La economía española lleva 5 años creciendo, pero la recuperación no llega a todos: hay 8,5 millones de españoles “excluidos”, 1,18 millones más que antes de la crisis, según el VIII Informe Foessa (Cáritas). Y de ellos, la mitad son “excluidos severos”, españoles con graves problemas de ingresos, trabajo, vivienda, aislamiento, salud o educación. Y de ellos, 1,8 millones están “expulsados”, con graves problemas para sobrevivir cada día. En conjunto, son 1 de cada 5,5 españoles excluidos económica y socialmente, que “han perdido el tren” y muchos son irrecuperables si no se toman medidas, sobre todo por culpa del paro, la precariedad del trabajo y la vivienda, los mayores causantes de la exclusión social. Y los más afectados son los jóvenes, las mujeres solas con niños, los discapacitados, los inmigrantes y las familias muy numerosas, sobre todo en Canarias, Extremadura, Baleares y Valencia. Urge intentar recuperarles cuanto antes, porque la exclusión social no sólo es injusta e inmoral: es un cáncer para la economía y la democracia.
enrique ortega |
Ya sabíamos que la crisis ha aumentado la desigualdad, a pesar de la recuperación: si en 2008, el 10% más rico tenía 9,7 veces los ingresos del 10% más pobre, ahora, ese 10% tiene 12,8 veces más ingresos, según este informe de Intermón Oxfam. Y España es el 4º país europeo con más desigualdad, tras Bulgaria, Lituania y Letonia, según Eurostat. El 1% más rico concentra el 25,1% de la riqueza española, casi lo mismo que el 70% más pobre (32,1% de la riqueza total). Y el 10% más rico acapara más riqueza (53,8%) que el 90% restante de españoles (46,2% de la riqueza total), según el informe de Intermón Oxfam “La recuperación económica en manos de una minoría”. Y también sabíamos que ha crecido la pobreza: había 12.338.187 españoles pobres en 2017, según la estadística europea AROPE, que incluye personas que ingresan menos del 60% de la renta media española o que sufren privaciones o que trabajan pocas horas. Son 1,4 millones de pobres más que en 2008.
Lo que no sabíamos
hasta ahora es que la crisis ha
aumentado también la “exclusión social”, a pesar de la recuperación: hay 8.592.000 españoles “excluidos” en 2018, el 18,4% de los españoles, 1,18
millones de excluidos más que en 2007, según el VIII Informe Foessa (Fundación
de Cáritas). ¿Qué españoles se consideran excluidos?
No son sólo pobres (la mayoría sí). Son personas apartadas de la vida
económica, social y política debido a carencias económicas, de vivienda o de salud y a su aislamiento social,
personas que se han quedado “fuera” y no consiguen salir de su aislamiento. El VIII Informe FOESA estudia 35 variables (ingresos, paro,
empleo, vivienda, salud, educación, aislamiento social y político) y ha realizado 29.000
encuestas en 2018 (viene haciendo informes periódicos desde 1964) para estimar
el grado de integración o exclusión social de los españoles.
El VIII Informe Foessa (2018-19) revela que algo
menos de la mitad de los españoles
están plenamente integrados socialmente:
22.601.832 personas, el 48,4% de los españoles, casi los mismos que en 2007 y más que en lo
peor de la crisis (el 34,1% en 2013). Un tercio
de la población (el 33,2%,
15.503,736 españoles) están integrados
de una forma precaria, inestable, casi
los mismos que en 2007 (34,6%) y menos que en 2013 (40,7% precarios). Y luego hay 8.592.000 españoles con problemas de
exclusión social, un 18,4% de la población, 1,18 millones más que antes de la crisis (eran el 16,4% en 2007) y
menos que en 2013 (25,3% con problemas). Dentro de este grupo con problemas de
exclusión, hay dos colectivos que están
peor, según el Informe Foessa. Uno, los 4.109.000
españoles (un 8,8% de la población) que están en exclusión social severa:
se han cebado en ellos el paro y la precariedad laboral, tienen una vivienda
insegura e inadecuada que les cuesta pagar, están aislados o tienen problemas
de salud y tienen poca formación y no participan social ni políticamente. Y
dentro de este colectivo, hay 1.800.000 excluidos (eran 600.000 en 2007) que Foessa
considera “expulsados” de la sociedad: tienen tal cúmulo de dificultades graves que “malviven” cada
día y requerirían ayuda urgente para tener una vida digna.
