Los españoles vuelven a
la rutina diaria y se encuentran con una
economía peor que hace dos meses:
Europa apenas crece y en España han pinchado el turismo, las exportaciones, el consumo y el empleo,
que tuvo en agosto la mayor caída desde 2008. Y en vez de buscar soluciones, los
políticos están más enfrentados que nunca, presionando sin límite a un
Gobierno débil. Consecuencia: los problemas se enquistan y parece difícil que el Gobierno Sánchez apruebe un Presupuesto para 2019.
Lo malo es que unas elecciones no resolverán
nada, porque no habría mayorías y harán falta acuerdos para afrontar los
problemas, como ahora. Y los políticos no
están por pactar nada, mientras peligra
la recuperación y se avecina un otoño gris para los ciudadanos. Urge poner la economía y los problemas del país por
delante de los intereses de los partidos, como hacen muchos países europeos.
Y si no, luego no se quejen de que la gente rechaza a los políticos.
Tenemos por delante un otoño bastante complicado. La economía, tras 5 años de recuperación, empieza a enfriarse. Primero en Europa, que crece el 0,4% (primer semestre), casi la mitad que hace un año (+0,7%) y que Estados Unidos (crecen al 1%), con Italia y Francia casi estancadas (crecen al 0,2%), la crisis turca y los efectos negativos del Brexit y del proteccionismo comercial de Trump, que han frenado las exportaciones y el crecimiento europeo. Y lo mismo en España, donde los últimos datos confirman que se ha frenado la recuperación: el consumo lleva tres meses cayendo (ventas minoristas y grandes superficies), porque la alta inflación (+2,2%) se ha comido la subida de salarios y pensiones (1,5/1,6%), las exportaciones han “pinchado” (crecen un 2,9% hasta junio, frente al 10% en 2017) y el turismo, el gran motor de la recuperación, se ha desinflado: la llegada de turistas cayó en julio (por primera vez en 8 años), debido a la recuperación de países competidores como Turquía, Túnez y Egipto, así como por los altos precios y la saturación de muchos destinos. Y el petróleo sigue caro (76-78 dólares barril), mientras España se confirma como uno de los países más endeudados del mundo, con un récord histórico de deuda pública en junio: 1.162.000 millones de euros (el 98,8% del PIB), una hipoteca que será una pesada losa en cuanto el BCE suba los tipos de interés, en 2019.
enrique ortega |
Tenemos por delante un otoño bastante complicado. La economía, tras 5 años de recuperación, empieza a enfriarse. Primero en Europa, que crece el 0,4% (primer semestre), casi la mitad que hace un año (+0,7%) y que Estados Unidos (crecen al 1%), con Italia y Francia casi estancadas (crecen al 0,2%), la crisis turca y los efectos negativos del Brexit y del proteccionismo comercial de Trump, que han frenado las exportaciones y el crecimiento europeo. Y lo mismo en España, donde los últimos datos confirman que se ha frenado la recuperación: el consumo lleva tres meses cayendo (ventas minoristas y grandes superficies), porque la alta inflación (+2,2%) se ha comido la subida de salarios y pensiones (1,5/1,6%), las exportaciones han “pinchado” (crecen un 2,9% hasta junio, frente al 10% en 2017) y el turismo, el gran motor de la recuperación, se ha desinflado: la llegada de turistas cayó en julio (por primera vez en 8 años), debido a la recuperación de países competidores como Turquía, Túnez y Egipto, así como por los altos precios y la saturación de muchos destinos. Y el petróleo sigue caro (76-78 dólares barril), mientras España se confirma como uno de los países más endeudados del mundo, con un récord histórico de deuda pública en junio: 1.162.000 millones de euros (el 98,8% del PIB), una hipoteca que será una pesada losa en cuanto el BCE suba los tipos de interés, en 2019.
La consecuencia de todos estos datos recientes es que España crece ahora menos (el 0,6% en el segundo trimestre frente al 0,7% los tres anteriores) y, sobre
todo, que se crea menos empleo,
incluso llevamos dos meses perdiendo ocupados: sólo en agosto se han perdido 203.000 empleos, el peor
dato ese mes desde 2008.
