lunes, 9 de julio de 2018

Pacto salarial: hay que ir más lejos


El pasado jueves, patronal y sindicatos firmaron un acuerdo salarial a 3 años, con una subida del 2 al 3% y un compromiso para que los salarios mínimos lleguen a 1.000 euros en 2020. Es un avance, pero insuficiente: la subida, mayor que los últimos años, se la come la inflación (2,3% en junio). Y todavía no se resarce a los trabajadores del recorte salarial y la pérdida de poder adquisitivo desde 2008: -10,8%. Pero, sobre todo, el acuerdo debería ir más allá y avanzar en algo más importante que los salarios: conseguir un empleo decente, reducir los contratos temporales y a tiempo parcial sin justificación, las claves de unos salarios “de pobres”, un 32% más bajos que en Europa. Y patronal y sindicatos deberían negociar mejoras no salariales, ahora que los beneficios empresariales llevan 5 años subiendo: más formación, cotizaciones a la SS más altas, ayudas a la conciliación familiar, organización interna y contratos estables. Así tendríamos empresas más justas y más competitivas.

enrique ortega

La economía lleva ya 5 años creciendo, pero los salarios de los españoles no se recuperan. Hasta el 31 de mayo, la subida pactada en los convenios firmados (2.385, que incluyen 5,7 millones de trabajadores, sólo un tercio de todos los asalariados) es del 1,59%, similar a la subida de convenio de todo 2017 (+1,45%), aunque mayor a la de años anteriores (del 0,53% en 2013 al 0,99% en 2016). Pero estos datos no son representativos de lo que están subiendo de verdad los salarios porque muchos trabajadores aún no han firmado la subida de 2018 y otros no tienen convenio (muchas pymes y microempresas) y muchos trabajadores (temporales, por horas, eventuales (están “fuera de convenio”.

Por eso, es más representativa la subida salarial que refleja el INE, en su Encuesta trimestral de coste laboral, para los 16 millones de asalariados. El último dato es que los salarios crecieron un +0,8% en el primer trimestre 2018 (el IPC subió un 2%), tras subir un 0,7% en 2017 y bajado un -0,8% en 2016. Y la última estadística, del 28 de junio, es peor: los salarios cayeron un -1,4% entre 2008 y 2016, según el índice de precios del trabajo (IPT), tras subir en 2009 (+1,5%), 2010 (+0,5%), 2014 (+0,8%) y 2015 (+0,7%) y bajar en 2011 (-1,5%), 2012(-1,6%), 2013 (-0,3%) y 2016 (-1,3%). Por autonomías, la caída de salarios fue peor en Madrid (-4%), Asturias y Aragón (-3,8%) y Murcia (-3,7%), mientras sólo crecían los sueldos estos años en el País Vasco (+4,1%), Galicia (+1,2%), Baleares (+1,1%) y Navarra (+0,4%). Si tenemos en cuenta la subida de precios en estos ocho años (+9,4%), el resultado es que los salarios españoles perdieron un 10,8% de poder adquisitivo entre 2008 y 2016.

De hecho, la OCDE acaba de alertar  la semana pasada que, a pesar de la recuperación, España es uno de los 3 únicos países de los 35 de la organización donde cayeron los salarios reales (descontando la inflación) entre 2007 y 2017: un -0,45%, sólo por detrás de Italia (-1,1%) y Australia (-0,6%), mientras crecían una media del +0,6% en toda la OCDE, un 0,5% en Alemania y casi un 1% en Francia. La OCDE lo atribuye al elevado paro en España, la débil productividad y el elevado "subempleo" (empleados que trabajan a tiempo parcial de manera obligada), el 10,5% de los asalariados en España, el subempleo más elevado de Occidente tras Italia (13% asalariados).  

Con esta caída de sueldos en la última década, España se ha alejado aún más de los sueldos europeos. En salario hora, el dato mejor para comparar entre países, los trabajadores españoles cobraban 15,9 euros/hora en 2017, frente a 20,3 euros/hora los trabajadores de la UE-28 y los 23,60 euros/hora que cobran en los países euro, según los últimos datos de Eurostat. Con ello, España es el país nº 16 con los salarios más bajos de Europa, sólo más altos que en Chipre, Grecia, Portugal, Malta y 11 países del Este. Y nuestros sueldos (15,9 euros/hora) quedan muy lejos de los países europeos con los que competimos: 26,4 euros/hora en Alemania (+39,8%), 24,2 euros/hora en Francia (+34,3%), 21,3 euros/hora en Reino Unido (+25,3%) y los 20,4 euros/hora en Italia. Y lo peor es que esta brecha salarial con Europa se ha agravado con la crisis: si en 2008 era del -14,3% con la UE-28, en 2017 era ya del -21,66%. Y del -32,6% con los países euro, según los datos de Eurostat.

