La grave crisis política en Cataluña, enquistada tras las
elecciones del 21-D, no debería hacernos olvidar un problema más grave: que
España tiene una preocupante desigualdad
regional, con unas autonomías pobres y otras ricas que
ofrecen distintos servicios públicos
a los españoles según donde vivan. Que hay dos Españas. Y lo más grave es que son las mismas desde 1977, como
demuestro aquí, tras bucear en las series históricas. Y que las diferencias entre españoles se han
agravado con la crisis. Lo peor es que si no se toman medidas, esta
desigualdad regional sólo se reducirá a
la mitad dentro de 70 años, según el Banco de España. Así que, además de afrontar
la crisis catalana, hay que resolver el problema de las 2 Españas, a otros 40
años vista. Y eso exige cambiar el
sistema de financiación, los impuestos, el modelo económico y el autonómico.
Y más solidaridad de la España rica con la pobre. Es otra gran asignatura pendiente de nuestra democracia.
En 1977, los españoles estábamos ilusionados con la recién estrenada democracia y nos preocupaba sobre todo la política, no la desigualdad entre regiones. Pero ya entonces, las autonomías más pobres eran las de hoy: Extremadura, Andalucía, Castilla la Mancha, Murcia, Galicia y Canarias, por este orden, con la menor renta per cápita, según puede comprobarse buceando en las estadísticas históricas 1850-2000 que recopiló el Banco de Bilbao (una joya). Y hoy, 40 años de democracia después, las autonomías más pobres son casi las mismas, con la sustitución de Galicia (que ya no está entre las pobres) por la Comunidad Valenciana, que ha pasado de casi rica a ser la sexta más pobre, según el ranking 2016 del INE de renta por hogar: Extremadura (21.671 euros), Andalucía (21.966 euros), Murcia (pasa del 4º al 3º puesto, con 22.425 euros), Canarias (sube del 6º al 4º, con 22.450 euros), Castilla la Mancha (mejora del 3º al 5º puesto, con 22.473 euros) y la Comunidad Valenciana (22.747 euros).
enrique ortega |
En 1977, los españoles estábamos ilusionados con la recién estrenada democracia y nos preocupaba sobre todo la política, no la desigualdad entre regiones. Pero ya entonces, las autonomías más pobres eran las de hoy: Extremadura, Andalucía, Castilla la Mancha, Murcia, Galicia y Canarias, por este orden, con la menor renta per cápita, según puede comprobarse buceando en las estadísticas históricas 1850-2000 que recopiló el Banco de Bilbao (una joya). Y hoy, 40 años de democracia después, las autonomías más pobres son casi las mismas, con la sustitución de Galicia (que ya no está entre las pobres) por la Comunidad Valenciana, que ha pasado de casi rica a ser la sexta más pobre, según el ranking 2016 del INE de renta por hogar: Extremadura (21.671 euros), Andalucía (21.966 euros), Murcia (pasa del 4º al 3º puesto, con 22.425 euros), Canarias (sube del 6º al 4º, con 22.450 euros), Castilla la Mancha (mejora del 3º al 5º puesto, con 22.473 euros) y la Comunidad Valenciana (22.747 euros).
Si miramos las seis autonomías
más ricas, pasa lo mismo: son casi las mismas hoy que en 1977. Ese
año, las que tenían mayor renta por habitante eran, por este orden, Baleares, Madrid, Cataluña, la Rioja, País
Vasco y Navarra, según las series históricas del BB. En el año 2.000, Aragón pasa a ser la más rica, con las demás detrás, pero en 2008,
tras la Ley del Cupo (2002), el ranking cambia de líder y lo encabezan el País Vasco y Navarra, que siguen
liderando la lista de las regiones con más renta por hogar en 2016, según el INE, por este
orden: País Vasco (34.054 euros), Navarra (33.167 euros), Madrid (31.370 euros), Cataluña (31.339 euros), Baleares (30.859) y Aragón (28.019 euros). Cinco son las
mismas que en 1977 y sólo cambia la Rioja (ahora la 7ª más rica por superarle Aragón).
Este es el resultado, el
mapa de las 6 autonomías más pobres y las 6 más ricas, en 1977 y hoy. Un mapa donde la diferente renta es consecuencia de las diferencias económicas
entre autonomías (diferente modelo económico, diferente estructura empresarial
e industrial), que se ven en lo que produce cada una por habitante, el PIB por habitante. Y aquí se repite la historia: las que eran más productivas en 1977 son
casi las mismas que las que lo son hoy. Y lo mismo las menos productivas,
las que generan menos riqueza por persona.