Así que volvemos a la rutina diaria con un panorama económico peor, debido a una coyuntura internacional adversa (bajo crecimiento en Europa, petróleo caro, tipos
al alza, proteccionismo comercial, crisis en Turquía y Argentina…) y un pinchazo
en los tres motores del crecimiento estos años: el consumo, las exportaciones
y el turismo. Y por supuesto, siguen
ahí este otoño, los problemas de fondo que llevamos años soportando sin buscarles una
salida. El más preocupante para la mayoría de españoles, el elevado paro (15,1% frente al 6,8% en la UE-28)
y el hecho de que la mitad de los parados lleven más de un año sin trabajar y
no cobren ningún subsidio. El “agujero” de las pensiones, que se ha agravado en los últimos meses, tras el
acuerdo del Gobierno Rajoy y el PNV para subir un 3% las pensiones mínimas y el
1,6% el resto, un “parche” que ha agravado
las cuentas de la Seguridad Social: si en 2017 tuvo un déficit de -18.800
millones de euros, la previsión ahora es que el agujero crezca hasta los -19.500 millones
este año y los -22.000 millones en 2019, sin que nadie ponga remedio. Y
seguimos con un grave problema de pobreza
(afecta al 27,9% de la población, casi 13 millones de españoles, según Eurostat) y desigualdad (el 10% más
rico concentra el 53,8% de la riqueza frente al 46,2% que se lleva el 90%
restante y somos el tercer país con más desigualdad de Europa, tras Rumanía y Bulgaria). Y
tenemos un Estado del Bienestar (sanidad,
educación, Dependencia y ayudas sociales) sin recursos.
Estos son los problemas más graves, pero no los únicos. No
podemos olvidar la enorme desigualdad entre hombres y mujeres y el grave
problema demográfico: tenemos la tasa de natalidad más baja de Europa, perdemos
población y cada vez hay más viejos y menos jóvenes para sostener la economía,
las pensiones y los impuestos. Para muchos, sobre todo los jóvenes, otro gran
problema es la vivienda, donde escasean los alquileres y son cada vez más caros, por la especulación de fondos buitre y el abuso de los pisos
turísticos. Y no olvidemos el grave problema de la
energía (la luz ha vuelto a subir un 12,4% en agosto, agravando la subida de los meses anteriores, con lo que
pagamos la 3ª luz más cara de Europa), mientras aumentan
nuestras emisiones de CO2. Y seguimos sin apostar por la Ciencia, tras haberse perdido 40.000 millones de euros en I+D+i desde
2009, con un gasto en tecnología muy alejado de Europa (el 1,23% del PIB frente
al 2,03% en la UE-28). Y como telón de fondo, seguimos con una economía poco productiva (en el puesto 34 del mundo, según el Foro Económico Mundial), debido al escaso peso de la industria, al bajo
valor añadido de nuestras exportaciones, al pequeño tamaño de nuestras
empresas, a la escasa digitalización de la economía y a la baja formación de nuestros trabajadores.
Todos estos son problemas
reales, de fondo, que llevan ahí
sin afrontarse años y hasta décadas. Y que se agravan ahora si la economía y el empleo crecen menos. Lo
normal sería que los políticos, ante estos problemas que afectan a los
ciudadanos, volvieran al trabajo pensando en solucionarlos, buscando acuerdos, como hacen partidos muy
diferentes en Europa (el último ejemplo, el gobierno de coalición en Alemania).
Pero no, volvemos de vacaciones con un
panorama político “de bronca perpetua”, con los partidos más enfrentados
que nunca: el PP y Ciudadanos forzando elecciones a cualquier precio, los
nacionalistas catalanes a lo suyo y chantajeando al Estado y Podemos
presionando para imponer salidas extremas, todos dejando sólo a un Gobierno
débil, que aguanta tratando de tomar medidas escaparate que le hagan avanzar en
las encuestas. Y mientras, los parados,
los pobres, la sanidad o los jóvenes sin casa, esperando en vano. Y con dos problemas más que se enquistan y
donde los políticos tampoco pactan soluciones: los refugiados (hasta finales de agosto, han llegado a España por mar
28.579 inmigrantes, casi el triple que
en 2017) y la crisis política en
Cataluña, que afecta muy seriamente a la economía (son el 19% del PIB español) y al futuro de nuestra democracia.
