El Gobierno Sánchez aprobó el viernes pasado un Plan de choque por el empleo joven, que Rajoy debió aprobar en 2012 o en 2014. Como no se ha hecho nada, la situación de los jóvenes españoles es penosa: un tercio está en paro (el doble que en Europa) y los que trabajan lo hacen con más precariedad que los adultos: un 57% tienen contratos temporales y un 28% trabajan a tiempo parcial. Y su sueldo, ni siquiera mileurista, ha caído entre el 9 y el 28% sobre 2008. Por eso, el 81% de jóvenes siguen viviendo con sus padres. Un negro panorama que les provoca “precariedad vital” y desconfianza ante el futuro. Urge centrarse en su formación (peor que la de los jóvenes europeos, aunque no se diga), incentivar su contratación, que tengan salarios dignos y ayudarles con la vivienda y a crear una familia. El Plan de choque es un punto de partida, pero Gobierno y oposición deberían volcarse en medidas más ambiciosas para mejorar la penosa situación de nuestros jóvenes.
enrique ortega |
La crisis se cebó especialmente en los jóvenes españoles. Lo dicen claramente las estadísticas oficiales : de los 3.802.800 empleos perdidos en España entre 2007 (3º trimestre) y 2014 (1º trimestre), el 72,15% (2.744.000 empleos) fueron empleos perdidos por los jóvenes (de 16 a 29 años), según la EPA. Y lo peor es que la recuperación ha beneficiado también menos a los jóvenes: de los 2.577.400 empleos creados entre 2014 y 2018 (3º trimestre), sólo 484.900 son de jóvenes (16 a 29 años), el 18,8% del total. O sea que 3 de cada 4 empleos perdidos con la crisis fueron de jóvenes y ahora solo consiguen 1 de cada 5 nuevos empleos creados con la recuperación. Y todavía hay 2.259.100 jóvenes menos trabajando hoy que en 2007, así que los jóvenes tienen pendiente todavía recuperar un 45% de sus empleos perdidos.
Y este penoso balance, de la crisis y la
recuperación, podría ser peor para los
jóvenes si no hubieran contado con “una gran ayuda”: la pérdida de
población, hay menos jóvenes. Si en 2007 había 8.377.400 jóvenes españoles (16 a 29 años), se produjo una fuerte
caída en 2014 (había ya 6.764.600 jóvenes), que continúa hoy (6.584.300
jóvenes), según el INE. Así que hay 1.793.100 jóvenes
menos hoy que en 2007 (se han perdido
1 de cada 5 jóvenes: si no hubiera caído esa población joven, la situación
de los que quedan sería peor: serían más a repartirse el poco empleo
existente. Además, España ha tenido “otra ayuda”: con la crisis, muchos jóvenes en paro o sin perspectivas de empleo han
vuelto a estudiar, con lo que además de haber menos jóvenes (por la
caída de la población), ha habido menos jóvenes “activos”, buscando trabajo: si
en 2007 había 5.637.700 jóvenes activos
(trabajando o parados buscando trabajo), en 2018 hay 3.702.900 jóvenes (16 a 29
años), según el INE, casi 2 millones de “activos”
menos, lo que también ha “aliviado”
el mercado de trabajo. Y la explicación es que muchos jóvenes, en vez de
buscar un trabajo casi imposible, han vuelto a estudiar.
A pesar de estas dos “ayudas” (menos jóvenes y menos
buscando trabajo), ha habido poco empleo
para los jóvenes (sólo se han llevado
1 de cada 5 nuevos empleos) y por eso ha
crecido el paro juvenil, que, a pesar de la recuperación, duplica todavía hoy el de 2007: es del 45,43%
entre 16 y 19 años (era del 29,19% en 2007, aunque llegó al 70,16% en
2014), del 30,10% entre 20 y 24 años
(14,78% en 2007 y 52,86% en 2014) y del 19,31%
entre 25 y 29 años (frente al 8,09% en 2007 y 32,76% en 2014), según la EPA, el
doble y el triple que el paro total en España, que es del 14,55% (7,93% en 2007 y
25,93% en 2014).
