lunes, 30 de octubre de 2017

Nuestros datos, el negocio del siglo


A mediados de septiembre, la Agencia de Protección de Datos (AEPD) impuso tres multas a Facebook por utilizar datos personales de los usuarios sin su conocimiento. Ya en 2013, la APD fue la primera agencia europea que multó por lo mismo a Google. Pero a la vez, acaba de autorizar al gigante de Internet a transferir datos de españoles a EEUU. Nuestros datos son un gran negocio, no sólo para Google o Facebook sino para WhatsApp, Instagram, Apple, Amazon, telecos, bancos y miles de empresas que los venden y utilizan sin que lo sepamos. Telefónica ofrecerá, a principios de 2018, una plataforma (Aura) para que sepamos los datos que tiene y podamos negociar con quien los utiliza. Pero es un espejismo: realmente estamos indefensos. En mayo de 2018 entra en vigor el Reglamento europeo de protección de datos, más estricto, pero también Bruselas va a permitir que los datos viajen sin fronteras por toda Europa. Porque nuestros datos, el big data, es el gran negocio del siglo. Ojo a lo que hacemos y publicamos en Internet.



                                                                                              enrique ortega

Cada día dejamos un rastro en Internet con billones de datos. Dejamos una “huella digital” cada vez que hacemos una búsqueda en Google, al mandar un correo electrónico, al buscar un billete de avión, al comprar y pagar online, al hacer una transferencia por la Red, al buscar un lugar en Google Maps, al hablar con nuestros amigos en Facebook o Twitter, al descargarnos una APP, al comprar una entrada online, al subir una foto a Instagram o enviar un WhatsApp, al buscar trabajo en Linkedin o Infoempleo, al llamar por el Smartphone o bajarnos música de Spotify  y vídeos de YouTube… Sin darnos cuenta, cada día vamos dejando un rastro (con las cookies, esos archivos que rastrean lo que hacemos) sobre nuestros hábitos y preferencias, datos que sirven para que los grandes operadores de internet o las telecos vendan a empresas, bancos y políticos una publicidad personalizada, que es la base de su negocio, a nuestra costa. El “anzuelo” es que la mayor parte de estos servicios son “gratuitos”, pero no es verdad: los pagamos con nuestros datos.  

Con 3.200 millones de internautas en el mundo (28 millones en España), Internet es una gran “mina” de datos, que crece imparable cada día. Cada minuto se generan en el mundo 1.700 millones de datos (el 94% digital), que rellenarían 360.000 DVD. Y con los 6 megabytes de datos por persona que se generan cada día se podrían grabar tantos DVD como para, al ponerlos en fila, ir y volver a la Luna, según el informe BSA Sata Study. Y este gigantesco volumen de datos se duplica cada 1,2 años, siendo cada vez más barato almacenarlos. Y a partir de ahí, explotar estos datos, “refinarlos”, el gran reto de la nueva industria del big data, que factura unos  42.000 millones de euros y se prevé que sea el doble para 2020.

La industria de los datos, el big data, es la base del negocio de Google, que con más de 600 millones de usuarios activos facturará este año más de 100.000 millones de dólares. Y el 88% son ingresos por publicidad, anuncios segmentados que vende con el gancho de conocer a fondo los gustos y preferencias de sus usuarios, gracias a los datos que dejan cada vez que utilizan sus servicios. Lo mismo hacen sus empresas, sobre todo YouTube (1.100 millones de usuarios). El otro gran beneficiario de nuestros datos es Facebook (2.000 millones de usuarios), que factura 26.885 millones de dólares, el 80% por la publicidad segmentada que vende. Y lo mismo sus empresas, WhatsApp (1.300 millones de usuarios) e Instagram (700 millones de usuarios). Y otros grandes gigantes de Internet, como Apple (180.000 millones de dólares de facturación) o Amazon (135.987 millones) venden más gracias a saber todo de sus clientes (Apple tiene la mayor base de tarjetas de crédito del mundo).

