En julio sigue subiendo la luz en el mercado eléctrico, tras subir un 16,4% en el semestre y costar ahora el mayor precio de los últimos 5 años. Eso después de tener la primavera más lluviosa desde 1965, que debería abaratar la luz. Por todo ello, la Comisión de la Competencia (CNMC) investiga este repunte de precios, después de sancionar a Iberdrola y Viesgo por fraude. Al margen de prácticas ilícitas, el mercado eléctrico se rige por un sistema (Aznar) que paga la luz más barata (hidroeléctrica y nuclear) al precio de la más cara (gas y carbón), un contrasentido que pagamos los consumidores. Y con los peajes, pagamos también costes de más en el 42% del recibo, así como más impuestos que en Europa. Así se explica, con tanto extracoste, que paguemos la 3ª luz más cara de Europa. Y la más sucia, culpable del 22% de todas las emisiones de CO2. No podemos seguir así. Urge que el Gobierno pacte una nueva política eléctrica, una de las asignaturas pendientes de la transición.
enrique ortega |
A finales de junio, el precio de la luz en el mercado eléctrico estaba a 58,60 euros por MWh, un 16,41% más caro que un año antes y un precio que es un 24% más alto del que ha tenido de media la luz en junio de los últimos 5 años, según ha alertado el secretario de Estado de Industria. Y este mes de julio, sigue la tendencia al alza: hoy lunes, 23 julio, el coste del kilovatio superaba ya los 63 euros por MWh (63,10), según los datos del mercado eléctrico (OMIE) lo que suponía otro 12% de aumento sobre el precio de principios de julio (56,26 euros/MWh). Por todo ello, la Comisión Nacional de la Competencia (CNMC) ha confirmado que está investigando este repunte de precios en el mercado eléctrico, por si detrás de la subida hay “algo más” que una situación coyuntural.
La CNMC sabe de qué habla, porque ya ha sancionado a dos compañías eléctricas
por cometer presuntos fraudes en el mercado eléctrico,” inflando
artificialmente” precios. La primera, Iberdrola,
a la que multó en diciembre de 2013 con 25
millones de euros por parar la producción de sus centrales hidroeléctricas del
Duero, Tajo y Sil, provocando una falta de oferta de electricidad barata que
obligó a utilizar las centrales de gas (más caras) y disparó el precio de la
luz en el mercado eléctrico (y sus beneficios). Hace unos meses, la UCO (Guardia Civil) ha descubierto en Iberdrola correos y
archivos que demuestran el fraude. Y en
junio, la CNMC ha multado a otra eléctrica, Viesgo,
con 6 millones de euros por otra infracción grave por manipular su oferta de la
central de los Barros(Cádiz), excluyéndola del mercado diario para luego vender
su electricidad en el mercado marginal a precios más elevados.
Todo esto es posible porque el mercado eléctrico ibérico (MIBEL),
donde se fija cada día el precio de la luz desde 1998, es un mercado “estrecho” (pequeño) y muy
volátil (tiene grandes altibajos de precios), que facilita estos fraudes, al regirse por un sistema de precios “de locos”, que autorizó Aznar (Ley eléctrica de 1997). Es un mercado donde cada empresa va aportando su
electricidad, empezando por las más baratas (hidroeléctricas, nucleares,
renovables) y siguiendo con las más caras (carbón, fuel y gas). Y al final, es el precio del kilovatio más caro el que se paga a todas las energías,
normalmente los 60 euros del kilowatio de las centrales de gas, aunque el
kilowatio hidroeléctrico cueste producirlo 10 euros y el nuclear 22 euros. Es como si compráramos carne picada hecha
con pollo, cerdo, ternera y chuletón y la pagáramos toda a precio de chuletón.
El experto Jorge Fabra estima que los consumidores hemos
pagado 20.000 millones de más a las eléctricas, sólo entre 2005 y 2015, por
este injustificable sistema de precios.
Así que da igual que llueva o no, porque la
luz sube aunque los pantanos hayan estado a rebosar, después de haber tenido
la primavera más lluviosa desde 1965. Las centrales hidroeléctricas
han subido su peso en la generación de electricidad (del 8% en mayo de 2017, en
plena sequía, al 16% en mayo de 2018), pero esta electricidad, como la nuclear
o la renovable (las 3 más baratas) no se han pagado a su coste, sino al coste
extra de la poca electricidad generada por carbón y gas, cuyo precio subió
mucho en el mercado internacional. Así que las
eléctricas dueñas de centrales hidroeléctricas, nucleares y renovables se han forrado, cobrando la luz 6 veces o 3 veces lo que les costaba producirla. Y nosotros, los consumidores, aunque haya mucha lluvia,
pagamos la luz al precio de lo que cuesta generarla con carbón o gas, aunque
sea una parte marginal del mercado. Una
locura.
