jueves, 28 de junio de 2018

Cumbre UE: cerrazón a inmigrantes y reformas


Hoy y mañana se celebra en Bruselas una Cumbre europea con dos temas urgentes: qué hacer con la afluencia de refugiados y cómo reformar el euro para que sobreviva ante una futura crisis. Como siempre, los 27 países UE están muy divididos y el problema vuelve a ser la  insolidaridad de la Europa rica del norte. Por un lado, no quieren más inmigrantes y optan por “aparcarlos” en campos de Albania, Túnez o Egipto, aunque a medio plazo vayan a necesitar 50 millones de trabajadores extranjeros porque Europa envejece. Y por otro, no quieren avanzar en una Europa más unida, con un Presupuesto anticrisis, seguro de paro y fondo de garantía de depósitos europeos, Tesoro común y eurobonos, porque saben que les costará dinero ayudar a la Europa más pobre, del sur y el este. Eso sí: acordaron este lunes crear una fuerza militar europea de intervención. Al final, en esta Cumbre, se esperan pocos avances: Europa “aparcará” a los inmigrantes y las reformas, hasta que estallen nuevas avalanchas migratorias y otra crisis del euro, como las de 2010 y 2012. Sólo entonces reaccionarán.

enrique ortega

El primer gran tema de esta Cumbre europea es la inmigración. Parece que Europa está agobiada por una nueva “avalancha” de inmigrantes, cuando los datos no revelan ninguna invasión: al contrario: están llegando muchos menos inmigrantes que en 2015 y 2016, como ha reiterado el presidente Macron. En 2017 hubo en Europa 650.970 solicitudes de asilo, la mitad que en 2016 (1.206.120) y que en 2015 (1.257.030), los años de la gran avalancha migratoria desde Siria, Irak, Afganistán y el África subsahariana, según Eurostat. Y a pesar de la demagogia de la extrema derecha en esos países, la caída en las solicitudes de asilo ha sido llamativa en Alemania (de 772.265 en 2016 a 198.255 en 2017), en Suecia (de 156.110 en 2015 a 22.190 en 2017), en Hungría (de 174.475 solicitudes en 2015 a 22.190 en 2017) o en Austria (de 85.505 en 2015 a 22.455 en 2017). Sí han crecido en Francia (de 70.570 en 2015 a 91.965 en 2017) y más en los países mediterráneos: Italia (de 83.241 solicitudes de asilo en 2015 a 126.500 en 2017), Grecia (de 11.370 a 56.940) y sobre todo en España, donde se han duplicado (de 15.570 en 2016 a 30.445 en 2017).

En este año 2018, la avalancha de inmigrantes que intentan llegar a Europa por el Mediterráneo es también menor, la mitad que en 2017: 42.845 entradas por mar hasta el 24 de junio, frente a 85.751 en 2017 y 215.997 entradas hasta finales de junio de 2015, según los datos del Organismo Internacional de Migraciones (OIM), que contabiliza además 972 inmigrantes muertos intentando llegar (frente a 2.158 en 2017). Y las llegadas por mar a Italia se han frenado mucho, a  pesar de las protestas del nuevo Gobierno populista-extremista: han llegado 16.228 inmigrantes por mar hasta el 20 de junio frente a 71.918 llegados en esas fechas de 2017, según la OIM. Eso sí, han aumentado las llegadas a Grecia (12.514 por mar hasta el 20 de junio frente a 8.323 el año pasado) y sobre todo a España, donde se han triplicado los inmigrantes llegados por mar: de 4.161 a 12.155 llegados este año, hasta el 20 de junio. Y las pateras siguen llegando esta semana, con el buen tiempo.

Así que la afluencia de inmigrantes por tierra a los países ricos del Norte de Europa, a través de Grecia y los Balcanes, se ha frenado, tras el acuerdo europeo con Turquía en 2016, para que se quedaran con 3,5 millones de refugiados a cambio de pagarles 6.000 millones de euros (3.000 en 2016-17 y otro tanto en 2018-19). Pero a cambio, el flujo migratorio se ha reorientado al Mediterráneo, aunque sea la mitad que en 2017, salvo el caso de España, que carga ahora con las mayores llegadas de pateras.

A pesar de estas cifras mejores de inmigración, la pretendida “avalancha de extranjeros” es la principal “bandera” de la extrema derecha europea, desde Italia a Suecia, pasando por Austria, Holanda, Alemania y los radicales países del Este. Y han aprovechado estas semanas con “calentar la Cumbre” y presionar para que los dirigentes europeos frenen “la invasión de inmigrantes extranjeros”, amenazando incluso sus socios “socialcristianos” (sic) con tumbar a la canciller Merkel si no adopta una política dura con la inmigración. El frente anti-inmigración lo capitanea Italia, apoyado por Austria, Dinamarca, Holanda y el bloque de los países del Este (Polonia, Hungría y Rumanía, dos países que han construido “muros” contra la inmigración como los que hay en Ceuta, Melilla, Grecia y el Báltico).

