jueves, 20 de diciembre de 2018

Faltan medicamentos (lo barato es caro)


El 1 de enero bajan la mayoría de medicamentos, unos céntimos: nos ahorraremos 8,44 millones de euros en la farmacia. Pero lo que parece una buena noticia, no lo es: los medicamentos llevan bajando desde 2010 y su precio no compensa en algunos casos, con lo que los laboratorios dejan de producirlos o los exportan a paises europeos donde cuestan un 30% más, como también hacen (fraudulentamente) algunos mayoristas y farmacias. El resultado es el desabastecimiento: han faltado más de 1.000 medicamentos a finales de noviembre y ahora hay más de 400 en falta. Los recortes de precios impuestos se nos han vuelto en contra: el que muchos medicamentos cuesten menos que un café (el Adiro, 1,48 euros, aunque un jubilado paga 15 céntimos) desalienta la oferta de fármacos y la investigación de otros nuevos, además de hundir a las pequeñas farmacias. Urge racionalizar el gasto por otras vías y saber que luchar contra las enfermedades es caro y no se puede racanear, porque es contraproducente. Lo barato es caro.


A finales de noviembre, saltó la alarma: llegó a haber más de 1.000 medicamentos con problemas de suministro, que no se encontraban en muchas farmacias, algunos muy populares como Nolotil, Adiro o Dalsy. Ahora, algunos se han repuesto, pero hoy todavía hay 405 medicamentos con desabastecimiento, según este listado que publica la Agencia española del Medicamento (AEMPS). El año 2017 llegó a haber 900 con problemas. Y eso que este listado sólo incluye los medicamentos con “desabastecimiento, pero los farmacéuticos tienen otro listado, el CISMED, que incluye los medicamentos  con “problemas de suministro”, donde hay más demanda que oferta, un barómetro previo al desabastecimiento y que detecta medicamentos “difíciles de conseguir” para las farmacias cada día.

El desabastecimiento de medicamentos provoca muchos problemas, sobre todo a los pacientes, que se ven obligados a hacer una “ronda de farmacias” para buscarlos y luego ir al médico para que les recete otro alternativo (casi todos lo tienen), que suele causar problemas a los más ancianos (porque cambia la caja o el color o el tamaño de las pastillas). Para los médicos es otro problema, porque colapsa más las consultas de los Centros de salud pidiendo el cambio de medicamento. En los hospitales, las encuestas revelan que el 25% sufren problemas de suministro a diario y el 45% semanalmente, con lo que gestionarlo les lleva 5 horas semanales. Y las farmacias pierden también mucho tiempo llamando a almacenes para encontrar medicamentos o vacunas. Y además, se ha denunciado que las farmacias rurales y las pequeñas tienen más difícil encontrar las medicinas que escasean.

¿Por qué faltan algunos medicamentos? En un 38% de casos, se debe a problemas en el proceso de fabricación del medicamento, según el análisis hecho por la Agencia (AEMPS) de los 590 medicamentos en falta el primer semestre de 2018. Un proceso que es complejo y multinacional: el principio activo se compra en un país (muchos en China e India), se empaqueta en otro y se vende en un tercero, con lo que cualquier problema trastoca la cadena y el suministro final. Es lo que pasó con Adiro: la materia prima (acido acetil salicílico) se produce en Asturias pero Bayer lo envía a Alemania para su envasado y ha chocado con obras en la planta de Leverkusen, provocando desabastecimiento, que intenta resolver  importando las cajas de su fábrica de Milán. En el caso de Nolotil, el laboratorio que lo vende (Boehringer) compra el principio activo (metamizol magnésico) a Sanofi, que ha tenido problemas de suministro y como vende en 100 paises, elige cómo repartir la escasez. En otros casos, se ha debido a un incremento puntual de la demanda (12%) o a un “retraso en la entrega” (21% según la AEMPS). Muchas veces, la multinacional farmacéutica tiene un pico de demanda en un país y “desvía” medicamentos de otro: es lo que pasó en 2017 con Clexane (heparina), en falta en España porque se exportó parte de la producción fabricada en España a Alemania (donde la pagan más cara).

Pero en un 47% de los casos, los desabastecimientos de medicamentos se deben “a causas desconocidas”, según una reciente denuncia de la Federación Internacional Farmacéutica (FIP), que pide “más transparencia” sobre un problema sanitario grave, que afecta a toda Europa, no sólo a España. Y en este 47%, muchos expertos incluyen una causa que cada vez cobra más peso, sobre todo en España: el bajo precio de los medicamentos. “El desabastecimiento de medicamentos se debe a los bajos precios en España”, denunció en octubre el Colegio de Farmacéuticos de Orense. Y es que, con las rebajas impuestas desde 2010, el 55% de los medicamentos tienen un precio de venta con IVA inferior a 3,50 euros (los usuarios pagamos 1,40 euros o menos). Y con estos precios, a muchos laboratorios no les compensa fabricarlos. Y como venden en 100 paises, planifican para venderlos en los paises con los precios más caros, exportando cada vez más los medicamentos que se fabrican en España. Baste recordar que España es uno de los paises europeos con los medicamentos más baratos, sólo por delante de Portugal, Eslovenia, Letonia y Estonia. Y una medicina cuesta de media un 33% menos en España que en Alemania, Luxemburgo, Finlandia, Bélgica o Irlanda y un 16% menos que en Francia o Italia.

