Mucho vender la “marca
España” por el mundo y resulta que somos el país que más ha recortado la ayuda a los países pobres y el cuarto país que menos dinero aporta
al mundo subdesarrollado. Con la crisis, el Gobierno Rajoy ha recortado ayudas
dentro pero más fuera, donde hay 900 millones de personas en pobreza extrema.
La OCDE acaba de publicar un informe
demoledor sobre la ayuda española: gastamos
poco y mal en los países pobres.
Y las ONGs denuncian sobre todo el hundimiento
de la ayuda humanitaria, para situaciones de emergencia (como la
de Ecuador), que ha pasado de 320
millones anuales a sólo 50 millones. Urge
recuperar la Cooperación de España en el mundo, que fue ejemplar hasta
2008. Todos los grupos políticos (salvo
el PP) han aprobado una proposición
no de ley para triplicar la ayuda en la
próxima Legislatura. Se puede y se debe. Porque ayudar a los más pobres
tiene una triple recompensa: moral, política y económica. No nos
avergüencen.
enrique ortega |
Los fondos de ayuda al desarrollo (FAD) es el dinero que los países ricos destinan a
ayudar a los países pobres, con proyectos para luchar contra la pobreza y el
subdesarrollo. Con la crisis, todos
los países occidentales recortaron sus
aportaciones, que cayeron entre 2007 y 2009, estancándose después. Pero ahora,
los últimos datos de la OCDE revelan que la
ayuda al desarrollo (FAD) se está recuperando: creció un 6,8% en 2015, por tercer año consecutivo, y
alcanzó los 146.680
millones de dólares (28 países). Eso supone que ahora dedican un 0,30% de su PIB para ayudar a los países
pobres, volviendo a los niveles de ayuda de 2006, aunque el dato tiene "truco": inflan las ayudas al desarrollo incluyendo en ellas lo que los países ricos gastan "dentro" en atender a los refugiados (12.000 millones de dólares en 2015). Y aún así, todavía están lejos del objetivo del 0,7%, que
comprometieron gastar con la ONU, en
1970. Los que más gastan en
ayudar a los países pobres son Estados
Unidos (31.080 millones dólares), Reino
Unido (18.700), Alemania (17.780), Japón
(9.320) y Francia (9230 millones
dólares) , pero gastan poco en relación a su riqueza (0,17% de su PIB USA o el 0,51%
Alemania) y sólo hay 6 países que gastan
en ayuda al desarrollo más del 0,7% que
propone la ONU: Suecia (1,40% de su
PIB), Noruega (1,05%), Luxemburgo (0,93%), Dinamarca (0,85%), Países Bajos
(0,76%) y Reino Unido (0,71%).
España está en el pelotón de cola de la ayuda al desarrollo: gastó 1.446 millones
de euros en 2015, un 0,13% del PIB, el
cuarto país que menos ayuda a los países pobres, sólo por delante de la
República Checa (0,13%), Eslovaquia y Polonia (0,10%), incluso menos que Grecia
(0,14%) o Portugal (0,16%), según el ranking 2015 que acaba de publicar la OCDE. Y España
es el país occidental que más ha recortado su ayuda al desarrollo con la
crisis: un -73,7%, pasando de gastar
5.500 millones de euros en 2008 a 1.446
millones en 2015, casi la cuarta
parte. El impresionante recorte muestra el cambio drástico que ha dado la ayuda exterior española: si en los años 80
gastábamos mucho menos que los demás (0,04% del PIB frente al 0,34 total en
1983), en los años 90 nos equiparamos (0,28% frente a 0,29% en 1993) y en la
década del 2000 superábamos incluso al resto de la OCDE, con un máximo en 2008: España dedicó el
0,45% de su PIB a ayudas al desarrollo frente al 0,30% de los 28 países
ricos. Pero en 2011, Zapatero pega el primer tajo a la Cooperación (baja al 0,29%) y en 2012 y
2013, Rajoy pega dos tijeretazos más, para bajarla al actual 0,13% del PIB. En
resumen: de ser “un país modelo” en
ayuda al desarrollo hemos pasado a ser “un
vergonzoso ejemplo”.