Pero en los últimos años, los millones de datos de usuarios que circulan por la red, el big data, han atraído a nuevas empresas, que buscan sacar partido a estos datos y vender sus análisis a terceros, desde empresas de consumo a supermercados, líneas aéreas, bancos o empresas de ocio. Se trata de los analistas de datos (“minería de datos”) y los brókeres de datos (que los comercializan a empresas, telecos y bancos o hasta políticos (son cada vez más claves en las campañas electorales), sin olvidar el mercado ilegal de datos robados. Un negocio con un enorme potencial, porque los datos son casi ilimitados y sólo se saca provecho actualmente al 10% de ellos. Ser capaces de refinar” estos datos, de transformarlos en información útil para empresas y Gobiernos, es el gran potencial de los datos, del big data, que algunos han bautizado ya como “el petróleo del siglo XXI”. Y ya se habla de que será un gran nicho de negocio y de empleo para las futuras generaciones.

Este negocio de los datos va a revolucionar la forma de hacer negocios este siglo, al poder conocer mejor lo que quieren los consumidores, sus preferencias. Una información que va a revolucionar toda la economía, desde el transporte y el ocio a la sanidad o la educación, pasando por las finanzas o la política. Y los recursos humanos, porque las empresas buscarán a sus futuros empleados gracias al rastro que dejan en la red. Los expertos dicen que el big data será beneficioso para los consumidores, porque nos ofrecerán lo que buscamos, pero hay algo evidente: adiós a nuestra privacidad. Estamos “desnudos”, a merced de empresas multimillonarias gracias a nuestros datos. Indefensos.

Por si teníamos dudas, la Agencia de Protección de Datos (AEPD) acaba de imponer tres multas a Facebook, el 11 de septiembre, por dos infracciones graves y una muy grave: “utilizar con fines publicitarios datos especialmente protegidos de usuarios españoles (ideología, preferencias sexuales, creencias religiosas, gustos personales y preferencias de navegación en la Red) sin recabar el consentimiento del usuario y no cancelar la información de los usuarios cuando ya no es útil para el fin que se recogió o cuando lo solicitan”. Y la APD desvela incluso que los datos no sólo son recogidos desde Facebook sino también desde páginas de terceros, de otras webs que consultan sus usuarios. Y concluye que “un usuario con conocimiento medio de las nuevas tecnologías no es consciente de la recogida de datos ni de para qué van a ser utilizados”. Por todo ello,la AEPD le impone a Facebook una multa de 1.200.000 euros, la mayor sanción impuesta hasta ahora pero mínima para el gigante USA: supone lo que Facebook ingresa por publicidad en el mundo en media hora

Las Agencias de Protección de datos de Bélgica, Francia, Hamburgo (Alemania) y Holanda  también han abierto expediente a Facebook. Como ya lo hicieron 29 paises europeos en 2013 contra Google, aunque fue la AEPD española la primera en multar también a Google, en diciembre de 2013: 3 sanciones, por un total de 900.000 euros (el 0,18% de su facturación publicitaria entonces), por “vulnerar los derechos de los internautas en el filtrado de Gmail, al cruzar los datos de sus diferentes servicios sin informar al usuario para qué se utilizan, al almacenarlos por tiempo indefinido y al obstaculizar (o impedir) al internauta ejercer los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición de sus datos”. Google recurrió y nadie sabe si esa multa se ha impuesto.

Lo que sí sabemos es que diez días después del reciente expediente a Facebook, el 21 de septiembre, la Agencia de Protección de Datos española (AEPD) ha dado luz verde a Google para que transfiera datos de Google Cloud y Google Site de España a Estados Unidos, siempre que cumpla una serie de garantías contractuales. Algo preocupante dado que EEUU “no tiene un nivel adecuado de salvaguarda de datos”, según dice la propia AEPD. Es más, a finales de septiembre, EEUU ha aprobado una normativa que permite a las operadoras de Internet vender datos de sus clientes salvo que el usuario pida “expresamente” lo contrario (hasta ahora era al revés: sólo podían comercializarse con “permiso previo” del cliente).