Así, en 1.977, las 6 regiones españolas más
productivas eran, según las series de PIB por habitante del BB, por este orden, Baleares, País Vasco, Madrid, Cataluña,
Navarra y la Rioja. Y resulta que, 40 años después, son casi las mismas,
sustituyéndose Baleares (ahora la 7ª más productiva) por Aragón, según los datos que acaba de publica el INE: Madrid (produce 32.815
euros/habitante), País Vasco (31.784 euros/habitante), Navarra (30.006), Cataluña (28.225), Aragón (26.097) y La Rioja
(25.317 euros/habitante). Y si miramos las
menos productivas, tampoco hay casi cambios. En 1.977 eran Extremadura,
Andalucía, Asturias, Castilla la Mancha, Aragón y Castilla León, según las series históricas. Y en 2016, las regiones españolas que producen menos
(PIB/habitante), las más atrasadas, son Extremadura
(16.558 euros/habitante), Andalucía
(17.790), Castilla la Mancha
(18.849), Murcia (19.865), Canarias (19.821) y Asturias (20.855 euros/habitante), según el INE.
Esta mayor o menor
producción de las regiones explica en gran parte que unas sean ricas y
otras pobres, además de que revela que el desarrollo económico español
no ha sido capaz de corregir las diferencias de crecimiento y productividad. De
hecho, entre 1987 y 2016, la economía española creció un 93,5%,
casi duplicó el valor de lo producido (PIB): hemos pasado de producir 569.833
millones de euros en 1987 a un PIB de 1.102.850 millones de euros en 2016,
según este interesante libro de AFI sobre los cambios económicos 1987-2017. Pero no todas las regiones han crecido igual.
Hay dos que han crecido muy poco: (+39,5%
Asturias y +56,4% Cantabria, lo que explica su caída de renta estos años. Y
otras tres que han crecido menos que el conjunto de España: Castilla y León
(+64,2%). Y sin embargo, hay otras 7 regiones que crecieron más que el conjunto de España, sobre todo La Rioja (+110,13%), Murcia (+111,07%), Madrid (+119%), seguidas de lejos por Andalucía (99,8%), Canarias
(+97,4%), Navarra (96,7% y Cataluña (96,05%).
Aquí se ve que en los últimos 30 años han crecido poco Galicia y la cornisa Cantábrica, más
Castilla y León, y que el crecimiento se
ha apoyado en el valle del Ebro, el arco Mediterráneo y sobre todo Madrid,
que aporta mucho más a la economía española (del 16,2% del PIB en 1987 al 18,8% en
2016) y que se convertirá en la región que más produce en 2018, superando a
Cataluña (que ha caído: de suponer el 19,75% del PIB español en 1987 al 18,9%
en 2016).
Pero esta mayor o menor producción (PIB per cápita) y el
distinto crecimiento no explican por sí
solos las diferencias de renta entre regiones ricas y pobres, aunque sean el factor clave. Hay otros elementos que mejoran o agravan las diferencias, como el distinto modelo económico y el papel del
Estado, tanto con su política de inversiones públicas (infraestructuras y
servicios públicos) como con los impuestos. Y en la última década, no han
ayudado mucho, porque los recortes han reducido a la mitad las inversiones públicas y los impuestos son cada vez menos
redistributivos, porque en las últimas décadas ha aumentado el peso de los impuestos
indirectos (IVA, especiales, tasas, transmisiones patrimoniales), que pagan
todos por igual, y ha bajado el peso de los directos (el IRPF aporta sólo el
37% de la recaudación), que pagan más los que más tienen. Esto perjudica a las regiones más pobres, además de que la crisis
ha reducido la recaudación del Estado, que puede gastar menos en las regiones
pobres. Regiones que han recibido una gran
ayuda de Europa: 81.000 millones de fondos europeos entre
1986 y 2017, de los que se han beneficiado sobre todo Extremadura (5.300 euros/habitante), Castilla y León (4.000), Galicia
(3.800), Asturias (3.500), Castilla la Mancha (2.500) y Andalucía (2.400 euros/habitante), según el libro de AFI.
Un elemento clave para reducir las diferencias entre
regiones ricas y pobres debería ser el sistema de financiación, que cuenta con un Fondo de compensación
interterritorial. Pero el sistema de 2009 (aún vigente) no es justo, porque
beneficia a unas regiones sobre otras y, sobre todo, porque de las 10 autonomías que salen ganando (reciben más de lo que aportan), sólo 3 son pobres, según los datos de
Hacienda: País Vasco (recibe +2.483 euros/habitante al año sobre la media),
Navarra (+1.563 euros), Cantabria
(+347), La Rioja (+248), Extremadura
(+233), Castilla y León (+169), Galicia (+111), Aragón (+107), Asturias (+78) y
Canarias (+78 euros/habitante). Y lo
peor es que entre las 7 autonomías perjudicadas por el actual sistema de financiación, porque
reciben menos que la media (2.171 euros/habitante) hay 4 autonomías pobres: Comunidad
Valenciana (recibe -373 euros/habitante al año), Murcia (-331), Madrid (-288), Andalucía
(-256), Cataluña (-249), Baleares (-96) y Castilla
la Mancha (-42 euros/habitante). Y si tenemos en cuenta las ayudas del
Estado recibidas desde 2012 (créditos para pagar proveedores e intereses
deuda), Cataluña y Baleares pasan al lado de las autonomías mejor financiadas,
según un reciente estudio de Fedea.