El recorte a las ayudas al desarrollo y la
Cooperación internacional no lo ha hecho sólo el Gobierno central, sino también las autonomías, Ayuntamientos,
Universidades, Fundaciones, entidades y empresas: hay más de 900 entidades
que ayudan y suponen un 15% del gasto total. Y este desplome de fondos ha
supuesto el cierre de proyectos en
muchos países y la desaparición de un
tercio de las ONGs,
según un informe de la Caixa. En España hay unas 2.000 ONGs que gestionan ayudas
al desarrollo en unos 100 países y su futuro es muy incierto porque dependen en
un 60% de recursos públicos (recortados). Las ONGs que no han cerrado han
tenido que recortar plantillas, sueldos y proyectos, mientras buscan
desesperadamente recursos de empresas y particulares. Porque si en 2010, los
fondos públicos al desarrollo llegaban a
665 ONGs españolas, en 2012 sólo
llegaron a 78 ONGs.
El problema no es solo que se gaste casi la cuarta parte en Cooperación internacional. Otro
problema grave es que además se gasta mal. Primero, porque no
se gasta todo el menguante dinero disponible: en 2012, un tercio de la
ayuda al desarrollo no llegó a su destino por problemas de gestión de los
créditos reembolsables. En 2013 sólo se
gastó el 69% del presupuesto disponible y en 2014 no debió subir del 70%.
Segundo, porque una buena parte de la ayuda se gasta en burocracia, en gastos administrativos, no en proyectos
concretos. Y además, expertos y ONGs se quejan de que no hay auditorías que sigan la eficacia de las ayudas (por no hablar de corrupción, como el caso que saltó en la Comunidad Valenciana).
Otro problema es que dos
tercios de toda la ayuda española al desarrollo no la gestiona España: se
tramita a través de organismos multilaterales,
que gestionan el 67% de toda la ayuda exterior,
mientras en los demás países OCDE sólo se canaliza así el 27% de toda la ayuda.
Eso significa que la mayor parte de nuestra ayuda son contribuciones fijas a organismos multilaterales (el 78%,
contribuciones obligatorias a la Unión Europea, que es la que las gasta) y que sólo un tercio de toda la ayuda es
bilateral, de España con cada país. Y aquí hay otro problema: el
Gobierno Rajoy ha cambiado las prioridades y ha centrado buena parte de
esta ayuda exterior en países de renta media (como Perú, Colombia y Ecuador), por interés
de las empresas españolas que invierten fuera (los que venden la “Marca
España”), recortando la ayuda a los
países más pobres y en conflicto, que deberían ser los prioritarios (han pasado de llevarse el 25% al 18% de la ayuda total). Así, la Cooperación española con los países del
Magreb y el África subsahariana (de donde salen las pateras con inmigrantes)
ha caído un 91% desde 2011.
Otra crítica que
hacen expertos y ONGs a la Cooperación española es que Rajoy ha cambiadoe l modelo de gestión, quitando recursos al Ministerio de Exteriores y
la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), el organismo más
profesionalizado, que han pasado de
gestionar el 47% de los recursos (2011) a sólo el 12% (2015). Y se
los ha dado a los Ministerios económicos, para ligar más la ayuda exterior
al crecimiento internacional de las empresas españolas. Así, ahora, más de la mitad del presupuesto (recortado a 1.446 millones de euros) lo gestionan Hacienda (el 50%, sólo para
“transferir” las cuotas a los organismos multilaterales) y Economía (15%), además de muchos otros Ministerios e
instituciones públicas, porque otro problema de la Cooperación española es que la hacen multitud de organismos, con poca coordinación entre ellos. Los expertos y ONGs critican también
que la ayuda española se dirige a demasiados proyectos y países, 23 de Latinoamérica y África (Bolivia,
Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua,
Paraguay, Perú, República Dominicana, Mauritania, Marruecos, Sahara y
territorios Palestinos, Malí, Níger, Senegal, Etiopía, Guinea Ecuatorial,
Mozambique y Filipinas).
Estos problemas de la Cooperación española y otros más
aparecen en el último informe del Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE,
que cada 4 años evalúa la ayuda española y que publicó en marzo su informe de 2015. Es un análisis muy crítico con la política española de ayuda al
desarrollo, que denuncia la escasez de recursos, la descoordinación y
falta de control administrativo, el exceso de burocracia que se exige a las
ONGs, la desaparición de las
contribuciones voluntarias de España a organismos de la ONU (desde el PNUD
a ACNUR o UNICEF) y sobre todo denuncia
la caída drástica de la ayuda humanitaria española, la ayuda para catástrofes (como la de Ecuador): ha caído de 320
millones que se gastaron en 2009 a los 50 millones gastado en 2015, sólo un 4% de la ayuda total al desarrollo.