Los “países duros” van a forzar al resto, incluidos Alemania, Francia y España, a tomar medidas duras contra la inmigración, en especial “aparcar ”a los inmigrantes en campos de refugiados situados fuera de la UE. En vez de analizar el problema y buscar una solución, se le “aparca”, concentrado a los inmigrantes que lleguen a Europa por mar y tierra en campos situados en Albania o Macedonia (dos países no UE) o en el norte de África (probablemente Túnez o Egipto, porque Libia no tiene un Gobierno estable). Y allí se les mantiene meses, hasta que se averigua su situación (si son o no refugiados), para luego devolverlos a sus países (para que intenten volver de nuevo). Se trata de crear inmensos campos, que generarán muchos problemas humanitarios y costes, para retrasar el afrontar el problema. Y luego, queda ver qué se hace con los inmigrantes a los que se les conceda el estatuto de refugiado, cómo se reparten (hay que anular el vigente acuerdo de Dublín: se quedan donde desembarcan, lo que penaliza a Grecia, Italia y España), qué países se quedan de verdad con ellos (hasta ahora no se han cumplido los cupos acordados en 2016) y los integran en su sociedad.

La clave estaría en frenar el flujo migratorio, actuando en dos frentes: parar las guerras que provocan la huida de mucha gente (Europa no se ha implicado en Siria ni en África) y favorecer el desarrollo de los países más pobres de África y Oriente Medio, para que sus jóvenes no huyan. Urge poner en marcha un "Plan Marshall” para África y Oriente Medio, que evite las pateras dentro de una década. Y mientras, hay que dar una solución a la inmigración actual, no sólo por humanidad, sino por legalidad: las Leyes del mar obligan a rescatar a los náufragos y llevarles a un puerto seguro. Y el Estatuto de Refugiado es un derecho humano universal, que Europa incumple constantemente. A partir de ahí, también hay razones económicas para acoger inmigrantes de una forma ordenada: Europa es un continente envejecido, que va a necesitar mano de obra a medio plazo. Sólo España necesitará 5 millones de inmigrantes para 2050, según el FMI. Y Europa, más de 50 millones. Inmigrantes que pueden ayudarnos a crecer, trabajando y pagando impuestos: los refugiados devuelven más de lo que reciben, según una investigación francesa con datos europeos.

Si Europa está cerrada a los inmigrantes, también está cerrada a las reformas que exige el euro, el otro gran tema de esta Cumbre europea. La crisis de 2010 y 2012 puso en riesgo la moneda única y la arquitectura económica europea, salvada en última instancia por el BCE, que actuó in extremis de “bombero”, comprando deuda pública e inyectado dinero al 0% de interés. Pero no basta. Europa no está preparada para la próxima crisis (que vendrá) y los expertos llevan años pidiendo avances en la unión, para que Europa tenga un Presupuesto anticrisis común, un Tesoro único europeo que financie a los países con problemas, un sistema para intervenir bancos y garantizar los depósitos en los 27 países, unos impuestos comunes, un seguro de paro europeo, una deuda común (eurobonos), unas inversiones a nivel europeo. En definitiva, que en lugar de 27 países se consiga una unión económica real, como la de EEUU, que se avance en los Estados Unidos de Europa.

Pero los países ricos del norte tienen reticencias, por puro egoísmo: saben que si hay más Europa, ellos tendrán que contribuir más que el resto, en el Presupuesto europeo, en los eurobonos, en el seguro de paro europeo o en la salvación de un banco. Y es lógico: si se quiere construir un Club más igualitario, los que más tienen tendrán que aportar más. Y por eso, en esta Cumbre, ponen trabas al Presupuesto extra europeo (50.000 millones de euros, una “nadería” para la UE) y al seguro europeo de paro 12 países (Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Finlandia, Austria, Suecia, Dinamarca, Irlanda, Malta y los 3 países bálticos), más los conservadores alemanes. Y lo mismo a garantizar los depósitos en cualquier banco europeo o a financiar el rescate futuro de un país (que sería del sur o este). Europa sí, pero que no tengan que pagar los del norte al resto para que sean más como ellos. Y por supuesto, nada de que Alemania, Austria o Irlanda tengan los mismos impuestos que el resto, las mismas inversiones e infraestructuras. Mi país es mi país.

Y así pasa, que viene la crisis y los mercados se aprovechan de estas divergencias, atacando a los países más débiles y tratando de ganar dinero instalándose en los países con impuestos más bajos. Y ante esa futura crisis, que antes o después llegará, Europa no avanza para ser un continente más compacto, más unido, con instrumentos más potentes para actuar (ministro del euro, Presupuesto anticrisis, Tesoro europeo, eurobonos, impuestos europeos…). Y con ello, la arquitectura del euro está en peligro, máxime con el auge de los populismos antieuropeos en medio continente.

