España lleva 5 años largos creciendo, pero el aumento del “pastel” se lo llevan más los beneficios empresariales que los sueldos, según el INE. En 2018, empresas e inversores lograron un beneficio récord (+13,7% que en 2007) y la banca ganó un 23% más. Mientras, la masa salarial fue un 9% superior a antes de la crisis, pero con 1 millón de españoles menos trabajando. Y eso, porque los salarios apenas han subido estos años de recuperación: un 2,2%, menos que la inflación. En 2019, los salarios suben algo más, pero poco. Y el Comisario europeo de Economía cree que “llega la hora de subir los salarios”. Y no sólo por justicia social, sino porque mejorar salarios es clave para mantener el consumo de las familias (y crecer) y para mejorar cotizaciones e ingresos fiscales, requisitos para salvar las pensiones y el Estado del Bienestar. En contrapartida, los trabajadores tienen que colaborar con las empresas en que España sea más productiva. Hay que “repartir la recuperación”.
Hemos entrado en el 6º año de la recuperación económica y muchos españoles dicen que no lo notan. Y esto pasa porque el crecimiento de la economía, que ya produce más que antes de la crisis (1.208.248 millones de euros de PIB en 2018 frente a 1.116.225 en 2008), se ha repartido de una forma desigual entre empresas e inversores y trabajadores, según los datos del INE. Así, los beneficios empresariales y otras rentas (“excedente bruto de explotación”) pasaron de 450.170 millones en 2007 a 511.842 millones en 2018, la mejor cifra de beneficios de nuestra historia, con lo que ya ganan un 13,7% más que antes de la crisis, tras 5 años consecutivos (2014 a 2018) de aumento de beneficios. Por su parte, la remuneración de los asalariados ha crecido menos, un 9%, pasando de 522.556 millones cobrados en 2007 a los 569.686 millones de 2018. Y eso, con casi 1,1 millones menos de españoles trabajando hoy (19,4 millones) que antes de la crisis.
Al final, este desigual reparto de la recuperación económica
se traduce en que las empresas han aumentado su trozo de pastel de
la renta nacional, mientras los
trabajadores lo han reducido: los beneficios de empresas y otras rentas han
pasado de llevarse el 41,67% del PIB en 2008 al 42,36% en 2018, en tanto los asalariados perdían del 50,14% al 47,14% del PIB en 2018 (el resto del
PIB se lo llevan los impuestos, que han pasado del 8,19% del PIB al 10,5% en
2018, según el avance
de Contabilidad Nacional del INE).
Otras fuentes de datos van en la misma dirección. El Banco de España ha publicado que las empresas no financieras duplicaron sus
beneficios en 2018 (+102,6%) mientras el sueldo medio de sus trabajadores
subía un 1,5%, según la Central de Balances, una muestra representativa de 960 empresas
españolas. Y el beneficio de las 35 grandes empresas del IBEX en 2018 (quitando el efecto extraordinario de
tres grandes empresas) rozó los 44.800 millones, un 12% más que el año
anterior. Y este beneficio permitió que las grandes empresas repartieran 28.793
millones en dividendos a sus
accionistas, según BME, que recogen un 4,6% de media de
rentabilidad por dividendo, superior a la que dan el resto de Bolsas
europeas, Otro buen dato lo tuvo la
banca, que ganó un 23% más en 2018, según la patronal AEB: 14.846 millones de euros, más del doble de lo que ganaron
en 2013 (7.268 millones).
Entrando más en detalle en las cuentas de las empresas no financieras (sin banca, autónomos y empresas públicas), los datos del INE revelan que los beneficios
empresariales han crecido un 62% entre 2008 y 2018: pasaron de 169.200
millones a 273.800 millones, aumentando en 104.565
millones. Una quinta parte de este beneficio (60.200 millones en 2018) lo
destinaron las empresas a pagar dividendos a sus accionistas
y el resto (213.600 millones en 2018) a hacer inversiones (189.500 millones) y a reducir deuda con los
bancos (las empresas se han quitado 370.000 millones de deuda sólo entre 2009 y
2017).
