lunes, 2 de julio de 2018

La invasión del plástico


Desde ayer 1 de julio, los comercios tienen que cobrar las bolsas de plástico a sus clientes. Y en 2021, las bolsas estarán prohibidas. España se suma así (con retraso) a la Directiva europea sobre el plástico, que Bruselas quiere endurecer, prohibiendo para 2019 pajitas, platos y cubiertos de plástico. El plástico nos invade y si no se hace nada, en 2050 habrá 12.000 millones de toneladas de plásticos en los vertederos y en los mares. Cada minuto se utilizan en el mundo 10 millones de bolsas de plástico y 1 millón de botellas, pero el 79% no se reciclan y la mitad de los residuos se concentran en Asia, que hasta ahora compraba la basura plástica del resto del mundo. Pero China ha dejado de hacerlo y eso agrava el problema del plástico en Occidente. Sólo queda reciclar más y utilizar menos plásticos, prohibiendo usos, implantando tasas, obligando a las empresas a usar otros envases y colaborando todos nosotros, cambiando hábitos. Hay que huir del plástico, por nuestro bien y el del Planeta.


enrique ortega

El plástico, inventado en 1909, revolucionó el mundo en el siglo XX (consumo, automóvil, aviación, industria espacial, medicina…) pero se ha convertido en un grave problema en este siglo XXI. Su producción se ha disparado, de los 1,7 millones de toneladas en 1950 a los 100 millones en 1990 y los 335 millones en 2016. Pero lo peor es que la ONU prevé que se duplique y triplique en los próximos años: 619 millones para 2030 y más de 1.000 millones de toneladas de plástico producidas para 2050. El problema es que la mayoría de ese plástico sigue ahí: de los 8.300 millones de toneladas de plástico producidas desde 1950, 5.000 millones están en vertederos o en el mar. Y la ONU acaba de dar la alerta: si no se toman medidas ya, para 2050 habrá 12.000 millones de toneladas de plásticos abandonadas.

Los plásticos son sólo el 10% de todos los residuos que produce el hombre, pero son los más peligrosos por varias razones: crecen de una forma exponencial, apenas se reciclan (sólo el 21%), tardan siglos en descomponerse (entre 400 años y nunca) y la mayoría del plástico acaba en el mar, donde se fragmenta en millones de micro partículas, deteriora los ecosistemas marinos, daña a más de 700 especies y puede acabar siendo peligroso para el hombre que come pescado contaminado con plástico, según puede leerse en el especial sobre plásticos que ha preparado la revista Nacional Geografic (a la venta en junio).

En el mundo, sólo un 9% del plástico se recicla y otro 12% se incinera, con lo que el 79% del plástico se abandona  y acaba en los vertederos y en el mar, a través de los ríos. La mitad del plástico no reciclado se encuentra en Asía, siendo los principales productores China (25% de todos los residuos), Indonesia, Filipinas, Vietnam, Sri Lanka, Tailandia, Egipto, Malasia, Nigeria y Bangladesh, según la revista Science. En Europa se recicla más, el 31% del plástico recogido (25 millones de toneladas de plástico generadas cada año)  otro 41,6% se incinera y sólo el 27,3% acaba en un vertedero. Pero España lo hace peor: del total de plástico recogido (2,3 millones de toneladas en 2016), el 37% se recicla y el 17% se incinera, con lo que el 46% del plástico de los españoles acaba en el vertedero o en el mar.

El consumo de plástico crece de forma imparable en este siglo: cada año se utilizan 5 billones de bolsas de plástico en el mundo, 10 millones de bolsas cada minuto. Y se consumen 1 millón de botellas de plástico cada minuto. El mayor consumo de plástico por habitante se da en los países ricos, en especial EEUU (100.000 millones de bolsas al año) y Europa, aunque en volumen total consuman más China (la fábrica del mundo necesita plástico para embalar casi todo lo que fabrica) y Asia. España consume 144 bolsas de plástico por habitante al año, frente a 360 en EEUU. El problema, aquí y allí, es que el 90% se utilizan una sola vez, una media de 12 a 25 minutos, y luego se tiran. Son basura “rápida”.

