2005 saltó a 4.089 millones, por la crisis de
Irak y el petróleo, Y en 2008, con la entrada de las renovables (que dan menos
“cancha” a las térmicas de gas, carbón, hidroeléctricas y nucleares), el
déficit se dispara a 6.287 millones. La
pelota crece y ya alcanza los 30.000 millones. Una hipoteca
eléctrica que en su mayoría ya estamos pagando, con el recibo, a una media de 3 euros mensuales hasta el año 2025.
El Gobierno Rajoy,
en 2012 y 2013, aprobó cinco
paquetes de medidas para intentar
tapar este agujero eléctrico con subidas
extras de tarifas, el Presupuesto,
recortando primas y cobrando impuestos verdes a la generación de
electricidad (que nos acaban trasladando al recibo: en la subasta de
diciembre, un 7% de la subida que salió fue por la subida de impuestos). Y en septiembre de 2013 aprobó una Ley
del Sector Eléctrico que pretendía reducir
a cero el déficit de tarifa en 2014, por tres vías: subida extra de tarifas
(agosto 2013), recorte de primas (al transporte y distribución y a las
renovables) y con un crédito
extraordinario de 3.600 millones
para cubrir el déficit 2013 (que será mayor: 4.800 millones).
Pero el déficit
público manda y el viernes 29 de noviembre, Montoro
pide a los senadores del PP que no aprueben cubrir con el Presupuesto esos
3.600 millones del déficit de tarifa, para
bajar el gasto e intentar cumplir con Bruselas. Las eléctricas montan en
cólera y temerosas de tener que cargar ellas con el agujero
(no ha pasado nunca), trasladan ese
temor a los precios del mercado eléctrico (pool), que empieza a subir el
lunes 2 de diciembre y el día 8 (domingo) alcanza un precio
récord desde 2002: 93,11€ por megavatio (ver gráfico subidas).
En el camino, habían sucedido algunas cosas
“raras”: dejaron de funcionar 4 de las 8 centrales nucleares y parte
de las hidráulicas (la luz más barata), incluso algunas de carbón (ahora ha
bajado) y se estaba produciendo más con centrales de gas importado (en invierno
carísimo), para compensar la parada de esas centrales y la falta de aire para
las eólicas (las más baratas). Resultado:
los precios siguen disparados hasta la subasta CESUR del 19 de diciembre,
donde los brókeres añaden
su margen del 7% y sale un precio de 61,83 euros por megavatio, un
25,6% más que en la subasta de
octubre. Con ello, esta mitad del
recibo obligaba a una subida
del 11,5%, más lo que subiera el Gobierno la otra mitad, los
peajes (un 1% más, para cubrir con el
recibo el déficit de tarifa de 2013 que no paga Montoro con los Presupuestos).
Evidentemente, una subida de la luz del 12,5% no es de
recibo, pero es lo que marcaba el
mercado, forzado por los temores y enfados de las eléctricas. El Gobierno, sin poder
demostrar manipulación (ya se abrió un expediente
en 2010 y no se pudo probar nada), tomó
el camino de en medio y suspendió
la subasta, una decisión
chapuza y demagógica. Y ha optado por tomar
los precios del semestre anterior, para aprobar a última hora una subida
del 2,3% desde el 1 de enero. Y promete un nuevo sistema para fijar las subidas futuras.
El problema no es
que el mercado
eléctrico funcione mal y se especule. El
problema de fondo es que al
sector eléctrico se le han reconocido unos costes que están
inflados, desde la generación, el
trasporte y distribución a las primas a las renovables y al gas. Y no es un
problema de las renovables, como acusan las eléctricas tradicionales: entre 1998 y 2011, las renovables
han recibido subvenciones por 35.000 millones, mientras las eléctricas tradicionales recibían más, hasta 53.000 millones por otros pagos
regulados (costes de transición a la competencia, pagos por disponibilidad,
ayudas al carbón y regalo de derechos de emisión de CO2 que han vendido). Todo salía de nuestro recibo. Pero mientras las ayudas a las renovables
permiten bajar el coste de la luz (de los 6.136 millones de primas
en 2012, 4.056 se recuperaron por un menor coste de la luz que se produce, el 21,2% eólica y 3% solar), las demás ayudas han ido a engordar los beneficios de las eléctricas
tradicionales, las
más rentables de Europa: tienen un 6,78%
de margen sobre ventas frente al 2,62% del resto.
La solución no es
conseguir que el mercado sea más
transparente (también), sino poner
en marcha una auditoría
de costes, para saber de verdad lo que cuesta producir cada
kilowatio y no pagar extracostes, ni en
el mercado ni con facturas que debían ir al Presupuesto. Y en paralelo, debería desinflarse
la burbuja eléctrica, que al
hilo de las ayudas ha creado un exceso
de capacidad: hay 101.822 MW de potencia
instalada, para una demanda que no llega a la mitad (43.527 MW), con muchas
centrales (sobre
todo de gas) funcionando al 10% (y nosotros pagando en el recibo para que estén disponibles).
Si han llegado hasta aquí y han entendido todo este galimatías,
comprenderán que el mercado eléctrico en
España es un
gran desmadre que pagamos los consumidores. Un caos de costes
y subvenciones, logrados en la época
Aznar y mantenidos por Zapatero y Rajoy. Las eléctricas son un sector sin competencia (oligopolio) y con un poder tremendo,
como se refleja en que sientan
en sus Consejos a dos expresidentes, González (Gas natural) y Aznar
(Endesa), doce exministros (Solbes, Salgado, Acebes, Ana Palacio, de Guindos
hasta 2011…) y multitud de ex altos cargos. Y con elevados
beneficios (y dividendos) a
costa de nuestro recibo. El problema es quien
le pone el cascabel al gato, para que paguemos
la luz a lo que debería costar (un 20% menos) y no a lo que quieran cobrarnos. ¡Luz y taquígrafos ¡
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