Con estas diferencias de precio, la tentación de vender fármacos en otros paises, a costa de reducir la oferta en España, es muy grande. Baste decir que las exportaciones  de medicamentos se han multiplicado por 18 entre 1995 (562 millones de euros) y 2017 (10.061 millones), aunque este año bajan un 4% (7.719 millones hasta septiembre). Y luego están las exportaciones paralelas (“comercio inverso”), las que hacen fraudulentamente almacenes mayoristas y farmacias (limítrofes con Portugal o Francia), para vender medicamentos que debían  ir a farmacias españolas a paises que los pagan el doble o el triple.


Por todo esto es preocupante que el Gobierno Sánchez haya aprobado otra Orden ministerial para bajar los medicamentos el 1 de enero de 2019, como se viene haciendo desde 2010, en aplicación del sistema de precios de referencia, creado en 1997 para pagar menos a los laboratorios por las medicinas: la sanidad pública solo financia un precio máximo por medicamento recetado y si el fármaco tiene un precio superior, el farmacéutico está obligado a suministrar al paciente un medicamento más barato, preferentemente genérico (con la patente caducada). Es una forma de presionar a la baja los precios de los medicamentos de marca y forzar la venta de genéricos (más baratos), que ya suponen en España el 81% de los medicamentos vendidos y el 55% de las ventas.

Ahora, el Gobierno ha revisado a la baja el precio de 15.500 presentaciones farmacéuticas (se venden 17.500), la mayoría medicamentos que se venden en farmacias (12.825) y 2.916 utilizados en hospitales. Todos bajan unos céntimos y las mayores rebajas (ver listado nuevos precios) se notarán en algunos ibuprofenos (que bajan del 65 al 81%, medicamentos contra el colesterol (bajan del 5,25% al 48%), anticonceptivos y medicamentos contra el asma. La rebaja para los particulares será de 8,44 millones, pero los laboratorios recortarán sus ingresos otros 248,25 millones en 2019, según los datos de Sanidad.

Los riesgos de esta nueva rebaja de medicamentos son básicamente dos. Uno, que se agrave el desabastecimiento de algunos medicamentos, ahora que los laboratorios van a cobrar menos por ellos, aunque el Gobierno no ha bajado nada 29 medicamentos básicos para “evitar una indeseable situación de falta de suministro de medicamentos esenciales”, como reconoce textualmente la Orden de Sanidad. Y la otra, que los laboratorios reduzcan su investigación de nuevos fármacos, tras 8 años de recortes de precios. De momento, el sector farmacéutico ha subido su gasto en I+D+i (1.147 millones en 2017, el 20% de toda la investigación industrial hecha en España) y somos el segundo país del mundo, tras EEUU, con más ensayos clínicos de medicamentos. Pero los laboratorios instalados en España producen menos fármacos innovadores: sólo lo son 2 de cada 10 medicamentos autorizados. Y llevamos 18 años sin nuevos fármacos contra el Alzheimer, 20 años sin nuevos antibióticos y 30 años sin ansiolíticos innovadores, según denunciaron los farmacéuticos de Orense.

La otra consecuencia negativa de que las medicinas cuesten menos que un café es que las rebajas de precios están afectando muy negativamente a las cuentas de las 22.046 farmacias españolas, que no son “unas tiendas más” sino un eslabón clave del sistema sanitario (el más cercano y “confiable”). La mayoría de las farmacias venden más medicamentos que en 2010, dispensan más recetas, pero facturan menos, entre un 10 y un 20% menos, y además les han bajado los márgenes. Y el mayor problema se concentra en las 3.000 farmacias que venden menos de 300.000 euros, sobre todo las 903 farmacias rurales con “viabilidad económica comprometida” y que malviven gracias a ayudas autonómicas.

Los riesgos de esta política de precios de los medicamentos, muy alejados de Europa, son claros. Y la ventaja, el ahorro en la factura farmacéutica, no es tan evidente: el gasto en farmacias se rebajó del récord de 11.135 millones en 2011 a 9.183 millones en 2013, pero luego no ha parado de subir desde 2014, hasta los 10.170 millones en 2017 (y crece otro 3,34% este año, con 8.738 millones gastados este año, hasta octubre), según los datos de Sanidad. Y a ello hay que sumar otros 6.500 millones de gasto farmacéutico en hospitales, que crece el doble que en las farmacias, por los costosos tratamientos. Pero aunque el gasto farmacéutico total (16.619 millones en 2017) sea muy importante, hay que señalar que su peso en la economía es todavía menor que en 2010 (supondrá el 1,43% del PIB en 2018, frente al 1,57% en 2010). Y que España, aunque sea “un paraíso de las recetas” (900.000 al año), gasta menos en medicamentos de farmacia que la mayoría de Europa: 223 euros per cápita, frente a 326 euros de media en la eurozona, 479 euros en Alemania, 382 euros en Francia o 250 euros en Italia, según Farmaindustria con datos de la OCDE (2016).