Centrémonos en esos 8,59
millones de españoles (1 de cada 5,5 habitantes) con problemas de exclusión social en 2018, según Foessa. Los excluidos no son un colectivo uniforme, sino que se
reparte de forma desigual. Por un lado, por autonomías. Tienen más exclusión social Canarias (29% frente al
18,4% de media española), Extremadura (23,2% de excluidos), Baleares (21,5%),
Comunidad Valenciana (20,3%), Cataluña (18,6%) y Murcia (18,5%). Y menos, La
Rioja (11,3% de población excluida), Cantabria (11,8%) y Asturias (14,4%), País
Vasco (15,2%), Castilla y León (15,3%) y Navarra (15,9%). Y por otro lado, la
exclusión social se ceba con los jóvenes, las mujeres con niños, los
discapacitados, los inmigrantes y las familias muy numerosas, según
el VIII Informe Foessa.
La edad es un
factor clave de exclusión social: los menores
de 18 años tienen un alto porcentaje de exclusión social (23,3%, de ellos el 12,6% con exclusión
severa), lo mismo que los jóvenes de 18 a 24 años (22,6% excluidos, de ellos el 10% con exclusión
severa), mientras el resto de la población tiene una exclusión inferior a la
media y los mayores de 65 años, la exclusión más baja (11,4% y sólo
el 5% sufren exclusión severa), debido a que tienen una pensión (aunque sea
baja) y normalmente la casa pagada. Otras que sufren más la exclusión son las mujeres, especialmente las mujeres
solas con niños (20% excluidas,
9,4% con exclusión severa), más que los hombres
solos con niños (16% excluidos, el 7,5% severos). Y
también hay más personas excluidas entre las familias numerosas con 5 o más miembros (36,1% están excluidos, el
18,8% con exclusión severa). La exclusión social se ceba también entre los
discapacitados (afecta al 30%) y entre los inmigrantes (43,8% en exclusión social, el 22% en
exclusión severa).
¿Qué provoca la
exclusión social? Un factor clave es la
pobreza, pero no el único, porque el
40% de los excluidos socialmente no son pobres, según el Informe Foessa. Pero el 56% sí y está claro que los ingresos y la situación laboral son
claves para estar excluido socialmente o no. Por un lado, el paro de larga
duración y el cobrar o no desempleo (la mitad de los parados EPA no cobran nada). Y por otro, resulta decisivo el
tipo de empleo, porque los excluidos
suelen tener empleos precarios: 1 de
cada 3 excluidos han pasado por 6 o más contratos o por 3 o más empresas o ha
estado 3 meses o más en paro en el último año, según el informe Foessa (y 1 de cada 2 de los que están en exclusión severa). Y
lo peor es que el trabajo tampoco es una
garantía de integración social: el
12% de los que tienen un trabajo se encuentran en situación de exclusión social.
Y muchos no es sólo por su precariedad laboral y bajos salarios, sino porque trabajan pocas horas: el 31% de los
excluidos trabaja menos de 20 horas a la semana, están subempleados.