Un buen instrumento para tomar medidas sería pactar un Presupuesto para 2019, que tratara de afrontar los problemas más urgentes, con más
recursos. Pero no parece que el Gobierno Sánchez consiga aprobarlo y todo
apunta a que tendrá que volver a prorrogar
el Presupuesto 2018. El mayor
escollo es que PP ni Ciudadanos rechazan aprobar un nuevo techo de gasto para 2019, mientras los nacionalistas y Podemos presionan
con no aprobarlo mientras no consigan otras contrapartidas a cambio. Y así se
produce un contrasentido que nadie
entiende en Europa: Bruselas nos ha
autorizado a gastar 6.000 millones más en 2019 pero
la mayoría de los partidos españoles lo boicotean, por puro interés
político, aunque este mayor gasto
permitiría mejorar el Estado del Bienestar (2.500 millones irían a las
autonomías, para gastar más en sanidad, educación y Dependencia), mejorar las
pensiones (2.500 millones irían a subirlas) y hacer algunas inversiones
necesarias (1.000 millones restantes), en empleo, pobreza, Ciencia, carreteras,
industrialización, infraestructuras y digitalización.
Pero no, no se va a permitir al Gobierno Sánchez a que gaste
esos 6.000 millones más que tanta falta hacen. Sólo para forzarle a que convoque elecciones. Mientras, el Gobierno trata de ganar tiempo, buscando anular la Ley de estabilidad que aprobó el PP en 2012 para que el
Senado (donde tienen mayoría) bloquee el mayor gasto. Algo que se puede
retrasar a noviembre o más (hasta 6 meses o más, al vetar PP y Ciudadanos que se debata como Ley urgente), con lo que no habría Presupuesto hasta abril o mayo de 2019, si Sánchez consigue aprobarlo con el apoyo de Podemos y los nacionalistas,
algo muy difícil. Y mientras, tendrá que prorrogar el actual Presupuesto 2018 (de Rajoy). O convocar elecciones.
Haya o no Presupuesto 2019, la clave es que la economía española necesita que se tomen medidas, para reanimar el crecimiento y el empleo. Y
esas medidas exigen acuerdos y dinero, dos temas casi imposibles. Acuerdos que
nadie quiere pactar, solo elecciones
cuanto antes. Algo que no soluciona nada, porque si hay elecciones, ningún partido
tendrá la mayoría y tendrán que intentar pactar. Como ahora, pero perdiendo
medio o un año más, lo que agravará
los problemas. Y entonces, cuando los partidos comprendan que hay que
pactar acuerdos, saltará el tema de fondo: hará falta más dinero. Porque los grandes problemas económicos, desde el
paro a las pensiones, la pobreza o la sanidad y la educación exigen contar con más
recursos, tras 6 años de duros recortes. Y eso obliga, esté quien esté
en el Gobierno, a recaudar más, a subir algunos impuestos. Sí o sí.
Y no se trata de un tema ideológico, sino práctico. España
tiene muchas necesidades pendientes (la más urgente, un ambicioso Plan de empleo), que no se pueden afrontar con unos recursos públicos tan
limitados. El problema de fondo, del que casi nadie habla, es que España recauda mucho menos que el
resto de Europa: en 2017, España recaudó el 37,9% del PIB, frente al 44,9%
que recaudó la UE-28, el 45,8% que recaudaron los países euro y la alta
recaudación de Francia (59,3% del PIB), Italia (46,6%), Alemania (42,5%) e
incluso Reino Unido (39,1%), según los datos de Eurostat. Eso significa que si
España recaudara impuestos como los demás países europeos, ingresaríamos 81.456 millones más cada año. Con ello podríamos
hacer frente a las necesidades más urgentes (empleo, pensiones, pobreza,
sanidad, educación, dependencia, vivienda, tecnología, digitalización…) y además
reduciríamos el déficit público (que sigue siendo el mayor de Europa).