Este precio de la luz
en el mercado eléctrico diario influye en una parte del recibo de la
luz, supone aproximadamente un 37% de la factura total que
pagamos. Por eso, la factura de un consumidor medio (4,4 kw de potencia y 3.900
kwh consumidos) ha subido, entre abril y
junio, un 10,3%, según la CNMC. Antes, había bajado en enero (-6,1%), subido en febrero (+2%) y
bajado en marzo (-9%), con lo que el
recibo medio del primer semestre habrá bajado
un 2,9%. Pero subirá en julio
(más de un 4%) y el balance anual de 2018
será de subida del recibo hasta julio. Y todo apunta a que el
resto del año, hasta diciembre, la luz va a seguir subiendo, como anticipan los precios del mercado de futuros
(compras a plazo) , por el mayor consumo del verano y el turismo, el cierre
temporal de dos nucleares (Vandellós y Trillo) y la menor electricidad eólica.
Con ello, 2018 podría cerrar con otra
subida del recibo de la luz a los hogares, en torno al 5%, tras haber subido un 10,3% en 2017.
Pero la luz no sube sólo porque suban los precios en un
mercado eléctrico “de locos”. La segunda
parte del recibo, el 42% de la factura que pagamos, no tiene que ver con lo que cueste la
luz en cada momento: son los costes regulados que fija el
Gobierno cada año, los llamados “peajes”, que llevan cinco años sin subir
(tampoco en 2018) pero que son un enorme “cajón
de sastre” de costes que encarecen nuestro recibo. Unos son costes “justificados” pero demasiado
elevados, como los costes por el transporte (el 2,96% del recibo) y la
distribución de la electricidad (10,04%) y otros
“injustificados”: ayudas a las renovables (el 17,22% del
recibo), por el “parón nuclear”
(0,41%), para amortizar la deuda eléctrica acumulada
(2,84% del recibo), para compensar a Endesa por producir luz en las islas (4,2% recibo), para compensar a grandes industrias de poder cortarles la luz (no se les ha cortado
nunca, pero les pagamos el 3% del recibo), para abaratar la luz a las industrias vascas (y que el PNV apoyara los Presupuestos
2018: 50 millones que pagamos con el recibo), ayudas para que las centrales de gas estén disponibles, etc., etc. Unos “extracostes” que deberían
suprimirse o pagarse con los Presupuestos, no a costa de nuestro recibo.
Y todavía queda la
tercera parte del recibo, el 21% restante de la factura que
pagamos, que son impuestos: un impuesto especial eléctrico (del 5,113% sobre la potencia contratada y el
consumo, 1.300 millones anuales que ingresan las autonomías) y el
IVA sobre la factura total
(incluido el impuesto eléctrico, con lo que pagamos un impuesto sobre otro
impuesto). Y aquí, también pagamos de más, porque el IVA
de la luz es el 21%, uno de los más altos de Europa: en Reino Unido se paga el 5% de IVA en la
luz, el Italia el 10%, en Grecia el 13%, en Irlanda el 13,5%, en Francia el
16,7% y en Alemania, el 19%.
Recapitulando,
vemos que en las tres partes del recibo
(coste de producirla, peajes que aprueba el Gobierno e impuestos) pagamos costes de más. Pero incluso antes,
al contratar la luz, muchos consumidores ya empiezan pagando de más, porque contratan más potencia de la que necesitan, por miedo a que “les salte el
automático”: un 20% de españoles tienen contratada más potencia de la que
necesitan y pagan 52,82 euros de más al
año, según
un estudio de Mirubee. Antes no era tan caro hacerlo, pero desde 2013, con la “reforma eléctrica”
aprobada por el Gobierno Rajoy, se subió mucho el componente potencia del recibo (+92% a los consumidores domésticos y +145% a los industriales),
como una forma de “garantizar ingresos” a las eléctricas en unos años de menos
consumo, por la crisis. Y por eso, ahora, pagamos casi tanto por potencia como
por consumo. Yo pago 17,98 euros por
potencia y 23,99 por consumo. Miren su recibo. Y si pueden,
contraten menos potencia.
Al final, tras sumar
tantos extracostes, la factura se ha disparado y los
españoles pagamos la tercera luz más
cara de Europa, sin impuestos, según los datos de Eurostat. En los
hogares, pagamos 0,1712 euros/kWh (finales 2017), sólo por detrás de Irlanda (0,1865) y Bélgica
(0,1790) y muy por encima de la media UE-28 (0,122 euros/kwh), zona euro
(0,123), Alemania (0,1383), Reino Unido (0,1344), Italia (0,1326, Francia
(0,1132) o Portugal (0,1080 euros/kwh). Y si nos fijamos en los precios de la luz industrial, las empresas españolas pagan la cuarta
electricidad más cara de Europa, 0,0982 euros/kwh a finales de 2017 (sin
impuestos), sólo por detrás de tres islas, Malta (0,1377 euros/kwh), Chipre
(0,1258) e Irlanda (0,1093) y un 28,8%
más cara que la luz industrial en la
UE-28 (0,0766 euros/kwh), un 20,7% más cara que Italia (0,0813 euros/kwh),
un 24,9% más cara que Alemania (0,0786 euros/kwh) y un 47% más cara que Francia
(0,0666), países con los que competimos.
