Los problemas de cada día no deben impedirnos reflexionar sobre
el mundo que vivimos y sobre este crecimiento poco sostenible, que
pone en peligro el medio ambiente y nuestro futuro. El Cambio Climático ya está aquí y hay que afrontarlo en
todos los ámbitos, también en la
alimentación. Comemos demasiada carne y eso provoca una creciente
ganadería
industrial que emite muchos gases de efecto invernadero, consume
demasiada agua y tierras de cultivo, deforesta y contamina. Y encima, perjudica nuestra salud, provocando
enfermedades cardiovasculares y cáncer. España
es el 2º país de Europa que más carne consume y la ganadería perjudica al
medio ambiente la mitad que el transporte, con miles de granjas produciendo no
sólo para nosotros sino para exportar (un tercio de la carne),
aunque
contaminan aquí. Habría que consumir menos carne y lácteos (no
nos hacen falta tantas proteínas animales) y comer más verduras, hortalizas,
legumbres y cereales, por nuestra salud y por la del Planeta. Es algo en lo que
podemos ayudar todos.
enrique ortega |
Cuando yo era niño y adolescente, en los años 50 y primeros 60, en España se consumía poca carne: un día por semana o en las fiestas. Luego, el consumo de carne aumentó, pero no se disparó hasta los años 90, con 100 kilos de media por español, alcanzando el máximo en 2002: 120 kilos por habitante al año. Habían cambiado los hábitos de consumo: si antes se comían “cosas con carne”, en este siglo se come “carne con cosas”. Y aunque la crisis hizo mella en el consumo de carne, bajando a partir de 2007, todavía comemos mucha: 94,04 kilos por habitante en 2013, según los últimos datos de la FAO (ONU) aportados por Greenpeace. Eso nos sitúa en 2º lugar en el consumo europeo de carne (85 kilos/habitante en la UE), por detrás de Luxemburgo. Y también consumimos mucha leche y derivados lácteos: 165,03 kg/habitante, aunque estamos por debajo de la media europea (260 kg/habitante).
El Ministerio de Agricultura (MAPAMA) rebaja estas cifras de consumo de carne a 50,13
kilos por habitante en 2016, pero es un
dato parcial, porque sólo incluye la carne que compran las familias, no el
consumo fuera de casa, que si recoge la estadística de la FAO, más completa.
Pero el dato de compra de carne en el súper nos sirve para saber qué carne se compra: 74% carne fresca, 2,5% congelada y 23,5% transformada
(desde embutidos a hamburguesas), el consumo que más crece. Y respecto a la
carne fresca, en los últimos años se ha disparado el consumo de pollo (18,70 kilos por persona/año) y cerdo (14,40 kilos), estabilizándose en
vacuno (7,55 kilos) y bajando el cordero y otras carnes (9,35
kilos). En total, el gasto en carne por persona fue de 320,22 euros en 2016, a los que habría que sumar otros 182,79 euros
en leche y derivados lácteos. En total, comer
carnes y lácteos supone un gasto anual de 503 euros por español, un
tercio de todo el gasto en alimentación. La mayor factura.
Pero comer tanta carne y lácteos tiene otros costes, más preocupantes. El primero y fundamental, sobre la salud. Un polémico informe de
la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó, en octubre de 2015,
del riesgo de un consumo excesivo de
carnes procesadas (salchichas, embutidos, hamburguesas) y carnes rojas: puede provocar cáncer colorrectal. Además, otros estudios científicos revelaron
que el consumo excesivo de carnes y lácteos favorece
la obesidad y el sobrepeso, con riesgo
de enfermedades cardiovasculares y la diabetes tipo 2, las dos enfermedades de
este siglo. Ya el Libro Blanco de la Nutrición en España alerta sobre los elevados consumos de
carnes grasas y embutidos y un exceso de carnes y lácteos en la dieta, sobre
todo en las ciudades y clases medias y altas.
El exceso de carne y lácteos en la alimentación no
sólo perjudica el bolsillo y la salud.
También atenta contra el Planeta, contra
el medio ambiente. Y eso porque el
consumo de carne (y lácteos) se ha disparado en el mundo, siendo este siglo XXI “la era de la carne”. Si en 1950, la producción mundial de carne era de 50
millones de toneladas, en el año 2.000 ya se había cuadruplicado con creces
(229 millones Tm) y en 2017 se ha multiplicado por más de 6 (322 millones Tm).Y
se espera que alcance los 465 millones de toneladas para 2050.
Ello se debe al fuerte aumento del consumo de los países occidentales (de 60 kilos por persona en 1964 a 96 kilos
ahora), pero sobre todo al aumento de consumo de carne de los países en desarrollo, que están cambiando
su dieta. Es el caso de China, que
hace 20 años sólo consumía 5 kilos de carne por persona y año y hoy ya consume
50 kilos. En consecuencia, el consumo de
carne se ha estabilizado en los países desarrollados (a niveles altos: 115
kilos/persona en EEUU) pero crece imparable en los países emergentes,
lo que augura que el consumo total de
carne en el mundo se duplique, pasando de los 45 kilos de media actuales a 80 kilos de media
por persona en 2050 (y más de 100 kilos en los países ricos).