Así que ya tenemos el mapa de los factores que configuran la España rica y la España pobre: modelo económico (más o menos industrias
o servicios), desarrollo tecnológico, tipo de empresas, inversiones públicas y
ayudas sociales recibidas, fondos europeos, impuestos y sistema de
financiación. Factores que no han ayudado en 40 años de democracia para cambiar
el mapa de España, donde pobres y ricos son casi los mismos. Y lo peor, han aumentado las diferencias de renta. Si en 1977, un balear tenía 1,81
veces la renta de un extremeño, mejoró en el año 2.000, cuando un aragonés
ingresaba 1,53 veces lo que un andaluz, pero ha empeorado después: si un vasco
tenía una renta 1,65 veces la de un extremeño en 2008, en 2016 su renta es 1,72 veces mayor. Y la renta por persona de las regiones ricas (18.914 euros en País
Vasco, 18.291 en Madrid, 17.904 en Navarra o 16.908 en Cataluña) es casi el doble que en las regiones pobres (10.981 euros en
Extremadura, 11.466 en Andalucía, 11.466 en Murcia o 12.067 en Castilla la
Mancha), según el INE.
Un fracaso, tras 40 años de democracia. Y más cuando hay 7 regiones españolas que, después de 30 años
largos en Europa, siguen por debajo del 75% de la renta media europea: Extremadura, Andalucía,
Castilla la Mancha, Murcia, Canarias, Ceuta y Melilla. Lo peor es que si no se toman medidas, estas diferencias entre las regiones españolas
sólo se reducirán a la mitad dentro de 70
años, según un estudio del Banco de España.
¿Qué se puede hacer? No hay una “receta milagro” para reducir
las desigualdades entre regiones y con Europa. Hay que actuar en varios frentes
y los resultados tardan décadas en verse. Por un lado, es urgente reformar el sistema de financiación autonómica, que se debía haber cambiado en
2014 y que Montoro ofrece pactar este primer trimestre. Hay que conseguir un mayor equilibrio,
para que no haya regiones “perdedoras” y reforzar el Fondo de compensación
interterritorial, para ayudar más a las pobres a costa de las ricas (diga lo
que siga Cataluña). Sin olvidar corregir
el privilegio fiscal de Navarra y el País Vasco (el cupo vasco, recién prorrogado hasta 2021 por PP, PSOE y Ciudadanos, les aporta 4.745 millones extras al año, según Fedea), ahora que no existe el chantaje de ETA. Y, sobre todo, hace falta asegurar más recursos a las autonomías,
porque tienen muchas competencias y les faltan ingresos. Y eso sólo puede
hacerse a costa de reducir la parte del Estado: hoy recauda el 50% del total,
35% las autonomías y 15% los Ayuntamientos y habría que pasar a un 40/40/20 al menos. Esa debería ser la base
fiscal de un Estado federal como al que aspiramos.
En paralelo, el
Estado central tiene que reforzar su papel reequilibrador,
con las inversiones públicas y los impuestos, tratando de mejorar la
estructura económica y social de las regiones más pobres, compensando lo que “el
mercado” desequilibra. Sería bueno que toda la política pública y todas las
decisiones del Gobierno analizaran sus efectos sobre la desigualdad regional,
para tender a corregirla con cada euro que se gaste. Y lo mismo en la política
educativa, tecnológica, industrial o en las políticas sociales.
Y un tercer frente clave es homogeneizar los servicios públicos, porque no
es de recibo que cada autonomía gaste distinto (más las más ricas) en sanidad, educación, Dependencia o
servicios sociales y los españoles tengan unas prestaciones distintas según
donde vivan. Cuatro ejemplos. Si uno enferma, mejor que sea en el
País Vasco (su sanidad recibe 90 puntos sobre 114 de la Fundación en Defensa de la Sanidad Pública), Navarra (90 puntos), Aragón (82) o
Asturias (79) que en Canarias (49 puntos), Comunidad Valenciana (59), Cataluña
o Andalucía (60 puntos). Si un joven necesita
beca
para estudiar en la Universidad, mejor en Andalucía (2.556 euros) que en Madrid
(1.706 euros). O si un anciano dependiente necesita ayuda, mejor en Castilla León (donde casi no hay
esperas) que en Cataluña (84.181 ancianos en espera). Y si uno es pobre,
mejor serlo en Navarra (recibe 648 euros al mes de renta mínima) que en Murcia
(300 euros). Y podrían ponerse cientos, incluidos algunos tan graves como los
distintos criterios a la hora de financiar fármacos contra el cáncer.
Como se ve, la
democracia y la modernización del país no han sido capaces de reducir las
desigualdades básicas entre regiones y ahí siguen las dos Españas, como en 1977. Y encima, la
descentralización de competencias hace que los
servicios públicos no sean iguales para todos, algo que no pasaba en 1977
(el Estado del Bienestar era mucho más corto, pero más homogéneo en toda España).
Dos graves problemas que deberían ser una
de las asignaturas pendientes de todos en las próximas décadas. Para que
dentro de 40 años, nadie pueda escribir que hay dos Españas y que son las
mismas que hoy. Amén.
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