lunes, 22 de octubre de 2018

Los inmigrantes nos van a salvar


La inmigración es uno de los temas que levantan más polémica, en Europa y España. Pero hay un hecho claro: la población española está cayendo (como la europea) y serán los inmigrantes los que “nos salven” en las próximas décadas, cubriendo trabajos y pagando  impuestos y pensiones: habrá 5,17 millones de inmigrantes más en España para 2033 y 14,5 millones más en 2068, según vaticina el INE. Con ello, el 43% de los residentes en España dentro de 50 años serán inmigrantes. Sólo así se podrá cubrir la pérdida de población nacida en España, 13 millones de aquí a 2068. Un “suicidio demográfico” provocado por el desplome de la natalidad y agravado por el envejecimiento. Todavía estamos a tiempo de tomar medidas para fomentar los nacimientos, con ayudas a la familia y al trabajo de la mujer. Sólo con más población trabajando se podrá asegurar en el futuro las pensiones y el Estado del Bienestar. Y los inmigrantes, más que “robarnos el trabajo”, nos ayudarán.
 
enrique ortega

España ha cambiado radicalmente desde la muerte de Franco, pero sobre todo en población, en la demografía. Si en 1975 nacieron en España 669.378 niños, en 2017 nacieron casi la mitad, 390.024 niños (1.068 diarios), menos incluso que en 1939 (419.848) y muy lejos del récord histórico de 1964 (697.697 nacimientos, casi 2.000 diarios). Los nacimientos se han desplomado por dos causas. Una, porque hay menos mujeres en edad fértil (entre 15 y 49 años), por la caída de la natalidad en los años 80 y 90: hay 1 millón menos que en 2009. La segunda, porque las mujeres españolas esperan cada vez más para ser madres, ocupadas en estudiar o hacerse una carrera profesional: si en 1976, las mujeres eran madres a los 28,5 años de media, en 2018 lo son a los 32 años. El resultado es que la tasa de natalidad ha caído bruscamente, de los 2,76 niños por mujer en 1975 (3,15 en 1900 y 3,01 en 1964) a los 1,31 niños por mujer en 2018. Y con ello, España tiene la tasa de natalidad más baja de Europa: 1,33 niños/mujer en 2016 frente a 1,60 en la UE-28, 1,92 en Francia o 1,79 en Reino Unido y Dinamarca, según los últimos datos de Eurostat.

En paralelo al desplome de los nacimientos, se han disparado las muertes, porque aunque  cada vez vivimos más años (83,4 años de media en 2017, 3 años más que la media OCDE) hay muchos más mayores: el 19,2% de los españoles tienen más de 65 años, con lo que somos el segundo país del mundo con más viejos, tras Corea del Sur (22,5% mayores). Por todo ello, las defunciones alcanzaron un récord en 2017: 421.269 fallecidos frente a 298.192 muertes en 1975 y sólo superado por las 467.748 muertes de 1941.

La consecuencia de este doble fenómeno (menos nacimientos y más muertes) es que cae la población española año tras año: la primera vez pasó en 2015 (-1.976 personas), se paró en 2016 (+503 personas entre nacidos y muertos) pero ha vuelto en 2017, con una pérdida de -31.245 personas (421.269 muertes y 390.024 nacimientos). Y lo peor es que esa caída va a ser la tónica de la población española en las próximas décadas, según las proyecciones de población recién hechas por el INE (10 octubre), para 2032 (se perderán 2.795.802 personas, con 37,66 millones de población nacida en España, frente a los 40,45 millones de hoy) y para 2068 (se perderán 12.917.368 personas, alcanzando la población nacida en España sólo 27,5 millones). Y todo ello porque la tasa de natalidad seguirá siendo muy baja (1,40 hijos/mujer en 2032 y 1,52 en 2068, según las previsiones del INE) y como seremos un país mucho más envejecido (el 25,3% de españoles tendrá más de 65 años en 2033), las muertes seguirán superando a los nacimientos en los próximos 50 años (648.041 muertes frente a 398.493 nacimientos previstos por el INE para 2067).