Pero estas empresas,
con beneficios históricos, han sido
“rácanas” con sus trabajadores: les han pagado una remuneración total (sueldos y cotizaciones) de 374.700 millones de euros en 2018,
sólo 3.540 millones más que en 2008 (+0,94%). O sea que mientras sus beneficios
crecían un 62%, el pago a sus trabajadores ha crecido un 0,94%, según los datos
de Contabilidad Nacional del INE. Y como la inflación subió un 14,3% entre 2008 y 2018,
pues en realidad, los trabajadores han
perdido un 13,2% de poder adquisitivo. Por eso, el 70% de los españoles dicen que “no notan la recuperación”,
según el informe FOESSA.
Ahí está el problema.
Es bueno que las empresas mejoren sus
beneficios, porque así pueden invertir y crear empleo, pero no a costa de una “devaluación salarial”, de mejorar su margen a costa de
salarios bajos y empleos precarios .Los datos son muy claros. Por un lado, los
aumentos salariales en convenio. Si en 2008, los sueldos de convenio aumentaron un 3,6%, en 2012 (tras la reforma
laboral de Rajoy) ya sólo subieron un 1% y luego menos, en 2013 (+0,53%), 2014
(+0,50%), 2015 (+0,69%) y 2016 (+0,99%), para subir algo más en 2017 (+1,46%) y
2018 (+1,77%), según Trabajo.
Esto da una subida salarial en convenios del 16,25% entre 2008 y 2018, sólo
ligeramente por encima de la inflación
(+14,3%).
Pero estas subidas de
convenios no son las reales, porque afectan
sólo a dos tercios de los asalariados (9,9 millones firmaron un convenio en 2018) y los demás no están incluidos, básicamente
pymes y microempresas donde la subida salarial ha sido menor estos años. Lo
indica la Encuesta de costes laborales del INE, que señala un aumento del coste laboral global
del +0,9% en 2018 (frente a una
subida en convenios del 1,77%). Según esta Encuesta, el coste salarial por
trabajador ha pasado de 1.824,91 euros
en 2008 a 1.926,25 en 2018: se pagan
101,34 euros más al año, un 5,5% más que en 2008 (y la
inflación subió un 14,3%). Y si tomamos sólo los años de la recuperación (2014
a 2018), el coste salarial de las empresas ha subido un +2,2% (de 1.883,32 a 1.926,25 euros anuales), menos que la
inflación.
Pero este dato salarial es
también un cierto “espejismo”, porque lo importante es lo que pagan las empresas por
hora trabajada. Porque la estrategia empresarial ante la crisis ha sido
doble: quitarse trabajadores (3,8 millones entre 2007 y 2014) y ajustar
el tiempo de trabajo, pagando
menos horas y forzando “una mayor rotación de los trabajadores,
concentrándolos en las semanas, días y horas que las empresas necesitan”, según
detalla el último informe trimestral del Banco de España. El resultado es que ahora, los trabajadores hacen menos horas
(127,4 horas efectivas al mes a finales de 2018, frente a 136 en 2008: 5,6
horas menos al mes de media, según el INE) y encima casi la mitad de las horas extras no las cobran (el 46% en
2018, según la EPA).
Con esta estrategia, el pago por hora de
trabajo apenas ha subido un 10,27%
en diez años: de 13,62 euros la hora
en 2008 a 15,02 euros en 2018,
según la última Encuesta de coste laboral del INE. Menos que la inflación (+14,3%) y
bastante menos que el aumento de los beneficios empresariales esos años (+63%).
Este ajuste del coste
salarial ha sido utilizado por las
empresas para competir fuera,
porque los sueldos en España han subido menos que en Europa con la
recuperación. Ya eran antes más bajos (14,45 euros/hora en España en 2008, un 13,5% menos que los 16,70 euros por
hora de la UE-28, según Eurostat), pero ahora, tras la
“devaluación salarial” impuesta, están
aún más lejos: en 2018, los 15,9
euros por hora que se pagaron en España eran ya un 24% menor que los
20,90 euros por hora que se pagaron
en la UE-28, un 34% más bajos que en
Francia (26,91 euros/hora) y un 41% más bajos que el pago por hora en Alemania
(26,91 euros), según una reciente estadística de Eurostat. O sea que España era “la China” de Europa
antes de la crisis y ahora lo somos más. Y además, somos el país europeo de la OCDE con más “trabajadores pobres” (que ganan menos del 50% del salario
medio): un 14,8%, frente al 8,2% de media, el 7,1% en Francia y el 3,7% en Alemania.
