El 1 de enero bajan la mayoría de medicamentos, unos céntimos: nos ahorraremos 8,44 millones de euros en la farmacia. Pero lo que parece una buena noticia, no lo es: los medicamentos llevan bajando desde 2010 y su precio no compensa en algunos casos, con lo que los laboratorios dejan de producirlos o los exportan a paises europeos donde cuestan un 30% más, como también hacen (fraudulentamente) algunos mayoristas y farmacias. El resultado es el desabastecimiento: han faltado más de 1.000 medicamentos a finales de noviembre y ahora hay más de 400 en falta. Los recortes de precios impuestos se nos han vuelto en contra: el que muchos medicamentos cuesten menos que un café (el Adiro, 1,48 euros, aunque un jubilado paga 15 céntimos) desalienta la oferta de fármacos y la investigación de otros nuevos, además de hundir a las pequeñas farmacias. Urge racionalizar el gasto por otras vías y saber que luchar contra las enfermedades es caro y no se puede racanear, porque es contraproducente. Lo barato es caro.
A finales de noviembre, saltó la alarma: llegó a haber más de 1.000 medicamentos con problemas de suministro, que no se encontraban en muchas farmacias, algunos muy populares como Nolotil, Adiro o Dalsy. Ahora, algunos se han repuesto, pero hoy todavía hay 405 medicamentos con desabastecimiento, según este listado que publica la Agencia española del Medicamento (AEMPS). El año 2017 llegó a haber 900 con problemas. Y eso que este listado sólo incluye los medicamentos con “desabastecimiento”, pero los farmacéuticos tienen otro listado, el CISMED, que incluye los medicamentos con “problemas de suministro”, donde hay más demanda que oferta, un barómetro previo al desabastecimiento y que detecta medicamentos “difíciles de conseguir” para las farmacias cada día.
El desabastecimiento
de medicamentos provoca muchos problemas, sobre todo a
los pacientes, que se ven obligados a hacer una “ronda de farmacias” para
buscarlos y luego ir al médico para que
les recete otro alternativo (casi todos lo tienen), que suele causar
problemas a los más ancianos (porque cambia la caja o el color o el tamaño de
las pastillas). Para los médicos es
otro problema, porque colapsa más las consultas de los Centros de salud
pidiendo el cambio de medicamento. En los
hospitales, las encuestas revelan que el 25% sufren problemas de suministro a diario y el
45% semanalmente, con lo que gestionarlo les
lleva 5 horas semanales. Y las
farmacias pierden también mucho tiempo llamando a almacenes para encontrar
medicamentos o vacunas. Y además, se ha denunciado que las farmacias
rurales y las pequeñas tienen más difícil encontrar las medicinas que escasean.
¿Por qué faltan
algunos medicamentos? En un 38% de casos, se debe a problemas en el proceso de fabricación del medicamento,
según el análisis hecho por la Agencia (AEMPS) de los 590 medicamentos en falta el primer
semestre de 2018. Un proceso que es complejo y multinacional: el principio activo se compra en un país
(muchos en China e India), se empaqueta en otro y se vende en un tercero, con
lo que cualquier problema trastoca la cadena y el suministro final. Es lo que pasó con Adiro: la materia
prima (acido acetil salicílico) se produce en Asturias pero Bayer lo envía a
Alemania para su envasado y ha chocado con obras en la planta de Leverkusen,
provocando desabastecimiento, que intenta resolver importando las cajas de su fábrica de Milán.
En el caso de Nolotil, el laboratorio
que lo vende (Boehringer) compra el principio activo (metamizol magnésico) a
Sanofi, que ha tenido problemas de suministro y como vende en 100 paises, elige
cómo repartir la escasez. En otros casos, se ha debido a un incremento puntual de la demanda (12%)
o a un “retraso en la entrega” (21%
según la AEMPS). Muchas veces, la multinacional farmacéutica tiene un pico de
demanda en un país y “desvía” medicamentos de otro: es lo que pasó en 2017 con Clexane (heparina), en falta en España porque se exportó parte
de la producción fabricada en España a Alemania (donde la pagan más cara).