Estos bajos salarios en España han provocado además un fenómeno nuevo: la aparición de trabajadores pobres, que se pueda tener un trabajo y “ser pobre”. De hecho, hay más de 2,36 millones de trabajadores (2.368.830 asalariados), el 14,8% del total, que son pobres, porque ganan menos del 60% de la media del país. Con ello, España es el séptimo país del mundo en porcentaje de trabajadores pobres y el primero en Europa, según la OCDE, cuya tasa media (35 países) de trabajadores pobres (8,2%) casi duplicamos.

Pero quizás, el dato más llamativo y preocupante es que los salarios han perdido peso en la economía, en el “reparto del pastel” de la riqueza (PIB). Así, si en 1978, los salarios se llevaban el 52,2% de la riqueza (el máximo histórico) y en 2008, al inicio de la crisis, todavía recibían la mitad del pastel (50,1% del PIB), luego han perdido peso año tras año, con la rebaja de salarios y el elevado paro, hasta cerrar 2017 recogiendo sólo el 47,3% de la riqueza del país. Y en paralelo, los beneficios empresariales han pasado de llevarse el 41,7% del pastel en 2008 al 42,45% en 2017, según la Contabilidad Nacional del INE. El resto, hasta el 100% del PIB se lo llevan los impuestos, el 10,3% de la renta en 2017.

Dicho a lo claro: la crisis ha servido para que los trabajadores españoles pierdan un trozo del pastel de la riqueza (PIB) en beneficio de las empresas. Hay otro dato muy explícito: los beneficios empresariales aumentaron en +98.680 millones de euros entre 2008 y 2017 (82.811 millones se han quedado en las empresas y 15.663 millones han ido a sus accionistas, en forma de dividendos) mientras los salarios totales han caído -10.214 millones desde 2008, según la Contabilidad Nacional (INE), a pesar de la recuperación. Y otro dato llamativo: las empresas españolas consiguieron en 2017 un beneficio empresarial bruto del 42,8% de su producción, frente al 40% de beneficio de las empresas europeas, el 41,2% de las alemanas y el 31,8% de las francesas, según Eurostat. O sea, ganan más que las europeas.

En este contexto, se entiende que los sindicatos lleven meses protestando por las mínimas subidas de salarios de estos años y hayan amenazado con movilizaciones para recuperar lo perdido. Al final, consiguieron firmar con la patronal, el jueves 6 de julio, un pacto salarial por 3 años, que contempla una subida anual del 2% más un 1% más si hay mejoras de productividad. Y lo más importante: la patronal se compromete con los sindicatos a recomendar a las empresas que suban los salarios mínimos en los convenios, para que en 2020 estén en los 14.000 euros anuales, 1.000 euros mensuales en 14 pagas. Un acuerdo que, si se cumple (es una “recomendación”) va más allá del acuerdo firmado en diciembre de 2017 por el Gobierno Rajoy, sindicatos y patronal para subir el salario mínimo (SMI) de 707 euros a 850 euros en 2020.

Este pacto salarial es un importante avance, porque asegura una cierta paz laboral a 3 años y mejora las subidas de sueldos en convenio de los últimos años (del +0,5 en 2013 al 0,09 en 2015 y el 1,49% en 2017), aunque no concreta el sistema de revisión salarial, que puede ser motivo de conflictos, máxime cuando la inflación anual está en el 2,3% en junio y puede subir más con el petróleo y el alza de tipos en 2019. Pero el mayor avance está en la recomendación de subir a 1.000 euros el salario mínimo., una medida que va a beneficiar a 2,2 millones de trabajadores que cobran menos, además de a muchos trabajadores a tiempo parcial, que también verán mejorado su salario. Los más beneficiados serán los asalariados que menos cobran hoy: los de la enseñanza privada no concertada  (les subirá el sueldo un 55% para 2020) y concertada (+13,9%), los de productos cocinados para venta a domicilio (+47,5%), el personal que atiende a discapacitados (+38,2 subirá su sueldo) y a dependientes (+12%), personal de peluquería y gimnasios (+31,2%), trabajadores de ocio y animación socio-cultural (+29,6%) y de la industria audiovisual (+32,1%).

Si se cumple esta parte del pacto salarial, tendremos salarios mínimos más decentes en 2020. Hay dos pegas. Una, que muchas pequeñas empresas y microempresas no tienen convenio ni sindicatos y será difícil que sus trabajadores consigan este salario mínimo (sí el SMI acordado en diciembre, que es obligatorio). Y la otra, que el nuevo salario mínimo queda aún muy lejos del que se paga hoy en la mayoría de Europa: hay 7 países con el SMI más alto que España (859 euros en 12 pagas este año): Luxemburgo (1.999 euros), Irlanda (1.619), Holanda (1.578), Bélgica (1.563), Alemania (1.498), Francia (1.498) y Reino Unido (1.401 euros), según Eurostat. Italia, Dinamarca, Austria, Finlandia, Suecia y Chipre no tienen salario mínimo y en los países del Este oscila entre 503 euros (Polonia) y 261 euros (Bulgaria).