La OCDE recomienda a España, sobre todo, que
aumente su ayuda al desarrollo, con el objetivo de gastar ese 0,7% objetivo de la ONU (recordemos que gastamos el 0,13%). Y sobre todo, pide
que se suba la ayuda humanitaria, hasta el 10% del gasto total (serían 144
millones en vez de 50). Y proponen
más
coordinación entre organismos, menos
burocracia y concentrar la ayuda en
menos proyectos y en los países más
pobres y con graves conflictos. Propuestas en las que coinciden los
expertos y ONGs,
que como Intermón Oxfam o Unicef,
piden además que el futuro Gobierno cree una
Secretaría de Estado de Cooperación (suprimida por Rajoy en diciembre de 2011), que potencie
la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID) y que concentre las ayudas en menos países (España tiene proyectos en unos 100
países, frente a los 28 países donde trabaja Reino Unido, que gasta 15 veces
más en Cooperación) y menos proyectos,
más especializados, buscando programas donde España tiene experiencia y ventaja comparativa, como salud, seguridad
alimentaria, infancia, educación o infraestructuras básicas. Y todos piden una política de Estado para la Cooperación, que dedique recursos en educar a los españoles
sobre la importancia de la ayuda exterior.
Los españoles, teóricamente, somos solidarios con los países más pobres: un 90% considera que la ayuda al
desarrollo es importante y un 57% cree que debe ser prioritaria para el
Gobierno español, según el Eurobarómetro de 2015.
Y un 50% de los españoles creen que se dedican pocos o muy pocos recursos a la
Cooperación, según la encuesta del CIS (marzo 2015). Pero cuando se pregunta si hay que recortar antes fuera
que dentro de España, la mayoría
contesta que sí, lo que parece “avalar ”los recortes de Rajoy a la Cooperación (han pasado bastante
desapercibidos). Y más en un país donde hay
menos tradición de ayudas particulares a ONGs: sólo
un 20% de españoles donan a ONGs, el porcentaje más bajo en Europa
(33%), muy por debajo del 34% de Alemania, el 38% de Italia, el 49% de Francia
o del 55% de Reino Unido. Y además, estas donaciones
han caído con la crisis: de 800 millones en 2006 a menos de 500 en 2014,
según un estudio de la Asociación de Fundraising.
Ahora, cara a la próxima
Legislatura, todos los partidos políticos, salvo el PP, han apoyado en
abril una proposición no de Ley presentada por Ciudadanos
que defiende subir la ayuda al
desarrollo del 0,13% al 0,40% (media hoy en Europa) para 2020. Eso
supondría gastar 2.800 millones en 2017 (0,25%) y llegar a los 4.400 millones de euros en 2020, el triple que ahora. Y además, se
comprometen a que un 10% sea en forma de
ayuda humanitaria. Los expertos, ONGs
y la mayoría de partidos creen que este “salto en la Cooperación” es posible
y que bastaría con destinar a la ayuda exterior la mitad de lo que España
ingrese con la tasa
Tobin, el impuesto a las actividades financieras que debe entrar en vigor en 2017 (se prevé
que ingrese 5.000 millones extras anuales). Además, se podrían conseguir más recursos privados, de empresas
(cuando se apruebe una Ley de Mecenazgo)
y particulares, si se estableciera una nueva casilla en la Renta (IRPF), para poder destinar un 0,7% de la
declaración a Cooperación (como se hace para la Iglesia y fines sociales).
Habrá que esperar al próximo
Gobierno, que tiene que aprobar antes de fin de año un nuevo Plan de Cooperación 2017-2020. Pero España no puede seguir “mirándose el ombligo
de su crisis” y estando a la cola en la ayuda a los países pobres. Es una
vergüenza inadmisible. Primero, por una
cuestión ética y moral, de pura solidaridad. Pero también es una forma de desactivar tensiones geopolíticas, de reducir la presión migratoria, y de defender mejor los intereses de España por el mundo. Gastar en
ayudas y solidaridad con los países más pobres es una obligación ética pero
también el mejor pasaporte de la “marca España”. No seamos rácanos. Porque ayudar a los demás siempre
tiene recompensa. Moral, política y
económica.
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