Una epidemia recorre el mundo: la escandalosa desigualdad. Con la crisis, y a pesar de la recuperación, los ricos son ahora más ricos y los pobres más pobres, desde la India a EEUU pasando por Europa. Un dato: 26 “megaricos” poseen tanta riqueza como los 3.800 millones de habitantes del mundo más pobres. Y cada vez pagan menos impuestos, con lo que hay millones de personas sin sanidad ni educación, lo que agrava la desigualdad. España es el 4º país con más desigualdad de Europa: el 10% más rico tiene más riqueza que el 90% de españoles. Y esa pobreza se hace crónica, se hereda y supone vivir menos: 7 años menos en Madrid y 10 años menos en Barcelona, según un informe de Intermón Oxfam, que considera la desigualdad como uno de los mayores retos de la humanidad. No sólo es injusta sino que deteriora la economía y la democracia, favoreciendo los populismos. Urge buscar una sociedad menos desigual, con empleo, educación, impuestos y gastos sociales.
enrique ortega a partir de Tom Wesselmann |
El mundo ha salido de la larga crisis de 2008 con mucha más desigualdad, a pesar de la actual recuperación económica. Por un lado, el número de “milmillonarios” (más de 1.000 millones de dólares de patrimonio) se ha duplicado entre 2008 (1.125) y 2018 (2.208) y sus fortunas han crecido (2.500 millones de dólares cada día). Por otro, la reducción de la pobreza se ha ralentizado y todavía hay 3.400 millones de personas que viven con menos de 5,50 dólares al día. Y con ello, la desigualdad se ha agravado y es escandalosa: hay 26 personas en el mundo que acaparan tanta riqueza como 3.800 millones de personas, la mitad más pobre del mundo, según el informe “¿Bienestar público o beneficio privado?”, presentado por Intermón Oxfam en la reciente Cumbre de Davos.
Los ricos son más ricos porque año tras año, con la crisis y la recuperación,
acaparan más parte del crecimiento económico mundial, gracias a beneficios o
sueldos extraordinarios y a que pagan ahora menos impuestos. En
general, los impuestos sobre la riqueza
se han rebajado (pagan 4 centavos por dólar), también el impuesto a las empresas (sociedades) y en el impuesto sobre la renta, el
tipo marginal (el que se paga por el tramo más elevado de ingresos) ha
caído del 62% en 1970 al 38% en 2013 (y al 28% en los paises en desarrollo), según el informe de Intermón Oxfam. Y hay muchos paises, como Reino Unido o
Brasil, donde el 10% más rico tributa a
un tipo (34% o 21%) más bajo del que
paga el 10% más pobre (49% y 32%). Y encima, muchos megaricos tienen sus
fortunas en paraísos fiscales: se estima que ocultan 7,6 billones de dólares, eludiendo
el pago de 200.000 millones de dólares anuales. En paralelo, los pobres del mundo están fiscalmente
muy controlados y pagan más impuestos, porque han aumentado los impuestos
indirectos (IVA, carburantes) y las tasas.
La consecuencia de esta elusión de impuestos por los más
ricos, en todo el mundo, es un deterioro de los servicios públicos,
al caer la recaudación fiscal aunque haya aumentado la riqueza y los beneficios
empresariales: 262 millones de niños no pueden ir a la escuela, 10.000 personas mueren por falta de
atención sanitaria y las mujeres
tienen que hacer 16.400 millones de horas
no pagadas para cuidar a sus niños y ancianos. Y encima, la crisis ha aumentado la precariedad laboral y reducido los salarios, con lo que los más
pobres tienen peor empleo, menos ingresos y menos servicios públicos, lo que
aumenta la desigualdad. Y eso se traduce incluso en más enfermedades y en vivir menos: en India, una mujer de
casta baja vive 15 años menos que otra de casta superior; en Londres, un
habitante de un barrio pobre vive 6 años menos que uno de un barrio rico; y en
Sao Paulo (Brasil), los ricos viven 25 años más de media (79 años) que los
pobres (54 años), según el informe de Intermón Oxfam.