En definitiva,
afrontar los graves problemas económicos de fondo exige tener más recursos y se pueden
conseguir, sólo con que España
recaude como el resto de Europa. Eso no significa subir todos los
impuestos, sino equiparar la recaudación con Europa, sobre todo en sociedades,
IVA, impuestos especiales y algo en IRPF. En sociedades, el impuesto que pagan las empresas, se recaudó en 2017 menos de la mitad que en 2007 (24.511 millones frente a 51.642), a
pesar de que los beneficios empresariales son mayores. Eso se explica porque
las grandes empresas pagaron en 2016 el 6,14% de sus beneficios, aunque el tipo de sociedades es el 25%, gracias a
un rosario de exenciones. Y las multinacionales no pagan ni eso. Hay además
mucho fraude en IVA y demasiados
productos con tipos reducidos. Los carburantes, el tabaco y el alcohol pagan
menos impuestos que en Europa y España ingresa 5.000 millones menos que la UE
en impuestos medioambientales. Y 20.000 millones menos en el IRPF, por el exceso de deducciones (2.000 millones en planes de
pensiones) y porque las rentas altas pagan menos que en Europa. Sobre todo las rentas del capital, los que reciben dividendos e intereses, que sólo pagan
un 23% máximo de IRPF.Y tenemos más fraude
fiscal en general.
Así que hay que recaudar más porque se
puede y se necesita. Es una
urgencia económica, que no afectará al 90% de los españoles,
que pagarán igual o menos. Hace falta una reforma fiscal completa y justa. Pero tanto PP como Ciudadanos y
los nacionalistas no quieren oír hablar de subir impuestos. Es un tema ideológico, porque muchos
expertos económicos defienden que España recaude como el resto de Europa. Pero
ellos defienden los intereses de los poderosos, de grandes empresas, bancos,
multinacionales, rentistas y grandes fortunas, que son los que tendrían que
pagar más, no la mayoría de nosotros.
Este debate se va
a producir en los próximos meses, de cara a la propuesta de Presupuestos 2019 del Gobierno Sánchez, que está pensando en subir los impuestos al gasoil, a las operaciones financieras
(Tasa Tobin), a los gigantes de Internet (tasa Google) y a los que ganan más de
150.000 euros (ojo: son solo 91.408 españoles), para recaudar unos 8.500 millones más que tanta
falta hacen para crear empleo, paliar la pobreza, mejorar las pensiones,
reforzar la educación, la sanidad y la dependencia o construir viviendas para
alquiler. PP y Ciudadanos rechazan
cualquier subida y prometen incluso bajar impuestos (a los más ricos), con lo que si ganan las
elecciones, habrá menos recursos y se podrá gastar menos en lo que hace falta. Este es el gran debate, de los Presupuestos 2019 y de las próximas elecciones.
En definitiva, que retomamos el curso político con una economía
más débil, con “vientos en contra” que vienen de fuera y agravan los
problemas que ya teníamos, desde el paro a las pensiones, la educación o la
vivienda. Y en vez de afrontar los problemas con decisión, seguimos perdiendo el tiempo en vanas peleas políticas: llevamos casi 3 años sin tomar decisiones sobre los problemas económicos de fondo, desde octubre de 2015, cuando Rajoy
convocó las elecciones de diciembre de 2015, repetidas en junio de 2016. Y
ahora, todo apunta a unos meses más de “bronca política”, sin medidas económicas importantes, hasta unas elecciones que no
van a resolver nada. Y mientras, los españoles de a pié vemos que los problemas siguen ahí, agobiándonos,
sin poder hacer nada más que enfadarnos o esperar a votar. No me extraña que
cada vez haya más personas decepcionadas de la política.
Leyendo tu blog cuanto tiempo me ahorro en leer tontunas en los periódicos y escuchar tertulias inútiles y partidistas que no valen la pena. Gracias por ese ahorro de tiempo que a nuestra edad es el mayor tesoro de que dispone el hombre. Gracias de nuevo y sigue así
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