Un fantasma recorre el
mundo: el fantasma del subempleo. Contratos temporales, por horas, mal pagados y muy vulnerables. La
Organización Internacional del Trabajo (OIT)
ha dado la alerta: con la crisis, la mayoría del empleo que se crea es de mala
calidad, desde EEUU a Europa pasando por Asia y Latinoamérica. Y más en España: somos el 2º país europeo
con más empleo temporal y el 4º con más empleo por horas “forzoso”. Además, más de la mitad de los
españoles trabajan en empleos inferiores
a su cualificación y obligados a
hacer horas extras, muchas sin
cobrarlas. Y 1 de cada 8 trabajadores
españoles son pobres, según la OIT. Un exceso de empleo precario que tiene efectos muy negativos sobre la
demografía, la recaudación fiscal y las pensiones, frenando la autonomía de los
jóvenes, el consumo, el crecimiento y el empleo. El reto es vigilar la contratación y mejorar la educación, porque a menos formación más subempleo. Tras 5
años de reforma laboral, que ha disparado la precariedad, urge conseguir más empleo “decente”.
enrique ortega |
El informe 2017 de la OIT alerta del auge del empleo temporal,
que ha crecido en todo el mundo con la crisis, desde EEUU a Europa (del 14,1%
en 2008 al 14,3% en 2015 en la UE-28), sobre todo en Francia (16%), Italia
(14,1%) y Holanda (20%). En España,
el empleo temporal ya era muy elevado antes de la crisis (récord del 34% en
2006) y ha bajado después, para estabilizarse en el 25,2% de los empleos en 2015, con lo que somos el segundo país de Europa con más empleo
temporal, tras Polonia (28%), según Eurostat. Y lo peor es que son empleos temporales “forzosos”: un 90% de
españoles con contrato temporal preferiría tener un contrato fijo (el 2º
porcentaje más elevado de la UE, tras Chipre), frente al 62,1% de temporales “forzosos”
en Europa (y sólo un 23% en Alemania), según los últimos datos de la OIT.
Y lo peor es que muchos trabajadores
encadenan estos contratos temporales sin que se transformen en fijos. Así,
545.200 trabajadores encadenan contratos temporales desde hace 6 años, otros
341.100 entre 3 y 6 años y 278.700 más llevan siendo temporales
entre 2 y 3 años, según datos del INE. Y al final, sólo un 11% de los contratos temporales se convierten en indefinidos (en
2016, sólo se convirtieron en indefinidos 582.000 contratos, el 3,11% de todos los firmados), cuando en Europa, la tasa de conversión de temporales en fijos es el
doble, el 28% en la UE-28 (y en Alemania). Con ello, somos el segundo país de
Europa que menos transforma contratos temporales en fijos, por detrás de
Francia (10%).
Otro tipo de contrato que crece sin parar en el mundo, según
denuncia la OIT, son los contratos a tiempo
parcial, por horas o días. En Europa (UE-28) han pasado del 18,2 (2008) al
22% de los contratos (2015), con mayores porcentajes en Suecia (26%), Alemania
(28%), Austria (28,5%) y sobre todo Holanda (51%). España tiene todavía un nivel bajo (15,7% de empleo a tiempo parcial) pero es el país donde este tipo de contratos ha
crecido más durante la crisis. Y, sobre todo, somos el cuarto país
europeo con más empleo por horas “involuntario” (tras Grecia, Chipre e
Italia): un 60% de los que trabajan
por horas preferirían un empleo a tiempo completo, frente al 27,5% de los europeos, que
mayoritariamente trabajan por horas porque quieren, según la OIT. Además, en España, los empleos a tiempo parcial son cada vez por
menos tiempo: la media ha bajado de 81 días de media (2008) a 51 días y el 26% de estos contratos duran ya menos de una semana, según los datos de Empleo.
Ambos tipos de contratos precarios (temporales y
por horas) tienen mucho que ver con la
formación de los trabajadores, según un informe de CaixaBank. Así, la tasa de
temporalidad más alta se da entre los trabajadores españoles que sólo
tienen educación primaria (38% de contratos temporales) y la más baja entre los
que tienen educación superior (21,5% son temporales). Y lo mismo en los contratos por horas “forzosos”: los
tienen el 70% de los trabajadores con sólo educación primaria, el 65% de los
que tienen secundaria y el 55% de los que tienen educación superior. Pero
además, el tipo de contrato no sólo
tiene que ver con la titulación, sino con las “habilidades” que tiene el
trabajador. Y en España tenemos un problema, derivado de una enseñanza
más volcada en la memoria que en la adquisición de “habilidades” para trabajar:
incluso el 41% de los adultos con
estudios superiores obtuvieron un resultado bajo en el test de habilidades
profesionales, frente al 21% de promedio en los 34 paises de la OCDE, según
la última encuesta internacional de habilidades (2015).