Ahora, en 2019,
los salarios están subiendo algo más, un +2,2%
en los convenios firmados hasta marzo, según Trabajo,
aunque habrá que esperar los datos globales del INE. Esta ligera mejora es fruto del pacto salarial firmado el 6 de julio de 2018 entre sindicatos y patronal, para 3 años, que contempla una subida
anual del 2% más un 1% adicional si hay mejoras de la productividad. Y además,
el compromiso empresarial de subir el salario
mínimo en convenio a 1.000 euros mensuales en 2020. Es
un avance importante, pero los sindicatos ya han denunciado que tropiezan con
muchas empresas reacias a subir incluso
el 2% inicialmente pactado (un 1,2% “se lo comerá” la inflación prevista para 2019).
Visto el balance de la recuperación económica,
donde las empresas han recuperado
con creces sus beneficios gracias al paro
y al sacrificio salarial de los trabajadores,
crece la opinión de que ahora deben
subir más los salarios. Lo acaba de decir la Comisión Europea, a través de
su Comisario de Economía: “Cuando un país
ha hecho grandes sacrificios, llega un momento en que la gente reclama una
recompensa. Y llega la hora de subir los
salarios”, decía Pierre Moscovici en El País. Una petición que no se justifica sólo por
razones de justicia social, sino también por razones económicas: subir más
los salarios es clave para que las familias puedan mantener su consumo, que es ahora, junto
a la construcción, el motor del crecimiento y del empleo (menores en 2019), al
haberse “enfriado ”las exportaciones y el turismo
(por el deterioro económico europeo e internacional). Y además, solo con mejores
salarios podrán recuperarse las cotizaciones a la
Seguridad Social y la recaudación de impuestos, claves
para salvar las pensiones y el Estado del Bienestar.
Habría que defender que
los trabajadores disfruten más de la recuperación,
con empleos más estables y mejores sueldos, acercándolos a Europa. Esto obliga
a buscar un gran Pacto social, donde las empresas
se comprometan a aumentar el empleo “decente” y los sueldos, a cambio de que sindicatos y trabajadores se
comprometan a aumentar la productividad
laboral, para producir más y con más valor añadido. Eso sabiendo que para que España mejore la productividad
no basta con que los trabajadores sean
más eficientes, sino que hay que resolver varios problemas estructurales
que nos hacen ser menos competitivos (ver este Blog)que los grandes paises europeos: baja tecnología e innovación (gastamos en Ciencia un 1,2% frente al
2,06% la UE-28), exceso de pymes y
escasez de grandes empresas más eficientes (habría que facilitar las
fusiones), poca industria y
demasiados servicios (no podemos ser “un país de bares y tiendas”), poca formación de ocupados y parados (mientras las empresas no encuentran trabajadores para
cubrir muchos empleos), demasiada
precariedad laboral (un trabajador temporal o por horas está “poco
motivado” y “rinde” menos) y un modelo
empresarial demasiado autoritario
y que favorece poco el trabajo en equipo (más eficiente), junto a mayores costes energéticos y
financieros, excesiva burocracia y
mucha dispersión normativa entre autonomías.
Se trata de crecer pero con todos (“crecimiento inclusivo”),
consiguiendo que la mayoría de españoles
se beneficien de la recuperación, vía
empleo y salarios dignos, no sólo
las empresas y la banca multiplicando sus beneficios y dividendos. Es un mensaje que antes lanzaba “la izquierda”
pero que ahora reiteran la Comisión Europea, la OCDE y el FMI: los grandes defensores de la austeridad y los ajustes
durante la crisis defienden ahora “repartir” el crecimiento, porque
saben que es la clave para seguir
creciendo de forma estable y para frenar la incertidumbre y la contestación social
que alimentan los populismos y extremismos en medio mundo, poniendo en peligro
las instituciones y la democracia. Un gran reto que debía ser una de las
grandes prioridades del próximo Gobierno. Pacten “repartir mejor la recuperación”:
conseguiremos crecer más y un país
socialmente más justo.
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