Y lo peor es que el
paro juvenil en España se ha alejado del
europeo, tanto con la crisis como con la recuperación. Si en 2007, el paro de los jóvenes españoles (15 a 29 años) era del 12,9%, muy parecido al de Europa (12% la UE-28
y 12,1% la zona euro), en 2014, tras
la crisis, se había distanciado
enormemente y lo duplicaba con creces: 39,7% de paro juvenil (15 a 29 años)
en España frente a 17,7% en Europa (UE-28) y el 19,6% en la zona euro. Y aunque
ha bajado con la recuperación, en 2017
la distancia con Europa es el doble que
en 2007: tenemos un 29,4% de paro juvenil (15-29 años), frente al 13,2% en
la UE-28, el 15,4% en la zona euro, el 5,8% de Alemania, el 8,4% de Reino
Unido, el 17% de Francia o el 26,7% de Italia, siendo superados sólo por Grecia
(35,6%), según Eurostat. Y si tomamos sólo el paro
de los menores de 25 años, tenemos más del doble que Europa: 34,9% de paro juvenil en octubre 2018, frente a 15,3% en la UE-28, 17,3% en la zona
euro, 6,2% en Alemania, 10,9% en Reino Unido, 21,4% en Portugal, 21,5% en
Francia y 32,5% en Italia, superándonos solo el paro juvenil de Grecia (32,5%),
según la última estadística de Eurostat.
El problema de los
jóvenes no es sólo que haya muchos
en paro (934.500 parados en septiembre 2018, el 31,6% de los jóvenes activos) sino que los pocos que trabajan (2.768.500
en septiembre 2018, el 44% de los jóvenes
en edad de trabajar) lo hacen con
mucha precariedad: dos tercios de
los jóvenes empleados (66%) tienen
un contrato temporal y/o a jornada parcial, frente a un
tercio (30%) los mayores de 30 años, según un estudio de Comisiones Obreras. Y lo peor es que la
crisis ha aumentado la precariedad de los jóvenes, hoy mayor que en 2006.
Así, el porcentaje de jóvenes con contrato
temporal era en 2017 del 57,50%,
frente al 55% en 2006 (y el 44% en 2009), mientras en el conjunto de
trabajadores españoles se ha reducido (del 34% de temporales en 2006 al 27% en
2017). Y lo mismo pasa con los contratos
a tiempo parcial: los tenían un 28,17%
de jóvenes (16-29 años) en 2017, frente al 15,4% de contratos a tiempo parcial
en 2006, según CCOO.
Y esto es el balance
de precariedad de todos los
jóvenes empleados, porque los contratos
que se hacen ahora son aún más
precarios: el 90% de los nuevos contratos hechos en 2018 son temporales y un 35% a tiempo parcial. Y sólo el 4% de los contratos nuevos de los
jóvenes son “de calidad”: indefinidos
y a tiempo completo. Además, cada vez hay más rotación: si en 2007, cada asalariado joven firmaba una
media de 3,4 contratos al año, en 2017 se firmaron 5,7 contratos de media por
joven (16-29 años). Y los contratos temporales de los jóvenes son por
menos tiempo: en 2017, un tercio fueron por menos de un mes. Y eso les
llevó a estos jóvenes a firmar hasta 46
contratos temporales en 2017, según el informe de COOO.
Con tanto paro y tanta precariedad, el salario de los jóvenes es
muy bajo: el salario medio anual de los jóvenes menores de 20 años fue de 7.182
euros brutos (508 euros/mes netos en 12 pagas), el de los jóvenes de 20 a 24 años fue de 11.316 euros brutos (801 euros/mes
netos en 12 pagas) y el de los jóvenes de
25 a 29 años de 19.339 euros brutos
(1.369 euros/mes netos en 12 pagas), según la última estadística del INE (sueldos 2016). Eso supone que el
sueldo de los jóvenes es el 31% (16-19 años), el 49% (20-24 años) o el 68%
del sueldo medio de todos los trabajadores (23.156 euros brutos en 2016). Y
son tan bajos porque los sueldos de los
jóvenes se han reducido con la
crisis, se han devaluado entre
2008 y 2016: cayeron un -20% los
sueldos de los menores de 20 años, un
-15% los de 20 a 24 años y un -9% los sueldos de los jóvenes de 25 a
29 años, mientras aumentaban un +6% en el total de trabajadores, según la Encuesta anual de estructura salarial del INE.