Y no resulta fácil ni barato reciclar los plásticos. Primero, sólo un 25% son fáciles de reciclar, según National Geografic: los envases PET (botellas bebida, tarros comida, fibras ropa, algunos botes champú y colutorios) y HDPE (botellas de leche y detergente, envases comida, cajas almacenaje, envases juguetes, cubos, tiestos y muebles jardín). Otro 39% de los plásticos tiene una dificultad media para ser reciclados: pajitas, tapones botellas, bolsas compra y pañales. Y el resto, un 36%, son difíciles de reciclar o muy difíciles (el 29% del total de plásticos, entre ellos tarjetas de crédito, piezas de coche, biberones, canalones, tuberías, revestimiento cables, marcos puertas y ventas y envases uso médico.

Los plásticos que no se reciclan, el 79%, acaban en vertederos (sobre todo en Asia, donde Occidente vende la mayoría de sus residuos plásticos) o en el mar, a través de los grandes ríos del mundo. La ONU estima que cada año acaban en el mar 13 millones de toneladas de plásticos. De los 20 países que más arrojan plástico al mar, 12 países son de Asia, encabezados por China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Tailandia, según el ranking mundial de vertidos plásticos elaborado en 2015 por la revista Science, donde EEUU ocupa el puesto 20 y España el 57. Estos vertidos de plástico al mar preocupan mucho, porque se ha detectado que el 85% de toda la basura que hay en los mares es plástico.

El plástico en los mares se va descomponiendo en pequeños trozos, microplásticos, que son trasladados por las corrientes marinas rotativas  y acaban concentrándose en determinadas zonas de los océanos, como la isla Henderson, en el Pacífico Sur, la mayor concentración conocida de plásticos marinos. Y estos microplásticos se han detectado incluso en las profundidades marinas, a miles de metros. Al final, acaban en el estómago de los peces, provocando la muerte de muchos y dañando hasta 700 especies, según los científicos marinos. Y se investiga sus efectos sobre el hombre, al comer estos pescados contaminados por plástico. No es sólo es el daño de las partículas de plástico (que se descomponen en partículas más pequeñas, los nanoplásticos) sino que también pueden ser dañinos los aditivos químicos que llevan los plásticos. Y también se ha detectado residuos plásticos en sal marina para uso alimentario y en aguas de grifo y embotelladas.

Por si fueran pocos todos estos problemas que acarrea el plástico, este año ha aparecido un problema nuevo: China, el gran comprador de residuos plásticos del mundo (más de la mitad de los desechos plásticos de EEUU y Europa acababan allí), ha dejado de reciclar plásticos de otros países desde enero de 2018. Si hasta ahora les era rentable comprar residuos plásticos para reciclarlos (China no tiene petróleo para fabricar polímeros plásticos), ahora se les ha encarecido el reciclaje (porque Occidente cada vez les mandaba plásticos más mezclados y más costosos de tratar) y les resulta más barato producir o importar plástico, a la vez que tiene colapsadas sus plantas de reciclaje con sus propios desechos. Con esta decisión, EEUU y Europa están buscando destinos alternativos para su “basura plástica”, en Malasia, Filipinas, Tailandia o Bangladesh, pero no es fácil. Y también es un problema para España, ya que China recibía 138.000 toneladas al año de residuos plásticos en bruto, que ahora tendrán que buscar otros destinos o quedarse en los vertederos.

El problema de fondo es que, con China o sin ella, el reciclaje es sólo un parche y la invasión creciente de plástico exige tomar otras medidas drásticas para reducir el consumo, la única solución eficaz a medio plazo. Para eso, Europa aprobó en 2015 una Directiva sobre plásticos, que ahora España traslada, con retraso: desde el 1 de julio, se obliga a los comercios a cobrar a los clientes (se sugieren de 5 a 15 céntimos de euro) las bolsas de plástico de 15 a 50 micras de espesor (el 83% de las que se fabrican), aunque se podrán seguir regalando las más ligeras (productos a granel) y las de más de 50 micras. Además, a partir de enero de 2021, se prohibirá la utilización  de todas las bolsas de plástico de hasta 50 micras, permitiéndose solo que los comercios entreguen bolsas compostables.