Otro indicador de precariedad laboral es que, tras la reforma laboral impuesta por el Gobierno Rajoy en febrero de 2012, los trabajadores
españoles se ven obligados a hacer
muchas más horas extras, porque
se dio más poder al empresario para fijar la jornada y muchos optaron por hacer contratos de media jornada y luego
obligar a sus trabajadores a hacer horas extras, muchas veces sin
pagárselas. Así, a finales de 2016 había 7.778.400 trabajadores
que hacían horas extras (el 50,5% de los asalariados), de media 5,48
millones a la semana. El récord de horas se dio en 2013 (6,14 millones,
casi 1 millón más que las 5.34 millones de 2011) y han bajado algo porque en
2016 actuó más la inspección de Trabajo, porque muchas de las horas no cotizaban y la SS
perdía ingresos. Pero aun así, entre 2012 y 2015, la mayoría de estas horas
extras no se le pagaban al trabajador: en 2015 por ejemplo, de 6,3 millones de
horas extras semanales, 3,5 millones no se pagaron, según la EPA. Doble
problema: los empleados trabajan más (y la mitad gratis) y el país se
queda sin crear 150.000 empleos nuevos, a lo que equivalen las horas
extras hechas cada año.
Un cuarto indicador de precariedad
laboral (tras los contratos temporales y por horas “forzosos” más las horas
extras) son los muchos españoles obligados a trabajar “de lo que encuentran”, en
empleos muy por debajo de su formación. En España hay 9,5 millones de trabajadores “sobrecualificados”, el 52,8% de los empleados (en 2007 eran el 46,3%),
según datos de Afi-Asempleo a partir de la EPA. Con la crisis, esta
“sobrecualificación“ ha crecido entre
los mayores de 45 años y sobre todo entre los más jóvenes (dos tercios de los
jóvenes entre 16 y 24 años trabajan en empleos inferiores a su cualificación).
Este problema destaca en la hostelería
(71,4% de los empleos están sobrecualificados) y el comercio, sobre todo en el País Vasco y Cantabria. Lo que más
se da son personas con secundaria trabajando en puestos “bajos” y
universitarios en puestos “medios”, según un estudio de CaixaBank.
Con toda esta precariedad, con la falta de “trabajo de calidad”, aumentan las personas que “tiran la
toalla”, que dejan de buscar trabajo
(está difícil y es “malo”) y se
quedan en casa, emigran o vuelven a estudiar. Es un fenómeno mundial,
producto del auge del subempleo. Así, en Estados Unidos, la tasa de actividad bajó al 62,8% en 2016 (sólo 2 de
cada 3 norteamericanos buscaban trabajo), la más baja de los últimos 30 años,
con 92 millones de estadounidenses “desanimados” en un país de 316 millones de
habitantes. En España ha pasado lo mismo: 700.000 españoles han dejado de ser "activos" (ni trabajan ni buscan trabajo) entre 2011 y 2016, según la EPA. Y con ello, también hay menos porcentaje de españoles trabajando, como pasa en Europa, donde han ha caído los europeos con un empleo: un 64,5% en la
zona euro en 2015, frente al 65,5% en 2007, según Eurostat. Y España está aún peor: somos el
cuarto país europeo con menos gente trabajando (el 57,8% de los que tenían entre
16 y 65 años en 2015), tras Grecia (50,8%), Croacia (55,8%) e Italia (56,3%). O
sea, trabajan menos españoles que europeos (2 millones menos) y los
que tienen un empleo es muy precario.
Y claro, los empleos
precarios están peor pagados, lo
que ha
aumentado el número de trabajadores pobres en todo el mundo, 967
millones de personas que cobran entre 1,90 y 5 dólares al día, según el informe de la OIT. Y no están sólo en los paises emergentes, sino también en Europa, donde un 9,5% de los trabajadores son
“pobres” (ganan menos del 60% de la media), un 1,6% más que en el año 2.000. Y
otra vez, España supera la media: tenemos un 12,5% de trabajadores
pobres (1 de cada 8), un 4% más que en 2000, según la OIT. Son ya 2.196.137
“trabajadores pobres”, españoles con
un trabajo que “malviven”. Y los que no son pobres, al tener contratos tan
precarios, ganan muy poco: el sueldo más habitual de los españoles
es de 16.490 euros brutos al año
(2014, último año con datos oficiales del INE), que se traduce en 950 euros netos en 14 pagas. El español
medio es mileurista.