Así que el panorama demográfico futuro es desolador, según las proyecciones del INE. Si el 1 de enero de 2018 teníamos una población de 46.659.302 personas residentes en España, de las que 40.458.369 habíamos nacido aquí y 6.200.933 eran extranjeros residentes, para el 1 de enero de 2033 seremos 49.035.077 los residentes en España (+2,37 millones), pero los nacidos en España habrán caído a 37.662.567 (2,79 millones menos), un desplome de españoles que se compensará con la llegada de inmigrantes extranjeros: habrá 11.372.510 dentro de 15 años, 5,17 millones más que ahora, según las previsiones del INE. Y dentro de 50 años, el 1 de enero de 2068, se espera que residan en España 48.290.728 personas, sólo 1,63 millones más que ahora (y 744.349 menos que en 2033). Pero esa mejoría de la población total esconde una caída drástica de la población nacida en España, por la caída de los nacimientos y el aumento de las defunciones: serán 27.541.001 personas, 12,91 millones menos que hoy y 10,12 millones menos que en 2033. Y otra vez más, nos salvarán los inmigrantes, que ya serán 20.749.727 el 1 de enero de 2068, un 43% de los residentes en España (hoy son el 13% y en 2033 serán el 23%), 14,54 millones más que hoy.

Esta llegada neta de inmigrantes (diferencia entre los que vienen y se van) se ha vuelto a producir en 2016 (+87.422 inmigrantes netos), tras haberse ido más de los que entraron a residir entre 2010 (-42.675) y 2015 (-1.761 inmigrantes netos), por la crisis, que les hizo retornar a sus paises. Pero ahora, la tendencia apuntada por el INE es que vengan más inmigrantes de los que se van en los próximos 50 años. En 2017 ya se duplicaron (+164.604 inmigrantes netos residentes) y aún van a crecer más en 2018 (+250.027 inmigrantes netos) y hasta 2027 (media de +230.963 inmigrantes netos al año). Luego, entre 2028 y 2032 bajara algo la inmigración (+179.653 inmigrantes netos al año) y algo más entre 2033 y 2050 (+150.000 inmigrantes netos al año), para subir después, entre 2051 y 2067 (una media de 167.230 inmigrantes netos cada año), según las previsiones del INE.

En total, España va a tener 5,17 millones de inmigrantes más residiendo aquí dentro de 15 años (2033) y 14,54 millones más dentro de 50 años (2068), multiplicando por 3,3 la cifra actual de inmigrantes residentes (de 6,2 a 20,74 millones en 2068), según el INE. Y gracias a eso, dentro de 15 y de 50 años habrá más gente viviendo en España que hoy, porque lo que es la población nacida en España caerá en 2,79 millones (para 2033) y en 12,91 millones (para 2068), pasando de 40,45 millones de españoles nacidos aquí a 27,5 millones. Y nos guste o no, serán estos extranjeros los que ocuparán una parte de los trabajos (si no, faltaría mano de obra) y paguen impuestos y cotizaciones, para asegurar la continuidad de los servicios públicos y de las pensiones, cuyo coste se va a multiplicar.

Porque caerá la población nacida en España (repito: de 40,45 a 27,54 millones) pero no las facturas a pagar. Por un lado, la sanidad, cuyo coste actual (80.000 millones) se va a incrementar mucho (un 0,7% anual real hasta 2040, según un estudio de la Fundación BBVA) por el envejecimiento de la población española, por el hecho de que 1 de cada 4 españoles tenga más de 65 años en 2033: una persona con más de 65 años multiplica por 6 el gasto sanitario de las personas de 15 a 44 años (1.255 euros anuales frente a 230), según el informe de SEMFYC. Y lo mismo pasará con el gasto en Dependencia: los dependientes actuales (sobre 3 millones) se van a duplicar para 2050, según un estudio del CSIC, lo que disparará el gasto público (hoy se necesitarían 9.800 millones anuales) y el de las familias. Y sobre todo, se va a disparar el gasto en pensiones, al pasarse de las 9,6 millones actuales (128.000 millones de gasto anual)  a 15 millones de pensiones previstas para 2050.

Y el problema es que aumentará el gasto pero no el empleo, porque además de caer la población en general habrá menos jóvenes en edad de trabajar: el INE estima que la población activa (16-66 años) caerá en 7 millones de aquí a 2050. Eso significa que habrá menos españoles trabajando y cotizando y que las pensiones y los servicios públicos se podrán pagar gracias a los denostados inmigrantes. Y con dificultades, porque si en 2018 hay 54,2 pasivos por cada 100 activos, para 2033 habrá 61,2 pasivos por cada 100 activos, según el INE. Y lo peor: en 2068, dentro de 50 años, habrá 78,6 pasivos por cada 100 activos. O dicho de otra manera: cada niño y jubilado tendrá 1,27 personas para que trabajen, paguen impuestos, coticen por ellos y les mantengan. Y casi la mitad de estos que aseguren la economía y el Estado del Bienestar serán inmigrantes.