Este esperado salto
en el consumo de carne (y lácteos) en el mundo va a disparar aún más la ganadería industrial, la opción elegida para hacer frente a la
creciente demanda de carne en el siglo XXI: han desaparecido las explotaciones
ganaderas pequeñas y familiares y se han sustituido por enormes granjas, con
muchos animales por hectárea (maltratados)
y un sistema industrial de producción, apoyado en piensos, hormonas y
antibióticos. Baste decir que en el mundo se sacrifican más de 70.000 millones de animales cada año, 192 millones de animales sacrificados cada
día. Sólo en España se matan cada año 886 millones de animales, casi 20 por cada
español, una media de 1.700 animales sacrificados
por minuto (1.482 pollos y aves,
90 cerdos, 90 conejos, 17 ovejas, 5 vacas y 2 cabras), según datos oficiales
recogidos por Greenpeace. De hecho, la
industria cárnica es la 4ª industria española (tras el automóvil, las
petroleras y las eléctricas), con 86.000 empleos y más de 3.000 empresas, que
facturaron 24.000 millones de euros
en 2017, según la asociación Anice. Un poderoso "lobby", el de la carne, que financia incluso estudios (como el reciente de los médicos de familia) a favor del consumo de carne.
Esta gigantesca industria de la carne, en el
mundo y en España, subvencionada además con
Fondos europeos, provoca graves daños al medio ambiente y al Planeta. En primer lugar, la ganadería emite
un 14,5% de los gases de efecto invernadero (GEI), responsables del Cambio
Climático, casi tanto como el transporte, según los informes de la ONU y la FAO. El ganado es responsable de un 37% de las emisiones de metano (al hacer su digestión) y del 65% de las emisiones de oxido
nitroso (por el estiércol), dos gases más peligrosos para el clima que el CO2.
Y provoca dos tercios de las emisiones mundiales de amoniaco (por el estiércol),
culpable de la lluvia ácida. Además, producir carne masivamente lleva a talar bosques para pastos y cultivos para
el ganado y esta deforestación causa el 9% de todas
las emisiones mundiales de CO2. Por eso, desde 2008, la ONU lleva recomendando consumir menos carne para ayudar a frenar el Cambio
Climático.
En España, la
ganadería emitió en 2015 más de 86 millones de Tm de CO2, según los cálculos de Greenpeace, que estima que la ganadería y la agricultura son el
4º emisor de gases de efecto
invernadero, produciendo el 13,35% de las emisiones totales. Y el primer emisor de metano y de oxido nitroso,
más dañinos que el CO2. Las granjas que más emiten son las de cerdos (por las emisiones de los piensos para alimentarles y
por los purines, el estiércol) y las de
vacas (por los forrajes y piensos y por el metano de su digestión).
Además de emitir
gases peligrosos, la ganadería industrial
consume mucho forraje, cereales y piensos, que obliga a cultivar muchas
tierras para la alimentación animal y no para producir alimentos a los humanos (que en
muchos lugares pasan hambre). Así, producir 200 gramos de
carne se lleva 45 cuencos de cereales que podrían alimentar a 20 personas, según la FAO. De
hecho, en España, la ganadería
industrial requiere destinar el 77% de
toda la superficie agrícola (18
millones de hectáreas) a plantar forraje y cereales para el ganado, además de
importar cada año 15 millones de Tm de cereales y leguminosas para alimentar al ganado, según los datos de Greenpeace. Precisamente, la gran necesidad de piensos ha
hecho que España utilice cultivos
transgénicos para el ganado, el 95%
de todos los de la UE.
Si la ganadería industrial necesita tierras para alimentar a
los animales, necesita también mucha
agua, una barbaridad: consume más de 48.000 millones de metros cúbicos al
año, el consumo de todos los hogares
españoles durante 21 años. Recuerde: producir
un filete de 200 gramos exige tanto agua como darse una ducha, según Greenpeace. Y además, esa ganadería industrial contamina gravemente el agua, con los excrementos y purines (hay 50
millones de cerdos en España, que producen purines para llenar 66 piscinas olímpicas de
excrementos cada día…), que ya han
contaminado los acuíferos y las aguas de consumo en Aragón, las dos Castillas y
sobre todo en Cataluña, donde la
mitad del territorio tiene contaminadas las aguas subterráneas por la ganadería
industrial, según denuncia Greenpeace.