La creciente desigualdad
en el mundo es especialmente devastadora
sobre los niños (educación y
mortalidad: un niño pobre en Nepal tiene el triple de posibilidades de morir
antes de los 5 años que un niño de familia rica y un tercio de niños pobres no
acaban la primaria en los paises en desarrollo) y sobre las mujeres (en EEUU, por ejemplo, los blancos solteros poseen 100
veces más riqueza que las hispanas solteras), que ganan en el mundo un 23%
menos que los hombres, tienen los trabajos más precarios y dedican 16.400
millones de horas a cuidar gratis a hijos y ancianos (si una empresa facturara este trabajo femenino,
ingresaría 10 billones de dólares anuales, 43 veces la facturación de Apple),
mientras la mayoría de los megaricos son
hombres (9 de cada 10), según el informe de Intermón Oxfam.
Lo importante, añade el estudio, es que la desigualdad no
es algo “natural” e “inevitable”, sino que es el fruto de decisiones económicas y políticas y podría
corregirse si el mundo y los Gobiernos tomaran medidas contra la desigualdad, en especial tres: más gasto en sanidad,
educación y servicios sociales, financiados con una fiscalidad más justa.
El propio Fondo Monetario Internacional (FMI) ha identificado que “el gasto público en servicios de salud,
educación y protección social es una de las herramientas más importantes de los
Gobiernos para reducir la desigualdad y la pobreza”. Para aumentar ese
gasto, los Gobiernos necesitan recaudar
más, sobre todo de los más ricos. Y el
esfuerzo no es excesivo: si el 1% más rico pagara sólo un 0,5% más de
impuestos sobre su riqueza, se mejoraría la atención sanitaria y la
supervivencia de 3,3 millones de personas y se escolarizarían 262 millones de
niños, según las estimaciones de Intermón Oxfam. Y además, recaudar
más y reducir la enorme desigualdad mejoraría el crecimiento y
reduciría las tensiones políticas.
España es el 4º
país europeo con más desigualdad, tras Bulgaria, Lituania y Letonia, según Eurostat. Basten dos datos: el 1%
más rico concentra el 25,1% de la riqueza española, casi
lo mismo que el 70% más pobre (32,1% de la riqueza). Y el 10% más rico acapara más riqueza (53,8% del total) que el 90%
restante de españoles (46,2% de
la riqueza total), según otro informe de Intermón Oxfam titulado “La recuperación económica en manos de una minoría”.
Y además, somos el 2º país europeo donde
más ha aumentado la desigualdad en la última década, tras Bulgaria: si en
2008, el 10% más rico tenía 9,7 veces los
ingresos del 10% más pobre, ahora, ese 10% de españoles más ricos tienen 12,8 veces más, según otro
informe de Intermón Oxfam sobre la
desigualdad en España, “Desigualdad 1-Igualdad de Oportunidades 0", presentado en Davos.
Los ricos en España
se han triplicado (los "megaricos", que declaran más de 30 millones de euros, han pasado de 200 en 2006 a 579 en 2017) y tienen más
patrimonio, porque han salido mejor
parados de la crisis y de la recuperación: en 2017, por ejemplo, el 1% más
rico se llevó 12 de cada 100 euros generados en España, mientras el 50% más
pobre se llevó sólo 9 de cada 100, según Intermón Oxfam. En contrapartida, los
más pobres han perdido muchos empleos (3,8 millones entre 2007 y 2014) y su
trabajo se ha hecho más precario, con más contratos temporales y a tiempo
parcial, peor pagados (los salarios
han perdido un 6,30% de poder adquisitivo entre 2008 y 2017, según el INE). Y los Gobiernos de ZP y Rajoy aprobaron recortes de 35.000 millones de euros en sanidad, educación, dependencia,
vivienda y servicios sociales, que han perjudicado más a
los más pobres, mientras los ricos mejoraban, agravando la desigualdad.
La recuperación
económica, iniciada en 2014, y el
fuerte crecimiento de 2015 a 2017 (el PIB creció más del 3%) no
han servido para reducir la desigualdad, que ha aumentado y se ha hecho crónica: España no sólo es
más desigual que el resto de Europa sino que aquí es más difícil cambiar de
clase social. Somos el 4º país de la OCDE donde es más posible seguir
estando entre el 20% de los ricos después de 4 años y donde las posibilidades
de seguir en el grupo de los más pobres superan en 10 puntos a la media de la
OCDE. No funciona el “ascensor social”, salvo para bajar: en España, 1 de
cada 6 hogares que eran clase “media” han pasado a ser clase “baja” entre
2009 y 2014, según un estudio del experto Luis Ayala, publicado por la Fundación Alternativas.