Así que una de cal y otra de arena de la AEPD, mientras Europa presume de “estar a la vanguardia mundial” en la protección de datos. De hecho, el 25 de mayo de 2018 entrará en vigor en toda la Unión Europea (incluida España) el nuevo Reglamento europeo de Protección de Datos, que sustituye a la Directiva de datos de 1995. Sobre el papel, parece un gran avance en la protección de nuestros datos, ya que incorpora 3 grandes novedades. La principal, que cualquier europeo podrá solicitar si su información privada es procesada, dónde y bajo qué propósito, obligando a la compañía que tiene los datos a proporcionar al cliente una copia en formato electrónico (gratis) de esos datos que almacena. Además, reconoce el “derecho al olvido”, a exigir que se borren sus datos sin demora, un derecho que ya ha recurrido Google. Y en tercer lugar, reconoce el “derecho a la portabilidad”: las personas que han cedido sus datos pueden exigir que se los transfieran al usuario o a un tercero que él designe, para lo que tendrán que tener listas infraestructuras de migración de datos. Y junto a estas tres novedades, se contemplan sanciones más elevadas para las empresas que incumplan, hasta 600.000 euros.

El próximo Reglamento europeo de protección de datos “suena bien” pero dependerá de cómo se aplique. Y el temor es que la UE no sea muy rigurosa, porque en paralelo quiere promover una poderosa industria europea de explotación de datos, promover “el big data UE”, no quedarse a la zaga de EEUU. Para ello, la Comisión Europea anunció, en octubre de 2014, un Plan para invertir 2.500 millones (500 del Presupuesto UE) para crear una potente industria europea de tratamiento de datos, que coparía el 30% del mercado mundial y crearía unos 100.000 nuevos empleos para 2020. Y para facilitarlo, la Comisión Europea ha presentado en septiembre un proyecto de Reglamento que prohíbe las restricciones nacionales a la libre circulación de datos en Europa y anula la obligación que tienen las empresas europeas de guardar ciertos datos en su país. O sea, no habrá ya fronteras a nuestros datos entre los 28 paises UE.

Al final, la cuestión es que otros hacen negocios y ganan dinero con nuestros datos. Algunos defensores del big data insisten en que también los usuarios ganamos con la industria de los datos, porque tenemos mejores productos y servicios, más adaptados a lo que necesitamos. Y que el big data mejorará los servicios públicos, desde la sanidad a los transportes y el ocio, al ajustar mejor necesidades y oferta. Pero lo que es indudable es que nosotros, los usuarios, estamos cada vez más expuestos y no sabemos qué se hace con nuestros datos. Nadie lee las condiciones de privacidad y las cookies se nos imponen cada día como una pesadez sin ninguna utilidad. De hecho, el futuro Reglamento europeo reduce su obligatoriedad en algunos casos y relega el tema de la privacidad a la configuración de los  navegadores. Algo poco eficaz.

Algunos expertos interesados, como Telefónica, han propuesto que los usuarios peleemos por nuestros datos, exigiendo a cambio un pago o descuentos en el servicios. Y para ello, pondrá en marcha, desde principios de 2018, una nueva plataforma llamada “Aura”, donde los clientes podrán ver la información que Telefónica tiene de ellos y así intentar “negociar” con Google, Facebook y los demás gigantes de Internet para que nos compensen por utilizar esos datos. Pero la propuesta es un engaño y un espejismo. Un engaño porque la idea inicial de Telefónica y las telecos era tratar de cobrar ellos a Google y compañía por los datos. Al no conseguirlo, han transferido la tarea a los clientes, un espejismo, porque no podremos negociar nada con estos gigantes. Y si queremos seguir con las búsquedas, los mail o las redes sociales, tendremos que pasar por el aro de ceder nuestros datos. Gratis.

El problema es muy serio y tiene mal arreglo: estamos totalmente expuestos, lo saben todo de nosotros y cada día más. Y no podemos hacer casi nada por evitarlo, salvo exigir a los Gobiernos (AEPD) que vigilen el uso de los datos y estar informados, pudiendo anularlos o intentar negociar con ellos en inferioridad de condiciones. Otra vía es ser más cuidadosos y reducir nuestros datos, nuestra exposición pública, algo bastante difícil y más en un futuro donde avanzará el Internet de las cosas y habrá millones de aparatos interconectados. Así que ya lo saben: estamos desnudos, expuestos y hacen un gran negocio con nuestros datos. Tratemos de que abusen menos y nos compensen más por ello. Es lo mínimo que podemos pedir.

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