El trabajo precario
es una fuente de problemas, no sólo porque el trabajador subempleado es más vulnerable si una empresa tiene
problemas. También tiene más incertidumbre ante el futuro, a la hora de formar una familia y tener hijos
(algo grave en un país como España con bajísima natalidad, 1,32 hijos por
mujer, y que ya pierde población), de comprar o alquilar una vivienda (el 80% de los jóvenes
siguen viviendo con sus padres), de pensar en lo que les quedará cuando se quede en paro o se jubile. Y por
supuesto, a la hora de gastar y consumir. Por eso, la precariedad laboral
es una pesada hipoteca para la recuperación: desalienta el consumo, el crecimiento y
el empleo. Y además, reduce la recaudación de impuestos y las cotizaciones,
agravando el “agujero” del Presupuesto y las
pensiones.
España ha creado
1.372.900 empleos entre 2014 y 2016, pero un empleo muy precario, vulnerable
y mal pagado: baste decir que sólo el 4,96% de los contratos hechos en 2016 (1 de cada 20 empleos) fueron
“de calidad”: fijos y a tiempo
completo. Y todavía faltan 2,5 millones
de nuevos empleos para recuperar los 3,8 millones de empleos perdidos desde 2007. Un reto enorme porque la economía se está desacelerando, en España
y en el mundo (hay incluso riesgo de una nueva crisis), y creceremos menos y se creará menos empleo en 2017 y 2018 (unos 400.000 al año).
Además, hay dos factores estructurales
que van contra el empleo: la digitalización de la economía (más Internet y menos trabajadores) y la entrada de robots en muchas empresas. De hecho, España es uno de los tres paises más
expuestos (junto a Alemania y Austria) a la “cuarta revolución industrial”, a la llegada de los robots: podría
suponer la pérdida de 2 millones de empleos, sobre todo en la industria, la Administración
y los servicios, según un informe de la OCDE (mayo 2016).
Se pierdan o no empleos por las nuevas tecnologías, todo
apunta a que el empleo del futuro
seguirá siendo precario y será un
empleo que exigirá una alta cualificación. Para
2020, el 50% de los empleos en Europa serán para trabajadores con formación media,
el 35% para niveles altos y sólo quedará el 15% para niveles bajos de formación
(los que tienen el 45% de españoles), según un estudio de CEDECOP.
Y centrados en España, de los nuevos empleos
disponibles aquí dentro de una década
(entre 8,8 y 10 millones), sólo el 2,3%
serán para los que tienen baja formación (ESO o menos), un 39,3% para los que tengan estudios medios
(bachillerato o FP) y más de la mitad (58,4% para los que tengan educación
superior (estudios universitarios o FP Superior), según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie.
Así que al final, la
clave del futuro, tanto para reducir el subempleo como para conseguir los
nuevos empleos, será mejorar la formación, un reto especialmente
urgente para España porque el 42% de la población tiene baja cualificación.
Hay que gastar más en educación,
porque sólo gastamos el 4,1% del PIB frente a 4,8% en la zona euro, el 4,3% en
Alemania, 5,2% en Reino Unido y 5,5% en Francia, según Eurostat. Y reformar la enseñanza, desde los colegios a la Universidad, para formar mejor a
los jóvenes en lo que necesitan las empresas. Y volcarse en la formación y
el reciclaje de los parados y los trabajadores actuales, porque el 42% de
los ocupados tienen una baja cualificación. Y así, sólo accederán a los peores
empleos. En paralelo, el Gobierno debe reforzar la inspección de Trabajo,
con más personal (hay la mitad de inspectores que en Europa) y más
control, para luchar contra el subempleo.
En resumen, la crisis
ha cambiado el empleo en todo el mundo: ahora es de peor calidad,
más precario, peor pagado y más vulnerable. Y España se lleva la palma
en Europa, con una mayoría de españoles
que trabajan temporalmente o por horas “contra
su voluntad”. Esta precariedad actúa como un cáncer que corroe nuestra economía,
desde el consumo y la familia a la recaudación o las pensiones. Tras 5 años de reforma laboral, urge tomar medidas para mejorar la calidad del
empleo (como pide la OIT), con más
vigilancia de la inspección, más
ayudas fiscales al empleo estable y más
gasto en educación y formación. Hay que conseguir más empleo "decente”. No podemos ir a peor.
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