Y en paralelo, junto
al aumento de la desigualdad, ha crecido
la pobreza: había 12.236.000 españoles “pobres” en 2017, según la estadística europea AROPE, que incluye a las personas que ingresan menos del 60% de la renta media de
cada país o sufren privaciones materiales o trabajan pocas horas. Son el 26,6% de los españoles, más de una
cuarta parte de la población, un porcentaje mayor a la pobreza de 2008 (23,8%), aunque lleva bajando desde 2015.
Una pobreza que también se reparte de manera desigual: se concentra entre los parados (59,1% son pobres), inmigrantes (58,7%), niños (31%), madres solas con niños (47,9% en riesgo de pobreza), trabajadores precarios (un 14,1% de los
asalariados con empleo son pobres) y mujeres
(6, 4 millones, el 27,1% son pobres), según el informe EAPN.
Otro problema de la desigualdad,
y de la pobreza, es que “se
heredan”: en España, un hijo de un padre con ingresos altos ganará de
adulto un 40% más de sueldo que un hijo de un padre con ingresos bajos. En
Dinamarca, Finlandia o Noruega, esta desigualdad de sueldos según el origen de
los padres es la mitad: el 20%, según el informe de Intermón Oxfam. Y además, en España, el ascenso social es más difícil:
la OCDE estima que hacen falta 4 generaciones (120 años, de abuelo a bisnieto)
para que una familia que pertenece al 10% más pobre llegue a tener unos
ingresos medios.
En consecuencia, tras la crisis, hay muchos jóvenes que viven peor que sus padres, debido a que España tiene muchos
empleos de baja cualificación y en el sector servicios, empleos más precarios y
peor pagados, que reducen los ingresos y el nivel de vida de muchos jóvenes.
Eso podría corregirse en parte con
educación, porque a más cualificación más empleo y mejor pagado. Pero la
desigualdad ha provocado también que el sistema educativo español sea ahora más desigual que antes de la
crisis: si en 2008, los chicos y
chicas del 20% de familias más pobres abandonaban
sus estudios sin bachiller o FP superior 3,18 veces más que los chicos y chicas del 20% de hogares con más
ingresos, en 2017 abandonaban esos
estudios 11 veces más, según el informe de Intermón Oxfam. Y de todos los jóvenes que abandonan sus estudios sin
acabar Bachillerato o FP básica, la mitad
son de familias que pertenecen al 20% de hogares más pobres.
¿Qué estamos haciendo
mal para que la desigualdad crezca en España? Vayamos al origen: los hogares de renta media y
baja dependen de 2 fuentes de ingresos, los
salarios (menos los impuestos que pagan)
y las transferencias y servicios
públicos que reciben. Los ingresos por el trabajo han caído, por el alto
paro y la precariedad, también porque España tiene muchos empleos de baja
productividad en los servicios. Pero lo peor es que estos bajos ingresos no se compensan bien con los impuestos y las
prestaciones públicas.
España desaprovecha
el gran potencial que tienen las prestaciones públicas para reducir la
desigualdad: somos el 5º país que
menos disminuye la desigualdad con las prestaciones y servicios públicos,
sólo mejor que Letonia, Bulgaria, Lituania y Estonia, según Eurostat. La media
de paises UE-28 reduce con estas prestaciones el 40,3% de la desigualdad,
Alemania el 46,8%, Francia el 45%, Suecia el 52,2 % y España sólo reduce el 32% de la desigualdad. Y esto pasa por dos razones.
Una, porque España gasta menos en protección social (pensiones, desempleo, rentas mínimas,
ayudas a familias, etc.): el gasto social es del 24,3% del PIB , frente al 28,2%
en la UE-28, el 29,4% en Alemania, el 29,7% en Italia, el 34,3% en Francia
o el 31,6% en Dinamarca. Y la otra, porque España gasta mal, según revela la OCDE: tenemos
un sistema de transferencias sociales regresivo, donde los hogares más ricos reciben (proporcionalmente) más transferencias que los más
pobres. Y con este sistema de ayudas tan
ineficiente, sólo 1 de cada 4 españoles salen de la pobreza, mientras en
Dinamarca, Irlanda o Finlandia dejan la pobreza 1 de cada 2 personas.