Pero en un 47% de los
casos, los desabastecimientos de medicamentos se deben “a causas desconocidas”,
según una reciente denuncia de la Federación Internacional Farmacéutica (FIP), que pide “más transparencia” sobre un problema
sanitario grave, que afecta a toda Europa, no sólo a España. Y en este 47%,
muchos expertos incluyen una causa que cada vez cobra más peso, sobre todo en
España: el bajo precio de los medicamentos. “El desabastecimiento de medicamentos se debe a los bajos precios en
España”, denunció en octubre el Colegio de Farmacéuticos de Orense. Y es que, con las rebajas impuestas
desde 2010, el 55% de los medicamentos
tienen un precio de venta con IVA inferior a 3,50 euros (los usuarios pagamos 1,40 euros o menos). Y con estos precios, a muchos laboratorios no les
compensa fabricarlos. Y como venden en 100 paises, planifican para venderlos en los paises con los precios más caros, exportando cada vez más los
medicamentos que se fabrican en España. Baste recordar que España es uno de los paises europeos con los medicamentos más baratos, sólo por delante de Portugal, Eslovenia,
Letonia y Estonia. Y una medicina cuesta de media un 33% menos en España que en
Alemania, Luxemburgo, Finlandia, Bélgica o Irlanda y un 16% menos que en
Francia o Italia.
Con estas diferencias de precio, la tentación de vender fármacos en otros paises, a costa de reducir la oferta en España,
es muy grande. Baste decir que las exportaciones de medicamentos se han multiplicado
por 18 entre 1995 (562 millones de euros) y 2017 (10.061 millones),
aunque este año bajan un 4% (7.719 millones hasta septiembre). Y luego están las exportaciones
paralelas (“comercio inverso”), las que hacen fraudulentamente almacenes mayoristas y farmacias
(limítrofes con Portugal o Francia), para vender medicamentos que debían ir a farmacias españolas a paises que los pagan el doble o el triple.
Por todo esto es preocupante que el Gobierno Sánchez haya aprobado otra Orden ministerial para bajar los medicamentos el 1 de enero de 2019, como se viene haciendo desde 2010, en aplicación del sistema de precios de referencia, creado en 1997 para pagar menos a los laboratorios por las medicinas: la sanidad pública solo financia un precio máximo por medicamento recetado y si el fármaco tiene un precio superior, el farmacéutico está obligado a suministrar al paciente un medicamento más barato, preferentemente genérico (con la patente caducada). Es una forma de presionar a la baja los precios de los medicamentos de marca y forzar la venta de genéricos (más baratos), que ya suponen en España el 81% de los medicamentos vendidos y el 55% de las ventas.
Por todo esto es preocupante que el Gobierno Sánchez haya aprobado otra Orden ministerial para bajar los medicamentos el 1 de enero de 2019, como se viene haciendo desde 2010, en aplicación del sistema de precios de referencia, creado en 1997 para pagar menos a los laboratorios por las medicinas: la sanidad pública solo financia un precio máximo por medicamento recetado y si el fármaco tiene un precio superior, el farmacéutico está obligado a suministrar al paciente un medicamento más barato, preferentemente genérico (con la patente caducada). Es una forma de presionar a la baja los precios de los medicamentos de marca y forzar la venta de genéricos (más baratos), que ya suponen en España el 81% de los medicamentos vendidos y el 55% de las ventas.
Ahora, el Gobierno ha
revisado a la baja el precio de 15.500 presentaciones farmacéuticas (se venden
17.500), la mayoría medicamentos que se venden en farmacias (12.825) y 2.916
utilizados en hospitales. Todos bajan unos céntimos y las mayores rebajas (ver
listado nuevos precios) se notarán en algunos ibuprofenos (que
bajan del 65 al 81%, medicamentos contra el colesterol (bajan del 5,25% al
48%), anticonceptivos y medicamentos contra el asma. La rebaja para los particulares será de 8,44 millones, pero los
laboratorios recortarán sus ingresos otros 248,25 millones en 2019, según los
datos de Sanidad.