No sólo tenemos la luz
más cara que Europa sino que es una
luz más sucia, porque producirla
supone emitir cada año más CO2. En
2017, España ha sido el 4º país de
Europa que más ha aumentado sus emisiones de CO2, un +7,4%, según publicó Eurostat en mayo (sólo menos que Malta, Estonia y Bulgaria) o un +4,4%, según ha publicado el Ministerio de Transición Energética en julio. Es el mayor
aumento anual de emisiones desde 2002 y de los 338,8 millones de toneladas
emitidos, 74,9 millones (el 22%) son por
la generación de electricidad, según Red Eléctrica. El año 2017, que fue
extremadamente seco, obligó a consumir mucho
carbón (+21%) y mucho gas
(+31,8%), los dos combustibles que generan más emisiones de CO2 para producir
electricidad (además de los más caros).Baste decir que las 15 centrales de carbón existentes generaron,
ellas solas, el 12,7% de todas las emisiones de CO2 que genera España.
A la vista de este panorama, una luz tan cara y tan sucia, el nuevo
Gobierno Sánchez debía intentar reformar
a fondo el sistema eléctrico,
pactando medidas con el resto de partidos, aunque sea difícil. A corto plazo,
ya ha anunciado que va a cerrar en las próximas semanas la primera central de carbón, la de Anllares (León), de Endesa y Gas
Natural Fenosa, algo a lo que se oponía el anterior Gobierno Rajoy. Y que
su intención es proponer cerrar para
2020 otras 6 centrales de carbón más,
7 centrales en total de las 15 existentes, las que no han realizado
(porque no les compensa económicamente) las inversiones medioambientales que
exigirá la Unión Europea para 2020.
A medio plazo, la intención del Gobierno Sánchez es sustituir paulatinamente las centrales de gas (que sólo funcionan al 15% de su
capacidad) por más electricidad de
origen renovable (eólica y solar), para lo que han decidido mantener la actual rentabilidad de las plantas renovables en el 7,4%, algo que
tendrán que tramitar en el Congreso (no será fácil), porque hay que modificar
para ello la Ley del sector eléctrico que aprobó Rajoy. Y también a medio
plazo, el Gobierno Sánchez quiere cerrar las centrales nucleares cuando
cumplan los 40 años de vida, con lo que, de aprobarse en el Congreso (el PP
está en contra), las 5 centrales nucleares en funcionamiento cerrarían sus
instalaciones en 2024 (Almaraz y
Ascó), 2025 (Ascó) y 2028 (Almaraz y Trillo). Todo ello debe
incluirse en la próxima Ley contra el Cambio Climático
que el Gobierno ha prometido enviar al Congreso antes de fin de año.
En paralelo a estos cambios legales, el Gobierno debe modificar de una vez el funcionamiento del mercado eléctrico, para que cada tipo de electricidad se pague por su coste y
no paguemos la luz que viene de los pantanos al precio de la luz que se genera
con fuel o gas. Urge hacer una “auditoria de costes” y remunerar la luz por lo que cuesta producirla (y transportarla y distribuirla),
más un beneficio razonable. Eso permitiría rebajar el recibo un 20%. Y en el siguiente escalón, quitar la mayor parte de los “peajes”, esos extracostes que son
“herencias” del pasado y que debían suprimirse o pagarse a cargo del
Presupuesto (con los ingresos del IVA eléctrico y nuevos impuestos
medioambientales), no de nuestro recibo. Según el informe de los 14 “sabios” que estudiaron el sector eléctrico, quitar los peajes del recibo permitiría bajar un 30% la electricidad a hogares e industrias. O sea, que se puede bajar
la luz un 50% tocando el mercado eléctrico y los peajes.
Todas estas medidas suponen recortar los beneficios de las eléctricas, un sector con mucho
poder económico, político y mediático, que consiguió una situación de
privilegio con la Ley eléctrica de Aznar en 1997 y que ha frenado después todas
las reformas posibles. La reconversión del sector eléctrico es una
asignatura económica pendiente desde la transición y aunque el panorama
político no sea favorable, hay que intentar
poner en marcha los cambios más urgentes, para que hogares y familias no paguen
la luz más cara de Europa y la más sucia. No deberían esperar más. Luz y
taquígrafos para que paguemos por la luz
lo que cuesta, no
extracostes sin fin para beneficiar a las eléctricas.
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