lunes, 30 de septiembre de 2019

Cambio Climático: menos palabras, más medidas


El tiempo para salvar el Planeta se acaba: las emisiones de CO2 suben y los océanos y glaciares están seriamente dañados, según un reciente informe de 104 científicos. Si no se toman medidas drásticas, el mar subirá 1 metro este siglo y sufrirá la pesca, lo que afecta especialmente a España: 10.000 kilómetros de costa y primera potencia pesquera de Europa. La ONU ha lanzado un ultimátum en la Cumbre de Nueva York: “no más discursos; hay que tomar medidas porque con la naturaleza no se negocia”. Y han marcado 2 objetivos, más ambiciosos que en la Cumbre de París (2015): recortar un 45% las emisiones para 2030 y emisiones cero para 2050. Casi 70 países han dicho que sí, pero no se han comprometido los que más contaminan: China, USA, India, Japón, ni Rusia o Brasil. Lo positivo es que se multiplican las protestas para exigir soluciones, junto al apoyo de empresas y ciudades. Frenar el Cambio Climático es la 1ª prioridad del siglo XXI. Y todos tenemos deberes.

Los humanos no dejamos de emitir gases de efecto invernadero (CO2, metano, óxido nitroso y gases fluorados), que deterioran día a día el clima y el Planeta. El nivel de emisiones podemos verlo cada día en esta web de Hawái, que registró el 15 de mayo de 2019 el mayor nivel de CO2 de la historia: 415,70 partes por millón, una concentración de gases comparable a la que había hace entre 3 y 5 millones de años (se sabe por las muestras en el hielo ártico), cuando la temperatura de la Tierra era entre 2º y 3ºC más cálida y el nivel del mar era de 10 a 20 metros superior, según la Organización Meteorológica  Mundial (OMM).

Y a pesar de este dato, de la Cumbre de París de 2005 (195 países que prometieron tomar medidas) y de lo evidente que es el Cambio Climático (olas de calor, sequías, huracanes, inundaciones y “mega fuegos” por medio mundo), los países aumentaron sus emisiones de gases de efecto invernadero en 2017 (+1,4%) y 2018 (+1,7%), tras tres años estables (de 2014 a 2016), según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que revela unas emisiones récord de 33.143 millones de Tm de CO2 en 2018. El aumento de emisiones vino de China (culpable del 28,6% del CO2 mundial, las aumentó un 2,5%), EEUU (emite el 14,75% del CO2 y lo aumentó un 3,1%) e India (6,94% de las emisiones, las aumentaron un 4,8%, los que más), mientras Europa (responsable del 11,9% de las emisiones totales de CO2) las rebajaba un -1,3%. Y España las redujo más, un -2,2% en 2018, gracias a un mayor uso del agua y la energía eólica y menor del carbón y fuel en la generación de electricidad.

El problema ahora es que las previsiones de los científicos sobre los efectos de estos gases en el Cambio Climático han sido superadas por la realidad y ahora creen que eran muy conservadoras. Si en 2015, ante la Cumbre de París, creían que bastaba con impedir que la temperatura aumentara 2º C este siglo, ahora creen que debería aumentar menos de 1,5ºC. Y como ya ha subido +1,1ºC desde la Revolución industrial, eso exige tomar medidas más drásticas y  triplicar los recortes de emisiones que contemplaban los casi 200 paises firmantes. Sobre todo, porque los océanos y los glaciares, claves en la regulación del clima y la vida humana, están más dañados de lo que se pensaba, según este informe publicado el miércoles pasado por la ONU y elaborado por el Grupo Intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC), 104 científicos de 36 paises (2 son españoles).

Los océanos han sido el gran ecosistema que ha amortiguado hasta ahora los efectos negativos del Cambio Climático, porque absorben el 90% del aumento de temperatura y el 25% de las emisiones de CO2. Pero este calentamiento de los mares y su absorción de CO2 ha dañado a los océanos, que son ahora “las mayores víctimas de las emisiones, junto a los glaciares”, según este reciente informe del IPCC. El aumento de temperatura en la Tierra provoca el deshielo de los glaciares y aumenta el nivel del mar, que está subiendo 3,6 milímetros al año. Y este es un proceso irreversible: va a seguir subiendo. La duda de los científicos es cuánto: si se toman medidas para reducir las emisiones, podría subir “sólo” entre 30 y 60 centímetros para 2100. Y si seguimos como hasta ahora, el mar podría subir 1 metro y más. Esto afectaría gravemente a 680 millones de personas que viven en zonas costeras y a otros 65 millones que viven en islas. Las zonas más afectadas serán Holanda, Nueva York, islas del Pacífico y Caribe, Africa y el sur de Europa, sobre todo España (10.000 km de costa).