Otra cosa que España hace mal y fomenta la desigualdad son los
impuestos, según el informe de Intermón Oxfam. Por un lado, Hacienda recauda menos que la media europea (81.642 millones menos cada año) y esta caída en la recaudación ha venido acompañada de otra desigualdad: las empresas y los ricos pagan menos impuestos que hace una década y las familias más, por un mayor peso
del IRPF y los impuestos indirectos (IVA, carburantes, tasas). El resultado es
impactante: el 20% de familias más
pobres pagan el 26,8% de su renta en impuestos (directos e indirectos), más
que el resto de españoles de clase media y alta (salvo el 10% de
españoles más ricos, que pagan en impuestos el 29,1% de sus ingresos, casi como
los más pobres), según Intermón Oxfam.
Visto el grave
problema de la desigualdad, en el mundo y
en España, crecen los expertos que piden solucionarlo con urgencia y no
sólo por una cuestión de justicia y equidad. Un argumento de
peso es que la desigualdad se
traduce en más enfermedades (7 de
cada 10 residentes en Madrid diagnosticados de un problema de salud crónico viven en los barrios con menos rentas y una mujer pobre tiene 9 veces más
posibilidades de caer en una depresión que un hombre rico) y menos esperanza de vida: los que viven
en barrios ricos viven 7 años más
que los que viven en barrios pobres en
Madrid y 11 años más en Barcelona, según el informe de Intermón Oxfam. Y además, vivir
en un barrio pobre dificulta dar el salto social, porque existe una
auténtica “segregación urbanística”: Madrid
es la ciudad europea con más segregación entre ricos y pobres, según un
estudio de 13 ciudades europeas. Y la desigualdad afecta también al “grado
de felicidad”: el suspenso en
felicidad (concederse menos de un 5 en una escala de 1 a 10) es 5,3 veces
mayor entre los obreros no cualificados (8,6%) que entre la clase media y media
alta (1,6%), según el CIS.
La creciente desigualdad
también es un grave problema económico,
como ha indicado la ministra de Economía, Nadia Calviño, al señalarla como “uno de los tres grandes desequilibrios de nuestra economía,
junto al paro y la deuda”. Y eso porque tener un elevado número de españoles
pobres y precarios reduce el consumo y el
crecimiento (y el empleo), disminuye
la recaudación fiscal (el Estado puede gastar menos y aumenta el déficit
público) y deteriora las cotizaciones
sociales, agravando el déficit de las pensiones. Por eso, la desigualdad preocupa al FMI y a la OCDE, porque “pone
en peligro la recuperación”. Pero además, la escandalosa desigualdad pone en peligro la democracia,
porque los más pobres y excluidos se desinteresan por la política, no votan o
castigan a los partidos tradicionales (Brexit y Trump) y apoyan opciones
radicales, populistas o de extrema derecha. El gran riesgo es que la
desigualdad extrema pueda dinamitar la sociedad y la democracia. "Es una aberración ética y una fuente de desestabilización", señaló el presidente Pedro Sánchez en la Cumbre de Davos.
¿Qué se puede hacer?
Intermón Oxfam ha llevado a la Cumbre de Davos tres recetas infalibles contra la desigualdad: recuperar el empleo y los salarios de antes de la crisis, invertir más en educación, sanidad y
protección social (gastándolo mejor) y mejorar
la recaudación de impuestos, haciendo que paguen más los ricos y las
grandes empresas. En España, la OCDE propone un crecimiento más “inclusivo”, con políticas que persigan
más empleo de calidad, mejores salarios, un mayor gasto educativo y sanitario,
más apoyo a la familia y a la infancia, fomento de los alquileres públicos y,
sobre todo, una reforma fiscal que recaude más impuestos y lo haga de una forma más
justa (haciendo pagar a los que más tienen), para ayudar a reducir las desigualdades.
En resumen, la
desigualdad es muy preocupante
en todo el mundo y no es buena para nadie, ni
siquiera para los ricos, porque entorpece la recuperación y deteriora el clima
social y político, fomentando el nacionalismo, la xenofobia y los extremismos. Urge
una actuación coordinada, contra la desigualdad, en el G-30, el FMI, la
OCDE y a nivel europeo. Y también debería ser una prioridad de todos los
partidos políticos españoles en este año electoral. Pero a la derecha, apenas les preocupa. Así
nos va.
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