Los riesgos de
esta nueva rebaja de medicamentos son básicamente dos. Uno, que se agrave el desabastecimiento de
algunos medicamentos, ahora que los laboratorios van a cobrar menos por
ellos, aunque el Gobierno no ha bajado
nada 29 medicamentos básicos para “evitar
una indeseable situación de falta de suministro de medicamentos esenciales”,
como reconoce textualmente la Orden de Sanidad. Y la otra, que los laboratorios reduzcan su investigación de nuevos fármacos, tras
8 años de recortes de precios. De momento, el sector farmacéutico ha subido su gasto en I+D+i
(1.147 millones en 2017, el 20% de toda la investigación industrial hecha en
España) y somos el segundo país del mundo, tras EEUU, con más ensayos clínicos de medicamentos. Pero los laboratorios instalados en España
producen menos fármacos innovadores: sólo
lo son 2 de cada 10 medicamentos autorizados. Y llevamos 18 años sin nuevos
fármacos contra el Alzheimer, 20 años
sin nuevos antibióticos y 30 años sin
ansiolíticos innovadores, según denunciaron los farmacéuticos de Orense.
La otra consecuencia negativa de que las medicinas cuesten menos que un café
es que las rebajas de precios están afectando muy negativamente a las cuentas de las 22.046 farmacias españolas, que no son “unas tiendas más”
sino un eslabón clave del sistema sanitario (el más cercano y “confiable”). La mayoría de las farmacias venden
más medicamentos que en 2010, dispensan más recetas, pero facturan menos,
entre un 10 y un 20% menos, y además les han bajado los márgenes. Y el mayor
problema se concentra en las 3.000 farmacias que venden menos de 300.000 euros, sobre todo las 903
farmacias rurales con “viabilidad económica comprometida” y que malviven
gracias a ayudas autonómicas.
Los riesgos de esta política de precios de los medicamentos,
muy alejados de Europa, son claros. Y la
ventaja, el ahorro en la factura
farmacéutica, no es tan evidente:
el gasto en farmacias se rebajó del récord de 11.135 millones en 2011 a 9.183
millones en 2013, pero luego no ha
parado de subir desde 2014, hasta los 10.170
millones en 2017 (y crece otro 3,34% este año, con 8.738 millones gastados
este año, hasta octubre), según los datos de Sanidad. Y a ello hay que sumar otros 6.500 millones de gasto farmacéutico en hospitales, que crece el doble que en las farmacias,
por los costosos tratamientos. Pero aunque el
gasto farmacéutico total (16.619
millones en 2017) sea muy importante, hay que señalar que su peso en la
economía es todavía menor que en 2010 (supondrá el 1,43% del PIB en 2018, frente al 1,57% en 2010). Y que España, aunque sea “un paraíso de las
recetas” (900.000 al año), gasta
menos en medicamentos de farmacia que la mayoría de Europa: 223 euros per cápita, frente a 326 euros de
media en la eurozona, 479 euros en Alemania, 382 euros en Francia o 250
euros en Italia, según Farmaindustria con datos de la OCDE (2016).
Aunque gastemos menos que Europa, el gasto farmacéutico es
tremendo y se lleva el 24% de todo el gasto sanitario (70.804 millones en
2018). Y lo peor es que todo apunta a que aumentará en los próximos años, por tres
factores: el envejecimiento de la población (más viejos que
viven más años y consumen muchas medicinas), el aumento de las enfermedades crónicas (un 45% de adultos hoy las padecen y serán más en el
futuro) y los nuevos tratamientos para
algunas enfermedades (oncología, trasplantes, enfermedades autoinmunes,
esclerosis múltiples…), que son muy costosos. Eso obliga a racionalizar el gasto farmacéutico, para compensar este mayor coste
con algunas
medidas de ahorro que no sea el desplome de precios de los
medicamentos, sencillo pero muy arriesgado porque puede agravar los desabastecimientos
y las “fugas” de medicamentos y laboratorios.