Pero además del agua, la ganadería industrial también contamina el aire. Por un lado, las granjas emiten a la atmósfera amoniaco (por los purines y fertilizantes), 54.493 Tm en 2016, que
al oxidarse produce también oxido
nitroso. Pero además, está demostrado que en las áreas próximas a grandes
granjas ganaderas hay contaminación por partículas en suspensión (PM 2,5), gases y endotoxinas, que pueden
provocar problemas respiratorios y cáncer,
según han advertido las autoridades sanitarias en Europa.
Y hay otra contaminación aún más preocupante, la de los antibióticos y hormonas que se utilizan en la ganadería industrial, para fomentar la
cría y engorde o prevenir enfermedades. Y aquí, la situación en España es preocupante, porque somos
el país europeo que más los utiliza: 3.029 toneladas de antibióticos
vendidos para la ganadería en 2015, según la Agencia Europea del Medicamento (EMA), un 36% de todas las ventas en Europa (30 países). El riesgo es
doble: se han detectado antibióticos en
las aguas subterráneas y en el agua corriente y puede provocar problemas en
los humanos, favoreciendo la resistencia a los antibióticos, una gran preocupación
de la OMS, que piensa causará más muertes que en cáncer en 2050. Además,
después, al procesarse muchas de estas
carnes, se les añaden productos que pueden ser nocivos: conservantes y aditivos, antioxidantes, excipientes y mucha sal (el
75% de la sal que consumimos viene de alimentos procesados, no está en el
alimento original: una hamburguesa, por ejemplo, tiene 13 veces más sal que un
filete normal).
Tras este repaso a sus efectos sobre la salud y el Planeta, quizás mire la carne de otra manera.
Pero además, hay otra cosa a tener en cuenta: mucha de la carne que se produce en España, la
tercera parte, es para exportar, pero sus
efectos negativos sobre el medio ambiente se quedan aquí. España exportó en 2017 más de 2,3 millones de toneladas de carne, superando por
primera vez los 6.000 millones de euros de ingresos. Somos el 4º productor mundial de carne de cerdo
(tras China, EEUU y Alemania) y el 2º productor europeo de ovino y caprino,
tras Reino Unido. Y el 4º país europeo en productos cárnicos elaborados, tras
Alemania, Italia y Francia. O sea que, aunque redujéramos el consumo interno de
carne, las grandes granjas de animales seguirían ahí, para exportar carne y lácteos a todo el mundo. Y
destrozarían nuestro clima, nuestras aguas y nuestro aire para mantener ese potente negocio.
Algo habrá que hacer.
En la Cumbre del Clima de París (2015), 195 países ya se comprometieron a reducir sus
emisiones (a partir de 2020) entre el 20 y el 30% para 2030. Y eso exige tomar
medidas en la energía, los
transportes, las viviendas y la industria, pero también en la alimentación, reduciendo el consumo de carne. Greenpeace ha lanzado un objetivo mundial: reducir el consumo de carne un 50% para 2050:
de 45 a 20 kilos/persona y año). Y en el caso de España, trazan dos objetivos:
reducir el consumo de 94 a 24 kilos de
carne en 2030 (y de 165 kg de lácteos a 57 kilos) a 16 kilos de carne y 33 de lácteos en 2050. Serían 300
gramos de carne a la semana (suficientes para las proteínas
necesarias), frente a 1,8 kilos hoy, quizás un objetivo imposible. Pero
habría que bajar el consumo. Y para ello plantean medidas en dos frentes. Por un lado, más control y exigencias a la ganadería
industrial, forzando la reducción de emisiones y contaminación y no autorizando macrogranjas (la de Noviercas, en Soria, tendrá 20.000 vacas y será la granja más grande de Europa). Y por otro, educación a las personas y a los
niños, para consumir menos carne (y
sobre todo menos carne procesada y roja) y
menos lácteos y más cereales, verduras, hortalizas y legumbres, la “dieta
mediterránea”.
Comer menos carne
no es una moda ni un “invento ecologista”, es una necesidad si queremos cuidar nuestra salud y la del Planeta,
además del bolsillo. Es importante obligar a las empresas a informar al consumidor de “la huella de carbono”: así sabremos que
producir 1 kilo de cordero supone 10.629
gramos de CO2 equivalente, frente a sólo 140 gramos de CO2 por
kilo de naranjas o 299 gramos por kilo de tomates. O que producir 1 kilo de vaca se lleva 10 kilos de pienso y 15.000 litros
de agua, además de emitir 7.275 gramos de CO2 (ver este cuadro con las emisiones de CO2 que genera producir los alimentos). Un despropósito y un despilfarro. Y más cuando hay 791
millones de personas que pasan hambre mientras el mundo cultiva para alimentar
a los animales. No puede ser. A todos nos gusta la carne, pero habrá que comerla menos, dos veces a la
semana, modificando la dieta y comiendo
más sano. Y más sostenible. Ser subcampeones
de Europa en comer carne es una locura. Tenemos que cambiar.
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