Con estos sueldos, muchos
jóvenes no llegan ni a “mileuristas”
y tienen serios problemas para sobrevivir. De hecho, con la crisis han crecido los jóvenes “pobres”, considerados así por la estadística europea AROPE cuando ingresan menos del 60% de la media española (menos de
8.522 euros anuales los solteros y menos de 17.896 euros anuales las familias
con 2 hijos): son ya pobres un tercio de
los jóvenes de 16 a 29 años (el 34,8% en 2017), un 12% más que en 2008
(22,8% de los jóvenes eran pobres). Y esta tasa
de pobreza juvenil es mucho mayor que la media española (26,6% son pobres) y que en el resto de las
edades (25% de pobres entre 30 y 44 años o 16,4% de pobres entre los mayores de
65 años).
Con tanto paro, tanta precariedad y unos sueldos tan bajos,
los jóvenes españoles viven en lo que CCOO llama “la precariedad vital”: su objetivo es vivir al día, sobrevivir, sin
demasiadas esperanzas de mejorar. Saben que tienen
muy difícil cosas “normales” para sus padres, como alquilar o comprar un
piso y formar una familia. Y tampoco irse de casa: el 80,6% de los jóvenes españoles
menores de 30 años vivían con sus padres
en 2017, nada menos que 5.236.860 jóvenes, 4
de cada 5 en esas edades, según el Observatorio del Instituto de las Juventud. Y hay 8 autonomías donde
suben del 82% los jóvenes no emancipados: Andalucía, Extremadura, Murcia,
Asturias, Cantabria y el País Vasco. Un dato que contrasta con el 70% de jóvenes no emancipados que
hay en Europa.
Si el presente de los jóvenes es difícil, a pesar de la
recuperación, el futuro se presenta aún más problemático, por dos
razones. Una, porque para 2030, un tercio de los empleos actuales (34%) están en riesgo, por la robotización de la economía, según un
reciente estudio de la consultora PWC hecho en 27 países, que señala a España como el 4º
país más afectado por la automatización del trabajo, tras Eslovaquia (perdería
el 44% de los empleos actuales), Italia (-39%) y Alemania (-37%). Y la otra,
porque el empleo del futuro será más especializado y el 70% de los
nuevos empleos que se creen en 2025 requerirán una “alta formación”, según la Comisión Europea.
Y nuestros jóvenes (25-34 años) tienen todavía baja formación, aunque un tercio largo sean universitarios, según el último informe educativo de la OCDE: el 35% tienen baja formación (sólo tienen la ESO o ni siquiera) frente a menos de la mitad en la OCDE (16%) y en Europa (15% en UE-22 y 13% en Alemania, Francia y Reino Unido), con lo que somos el país europeo con más porcentaje de jóvenes poco formados y el tercero de la OCDE, tras Turquía (45% jóvenes poco formados) y México (53%). En un nivel medio (con Bachillerato y FP) están el 24% de los jóvenes españoles, frente al 42% en la OCDE y el 40% en la UE-22. Y eso sí, tenemos casi tantos jóvenes universitarios (41% como la OCDE (43%) y más que Europa (40% en UE-22).
Y nuestros jóvenes (25-34 años) tienen todavía baja formación, aunque un tercio largo sean universitarios, según el último informe educativo de la OCDE: el 35% tienen baja formación (sólo tienen la ESO o ni siquiera) frente a menos de la mitad en la OCDE (16%) y en Europa (15% en UE-22 y 13% en Alemania, Francia y Reino Unido), con lo que somos el país europeo con más porcentaje de jóvenes poco formados y el tercero de la OCDE, tras Turquía (45% jóvenes poco formados) y México (53%). En un nivel medio (con Bachillerato y FP) están el 24% de los jóvenes españoles, frente al 42% en la OCDE y el 40% en la UE-22. Y eso sí, tenemos casi tantos jóvenes universitarios (41% como la OCDE (43%) y más que Europa (40% en UE-22).