Aunque gastemos menos que Europa, el gasto farmacéutico es tremendo y se lleva el 24% de todo el gasto sanitario (70.804 millones en 2018). Y lo peor es que todo apunta a que aumentará en los próximos años, por tres factores: el envejecimiento de la población (más viejos que viven más años y consumen muchas medicinas), el aumento de las enfermedades crónicas (un 45% de adultos hoy las padecen y serán más en el futuro) y los nuevos tratamientos para algunas enfermedades (oncología, trasplantes, enfermedades autoinmunes, esclerosis múltiples…), que son muy costosos. Eso obliga a racionalizar el gasto farmacéutico, para compensar este mayor coste con algunas medidas de ahorro que no sea el desplome de precios de los medicamentos, sencillo pero muy arriesgado porque puede agravar los desabastecimientos y las “fugas” de medicamentos y laboratorios.

Una primera medida es reducir el número de recetas injustificadas, provocadas en muchos casos por la falta de tiempo de los médicos para atender a los pacientes (“receto y vete”), la inexistente medicina preventiva y la insuficiente mejora de hábitos de vida, dos vacunas contra las recetas, junto a campañas públicas para no despilfarrar en el consumo de fármacos (tenemos en casa decenas de cajas para tirar) y automedicarse menos. Los expertos insisten en que consumimos demasiados sedantes, estimulantes y sobre todo antibióticos: 1 de cada 2 españoles los ha tomado en el último año y los reciben 1 de cada 2 pacientes hospitalizados, según Sanidad, que considera “inadecuadas” entre el 40 y el 50% de las prescripciones de antibióticos, tanto en atención primaria como en hospitales. Un abuso que no sólo sube el gasto sino que crea un problema de resistencia a los antibióticos (superbacterias), que será en 2050 la primera causa de muerte en el mundo (con 10 millones de fallecimientos). Y controlar más el gasto farmacéutico hospitalario, el que más crece.

Mientras se intenta frenar el gasto farmacéutico, urge tomar medidas para evitar los desabastecimientos de medicinas, un grave problema sanitario que preocupa en toda Europa. Y más ante el Brexit. Las Agencias del Medicamento europeas han elaborado un Plan de trabajo hasta 2020 para reducirlos, con medidas como facilitar la autorización de nuevos fármacos, permitir prospectos en varios idiomas (para poder llevar los medicamentos a los paises donde falten) y un mayor control del camino que siguen las medicinas desde la fábrica a la farmacia, con la entrada en vigor (el 9 de febrero de 2019) de la “trazabilidad obligatoria”, la incorporación a los medicamentos de unos "códigos  Data Matrix 2D" que facilitarán detectar los medicamentos falsificados (el 1%) y vigilar si un medicamento ha sido desviado a otro país. Sin embargo, no se contemplan sanciones europeas a los laboratorios responsables de desabastecimientos ni restricciones a las exportaciones entre paises.

En España, la Agencia del Medicamento prepara un nuevo Plan 2019-2021 para garantizar el suministro de medicamentos. Mientras, habría que tomar algunas medidas urgentes como agilizar las alertas a los médicos (para que no receten medicamentos con problemas de suministro) y permitir a los farmacéuticos que tengan más autonomía para cambiar medicamentos no disponibles (pueden hacerlo en muchos casos, pero no cambiar cápsulas por comprimidos, ni inyectables, insulinas, medicamentos contra el asma o de especial control), para que el paciente no tenga que ir a por otra receta. Y se podría obligar a los almacenes a tener un stock de medicamentos susceptibles de desabastecimiento, como hacen en Portugal. También urge crear un canal de urgencia online para distribuir medicamentos escasos y que los farmacéuticos no tengan que ir  “a la caza de una medicina” o los pacientes “peregrinar” de farmacia en farmacia (“tienen Adiro en tal farmacia”, como nos dicen cuando buscamos algo en el Corte Inglés o Decathlon). Y por supuesto, una mayor vigilancia de laboratorios, mayoristas y farmacias para que no desvíen medicamentos que hacen falta aquí a otros paises para ganar más con ellos.

En definitiva, cuando vaya a la farmacia en enero verá que las medicinas le costarán unos céntimos menos. Pero piense que el que sean tan baratas no le beneficia, porque puede provocar que mañana no encuentre algún medicamento o que para conseguir un tratamiento contra el cáncer, su hospital tenga que comprarlo en el extranjero, 30 veces más caro, como ya ha pasado con Aspen Pharmacare, que en 2014 dejó de producirlos en España. Y piense que aunque cuesten menos que un café, no hay que tomar medicinas por tomarlas ni tenerlas almacenadas en casa, porque su coste para el país es tremendo. Y si no lo racionalizamos entre todos, desde los médicos a los pacientes, habrá más copagos. Y si racaneamos al pagar los medicamentos, faltarán y no se innovarán. Al final, lo barato es caro.

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