Es lo que hay, salvo que desde hoy se tomen medidas para evitar este “suicidio demográfico” y se mejore la evolución esperada de la población, clave para asegurar un futuro mejor. Es lo que hizo Francia, que ha tardado  más de medio siglo en revertir el grave problema demográfico que heredó tras la II Guerra Mundial, gracias a un paquete de medidas (la natalidad es “una cuestión de Estado”, al margen de quien gobierne) que la han convertido en el país líder europeo en natalidad (1,92 niños/mujer frente a 1,31 en España).

La primera medida es apostar por la natalidad desde el Estado, con un mayor empuje político (en Francia, Alemania, Austria, Bélgica, Luxemburgo o Rumanía hay un Ministerio de la Familia, mientras en España es competencia de una subdirección general dentro de la Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad) y más medios económicos: hoy por hoy, España es el 2º país europeo que menos gasta en ayudas a la familia y la infancia (tras Grecia), un 0,7% del PIB frente al 1,7% de media en Europa o Alemania, el 1,4% de Reino Unido, el 1,5% de Italia,  el 2,4 % de Francia, el 3,2% de Finlandia o el 4,5% de Dinamarca, según los últimos datos de Eurostat (2016). Eso significa que gastamos en ayudas a la familia  unos 7.830 millones de euros al año y que si gastáramos como la media europea (UE-28), necesitaríamos gastar 3.355 millones más cada año para equipararnos.

Con más recursos públicos, se podrían subir las ayudas por hijo, que en España son más bajas que en la mayoría de Europa: 24,25 euros al mes por cada uno de los cuatro primeros frente a 133/357/542 en Francia, 184/184/190/215 en Alemania, 107/71/71/71 en Reino Unido o 23/34/50/65 en Italia. Tanto el Instituto de Política Familiar como Save the Children proponen pagar 100 euros mensuales por hijo y 150 a familias monoparentales y pobres. En el pacto presupuestario para 2019 entre el Gobierno Sánchez y Podemos se incluye subir la prestación anual por hijo a cargo de 291 euros a 473 euros, así como ayudas de comedor a las familias pobres, con un coste de ambas medidas de 205 millones de euros.

Otra medida clave es facilitar el trabajo de las mujeres, para fomentar la natalidad. Eso pasa por crear más guarderías públicas, dado que sólo uno de cada tres niños están escolarizados de 0 a 3 años. El primer paso se incluye en ese acuerdo presupuestario entre el Gobierno y Podemos, que contempla permitir a los Ayuntamientos con superávit invertir en guarderías, gastando 300 millones en 2019. Y luego, se trabaja en un Plan a medio plazo para universalizar la enseñanza pública de 0 a 3 años. Otra medida clave es ampliar los permisos de paternidad, para liberar a las mujeres. En el pacto presupuestario Gobierno-Podemos se incluye subir de 5 a 8 semanas en 2019 (costará 300 millones) y seguir equiparando los permisos en los años posteriores, hasta las 16 semanas en 2021. Y queda mucho por hacer en la racionalización de los horarios laborales, para conciliar maternidad y trabajo. Otra medida que se tomó en Francia es rebajar las cotizaciones sociales de las madres trabajadoras. Y que el fomento de la natalidad recorra todas las políticas públicas, desde los descuentos en servicios públicos a las ayudas al alquiler para familias con hijos. Y por supuesto, en la política fiscal, con apoyos a las familias y al gasto en la infancia (rebaja IVA pañales).

Lo ideal sería alcanzar un Pacto de Estado por la natalidad y garantizar medidas estables de apoyo a medio plazo (como con las pensiones), al margen de los vaivenes políticos. Porque el problema demográfico de España es muy serio y nos hipoteca el futuro. Y dentro de las soluciones demográficas posibles, una medida clave es contar con más emigrantes, no con menos, aunque eso debe ser compatible con una entrada regulada y controlada, en el contexto europeo. Los necesitamos para asegurar el futuro.


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