El otro factor clave
de la exclusión social es la vivienda, según el informe Foessa, sobre todo en los últimos años en que los
alquileres se han disparado, subiendo
un 30%. Esto ha llevado a la exclusión a muchas familias, que dedican un tercio o más de sus ingresos a pagar el alquiler : una media del 34% de sus ingresos mensuales en España, que llega al 51% en Madrid y al 49% en Barcelona), según un reciente estudio de Fotocasa e InfoJobs. Además, el VIII Informe Foessa revela que 2.100.000
hogares (el 11% del total) viven en situación de “exclusión
residencial”: unos (1,3 millones) porque viven en casas con graves deficiencias
(infravivienda) y sin suministros adecuados (agua, calefacción) y otros
(800.000 hogares) porque viven sin
contrato de alquiler o con riesgo de que les desahucien o con situaciones
de violencia intrafamiliar.
Una tercera causa de exclusión social es la salud, un problema de ida y vuelta: una enfermedad grave,
una toxicomanía o cuidar a un dependiente pueden llevar a la exclusión social
de una familia y a su vez, la exclusión
social deteriora la salud de los afectados, agravando sus problemas y su
exclusión. Por un lado, hay todavía un
0,8% de personas que no tienen la tarjeta sanitaria (según el VIII Informe Foessa) y existe un conjunto amplio de servicios sanitarios
que no están disponibles para los españoles excluidos (dentista, óptica, ayudas
técnicas, prótesis, salud mental…). Y por otro, las familias en exclusión social han dejado de comprar medicinas por
los copagos (el 52% de los que están en exclusión severa y el 24,4% en
exclusión moderada), interrumpiendo tratamientos.
Un cuarto factor importante de exclusión social es el aislamiento: un 5,4% de los hogares españoles (1 millón de hogares) están formados por personas solas o sin apoyo
(familia, amigos, conocidos…) en caso de dificultades o enfermedad. Y es lo que
les pasa a muchas mujeres solas y a inmigrantes: no tienen a quien pedir ayuda
si enferman, se quedan sin trabajo o les echan de casa. Y pasan de estar integrados a “excluidos”.
Y también cuenta mucho, claro, el nivel educativo, la formación de las personas. Hay 3 factores
claves que fomentan la exclusión: el analfabetismo o la falta de estudios de
los padres y la no escolarización de los hijos. Lo más preocupante, según el VIII Informe Foessa es que los hogares con exclusión social tienen más
dificultades para que sus hijos estudien (8 de cada 10 jóvenes que no terminan
la secundaria son hijos de padres que no tienen EGB) y hay un mayor riesgo de que los hijos “hereden” la exclusión, porque tendrán grandes
dificultades para trabajar y emanciparse si tienen poca formación.
¿Cómo se apañan las familias en exclusión social? La mayoría, según el VIII Estudio Foessa, se centran en recortar
gastos (de todo menos de vivienda y comida) y pedir ayuda a familia y amigos, aunque cada vez es más difícil
porque la mayoría lleva una década pidiendo y muchas “redes de apoyo”
están agotadas, en tanto las instituciones (Ayuntamientos o autonomías) y ONG
han sufrido drásticos recortes y tienen menos recursos y más demanda. Los que
lo están pasando peor son esos 4,1
millones de españoles en exclusión severa,
porque su situación “se ha hecho crónica y ha empeorado”, según el VIII Informe Foessa,
especialmente los 1,8 millones que están
peor, los “expulsados”, que ya
han agotado todas las prestaciones y ayudas y no saben qué hacer.
Frente a esta delicada situación de los excluidos, el resto de españoles hemos cambiado de
actitud y somos menos solidarios que hace años, según apunta el VIII Informe Foessa. Esto se debe a una cierta “fatiga en la compasión” y a que muchos españoles de clase media
se consideran “los perdedores de la
crisis” (aunque lo sean más los pobres) y creen que pagan “demasiados
impuestos” (aunque pagan menos que en la mayoría de Europa”) y que muchos ingresos
se destinan a ayudar “a otros”, sin
control. Un sentimiento de
crispación, temor e inseguridad ante el futuro que alimenta ideas contrarias a universalizar
las ayudas sociales, a veces favorecidas por la xenofobia contra los inmigrantes. Algo que no se corresponde con la realidad: el 80% de los excluidos socialmente son
españoles y sólo un 20% son inmigrantes, según
aclara el Informe Foessa.