Alemania, a pesar de la mayor flexibilidad de Merkel, sólo va a aceptar “cambios cosméticos en esta Cumbre europea, presionada por los conservadores y el auge de la extrema derecha, no sólo en Alemania sino en Austria, Holanda, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Francia e Italia, que tiene en común la crítica a la unión europea, el nacionalismo y la amenaza de la salida del euro, más la xenofobia ante los inmigrantes. Por eso, es probable que de esta Cumbre sólo salga un pequeño avance en la unión bancaria (estudiar un Fondo de Garantía europeo de los depósitos para 2024, al que ha dado ya "luz verde" un informe del Eurogrupo) y retrasar el proyecto de Presupuesto anticrisis, seguro de paro europeo y Fondo Monetario Europeo para después de las elecciones europeas de mayo de 2019. O sea, “aparcar” también este problema para el que venga detrás. Y seguir así, bandeando los problemas, como hacen desde el nacimiento del euro (1999).

Eso sí, los Gobiernos europeos que no son capaces de acordar una política de inmigración ni las mínimas reformas para apuntalar el euro, han acordado sin problemas avanzar en la Europa de la Defensa, en una política militar común: este lunes, los ministros de Defensa de 9 países europeos (Francia, España, Alemania, Bélgica, Holanda, Portugal, Dinamarca, Estonia y Reino Unido, que para lo que quiere si está en la UE) aprobaron una fuerza europea de intervención militar urgente. Un acuerdo que complementa el acuerdo militar firmado en noviembre de 2017, la PESCO, una iniciativa militar de 25 países europeos al margen de la OTAN, que se va a apoyar en programas europeos de armamento, financiados por primera vez por fondos europeos (5.000 millones anuales). Para esto sí hay acuerdo y dinero.

Entre tanto, esta Cumbre pilla a Europa en un momento de estancamiento” económico y crisis política interna. Estancamiento porque en el primer trimestre de 2018, la economía europea se ha frenado, creciendo sólo un 0,4%, frente al 0,7% que creció los tres trimestres anteriores. Francia crece el 0,2% (antes el 0,7%), Alemania el 0,3%, como Italia, y el Reino Unido (fuera de la UE) el 0,1%, según Eurostat. Y hay una amenaza seria, el proteccionismo y los aranceles de Trump, que pueden dañar seriamente la economía de un continente que exporta más de lo que importa. Y encima, sube el petróleo y el BCE subirá los tipos de interés en 2019, lo que frenará más el crecimiento, sobre todo en países muy endeudados como España. Y todo esto, en una Europa con gobiernos y partidos anti-europeos y populistas, lo que alimenta la insolidaridad y la división.

Y ahí, en la insolidaridad entre europeos está la clave del futuro: sólo se puede construir una Europa más unida con la aportación de todos y, sobre todo, de los países más ricos. Porque, tras la crisis, Europa es más desigual que nunca. Hay 3 Europas, según Eurostat (2017): la Europa rica del norte, 11 países con una renta superior a la media UE (100%: 29.900 euros por habitante): Luxemburgo (253% PIB UE), Irlanda (184%), Austria (128%), Holanda (128%), Dinamarca (125%), Alemania (123%), Suecia (122%), Bélgica (117%), Finlandia (109%), Reino Unido (105%) y Francia (104% del PIB UE). La Europa pobre del sur, 6 países con una renta inferior a la media europea: Italia (96% PIB/cápita UE), Malta (96%), España (92%), Chipre (845%), Portugal (77%) y Grecia (67% PIB/cápita UE). Y la Europa más pobre del este, otros 11 países con su renta muy por debajo de la media UE: República Checa (87%), Eslovenia (85%), Lituania (78%), Polonia (70%), Eslovaquia (77%), Hungría (68%), Letonia (67%), Rumanía (63%), Croacia (61%) y Bulgaria (49% del PIB/cápita UE).

Así que no hay una Europa sino tres. Y por eso, si se quiere consolidar un bloque económico, político y social medianamente homogéneo, hay que volcarse en reducir las desigualdades, en aproximar el nivel de vida de los europeos. Y para eso hace falta una mayor unión económica y fiscal, un presupuesto europeo más potente, impuestos e inversiones comunes que reduzcan las desigualdades, pagar en común la deuda (eurobonos) y el paro, redistribuir del norte al sur y al este. Y no es lo que se hace. El Plan Juncker, una buena idea para invertir 315.000 millones a nivel europeo en tres años, es un ejemplo: en su primer año (2016), el 92% de la inversión se concentró en los 15 países más ricos, con Alemania, Francia e Italia a la cabeza. Así, acrecentado las desigualdades, no se puede construir Europa.

Otra Cumbre europea más, veremos muchas declaraciones y  pocos avances reales. Se volverán a “aparcar” los problemas, desde la inmigración al euro. Y mientras, crece la desigualdad y el descontento social y político, las bases del populismo radical. Y se avecinan problemas económicos, financieros y comerciales, que pondrán en peligro la débil recuperación europea. Hasta que la situación estalle otra vez, por nuevas avalanchas de inmigrantes, bancos o países con problemas, tensiones en los mercados y escasa creación de empleo, más los problemas de fondo para competir con China, Asia y EEUU. Y entonces, Europa, al borde del precipicio, reaccionará "in extremis", para intentar salvar el euro y la Unión Europea, como viene haciendo en las últimas dos décadas. Tarde y peor. Todo por no hacer los deberes a tiempo.

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