Así que es verdad
que tenemos “los jóvenes mejor
preparados de la historia”, pero también es verdad que están “peor formados que los jóvenes europeos”. Y no es porque los jóvenes sean vagos y no estudien, sino porque muchos abandonaron el colegio o el
Instituto para trabajar en los años del ladrillo (sin acabar su formación)
y otros han dejado las aulas “por imposible”, con una tasa de “fracaso escolar” que es la 2ª mayor de Europa, tras Malta (tenemos un 18,3% de jóvenes entre 18 y 34 años
que han abandonado sus estudios, frente al 10,6% de media de la UE-28). Pero no es
verdad que los jóvenes españoles “ni estudian ni trabajan”: sólo son
“ni-nis”
realmente el 8% y el 92% restante están trabajando, estudiando, buscando
empleo, de cuidadores o trabajando en el hogar, según el informe de CCOO, que rechaza “culpabilizar
a los jóvenes” de su situación. Y también que estén en paro por estar “sobrecualificados”:
no trabajan porque el modelo productivo español no es capaz de darles empleo,
no porque estén demasiado formados,
señala CCOO.
Visto el panorama y el futuro de los jóvenes, habría que haber tomado medidas hace años,
pero el Gobierno Rajoy no hizo casi
nada, salvo apuntarse (con una mala gestión) a un Plan europeo de
Garantía Juvenil, aprobado en 2013, que ha resuelto poco: sólo 419.606
jóvenes habían encontrado un trabajo (precario) entre 2014 y principios de
2018, según el Ministerio de Trabajo. En septiembre, el presidente Sánchez prometió un Plan de choque por el Empleo joven, cuyo borrador (ha
habido 18) se envío a las autonomías (que lo tienen que
gestionar), los sindicatos y la patronal CEOE (que puso inicialmente "pegas" y ahora lo apoya), que le han dado el visto bueno el 5 de diciembre, con lo que se aprobó en el Consejo de Ministros del pasado 7 de diciembre. Ahora, son las autonomías las que han de aplicarlo, cada una a su ritmo, y se espera que lo pongan en marcha para marzo de 2019.
El Plan de choque por el empleo joven es un
“parche”, porque sólo contará con 2.000 millones de gasto en tres años (665
en 2019,666 en 2020 y 668 en 2021), casi lo que ya se ha pagado (1.800 millones) a las 9 concesionarias de autopistas por rescatarlas de la quiebra.
Pero “bienvenido
sea” a la vista de la penosa
situación de los jóvenes. El grueso del Plan (1.138 millones) se gastará en formación de los jóvenes, para recuperar a 100.000 sin título de la
ESO, formar a 80.000 en idiomas y otros 226.000 jóvenes en temas digitales.
Otra partida importante (616,5 millones) irá a bonificar la contratación de los jóvenes, pagando cotizaciones a
empresas y autónomos. Y la “medida estrella” es contratar a 3.000 orientadores laborales, para que ayuden a los
jóvenes a colocarse desde las oficinas de empleo (en 2012, Rajoy despidió a 3.000 orientadores
del SEPE). Además, El Plan de choque incluye aprobar un Estatuto del becario y becas para jóvenes
que no terminaron la ESO. El objetivo es bajar el paro juvenil (16-24 años) del 33% actual al 23,5% en 2021.
Además de este Plan, hay que tomar otras medidas en tres frentes para ayudar a los jóvenes, como propone CCOO. Uno, el educativo, ampliando
la educación infantil de 0 a 3 años (los “cimientos” de la formación),
extendiendo la educación obligatoria a los 18 años, apostando por la Formación Profesional y mejorando las becas. El segundo, el laboral, con un Estatuto del becario,
una mejora de los contratos de formación, reducir la precariedad (con más inspecciones de Trabajo), unos salarios dignos y
una “carrera profesional” para los jóvenes. Y un tercer frente de mejora de su calidad de vida, con ayudas
al alquiler, parque público de viviendas para jóvenes y ayudas a la
emancipación, junto al fomento de la familia y la natalidad, claves en un país
que va a un “suicidio demográfico” (menos jóvenes y más viejos). Todo esto y más debería ser
objeto de un gran Pacto por la juventud, que deberían apoyar todas las fuerzas
políticas y sociales, al margen de ideologías. Porque se trata de “dar una salida” a los jóvenes, la clave del presente y futuro de España.
Nada menos.
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