Una primera medida es reducir
el número de recetas injustificadas, provocadas en muchos casos por la
falta de tiempo de los médicos para atender a los pacientes (“receto y vete”), la
inexistente medicina preventiva y la insuficiente mejora de hábitos de vida,
dos vacunas contra las recetas, junto
a campañas públicas para no despilfarrar en el consumo de fármacos (tenemos en
casa decenas de cajas para tirar) y automedicarse menos. Los expertos insisten
en que consumimos demasiados sedantes, estimulantes y sobre todo antibióticos:
1 de cada 2 españoles los ha tomado en el último año y los reciben 1 de cada 2
pacientes hospitalizados, según Sanidad,
que considera “inadecuadas” entre el 40 y el 50% de las prescripciones de
antibióticos, tanto en atención primaria como en hospitales. Un abuso que
no sólo sube el gasto sino que crea un problema de resistencia a los antibióticos (superbacterias), que será en 2050 la primera
causa de muerte en el mundo (con 10 millones de fallecimientos). Y controlar
más el gasto farmacéutico hospitalario, el que más crece.
Mientras se intenta frenar
el gasto farmacéutico, urge tomar medidas
para evitar los desabastecimientos de medicinas, un grave problema
sanitario que preocupa en toda Europa. Y más ante el Brexit. Las Agencias del Medicamento europeas han elaborado un Plan de trabajo hasta 2020 para reducirlos, con medidas
como facilitar la autorización de nuevos
fármacos, permitir prospectos en
varios idiomas (para poder llevar los medicamentos a los paises donde
falten) y un mayor control del camino que siguen las medicinas desde la fábrica
a la farmacia, con la entrada en vigor (el 9 de febrero de 2019) de la “trazabilidad obligatoria”, la incorporación a los
medicamentos de unos "códigos Data Matrix 2D" que facilitarán detectar los medicamentos
falsificados (el 1%) y vigilar si un medicamento ha sido desviado a otro país.
Sin embargo, no se contemplan sanciones europeas a los laboratorios
responsables de desabastecimientos ni
restricciones a las exportaciones entre paises.
En España, la Agencia
del Medicamento prepara un nuevo Plan 2019-2021 para garantizar el suministro de medicamentos.
Mientras, habría que tomar algunas medidas
urgentes como agilizar las alertas a
los médicos (para que no receten medicamentos con problemas de suministro)
y permitir a los farmacéuticos que tengan más autonomía para cambiar medicamentos no disponibles (pueden hacerlo en muchos casos, pero no cambiar cápsulas por comprimidos, ni inyectables, insulinas, medicamentos contra el asma o de especial control), para que el paciente no tenga que ir a por otra receta.
Y se podría obligar a los almacenes a tener un stock de medicamentos
susceptibles de desabastecimiento, como hacen en Portugal. También urge crear un canal de urgencia online para
distribuir medicamentos escasos y que los farmacéuticos no tengan que ir “a la caza de una medicina” o los pacientes
“peregrinar” de farmacia en farmacia (“tienen Adiro en tal farmacia”, como nos dicen
cuando buscamos algo en el Corte Inglés o Decathlon). Y por supuesto, una mayor vigilancia de laboratorios, mayoristas y farmacias para que no
desvíen medicamentos que hacen falta aquí a otros paises para ganar más con
ellos.
En definitiva, cuando
vaya a la farmacia en enero verá que las medicinas le costarán unos
céntimos menos. Pero piense que el que
sean tan baratas no le beneficia, porque puede provocar que mañana no
encuentre algún medicamento o que para conseguir un tratamiento contra el
cáncer, su hospital tenga que comprarlo en el extranjero, 30 veces más caro,
como ya ha pasado con Aspen Pharmacare, que en 2014 dejó de producirlos en España.
Y piense que aunque cuesten menos que un café, no hay que tomar medicinas por tomarlas ni tenerlas almacenadas en
casa, porque su coste para el país es tremendo. Y si no lo racionalizamos entre todos, desde los médicos a los
pacientes, habrá más copagos. Y si
racaneamos al pagar los
medicamentos, faltarán y no se innovarán. Al final, lo barato es caro.
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