En cualquier caso, el debate está ahí y el reto es cuánto
podemos y debemos ayudar a los excluidos socialmente, que son ya 1 de cada 5,5 españoles, en total 8.592.000
personas. Una cifra que podría aumentar si llega otra crisis,
porque el VIII Informe Foessa alerta que en el nivel intermedio, los que tienen una integración precaria (33,2% de
españoles) hay 6 millones de personas “en la frontera” y muchas podrían pasar de integradas a excluidas
si vuelve a fallar el crecimiento o el empleo o se dispara el problema de los
alquileres.
Hay que atacar y reducir la exclusión social
no sólo por justicia, sino también por razones económicas y políticas. Por un lado, la exclusión social impide que millones de españoles consuman, coticen y paguen impuestos, lo que
supone un cáncer para la economía, el crecimiento y el futuro, como
han reiterado la ministra Calviño (“la exclusión es
uno de los tres grandes problemas de nuestra economía, junto al paro y la deuda”),
el FMI, la OCDE y la Comisión Europea, que lleva años pidiendo a España que reduzca la pobreza y la desigualdad y consiga “un
crecimiento inclusivo”, que la
recuperación llegue a todos.
Pero además, la exclusión
social es un grave problema para la democracia, como señala el VIII Informe Foessa: sólo la mitad de los hogares excluidos votan y el
18% no votan nunca, frente al 74,1% de los hogares integrados que votan
siempre. Y hay barrios excluidos en algunas ciudades donde el 75% de los ciudadanos no votan nunca.
Una marginación política que es caldo
de cultivo para populismos y extremismos y que debilita la democracia y las
instituciones. Se da la paradoja de que los ciudadanos que
necesitan más al Estado no votan y eso reduce los incentivos para que los
políticos recojan y defiendan sus intereses, no sólo los de los ciudadanos
integrados que sí les votan. Lo que favorece
su marginación política.
¿Qué se puede hacer?
El VIII Informe Foessa propone crear un nuevo escenario de ayudas con
“responsabilidades compartidas” entre las Administraciones públicas, las ONGs,
las empresas sociales, los profesionales y las iniciativas ciudadanas, para
perfilar la asistencia a los excluidos, fomentando la solidaridad frente al individualismo. Proponen crear
consensos sociales y políticos para evitar que 8,59 millones de
españoles se queden atrás, afrontando con urgencia la situación de los 1,8
millones de españoles que están peor. Eso pasa por contar con más recursos para
la asistencia social y definir las futuras prestaciones sociales, que hoy son no sólo escasas sino ineficaces.
Lo urgente es conseguir más recursos para los excluidos, porque
ahora los Ayuntamientos no tienen medios y las ONGs están saturadas. Y esto
obliga al futuro Gobierno a aprobar
un Plan de choque contra la pobreza y la exclusión social, sobre todo de
las familias con niños. Un Plan que exige recursos,
para lo que urge aumentar la recaudación fiscal, una reforma que consiga ingresar más (dado que España recauda
80.000 millones menos cada año que la media europea). Y a partir de ahí, pactar
un
sistema de ayudas que combine las rentas básicas y el seguro de paro
con formación y ayudas a la vivienda y becas. Y sin olvidar la urgencia de promover viviendas públicas en alquiler (se hacen 3.500 VPO al año, frente a
100.000 antes de la crisis), para que no aumenten las familias excluidas. Y,
por supuesto, mejorar la calidad del empleo y los salarios, junto a la formación y la educación de jóvenes y adultos, para atacar las raíces de la exclusión social.
No podemos mirar para
otro lado: 1 de cada 5,5 españoles
se han quedado atrás mientras el
resto vivimos como si no existieran. No les podemos dejar tirados. Es una cuestión moral, pero también económica y
política: sin ellos no podemos construir un país sano y con futuro. Hay que
ayudarles a recuperarse, a integrarse económica y socialmente. Por el bien de
todos.
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