El aumento de la temperatura y las emisiones provocan un calentamiento de los océanos y su acidificación: el CO2 los vuelve ácidos y eso, junto al aumento de la temperatura, afecta muy negativamente a los ecosistemas marinos y a la pesca, según el informe del IPPC, que estima una reducción del 15% en las capturas, sobre todo en la zona del Ecuador, porque las especies emigrarán al norte y al sur. Otro problema que afectará gravemente a España, porque somos la primera potencia pesquera de Europa y el 2º consumidor del mundo (tras Japón).

Además, el deterioro de los océanos y del clima provocarán fenómenos extremos en el mar, desde un aumento de huracanes, tormentas tropicales y ciclones hasta una mayor frecuencia de las grandes crecidas del mar (mareas gigantes): si antes se producían una vez cada siglo, ahora serán cada año desde 2050, según el informe del IPPC, que aporta un mapa con las costas más vulnerables donde incluye a toda la Península, Baleares y Canarias.

Y en cuanto a los efectos del deshielo ártico, no sólo está provocando un aumento del nivel del mar, sino que también aumenta las emisiones de gases (CO2 y metano acumulado durante millones de años en el permafrost, el suelo polar, y que ahora se libera) y afecta a la menor regulación del agua dulce disponible en las zonas de montaña, donde viven otros 670 millones de personas, que verán afectada  su agricultura, su clima y hasta la producción de electricidad (menos energía hidroeléctrica), según el  informe del IPCC.

A raíz de este preocupante informe, que se suma a otros anteriores que confirman el cambio drástico en el clima que todos sentimos (junio y julio de 2019 han sido los dos meses más cálidos en el Planeta desde que hay registros, según la OMM), la ONU ha utilizado la Cumbre del Clima de Nueva York para dar la alerta: “esta no es una Cumbre para venir a hablar, a negociar: no se negocia con la naturaleza”, dijo el secretario general, Antonio Guterres. Y puso sobre la mesa 4 nuevos compromisos para los paises si queremos salvar el Planeta: recortar las emisiones de GEI un -45% para 2030 sobre 2010 (en la Cumbre de París se fijó un recorte del 20 al 30%) y llegar a las emisiones cero (netas) en 2050, no construir más centrales de carbón a partir de 2020 y dejar de subvencionar los combustibles fósiles (carbón y carburantes derivados del petróleo se llevan 5,3 billones de dólares al año de los Gobiernos, el 6,5% del PIB mundial, mientras son escasas las ayudas a las renovables).

Unos 70 paises se comprometieron en Nueva York a estos drásticos recortes de emisiones, entre ellos la mayor parte de Europa (incluida España), pero no se comprometieron los tres paises que más contaminan: China (28,6% del total de emisiones), EEUU (14,75%) e India (6,94%), ni tampoco Rusia (4,7%) Japón (3,3%) o Brasil. Lo positivo de este Cumbre del Clima de Nueva York, además de este mayor compromiso de muchos paises, es que ha catalizado las protestas contra la inacción climática en medio mundo (con manifestaciones en 150 paises  y una huelga simbólica mundial el viernes 27 por el Clima) y ha ampliado las acciones a otros protagonistas no Gobiernos: 102 ciudades, 10 gobiernos regionales (como California, enfrentada al negacionismo de Trump), 130 bancos (todos los españoles) y 93 multinacionales (desde Amazon, Danone, Ikea o Nestlé a Telefónica e Iberdrola), que se han comprometido a reducir sus emisiones y dejarlas en cero para 2050. Al margen de que hay mucho “marketing”, parecen entender que el riesgo climático” es “riesgo económico”.

Ahora, la clave del futuro la tienen China (es el nº 1 en energía solar, eólica y producción de coches eléctricos, aunque también en montar centrales de carbón), India (tiene el mayor nivel de polución del mundo) y, sobre todo, EEUU, donde muchos Estados, empresas e instituciones ven claro que han de recortar emisiones mientras Trump anula decretos ecologistas de Obama y mantiene su promesa de salir del Acuerdo de París. Pero no puede hacerlo, por exigencias legales, hasta el 6 de noviembre de 2020, tres días después de las próximas elecciones USA: si las pierde, es muy probable que el país no salga del Acuerdo y que otro presidente apueste por el recorte de emisiones, lo que sería fundamental para todos.

Mientras tanto, Europa apuesta por ser todavía más el continente líder en la lucha contra el cambio climático. La Comisión en funciones ya consiguió un acuerdo de los 28 para reducir las emisiones de GEI un 45% para 2030 (sobre 1990), el objetivo que ahora ha pedido la ONU en la Cumbre de Nueva York. Y planteó emisiones cero (netas) para 2050, un acuerdo que no se consiguió por la oposición de 4 paises del Este (Polonia, Hungría, República Checa y Estonia), aunque los 24 restantes están de acuerdo. Y ha habido un cambio significativo en Alemania, donde el gobierno de coalición (la derecha de Merkel y los socialdemócratas) aprobó, en vísperas de la Cumbre de Nueva York, un Plan contra el Cambio Climático que pretende reducir las emisiones un 55% para 2030 y emisiones cero en 2050, con una inversión de 54.000 millones de euros y 70 medidas, entre ellas subir los vuelos nacionales y las tasas a los vehículos, bajar el tren, suprimir el uso del gasóleo en las calefacciones para 2026, eliminar el carbón en 2038 o poner precio al CO2 que emitan el transporte y la calefacción.