El pacto salarial entre la patronal CEOE y CEPYME y los sindicatos UGT y CCOO incluye también otros acuerdos no salariales. Unos sobre temas laborales, como la intención de reformar con el Gobierno las subcontratas, para evitar tanta precariedad, o la intención de reducir la jornada temporalmente antes que pensar en nuevos despidos (no se habla del exceso de horas extras, la mitad sin pagarlas, que habría que recortar). Y otro sobre la intención conjunta de mejorar la formación de los trabajadores, reformando el sistema actual (el Gobierno Rajoy hizo una reforma que dejó fuera a sindicatos y patronal) y reasignando automáticamente a otro ejercicio el dinero remanente (ahora no se gastaba). También se plantea un apartado sobre la igualdad laboral y salarial de hombres y mujeres, donde plantean la necesidad de equiparar los permisos de paternidad y maternidad y la reducción de jornada o el estudio del sistema de pluses y complementos salariales, pero sin compromisos concretos sobre informar en las empresas de la brecha salarial de género. Otro apartado del acuerdo hace referencia al relevo generacional, al rejuvenecimiento de plantillas, pero también sin acordar medidas concretas. Y hay dos puntos más incluidos por presión de la patronal: el estudio del absentismo laboral (habrá un informe en 6 meses) y la lucha contra la economía sumergida (se habla de un Plan para reducir la “competencia desleal”).

Todo esto está muy bien, pero sindicatos y patronal tienen que seguir avanzando en estos temas, sabiendo que la mayoría exigen Leyes y normas que han de pactar con el nuevo Gobierno y que son difíciles de aprobar en esta Legislatura, con un Parlamento tan dividido. Pero su obligación es hacer propuestas, porque son cuestiones clave para consolidar la recuperación. En especial, la lucha contra la precariedad, la temporalidad y el trabajo esclavo, que son un cáncer para las empresas y su productividad. Urge un Pacto por el empleo decente y bien pagado, tras esta década de sacrificios de los trabajadores españoles.

Otra cuestión clave son las cotizaciones sociales: sindicatos, patronal y Gobierno deberían pactar una subida escalonada, porque en España son más bajas que en Europa. En 2017, las cuotas a la SS que pagaban empresarios y trabajadores suponían el 12,2% del PIB en España, por debajo del 13,3% de media en la UE-28 y el 13,2% en Italia, el 16,7% del PIB que pagan en Alemania y el 18,8% en Francia, según Eurostat. Eso significa que hay un margen para cotizar como los europeos e ingresar 12.500 millones más por cotizaciones. Y a corto plazo, si se obliga a cotizar por todo el sueldo (quitando el tope actual a los 3,4 millones de trabajadores que ganan más de  45.000 euros anuales), la Seguridad Social ingresaría 4.500 millones más al año. Serían dos medidas claves para asegurar las pensiones a medio plazo.

Hay otra serie de temas claves que no tienen que ver con salarios, cotizaciones o contratos, en los que deberían volcarse patronal y sindicatos, con el apoyo de los políticos. Uno de ellos es la formación de los trabajadores y de los parados, muy deficiente hoy: un 41,7% de los españoles adultos (25-64 años) tienen un nivel educativo bajo (sólo con la ESO acabada o ni siquiera), frente al 20,3% en Europa o el 22,4% en la OCDE, el peor dato de toda Europa salvo Portugal (53,1% poco formados), muy lejos del 13,1% de poco formados de Alemania, el 20,2% de Irlanda, el 21,9% de Francia, el 35,7% de Reino Unido o el 39,9% de Italia, según los últimos datos de la OCDE (“Panorama de la educación 2017”). En el medio, tenemos menos adultos con formación media: el 22,5% de españoles tienen Bachillerato o FP, frente al 46,4% de media en Europa y el 44,2% en la OCDE. Y eso sí, por arriba, tenemos más universitarios que la mayoría: un 35,7% de los adultos en España, frente al 33,4% en Europa y el 36,7% en la OCDE, el 28,3% en Alemania o el 34,6% en Francia.

Otro tema clave es mejorar el clima laboral y la organización de las empresas, porque el estilo del “ordeno y mando” y “exijo a golpe de despido” no son los mejores caminos para mejorarla productividad en una empresa, que exige participación y colaboración. Y además, las empresas deberían apostar por la innovación, la tecnología y la digitalización, implicando en ello a sus trabajadores. Y forzar con ellos al Gobierno en el recorte de otros costes empresariales, para que haya más recursos para el empleo, la formación y los salarios: recorte de los costes energéticos (las empresas españolas pagan la luz un 20% más cada que las europeas, según Eurostat), de los costes financieros y logísticos.

El pacto salarial recién firmado es un buen principio, pero empresas y sindicatos deberían ir más allá, apoyados y acuciados por el Gobierno y los políticos. Deberían conseguir un empleo más estable y menos precario, mejorar las condiciones laborales y el clima de trabajo, cotizar más y de forma más justa para salvar las pensiones, apostar por la formación y la innovación y tratando de recortar los costes no laborales y los dividendos desorbitados, para dejar más margen a la inversión, el crecimiento y el empleo. Demostrar que se puede competir y tener beneficios razonables con salarios y empleos decentes, con trabajadores más formados y más implicados en las empresas. No es mucho pedir, aunque ahora parezca imposible.

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