Pero la normativa no quedará ahí. La Comisión Europea acaba de aprobar, el 28 de mayo, una nueva estrategia sobre plásticos que deberán trasladar después los países europeos, en 2019, tras aprobarlo la Eurocámara. Por un lado, añade a las bolsas de plástico la prohibición  de utilizar pajitas, platos y cubiertos de plástico, así como palillos de oídos, palitos para remover bebidas y palitos para sujetar globos, materiales que se han detectado en los mares europeos. También se incluyen nuevas obligaciones para los fabricantes de envases de comida, botellas y envoltorios, para que promuevan el reciclaje y participen en campañas de limpieza y concienciación. Y además, la Comisión insta a los países a que fijen límites a los envases de comida y bebida y que se fijen el objetivo de recoger el 90% de las botellas de plástico para 2025.

Esta nueva normativa europea es un avance más en la guerra contra el plástico, aunque debería ser más ambiciosa y no dejar las medidas últimas en manos de los países, según el análisis de Ecologistas en Acción. Ahora, la clave estará  lo que legisle cada país y España tiene muchas tareas por delante para legislar contra el abuso de los plásticos. Un camino lo han abierto algunas autonomías, como Baleares, Comunidad Valenciana y Navarra, que han aprobado Leyes propias sobre residuos. La más avanzada contra los plásticos es Navarra, cuyo Parlamento ha aprobado, a primeros de junio, una Ley que fija cuotas mínimas de envases reutilizables en tiendas, supermercados y hostelería (el 15% a partir de 2028), la prohibición en dos años de bolsas, cubiertos de plásticos y capsulas monodosis, un impuesto a los vertederos y un sistema de depósito y devolución para el retorno de envases.

Mientras este Gobierno o el próximo preparan una Ley estatal de residuos, centrada en los plásticos, muchos países avanzan en medidas a varios niveles. Por un lado, promoviendo el reciclaje, aunque no sea la solución básica. Por otro, fomentando el uso de nuevos plásticos.  Aquí hay que decir que los llamados “plásticos biodegradablesson un “atajo engañoso”: no se descomponen solos, en el vertedero o en el mar, sino que necesitan los 55 grados de temperatura que genera un compostador industrial, una planta de reciclaje. Incluso la ONU los considera “una mala solución”, porque el consumidor, a la vista de la etiqueta de “biodegradable”, podría consumir más plástico (que hay que reciclar). La solución es seguir investigando en nuevos plásticos (polímeros sintetizados por microbios) que sean realmente biodegradables sin tratamiento y en nuevos envases, a base de desechos vegetales.

Pero la principal solución es consumir menos y reutilizar más los plásticos. Y para ello, hay más de 30 países que ya han prohibido el uso de bolsas, mientras muchos las cobran, como ahora España (Dinamarca empezó a cobrarlas en 1993 y ahora utilizan 4 bolsas al año por habitante, frente a 1 al día en EEUU). Otros países, como Noruega apuestan por cobrar las botellas e instalar máquinas para recogerlas y devolver lo pagado (sistema SDDR). Lo importante es movilizar a los Gobiernos para adoptar medidas conjuntas a nivel mundial, como se ha hecho en la Lucha contra el Cambio Climático con los Acuerdos de Paris de 2015. En diciembre de 2017, se celebró en Nairobi una Cumbre de 193 países que aprobó un Acuerdo de la ONU por unos mares limpios. Es solo un primer paso en la guerra contra el plástico, que se  juega sobre todo en Asia y los países pobres. Por eso, Greenpeace propone un impuesto mundial al plástico, para crear un Fondo global de 6.000 millones de dólares al año que sirva para financiar sistemas de reciclaje de plástico en los países en desarrollo.

Mientras tanto, cada país puede hacer mucho en esta guerra contra el plástico. Los Gobiernos, con Leyes que prohíban, limiten y encarezcan la producción y el consumo de plástico. Los fabricantes, obligándoles a reducir su uso, sobre todo en la alimentación, y colaborando en los costes de recogida y reciclaje. Y los consumidores, cambiando de hábitos: yendo a la compra con carritos o bolsas multiusos, cambiado la botella de agua de plástico por una de cristal, comprando a granel o reduciendo el uso de envases, vasos y pajitas de plástico, además de  recoger mejor los envases (sin mezclarlos) y reciclarlos bien. Hay que frenar entre todos la invasión del plástico. Por nuestro bien y el del Planeta.

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