Ahora, la futura presidenta de la Comisión Europea, Úrsula van der Leyden, que toma posesión el 1 de noviembre, ha dicho que la lucha contra el Cambio Climático es una prioridad de su mandato y ha prometido que en los primeros 100 días aprobará un Plan europeo, el “Green New Deal”, con fuertes inversiones y dos medidas estrella: poner un impuesto a los aviones (750 millones, con lo que subirán las tarifas aéreas) y conseguir que haya 1 millón de camiones eléctricos por las carreteras europeas en 2025 (10 veces más que hoy).

Entre tanto, en España, está paralizado por falta de Gobierno el debate y aprobación del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, aprobado por el Gobierno Sánchez el 22 de febrero de 2019. Pedro Sánchez ha dicho en Nueva York que su prioridad es aprobarlo y reducir así las emisiones españolas un 20% para 2030 (respecto a 1.990), un objetivo muy ambicioso porque España, a diferencia del resto de Europa, emite hoy un 15,4% más CO2 que en 1990, con lo que el recorte real debería ser del 35,4%, inferior al que propone Europa pero muy difícil para un país más dependiente del petróleo que el resto y con el doble de paro. Sánchez se propone cerrar las centrales de carbón para 2025 y conseguir un 70% de electricidad renovable para 2030 (este año 2019 es un 36,6%) y un 100% para 2050. Y todo ello exige, según Sánchez, unas inversiones, públicas y privadas, de 236.000 millones de euros, un tremendo esfuerzo para el Presupuesto, empresas y particulares, aunque a cambio se crearán entre 250.000 y 364.000 nuevos empleos “verdes” en España.

¿Qué hay que hacer para reducir las emisiones? Pues que todos los que emiten hoy gases de efecto invernadero (80% CO2, 12% metano, 5% NO y 2% gases fluorados), emitan menos para 2030 y nada (emisiones-absorciones) en 2050. Y la responsabilidad es muy desigual. El sector que más gases emite en España es el transporte (27% del total emisiones GEI), sobre todo el transporte por carretera (25%) y la aviación (0,9%). Le sigue la industria (19% de las emisiones), sobre todo metalurgia, cementeras y cerámica. Y después, la generación de electricidad (17%) y la agricultura (12%, del que un 8% lo emite la ganadería). Estos 4 sectores suman un 75% de las emisiones de GEI. Y luego se añaden las emisiones de viviendas, comercios e instituciones (9%), sobre todo por la calefacción y el aire acondicionado, la gestión de residuos (4,1% de las emisiones totales), la maquinaria agrícola, forestal y pesquera (4%), las emisiones de refinerías (3,5%) y la emisión de gases fluorados (1,8%) que se generan en la refrigeración y aparatos de aire acondicionado.

Así que, vistos los culpables, pueden plantearse las soluciones. El transporte y el uso de los carburantes es el factor clave, que obliga a penalizar el gasóleo y la gasolina (tenemos de los impuestos más bajos de Europa), fomentar los coches, camiones y autobuses eléctricos y favorecer el tren y el transporte público. Y en la electricidad, favorecer las renovables y penalizar el carbón, el fuel y el gas. En la industria, subir los impuestos al CO2 que generan las industrias más contaminantes (químicas, refinerías, metalurgias, aluminio, cementeras), facilitando inversiones para reconvertir instalaciones. En las viviendas, fomentar el aislamiento y el ahorro de energía y reducir el uso del gasóleo para calefacción. Y en la alimentación, reducir las macro granjas que son una fuente de metano.

Pero los ciudadanos de a pié también tenemos responsabilidad y tareas en la lucha contra el cambio climático. Tenemos que cambiar nuestro modo de vida, desde cómo nos movemos (menos coche privado) a cómo comemos (comer carne todos los días supone más emisiones, reitera la ONU y la OMS), desde la temperatura de nuestras casas a los residuos que generamos y cómo los reciclamos. Y si queremos un Planeta más limpio, tendremos que pagar una luz más cara y más impuestos verdes. No vale con ser ecologista de boquilla.

Se acaba el tiempo para actuar, dicen los científicos y la ONU. Tenemos que salvar el Planeta y para eso tenemos que tomar medidas, desde los Gobiernos, las empresas, las instituciones y los particulares, en nuestra vida diaria. Y en España, urge un Pacto verde para salvar el futuro, como el que han firmado la derecha y los socialdemócratas alemanes. Exijámoslo.

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